Por Hernán Andrés Kruse.-
El doctor Juan Carlos Maqueda está a punto de concluir su función de juez de la Corte Suprema. Ello explica el agasajo que le brindó el Colegio Público de la Abogacía de la Capital Federal. Resultó llamativa -o quizá no tanto- la ausencia de funcionarios del Poder Ejecutivo. Sí se hicieron presentes, entre otras personalidades, sus colegas Rosatti y Rosenkrantz y el aspirante al máximo tribunal de garantías constitucionales, Manuel García Mansilla.
Cuando hizo uso de la palabra en señal de agradecimiento, lanzó una severa advertencia. “Estoy ante un verdadero desafío. Durante 22 años quise ser un juez que no apareciera en los medios de difusión. Yo solamente les voy a dejar un mensaje que intento elaborar de mi experiencia con respecto a un tema sobre el cual veo nubarrones en el horizonte y me preocupa seriamente porque nos comprende a todos nosotros”. “Hoy, a diferencia de cuando nosotros éramos jóvenes y la democracia era casi sagrada… cuando uno ve el mundo, ve que se va debilitando las instituciones de la democracia y realmente eso genera mucha preocupación”. “Pareciera que hoy ya no se siente tanta integración en la democracia como en tiempos pasados” ni se ven las diferencias entre “democracia y autocracia”. “Los límites están difusos y yo creo que hay que hacer educación cívica de la democracia”. “Temo por los poderes judiciales. Y también temo por los poderes legislativos. Temo por la institucionalidad” (fuente: Patricia Blanco, Infobae, 10/12/024).
El doctor Maqueda aludió en su exposición a la democracia liberal mundial o, para ser más preciso, a la democracia liberal que está vigente en Occidente. Siente temor por la vigencia de sus pilares fundamentales, entre los que descuella la independencia del Poder Judicial. Fue la manera elegante que eligió para aludir elípticamente a lo que sucede en nuestro país, donde ese valor fundamental viene siendo jaqueado desde hace mucho tiempo. Maqueda ve nubarrones en el horizonte, lo que significa que no es mucha su confianza depositada en el presidente Milei. Razones no le faltan.
Buceando en Google me encontré con un ensayo de Jorge Chaires Zaragoza (Dr. en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid) titulado “La independencia del Poder Judicial” (Universidad Autónoma de México-Boletín Mexicano de Derecho Comparado-2004). El autor no hace más que hacernos recordar la relevancia de un Poder Judicial independiente para garantizar la vigencia de la democracia liberal.
LA INDEPENDENCIA DEL PODER JUDICIAL EN EL ESTADO LIBERAL
“La idea de la independencia del Poder Judicial nace con el concepto mismo del Poder Judicial y aparece como antítesis del poder absolutista en el antiguo régimen e incorporada al constitucionalismo liberal como un elemento fundamental en la vida democrática de todo Estado de derecho. En palabras de Dieter Simon, la idea de la independencia del juez va indisolublemente unida a la concepción del Estado constitucional. ‘‘Entre todas las instituciones de nuestra vida jurídica, la idea del Estado de derecho celebra su máximo triunfo en la independencia de la decisión del juez’’. Finalmente, la independencia del juez fue un elemento indispensable para asegurar el problema político-práctico de la separación de poderes.
Para llegar a identificar la función independiente del juez, fue necesaria la conceptualización del Poder Judicial como tercer poder del Estado basado en una división tripartita de poderes; el Poder Judicial como parte integral del Estado y consecuentemente de la soberanía nacional que debería ser una emanación del pueblo y no de una sola persona. De la misma forma, fue necesario el reconocimiento de un juez sometido únicamente al imperio de la ley conforme a la expresión de la ley nacida de la voluntad general. Así, en el constitucionalismo liberal, los jueces y magistrados reclamaron la independencia para garantizar que la actuación interpretativa de sus leyes, aplicándolas al caso concreto, fuera libre y no sometida a ninguna otra autoridad que la representada objetivamente por el respeto y acatamiento de dicha ley. En otras palabras, si el juez era jurídicamente independiente es porque se le quería totalmente dependiente de la ley.
En efecto, el constitucionalismo liberal estructuró una serie de garantías jurídicas de carácter fundamental con la finalidad de asegurar la función independiente del juez. Así, por ejemplo, el constituyente de los Estados Unidos de 1787, basándose en la división de poderes, estableció la inamovilidad de los jueces y la remuneración estable y permanente para los jueces. Por su parte, el constituyente francés de 1791 dispuso como medidas de garantías la inamovilidad y el nombramiento de los jueces por medio de elecciones. Mas en Francia el poder de juzgar, que Montesquieu consideraba terrible por lo que no debería recaer en una clase o profesión y mucho menos en un jurado permanente, pronto quedó sometido al Ejecutivo, convirtiéndose de nuevo la justicia en pura administración alejada de un verdadero poder.
No obstante, la idea de la independencia del Poder Judicial no fue formalmente negada sino que permaneció pero como mero valor ideológico, sin proyección real en la articulación de la justicia. Tanto el nombramiento de los jueces por medio de elecciones, como la institución del jurado popular, se vieron con gran escepticismo por el pueblo francés. El constituyente francés de 1799 suprimió esta forma de nombramiento de los jueces al considerar que el juez no debería de tener ninguna participación política, por lo que se optó por aislar al juez de la sociedad, presentándolo como una instancia neutra de solución de conflictos individuales sin trascendencia general. Se decidió el nombramiento de los jueces por el jefe del gobierno, se reorganizó la estructura de los tribunales de acuerdo con el modelo de los funcionarios de la administración, concentrando en el Ejecutivo los mecanismos de selección, ascensos y régimen disciplinario. De esta forma, el juez funcionario es más el fruto de un Estado profundamente burocrático que auténticamente liberal. Por otro lado, la institución del jurado popular de tradición anglosajona que se desarrolló perfectamente en Estados Unidos de América por causas históricas, no arraigó en Francia donde no existía esta práctica.
En definitiva, el instrumento fundamental para mantener al Poder Judicial en situación de independencia real frente a los detentadores del poder político ha sido la pretendida apoliticidad de la función de juzgar y el carácter neutral del juez en la vida de la sociedad. De todo lo anterior, podemos deducir que en el aspecto práctico el constitucionalismo liberal hizo dogma de la independencia del Poder Judicial, sin incluir dentro de ella el estatus del juez en su dimensión individual, incorporándola a un cuerpo estructurado burocráticamente y con un elevado índice de jerarquización. Sin embargo, en el aspecto teórico se quería un respeto absoluto a las sentencias del juez sobre la base de su sometimiento estricto a la ley, ‘‘hasta el punto que debe corresponder siempre al texto expreso de la ley’’, en palabras de Montesquieu, que consideraba a los jueces seres inanimados, ‘‘el instrumento que pronuncia las palabras de la ley’’. Se pretendía, en consecuencia, la relativa independencia ‘‘personal del juez’’, ya que éste no debería moderar ni el rigor ni la fuerza de la ley, sujetándolos, de esta forma, al dictado del legislador.
EL CONCEPTO ACTUAL DE LA INDEPENDENCIA DEL PODER JUDICIAL
“Superada al parecer el carácter dogmático de la estricta teoría de la división de poderes, pues como bien expuso Hans Kelsen, el problema radica en que el significado histórico del principio de ‘‘separación de poderes’’ va más contra la concentración de los poderes, que a favor de la separación de los mismos, la doctrina contemporánea ha venido a identificar la independencia del Poder Judicial en su aspecto orgánico y funcional. Es decir, hoy en día la independencia judicial no se considera como un concepto absoluto sino relativo; todos los tribunales son en alguna forma independientes y en otra subordinados, de manera que no se pueden concebir completamente aislados. Así, por ejemplo, podemos decir que cualquiera que sea la forma de nombrar a sus miembros, bien sea por elección popular, designación mediante una combinación del Poder Ejecutivo con el Legislativo, de ambos con el Poder Judicial, o por un órgano autónomo, los jueces mantendrán muy probablemente un sistema de valores que refleje la cultura política dominante; más aún, como señala Revenga Sánchez: “Contemplar la independencia como un valor absoluto, aludiendo la cuestión de sus límites, equivale a propugnar el aislamiento del juez respecto a la sociedad y el del Poder Judicial respecto a los demás poderes estatales; es decir, contribuir a la sacralización de la justicia y a la consiguiente permanencia de lo que ha sido calificado como uno de los pocos mitos trascendentales que ha logrado subsistir hasta nuestros días”.
Esto nos lleva, en primer lugar, a diferenciar la independencia en su sentido jurídico del conjunto de cualidades o valores, como puedan ser la imparcialidad y la objetividad, cuya relevancia para el ordenamiento es la de ser susceptibles de constituirse en fines deseables. No pueden confundirse la independencia, en el sentido estricto, con imparcialidad o neutralidad, pues mientras que aquélla es una institución jurídica con la que se pretende eliminar toda subordinación objetiva del juez, la imparcialidad o la neutralidad, por el contrario, son parámetros o modelos de actitud, pero en ningún caso categorías jurídicas. En otras palabras, independencia del juez no es sinónimo de imparcialidad y objetividad, la independencia es una fórmula para una posible correcta actuación del juzgador, no un fin sino un instrumento al servicio de la justicia, pues ‘‘afirmar que un juez independiente por lo general produce una justicia independiente es una ecuación incompleta que tanto tiene de verdad como de no verdad’’.
16/12/2024 a las 7:58 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Gestión de Milei: ya ha empezado la parte más difícil
James Neilson
Perfil
11/12/024
Hace apenas un par de semanas, el gobierno de Javier Milei dio comienzo a una nueva edición del superclásico argentino en que los deseosos de abrir la economía para someterla a los rigores del mercado se enfrentan con proteccionistas que están resueltos a mantenerla bien cerrada. A juzgar por lo que ha ocurrido en otras ocasiones, los libertarios no tardarán en anotarse algunos goles vistosos, pero entonces perderán contra los que, para sobrevivir, dependen de barreras arancelarias altas y una multitud de arreglos que sirven para defenderlos contra intrusos foráneos. Tales personajes tienen buenos motivos para confiar en que, cuando haya finalizado el partido, el país quede aún más aislado de los mercados internacionales de lo que había estado antes. ¿Veremos una repetición de esta vieja historia? Es posible, sobre todo si el gobierno libertario comete demasiados errores políticos.
A Javier Milei y su fiel operador económico Luis Caputo les está resultando ser relativamente sencillo reordenar las finanzas nacionales y de tal modo poner fin al caos en que las había dejado el voluntarismo alocado de un gobierno kirchnerista convencido de que su “plan platita” le permitiría comprar un triunfo electoral. El dúo ya ha logrado mucho al aferrarse a ciertos principios básicos sin preocuparse en absoluto por los eventuales costos políticos de las medidas drásticas que ha tenido que tomar. Para sorpresa de casi todos, tales costos no han sido exorbitantes. Es que, como ha dicho Milei, “pusimos un candado al equilibrio fiscal y nos tragamos la llave”. Gracias a la intransigencia así supuesta, han conseguido frenar la inflación, hacer bajar abruptamente el índice riesgo país y empezar a atraer inversiones para sectores determinados, como Vaca Muerta y la minería, que disfrutan de ventajas comparativas.
Pero sólo se trata de la primera fase, por lejos la más fácil, de un proyecto que es sumamente ambicioso. Lo que quiere Milei es hacer de la Argentina una auténtica potencia productiva que sea capaz de participar activamente en los mercados internacionales más exigentes. A veces el presidente y el ministro de Economía parecen creer que, resueltos los problemas planteados por la inflación y otros males financieros que los encargados del Estado están en condiciones de solucionar, los empresarios, por fin liberados de las cadenas que los han inmovilizado desde vaya a saber cuántos años, se pondrán enseguida a emular a sus equivalentes de otras latitudes. Por desgracia, muchos, tal vez la mayoría, nunca podrán hacerlo. Son como atletas que se han entrenado para el boxeo, digamos, que se ven obligados a probar suerte como futbolistas de elite; algunos tendrían éxito, pero se trataría de casos excepcionales.
Tal y como están las cosas, la Argentina es uno de los países más proteccionistas, y por lo tanto menos competitivos, del planeta, y hay muchos que rezan para que continúe siéndolo hasta las calendas griegas. Si bien virtualmente todos, con la presunta excepción de los que se adhieren a la fantasía ultranacionalista de “vivir con lo nuestro” que, más de cuarenta años atrás, fue popularizada por Aldo Ferrer, reconocen que el orden que se ha creado es radicalmente disfuncional y que para poner fin a la depauperación progresiva de la población sería necesario que la Argentina se integrara al mercado mundial, abundan los conscientes de que, para ellos mismos, una apertura parcial como la que se ha iniciado y que algunos ya califican de prematura, tendrá consecuencias desastrosas para el llamado “sector productivo” nacional.
Así, pues, aunque Milei y Caputo ganen la batalla intelectual sin tener que hacer mucho más que aludir a la experiencia internacional en la materia y lo imprescindible que es que los empresarios locales sean por lo menos tan productivos como los europeos, esto no quiere decir que les sea dado derrotar a los decididos a prolongar hasta nuevo aviso la vida del sistema existente. Como siempre ha ocurrido, los perjudicados por la reducción de barreras los acusarán de “industricidio”, de haberse dejado comprar por siniestros plutócratas extranjeros que, por motivos misteriosos, temen competir con rivales argentinos apoyados por el Estado y, huelga decirlo, de destruir alevosamente a centenares de miles de PYMEs y, con ellas, eliminar un sinnúmero de puestos de trabajo.
Si bien el gobierno libertario tiene plena razón cuando señala que, a menos que el sector privado se haga mucho más competitivo, la Argentina tendrá que resignarse a ser una gigantesca villa miseria, también la tienen los defensores del statu quo cuando insisten en que precisan más tiempo en que prepararse para afrontar los muchos desafíos que les supondría una apertura amplia.
No se equivocaba José Luis Espert cuando criticó, con la brutalidad verbal que es su marca de fábrica, a los “caraduras” de la Unión Industrial Argentina, a los que “siempre les falta algo para competir”, pero de derrumbarse hoy todos los muros que han servido para protegerlos de la competencia ajena, mañana muchos caerían en bancarrota, lo que tendría un impacto social y político decididamente mayor que el propinado por el ajuste financiero. Para que la situación en que los empresarios ya se encuentran sea todavía más alarmante, el dólar se ha abaratado mucho en los meses últimos, lo que ha posibilitado la repetición del “deme dos” de hace medio siglo y los años menemistas al estimular el turismo de compras no sólo en el vecindario latinoamericano sino también en Europa y América del Norte, la presión impositiva aún no se ha aliviado y no han sido modernizadas las leyes laborales que hacen tan lucrativa la industria del juicio. Mal que les pese a Milei, Caputo, Espert y otros, por previsibles que sean, las quejas de los perjudicados por lo que está sucediendo son legítimas.
Si no estuvieran en juego sus propios intereses personales, los empresarios -“los capitanes de la industria” decía Raúl Alfonsín- coincidirían por completo con Milei que, además de estar muy a favor de una economía de mercado competitiva, cree que les corresponde desempeñar un papel protagónico en el drama nacional, desplazando así a los políticos de “la casta” que están habituados a creerse los benefactores principales del pueblo. Para el libertario, empresarios creativos, hombres y mujeres en cierta manera equiparables con Elon Musk y los multimillonarios de los gigantes tecnológicos californianos, están destinados a ser los héroes de la guerra contra la decadencia que a su entender han provocado el “socialismo” y sus variantes no sólo en la Argentina sino también en todos los demás países de la comunidad occidental.
Sin embargo, luego de formarse en una cultura corporativista y populista que ha sido hostil al mercado libre, escasean los empresarios locales que se asemejen a los guerreros económicos de la imaginación mileísta. Aunque muchos son “expertos en mercados regulados” y por lo tanto duchos en el arte de negociar con políticos y funcionarios, corruptos o no, pocos han tenido que competir directamente con hombres de negocios del exterior que siempre han tenido que privilegiar la calidad de sus productos y reducir al mínimo los costos de fabricarlos.
También planteará problemas difícilmente superables la falta de mano de obra capacitada. Las economías más exitosas, es decir, más productivas, siempre se han destacado por la alta calidad de los trabajadores que, en muchísimos casos, sobre todo en países como el Japón, Alemania, Estados Unidos y Corea del Sur, suelen hacer aportes muy valiosos a las empresas que los emplean al contribuir a mejorar la eficiencia del conjunto. Pueden hacerlo no sólo porque se sienten integrantes plenos de un equipo al que deben lealtad sino también porque se han visto formados por un buen sistema educativo y, lo que es más importante aún, por una cultura popular en que se privilegia el esfuerzo individual.
Aunque Milei y sus acompañantes se ufanan de estar librando una “batalla cultural” contra el izquierdismo en nombre de la libertad, a menudo parecen estar más interesados en luchar contra las extravagancias “woke” que contra el facilismo sensiblero que es el enemigo más peligroso del proyecto que tienen en mente. Lo es porque, una vez reconstruida y fortalecida la arquitectura financiera, la población podría recaer en la tentación de regresar al populismo que ofrece lo que a primera vista son soluciones inmediatas a problemas de la vida diaria que, a la larga, son contraproducentes.
El temor a que algo así ocurra sigue preocupando a muchos inversores en potencia que sienten entusiasmo por el ideario de Milei pero aún no están dispuestos a arriesgarse respaldándolo con dinero. También los hace vacilar la posibilidad de que Cristina y sus amigos regresen al poder, razón por la que la mera posibilidad de que los libertarios estén pensando en pactar con ella por suponer que les convendría tenerla como su adversario principal, está incidiendo en la marcha de la economía. No han olvidado que a Mauricio Macri y sus estrategas les pareció genial contar con el kirchnerismo como la alternativa a su propio gobierno y que, cuando la economía comenzaba a crujir, el electorado optó por confiar nuevamente en las ruinosas recetas populistas vendidas por la doctora y sus adherentes.
16/12/2024 a las 8:02 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Cristina es peor que Kueider
Joaquín Morales Solá
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
15/12/024
La hipocresía les sienta bien a ciertos dirigentes políticos. Edgardo Kueider, que fue senador hasta que se conocieron sus fechorías, es solo un ejemplo del fingimiento generalizado de la dirigencia. La presencia de Javier Milei en el poder tiene muchas explicaciones, pero la más sólida es la que señala que una mayoría social detestaba la sola idea de volver al pasado. El Presidente debería cuidar esa diferencia que la gente común notó en él, y respetar el orden jerárquico del Estado. No es posible que su hermana, Karina, esté disputando con Santiago Caputo, el hombre fuerte del Gobierno, el control de la política oficial. “No sé si Javier sabe algo que comienza a decirse: que no hay muchos antecedentes en la historia de alguien que tuvo tanto poder en el gobierno como Santiago Caputo con solo un contrato de locación de servicios”, reflexiona un amigo de Milei que lo frecuenta asiduamente. La hipocresía no es un error del que haya que culparlo al Presidente. Al contrario, él se pavonea señalando que les habla a los argentinos con sinceridad, aunque esa sinceridad conlleve promesas antipáticas. Es cierto. La hipocresía es, por ahora, patrimonio del kirchnerismo y de su jefa, Cristina Kirchner. Ella fue la primera en salir a pedir la destitución del exsenador Kueider por corrupto. Kueider era un senador de la Nación y no tenía por qué andar cruzando fronteras con 200.000 dólares en una mochila, haya sido de quien haya sido esa mochila. Lo expulsaron del Senado. ¿La sesión es ilegal porque Villarruel estaba a cargo del Poder Ejecutivo y no podía presidir el Senado? Ridículo. La vicepresidenta no fue notificada formalmente del viaje al exterior del Presidente hasta después de concluida la reunión del Senado y, además, ella ni siquiera vota las decisiones del cuerpo, salvo cuando hay empate. Kueider hubiera sido expulsado del Senado con Villarruel o sin Villarruel. ¿Le es tan difícil a Milei hablar por teléfono con su vicepresidenta para avisarle que se va al exterior? La pregunta más importante es otra: ¿era Cristina la que debía hacer de fiscal de un senador que llegó a uno de los cargos más importantes del Poder Legislativo de la mano de ella? Su pasado y su futuro la desautorizan: Cristina Kirchner tropezará en los próximos días con otra decisión fulminante de la Corte Suprema. El máximo tribunal de justicia del país ordenará que se realice el juicio oral y público por lavado de dinero en Hotesur y Los Sauces, empresas de edificios y de hoteles propiedad de la familia Kirchner. En 2021, Cristina Kirchner, sus hijos Máximo y Florencia; su contador, Víctor Manzanares, y los empresarios Cristóbal López, Fabián de Sousa y Lázaro Báez, entre otros socios más de los Kirchner, fueron increíblemente sobreseídos por un tribunal oral, sin juicio previo. Lo mismo había sucedido con el caso del expediente sobre el memorándum con Irán, denuncia iniciada por el fiscal asesinado Alberto Nisman. Vale la pena detenerse en un juez que decidió en ambos casos: es Daniel Obligado, el mismo magistrado que le otorgó prisión domiciliaria a Amado Boudou (estaba en la cárcel por el caso Ciccone) argumentando que el exvicepresidente debía hacerse cargo de su pareja y de sus hijos cuando arreciaba la pandemia del Covid. El principio de igualdad ante la ley debió entonces dejar libres a todos los presos del país. Después de caer en ese desvarío, Obligado protagonizó el hecho inusual en la Justicia de sobreseer a acusados de delitos penales, Cristina entre ellos, sin que antes hayan pasado por un juicio oral. El lawfare denunciado por la expresidenta existe, pero a favor de ella, no en su contra. Hay poquísimos casos en la historia judicial de sobreseimientos sin juicio previo, pero en esos casos excepcionales existieron hechos nuevos y determinantes que cambiaron la dirección del juicio. Nada nuevo pasó con Cristina.
El caso Hotesur y Los Sauces fue denunciado ante la Justicia por la diputada Margarita Stolbizer, aunque ambos delitos habían sido ventilados antes por el periodismo. Paréntesis: no es una mala función ser esbirros de la verdad (para usar una palabra insultante a la que tanto recurre el Presidente). Por eso, merece leerse y releerse el discurso que el periodista José Claudio Escribano pronunció en un acto en ADEPA, sobre todo cuando le pidió a Milei que señale “quién es quién en el periodismo” antes de seguir esparciendo acusaciones al voleo. “Así no, señor Presidente”, aconsejó Escribano con precisa síntesis. Regresemos al caso judicial que estallará en los próximos días. Hotesur y Los Sauces es la causa judicial más delicada que tienen Cristina Kirchner y su familia, aunque la Cámara de Casación desvinculó del supuesto delito a su hija Florencia. Los jueces Diego Barroetaveña y Daniel Petrone revocaron el sobreseimiento de los jueces del tribunal oral, Obligado y Adrián Grunberg, pero señalaron también que Florencia Kirchner había sido ajena a cualquier sospecha de delito. En el tiempo en que se cometió ese fraude, la hija del matrimonio Kirchner tenía menos de 20 años. Hotesur y Los Sauces es el más grave caso judicial que acosa a Cristina Kirchner porque se trata del lavado de dinero en hoteles y edificios de la entonces familia presidencial con solo tres empresarios: Lázaro Báez, Cristóbal López y Fabián de Sousa. Para muchos funcionarios judiciales, en esos hoteles y edificios se cerraba el círculo que comenzaba con la corrupción en la obra pública, que ya se juzgó. La expresidenta fue condenada por este delito a seis años de cárcel e inhabilitación perpetua para ejercer la función pública. Según la opinión de jueces y fiscales, el dinero corrupto que resultaba de la obra pública (que también iba a manos de Lázaro Báez y Cristóbal López) se habría lavado en parte en esos hoteles y edificios que ambos empresarios alquilaban y no usaban. Por eso, en esta causa están acusados la familia Kirchner, los dos empresarios, el histórico contador de los Kirchner y socios y familiares de todos ellos. No hay exfuncionarios kirchneristas en el medio, como sucede en las otras causas por corrupción. El lavado de dinero mal habido era un acuerdo, si lo fue, solo del matrimonio Kirchner y los empresarios. Es una causa mucho más simple de resolver que cualquiera de las otras, tanto para la Corte Suprema de Justicia como para el tribunal oral que dictará sentencia.
La Justicia vacila entre dos extremos. Uno es honesto e independiente y el otro es obsceno e indecente. Las dos caras de la Justicia se exhibieron en los últimos días. La primera la encarnó el juez de la Corte Juan Carlos Maqueda, quien se jubilará el mismo día en que cumplirá los 75 años, el 29 de diciembre, edad máxima que estipula la Constitución para ejercer la judicatura. Ni un día más, se propuso quien fue constituyente de la reforma constitucional de 1994 que les puso ese límite etario a los jueces. Maqueda estuvo en la Corte Suprema durante 22 años y nunca lo acusaron de nada ni nadie sospechó nada de él, aun cuando debió enfrentar una conspiración que urdió uno de los miembros del propio tribunal que integra. Aunque viene de la política, eligió eludir las exhibiciones públicas desde que se convirtió en juez supremo. Los jueces no están para el espectáculo público, dice siempre. Seguramente, no abandonó el corpus de sus ideas (se formó en el peronismo cordobés de José Manuel de la Sota), pero abandonó por completo cualquier lealtad partidaria cuando lo ungieron como juez. Hace pocos días, en el primer discurso público que pronunció como juez en el Colegio Público de Abogados, donde le hicieron un homenaje, promovió “volver a recuperar el camino de la democracia constitucional” porque veía, subrayó, “nubarrones en esta nueva etapa”. “Soy un enamorado de las instituciones”, confesó en un país que les dedica la indiferencia a las instituciones. Maqueda integra con el presidente del cuerpo, Horacio Rosatti, y el vicepresidente, Carlos Rosenkrantz, la mayoría de tres jueces que se impone casi siempre contra el voto de Ricardo Lorenzetti, el cuarto juez de la Corte. Al revés de los otros tres, Lorenzetti hasta estudió la Escuela Austríaca de Economía para debatir el tema en sus encuentros frecuentes con Milei, a quien le propuso el nombre del juez federal Ariel Lijo como miembro de la Corte. Lijo es seguramente el candidato a miembro de la Corte más universalmente cuestionado en la historia del país. Lorenzetti no se priva de nada.
La otra cara de la Justicia fue la deplorable imagen que dio el fiscal Ramiro González cuando celebró sus 60 años con una fiesta carísima y cargada de invitados, muchos de ellos integrantes del Poder Judicial. No hay sueldo en la Justicia capaz de financiar una fiesta de esa envergadura. El fiscal no nació rico, pero ahora tiene propiedades y campos. Tampoco eso se consigue con los salarios de la Justicia. “Lo peor es que todos los fiscales y jueces quedamos embarrados por este tipo”, se enfureció otro fiscal que obviamente no estuvo entre los invitados a la megafiesta de Ramiro González. Aunque tuvieran dinero, un fiscal o un juez no deben actuar con obscenidad y desfachatez. El Código de Ética de la Función Pública señala que los funcionarios públicos (y Ramiro González lo es) “deben evitar cualquier ostentación que pudiera poner en duda su honestidad” y “deben observar una conducta digna y decorosa”, que es lo que no hubo en la escabrosa fiesta cumpleañera del fiscal. Ramiro González no puede seguir siendo el fiscal de un expresidente como Alberto Fernández, por más ruindades que este haya cometido. Ramiro González es el fiscal en el caso de la violencia de género de Alberto Fernández contra su expareja Fabiola Yáñez. Debe irse cuanto antes de esa función, como Cristian Ritondo debe pedir licencia como presidente del bloque de diputados de Pro, el cargo institucional más importante que tiene ese partido. Ritondo está acusado de haber incrementado de manera significativa su patrimonio en los últimos años. Hay prácticas de la política que forman parte de un período histórico que ya pasó, definitivamente herido.
16/12/2024 a las 8:05 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
La transa con Chiqui y el bochorno con Vicky
Eduardo Van der Kooy
Fuente: Clarín
(*) Notiar.com.ar
15/12/024
Un episodio de escala menor, centrifugado por la vorágine de la política argentina, pareció descubrir una cara que Javier Milei se esfuerza siempre por ocultar. El león libertario ruge mientras le conviene. “La casta” representa, en ese sentido, una presa fácil. Pero el líder abre los ojos no bien presume que su reinado puede correr riesgo o tener una compañía incómoda.
El pragmatismo presidencial quedó reflejado en una fotografía alucinante. Karina Milei, la hermanísima y secretaria general, apareció haciendo migas en Asunción con Claudio “Chiqui” Tapia, titular de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA). Estuvo acompañada por Manuel Adorni, el portavoz que hizo la declaración de guerra con la idea de las Sociedades Anónimas para los clubes e impugnó la reelección anticipada de Tapia. La excusa fue una cita de la Conmebol para comunicar que la Selección nacional jugará en nuestro país su primer partido del Mundial del 2030, cuando se celebre el centenario de la competencia internacional.
Karina habló poquito en la ceremonia. Casi monosílabos. Brindó y se dio un beso con “Chiqui”. Recibió de regalo una camiseta de la Selección con su nombre inscripto. Señas inconfundibles de la existencia de una tregua. Karina jamás hubiera estado en aquel escenario sin esa condición. El interrogante sería descubrir cómo se llegó a esa situación después de la ofensiva contra la AFA que Milei compartió con Mauricio Macri.
Esa estrategia oficial fue rápidamente dañada por resultados adversos. La Justicia revalidó el Estatuto de la AFA que no da espacio a las Sociedades Anónimas. Un fallo de Cámara convalidó la reelección de Tapia y el traslado de la jurisdicción de la entidad a Buenos Aires. Lejos de la calle Viamonte, en CABA. La FIFA también brindó su espaldarazo al yerno de Hugo Moyano.
Milei advirtió que estaba obligado a rebobinar por tres motivos. La adversidad, el riesgo de quedar enfrentado a una organización apuntalada por la Selección de Lionel Messi y la posibilidad que su gobierno fuera marginado de la celebración en Paraguay. No se conoce con precisión si fue el joven Santiago Caputo o el secretario de Justicia, discípulo suyo, Sebastián Amerio, quienes tomaron contacto con Tapia para una conversación.
¿Qué pudo haber habido sobre la mesa? Algunas cosas. Que no se altere por ahora el régimen especial tributario de los clubes puesto bajo la lupa por la voracidad recaudatoria libertaria. Tampoco se continuaría indagando cuentas de la AFA en el exterior en las que se habrían detectado gruesas anomalías. ¿Hasta esos rincones llegó el secretario de Inteligencia del Estado (SIDE) que conduce Sergio Neiffert, delegado de Caputo juniors? Suficiente para la reposición de la paz circunstancial entre los bandos beligerantes.
El viraje de Milei demostraría dos cosas. Que no le hace asco al pragmatismo en situaciones límite. Su presunto desapego de los costos por medidas erradas o impopulares tampoco sería tal. Hay un ejemplo de mayor musculatura que avala la impresión. El Gobierno recibió el impacto de aquella multitudinaria manifestación estudiantil de abril por recortes al presupuesto universitario. Con audacia cambió el foco del problema ante la opinión pública. Instaló la renuencia de las casas de estudio a ser auditadas. Las emparentó con “la casta” y salió del paso. Frente a “Chiqui” Tapia no tuvo otro remedio que hocicar.
Con el caso del senador kirchnerista-libertario, Edgardo Kueider, detenido en Paraguay por tentativa de contrabando de dólares (US$ 200mil), Milei se encargó de hacer contorsiones, acorde con unas deliberaciones del Senado que nunca controló. Sostuvo con lenguaje florentino que “había que darle una patada en el culo”. Adorni aseguró que nadie se podrá inmutar por una persona corrupta. La postura del racimo de senadores libertarios fue, sin embargo, pedir en principio la suspensión del legislador entrerriano. Menos drástica que la expulsión motorizada por Unión por la Patria, la mayoría radical y un sector del PRO.
Se puede convenir algo. Unión por la Patria, promotor del descabezamiento de Kueider a quien en 2019 convirtió en senador, terminó imponiendo su lógica ante la fragmentación y ausencia de estrategia en el oficialismo y en esa rara mixtura de aliados y opositores. El kirchnerismo obtuvo la sesión cuando el Congreso en ambas Cámaras, virtualmente, estaba cerrado. Arrancó la máxima sanción con los dos tercios para el senador de Entre Ríos. Habilitó la incorporación en su reemplazo de la camporista Stefanía Cora. Bloqueó en su ambición a la vicepresidenta: Victoria Villarruel (Vicky) pretendía una compensación colocando en apuros al senador Oscar Parrilli, comprometido en la causa del Memorándum de Entendimiento con Irán. Muchas cosas a gusto del paladar K.
La súbita preocupación del kirchnerismo por la transparencia quedó ridiculizada en otro teatro. Esa fuerza en combinación con la izquierda bloqueó en la Legislatura porteña la aprobación de la Ficha Limpia, que tampoco progresa en el plano nacional. No resultó una paradoja solitaria: los libertarios empujaron con ahínco allí el mismo proyecto que se encargaron de ayudar a tumbar en el Congreso.
El PRO asomó enredado en su madeja de este tiempo. Macri bajó la orden de ayudar al quórum en el Senado cuando los libertarios apostaban, al principio, al naufragio de la sesión. Nadie podría dudar sobre las intenciones del ingeniero: descubrió la ocasión de hacerle sentir al Gobierno algún rigor por el destrato, según estima, que recibe de los libertarios como aliado principal. Sucede que el macrismo atraviesa su peor temporada desde el nacimiento a comienzo de este siglo. Se combinan dos factores: la irrupción de los libertarios diluyó su identidad; el comando del ex presidente se vio resentido por varios desafíos. El de Patricia Bullrich, convertida en ministra de Seguridad de Milei. También el de Horacio Rodríguez Larreta, sumido en la difícil tarea de construir un centro-centro imaginario en el espectro político. Ambos integraron la fórmula que dejó en el camino Milei.
El PRO mantuvo en la formalidad su respaldo a la suspensión de Kueider. Minutos antes de la votación que expulsó al entrerriano emitió un comunicado en el cual sostuvo que “el procedimiento correcto era seguir el camino institucional de suspensión sin goce de sueldo y desafuero solicitado por la jueza Sandra Arroyo Salgado”. El bloque, sin embargo, se partió por la mitad.
El Senado pareció inmerso en una competencia irrefrenable para ver quién se convertía en el verdadero verdugo de Kueider. De allí que pocos repararon en que la solicitud de Arroyo Salgado –a raíz de una causa por enriquecimiento ilícito que tramita desde junio—pudo haberse transformado en el camino institucional más sensato para resolver el conflicto. Es muy difícil no presuponer la culpabilidad de Kueider. Aun así, le hubiera correspondido el derecho a la defensa. Pero los senadores, conscientes de la pésima reputación que poseen en la opinión pública, prefirieron ofrendar rápidamente la cabeza del acusado al estilo de los viejos ritos religiosos mexicanos. Quedaría registrado un antecedente de riesgo institucional que, con seguridad, no inquieta al kirchnerismo. Tampoco, quizás, a los propios libertarios.
Al macrismo y al Gobierno le han aparecido otros motivos de preocupación. Una denuncia periodística que podría golpear al jefe del bloque de Diputados del PRO, Cristian Ritondo. La existencia de fondos y propiedades en Miami nunca declarados correspondientes a su esposa, Romina Diago. Quizá no se trate de la única revelación de ese tipo en el universo macrista-libertario. Se perciben temblores.
Ritondo es un eslabón clave para el funcionamiento oficialista en Diputados. Soporte, durante el primer año, de Martín Menem, titular de la Cámara recientemente reelecto. Posee una doble conexión: con el propio Milei y con Santiago Caputo. En estas épocas de un Macri fastidioso, propenso a distanciarse de La Libertad Avanza, el ex ministro de Seguridad de María Eugenia Vidal en Buenos Aires pone a cada rato paños fríos. En su ayuda siempre corre presuroso Diego Santilli.
En la fractura del bloque del PRO en el Senado, cuya mitad votó a favor de la expulsión de Kueider, pudo haber incidido aquel fantasma de Ritondo. Decidieron sumarse a la ofensiva kirchnerista, igual que los ambulantes libertarios, para amortiguar a futuro, quizá, cualquier maniobra que la principal oposición pretenda ensayar contra la figura del jefe partidario en Diputados. Candidez extrema.
El macrismo podrá transitar el verano en calma porque el Gobierno resolvió cerrar el Congreso hasta nuevo aviso. Nada de extraordinarias, como había comunicado Adorni. Nada de Ficha Limpia. Nada de tratamiento del Presupuesto. Los números de la economía quedarán bajo la discrecionalidad del Presidente y de Luis Caputo, el ministro.
A lo mejor se aplaca la crisis interna con Villarruel. No parece. La vicepresidenta dirigió la desordenada sesión del Senado que terminó con la expulsión de Kueider. Estuvo a cargo de la Cámara alta mientras el Presidente viajaba a Italia. Es decir, también ejercía supuestamente el Poder Ejecutivo. Definitivamente ilegal. ¿Habrá quedado acéfalo por unas horas el poder en la Argentina? La mujer aclaró que el traspaso lo firmó al finalizar la jornada en el Senado. La Casa Rosada desmiente ese argumento, cree que lo actuado es nulo y tiende una soga solidaria a Kueider. El senador ya judicializó su despido. Bochorno.
El punto de no retorno entre Milei y su vice fue fotografiado durante la cadena nacional para celebrar el primer año. A la derecha sentó a su hermana, Karina. Dijo que los argentinos deberán reconocer que lo logrado hasta ahora obedece a la abnegación de esa mujer de cabellera rubia. ¿No será mucho?
16/12/2024 a las 8:09 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Tempestades en tiempo de bonanza
Roberto García
Fuente: Perfil
(*) Notiar.com.ar
15/12/024
Otra hubiera sido la historia argentina si el gobierno de Raúl Alfonsín no perdía por un voto en el Senado la “ley Mucci” (reordenamiento laboral). Así pensaba no solo el jefe radical al concluir su mandato, por haber fracasado en torcer la voluntad a una mayoría peronista en la Cámara, en particular a un Sapag que integraba una familia acostumbrada en Neuquén a convencer rivales para continuar años en el poder. Al revés de Alfonsín ocurrió lo de Javier Milei, quien a pesar de una densa mayoría peronista en contra en el Senado, por un solo voto logró imponer una ley troncal para su administración: la ley Bases.
En este caso, la asistencia al Gobierno provino de un trasvasado de urgencia del cristinismo al bloque oficialista, el entrerriano Edgardo Kueider. Nadie sabe si esa norma cambiará la historia futura, pero sí sorprendió que un advenedizo de la política como Milei hubiera sido más diestro que Alfonsín con años dedicados a la materia.
La persuasión del Gobierno a Kueider ahora parece tan vinculada a los esteroides monetarios que los mismos senadores, con abrumador consenso y sin escuchar una mínima justificación, decidieron despedir al colega porque fue sorprendido en Paraguay con una alforja de 200 mil dólares. Justicia del pulgar cesariano que, además, provocó un nuevo altercado entre Milei y Victoria Villarruel, esos amantes que no fueron, nuevas contradicciones escandalosas de la Casa Rosada y hasta la curiosa derivación de un exlegislador que justifica la compra de votos por favores a la provincia, pero no para enriquecimiento personal (Héctor Maya). Maravilloso el Congreso: ipsofacto despiden a un miembro por presunta corrupción, sin juicio previo o derecho a defensa, y mantienen a otros con complicaciones más certeras en la Justicia. Para colmo, no hay un atrevido que se pronuncie sobre la estupidez de una legisladora surrealista –se supone– que intentó homenajear al inodoro porque ayuda a pensar. Ni el formidable Marcel Duchamp hubiera pensado que tenía una seguidora en estos lares.
Entonces, la mejor decisión: bajar la cortina, evitar más sesiones y no convocar a Extraordinarias, anticipo de hace diez días de un Miguel Pichetto que ve bajo el agua. Cerrado con ruido el capítulo legislativo hasta marzo, restan en suspenso el Presupuesto, otras iniciativas, reformas (impositiva, por ejemplo) y considerables decisiones sobre el Poder Judicial. La más importante: posible designación por decreto de dos nuevos miembros a la Corte, Ariel Lijo y Manuel García Mansilla, a quien Milei dice que hasta él mismo les tomará juramento (parece que no le leyeron el artículo 112 de la Constitución Nacional). Justo es reconocer que si los asesores judiciales del Presidente hubieran ejercido esa función en Economía, se habría cumplido el pérfido vaticinio de Pochoclo Albistur: Milei no hubiera llegado a la pasada Semana Santa.
Solo un ejemplo del desatino: voceros propios anunciaban en marzo que los dos candidatos contaban con los votos suficientes en el Senado para su aprobación, luego defenestraron a García Mansilla, después pujaron con la insistencia de nueve votos para Lijo en la Comisión, no aceptaron a una mujer y, por último, ahora le ponen fecha al decreto de la designación. Un horror ese desgastante proceso, rumbo al matadero los candidatos. Ya le advirtió el senador José Mayans al jefe de Gabinete, Guillermo Francos: “Ustedes hagan lo que quieran, pero nosotros en marzo del año próximo, si nombran a estos dos por decreto, se los volteamos en la primera sesión del Senado”. Un miembro del triángulo de hierro, Santiago Caputo, seguramente le habrá de explicar a Milei sobre estos acontecimientos fallidos. Aunque el Presidente no puede decir que la culpa es de los otros, quizá porque en su pasión futbolística de atacar siempre en terreno adversario, se olvidó de quién está en el arco propio. O, para decirlo con otra versación, vale Maquiavelo: “Es un defecto común de los hombres no preocuparse por la tempestad en tiempos de bonanza”.
Sin embargo, tanto Milei como Caputo van a argüir el éxito de que la Corte Suprema no emitió fallo contrario sobre la constitucionalidad de las numerosas medidas reformistas que tomó el Gobierno. Otra forma de ver el fin de año judicial. Un detalle: la presunta llegada de dos cortesanos por decreto reviste otra curiosidad, ya que les costará rechazar el instrumento a Rosencrantz y a Rosatti –a quienes Mauricio Macri quiso forzar el nombramiento con el mismo medio– mientras el tercer integrante del cuerpo, Ricardo Lorenzetti, quien en su momento se oponía a esa decisión arbitral, ahora la apoya con el exclusivo interés de que más adelante se conforme una mayoría que lo deposite como titular del cuerpo (a propósito de la tirria entre los cuatro ministros, Lorenzetti no asistió siquiera a la despedida de Juan Carlos Maqueda en la Asociación de Magistrados, casi de protocolo).
Sí sabe el Gobierno que, del breve trecho hasta el próximo 27 de diciembre, la Corte se limitará a limpiar la mayor cantidad de causas pendientes relacionadas con la política, en las cuales Milei no aparece en ninguna. Una forma de abrir un paréntesis con un 2025 más sosegado. Como complemento, sin duda, se definirá el expediente Levinas, por el cual los jueces nacionales luego van a ser provincializados, una minimización taxonómica que puede celebrar Daniel Angelici por su influencia en los tribunales porteños. Y también Mauricio Macri por una cuenta pendiente sobre Correos. Aunque al ingeniero le preocupan otras tormentas que aparecieron más rápido de lo previsto, incluyendo el pronóstico temerario del huracán Patricia.
16/12/2024 a las 10:28 AM
EL COMPAÑERO MAQUEDA SE LAMENTA DE QUE HOY SE ESFUME LA
DEMOCRACIA AVASALLADA POR LA AUTOCRACIA. DICE QUE CUANDO
ERA JOVEN SE IMPONÍAN DE MODO ABSOLUTO LAS REGLAS DE LA
DEMOCRACIA.
EN SU JUVENTUD SE AFILIÓ AL APESTOSO PERONISMO, EL PARTIDO QUE
AL INICIO DE LOS AÑOS CINCUENTA, EXPROPIÓ AL DIARIO LA PRENSA Y
METÍA PRESO A SUS OPOSITORES, COMO BALBÍN O CIPRIANO REYES, O
DESAPARECÍA EL COMUNISTA ABOGADO INGALINELLA EN ROSARIO.
EN ESOS AÑOS DE SU INICIO EN LA CARRERA POLÍTICA Y JUDICIAL, EL
DOCTOR MAQUEDA DEBE HABER SENTIDO HENCHIRSE SU PECHO DE
TANTA DEMOCRACIA QUE DERRAMABA «EL GENERAL HUEVODURO».
16/12/2024 a las 3:38 PM
Antiperonista a muerte: usted dice muchas verdades, lo reconozco. Respecto al doctor Ingalinella le aclaro que no era abogado sino médico.
16/12/2024 a las 3:42 PM
Juan Ingallinella, médico y miembro del Partido Comunista, fue torturado, asesinado y desaparecido por la policía rosarina el 18 de junio de 1955.
16/12/2024 a las 7:54 PM
ES DIGNA DE ELOGIARSE SU BUENA MEMORIA Y SU ENVIDIADO ARCHIVO
DOCTORASO KRUSE. ESCASÍSISMOS ROSARINOS RECORDARÁN HOY QUE
ESE IMPUNE CRIMEN POLÍTICO DE TRASCENDENCIA INTERNACIONAL
OCURRIÓ EN SU BIENAMADA CIUDAD, CUNA DEL MONUMENTO A NUESTRA
BANDERA.