Por Juan José de Guzmán.-

“Liberté, Égalité, Fraternité” es el lema fundante de la República Francesa tras la Revolución de 1789.

Eso sí, para llegar a esta declaración de principios (que podría interpretarse hasta como romántica), en Francia hubo mucha sangre derramada y la justicia hoy podríamos decir que ejerce su rol independiente del poder político, quien las hace, allí, las paga.

La imagen que ilustra esta carta nos muestra a un demacrado Nicolás Sarkozi, junto a su esposa, encaminándose hacia el vehículo policial que lo trasladará hasta la prisión de La Santé para cumplir con su condena de 5 años de arresto por delitos de corrupción (tiene 70 años de edad y condena no confirmada, aún).

En el nuestro sucede algo diametralmente opuesto a ese país del primer mundo. Nuestra ex Presidenta, condenada en todas las instancias, tiene una prisión domiciliaria que más parece un santuario, por la cantidad de visitas y concentraciones populares que piden que la liberen o la indulten (y que ensaye sus característicos movimientos de baile en el balcón) al tiempo que engullen un choripán con birra, megáfonos, altavoces, música y demás actividades que hacen “tan placentera” la vida de los vecinos.

Todo esto a sabiendas de que no podrá ejercer ningún cargo público por lo que le resta de vida.

En noviembre dará comienzo el juicio oral de la causa “Cuadernos”, donde ella está imputada por recibir coimas en bolsos cargados de dólares en su departamento de la calle Juncal y Uruguay, que descargaba el ex subsecretario de Coordinación y Control de Gestión del Ministerio de Planificación desde el remis del chofer Centeno (que es el que escribió los cuadernos con notable precisión de fechas, horas y lugares de recolección, concordantes con los registros de recepción de los edificios donde los recogía Baratta) y recibía el fallecido Secretario privado Daniel Muñoz.

¿Volveremos durante las jornadas del citado juicio a escuchar y/o leer la palabra preferida de su defensor Beraldi, “lawfare”?

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