Por Jorge Augusto Cardoso.-

La política educativa debe ser revisada para hacerla más eficiente para el país. Es menester priorizar la educación pública, obligatoria sin arancelamiento y con todo el esfuerzo del Estado en los niveles primario y secundario; éstos son los espacios educativos en donde la sociedad organizada debe transferir a las nuevas generaciones las bases fundamentales de lo bueno y lo malo, de lo que está bien o de lo que está mal. Son los estadios en donde se deben formar buenas personas, buenos ciudadanos, con competencias cívicas, técnicas profesionales y con capacidad de aprender. Los mejores de ellos, previo rigurosos exámenes tendrían la opción de ingresar a la universidad en donde podrían elegir las carreras que deseen, sin arancelamiento, de acuerdo al cupo que fije la política educativa del Estado, de acuerdo a las necesidades del cuerpo social. El resto de los alumnos que no hubieran podido acceder a los cupos, podrían cursar, con arancelamiento, tanto en universidades públicas como privadas.

No es lógico tener acceso irrestricto a las universidades, ¿no debería haber un límite de alumnos para que la Nación pague la educación superior? Si a todos los que lo desean el país les paga la universidad por años, ¿no es discriminatorio para aquellos que no aspiran más que iniciar un negocio o actividad privada que también aporta al país y que para hacerlo no cuentan con ayuda del Estado?

La universidad sin arancelamiento surgió en 1947. Anterior a ello, se recibieron gran cantidad de ciudadanos provenientes de clases bajas quienes fueron los que pusieron en marcha el país. Ser universitario era una alcanzable aspiración de los padres. Recuerden la obra de Florencio Sánchez, que en 1903 publicó “M’hijo el dotor”.

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