Por Hernán Andrés Kruse.-
Parafraseando a Gabriel García Márquez, se trató de la crónica de una condena anunciada. El miércoles 13 de noviembre, cerca del mediodía, la Cámara Federal de Casación Penal confirmó la condena de la ex presidenta Cristina Kirchner a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos por el delito de administración fraudulenta en el caso “Vialidad” (concesión de la obra pública a Lázaro Báez, empresario ligado al matrimonio Kirchner en Santa Cruz). En su resolución los jueces Mariano Borinsky, Diego Barroetaveña y Gustavo Hornos sostuvieron “Que desde 2003 a 2015 funcionarios públicos nacionales y provinciales, entre los que se encontraban la dos veces presidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner, llevaron a cabo una maniobra fraudulenta que perjudicó de manera trascendente a las cuentas del Estado nacional, pues se desvió el dinero público a favor del empresario Lázaro Báez a partir de la asignación de obra pública vial a sus empresas” (Fuente: Patricia blanco y Martín Angulo, Infobae, 13/11/024).
Apenas se conoció la noticia, los enemigos de Cristina comenzaron a festejar a rabiar, mientras que sus defensores comenzaron a lanzar la bandera de la proscripción. Algunos periodistas de TN y La Nación+ no podían ocultar su euforia. Sin embargo, para ellos el fallo resultó demasiado benévolo. Porque Cristina sigue en libertad. Tampoco podían ocultarla varios referentes políticos de LA Libertad Avanza y del PRO, acérrimos enemigos de la ex presidenta. Para ellos las pruebas de la culpabilidad de Cristina son amplias e irrefutables. Pero para Raúl Kollmann, por ejemplo, el fallo es lisa y llanamente un mamarracho. El factor ideológico juega, qué duda cabe, un rol relevante. Para la “derecha” Cristina es, a partir de ahora, una muerta política: Para el “progresismo”, Cristina es víctima de una proscripción política. El antagonismo es, como puede observarse, feroz.
Esta relevante decisión de la Cámara de Casación Penal ha puesto, una vez más, sobre el tapete el polémico tema del “lawfare”. La pregunta del millón es la siguiente: ¿es Cristina una víctima del lawfare, es decir, de la judicialización de la política, del acoso judicial para exacerbar el deseo de venganza anidado en amplios sectores de la sociedad? Buceando en Google me encontré con un ensayo de Catalina Smulovitz (“Universidad Torcuato Di Tella-Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas-Argentina”) titulado “Del “descubrimiento de la ley” al “lawfare” o cómo las uvas se volvieron amargas” (Revista SAAP-2022). Es una clara y bien fundamentada respuesta positiva a dicho interrogante.
¿EXISTE EL “LAWFARE”? LA METAMORFOSIS DE UN CONCEPTO
“A partir de 2016, en Latinoamérica el término “lawfare” empezó a utilizarse para referirse a una forma particular de judicialización de la política orientada a neutralizar o inhabilitar en forma permanente o circunstancial a un adversario político. Si bien el término pertenece aún a la esfera de las discusiones políticas y partisanas antes que al de las definiciones técnicas, vale la pena analizar si el “lawfare” es un fenómeno novedoso y empíricamente diferenciado o una etiqueta nueva para referirse a un conjunto de viejas prácticas.
Debido a sus connotaciones partisanas el concepto podría ser desestimado, sin embargo, dadas las consecuencias políticas de su uso y de su incorporación al diccionario político de la región, el mismo no puede ser ignorado. Es más, su uso partisano es uno de los aspectos centrales de la discusión, en tanto impide distinguir si el término está siendo utilizado para cuestionar la legitimidad del control de la legalidad de los actos gubernamentales o para denunciar la existencia de procedimientos jurídicos irregulares.
Primero, un breve comentario sobre los orígenes y genealogía del concepto. El área disciplinar de origen fueron las relaciones internacionales, donde se lo utiliza para describir aquellas estrategias que utilizan argumentos legales para alcanzar objetivos militares. Hacia principios de siglo, Dunlap sostuvo que el “lawfare” es “un método de guerra en el cual la ley es usada como un medio para realizar objetivos militares” y una estrategia que usan actores locales y/o extranjeros para exigir que las acciones militares no violen la letra o el espíritu de la “ley de la guerra”. Para Dunlap, el “lawfare” es problemático porque limita el accionar de las FF.AA. para llevar adelante operaciones irregulares que considera necesarias. Por este motivo considera que el “lawfare” está “socavando la capacidad de los Estados Unidos para llevar adelante intervenciones militares efectivas” y que es un problema para su seguridad porque somete las acciones de las FF.AA. a los límites que impone el derecho público internacional. Dunlap también señala que el “lawfare” posiciona a los abogados y a las ONGs de derechos humanos como supervisores de las acciones militares y advierte que aquellos que la utilizan erosionan el apoyo público a las FF.AA. en tanto las mismas son denunciadas cuando violan “la ley de la guerra”.
En tanto el éxito de la estrategia de “lawfare” se decide en la opinión pública, cómo se presentan los casos y qué discusiones despiertan en los medios pasa a ser una parte importante del conflicto y de la estrategia. ¿Qué transformaciones experimenta el concepto cuando aterriza en el contexto latinoamericano? Su arribo estuvo marcado por una transformación y reinterpretación radical y se lo emplea para referirse a aquellas estrategias que utilizan el lenguaje de la ley y procedimientos legales cuestionables y/o irregulares para el logro de objetivos políticos tales como la neutralización de un adversario político. Zanin y Martins, los abogados del expresidente Lula, sostienen que el “lawfare” utiliza procedimientos legales irregulares en conflictos políticos no militares para perseguir a líderes políticos de izquierda. La expresidenta Cristina Kirchner argumenta que el “lawfare” “es una distorsión en la aplicación de la ley ejecutada por jueces al servicio del poder político-económico-mediático, que persigue opositores al modelo de apropiación inequitativa”.
Las definiciones anglosajonas y las latinoamericanas coinciden en señalar que es una estrategia política que utiliza procedimientos jurídicos y que apunta a crear cambios en la opinión pública, pero difieren en la forma en que caracterizan los objetivos, los medios que utilizan y sus consecuencias. Mientras que la definición latinoamericana destaca la utilización de procedimientos irregulares, la anglosajona subraya el uso ilegítimo pero no irregular de los procedimientos. Es más, lo que vuelve eficiente a la estrategia en la versión anglosajona es el apego a los límites que impone la ley.
Las dos versiones también difieren en la forma en que caracterizan a sus objetivos y a los actores que la utilizan. En la versión anglosajona, el objetivo es limitar las acciones que pueden llevar adelante las FF.AA., minar su apoyo público y los agentes que la impulsan son las organizaciones de derechos humanos. En la versión latinoamericana, el objetivo sería la neutralización y/o inhabilitación de líderes políticos populares y los agentes que la motorizarían son miembros del poder judicial en connivencia con medios de comunicación, agentes de inteligencia y políticos de derecha. Dado que en la versión latinoamericana la filiación política del perseguido es un elemento central, la discusión inevitablemente se transforma en un debate partisano (…)”.
“LAWFARE”, ¿VIEJO, NUEVO O RECICLADO?
“¿Es el “lawfare” una forma novedosa y específica de judicialización de la política? ¿Es el resultado del “reencuadramiento” (“reframing”) de prácticas históricas o es un acto del habla que puede oficiar como instrumento retórico defensivo? En esta sección analizo varios de los rasgos que se supone distinguen al “lawfare” de otras prácticas de persecución político-judicial. En particular, considero cómo evolucionaron en América Latina los juicios por delitos de corrupción, el tipo y uso de irregularidades procesales denunciadas, las características y la identidad de las inhabilitaciones y de los inhabilitados para competir electoralmente, así como el vínculo de las denuncias de “lawfare” con la existencia de leyes de delación premiada.
Aquellos que denuncian ser víctimas de “lawfare” señalan que la práctica comprende el uso de procedimientos judiciales irregulares, la modificación vía interpretaciones ad hoc de los alcances de institutos existentes, la difusión en medios de comunicación masiva de información no confirmada con el objeto de crear suspicacias sobre los denunciados, y el uso y difusión de información de inteligencia obtenida a través de procedimientos dudosos. El inventario de procedimientos denunciados incluye cuestiones judiciales, periodísticas y de inteligencia; sin embargo, en este artículo me concentraré solo en la dimensión legal del fenómeno.
Varias de las irregularidades denunciadas han sido de uso habitual en la región, lo cual, aun cuando su empleo previo no minimiza su gravedad, lleva a preguntarse: a) si hay rasgos que distinguen al uso más reciente; b) por qué en los últimos años el mismo empezó a ser denunciado; y c) por qué las denuncias adquirieron visibilidad. Las denuncias sobre la existencia de “lawfare” en América Latina ocurren en el marco de procesos en los que expresidentes fueron o están siendo acusados por actos de corrupción. Hasta el final de la Guerra Fría el enjuiciamiento de altos funcionarios públicos por causas de corrupción y/o derechos humanos era poco frecuente. Sin embargo, a partir de fines de los años 80 se observa el crecimiento global y simultáneo de procesos penales por violaciones a los derechos humanos y juicios y condenas de altos funcionarios públicos por crímenes de corrupción.
Entre 1990 y 2008 se produjeron en Latinoamérica 32 procesamientos contra presidentes, 13 de los cuales involucraron casos de corrupción, mientras que los casos restantes incluyeron causas por violaciones a los derechos humanos. Balán mostró que, a partir de 1980, el porcentaje de presidentes procesados por corrupción en la región creció década tras década, que el 30% de los presidentes que empezaron sus mandatos en los 80 fueron procesados, que en los años 90 el porcentaje subió a 54% y que ascendió a 56% con posterioridad al año 2000. En otras palabras, los procesos por corrupción contra expresidentes no son un fenómeno exclusivo de Latinoamérica y su origen se remonta a los años 80.
La Tabla N° 2 muestra que, entre el año 2000 y 2022, hubo en la región 101 presidentes, 57 de ellos tuvieron causas por delitos de corrupción, 17 de los cuales declararon que esas causas eran atribuibles a una persecución política, y 12 adujeron también ser víctimas de “lawfare”. Los 12 casos que denunciaron la existencia de “lawfare” ocurrieron con posterioridad al año 2016, momento en que el término fue puesto en circulación por los abogados del expresidente Lula. Antes de esa fecha, los expresidentes que tenían causas por corrupción declaraban ser víctimas de persecución política, pero no calificaban lo que les sucedía con la etiqueta de “lawfare”.
¿En qué se diferencia el “lawfare” de lo que antes se denominaba persecución político-judicial? Y, existan o no esas diferencias, ¿cómo y por qué se produjo esta transformación? El uso extenso y laxo de la prisión preventiva es uno de los instrumentos que suelen nombrarse para ilustrar el ejercicio del “lawfare”. Este instrumento permite el encarcelamiento de acusados mientras se sustancian los procesos y antes de la sentencia definitiva. La literatura muestra el uso global, extendido y de larga data del mismo. Su uso fue también denunciado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que advirtió que su empleo no excepcional es uno de los problemas más graves de la justicia penal de la región. El porcentaje de personas con prisión preventiva en la región varía entre un 77,9% en Paraguay y un 13,3 % en Costa Rica, mientras que en Argentina y Brasil alcanza al 47,7 % y 35,4% de su población carcelaria. Esto es, la prisión preventiva tiene un uso extenso y de larga data en la región y, aun cuando la práctica fue denunciada, solo recientemente dichas denuncias adquirieron visibilidad.
Aquellos que denuncian ser víctimas de “lawfare” también advierten sobre las interpretaciones laxas de los requisitos que justificarían su aplicación. En el caso argentino, se entendía que la prisión preventiva solo podía ser utilizada si se corría el riesgo de que el acusado se fugara, alterara las pruebas u obstruyera el funcionamiento de la justicia. En el caso brasilero se suponía que solo podía ser utilizada luego de que todas las instancias de apelación hubieran culminado. Sin embargo, en causas que involucraron a los expresidentes Lula, a Humala o a exfuncionarios kirchneristas, los tribunales de primera instancia encarcelaron a los acusados con anterioridad a la existencia de una sentencia firme, ya sea porque estimaron que había peligro de fuga, ya sea porque consideraban que existía riesgo de obstaculización de la justicia.
En el caso argentino, la denominada “Doctrina Irurzun” amplió los presupuestos que habilitaban la prisión preventiva, estableciendo que, además del riesgo de fuga y entorpecimiento de la investigación, el juez podía considerar si el imputado podía continuar interfiriendo en la investigación. Más allá de las controversias que generó esta interpretación, sus fundamentos doctrinarios ya habían sido utilizados en los años 90 en casos de delitos por corrupción y en los 2000 en casos de crímenes de lesa humanidad. Si el argumento del entorpecimiento de la investigación por la persistencia de contactos con funcionarios no era novedoso, cabe preguntarse, otra vez, por qué argumentos que solían ser tolerados empezaron a ser cuestionados.
Los cuestionamientos respecto de la utilización de la figura de la prisión preventiva en casos de corrupción no son recientes y tampoco solo latinoamericanos. En relación al caso Mani Pulite, Nelken señala que “las principales críticas procedimentales se centraron en el uso de la prisión preventiva”, puesto que “los acusados permanecían en prisión con el fin de obligarlos a confesar e involucrar a otros”. De esta forma, los “jueces defendían esta interpretación de sus poderes argumentando que existía un riesgo real de que interfirieran con la evidencia y que solamente la predisposición a colaborar iba a demostrar que el delito no sería repetido (porque ya no podrían ser considerados cómplices confiables)”.
Della Porta y Ocantos e Hidalgo realizan comentarios similares. Maravall también muestra que en la “guerra jurídica” entre el PSOE y el PP durante el caso GAL se verificó un uso laxo y partisano del instituto de la prisión preventiva. En Latinoamérica, las denuncias respecto del uso político de la prisión preventiva recién adquieren visibilidad a partir de 2016. Vargas Ramos, Brandao, de Sá e Silva Prado y Machado cuestionaron su uso en el caso del expresidente Lula. Ronald Gamarra señaló problemas similares en el caso de Humala en Perú; Fausto Jarrín lo hizo en relación con el proceso contra Correa en Ecuador y los seguidores del expresidente colombiano Álvaro Uribe denunciaron su prisión domiciliaria en Colombia.
Estos ejemplos recuerdan que los cuestionamientos al uso político y partisano de la ley no son recientes y tampoco exclusivamente latinoamericanos. ¿Cómo se comparan las irregularidades procesales mencionadas en los casos de “lawfare” con las nombradas en los casos en los que se denuncia persecución judicial? Los presidentes que denunciaron “lawfare” y/o persecución judicial mencionaron 22 tipos de irregularidades. La irregularidad más mencionada fue la falta de pruebas consistentes y contundentes (20); 15 irregularidades (68%) fueron mencionadas tanto por los que denunciaron persecución política como “lawfare”; otras 6 solo por los que denunciaron ser víctimas de “lawfare”; y solo una fue mencionada por los que denunciaron persecución política. En otras palabras, el tipo de irregularidades procesales no parece distinguir al “lawfare” de la persecución judicial. La principal diferencia que se observa en estas denuncias se refiere a la forma en que se obtiene y difunde información sobre los casos. Diferencia que sugiere que lo que distinguiría al “lawfare” de batallas judiciales pasadas no son las irregularidades procesales, sino el deslizamiento del conflicto jurídico a la arena de la opinión pública.
Aquellos que denuncian “lawfare” también señalan que el propósito de esta práctica es neutralizar o inhabilitar a líderes populares de izquierda o progresistas. Argumentan que los expresidentes Lula da Silva y Evo Morales fueron inhabilitados para competir en la elección siguiente y que Rafael Correa fue inhabilitado de por vida. Independientemente de si estas exclusiones tuvieron una motivación partisana, el análisis de las inhabilitaciones ocurridas entre 2000 y 2022 muestra que, de los 23 expresidentes formalmente inhabilitados (ya sea porque se les prohibió explícitamente competir, porque estaban detenidos con prisión preventiva o condenados pero sin restricción explícita para competir), 16 tenían simpatías con posiciones de derecha, mientras que los 7 restantes pueden ser identificados por su afinidad con posiciones de izquierda. Los datos también muestran que sólo 5 de los 11 presidentes inhabilitados con posterioridad a 2016 denunciaron ser víctimas de “lawfare”, mientras que ninguno de los presidentes inhabilitados con anterioridad a esa fecha (12) denunciaron ser víctimas de persecución política judicial. En conclusión, las inhabilitaciones para competir producto de decisiones judiciales existían con anterioridad a la emergencia de la etiqueta “lawfare” y la filiación política de los presidentes inhabilitados no se correlaciona con la afinidad política de izquierda de los mismos (7/23).
¿Qué consecuencias tuvo la iniciación de causas? ¿Determinaron éstas la existencia de inhabilitaciones formales o el abandono de la participación política? El inicio de una denuncia, esté la misma fundada o no, siempre distrae al acusado de su tarea central y erosiona su reputación y, aun cuando algunas puedan ser luego desestimadas, el acusado no siempre consigue recuperarla. De los 57 presidentes acusados por causas de corrupción, 23 fueron formalmente inhabilitados (40%), y también dejó de competir otro 33% que no había sido formalmente inhabilitado. En resumen, como consecuencia del inicio de causas por corrupción dejaron de competir el 73% de los acusados (24+18): 21% de esos expresidentes dejó de competir como consecuencia de inhabilitaciones explícitas, 26% debido al uso de la prisión preventiva, 7% por estar condenados con prisiones efectivas y 45% no continuó participando del juego político. La Tabla 4 también muestra que el 78% de los acusados, formalmente inhabilitados o no, que dejaron de competir pueden ser identificados como pertenecientes a partidos de derecha”.
16/11/2024 a las 9:29 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Javier Milei y Cristina Kirchner, en un juego de dos
Claudio Jacquelin
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
15/11/024
Pocas cosas estaban más anunciadas que la confirmación de la condena por corrupción contra Cristina Kirchner. Sin embargo, debía concretarse para que se activara una nueva dinámica en el panorama político, que no será inocua, ni dejará la escena como estaba 24 horas antes.
Acaba de suceder y confirma que ninguna previsión alcanza para dimensionar el impacto y el efecto que puede tener un hecho hasta que no ocurre y se convierte en un acontecimiento. Así Gabriel García Márquez construyó una de las novelas cuyo título se ha convertido en el lugar común más transitado por el periodismo.
La primera evidencia que se verifica ahora es que la expresidenta condenada vuelve a ser la protagonista excluyente, a título individual, de todo lo que está más allá de la fuerza de atracción del oficialismo y vuelve a obturar a otros emergentes. Y lo es tanto por lo que ha construido, representó y sigue representando para sus fieles y sus adversarios, como por lo que el oficialismo ha hecho y hace para que eso siga ocurriendo.
Dos escenas conforman el díptico que refleja esa realidad. Por un lado, Cristina Kirchner se muestra en plena vigencia política: refuerza las recorridas por barrios populares del conurbano bonaerense, aparece (tras la lectura del fallo en su contra) para escenificar un apoyo de sus fieles (aunque no fuera, precisamente, una pueblada), se apresta a asumir al frente del PJ y está a punto de empezar visitas al interior del país para construir la imagen de que su liderazgo es nacional y no solo bonaerense. Como lo es, en realidad. Nada que ya no estuviera ensayado para cuando este momento llegara.
Del otro lado, aparece el Gobierno dispuesto a sostener la centralidad cristinista y refuerza su victimización. No le bastó a Javier Milei con aplaudir el fallo y tratar de apropiarse de una parte de esa decisión, al afirmar que fue posible porque su Gobierno no se entromete en la Justicia. Como si Cristina Kirchner no hubiera sido juzgada en primera instancia aún antes de que él fuera el candidato presidencial favorito.
El Gobierno decidió ir por más con la efectista decisión de disponer el quite de la jubilación y la pensión de privilegio que cobra la expresidenta. Aún a sabiendas de la incierta aplicabilidad de esa medida y de que lo más probable termine en una judicialización con resultado dudoso, pero consciente del rechazo que esos beneficios provocan en la mayoría de la sociedad.
Aquí aparece una de las preguntas más relevantes para tratar de descifrar cuál es el juego que han decidido jugar y están jugando Milei y su gurú Santiago Caputo con Cristina Kirchner: ¿es uno de los últimos clavos al ataúd kirchnerista, como dijo el Presidente que se proponía hacer, o es un aporte a la victimización para sostenerla (en su retroceso) como la principal rival política?
Tal vez, la interpretación de un excristinista que hoy está cerca de Axel Kicillof no esté errada: “Milei reinstala que Cristina no solo fue corrupta, sino que le sigue robando al Estado con su jubilación de privilegio. Así, refuerza el apoyo a él de los antikirchneristas (furiosos y dudosos). Pero, al mismo tiempo, frena una renovación, al cristalizar el respaldo a ella, ya que ningún peronista puede decir que no es otro gesto de crueldad y persecución política y personal”. Un canto al statu quo.
En el macrismo y el radicalismo dicen algo similar, aunque desde otra perspectiva: “El Gobierno le hace el juego a Cristina para quedar ellos solos. O estamos con ellos o somos cristinistas”. En la misma línea, un peronista no kirchnerista sostiene: “Es una forma de polarizar con alguien debilitado y, al mismo tiempo, impedir que se forme una coalición antimileísta. Mientras Cristina esté en pie es impensable construir un cinturón republicano”.
No parece estar equivocado: la supervivencia de un kirchnerismo debilitado y la fragmentación del resto de los no mileístas es el objetivo de máxima del oficialismo. En la fragilidad ajena está su fortaleza. A todo admirador de la Roma imperial, como se dice Caputo el joven, le fascina la máxima “divide et impera”.
El razonamiento se completa con la especulación de que “el mileísmo busca forzar una candidatura de la expresidenta, pero más debilitada, con la premisa de que si es derrotada por el oficialismo en la provincia de Buenos Aires se termina el kirchnerismo, se parte el peronismo y él se queda con todo”. Paso a paso. Esa es la estrategia que desde el peronismo y algunos observadores imparciales interpretan que está en marcha.
Se trataría del proceso inverso al vivido en 2019. Sería el último capítulo de la sobrevida que el fracaso de la gestión económica de Mauricio Macri le dio al kirchnerismo para terminar ahora arrollándolo.
“Hay que mantenerlo con respiración asistida. No le quitamos el respirador, pero tampoco lo ponemos en proceso de rehabilitación para que siga su curso inexorable” es el razonamiento que guía la estrategia oficialista. No se le puede negar un grado de sofisticación mayor en la construcción que la mostrada en sus inicios, así como tampoco se puede decir que no siga el patrón de audacia y toma de riesgos que ha caracterizado a la construcción libertaria.
Cuando se indaga en el seno del peronismo no cristinista se advierten las consecuencias que tienen tanto la condena como la quita de la jubilación. Las dos novedades han generado un efecto movilizador y aglutinador para los kirchneristas (cristinistas o no). Y un efecto paralizante para los que habían empezado a ilusionarse con el poscristinismo y, sobre todo, con ponerle coto al camporismo, como se había proyectado con la presentación de la fallida lista opositora para presidir el PJ.
“No es momento de sacar los pies del plato. Hay que estar ahí, aunque sea con cierta distancia, como hizo Axel [Kicillof] que expresó su solidaridad con ella y rechazó la condena, pero no fue al [Instituto] Patria para ponerse a su lado”, dice una fuente cercana al bonaerense.
El gobernador radical-kirchnerista de Santiago del Estero, Gerardo Zamora, que ha hecho de su ambivalencia, capaz de pendular entre el fanatismo y la traición, vivirá pasado mañana en carne propia esta nueva realidad y tratará de sacarle provecho (como es habitual). Después de algunos gestos antiverticalistas expresados por sus legisladores nacionales en el Congreso, recibirá con honores a la flamante condenada.
En medio de todas estas novedades, asoma el probable tratamiento del proyecto de la ley de “ficha limpia”, que para muchos tiene el nombre de la expresidenta, y cuyo propósito es impedir que puedan presentarse como candidatos a cargos electivos quienes tengan una condena confirmada en segunda instancia, aún sin sentencia definitiva.
La discusión jurídica acerca de si puede ser retroactiva o no para aplicársela a Cristina, que desde anteayer ya reúne esa condición limitante, podría resultar ociosa. Los principales impulsores de la iniciativa dan casi por hecho que si bien sería aprobada por Diputados no tendría los votos en el Senado.
De todas maneras, aunque todo parece indicar que una postulación de la expresidenta el año próximo es inevitable, nadie se anima a pronosticarla sin alguna prevención.
El gobierno de Javier Milei da de baja las jubilaciones de privilegio de Cristina Kirchner
“Cristina es una gran generadora de certezas para producir nuevas incertidumbres. Por eso, es muy probable que mientras todos pensamos que es imposible que no se presente, ella decida hacer lo contrario. En ese caso, va imponer a La Cámpora, que es lo que quiere para que en 2027 puedan tener un candidato a Presidente instalado. Y ese sería hoy Wado [De Pedro]”, dice alguien que ha pasado suficientes horas a su lado.
Eso último explicaría la distancia tomada por Kicillof, quien aspira a esa candidatura. También refuerza la mordaz opinión de sus detractores que dicen que siempre eligió mal a sus candidatos. La lista, que empieza con Boudou y termina con Alberto Fernández, es larga.
De todas maneras, se sabe que mira mucho las encuestas que miden su imagen y su intención de voto. “Ella se lanzó a caminar y a preparar la toma del PJ fue después de comprobar que nadie medía más que ella, sobre todo en la provincia de Buenos Aires, donde, según sus números, tiene casi 38% de intención de voto”, dice una fuente kirchnerista.
En esta funcionalidad tóxica que Milei y Cristina Kirchner comparten y los enfrenta a también hay resquicio para transitar, mientras tanto, por un camino de conveniencias mutuas que conduce a la Corte Suprema, donde seguramente terminará la condena para ser revisada.
La actual composición del tribunal, a cuya mayoría el kirchnerismo le inició un juicio político, no es un horizonte, precisamente, confortable para Cristina Kirchner. Por eso, en el Gobierno se ilusionan con reanudar, desde un lugar más ventajoso, las negociaciones interrumpidas entre De Pedro y el gurú Caputo para lograr los votos en el Senado que permitan designar allí al polémico juez Ariel Lijo y al catedrático conservador Manuel García Mansilla, resistido por el kirchnerismo.
“Nosotros seguimos hablando con otros sectores del peronismo, después de que se congeló el diálogo con el kirchnerismo. Estamos corriendo para obtener los votos sin los kirchneristas puros antes del receso del Congreso. Si no, evaluaremos opciones”, dice uno de los hombres que mejor conoce a Caputo. Y agrega que no se imagina “que se reabra la negociación” Pero no la descarta.
Cuando el triángulo ferretero habla de “opciones” busca dejar abierta la posibilidad (o, mejor dicho, la amenaza) de nombrar a los dos jueces en “comisión” durante el receso legislativo. A pesar del desprecio que el trío profesa por el macrismo, se proponen repetir la táctica con la que Mauricio Macri forzó en 2016 la aprobación de los pliegos de Carlos Rosenkrantz y Horacio Rosatti.
En el kirchnerismo ahora no parecen verlo tan mal y podrían, una vez más, allanarle el camino a Lijo y hasta tolerar a García Mansilla si logran el compromiso de ampliar la Corte y sumar a una mujer cercana.
“Cristina y Milei tienen dos cosas en común: quieren poner a Lijo y ampliar la Corte. Hay que encontrar la diagonal que los acerque. Además, coinciden en los que consideran enemigos para sus propósitos: el macrismo y los principales medios de comunicación”, dice una fuente que habla con el núcleo duro del kirchnerismo y con el juez federal. Las cinco carillas del mensaje de Cristina Kirchner antes de la ratificación de la condena avalan la interpretación.
“Ariel está cada vez más convencido de que va a ser juez de la Corte”, dice un dirigente de trato habitual con el magistrado. Con él coinciden funcionarios del actual Gobierno y algunos representantes del empresariado y el sindicalismo que frecuenta al cuestionado magistrado.
Al Gobierno no parece incomodarlo la contradicción que encontraría su flamante narrativa contra la corrupción si llegara a un acuerdo con el kirchnerismo para nombrar a Lijo en la Corte, que es la personificación de todas las castas y, para muchos, un garante de impunidades.
Los estrategas mileístas están convencidos de que operan con un escudo absolutorio que es, además de la amplia tolerancia popular, la celebración de la condena a Cristina Kirchner, así como el retiro de la jubilación y la pensión de privilegio a ella y al exvicepresidente Amado Boudou (de la que acaba de darse cuenta casi un año después de acceder al Gobierno). Del otro lado, como se sabe, la expresidenta es inmune a las contradicciones.
Mientras tanto, el Presidente y la expresidenta son las figuras excluyentes de un juego que se disputa en varios tableros. Y ahí predominan las creencias y las emociones antes que las pruebas y las razones. Los dos lo saben mejor que nadie.
16/11/2024 a las 9:34 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Condenados
Luis Bruschtein
Página/12
16 de noviembre de 2024
Al exhibir la jubilación de Cristina Kirchner y la pensión que recibe por su marido, el gobierno intentó ocultar la falta de pruebas y la vergonzosa connivencia con Mauricio Macri y el poder económico y mediático de casi todos los funcionarios judiciales que participaron en su condena. Sin pruebas, la sentencia fue más el escarmiento a una opositora, un acto de proscripción. Las penas a los responsables de 39 crímenes durante la represión del 2001 fueron más leves y no los inhabilitaron en forma perpetua para la función pública como hicieron con la expresidenta.
En el gobierno saben que no pueden retirar la jubilación y la pensión de la expresidenta y viuda de un expresidente. Sólo hubiera podido el Congreso, cuando ella estaba en funciones, a través de un juicio político para destituirla. Todo es una gran patraña, una jugada mugrienta, típica de los libertarios o del macrismo para impactar en la opinión pública, aunque no tenga consistencia institucional.
El mecanismo que usaron fue el mismo que el de las causas judiciales. Pero Cristina Kirchner no cobra un solo peso más de lo que establece la ley.
El impacto de la confirmación de la condena se sintió en las redes y en los medios que no están subordinados al gobierno y al macrismo. Circuló incluso un video donde el actual ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona cuestionaba en 2022 la condena de una Cámara Federal integrada por el juez Rodrigo Giménez Uriburu y el fiscal Diego Luciani que se juntaban a jugar al fútbol en la quinta de Mauricio Macri.
Las redes se llenaron de alusiones a los jueces del fuero federal Julián Ercolini, Gustavo Hornos, Mariano Llorens, Giménez Uriburu, Mariano Borinsky y el inefable y ya fallecido Claudio Bonadio. Todos ellos con vínculos personales con Mauricio Macri, el adversario político de Cristina Kirchner y uno de los dos principales contratistas del Estado. Hay fiscales que trabajaron en Boca Juniors cuando lo presidía Mauri.
El dispositivo judicial macrista no solamente funcionó para atacar a sus competidores políticos, sino también para frenar causas que comprometen al grupo familiar, como la del Correo, las autopistas o los parques eólicos. Es psicología inversa. Cuando el patotero va a golpear a un tipo, lo denuncia a los gritos de haber asesinado a su madre.
En cualquier parte del mundo, la figura más obvia de corrupción es la de un presidente que a la vez es uno de los dos principales contratistas del Estado. Los argentinos votaron eso, previamente atiborrados de denuncias de corrupción contra sus principales competidores.
Y funcionó para muchas personas. Mostrar las cifras de la jubilación y de la pensión que le corresponden, tiene impacto. Ninguno de los entrevistados por TN o La Nación+ pudieron mostrar las pruebas. Todo el fallo repite “quedó comprobado” y no dice por qué.
Una condena proscriptiva sin pruebas se convierte en una condena a los jueces que la emiten. Es una condena al sistema. Muchos de los empresarios que pagaron 25 mil dólares el cubierto en la cena del miércoles de la fundación FARO de los libertarios, en el Yacht Club, son los mismos que se rebelaron contra el impuesto a las grandes fortunas que se utilizó para atenuar el impacto del covid.
Es una condena a los jueces porque no tiene sustento judicial, sino que es una medida de proscripción política. Y es una condena al sistema porque puso en evidencia que esta democracia es apenas un simulacro que castigará a los presidentes que afecten los intereses del poder económico con políticas de justicia social.
Es probable que haya personas que no sean kirchneristas que no se dejen arrastrar por el odio o el revanchismo y puedan constatar que en toda la acusación no hay pruebas sino deducciones forzadas. “Los hechos gritan” sobreactuó el fiscal Luciani. Pero ni han podido probar que hubo un delito, sobreprecios ni obras pagadas y no terminadas. Aunque piensen que Cristina Kirchner es culpable, tienen que reconocer que en una democracia, además hay que probarlo.
La experiencia latinoamericana corrobora la conformación del Partido Judicial y la estrategia de la guerra judicial que, además de la pata en la Justicia, tiene otras dos en los servicios de inteligencia y en los medios hegemónicos.
El Partido Judicial reemplazó al Partido Militar, que había quedado anacrónico porque las dictaduras no ofrecían la suficiente garantía jurídica. Y el lawfare reemplazó a la Doctrina de la Seguridad Nacional. Por la Escuela de las Américas que Estados Unidos utilizaba para cooptar y entrenar en la represión, pasaron 1500 militares latinoamericanos por año, entre ellos los dictadores argentinos Roberto Viola, Jorge Videla y Fortunato Galtieri.
En el gobierno de Néstor Kirchner se dejaron de enviar becarios argentinos a esa escuela de dictadores, también llamada “escuela de asesinos”. La influencia de la Escuela de las Américas hizo que desde los años ’50 hasta los ’80, América Latina estuviera infestada de dictaduras militares. No fue un fenómeno argentino aislado.
En los años ’80, Estados Unidos readaptó su estrategia para la región. La Seguridad Nacional quedó en un segundo plano y se priorizó la lucha contra el narcotráfico y la corrupción en América Latina. Organizaron seminarios del Departamento de Justicia, visitas y becas.
El Partido Judicial y el lawfare infestaron el continente, sólo para perseguir a líderes populares. Cristina Kirchner fue condenada, Lula da Silva encarcelado, Rafael Correa debió exiliarse y Evo Morales se salvó del linchamiento. El objetivo ha sido muy claro. Tampoco es un fenómeno aislado en Argentina.
Pero la persecución a estos dirigentes sólo logró su permanencia a lo largo de los últimos veinte años. Los dirigentes de la derecha pierden vigencia, pero estos líderes populares la mantienen. Mientras el gobierno de Javier Milei envió a la pobreza ocho millones de argentinos de clase media, los gobiernos de Néstor y Cristina, sacaron de la pobreza a 9,3 millones de personas que se convirtieron en clase media, según cifras del Banco Mundial.
Esa ha sido la razón principal de su vigencia, a la que contribuyó la persecución permanente, que los ha fortalecido ante una parte de la sociedad. Cristina Kirchner ha soportado que la hostiguen y afecten la salud de sus hijos, destruyan sus domicilios, incluso que gatillen una pistola en su cabeza. Y acaba de ser elegida presidenta del Partido Justicialista que, hasta ahora, ha sido el centro de la oposición.
Y no sería para descartar que incluso encabece las listas del año que viene en la provincia de Buenos Aires, donde mantiene un alto índice de imagen positiva, más aún que cualquiera de los posibles candidatos libertarios.
El perfil de Milei, más inclinado a la extorsión que al diálogo, con un discurso extremista que sólo reconoce privilegios de empresarios y banqueros y combate los derechos de los trabajadores, de las PYMEs y de las provincias, le impone a la oposición la instalación de una figura de mucha fuerza con una propuesta contundente.
16/11/2024 a las 9:38 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Con enemigos así…
Vicente Massot
Prensa republicana
14/11/024
Hay en estos momentos, a la vista de todos, una pelea que tiene dos contrincantes —Cristina Fernández y Ricardo Clemente Quíntela—, prestos a disputarse la conducción del peronismo a nivel nacional. Si bien la mencionada no es de desestimar, en realidad la disputa de fondo, la que verdaderamente interesa, es otra cuyos únicos contendientes son el actual gobernador de Buenos Aires y la viuda de Néstor Kirchner. El mandatario riojano está en el ring en virtud de que su valedor por excelencia —el que le permite sacar pecho y compadrear delante de una mujer que ya no le mete miedo a nadie— resulta ser su par bonaerense. Sin los andadores que le ha prestado Kicillof, el pobre Quíntela seguiría dando vuelta por los llanos, codeándose con sus conmilitones lugareños y fabricando bonos que valen menos que papel picado. Pero el que alguna vez fuera el niño mimado de Cristina, ahora, asumida su mayoría de edad política de manera definitiva, ha decidido desentenderse de ella y presentarle batalla. Quizás no le falten razones a la Señora para motejarlo de Judas o de Pilatos, aunque es del caso recordar que la lealtad, en el movimiento que por igual los cobija, se halla devaluada desde su nacimiento. De modo tal que a nadie le interesa demasiado si hubo o no traición.
Las apuestas favorecen claramente a la ex–presidente en el supuesto de que suba al ring con el propósito de enfrentarse al debilucho riojano. En principio, la asimetría de fuerzas es de tal naturaleza que podría ganar sin despeinarse. Claro que, para que ello suceda, la interna debe llevarse a cabo, y eso es lo que está en veremos. Básicamente, en razón de que cuesta una enormidad de dinero —un cálculo a mano alzada la hace orillar los $ 600 MM— y ninguno está dispuesto a gastar un céntimo de su bolsillo para poner a las urnas en funcionamiento. Al extremo de que el PJ recurrió al gobierno para que financiase la pulseada. La respuesta de las autoridades no fue de extrañar. Contestaron: No hay plata. Por lo tanto, sería un milagro que los opugnadores se midan en el cuadrilátero durante el año en curso.
En cambio, la riña de Cristina Fernández y de Axel Kicillof crece en intensidad día a día, y nada hace pensar que vaya a cesar. Con la particularidad de que, en su derrotero, arrastrará a la totalidad del kirchnerismo y a parte del peronismo tradicional. Lo que comenzó como una gresca circunscripta al universo K, se ha transformado en una divisoria de aguas que seguramente impactará de lleno en la legislatura bonaerense —lo cual no sería tan grave—, generará —sea más tarde o más temprano— el rompimiento de los bloques de Unión por la Patria en las dos cámaras del Congreso de la Nación —algo que sería mucho más grave— y, según cómo se desarrollen las acciones desde ahora hasta mediados del año próximo, podría obrar una verdadera catástrofe: que el peronismo fuera dividido a los comicios legislativos de octubre de 2025.
Llegadas las hostilidades a este punto caben tres posibilidades: 1) que no haya interna el 17 de noviembre y los enemigos se llamen a silencio hasta que deban decidir, a partir de abril, la conformación de las listas en el principal distrito electoral del país (en el resto, el peso del kirchnerismo resulta insignificante); 2) que —con o sin interna— el conflicto se agudice y se produzcan los reacomodamientos en las cámaras provinciales y nacionales a las que hicimos referencia más arriba, antes de finales de año. En cualquiera de estos escenarios, el encontronazo de la Señora y el gobernador no se evitaría. Por fin, hay una tercera alternativa: que los dos cobren conciencia de las consecuencias deletéreas que tendría la pelea para su suerte. Y —ni qué decir tiene— para la deriva futura del justicialismo.
Mientras la sangre no corra y las bancadas se mantengan unidas —por muchas que sean sus diferencias a esta altura del partido— habrá tiempo para fumar la pipa de la Paz en algún momento. En cambio, el quiebre de los bloques —sobre todo los nacionales— haría menos probable un acuerdo y sentaría las bases del peor de los cuadros imaginables: la marcha a las elecciones de la provincia de Buenos Aires con dos listas separadas. Si París bien valió una Misa para aquel feroz hugonote Enrique de Navarra, no hay razón para que Cristina Fernández y Axel Kicillof no sepan hacer, de la necesidad, virtud.
Esto sucede en el mismo momento en que, por líneas interiores y sin hacer ninguna alharaca, el hombre más importante y poderoso del gobierno —en quien Javier Milei ha delegado parte de su poder— se ha reunido con los representantes de Mauricio Macri. La intención que los anima es la de intercambiar ideas acerca de un armado conjunto en el distrito bonaerense. En este sentido, Santiago Caputo hace las veces de consejero principal del presidente y de decisor privilegiado en todos los ámbitos de la administración pública, exceptuado el Ministerio de Hacienda y que está a cargo de Federico Sturzenegger.
Nada apura a los libertarios y a los macristas, pero unos y otros son conscientes de cuánto se halla en disputa. Sólo en la medida en que el peronismo fuese con más de un candidato podrían darse el lujo de marchar a las urnas cada uno por su cuenta, y de todas formas siempre correrían algún riesgo. El gobierno necesita ganarle la partida a Kicillof, y sin el concurso del Pro le sería difícil lograrlo. Éste, por su lado, si fuera en solitario podría quedar reducido a la mínima expresión.
En paralelo, en la Casa Rosada se hallan abocados a transformar las alianzas —si se quiere, liquidas— que tantos buenos resultados les han dado hasta el momento, en coaliciones sólidas. La comida que el lunes pasado reunió en Olivos a cuatro gobernadores —los de Misiones, Salta, Tucumán y Catamarca— con el dueño de casa, apuntó en ese sentido. En el periodo comprendido entre la presente semana y finales de octubre tendrán lugar dos nuevas batallas legislativas, una referida al tratamiento del Presupuesto 2025, y la otra —motorizada por distintas facciones opositoras— tendiente a reformar la ley que regula la sanción de los decretos de necesidad y urgencia. No se hace menester explicar la importancia que revisten. Hablan por sí solas.
El presidente de la Nación ya ha anunciado que, si se votase una ley de leyes que pusiese en tela de juicio el equilibrio fiscal, no se quedará cruzado de brazos, y si se modificase la norma que reglamenta los DNU, apelaría al veto. Razón de más para estrechar filas con los mandatarios provinciales amigos y, al mismo tiempo, fortalecer la relación con el Pro. En semejante contexto —siempre difícil—, en Balcarce 50 no dejan de festejar el quiebre del bloque de la UCR en la Cámara de Diputados y la feroz interna que carcome al peronismo. Cuando arrecian los problemas, el gobierno siempre ha encontrado un aliado —de suyo, inesperado— en sus enemigos. Es que éstos, con sus torpezas, no hacen más que obrar en su favor.
16/11/2024 a las 9:42 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Milei, con el Pro de rehén
Daniel Bilotta
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
16/11/024
Alberto tuvo que esperar bastante más por Biden. Le llevó casi tres años que la administración de Biden le hiciera un lugar en su agenda para tener una reunión oficial en la Casa Blanca. Antes había obtenido la foto de un diálogo circunstancial a fines del 2021, en la sesión plenaria del G 20 que tuvo lugar en Roma. Pero fuera de esos matices, lo que tienen en común estas experiencias es que las supuestas afinidades ideológicas no sirvieron de puente para facilitar estos encuentros.
Este antecedente descubre una línea de continuidad histórica en la relación entre los dos países en los últimos ocho años. Pese a los esmeros de sus mandatarios, la Argentina no es una prioridad para los Estados Unidos en América Latina. Trump pretendió disimularlo cuando lisonjeó a Milei calificándolo como su presidente preferido. Priorizó, sin embargo, entrar en contacto telefónico con otros líderes de la región antes que con el argentino.
El diálogo previo al de Miami entre Milei y Trump se demoró más de lo que la administración libertaria hubiese deseado. Bajo la incertidumbre de esa espera, Milei aprovechó el centenario de la Cámara Argentina de la Construcción para diferenciarse otra vez de Alberto. Anunció el fin de la recesión y el inicio de un ciclo de crecimiento dos días después de la victoria de Trump.
Pero para marcar todavía más el contraste con el gobierno anterior, reveló la reunión que mantuvo en la residencia de Olivos antes de asumir y en la que Fernández lo habría puesto al tanto “del muerto que dejaba.”Milei aprovechó la anécdota para recordar que mantiene abierta la opción de un nuevo mandato. Su eventual permanencia en el Ejecutivo por otro turno es la garantía que puede ofrecer por ahora sobre la estabilidad en el tiempo de su programa económico.
A diez meses de gobierno, una propuesta tan audaz como el tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos. Probablemente, para eludir las barreras arancelarias con las que Trump protegerá la producción local. Pero solo su anuncio amenaza con nuevas turbulencias en la relación con Brasil, el principal socio comercial de la Argentina y anfitrión la semana que viene de la cumbre de líderes del G 20.
Semejante desparpajo protocolar se justificaría en la necesidad de alcanzar una representación legislativa suficiente para que Milei pueda actuar, sin depender de la oposición, dentro de los procedimientos institucionales que se le reprocha no respetar. Los casi 20 mil millones recaudados por el blanqueo funcionan, por ahora, como el salvoconducto que permite sortear con euforia los deslices de esta precariedad simbolizada en los DNU.
El Pro es rehén de la contradicción que el gobierno espera resolver en las elecciones de 2025. La expectativa es que esos fondos estimulen un inédito mercado de capitales, en condiciones de recuperar la inversión en el sector inmobiliario y el automotriz. Ese fenómeno que comienzan a percibir economistas afines, inhiben a Mauricio Macri de tomar distancia de Milei con el argumento de la flaqueza republicana de su gestión.
Macri convocó a la mesa nacional de su partido para fijar una posición del bloque de diputados sobre la reglamentación de los DNU. En apariencias, distinta a la que reflejó el comunicado oficial con el que rechazó participar de la frustrada sesión para modificar su regulación. Ese cambio procuraría aventar el riesgo que podría cernirse sobre el gobierno porteño.
La casa matriz del Pro gobernada por Jorge Macri, con quien el gobierno no termina de ponerse de acuerdo sobre cómo saldar la deuda por la coparticipación federal. La estabilidad de su gestión podría verse amenazada por la dispersión del voto si, finalmente, el Pro y La Libertad Avanza no sellan una alianza. Un escenario en el que a los libertarios les resultaría conveniente la diversificación de la oferta electoral. Hasta podría ocurrir que Milei sea beneficiado por Horacio Rodríguez Larreta. Una lista prohijada por el exjefe del gobierno porteño debilitaría, hipotéticamente, a la del Pro y favorecería con eso al triunfo de La Libertad Avanza. Un insólito giro del destino que confirmaría que los astros se alinean con Milei. Rodríguez Larreta es uno de los dirigentes que más ha denostado. Esa especulación envalentona al oficialismo y lo libera de apremios para resolver un acuerdo con el Pro en la provincia de Buenos Aires.
La inclusión de la Boleta Única de Papel (BUP) modificó el calendario electoral. El 15 de mayo es el último plazo para inscribir frentes. Probablemente las conversaciones se aceleren a partir de febrero. En las preliminares, los libertarios ofertarían al Pro cuatro lugares entre los primeros 15 en la lista que competirá para renovar a 35 diputados nacionales.
El partido liderado por Macri podría obtener la misma cantidad si compitiera solo, siempre y cuando la lista la encabece Diego Santilli. ¿Lo haría si no es en alianza con los libertarios? Esa duda ayuda a comprender el carácter concesivo que cada vez más a menudo expresa Macri. Y su fuga hacia adelante con el respaldo al proyecto de ficha limpia que le impediría a Cristina competir en 2025.
La confirmación de su condena en la causa Vialidad era descontada por el entorno de la expresidente, embarcada en la estrategia de escucha atenta en el conurbano a pequeños grupos de supuestos damnificados por el programa económico de Milei. En los sondeos de opinión de intendentes del PJ, la imagen del presidente sufriría un desgaste por el malestar con la recesión que es transversal a toda la sociedad.
Pero que los sectores medios y medios altos transfieren a los más bajos al prescindir de los servicios que antes les contrataban. Entre ellos se especula que aún levantando el cepo en abril, como adelantó Milei, cualquier efecto positivo de esa medida no modificaría la percepción que tiene de él esa porción significativa del electorado.
Entre ellos no está claro otro tema que les preocupa. Cómo será resuelta la relación entre Cristina y Axel Kicillof. El gobernador convocó ayer a la primera sesión extraordinaria del Senado en los últimos tres años para derogar las modificaciones introducidas al régimen previsional del Bapro en la gestión de María Eugenia Vidal. Una medida resistida desde el inicio por la Asociación Bancaria de Sergio Palazzo. Pero que permitió reducir en un 25 por ciento el déficit de esa caja que es cubierto con fondos del Tesoro bonaerense. Una iniciativa que no parece estar en línea con la idea de volver más eficiente al Estado con la que Cristina viene insistiendo en su gira por el conurbano.
Tal vez por eso Teresa García ni Emmanuel González Santalla participaron de las gestiones para la convocatoria de las que se encargó Verónica Magario. Teresa es la jefa del bloque de Unión por la Patria y González Santalla el delegado de La Cámpora. La vicegobernadora pudo sancionar la derogación con los votos de Silvana Ventura, Carlos Kikuchi y Sergio Vargas. El bloque libertario blue que controla Sergio Massa. El jefe del Frente Renovador viene exigiendo a Kicillof la salida de Jorge D´Onofrio del ministerio de Transporte. La Cámara Federal de San Martín revocó la incompetencia de Adrián González Charvay para investigar si D’ Onofrio incurrió en irregularidades con la concesión del cobro de las tarifas por la Verificación Técnica Vehicular (VTV) a “Soluciones en comunicaciones y electrónica.”
Los votos aportados por Massa a Kicillof no le permitirían, sin embargo, lograr lo que propondría. Un intendente que intentó interceder a su favor ante Cristina, recibió una respuesta que lo dejó perplejo: “Mejor no hagan olas por él.”
17/11/2024 a las 11:51 AM
KRUSE, QUE ESCRIBAS HASTA EL CANSANCIO DESPUES DE TUS NOTAS, EN EL ESPACIO DEDICADO A LA REPLICA DE LOS LECTORES, MUESTRA TU FACHISMO CULTURAL.
NO QUERES ESCUCHAR OPINIONES DISIDENTES.
CON RAZON SOS «KAKARULO-PERONCHO-ZURDAZO», UNA TRILOGIA PERFECTA ADECUADA
A TU PERSONALIDAD.