Por Hernán Andrés Kruse.-
“Los acusados y los abogados de víctimas de “lawfare” también señalan que las leyes de arrepentidos o delación premiada sancionadas en América Latina facilitan el uso extorsivo de las prisiones preventivas. ¿Es efectivamente así? Estas leyes implican la concesión de beneficios procesales y penales a cambio de información respecto de delitos de corrupción. La mayoría fue aprobada después del año 2000. En 9 de los 12 países en los que hubo denuncias de “lawfare” existen leyes de delación premiada y en los 6 países donde estas leyes no existen, aun cuando hubo causas por corrupción, solo en 2 hubo denuncias de “lawfare”. Según Vargas Viancos las controversias respecto de la implementación serían atribuibles a la discrecionalidad que otorgan a los funcionarios para establecer acuerdos con las partes”.
SOBRE LO NUEVO
“¿Qué características no comparten los casos en los que se denuncia persecución judicial con los que se denuncia “lawfare”? Uno de los rasgos que pareciera distinguirlos es la multiplicidad de causas simultáneas contra un mismo acusado. Cristina Kirchner, por ejemplo, estuvo acusada en al menos 12 causas, Ignacio Lula Da Silva en 10, Rafael Correa también en 10, Ricardo Martinelli en 8, Ollanta Humala en 4, Álvaro Uribe en 5 y Evo Morales en 5. Los presidentes que solo denunciaron ser víctimas de persecución político/judicial, con excepción de Mauricio Funes, de El Salvador, enfrentaron menos causas simultáneas.
La investigación académica no puede determinar si esta multiplicidad de causas está fundamentada; sí puede, en cambio, preguntarse por las razones y efectos de esta acumulación y conjeturar sobre los motivos que la explican. ¿Por qué se acumulan causas y por qué muchas de ellas luego no prosperan? Los análisis sobre la trayectoria de las causas que ingresan en la justicia latinoamericana señalan dos fenómenos contradictorios. Por un lado, que el principio de legalidad procesal característico de los sistemas inquisitivos impone restricciones para la selección y desestimación temprana de los casos que se reciben y resuelven. Esta restricción incrementa la congestión y mora judicial y también limita la eficiencia y productividad del sistema entorpeciendo la concentración de los funcionarios judiciales en las causas que podrían estar en mejores condiciones de avanzar.
Por otro lado, diversos estudios muestran que muchos procesos no filtrados en las etapas iniciales son luego desestimados o se interrumpen. Las interrupciones y desestimaciones no son hechos excepcionales y tampoco necesariamente irregulares. Estas interrupciones pueden ser producto de déficits en la investigación policial y judicial, de problemas procesales o de deficiencias en las pruebas. Un estudio sobre el flujo de casos en la Ciudad de Buenos Aires mostraba que solo el 4% de los mismos pasaba la fase de instrucción, y que el 56% de los que pasaban a la etapa de instrucción terminaban sobreseídos y/o desestimados porque el juez concluía que “los hechos no constituían un delito”, o porque se determinaba que el imputado no había participado en los hechos. Por su parte, el Ministerio Público Fiscal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires informaba que entre 2009 y 2012, los casos desestimados aumentaron del 43% al 67%.
En contextos altamente politizados y/o polarizados, los dos fenómenos —la acumulación de causas, así como su posterior desestimación— dan lugar a interpretaciones suspicaces. Aun cuando los funcionarios judiciales podrían apelar al principio de oportunidad y desestimar tempranamente ciertos procesos penales, es poco probable que esto suceda en causas políticamente visibles. Al igual que el resto de los actores, los jueces no son inmunes a las presiones políticas ni a las de la opinión pública. Cuando enfrentan causas controvertidas tienen incentivos para aceptar su consideración, aun cuando sepan que probablemente muchas de ellas serán luego desestimadas. De esta forma, consiguen posponer la desestimación para un momento en el que la atención pública y mediática sobre estos asuntos haya disminuido, reduciendo su exposición y el costo político de enfrentarse al humor público vigente. Así, también evitan explicitar argumentos jurídicos y procesales que pueden estar técnica y doctrinariamente fundados, pero que suelen ser considerados “tecnicismos leguleyos” por los legos, y consiguen congraciarse con la opinión pública y los líderes políticos del momento. En consecuencia, en contextos políticamente conflictivos y ante causas políticamente controvertidas, el principio de legalidad procesal incentiva a los funcionarios judiciales a admitir causas que podrían haber sido tempranamente desestimadas en cuanto “saben” que esos mismos procedimientos les permitirán luego revisarlas si cambios en los vientos políticos así lo exigieran.
La aceptación irrestricta de causas y su posterior desestimación da lugar a interpretaciones suspicaces respecto de las motivaciones políticas y al uso partisano de los procedimientos legales e incide en las percepciones de la opinión pública y del electorado sobre los procedimientos judiciales. En contextos políticos polarizados y más allá de la consistencia de las pruebas, cada causa que ingresa o que se desestima ratifica las creencias y prejuicios de los seguidores y de los opositores de los imputados. La iniciación y acumulación de causas permite a los primeros confirmar la persecución y victimización política de su líder; y a los opositores ratificar sus creencias sobre las inconductas y delitos que el mismo habría cometido. Por otra parte, si luego alguna causa es desestimada, la decisión es interpretada por los seguidores del acusado como una confirmación de las “irregularidades” y “persecuciones” oportunamente denunciadas y por los opositores como la ratificación de la politización del aparato judicial y de la voluntad política por encubrir actos delictivos. Además, estos efectos se potencian debido a las sucesivas instancias de revisión/apelación que tienen lugar antes de la resolución definitiva de los casos.
Estas instancias garantizan el derecho a la defensa, pero también crean la oportunidad para que los funcionarios judiciales adecuen y elijan el momento más conveniente para hacer sus intervenciones. La sucesión de instancias de decisión/apelación también desconcierta y confunde al público lego que no siempre entiende qué significan y cuáles son los motivos de las decisiones anunciadas. Cuando decisiones intermedias son consideradas como definitivas, se suceden confusiones y desconciertos, especialmente cuando luego algunas de ellas son revisadas o revertidas. Casos recientes respecto de causas que involucraban a Ignacio Lula da Silva y a Cristina Kirchner ilustran esta situación. En los dos casos, y más allá de la solidez de los fundamentos jurídicos utilizados para justificar esas revisiones, los procesos anulados y/o sobreseídos no han sido aún definitivamente cerrados. Sin embargo, para el público lego estas decisiones intermedias suelen aparecer como definitivas, lo cual da lugar a reacciones intensas si luego las mismas causas son revisadas. La multiplicidad de recursos y apelaciones es una oportunidad para eludir o posponer los efectos jurídicos de las causas iniciadas. Sin embargo, la persistencia y trayectoria zigzagueante de los procedimientos produce también un efecto de inhabilitación que suele ser denunciado por aquellos que dicen ser víctimas de “lawfare”.
La multiplicidad de instancias tiene otro efecto inesperado. Al postergar la decisión definitiva y dejar la resolución del caso en suspenso, habilita a los funcionarios judiciales a continuar haciendo equilibrio entre la oportunidad de sus decisiones, las restricciones que impone el contexto político, a la vez que les proporciona tiempo extra para continuar negociando/protegiendo su permanencia burocrática. En consecuencia, la evolución zigzagueante de las causas alimenta la confusión sobre los procesos, dando verosimilitud a las denuncias de “lawfare” como práctica y refuerza su eficacia como acto de habla. La acumulación de causas y la coexistencia de algunas de factura dudosa con otras aparentemente fundamentadas permite preguntarse, ¿por qué funcionarios políticos y judiciales utilizarían procedimientos que saben que pueden ser cuestionados y/o revertidos? ¿Por impericia o por afinidad ideológica? Ninguna de esas dos hipótesis puede ser descartada. Sin embargo, dado que los funcionarios judiciales saben que estos procesos adquirirán alta visibilidad y serán minuciosamente examinados, cabe considerar si estas aparentes desprolijidades son “errores” intencionales.
Las debilidades procesales de estas causas no necesariamente inquietan a los actores políticos. Éstos saben que, aun cuando muchos procesos sean cuestionados y sus resultados revertidos, en el corto plazo la estrategia les permite obtener resultados eficaces, inhabilitando, paralizando o distrayendo a sus oponentes. Aun cuando haya actores políticos y judiciales con un genuino interés por “hacer justicia”, el desarrollo de procesos dudosos permite neutralizar temporalmente adversarios políticos y/o erosionar sus apoyos. Hasta tanto esas reversiones ocurren, la estrategia les sirve para fortalecerse circunstancialmente y quizás alguno de sus oponentes nunca consiga recuperarse de los daños infligidos.
¿Qué sucede cuando se analiza esta cuestión desde la perspectiva de los funcionarios judiciales? ¿Por qué un funcionario judicial que está decidiendo en causas de alta visibilidad que sabe serán especialmente escrutadas utilizaría procedimientos opinables o potencialmente reversibles? Las explicaciones estratégicas del comportamiento de los jueces sostienen que los jueces deciden teniendo en cuenta las amenazas que pueden poner en riesgo su continuidad o la implementación de sus decisiones. Se supone que cuando los jueces consideran que el poder político tiene recursos institucionales para desplazarlos, sus decisiones tienden a ser más complacientes y viceversa. Puede conjeturarse, entonces, que la convivencia de múltiples causas, algunas sólidas y otras dudosas, permite a los funcionarios judiciales acomodar y ajustar sus decisiones y el avance de las mismas a sus presunciones respecto de las amenazas institucionales que enfrentan.
La multiplicidad y coexistencia de causas les permite hacer avanzar algunas de ellas si eso es necesario porque saben que “fallas” procedimentales les permitirán revertir dicho avance si eso se requiriera. Los funcionarios judiciales saben que los procesos suelen insumir un tiempo considerable y que decisiones opinables tomadas en t1 pueden ser revisadas en t2 si las condiciones políticas lo exigiesen. Por lo tanto, mientras la factura dudosa de algunas causas permite a los funcionarios judiciales revertir la marcha de ciertos procesos cuando los balances políticos se modifican, la multiplicidad de causas les permite balancear la orientación de las decisiones y congraciarse con los distintos públicos que observan su comportamiento. En consecuencia, las “fallas” que presentan estos procesos no deben ser vistas solo como producto de la impericia o de las preferencias ideológicas de los funcionarios judiciales, sino también como oportunidades o válvulas de escape que los habilitan a navegar y ejercer la función judicial en contextos marcados por fuertes presiones políticas y de la opinión pública.
Los flancos débiles de estos procesos se transforman en instrumentos y oportunidades que permiten a los funcionarios judiciales adaptarse a las circunstancias en las que tienen que decidir. Es la factura aparentemente deficitaria de los procedimientos la que habilita la reversión de los mismos y les permite navegar entre circunstancias cambiantes. Desde esta perspectiva, los funcionarios judiciales no son solo víctimas de presiones políticas ante las que deben acomodarse y protegerse sino también actores que, en contextos volátiles, adaptan, utilizan y crean instrumentos para transitarlos. Es más, es probable que en este tipo de contextos los funcionarios judiciales tengan más incentivos para utilizar este tipo de instrumentos opinables, cuyos efectos puedan ser revertidos. Necesitan protegerse de avatares futuros inciertos y necesitan herramientas que les permitan adaptarse y posponer decisiones definitivas. Independientemente de las críticas morales que puede despertar este uso de los procedimientos, la hipótesis avanzada permite entender por qué en ocasiones los actores judiciales utilizan procedimientos dudosos y por qué aceptan iniciar en forma simultánea múltiples causas contra un mismo imputado.
Los casos de “lawfare” también se diferencian de los casos en los que se denuncia persecución judicial por el uso del término como recurso retórico defensivo. En este formato la denuncia de “lawfare” se convierte en un “acto de habla” (speech act), cuya enunciación cuestiona y cubre con un manto de sospecha la legitimidad de los intentos de controlar la legalidad de actos gubernamentales. A diferencia de lo que sucede con el “lawfare” cuando es denunciado como una práctica, la efectividad del “lawfare” como acto de habla es inmediata. La aceptación del término en el contexto latinoamericano facilitó su inclusión en el lenguaje cotidiano y su estiramiento conceptual. En este nuevo registro, el término se utiliza para caracterizar al inicio de procedimientos judiciales contra exfuncionarios electivos independientemente de la existencia de irregularidades procesales.
Si bien el “lawfare” —como práctica y como acto del habla— tiene funciones diversas, los dos formatos se complementan. Cuando el “lawfare” es denunciado como una práctica, sus denunciantes subrayan la intención ofensiva de sus adversarios políticos, que la utilizarían para neutralizarlos políticamente. Cuando el “lawfare” opera como un acto de habla es un recurso retórico defensivo que permite a aquellos que denuncian su existencia cuestionar la legitimidad de la revisión de sus actos. Los dos formatos se complementan. Los procedimientos dudosos que, en ocasiones, presenta la práctica del “lawfare” vuelven verosímiles las denuncias retóricas que afirman su existencia, aun en casos donde no hay constancia de irregularidades. Como acto de habla, el “lawfare” opera en forma análoga a aquellas situaciones en las que en un evento deportivo un jugador denuncia ser víctima de una falta y presiona por la detención del juego. Haya existido o no la falta, el juego se interrumpe porque los involucrados saben que es plausible que la misma pudo haber ocurrido. Cuando al grito de “foul” un jugador logra detener el juego consigue no solo su cometido inmediato, sino también desviar y enrarecer el juego creando sospechas sobre el comportamiento de sus rivales. A partir de ese momento, el partido es otro”.
SOBRE LO RECICLADO (O “REFRAMED”)
“En Latinoamérica el término “lawfare” empezó a circular en 2016 a pesar de que la mayoría de los rasgos que lo caracterizarían ya estaban presentes en los casos en que se denunciaba persecución judicial. Estas circunstancias sugieren que el uso latinoamericano del término es en realidad un caso de “reframing” (reencuadramiento) antes que un fenómeno novedoso. El análisis de los casos de persecución por delitos de corrupción ocurridas en América Latina entre 2000 y 2020 muestra que las irregularidades procesales denunciadas no son novedosas y que la afiliación ideológica de los perseguidos e inhabilitados es diversa. Esto no minimiza la gravedad de las irregularidades, pero indica que las denuncias sobre la existencia de “lawfare” parecieran enmarcarse en lo que la literatura caracteriza como procesos de reencuadramiento (“reframing”) de conflictos políticos y sociales.
Nombrar viejas situaciones con otro término permite comprender un fenómeno preexistente con nuevos parámetros interpretativos. Cómo llamamos a las cosas, cómo las denominamos son pasos fundamentales en la historia de un conflicto. El proceso de reencuadramiento cuyo primer síntoma aparece como una lucha por imponer la etiqueta es una disputa por establecer la agenda de temas que deben ser discutidos y la interpretación con la cual los mismos deben ser analizados. Estos marcos interpretativos brindan instrumentos para organizar y entender la experiencia, identifican los agravios que deben ser reparados y los responsables/culpables antes los cuales reclamar. El reencuadramiento del fenómeno de persecución judicial como “lawfare” convierte al control de la conducta de los funcionarios públicos en actos partisanos, creando, a la vez, víctimas que necesitan ser reparadas y ejecutores que deben ser denunciados y castigados.
Nombrar e imponer la etiqueta con la cual identificar un fenómeno tiene otra consecuencia: constituye al problema como algo distinto, único y no asimilable a situaciones precedentes. Es justamente esta supuesta condición inédita la que justifica la aparición de una denominación novedosa. Los casos considerados en este artículo muestran cómo la consolidación de la nueva etiqueta permitió reconvertir una práctica tradicional y con antecedentes en la región en un fenómeno sin precedentes y merecedor de una atención particular. Sabemos que la operación de reencuadramiento fue exitosa porque los imputados individuales se transformaron en miembros del colectivo de víctimas damnificadas por la aparición de un fenómeno supuestamente nuevo. El estiramiento conceptual facilitó la eficacia del reencuadramiento ampliando la coalición de los identificados como damnificados y las conductas comprendidas en la etiqueta.
En el caso particular de la conversión de la persecución judicial en “lawfare”, esto implicó la inclusión de casos caracterizados por la presencia de irregularidades procesales, de otros que, aun cuando no presentaban irregularidades, perseguían a líderes políticos de izquierda y de otros en los que se perseguía con procedimientos legítimos a funcionarios políticos que ocuparon cargos políticos relevantes. Todas estas transformaciones permiten afirmar que lo que en el contexto latinoamericano se ha dado en llamar “lawfare” es producto de un eficaz proceso de “reframing”.
Catalina Smulovitz (Universidad Torcuato Di Tella-Consejo Nacional de investigaciones Científicas y Técnicas-Argentina): “Del “descubrimiento de la ley” al “lawfare” o cómo las uvas se volvieron amargas” (Revista SAAP-2022).
18/11/2024 a las 10:59 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
¿Quién se hará cargo de Cristina Kirchner?
Joaquín Morales Solá
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
17/11/024
Por fin se supo que Cristina Kirchner se propuso llevarlo al peronismo a la cárcel. ¿Cómo se explicaría, si no, el arrebato de la expresidenta para liderar el Partido Justicialista, con el que nunca se identificó, poco antes de ser condenada a prisión? Una vieja anécdota cuenta que cuando el entonces senador Antonio Cafiero le pidió a ella, también senadora en aquella época, su firma para levantar una estatua en homenaje a Perón, Cristina Kirchner le respondió: “Jamás firmaré nada para honrar a ese viejo traidor”.
Haya sido su propósito o no, lo cierto es que el partido de Perón dará con sus huesos en la cárcel el día en que Cristina Kirchner deba cumplir la prisión efectiva con la que ya la condenaron nada menos que por el delito de administración fraudulenta del Estado. Extraña que el peronismo, un partido de poder que nació bajo la sombra del poder, no reaccione ante los caprichos políticos de quien fue su jefa en los últimos 14 años. El peronismo fue más frío e implacable con Carlos Menem o con Eduardo Duhalde; los colocó en la alcantarilla de la historia no bien se quedaron sin poder electoral. En su ofensiva actual, es posible que Cristina Kirchner aspire también a ser candidata a diputada nacional por la provincia de Buenos Aires en las elecciones del próximo año. ¿Podrá serlo? Sí, salvo que el Congreso sancione la ley de ficha limpia, que promueve el partido de Mauricio Macri con el apoyo del radicalismo. La reciente sentencia de la Cámara de Casación, que ratificó la pena que le impuso a Cristina el tribunal oral, será recurrida ante la Corte Suprema de Justicia, pero, según funcionarios judiciales, no llegará al máximo tribunal hasta mediados de febrero próximo. Cristina será inhabilitada para ejercer cargos públicos durante su vida, pero esa condena será efectiva, junto con la prisión, cuando la ratifique la Corte Suprema. Todas las partes, incluido el fiscal, pidieron o pedirán prórrogas de hasta cien días para presentar el recurso extraordinario ante la Corte. Nadie le dará, seguramente, cien días a nadie, pero alguna postergación habrá.
El problema es que la Corte Suprema quedará a partir del 29 de diciembre solo con tres jueces porque ese día el juez Juan Carlos Maqueda cumplirá 75 años y se jubilará. Al ser un tribunal de cinco jueces, la mayoría es de tres; es decir, sin Maqueda no podría haber una resolución de la Corte con dos votos contra uno. Por lo tanto, los tres magistrados que quedarán (Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz y Ricardo Lorenzetti) deberán votar en forma unánime o, en caso de disidencia de alguno, deberán convocar a conjueces, que por lo general surgen de un sorteo entre los presidentes de las cámaras federales. El caso de Cristina Kirchner podría alargarse y es probable que ese sea el argumento de Milei para nombrar por decreto al juez federal Ariel Lijo como juez en comisión de la Corte Suprema, sin el constitucional acuerdo del Senado. Un zafarrancho jurídico, que es probable que ni el propio Lijo lo acepte. Pero todo es posible cuando se tiene, como el mileísmo, tan poco apego a las instituciones y cuando, como Lijo, está a punto de conocer cómo es el cielo. Es probable ese adefesio jurídico, además, porque el Gobierno vive su mejor primavera política desde que asumió y, sobre todo, porque casi todos los economistas serios prevén una inflación anual para el año próximo de entre el 25 y el 40 por ciento y un crecimiento de entre el 4,5 y el 6 por ciento. “Nosotros estamos seguros de que la inflación será cero el año que viene y de que creceremos al 10 por ciento”, replican funcionarios cercanos a Milei, disconformes con los excelentes pronósticos de los economistas ortodoxos. Nada los conforma. Solo está trabando el acuerdo senatorial a Lijo la sensación de muchos senadores de que Cristina Kirchner no le dará ese gusto a Milei luego de que este festejara su condena y de que, encima, se atribuyera la facultad de negarle su jubilación y la pensión por su marido muerto. Las dos jubilaciones juntas son una injusticia sin nombre ni medidas, pero las aprobó un juez. Un juez seguramente malo y tendencioso, pero debe ser la Justicia la que revoque la decisión de un juez y, en todo caso, la prive también de su jubilación como presidenta. Toda sobreactuación es una mala receta política.
En ese contexto, entró en discusión si el Gobierno apoyará en los próximos días, en la Cámara de Diputados, el proyecto de ficha limpia. Es evidente que Milei juega a polarizar con Cristina Kirchner en las elecciones legislativas de 2025. Cuidado: las encuestas más serias la dan ganando a Cristina en la provincia de Buenos Aires, sobre todo por su peso en el monumental conurbano pobre, frente a Karina Milei, que sería la mejor candidata del oficialismo por portación de apellido. Ojo: el macrismo también apostó a la polarización con la expresidenta y Cristina Kirchner terminó apoltronada en la butaca de los vicepresidentes. Macri adelantó ahora entre íntimos que no hará concesiones con el proyecto de ficha limpia y no por Cristina Kirchner, sino porque es hora, dicen los macristas, de poner gente honesta en los cargos de la política. Ese proyecto, si es aprobado por Diputados y luego por el Senado, le impedirá a Cristina ser candidata en las elecciones del año próximo. La conclusión consiste en que la candidatura –o no– de la expresidenta en 2025 depende ahora más de la política que de la Justicia. En este caso podría haber una coincidencia en la práctica entre el mileísmo y Cristina Kirchner: Milei parece necesitarla como adversaria y ella no quiere que una ley de ficha limpia la expulse de las elecciones por venir.
La Cámara de Casación privilegió en el caso Vialidad el doble conforme de una sentencia para facilitar –y agilizar, por qué no– la decisión de la Corte Suprema. Esa cámara le fijó a Cristina Kirchner la misma pena que estableció el tribunal oral que la juzgó hace un año y medio por la corrupción en la obra pública. Si existieran dos condenas distintas de dos tribunales diferentes, la Corte necesitaría mucho más tiempo para decidir. Los plazos judiciales podrían ser interminables en ese caso. Todavía faltan, además, el juicio oral y la condena por Hotesur y Los Sauces, las dos empresas de la familia Kirchner, en las que supuestamente se lavó el dinero de la corrupción que se obtuvo con las obras públicas. Mediante licitaciones amañadas, esas obras fueron puestas en manos de Lázaro Báez, el histórico amigo de los Kirchner. Gustavo Hornos, Diego Barroetaveña y Mariano Borinsky, los jueces de Casación que acaban de confirmar la condena del tribunal oral a Cristina Kirchner, seguramente le aceptarán a esta que recurra ante la Corte Suprema para que revise la decisión de ellos. No le negarán esa posibilidad. Ya tuvo suficiente tiempo para declararse como la más grande perseguida en la historia de la humanidad desde de los mártires cristianos.
El macrismo hará todo lo que pueda –y lo que no, también– para restablecer en su plenitud la ley de acceso a la información pública, que esa corriente política considera uno de los grandes logros de su gestión. Es cierto que el país ascendió muchos escalones en los índices internacionales de transparencia desde que se aprobó esa ley en el gobierno de Macri. Pero Milei dictó hace poco un simple decreto por el que restringió seriamente los alcances de la ley que les permitió al periodismo y a la Justicia conocer los ingresos a la residencia de Olivos durante los gobiernos de Macri, de Alberto Fernández y del propio Milei. Los progresos de la Justicia sobre la fiesta en Olivos en plena cuarentena, en el gobierno del Fernández presidente, fueron posibles por esa ley; hoy tales reclamos de los jueces no serían viables. Milei la consideraría información íntima que debe permanecer en reserva, según su decreto que modificó la ley de Macri. El macrismo adelantó también que se opondrá al proyecto del gobierno de aplicarles el IVA a los medios periodísticos; lo hará para que le sea más accesible a la gente común el conocimiento de lo que sucede en la sociedad, en la política y en el mundo. Existe también un mejor argumento: fue una decisión para dañar claramente a los medios, porque les mantuvieron las exenciones a los libros, los espectáculos deportivos, los recitales, los shows, los teatros y los cines. Milei podría conseguir otra vez la extraña alianza de Cristina Kirchner siempre que se proponga molestar a los medios periodísticos y a los periodistas.
Karina Milei y Santiago Caputo (a los que se agregó últimamente el jefe de Gabinete, Guillermo Francos) miran torvamente a Macri. Sostienen la teoría de que la cercanía con el expresidente es innecesaria. “El voto de Pro ya es nuestro, dicen al lado de ellos, y la figura de Macri podría eclipsar a Milei”. Javier Milei es el único que siempre tiene buenas referencias públicas sobre Macri. La pregunta que nadie responde es si aquella posición de su hermana y de su poderoso asesor cuenta con la aprobación del Presidente. Resultaría extraño que la respuesta fuera que no en un gobierno con el poder tan concentrado en una sola persona.
Sin embargo, Milei demostró más astucia política que su hermana y que el influyente asesor. Legisladores que responden directamente al jefe del Estado aseguran que este nunca dejó de tener en cuenta que Macri le asegura a Milei el derecho de veto en el Congreso. Los vetos presidenciales pueden ser rechazados solo con los dos tercios de los legisladores presentes de cada cámara del Congreso. Pro cuenta con 38 diputados nacionales y Milei tiene 42. El tercio indispensable en Diputados requiere de 86 diputados. El oficialismo debe buscar un puñado de votos más, que generalmente los consigue entre peronistas apátridas. Pero sin los 38 diputados de Macri sería una misión imposible alcanzar el tercio que necesita para evitar los dos tercios de la oposición. Ni la política ni la aritmética legislativa se interesan por la conservación del derecho de veto de Milei; es la economía la que está pendiente de si el poder seguirá en manos de un presidente inexperto y frágil.
18/11/2024 a las 11:02 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
El bombero apagó el incendio, pero el futuro es un enigma
Jorge Fernández Díaz
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
17/11/024
En la jerga de los bomberos profesionales al fuego desatado le dicen la bestia. La Argentina era, sin exageraciones, un edificio en llamas y nosotros nos estábamos quemando vivos. El bombero ingresó con su brigada, apagó en un año el incendio –quedan igual algunos focos ígneos– y nos salvó de morir calcinados. Se le agradecen los servicios prestados en esta emergencia: fueron eficientes, y los números inflacionarios están a la vista; también la baja del riesgo país y la provisoria estabilidad del dólar, y los tibios pero certeros frenos a la abismal caída económica con la que se pagó toda esta impresionante operación de enfriamiento.
A eso podemos añadir que encontró una manera un tanto silvestre pero bastante efectiva de gobernabilidad espasmódica con blindaje circunstancial de vetos y con improvisación de boicots a distintas movidas opositoras en el Parlamento; les dobló el brazo a los piqueteros y sindicalistas más activos y corruptos y recuperó una cierta sensación de orden público. Es un balance coyuntural, precario y lleno de argumentos discutibles, pero al menos la bestia parece acorralada. El edificio, como consecuencia de las maniobras, quedó destruido por dentro, lleno de escombros humeantes, parece por momentos inhabitable, y ahora surgen dudas acerca de si el socorrista será capaz de pasar a una segunda fase: sanar a los heridos, contusos y chamuscados, y reparar y reconstruir con idénticas pericia y premura la casa de los argentinos.
Aquí es donde comienzan a advertirse los problemas mayores, tanto en los recursos intelectuales –atados a dogmas– para llevar a cabo semejante faena de resurrección, como en el diseño final que anida en la cabeza del jefe de la autobomba. Un ejemplo muy significativo surgió esta misma semana, cuando Federico Sturzenegger tuiteó lo que parecía una boutade; el Presidente de la Nación la respaldó, no obstante, como una de las nuevas verdades mileístas: “Para cada necesidad, habrá un mercado”. Esta “genial frase”, según Milei, es la inversión de la famosa máxima evitista: “Donde existe una necesidad nace un derecho”. Ambos aforismos –uno modulado desde el mercado total y otro articulado desde el estatismo más cerril– son igualmente equivocados. Del segundo está plagada de penosa evidencia la historia reciente; del primero puede decirse que ignora el hecho de que las naciones más desarrolladas progresaron con economías mixtas y que muchas necesidades no encuentran su mercado, precisamente porque nadie puede obtener allí una rentabilidad contante y sonante. Un puente, una escuela o un hospital pueden ser esenciales para determinadas poblaciones, pero pueden no constituir un buen negocio para ningún privado que deba construirlos. El libertarismo es una fe extrema –el peronismo chavista también lo era–, y entonces se vislumbran ciertas dificultades: los hombres de empresa –librados a sus balances y a su lógico provecho– no lograrán por sí solos arreglar muchos de los tantísimos objetos rotos del edificio carbonizado.
Otro de los interrogantes se vincula con la cariñosa relación entre Javier Milei –su gabinete de groupies celebró el triunfo electoral en Estados Unidos con corbatas rojas– y su ídolo Donald Trump, que tiene como idea nodal ser un industrialista y aumentar –con escandaloso dirigismo– aranceles para impedir que otros países penetren con sus productos en el mercado norteamericano. El trumpismo se considera un cruzado contra “la teología del libre comercio radical” (sic). Milei y Trump se tienen gran simpatía, pero solo se parecen en algunos asuntos secundarios, si se comprende la importancia capital de esta gran contradicción entre un anarcocapitalista y un proteccionista nato: ambos replican las danzas tan poco afortunadas de mediados del siglo pasado, cuando la derecha subdesarrollada –muy obsequiosa– prometía apertura total, y la derecha imperial –muy agradecida– colocaba sus capitales y excedentes, pero a su vez cerraba sus compuertas.
El mundo cambió, pero algunas cosas nunca cambian. Tampoco la incomodidad que para el populismo de derecha de todas las latitudes representa la democracia republicana, esa estrecha camisa de contrapesos que le impide ser libre para imponer sus ideas hegemónicas. A propósito, ya por estos lares algunos cuadros académicos afines al León han reivindicado la ocurrencia de emprender una reforma constitucional para instaurar un Nuevo Orden. Veinte años pidiendo que se respete la Constitución nacional, que era violada todas las semanas por el kirchnerismo, y ahora resulta que esa misma Constitución es socialista y debería ser reemplazada. ¿No es gracioso? No, en verdad no tiene la menor gracia. Tampoco que el Gobierno haya resuelto, en nombre de toda la sociedad, que el cambio climático es indubitablemente una estafa, obviando así catástrofes que padece a diario el planeta y contradiciendo relevantes trabajos científicos hechos en las capitales más sofisticadas de Occidente; o que los aborígenes carecen de derecho a reclamo en cualquier caso, o que las mujeres y las niñas no deben ser protegidas de la “violencia en los espacios digitales”. Esta última votación en la ONU nos dejó incluso lejos de Estados Unidos e Israel y de otros 168 países, y en una posición cercana –aunque menos negadora– a Corea del Norte, Irán, Nicaragua y Rusia, que solo se abstuvieron. Es que esta hiperderecha argenta tiene una soberbia increíble y, sobre todo, varias verdades reveladas, y estas siempre conducen a una ideología única y tienden a generar, en nombre del bien, un sistema sin alternancias ni disidencias, la propensión a explicarle al mundo cómo debe manejarse y un notable culto a la personalidad. Milei no quería guiar corderos sino despertar leones. Pero en el primer año de gestión solo consiguió una manada disciplinada de corderos acríticos que únicamente tiran tarascones a los desobedientes. Quizá no le interesen realmente a nadie estos reparos y escrúpulos republicanos en los oscuros corredores de nuestro maltrecho edificio, puesto que cuando uno salva el pellejo por muy poco tiende a olvidar los detalles, disculpar a los pecadores e incluso concederles erróneamente alguna razón que no tienen. Los vecinos están muy agradecidos con el bombero y ruegan que el fuego no se reinicie. Es comprensible, pero cuidado con permitirle al “salvador de la patria” que haga lo que quiera con la patria. Todos podemos luego pagar muy caro esa distracción, esa indulgencia tan humana como peligrosa.
18/11/2024 a las 11:07 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Todo puede pasar cuando el León ruge
Eduardo van der Kooy
Fuente: Clarín
(*) Notiar.com.ar
17/11/024
Un tuit de Javier Milei sirvió para exteriorizar el escenario político que el líder libertario imagina en los próximos tiempos. Seis líneas le alcanzaron para delinearlo. Recordó que aquellos que lo criticaron por no hablar de Cristina Fernández en campaña son los mismos que hoy hablan de respeto a las instituciones. Palo indisimulado para Mauricio Macri. Continuó que durante este gobierno la Justicia confirmó la condena e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos a la ex presidenta. Podemos afirmar que es culpable de actos de corrupción, remató.
La interpretación política de aquel texto no podría resultar demasiado alambicada. El Presidente desea que La Libertad Avanza pueda subsumir al PRO a medida que se aproxime la definición de la estrategia electoral. Pretendería, por otra parte, encontrar a Cristina condenada y con un liderazgo menguante como gran rival. Sería la receta, de paso, para esterilizar cualquier manifestación partidaria que pretenda distanciarse de los extremos. ¿Con ese hipotético panorama hacia dónde podrían fugar los votos del macrismo disconforme?, ¿Qué sucedería con la construcción centrista?, interpelan en la Casa Rosada. “Están atrapados”, vaticina uno de los pocos ministros que exhibe baqueteo político.
Resultaba impensado hace once meses que el mileísmo pudiera vivir como lo hace ahora un tiempo de auge. Sostiene la estabilidad macroeconómica. Conserva sosegada con la baja de la inflación a una mayoría social que soporta estoicamente el ajuste y la recesión. Goza del enorme desconcierto opositor. Apostó un pleno a la victoria de Donald Trump y acertó. Se acaba de florear en Miami, en una cumbre conservadora, con el presidente electo de Estados Unidos. En el gabinete republicano habrá desde enero dos hombres cruciales para Milei. Su amigo Elon Musk, dueño entre tantas cosas de controvertida red X, será por un año encargado del Departamento de Eficiencia Gubernamental. Tal vez, émulo de Adolfo Sturzenegger, el ministro que desregula todo aquí. El otro será el secretario de Estado, Marco Rubio, que conoce como pocos al “león libertario” y a los complejos pliegues de la política argentina.
El sorprendente afianzamiento de Milei podría encontrar un parangón en los comienzos de siglo. Néstor Kirchner fue también un mandatario débil (ganó con el 22% de los votos) que se consolidó por un camino inverso al de Milei. Necesitó de una estructura política que transformó (el peronismo en kirchnerismo) y de un contexto económico favorable que supo administrar para construir consenso en la sociedad. Le bastó con ese molde para armar un enorme sistema de corrupción que tuvo como eje al empresario preso Lázaro Báez. Lo heredó Cristina sin querer cambiarlo. Ahora lo paga.
El libertario se apalancó únicamente en los votos para desarmar el explosivo que le dejaron. Apunta a construir una fuerza partidaria que le permita prolongar la vida política en el poder. El país está en los umbrales de la reconfiguración del mapa político como sucedió a partir del 2003. Tallaron desde entonces el kirchnerismo y el macrismo, que abrieron las puertas a un sistema de coaliciones. Así como se conocieron hasta el año pasado no existirán más.
Podría rescatarse otra analogía, a lo mejor, entre Milei y Kirchner. El ex presidente ganó autonomía definitiva cuando en 2005 decidió romper con Eduardo Duhalde, su mentor. ¿Estaría buscando lo mismo el líder libertario con Macri en las legislativas del año que viene? No hay certeza, pero se descubren indicios. El trabajo de zapa mileísta con gobernadores del PRO (Entre Ríos, Chubut), algunos radicales (Santa Fe y Mendoza) y un par de peronistas (Catamarca y Tucumán) resultó determinante para el naufragio en Diputados del intento opositor para modificar la reglamentación de la Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU). El corazón de la gestión presidencial. Ha dictado por ahora 46, más uno que, en verdad, encubrió cientos de proyectos: la llamada Ley Bases.
El triunfo del Gobierno era previsible, además, por otras razones. Por un lado, la dispersión de Unión por la Patria, donde la puja por la conducción del PJ que terminó conquistando Cristina dejó heridas. También, las diferentes miradas entre aliados y opositores. El PRO sostuvo que aquellas modificaciones atentarían contra la gobernabilidad. Nunca opinó de esa manera mientras gobernaron Cristina, Macri o Alberto Fernández. Los radicales pugnaron por establecer una fecha de vigencia a partir del 2026. El bloque heterogéneo de Miguel Angel Pichetto bregó por la sanción inmediata, basado en una presunción: Milei burlará cualquier límite institucional si la situación económica lo sigue favoreciendo en los meses venideros.
La descripción de aquella diáspora, donde figuran el kirchnerismo y el PJ, podría explicar un cambio de postura sustancial que se advierte en Cristina. Cuando recibió la primera condena en 2022 se apuró en avisar que no sería candidata a nada. Aun antes de que ese fallo fuera ratificado la semana pasada por la Cámara de Casación, denunció un comportamiento público que hace presagiar que en 2025 volvería al ruedo electoral. En la primera ocasión creía estar cobijada por los dos años en el poder que le restaban a Alberto. Confiaba también en la alquimia que representó Sergio Massa para no sentirse a la intemperie. Ocurrió lo de Milei y su techo se derrumbó.
Las urgencias contaron con dos registros. El vergonzante canto de la marcha peronista que hizo Cristina en su primera presentación como tutora del PJ en el gremio de SMATA, rodeada por burócratas a los cuales siempre denigró. Recurrió a malabarismos para colocarse al frente de la celebración del Día de la Militancia que se hará hoy en Santiago del Estero. Evitó Buenos Aires por la tirantez con Axel Kicillof. A Formosa, para no quedar encerrada en el condado separatista de Gildo Insfrán. A Tucumán y Catamarca porque Osvaldo Jaldo y Raúl Jalil actúan como colaboracionistas de Milei. Debió rendirse ante el ofrecimiento de Gerardo Zamora. El santiagueño hizo borrar a tres legisladores para que se tumbara en el Congreso la nueva modificación de los DNU. No tuvo otra alternativa. Flacura actual que contrasta con el poderío que en el NOA-NEA supo poseer siempre el peronismo.
La premura de Cristina por montarse en una campaña que todavía no es, apuntaría, sobre todo, a coagular la dispersión. Conoce que el Interior del país ha dejado de ser su fuerte. Por ese motivo sus movimientos están enfocados en Buenos Aires. En el Conurbano, donde Milei aún chapotea. Debe, para eso, reconciliarse con el gobernador y poner fin a la refriega que sostiene con La Cámpora, conducida por Máximo, su hijo.
La ex presidenta estará forzada, en simultáneo, a tragar algún sapo. Reformular un libreto que parece incinerado. En 2022 afirmó que nunca se iba a exponer a hacer campaña para que le griten “chorra”. Puede ocurrir ahora. Se refugió en un feminismo vulnerable al asegurar que la Cámara de Casación ratificó sus seis años de condena por su condición de mujer. El encierro la indujo a lanzar un elogio a favor del nacionalismo de Trump.
Cristina necesita recuperar una épica para su narrativa. La comparación con Lula, por caso, que luego de haber estado preso volvió a ser candidato y derrotó a Jair Bolsonaro. O el reflejo del propio Trump que, con cuatro juicios en sus espaldas y la prepotencia en la piel, volvió a ser consagrado en Estados Unidos. La ex presidenta y sus laderos gritan un boicot, una persecución o un intento proscriptivo. Palabras que chocan con evidencias.
La causa por Vialidad en la cual fue condenada atravesó tres instancias (primera, Tribunal Oral, Cámara de Casación) en cada una de las cuales los argumentos centrales resultaron ratificados. Sobre todo, la vinculación con Baez que la defensa de Cristina nunca logró explicar. Aquel recorrido insumió la actuación de más de 20 jueces y fiscales. Entre ellos, varios que llegaron a sus cargos en épocas kirchneristas. También intervino la Corte Suprema, vale recordar: trató centenares de recursos interpuestos por Cristina. En ningún caso objetó el progreso de la causa judicial. ¿Puede pensarse que semejante procedimiento respondió solo a una maquinación maquiavélica?
La presunta proscripción denunciada tampoco tendría asidero. Cristina podrá ser candidata porque la Corte Suprema no abordará su causa por lo menos hasta el 2026. Los jueces no piensan interferir en un año electoral. La amenaza de la ley de Ficha Limpia que podría sancionar el Congreso sería solo eso. A fin de noviembre se acaban las sesiones ordinarias. Milei debería prolongarlas o enviarlas a extraordinarias. Diputados y senadores, en acuerdo no escrito, jamás abordan cuestiones electorales en el mismo año que se vota. La hipotética reglamentación debería, finalmente, atravesar el muro del Senado. Un interrogante: ¿le interesa al Presidente que Cristina sufra algún traspié insalvable en su carrera electoral?.
La realidad indica que no. En ese marco se inscribe la decisión de cancelar la jubilación de privilegio de Cristina. Obscena, aunque amparada por una ley menemista de 1991. Abarca, incluso, a viudas de ex presidentes militares. Se trata de una decisión discrecional e inevitablemente judiciable. Le sirve a Milei para atizar el espíritu de su clientela. La arbitrariedad ocurre en otros planos. Diana Mondino fue cesada como canciller por el voto en la ONU a favor de Cuba disociado de Estados Unidos e Israel. En el mismo foro nuestro país acaba de votar en contra de un proyecto para resguardar de la violencia a mujeres y niñas. Fue el único país. Washington y Tel Aviv estuvieron en otra vereda.
Todo es posible cuando, aventuradamente, se alinean los planetas y la sociedad consiente.
18/11/2024 a las 11:11 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Javier Milei sin filtro | La fase salvaje del proyecto libertario
Martín Rodríguez Yebra
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
17/11/024
Javier Milei había preparado un broche de oro para su discurso en la cena de gala en Mar-a-Lago, delante del anfitrión Donald Trump. Quería ofrecerle, cara a cara, una alianza global con Estados Unidos, Argentina, Italia e Israel como líderes. No pudo ser. Como habló en castellano, la traducción le comió el tiempo. Una conductora se subió al escenario a despedirlo antes de que pudiera leer el último párrafo y hacer después su gracia final, con la invocación a las “fuerzas del cielo” el “viva la libertad, carajo”.
Fue apenas un matiz de incomodidad en una excursión soñada para el Presidente. Se abrazó a Trump con el fervor de un fan y se emocionó cuando el dueño de casa lo felicitó desde el atril. Compartió risas con Elon Musk, a quien llama “amigo”. Tiró golpes imaginarios con Sylvester Stallone. Hizo bailecitos. Más que Palm Beach parecía Disney. La propuesta del nuevo orden mundial la pudo formular al día siguiente, en el desayuno, aunque Trump no estaba en el salón.
Es prematuro saber si el próximo presidente de Estados Unidos querrá ubicar a Argentina en la lista de sus prioridades. Una cosa es la simpatía personal y otra los intereses políticos. Trump le abrió a Milei la puerta de su mansión, pero tardó una semana en llamarlo para oír sus felicitaciones por el triunfo electoral. Quiso el destino que fuera justo después de atender al socialista español Pedro Sánchez, el gobernante que más desprecia Milei.
Más allá de lo que ocurra en adelante, el vuelco político en Estados Unidos ya provoca un impacto sensible en Milei. Lo vive como una confirmación de su misión trascendental para combatir “al virus socialista” en el mundo. Se los dijo a los aportantes conservadores que lo oyeron en Mar-a-Lago: “Me siento como un profeta en una distopía aún evitable”.
Este Milei post-Trump reniega de toda inhibición. Avanza hacia un liderazgo que tiene rasgos “salvajes”, como él mismo sugirió el miércoles en la cena de la Fundación Faro, creada con el fin de recaudar fondos para la evangelización libertaria.
Sus palabras ante los ideólogos del nuevo credo oficial están llenas de pistas sobre el futuro. “¿Ustedes van a enfrentar a los kukas con buenos modales? ¡Se los van a llevar puestos! Solamente un imbécil puede creer algo así”, dijo, en un mensaje que parecía apuntar a Mauricio Macri y los aliados que le sugieren mesura. Los que se preocupan por las formas, dijo, pretenden razonar con alguien que les pone una pistola en la cabeza: “Van a terminar con la cabeza agujereada, muchachos. Esto es así de salvaje”.
Se presentó como el líder del “partido de los trabajadores”, una incursión sugestiva en territorio del peronismo. Advirtió que está dispuesto “a usar las armas del enemigo” y dar una batalla en todos los terrenos de la vida pública.
Del lado opuesto está, a su juicio, lo que Santiago Caputo llama el “partido del Estado”. Ubicó ahí prácticamente a todos sus antecesores, al periodismo crítico y a los empresarios que viven de lo público. Quiso el destino que en primera fila lo aplaudiera a rabiar José Luis Manzano, exministro de Carlos Menem, accionista de Edenor y otras empresas, histórico mecenas massista y ahora fervoroso aportante a la Fundación Faro. El privilegio de quedar a un paso de Milei cuando se fundió en un abrazo con Luis Caputo paga de sobra los 40.000 dólares que costaba el cubierto en las mesas nobles.
El ideólogo Agustín Laje, presidente de la nueva fundación mileísta, desgranó con más detalle qué significa “usar las armas del enemigo”. Llamó a “aprovechar la ventana de oportunidad” para impulsar un cambio en los valores de la sociedad. El éxito de la Argentina libertaria “no puede reducirse a la economía”, advirtió. El proyecto político debe “hacerse carne en la cultura, en el corazón y en la mente de las personas”. Hay que prescindir de la corrección política y enfrentar decididamente a la izquierda desde la derecha. Los males por combatir incluyen el feminismo, el ambientalismo, el indigenismo, la perspectiva de género.
Las votaciones solitarias de la Argentina las Naciones Unidas contra proyectos sobre violencia contra las mujeres y derechos de poblaciones aborígenes, así como el retiro de la delegación que viajó a la cumbre climática de Azerbaiyán, son un anticipo de lo que vendrá. Milei supone que se coloca así a la vanguardia de los vientos que soplarán con Trump en el poder.
A nivel diplomático un liderazgo ideológico y extremo plantea un reto para alguien que maneja un país que no es precisamente una potencia. Lo notará seguramente en estas horas cuando reciba al francés Emmanuel Macron, fervoroso impulsor de la lucha contra el cambio climático y al que los gurúes libertarios argentinos han acusado de promover la “agenda homosexual y transgénero” en los recientes Juegos Olímpicos de París. Como buen equilibrista, Macron seguramente centrará el diálogo con Milei en cuestiones vinculadas a inversiones francesas en el país. Pero no dejará de desafiar la batalla cultural mileísta con un homenaje a los desaparecidos durante la dictadura, en su visita a la Iglesia de la Santa Cruz.
Milei le tiró un sutil dardo a Macron en Mar-a-Lago, cuando soñó en voz que la Italia de Giorgia Meloni –rival acérrima del francés– sea quien lidere la “vieja Europa”.
El lunes tendrá la experiencia del G-20, en Río de Janeiro, un club todavía dominado por el enemigo ideológico. Se reunirá por primera vez con Xi Jinping, bestia negra de Trump. A veces se puede ser cordial con los diferentes: él mismo descubrió que los chinos son unos comunistas particulares, unos “socios que no exigen nada, sólo que no los molesten”. Resta, además, un morbo especial por ver cómo saludará al anfitrión, Lula Da Silva.
Un nuevo “vamos por todo”
En el plano local, el Gobierno usa “las armas del enemigo” contra la corporación política. El reconocimiento social a la baja de la inflación y a la estabilidad del dólar son energía para la construcción de un poder hegemónico. El espejo del kirchnerismo en sus años dorados de crecimiento a tasas chinas marca un rumbo posible.
Milei no piensa esperar para ejecutar su versión del “vamos por todo”. Desde la llegada de los libertarios, pocas veces como esta semana quedó en evidencia la desproporción entre las herramientas del Gobierno y las de la oposición para prevalecer en el tablero.
Los grupos que alguna vez se llamaron dialoguistas quisieron imponerle un límite a la facultad de Milei de dictar DNU. Se envalentonaron y sumaron la idea de derogar el decreto que le permite al ministro Caputo renegociar deuda sin pasar por el Congreso. La Casa Rosada desactivó la ofensiva y los dejó en ridículo con apenas una ronda de llamados a un grupo de gobernadores. Llegaron a rendirse a la presión el santiagueño Gerardo Zamora, anfitrión de Cristina Kirchner este fin de semana, y el riojano Ricardo Quintela, que para disimular llegó a decir después que Milei “no va a llegar a los tres años que le quedan” si no cambia sus políticas.
Los jefes provinciales fingieron que se creían la promesa del Gobierno de negociar fondos en el debate presupuestario. Terminaron frustrados en una reunión catártica e inconducente en el Consejo Federal de Inversiones (CFI).
La ley de presupuesto es una trampa a la que los opositores no le encuentran la vuelta. Están convencidos de que Milei quiere que no salga, para gestionar sin restricciones con la prórroga de la pauta de gastos anterior. Se envalentonan con imponerle un proyecto redactado en el Congreso. ¿De verdad lo creen, con todos los bloques estallados como vidrios de un vaso que se estrella en el suelo?
La obsesión con el superávit fiscal ha sido un instrumento tan político como económico para el Gobierno. El dogma del “no hay plata” le permitió el éxito impensable de dominar el Congreso con una minoría exigua de 40 diputados y 6 senadores. “No hay nada que no se arregle con la promesa de reactivar una obra parada”, sintetiza un diputado que ayudó al oficialismo y ahora quedó del lado crítico.
Para no dejar respirar a sus rivales, la Casa Rosada impulsó sin negociación previa una reforma electoral que elimina las PASO y establece requisitos para los partidos que de haberse aplicado en 2023 habrían impedido que Milei llegara a competir por la Presidencia.
Las opciones de que el proyecto prospere son escasas. Parece una píldora envenenada para embarrar lo que queda del año legislativo y entorpecer el debate del presupuesto. Si no sale, será “la casta” la que impida ahorrarle al Estado la gravosa carga de unas elecciones internas desprestigiadas y de la financiación de las campañas electorales.
A la oposición le sorprendió la audacia de lo anunciado por el vocero Manuel Adorni. El Gobierno aspira a que solo los privados financien las campañas, que no haya topes de gasto y que se eliminen los espacios gratuitos de publicidad. Imposible imaginar una cancha más inclinada a favor de los oficialismos de turno. La sensibilidad de los grandes empresarios para asistir al que ostenta el poder quedó retratada en la caja millonaria que hizo la Fundación Faro en su noche de presentación.
Lejos del Pro
Este Milei radicalizado se aleja cada vez más de Macri, el aliado al que va arrinconando en un papel ingrato: el que le garantiza el tercio de los diputados que le permite blindar el veto a las leyes que le impongan los opositores duros.
Son señales claras de este proceso de erosión las constantes referencias del Presidente contra los que exigen “institucionalidad” y “buenos modales”, una alusión que hizo esta semana a los “partidos que fueron cómplices” del kirchnerismo, “a pesar de presentarse como antagónicos” y la persistente costumbre de tomar decisiones estratégicas sin avisar.
Milei medita ahora si da otro paso arriesgado y designa por decreto a Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla en la Corte Suprema.
El Pro está en alerta. Ya criticó en público el voto disonante de la Argentina en las Naciones Unidas. Macri y Milei postergaron sin fecha la reunión que tenían prevista para la semana que pasó. La incógnita es cómo prosperará una alianza centrada en las coincidencias económicas ahora que el Presidente está avisando de manera inequívoca que su objetivo es una transformación ideológica y cultural del país. “Ellos son el pasado. Ya fracasaron. Viene un nuevo mundo en el que se valoran las ideas claras, sin dobleces, sin pruritos”, explica una fuente del entorno mileísta, en referencia al macrismo.
El rival ideal es Cristina Kirchner. Contra ella vale todo, como quedó probado cuando el Gobierno le sacó las jubilaciones de privilegio que hasta hace un tiempo Milei decía que eran “un derecho adquirido”. Argumentó que la condena del caso Vialidad ratificada por la Cámara de Casación le quita idoneidad moral para cobrar ese beneficio. No tuvo ningún reparo en obviar ese mismo criterio en el caso de Carlos Menem, en cuya memoria recibe una pensión especial Zulema Yoma. La discrecionalidad del poder es una de aquellas “herramientas del enemigo”. Cristina debería saberlo.
Ella está dispuesta a jugar en el terreno al que la invita Milei. Recorrerá el país en su papel de presidenta del PJ y deja abierta la opción de ser candidata a diputada en 2025. Cree que el proteccionismo de Trump desatará una disrupción en la economía global con impacto muy negativo para la Argentina, algo que ya ocurrió durante el gobierno de Macri.
“LTA kukas”, escribió un Milei maradoniano en las redes sociales, como epígrafe de su foto con Trump en Palm Beach. Está convencido de que juntos serán protagonistas de una revolución de alcance mundial que traerá prosperidad de largo alcance para el país. Para él son horas de euforia y celebración. No se permite siquiera temer que pueda haber volado miles de kilómetros para abrazarse con un futuro verdugo involuntario.
18/11/2024 a las 1:23 PM
KRUSE, DOCTOR EN CIENCIAS POLITICAS ?
SUBTITULO: YO ME ESCRIBO, YO ME CONTESTO Y COMO CHARLES GARCIA,
«YO NO QUIERO A NADIE ALREDEDOR»
DEBERIAS AGREGAR, INTOLERANTE A LAS CRITICAS, NO TE PARECE ?