Por Hernán Andrés Kruse.-
“Una buena parte de la dirigencia revolucionaria cubana (y casi toda la dirigencia progresista en América Latina) estaba en sintonía con este pensamiento, visible en varias de sus alocuciones públicas y en ciertas medidas que el gobierno dictaminó, como fue el caso de la primera Reforma Agraria. En el seno de la nueva clase dirigente, la búsqueda de un mayor intervencionismo del Estado en la economía de la isla y la necesidad de mayor producción y diversificación agraria se conjugaban con la finalidad de sentar las bases para una aceleración de la industria, motor económico que garantizaría la soberanía cubana a nivel internacional y mejoraría la situación de todo el pueblo. Conjugando nacionalismo con reformas de origen socialista, Cuba avanzaba durante los primeros meses de la Revolución hacia un proyecto de industrialización, tecnificación agraria y Estado interventor, solventado no solo por el peso que Castro tenía en el gabinete recién constituido, sino también por la participación activa de varios de sus miembros como el ministro de Agricultura Humberto Sorí Marín, el de Comercio, Raúl Cepero Bonilla y el de Hacienda, Rufo López Fresquet, entre otros.
En la reunión celebrada en Buenos Aires, Castro afirmaba que apoyaría la iniciativa del presidente de Brasil. Desde su mirada, el mayor problema de América, el más grave, era el subdesarrollo: no puede haber libertad sin pan y pan sin libertad y no es posible separar el ideal económico del político. Fustigó la corrupción de las dictaduras pero también a los gobiernos constitucionales que se apartan de la moral (La Nación, 3 de mayo de 1959). Agradeció las palabras de bienvenida del presidente de la conferencia y aseguró que era un honor para él estar en el seno de esa sesión “de la que esperamos los cubanos los mejores resultados”. Decía Castro: “Nuestra presencia aquí demuestra el interés que tiene Cuba en esta reunión que es interesante por dos razones: primero, la convicción de la profunda importancia que tiene para los pueblos de América Latina el desarrollo económico; segundo, la creencia de que ha llegado la hora de que los pueblos de América Latina hagamos un esfuerzo serio para encontrar una verdadera solución a la raíz de nuestros males, que son de carácter económico”. Luego se refirió a la iniciativa de Brasil, y aclaró que Cuba no pudo estar desde el inicio en estas reuniones, y al momento de su alocución dijo: “No he traído un discurso escrito, he preferido correr los riesgos de hablar con toda espontaneidad y sinceridad –a veces la máquina de escribir traiciona el pensamiento–, y, como tenemos confianza en las verdades que ya se hacen evidentes en la conciencia de nuestro continente, es por lo que no debemos vacilar en expresar con claridad lo que sentimos”.
A continuación, afirmaba que: “Soy aquí un hombre nuevo en este tipo de reuniones; somos, además, en nuestra patria, un gobierno nuevo y tal vez por eso sea también que traigamos más frescas las ideas y la creencia del pueblo, puesto que sentimos todavía como pueblo, hablamos aquí como pueblo, y como un pueblo que vive un momento excepcional de su historia, como un pueblo que está lleno de fe en sus propios destinos». Escuchó todos los discursos, leyó los otros, en los que no estuvo presente, lo que lo llevó a decir que “tenemos claridad mental suficiente para analizar y comprender nuestro problema” pero «el fallo está en que, realmente, muchas veces no se convierten en realidades. Así las conferencias internacionales se convierten, por esta razón, en meros torneos de oratorias” (La Nación, 3 de mayo de 1959). Desde su punto de vista, finalmente, la fe de los pueblos se despierta con hechos, con realidades, con soluciones verdaderas ya que los problemas económicos y políticos de la América Latina son graves y “sería imperdonable ceguera por parte de los dirigentes de las naciones de América no encontrar las soluciones adecuadas en el momento oportuno” (La Nación, 3 de mayo de 1959)”.
VISITAS, MEDIOS Y PÚBLICO A MEDIADOS DEL SIGLO XX EN LA ARGENTINA
“A pesar de lo que una primera impresión pueda generar, la visita de Castro y la repercusión que despertó su figura en la sociedad porteña no eran una novedad. Para ese entonces, Buenos Aires registraba una larga zaga histórica de grandes protagonistas políticos de repercusión global, por lo menos desde principios del siglo xx. Desde los presidentes de Brasil y Chile, Campos Salles, Getulio Vargas y Pedro Montt, respectivamente, hasta los franceses como George Clemenceau y Jean Jaures, pasando por el príncipe de Gales Eduardo de Windsor y el presidente estadounidense Franklin Roosevelt, muchos arribaron a suelo argentino con fines diversos: cumplir misiones diplomáticas, firmar convenios bilaterales, participar en encuentros internacionales o simplemente por motivos proselitistas.
Esta saga de visitas estelares, no solo evidencia los intereses que despertaba el país para diversas naciones en materia económica o en geopolítica mundial, sino también la ferviente atención que en general recibieron por parte de franjas significativas de la sociedad nacional. Ya sea las celebradas conferencias que dictó Clemenceau con motivo del Centenario en 1910, o el colorido desfile organizado en honor al presidente Montt y la infanta Isabel de España; en cada uno de estos recibimientos se aprecia una bienvenida entusiasta y un interés por cubrir tales acontecimientos por parte de los medios de comunicación.
En efecto, diversos fueron los sectores sociales, de la prensa y el público en general, que siguieron con atención, e incluso participaron, de desfiles, conferencias y eventos desarrollados en honor de estos ilustres huéspedes. El cine proyectaba en las salas imágenes sobre los eventos, incentivando la curiosidad local y muy probablemente respondiendo a la demanda social de observar lo que acontecía. A mediados del siglo xx, la televisión también se sumaba a los medios que amplificaban estos arribos. No es difícil sugerir, por tanto, que, por ese entonces en la Argentina, y más concretamente en la ciudad de Buenos Aires, hacia la mitad del siglo pasado se haya formado una “cultura espectacular” en torno a las visitas internacionales que habían comenzado a gestarse a principios de la centuria.
La presencia Fidel Castro se insertó en esta recurrente afluencia de figuras ilustres, con sus recorridos pautados, su cobertura mediática y la acogida entusiasta por parte del público argentino desde el inicio mismo de su arribo. A su llegada, y a pesar de la hora y el inclemente frío de mayo, lo recibió una entusiasta multitud calculada en más de seiscientas personas. Según el diario Clarín, en Ezeiza había “periodistas, fotógrafos, cinematografistas, televisionistas, radiotelefónicos […] representantes de la cancillería argentina y edecanes del presidente de la República y miembros de la misión diplomática de Cuba acreditada ante nuestro gobierno, integrantes de la Legión 26 de Julio residentes en Buenos Aires, el padre del “Che” Guevara y algunas señoras y admiradores”. Asimismo, se sumaron trescientos agentes de la policía bonaerense dispuestos para el operativo (a cargo del comisario inspector Carlos Malespina) y varios policías de civil y servicios de inteligencia.
No obstante, el elevado número de agentes para garantizar la seguridad, la prensa subrayó la mala organización de la recepción al barbudo líder caribeño. Al parecer, quisieron sacarlo del aeropuerto por una puerta que estaba cerrada –“¡nadie tenía la llave!”– y lo tironeaban entre los policías de civil y los uniformados. De manera irónica, el cronista de Clarín apuntó que: “El apretujamiento fue tan insólito y brutal que, a Fidel Castro, los largos días belicosos en la Sierra Maestra le deben haber parecido deliciosas jornadas de paz y dulce descanso, comparados con esos veinte minutos vividos entre sus custodias, entre su descenso del avión y su ascenso al automóvil que lo trajo a la Capital. Fidel Castro tiene que haber recibido una primera impresión ligeramente deplorable de los argentinos y de Buenos Aires. Felizmente ya habrá podido comprobar que no somos así” (La Nación, 2 de mayo de 1959).
Tras ser declarado huésped oficial del gobierno argentino, Castro y su comitiva se dirigieron al lujoso Hotel Alvear, ubicado en el coqueto barrio porteño de la Recoleta. Este hotel, inaugurado en 1932, fue el elegido por reyes y príncipes que visitaron nuestro país. Después de descansar unas pocas horas, por un ligero estado febril, Castro se levantó bien temprano para leer todas las ponencias que se presentarían en la Reunión de los 21 y terminar de preparar la suya.
Dejemos a Fidel por un instante y veamos una nota del diario Clarín titulada “Salud barbado caballero” para observar cómo era presentado el líder cubano. Allí se señalaba a “un hombre casi legendario, un intrépido caballero del ideal que se jugó la vida en una bella aventura con acentos de heroísmo poético, porque estuvo integrada con los elementos del romance, la sangre del drama y la mueca de la muerte. Es el jefe indiscutido de una falange de soñadores que salieron al encuentro de la aurora, ligados por un juramento que fijaba la preferencia de rendir la vida antes que vivirla en la ignominia” (Clarín, 2 de mayo de 1959). Luego, se narraba el accionar de Fidel y sus hombres en la Sierra Maestra –a los que equiparaba con los cruzados– e indicó que el mundo entero –especialmente la juventud– siguió de cerca los avatares de la lucha en Cuba, acompañando a “ese puñado de valientes con la adhesión de sus simpatías, con el apoyo de contribuciones que hicieran posible llevar adelante la increíble empresa, con la incorporación de nuevos legionarios para la hora de la lucha y de la sangre. Fidel Castro los llevó a la victoria coronando una de las hazañas juveniles más hermosas de la historia política de América, en su lucha sin tregua por afirmar la democracia y consagrar definitivamente el sentimiento de la libertad” (Clarín, 2 de mayo de 1959).
A las 9:20 a.m. del 2 de mayo, Fidel abandonó el hotel y dio un breve paseo por Palermo. Al volver, tomó una ducha y se dirigió a la Secretaría de Industria, al noveno piso, donde tendría lugar la reunión. La prensa gráfica señaló que la delegación de Cuba estaba inscripta en último término para exponer –ese día también lo harían los delegados de Costa Rica, Paraguay, Honduras, Venezuela, Haití y Bolivia– y que se daba por descontado que hablaría Fidel Castro. Cabe señalar que antes de iniciarse la conferencia los representantes de Cuba formularon expresa reserva de su posición “por no haber concluido aún la revisión de los actos de política exterior del gobierno depuesto”. Su presencia en la reunión revolucionó a delegados, autoridades gubernamentales y periodistas. Todos los ojos y los flashes de los fotógrafos se posaron en su atuendo: chaqueta verde oliva, charreteras con los colores rojo y negro del Movimiento 26 de Julio y la estrella de Cuba; sus gestos –fumaba poco, nervioso e inquieto, juguetea con un lápiz en la boca, anota en una pequeña libreta, etc.–, pero especialmente en su vehemente oratoria de una hora y cincuenta minutos. Quince mil palabras, contó el diario Clarín, interrumpidas en numerosas ocasiones por “tempestades de aplausos”.
La recepción fervorosa por ver o seguir los pasos de Fidel por las calles porteñas, no se explica solo por la existencia de esta tradicional atención dispensada a las visitas ilustres que expresaba una ciudad moderna y cosmopolita como era Buenos Aires a fines de la década del cincuenta. Fidel representaba mucho más que la llegada de un emergente star system político global. Su visita de carácter oficial asociada a participar en la reunión de la OEA en Buenos Aires, desbordaba el interés por las ideas o propuestas que podría enunciar en el encuentro. La presencia de Castro y la expectativa que generó su arribo también estuvo en estrecha relación con la noción de ser un representante de la “lucha democrática” que el continente afrontaba contra las dictaduras como las caribeñas de Trujillo y Batista, las sudamericanas de Manuel Odría, en Perú, y Gustavo Rojas Pinilla, en Colombia; o gobiernos como había sido el peronista, que se consideraban autoritarios o directamente dictatoriales, de iguales características a los casos antes señalados. En conclusión, para ciertos sectores de la sociedad argentina, y para la prensa de mayor circulación, el ejercicio de traducción local de la figura de Fidel abrevaba en la idea de ser un libertador de los regímenes autoritarios que asolaron a la región en los años cuarenta y cincuenta”.
(*) Jorge Núñez y Martín Ribadero: “Fidel Castro y su primera visita a la Argentina (mayo de 1959)” (“A 50 años del restablecimiento de las relaciones entre Argentina y Cuba. Una revisión de los documentos históricos”, María Cecilia Míguez y Leandro Morgenfeld (comp.), Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales).
12/05/2025 a las 10:28 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
La confianza que está destruyendo Milei
Eduardo van der Kooy
Fuente: Clarín
(*) Notiar.com.ar
11/5/025
El Gobierno libertario se planteó hace 16 meses dos objetivos cardinales para establecer una clara diferencia con el pasado dominado, según su visión, por “la casta”. Ambos apuntaron al plano económico: la baja de la inflación, lograda a través de un ajuste severísimo; la apertura a las inversiones para generar actividad y promover un crecimiento desconocido en la Argentina desde hace más de 16 años.
Por esa razón Javier Milei impulsó el Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones (RIGI). Una norma contenida dentro de la Ley Bases con beneficios fiscales, aduaneros y cambiarios garantizados durante 30 años. Luis Caputo, el ministro de Economía, estimó que la idea consistía en atraer en un primer tramo unos US$ 50 mil millones. El RIGI está cumpliendo un año, tiene otro de vigencia y el saldo indica que las inversiones han llegado hasta ahora a los US$13 mil millones. La mitad de esas inversiones corresponden a Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF). Entre varios, con el proyecto de las energías renovables.
Parece evidente que las expectativas generadas por el RIGI no han tenido todavía correspondencia en la realidad. ¿Quizá porque el régimen sería restrictivo? Todo lo contrario. Tal vez la explicación podría hallarse en otro campo. La administración libertaria no ha sabido construir un clima de confianza política necesario para que las inversiones externas fluyan.
Vale reparar en el trabajo con el cual los economistas Daron Acemoglu (Turquía), y los británicos James Robinson y Simon Johnson obtuvieron el Premio Nobel de Economía 2024. A mayor desarrollo de las instituciones –resumieron—aumentarían las posibilidades de prosperidad y crecimiento de los países. Acemoglu incluso, durante una entrevista, se atrevió a esbozar una receta para la Argentina. “Necesitaría un líder débil que escuche a las instituciones”, afirmó. Fórmula casi contracultural en este confín del planeta.
Aquella propuesta entraría en tensión con episodios reiterados de la vida doméstica. La institucionalidad no figura en los manuales libertarios. También parece subestimarse la utilidad de reforzar la confianza colectiva. Casi exclusivamente atada ahora a la baja de la inflación. Caputo senior no parece darse cuenta. En este contexto, ¿sería atinado apelar con recurrencia a que los argentinos vuelquen al sistema los más de US$ 200 mil millones resguardados en alguna periferia? El efecto podría resultar contraproducente. Tanta insistencia daría derecho a suponer que el TMAP (Todo Marcha de Acuerdo al Plan) del joven Santiago Caputo estaría ocultando desajustes.
Resultan posibles visualizarlos en la política. El gobierno libertario se asimila cada día que pasa, con sus conductas, a “la casta” que sigue denostando, a la cual responsabiliza de la decadencia argentina. Milei y su comando desnudan otro problema. Confunden lo principal dentro de su estrategia actual. Priorizan la destrucción del PRO y la rápida jubilación de Mauricio Macri. Aliados cruciales para la gobernabilidad de los primeros 16 meses. Sueñan en cambio con tener a Cristina Fernández intacta y de rival, en la menor o mayor vidriera que se le antoje.
El fracaso en el Senado de la aprobación de Ficha Limpia sería una demostración elocuente de aquel propósito. El proyecto se cayó y no podrá ser considerado de nuevo hasta 2026. El motor libertario se activó por dos razones. No sacar del foco a la ex presidenta. Privarle al PRO una bandera para las elecciones en la Ciudad de la próxima semana que se ocupaba de agitar la candidata Silvia Lospennato. La diputada, de las mejores en una Cámara pobre, quedó desprotegida y enfrentada públicamente con Milei y el portavoz Manuel Adorni, su rival porteño. Hasta ahora venía eludiendo esa colisión por la cercanía del PRO con La Libertad Avanza y la promesa incumplida de que Ficha Limpia se convertiría en realidad.
El Gobierno había emitido señales, algunas veces con esforzado disimulo, acerca del desenlace sobre aquel tema. Tumbó en Diputados el tratamiento del proyecto y enterró el de Lospennato con la excusa de que enviaría otro mejor. No sucedió. El texto abortado tampoco contemplaba ningún impedimento para delitos por corrupción o de otro tipo por fuera de la administración pública. Un ejemplo extremo: el ex gobernador de Tucumán y ex senador, José Alperovich, condenado por abuso sexual, podría haber sido candidato de no estar encarcelado.
Cabrían otras consideraciones sobre las cuales nunca reparó la clase política. El cambio de reglas en pleno desarrollo de un proceso electoral. Nadie se preocupó en sancionar Ficha Limpia en 2024. O hacerla aplicable al próximo turno. Para no regalar el argumento de una supuesta proscripción a Cristina, con una condena de 6 años de prisión en doble instancia judicial por fraude multimillonario. Con igual desaliño, la clase dirigente apartó las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO). Se podrá convenir sobre su formato decadente. Pero todas aquellas improvisaciones poseen raíces en la falta de apego del sistema político con la institucionalidad. Cada grupo actúa, únicamente, según su conveniencia. El cambio constante de las reglas del juego dispara una onda expansiva que inevitablemente también afecta la economía.
Milei no repara en eso porque su ecuación es mucho más sencilla. Se fija en la inflación y en el equilibrio fiscal. Coteja la evolución de las expectativas sociales. Se esmera en fortalecer su poder para no ceder centralidad. No parece imaginar a la democracia como la imprescindible articulación de tres pilares. El Poder Ejecutivo estaría por encima de todo lo demás.
Desde esa cima se han organizado muchas misiones discretas que terminaron por servir a sus propósitos. La última de Ficha Limpia fue una de aquellas. El Gobierno dilató todo lo que pudo la sesión fallida del Senado, aunque terminó por impulsarla frente al costo que podía representar su prescindencia en un tema de corrupción. Esa inquietud ha comenzado a retornar en las encuestas desde el escándalo del criptogate.
La determinación tuvo vacilaciones. El jefe del bloque del Senado, Ezequiel Atauche, las expuso con sus declaraciones luego del fracaso. “Fuimos presionados, hicimos la sesión y la arruinó “la casta”, dijo. ¿Presionados? ¿No tenían voluntad de sancionarla? No se entendería bien. El mismo senador intentó otro par de cosas. Que en la misma sesión se tratara el congelamiento de las dietas. ¿Con qué finalidad? A instancias del Presidente pidió que los que votaran a favor del proyecto firmaran antes de bajar al recinto un acta de compromiso. Mal olor.
El boicot se había urdido con anterioridad. Guillermo Francos, el jefe de Gabinete, fue en todo el recorrido una figura central. En noviembre había declarado que Ficha Limpia podía interpretarse como un ensayo proscriptivo de Cristina. La semana pasada garantizó que los 37 votos estaban para sancionarla. Visitó Misiones apenas arrancó el gobierno y diseñó una convivencia estratégica. Estuvo con Carlos Rovira, ex gobernador, fundador del actual oficialista Frente Renovador de la Concordia. Su cara visible es ahora el mandatario Hugo Passalacqua. En esa provincia los libertarios llevarán tres listas en las elecciones locales de junio. Tratarán de no perturbar la previsible victoria frentista. La propuesta auténtica tiene el sello de Karina Milei y muestra de primer candidato a un conocido del tenista suizo Roger Federer. Se trata de Diego Hartfield, jugador que llegó a estar entre el top 100 en 2007 y supo acumular ahorros.
La buena onda libertaria con Rovira, bautizado “patrón de la provincia”, podría explicar lo demás. La pirueta de los senadores Carlos Arce (médico) y Sonia Rojas Decut (docente) que habían prometido respaldar Ficha Limpia. Terminaron trazando una línea recta en beneficio del Gobierno. Rechazaron el pedido de interpelación del kirchnerismo a Karina y Luis Caputo por el criptogate. Colocaron una lápida a Ficha Limpia. Son dirigentes que responden disciplinadamente a Rovira. No tendrían aspiraciones políticas fuera de algún cargo que, con seguridad, obtendrían en su provincia cuando dejen el Congreso. ¿Cuál sería el rédito de Misiones por ese gesto disruptivo? Los seguidores del caudillo remiten a una máxima que acostumbra a repetir: “Gobernabilidad con gobernabilidad se paga”. ¿Referirá a los fondos del Gobierno que recibe esa provincia?
También, la reacción de Milei sirvió para reflejar la vulnerabilidad del “operativo disimulo”. Recicló la monserga contra “la casta”, desacreditó a Lospennato; responsabilizó por el fracaso del Senado al PRO. Extraño: no dijo una palabra sobre los senadores misioneros que causaron en el recinto una vuelta de campana. No les regaló ni un tuit, a modo de escrache, que tanto le agrada. Tampoco aparecieron en las redes Santiago Caputo ni Daniel Parisini, el Gordo Dan.
El Presidente se encargó con rapidez de dar vuelta la página. Lo ayudó una novedad: la coronación del nuevo Papa, de origen estadounidense con nacionalidad peruana, para suceder a Francisco. Se trata de Robert Prevost, discípulo del papa argentino muerto, moldeado en un ideario humanista distante del liberalismo extremo. Por esa misma razón asumió el nombre de León XIV. Heredero de León XIII, quien a fines del siglo XIX divulgó la encíclica Rerum Novarum. Mojón para la transformación que sufría el mundo a partir de la revolución industrial.
Milei anunció rápidamente que asistirá a su entronización. Le adjudicó a León XIV la reivindicación de la propiedad privada y la libertad individual. Verdad indiscutida pero cortísima para el rico pensamiento del Sumo Pontífice. A través de las redes sociales expresó que “Las Fuerzas del Cielo dieron su veredicto”. Subió la foto de un León (así le dicen al Presidente los libertarios) ataviado de papa. El narcisismo suele ser un veneno.
12/05/2025 a las 10:34 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
¿Y si con el Milei outsider no alcanza?
Jorge Liotti
fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
11/5/025
Podría haber sido un buen argumento para una novela negra. En el vagón de un tren en el que viajan varias personas, de pronto se corta la luz, alguien muere misteriosamente en la oscuridad y todos pasan a ser sospechosos. El ambiente queda enrarecido por dos preguntas: ¿quién fue?, ¿quién sabía lo que iba a ocurrir y ocultó el plan durante todo el recorrido?
En la sesión del Senado del miércoles, que selló la suerte del proyecto de ficha limpia, se vivió un clima similar. Todos habían hecho las cuentas y entendían que la iniciativa tenía los votos suficientes para ser aprobada. En el recinto nadie parecía conocer lo que iba a suceder al final de la sesión. ¿O simulaban no saber? La respuesta estaba afuera del Congreso.
El jefe de bloque libertario, Ezequiel Atauche, el encargado de reunir los votos en nombre del Gobierno, había planificado un festejo y una conferencia de prensa posterior para henchir el pecho. Al momento de votar preparó su celular para la selfie triunfante que nunca llegó.
El peronismo se quejó amargamente en cada discurso por la proscripción a Cristina Kirchner. El rostro de lamento de la cuñada Alicia era un reflejo del suplicio. El referente de la bancada, José Mayans, tras claudicar en sus gestiones, reportó al Instituto Patria que no había más nada por hacer.
Y los dos senadores que después serían hallados con la pistola humeante en sus manos, Carlos Arce y Sonia Rojas Decut, habían jurado hasta el inicio de la sesión que acompañarían la sanción. Atauche se había reunido especialmente el día anterior con Arce para certificar su postura en privado y recibió una garantía absoluta.
Pero unos diez minutos antes de la votación, algo cambio. Como si se hubiese cortado la luz en el vagón del tren. Al celular de Arce entró la llamada mortal del mandamás Carlos Rovira que los hizo cambiar el voto. Algunos lo percibieron en el mismo momento, porque sabían que en todas las sesiones los misioneros hablan con el cuartel central para chequear instrucciones.
Además, desde que los santacruceños habían confirmado su aval a la ley, eran los únicos sospechosos de traición. Cuando se encendió el tablero del recinto, el disparo ya se había producido: 36 a 35. ¿Quién les dio el arma a los dos senadores?, ¿quién sabía lo que iba a suceder y ocultó el plan?
La escena fue casi una réplica de lo que había ocurrido en noviembre pasado, en la última sesión ordinaria del año en la Cámara de Diputados. Ese día Silvia Lospennato había reclutado 131 votos a favor del proyecto, pero al momento de ir al recinto sólo lo hicieron 116. Pero esa vez el caso fue más sencillo de resolver porque todos los bloques defeccionaron, e incluso hubo ocho libertarios entre los que retacearon el quórum, algunos de los cuales después admitieron confidencialmente que los habían llamado de la Casa Rosada para que no bajaran a la sesión.
Ese día una parte del bloque de LLA ignoraba que algunos de sus compañeros habían recibido la indicación de no acompañar. Tras el escándalo que se generó, Javier Milei habló con Lospennato con la propuesta de modificar el proyecto y así el episodio quedó superado.
Por ese antecedente, el Gobierno quedó en la pesquisa como el principal sospechoso. Más allá de sus declaraciones en favor de la ley, nunca se sintió cómodo con ficha limpia y por eso mostró oscilaciones en todo el proceso. Pasó de decir en charlas reservadas que no era una prioridad para ellos, a denunciar después en público a la casta política por el fracaso del proyecto. Hoy critican a los que cuestionan su genuina voluntad de aprobarlo, pero no pueden evitar las suspicacias generadas por sus ambigüedades previas. Y ese es el problema mayor: se le complicó el control de la narrativa sobre ficha limpia, el terreno que mejor dominan.
Siempre hubo en el oficialismo un planteo conceptual de que no era conveniente intervenir judicialmente en la selección de candidatos porque genera una percepción de persecución y proscripción, que se agrava en el caso de una expresidenta. Esta mirada era compartida incluso por senadores de distintos bloques que votaron a favor pero que reconocían que apoyaban por la presión mediática y social.
Bajo una lógica pichettista los libertarios entienden que el Congreso tiene facultades para autolimitar su composición y que los jueces no son una garantía de fiabilidad si se les permite interferir electoralmente. Ponen como ejemplo lo que ocurrió en Brasil, en donde la detención de Lula Da Silva le permitió después un efecto resorte tras su liberación que le permitió arrastrar a Jair Bolsonaro. Por eso creen que a Cristina Kirchner hay que derrotarla en las urnas, no en los tribunales.
Es imposible no ver también detrás de este pensamiento la conveniencia política de la polarización, que es esgrimida con argumentos elaborados en la Casa Rosada. Santiago Caputo suele imaginar un escenario político en el cual Milei establezca una hegemonía sobre el espacio de la derecha (por eso es clave destronar a Pro), que confronte con una izquierda fragmentada.
Para ese fin, Cristina Kirchner es vital, porque obtura el surgimiento de nuevos liderazgos y mantiene al peronismo disperso. Esto no quiere decir que haya pruebas de la intervención oficial, pero sí se vio que la escalada del tema los desencuadró y los forzó a explicar más allá de lo conveniente.
El Gobierno tiene otro problema en su esfuerzo por imponer su relato sobre este episodio: el prontuario de Rovira. Desde que perdió su famosa batalla por la reelección con el obispo Joaquín Piña, el jefe de Misiones se convirtió en el administrador del poder local, a partir de un alineamiento con todos los gobiernos nacionales.
“Él es siempre oficialista. No tiene la culpa de que después cambien los habitantes de la Casa Rosada”, ironizó un ácido operador del peronismo. Por eso la hipótesis de que el cambio de votos se trató de un gesto autónomo o de un pase de factura alentado por el peronismo para perjudicar al Gobierno luce poco consistente.
El mensaje que Rovira explicitó en la reunión del jueves en Posadas frente a los principales referentes de su partido fue un recordatorio de ese vínculo, aunque con un ligero aroma a mafia tropical. Nunca desmintió haber dicho ahí que hizo cambiar el voto de sus senadores por un pedido de Milei. El Gobierno se enfureció, habló de operaciones, pero no lo mandó a la hoguera de las redes, a pesar de la profunda incomodidad que causó el recado.
Rovira estableció un pacto electoral con la gestión Milei, basado en una convivencia electoral pacífica en su territorio. LLA no lo hostiga, y él acompaña las políticas oficiales. En los últimos tiempos convirtió su plástico Frente Renovador en un blend peronista-libertario, que incluso llegó a incorporar referentes violetas.
Pero hay un atenuante atendible en la línea de investigación que apunta al Gobierno, a partir de que claramente fue el más perjudicado por el episodio. Manchó su bandera anticorrupción y pagó un costo a diez días de la elección porteña. “¿Explicame cómo pudimos haber sido nosotros los que torcimos la votación si somos los que más perdimos con el episodio?”, razonaba un senador libertario.
Y allí resaltan que fue el macrismo el que apuró el trámite parlamentario para obtener un rédito electoral en la ciudad, cuando aún no estaban asegurados todos los votos para aprobarla. En todo caso es cierto que terminaron regalándole varios puntos de rating a la conferencia de prensa de Lospennato, en un momento en el que intentaba acortar la brecha con Adorni.
En el Gobierno reconocen que puede haber una transferencia de votos a Pro por ficha limpia, pero creen que no será determinante. Lo que sí es seguro es que la relación con el macrismo ha quedado irremediablemente descarrilada. El cruce entre Milei y Macri ya desbarrancó en las acusaciones por falta de transparencia. Es la fase terminal de la disputa entre ellos, que ratifica que la administración de la pelea porteña fue inmanejable para una dupla que se cargó de desconfianzas. Sólo basta ver cómo los dos bajaron abiertamente a la campaña porteña con sus candidatos en el sidecar.
Más incomprobables son las hipótesis de una entente libertaria-kirchnerista, basado en un supuesto interés de Milei en preservar a su hermana Karina de la investigación parlamentaria por el caso $LIBRA, o incluso en la presunta reapertura de conversaciones para ampliar la Corte Suprema (remarcan un proyecto que presentó esta semana el aliado Juan Carlos Romero para extenderla a siete miembros) y ordenar los nombramientos pendientes de los jueces. Como siempre en estos temas judiciales, no hay constancias fehacientes, sólo indicios.
Pero más allá del laberinto de las responsabilidades políticas, hay una lectura más básica, más social, que interpretó el fracaso de ficha limpia como un nuevo gesto de la “casta” para evitar mecanismos de mayor transparencia. A ese mensaje apeló reiterativamente Milei, como un modo de reafirmar que él no está en el mismo barco que el resto de la dirigencia. Intuyó algo.
LA NOVEDAD SILENCIOSA
Todo el episodio ocurrió en un momento particularmente sensible de la relación entre un sector amplio de la sociedad y la dirigencia, un vínculo que habrá que seguir con extrema atención en el desarrollo del año electoral porque hay indicios de que se está produciendo una novedad muy silenciosa, pero también muy profunda.
En 2023 la gente transmitía un estado de desánimo y desinterés que reflejaba la frustración de que la Argentina no encontrara el rumbo después de 40 años de democracia. Esa sensación generalizada había germinado desde la pandemia y llegaba al momento de la votación manifestada en la vocación de un cambio, no de gobierno, sino de época. Fue la demanda más profunda de un replanteo estructural desde la crisis de 2001.
De ese contexto surgió Milei como el inesperado vector que catalizó el humor social. Después de deambular entre el kirchnerismo y el macrismo, la gente encontró en el exótico líder libertario una diagonal para salir de la encrucijada. Así se resolvió la ecuación electoral, pero no agotó la demanda social, que sigue vigente hasta hoy.
¿Y cuál es la novedad entonces? Hay algunos indicios dispersos de que para un sector de la sociedad Milei solo ya no alcanza para revitalizar la esperanza y el interés en las prestaciones del sistema democrático. Para los militantes fieles es el mesías infalible, pero para la mayoría de sus votantes menos ideologizados tiene un sentido instrumental destinado a estabilizar la economía, bajar la inflación y mejorar el poder adquisitivo. Rige una lógica meramente transaccional, que está bajo observación constante.
Y la elección en territorio porteño está actuando como un laboratorio experimental. “Lo habíamos visto en Santa Fe y en otras provincias, pero en la ciudad es mucho más nítido el desinterés y la desconexión de la gente con la agenda de la política y de las elecciones, porque siempre fue un electorado más atento y más ávido. Están todos los medios, todos los candidatos, Macri y hasta el Presidente hablando de eso, pero no logran generar interés. Hace un mes el 35% nos decía que tenía ninguna o pocas ganas de ir a votar; ahora ese dato subió a 45%. Un tercio nos dijo que no sabía que se votaba en mayo y dos tercios que desconocía que este año deberá votar dos veces. Entonces creo que acá hay algo más profundo que simple apatía. Hay una nueva desconexión de la gente con la dirigencia, a pesar del cambio que representó Milei”. La reflexión, medular, pertenece a Federico Aurelio, director de Aresco.
Probablemente muchos de esos insatisfechos vayan a votar igual el próximo domingo, e incluso lo hagan por los libertarios. Pero las urnas de la ciudad, así como las de las cuatro provincias que votan hoy, pueden dejar un mensaje mucho más sofisticado que la mera distribución de bancas en las legislaturas.
Todos descuentan una baja concurrencia, aunque eso sería sólo una expresión superficial de otro proceso que sigue su curso subterráneo y que exhibe a un sector de la sociedad ausente frente al espectáculo de la política, con un sentido de ajenidad riesgosa. Como si en las urnas no se definiera demasiado. Más dispuesto a la autogestión de sus problemas que a la solución colectiva.
Milei es el único que hasta hoy mantuvo la llave de la reconexión social a través de los logros económicos, pero ¿qué ocurriría si empieza a resultar insuficiente, si el Milei outsider exhibe un agotamiento? El resto de las fuerzas políticas ofrece una orfandad de propuestas alternativas llamativa y sólo emite señales de dispersión.
El ciudadano común sólo mira su metro cuadrado y su corto plazo y le exige a Milei que bajen los precios y suban los salarios. Por otro lado hay actores del alto poder que tienen menos urgencia y la mirada de mayor alcance, que elogian el plan económico del Presidente, pero se preocupan por las fragilidades del sistema político y la tentación de Milei para embarcarse en peleas en apariencia inconducentes.
El tema surgió recurrentemente en las últimas semanas en encuentros empresariales, diplomáticos y de referentes de los mercados. ¿Por qué Milei, con un programa económico que logró varios de los objetivos que se propuso, no logra convencer definitivamente al establishment de la sustentabilidad de su proyecto?
Muchos se preguntan por qué se embarcó en la escalada más intensa y duradera de agresiones tras la salida del cepo y el acuerdo con el FMI, dos hitos que le permitieron recuperar la centralidad positiva. Otros no terminan de entender por qué LLA no hace un acuerdo con Pro y busca ampliar su base política con otros aliados. Apelan a un razonamiento clásico.
Probablemente le estén pidiendo a Milei que sea quien no es, que actúe como lo harían otros. El Presidente entiende que debe conservar su identidad diferencial, su espíritu antisistema, aunque después deba recurrir al pragmatismo. Es su razón de ser, lo que lo llevó a ser presidente; el día que se diluya ese capital político, se terminó el hechizo. Es el modo en el que entiende que puede ganar en octubre, ampliar su poder y abandonar el estigma de su debilidad legislativa.
Después comenzará una nueva etapa, donde requerirá de otro ropaje si quiere avanzar con sus reformas de fondo y graduarse de gran presidente. Deberá leer inteligentemente el resultado de una elección compleja e interpretar los mensajes solapados que la sociedad expresa cuando vota. De eso dependerá su éxito.
12/05/2025 a las 10:40 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Tribulaciones del Pinocho libertario
Roberto García
Fuente: Perfil
Fuente: Notiar.com.ar
11/5/025
Finalmente, Javier Milei se equivocó. Y no le debe causar gracia: todavía los medios convencionales de prensa se imponen al mundo de las redes sociales, el agónico periodismo del rumoreo (los ensobrados para el Presidente) persuadió a la población más que los mensajes oficiales y oficiosos vertidos en X o en Facebook, de pobre argumentación y nulidad informativa. Así se confirmó insólitamente “una versión de una versión” (algo así como “me dijo alguien que se encontró con otro que estuvo en una reunión, pero no brinda su nombre”) que en la tapa publicó Clarín y otras expresiones hegemónicas, sin fuentes ni firmas, sobre la existencia de un pacto secreto, quizás espurio, entre el Presidente y Cristina Fernández de Kirchner a través del boyante misionero Carlos Rovira –patrón de los dos senadores clave que bloquearon la eventual norma– para voltear el proyecto de ley de la “Ficha Limpia” el pasado miércoles en la Cámara Alta.
Arrasó esa especie de periodismo, al que falta mucho para odiar más según Milei, sobre la armada pululante del Gobierno, paga o simpatizante, que inundó el espacio aéreo diciendo lo contrario. Con la contribución habitual de un jugador que siempre queda en off-side: Guillermo Francos, quien expresó que nunca podría hablar Milei con Rovira porque no tiene siquiera su número telefónico. Algo pueril el jefe de Gabinete. La mayoría de la audiencia se tragó el pescado justo cuando el Gobierno lo negaba y el Presidente se refería de nuevo a ese monopolio de prensa como uno de los grupos empresarios más corruptos del país, en flagrante decadencia y con desmedida ambición (quedarse con el unicato comunicacional al comprar Telefónica, operación que Milei se obstina en no aprobar). Incluyendo en ese paquete depravado a ciertos profesionales de la actividad, de otras expresiones y con trayectorias diversas. Hasta se había anotado en ese juego el ministro de Economia, Luis Caputo, tardío oráculo sobre el declive comercial de la prensa escrita y otros órganos. Se supone que estará más despierto en las cuestiones económicas (debe interesarle estas extrañas comuniones legislativas, ahora debe confesar lo que sabe del caso Libra en lugar de la hermana Karina). Tal vez no le falte razón al Gobierno en ciertas imputaciones al poder concentrado de ciertos medios –muchas advertidas en su momento por Néstor Kirchner y multiplicadas por Guillermo Moreno– pero se apresuró en suponer que estaban liquidados los medios que no le gustan y, en política como en el fútbol, regla un imperio: no se trata de merecimientos, sí de resultados. Y en ese score capitalizó “la versión de la versión”, entonces uno a cero en contra de Milei, si es que el partido empezó esta semana.
Brotaron reminiscencias del pasado para explicar el presunto maridaje entre Milei, la viuda de Kirchner y el dirigente provincial que no puede incluir en su cuerpo el enorme poder del territorio Misiones, suficiente para ordenar a sus dos senadores votar contra la “Ficha Limpia” y, también, en contra de lo que antes se había comprometido a realizar. Tampoco hay que exagerar. El volumen físico de Rovira puede encajar en el Cuento de Gulliver, en los habitantes de la isla de Liliput (basta recordar cuando lo subieron casi de prepo en un helicóptero , como si fuera una mascota sentado en la falda de uno de los fugados, en la huida de un Chapadmalal ardiendo en la crisis final del gobierno del breve Rodríguez Sáa), pero esa descripción no es un desmedro, se le reconoce un talento singular a quien fuera gobernador: dueño político de la provincia por décadas al heredar a Ramón Puerta sin que éste haya muerto, todopoderoso a pesar del tamaño. Precavido y discreto –por momentos de un seguidismo humillante con Cristina–, si tuviera que ir a París seguramente no saldría desde Ezeiza, buscaría otro lugar de partida, Montevideo, Asunción.
El operativo final que mandó a la lona la bienpensante “Ficha Limpia” parece rescatado del contubernio de principios de siglo entre socialistas, conservadores y antipersonalistas contra Yrigoyen. Una alianza impensable. O en la denuncia del dudoso pacto militar-sindical que seguramente influyó en el ascenso de Raúl Alfonsín a la Casa Rosada. En el caso actual, la endeble liga del Gobierno con Cristina –más allá de las palomas mensajeras entre Wado de Pedro y Santiago Caputo– parece apuntar a un objetivo común, una elemental jugada del Gobierno para despellejar a Mauricio Macri, todavía no repuesto del golpe, como si hubiera sorprendido a su mujer con otro. Ni hablar de la candidata Silvia Lospennato, quien pensaba que la aprobación del proyecto le rendiria el próximo domingo en las urnas, aunque tal vez –para seguir con la infeliz recurrencia del sexo– le resulte beneficioso el papel de mujer violada en el ómnibus, estupefacta. Cristina, mientras, logró una habilitación para competir en todo el país, no solo en la provincia de Buenos Aires, un límite que finalmente era el objetivo de la “Ficha Limpia” para borrar a postulantes con doble condena. Ahora solo queda expuesta a lo que finalmente la Corte Suprema decida con el recurso que ella presentó para dilatar su permanencia política y que el tribunal determinará según las condiciones climáticas.
Queda una intriga final: si se confirma a Milei como un Pinocho de esta época, tarea a la que se lanzaron a probar los medios convencionales en una pelea de embaucadores con el entorno oficialista en las redes, habría que descubrir el nudo que obligó a Rovira instruir a sus dos senadores contra la “Ficha Limpia”. A nadie se le ocurre pensar que el evasivo dúo votó por convicción, consejo familiar o recomendación del nuevo Papa.
Siempre hay un precio.
12/05/2025 a las 10:46 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
El oportunismo desaforado con Ficha Limpia le puede salir caro a Milei
Marcos Novaro
Fuente: TN
(*) Notiar.com.ar
11/5/025
Todo el manejo del trámite del proyecto de Ficha Limpia en el Congreso por parte de los libertarios fue desde el principio oportunista, confuso e improvisado: que lo demoramos, lo impulsamos, lo cambiamos o lo sepultamos, haciendo un poco de todo eso al mismo tiempo.
Podría de todos modos haberle salido bien si lograba apropiarse de esa bandera, y más en general de la lucha contra la corrupción, para despojar al PRO de sus credenciales en los capítulos institucionales de “el cambio que el país necesita”, y al mismo tiempo evitaba que la ley se aprobara, así mantenía en la escena a Cristina Kirchner, para que lo ayude a polarizar la competencia y frustrar cualquier renovación que se pretenda en el peronismo.
Pero aunque lo segundo finalmente lo consiguió, pagó un precio demasiado alto, tanto en el primer terreno, porque ya nadie se va creer que al oficialismo le importe un rábano la corrupción (algo que en verdad estaba bastante a la vista desde que promoviera nada menos que a Ariel Lijo a la Corte), como en la confiabilidad de la palabra presidencial. Porque él mismo terminó siendo protagonista estelar de un doble papelón: el de mentir y que su mentira quedara inmediatamente expuesta; y dejar a la vez a la vista que se conduce con mucha torpeza y total deslealtad en sus negociaciones reservadas y sus acuerdos en bambalinas.
Y no es que los presidentes no tengan que meter personalmente las manos en esos menesteres oscuros de la política. Es que si lo hacen no pueden permitir que sus triquiñuelas sean la comidilla de todo el mundo al día siguiente, lo muestren mintiéndole alevosamente a todo el mundo, incluidos sus propios colaboradores.
Como si fuera poco, el episodio también dejó ver lo desigual que puede volverse el intercambio entre el gobierno nacional y algunos muy duchos exponentes de la casta, en perjuicio claro del primero, si Milei y su círculo áulico se confían, juegan con fuego y se creen demasiado vivos.
En este caso, una vez más, el que metió la pata fue Santiago Caputo, que se encargó de llamar a Carlos Rovira, ex gobernador de Misiones, para que sus senadores frustraran la reforma en la Cámara Alta. Pero no se aseguró de que el arreglo quedara en reserva. Así que Rovira actuó primero como socio y después como verdugo.
Repasemos un poco la historia de esta relación, que el gobierno nacional fue tejiendo con esmero, y una gran masa de recursos, durante todo el año pasado, para convertir al patrón de la política misionera en su aliado. Una relación que en Casa Rosada esperaban les fuera en esta ocasión tan útil como cuando lograran aprobar la Ley Bases y otros proyectos. Y, por confiarse, no vieron venir que iba a complicarles la vida, y salirles mucho más cara que todo el dinero público que llevan invertido.
De los 49.800 millones que el gobierno nacional envió como Aportes Transitorios a las provincias durante 2024 nada menos que 13.000 fueron para Misiones. Por lejos, la provincia más favorecida. Y en relación a su población, en una proporción escandalosa: 26% de los recursos para el 2,8% de la población total del país. Tendencia que más o menos se mantuvo en lo que va de 2025, en que la provincia recibió al menos 3.000 millones más.
En suma, si de algo se ocupó Milei en su estrategia de ganar aliados provinciales, en particular para asegurarse la aprobación de proyectos en el Senado, fue de llevarse lo mejor posible con los misioneros. En verdad, con uno de ellos, Rovira, que aunque no ejerce directamente la gobernación sigue siendo “el Jefe”.
¿Y qué pasó cuando llegó la hora de votar Ficha Limpia? ¿Es que Milei no tuvo tiempo de llamarlo a Rovira para confirmar el voto de sus senadores? Esa es la versión que él quiso instalar: que el PRO apuró el tratamiento en el Senado para darle protagonismo a Lospennato. Aunque no explicó cómo habrían podido hacer eso. Y para peor, el mismo Guillermo Francos lo desdijo: se ve que al jefe de Gabinete lo volvieron a ningunear, ni siquiera le contaron lo que habían tramado, ni lo que había que decir, por lo que sin querer desmintió la versión de su jefe, confirmando que los votos de los misioneros eran a favor hasta que empezó la sesión, y se dieron vuelta de improviso.
¿Podrían haber cambiado de opinión motu proprio? Nadie lo iba a creer, así que Rovira no tenía escapatoria a admitir que había provocado el giro. Solo que agregó algo más, esto si motu proprio, porque nadie siquiera llegó a preguntárselo: mientras Milei descerrajaba maldiciones sobre el PRO, el misionero declaró muy suelto de cuerpo que Caputo lo había llamado durante la sesión, por orden del presidente, para que hiciera su parte, honrara el compromiso asumido cuando recibiera los ATNs, y hiciera naufragar el proyecto.
¿Por qué Rovira dejó en evidencia a Milei? Primero, porque podía hacerlo sin pagar mayores costos. Sabe que el presidente lo seguirá necesitando. Y el escarnio público caerá en todo caso sobre él, no sobre la casta misionera, de la que nadie espera haga otra cosa que vender los votos de los senadores al mejor postor. A lo que se suma el hecho de que la rentabilidad de esa casta crece cuando más débil sea el presidente: siempre que ha tenido que negociar con mandatarios en problemas, es decir, grandes urgencias, poco apoyo y escasa base legislativa, a ella le fue de maravillas. ¿Qué mejor entonces que sembrar un poco de cizaña y dejar en claro que no son las autoridades misioneras, ni ninguna otra casta provincial, el problema, sino las autoridades nacionales, que simulan ahora ser algo distinto, pero se comportan en los hechos aún más opaca y deslealmente que aquellas?
Desde esa perspectiva, dejar que el presidente se saliera con la suya, se arrogara el impulso del proyecto y un compromiso “serio” con el cambio institucional, y al mismo tiempo lo mandara al muere, hundiera al PRO achacándole “un nuevo fracaso”, y polarizara con Cristina, era pedir demasiado. Si Milei podía ser tan desleal, tal vez no había pagado lo suficiente para que no lo fueran con él.
Y este es un problema serio, que va mucho más allá de Ficha Limpia: ¿quién va a querer entrar en acuerdos con un mandatario que está tan inclinado como este a la traición? El costo para la confiabilidad del gobierno puede ser mucho más grande que el que muestren, si es que muestran algo, las encuestas de los próximos días.
Porque el fondo del problema es que cuando el vértice oficial decidió ir por este camino, se cerró otro que tenía a su disposición, y que tal vez ya no se le vuelva a abrir.
Durante las últimas semanas en sectores del gobierno cobró fuerza la idea de que en la competencia con el PRO los libertarios debían mostrar que podían obtener mejores resultados que él en materia de cambios institucionales, avanzando en aquello que a los macristas les había sido negado. Y hacer aprobar Ficha Limpia era una buena ocasión para ilustrarlo: por lo que no debía preocuparles demasiado si Lospennato, como candidata porteña, obtenía algún beneficio, éste iba a ser mucho mayor para el gobierno nacional y para Milei y sus candidatos en particular.
Pero esta versión “positiva” de la competencia se ve que quedó relegada finalmente por la visión más mezquina y destructiva: si no es en mi exclusivo beneficio no me interesa, porque no hay colaboración que valga en la política, no hay intercambios “mutuamente convenientes” como en los mercados, en la lucha por el poder es siempre ellos o nosotros, suma cero pura y dura.
Así que los gurkas de la competencia polarizada se impusieron. Y los moderados como Francos, los marginados como Villarruel y los propios senadores libertarios, como siempre desinformados, quedaron papando moscas. Porque Milei siempre va a inclinarse para este lado. Nunca va a concebir que le convenga compartir absolutamente nada en la lucha política. Menos que menos cuando se ve muy cerca del objetivo que tiene en la cabeza para este año, liquidar en las urnas al PRO, jubilar a Macri, no a Cristina.
El kirchnerismo festeja, claro. Y todos los que comparten la idea, sea desde la izquierda o desde la derecha, de que nos conviene la polarización, y que si hay corrupción está en todos lados así que es mejor que nadie tire la primera piedra. Solo que tal vez lo que necesitamos sea justamente lo contrario, partidos con un pie en el centro político, que hayan fracasado al menos una vez, hayan demostrado poder aprender de sus fracasos, y estén comprometidos con la tarea darse reglas no oportunistas, que también se les impondrán a ellos; y distinguir mejor entre los políticos corruptos y los que no lo son. Para todo eso podía servir Ficha Limpia, pero en la mejor oportunidad que hubo para aprobarla Milei nos la negó. Lo hizo adrede, a conciencia, y habiendo tenido varias opciones a su alcance también beneficiosas.
Conclusión, no esperemos más otra cosa de él que lo que nos está ofreciendo.