Por Italo Pallotti.-
En esta Argentina nuestra, tan especial, tan signada por episodios que por lo repetido parecen normales pero que en el fondo no son sino pequeñas historias de la nada misma, no dejan de asombrarnos. Y porque son así de intrascendentes pasa el tiempo y un nuevo capítulo acapara la atención. Y hay una pregunta que subyace en la conciencia colectiva. ¿Puede la política soportar esas secuencias de tiempo, sin que de positivo pase algo serio, relevante? ¿Se puede admitir con sinceridad que los protagonistas, ya históricos, que han causado un daño inconmensurable al cuerpo social de la nación permanezcan con una vigencia casi de ficción? Sí sería la respuesta, porque aquellos que tuvieron la oportunidad de poner blanco sobre negro en la cotidianedad arbitraria de los hechos, nos hicieron perder la oportunidad. Porque también, justo es decirlo, hemos formado parte de un pueblo, una ciudadanía, en definitiva, copada por ingenuos, tantas veces, ignorantes otras tantas, imbéciles y corruptos que poco a poco torcieron el rumbo; para que la historia no tuviera un final distinto.
¿De qué nueva democracia nos hablaron? Si casi con un manual de tragedia fueron inscribiendo en él páginas de una liviandad de criterios, una pereza de acciones que finalmente produce hastío. Un hartazgo supremo, porque nada encuadra en la lógica. Una medianía entre la razón y el absurdo. Porque si el voto es la herramienta que se esgrimió como el medio capaz de terminar con los desvaríos, queda claro que la misma se utilizó de modo muy precario. Y queda también de forma explícita que si este instrumento sigue cayendo en ciudadanos de la categoría que se expresa más arriba, las esperanzas de que todo cambie no serán más que una lejana utopía. Y para que se pueda modificar ese concepto hace falta una buena dosis de inteligencia, reflexión y sensatez.
Fueron muchos años en que la resultante fue dejar el campo minado de discordia. Donde los grupos que acompañaron a los gobiernos los fueron llevando a que sus gestiones (por ineptitud y corrupción de sus líderes) fueran provocando una perpetua sensación entre la sorpresa y el miedo permanente. Está todo claro, porque la historia se está escribiendo así; si el votante no entiende que por ese camino va rumbo a la noche más oscura de su destino como persona, como alguien al que se le debe un respeto total, su final será el descontrol y la miseria; y el barco al que se suba, de seguro, lo llevará al naufragio.
Dicho esto, la noticia de la semana fue el lanzamiento de la candidatura, encuadrada en un entorno más para la vergüenza que para el elogio, de Cristina de Kirchner. Un reportaje a su medida. Siempre orillando el relato viejo y apolillado. Pero reflotando (una obviedad) la discursiva para “su “ escenario de fanáticos. Porque “con habilidad” se omitió, como para blanquear imagen, aunque más no fuera, hablar sobre “Causa Cuadernos”, “Causa Vialidad”, “Hotesur”, “Ruta del dinero K”, “Caso Nisman”, “El Vacunatorio VIP”, “Jubilaciones sin aportes”, “Pacto con Irán”. Entre otros. Y sobre todo, sus procesamientos, que van y vienen en Comodoro Py. Era el momento y se desaprovechó. Una pena.
Porque, si la Justicia sigue en ese letargo que parece de rigor, será de nuevo candidata, de modo oficial. ¡Vivan los fueros!. Y como se dice en el título, habrá que preguntarse: ¿“De nuevo”?
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