Por Luis Alejandro Rizzi.-

El “aire público”, expresión que tomo de Ortega, se refiere al ambiente en que flota la vida de un país, de una sociedad y de una familia.

Hace unos años un veterinario especializado en “conducta animal” me explicaba con relación a las “mascotas” que su comportamiento es fiel reflejo del “aire” que se respira en la familia que la adoptó.

Lo mismo pasa con las sociedades humanas, no pueden evadirse de su “circunstancia”, como también enseñó Ortega.

Desde luego, siempre hay excepciones, que como sabemos no pasan de ello.

García Morente, en vez del “aire”, usaba otra expresión, que era “el estilo de vida”. De todos modos, unos y otros, “aire público” u “estilo de vida” pueden usarse como sinónimo.

Ese elemento intangible es lo que nos caracteriza y diferencia a unos de otros. Sin ir mas lejos, es suficiente cruzar al Uruguay para advertir que “el aire” o el “estilo” es diferente al nuestro.

Un ejemplo, Mujica y Sanguinetti pudieron dialogar desde opuestos que lograron relacionar y relacionarse personalmente. Conformaron una “amistad política”.

Javier Milei fue incapaz de responder al saludo de Jorge Macri y deliberadamente evitó saludar a su vice, mujer -doble descortesía,- en el ingreso a la Iglesia Catedral, donde se hace culto al saludo fraternal de la paz entre las personas.

Si León XIV fuera como Milei, mala gente, no le concedería jamás una audiencia, pero lo recibirá, “le dará la mano”; de hecho lo perdonó, algo que Milei ni se dará por aludido ni podría entender, porque vive “abrazado a un rencor”.

Pues bien, estos gestos nos diferencian del país hermano, pero además muestran al mundo que somos una sociedad “sin amistad”, lo que significa que vivimos en la desconfianza y en la mala fe.

El riesgo país es el termómetro que mide nuestro aire público o “estilo”.

Milei, como disruptivo -así se presentó y presenta-, nos hizo creer que venía a limpiar el “aire” y cambiar nuestro “estilo”, venía a crear “nuevos usos”.

Su estilo es la violencia y el agravio y explica los altos índices de abstención y el desinterés por la “cosa pública”, porque en definitiva sabemos que Milei construyó una burbuja, ni siquiera real, sólo virtual, en la que “un peso dice valer dos” y un dólar 50 centavos.

Milei paró no sólo toda obra pública sino el mantenimiento.

En las inundaciones de la provincia de Buenos Aires, habría responsabilidad nacional por la “suspensión de obras”, para tener superávit fiscal, que no es un fin en sí mismo.

Este supuesto buen resultado fiscal tiene un costo difícil de ponderar, ya que no sólo se mide en las dificultades y encarecimiento de la logística, sino en el mayor costo que genera la reanudación de obras y del mantenimiento.

En definitiva, el superávit fiscal tiene un costo oculto, que un próximo gobierno lo develará.

Sin embargo, creo que podría haber una oportunidad de diálogo. El domingo pasado, Cristina habló de “estado eficiente”.

Debiéramos recoger el guante… las “Fronteras de la vida” exigen dejar atrás la frontera de la desconfianza y la mala fe.

Sería una oportunidad de encuentro, como lo propuso el arzobispo García Cuerva y aquellos versos de Vinicius de Moraes.

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