Por Luis Alejandro Rizzi

El pasado día lunes, al modo de Van Gogh, sin su talento ni su sana locura, Milei recurrió a una suerte de “expresionismo político” para mostrarse tal cual es, en la plenitud de su neurosis, pintada con rasgos de furia incontrolable, en el límite de la psicosis.

Se mostró como si gobernara una tribu, como cacique y brujo y representante de la infalibilidad divina.

Mostró su desprecio por sus subordinados administrativos, a quienes privó del derecho a la iniciativa, y trasladó a hijos su incapacidad para el debate de ideas, esencia del liberalismo.

Mostró su inhabilidad e incapacidad para el debate de cuestiones opinables que hacen al bien común, desconociendo la esencia de los fundamentos filosóficos del liberalismo, que en última instancia es el respeto por el disenso.

Ni Cavallo ni muchos otros economistas están libres del error, pero tampoco lo está Milei, que cree que, secando la plaza de pesos, dominará el tipo de cambio. Le falta, diría, hasta la picardía de entender que sin pesos los precios en su actual nivel se trasladarían al dólar o la moneda que uno elija.

No cabe duda, Milei o su hermana, difícil saberlo, son “el jefe” de un partido civil, pero militar, y así gobiernan; la obediencia debida incide hasta en la hora para ir al baño.

Estamos cayendo en un totalitarismo político, pseudo liberal; cabría aquella expresión “libertad, ¡cuántos pecados se cometen en tu nombre!”

En otro orden, un tribunal de la justicia nacional resolvió desconocer la vigencia de un fallo de la Corte -el caso Levinas- que consideró que la última instancia de los tribunales nacionales de la CABA es su Superior Tribunal de Justicia.

Lo cierto es que en nuestro sistema no aplica como valor una declaración abstracta de presunta insubordinación.

Cuando se plantee un caso concreto, será el Tribunal actuante quien decidirá si corresponde o no acatar la doctrina del fallo del caso Levinas.

Así de simple.

La Republica está muy enferma y sus funcionarios están perdiendo el mínimo de racionalidad que exige la condición de la idoneidad para ejercer un empleo público.

Así de simple.

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