Por Hernán Andrés Kruse.-
El 8 de mayo se cumplió el centésimo cuadragésimo primer aniversario del nacimiento de uno de los presidentes más controvertidos de la historia de los Estados Unidos: Harry Truman. El 12 de abril de 1945 fue un día crucial para don Harry. Mientras posaba para un retrato en Warm Spring, Georgia, falleció de una hemorragia cerebral masiva el entonces presidente Franklin Roosevelt. Truman, quien en ese momento tomaba un trago con Sam Rayburn, presidente de la Cámara de Representantes, fue avisado de que debía ir urgente a la Casa Blanca. Cuando llegó le dieron la noticia: a partir de ese momento pasaba a ser el presidente del país más poderoso de la tierra.
Harry Truman ejerció el poder durante ocho años. De todas las decisiones que se vio obligado a tomar, la más grave, la que lo hizo quedar para siempre en la historia universal, fue la de arrojar dos bombas atómicas sobre Japón, en ese entonces enemigo de Estados Unidos. El 6 de agosto de 1945 el B-29 “Enola Gay” lanzó una bomba que devastó Hiroshima, ocasionando la muerte de más de ciento cuarenta mil personas. El 9, el B-29 “Bockscar” arrojó otra bomba sobre Nagasaki, ocasionando la muerte de ochenta mil personas. El 14, el Japón se rindió y firmó su capitulación a comienzo de septiembre. Luego de dejar la presidencia, Truman escribió: “Sabía lo que hacía cuando detuve la guerra. No me arrepiento y, bajo las mismas circunstancias, lo volvería a hacer” (fuente: Alberto Amato, Infobae, 8/5/025).
Es cierto que la devastación de Hiroshima y Nagasaki fue la causa fundamental del fin de la Segunda Guerra Mundial. Pero también lo es que Truman dio la orden de aniquilamiento de miles de ciudadanos japoneses, muchos de ellos niños y ancianos, indefensos, que nada tenían que ver con la guerra. Fue una decisión lesiva de la dignidad humana, infame, ruin, tomada por un ser siniestro, impiadoso. Que jamás se arrepintiera pone en evidencia su ausencia de escrúpulos, su falta de empatía por los seres humanos, su escalofriante psicopatía.
Buceando en Google me encontré con un ensayo de Carlos Sola Ayape (Tecnológico de Monterrey, México) y María Fernanda Sotelo Fuentes (Tecnológico de Monterrey, México) titulado “La bomba atómica después de Hiroshima y Nagasaki. El difícil camino hacia el control de la energía nuclear” (2020). Analizan el feroz impacto que provocó el ataque atómico ordenado por Truman en la diplomacia mundial, especialmente en la diplomacia de la república imperial.
EL CONTROL DE LA BOMBA ATÓMICA: EL GRAN RETO DESPUÉS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
“El lanzamiento de las dos bombas atómicas trajo consigo implicaciones duraderas, comenzando por el gran impacto en la diplomacia mundial, especialmente, en la norteamericana. Después de Hiroshima y Nagasaki, la agenda global quedó marcada por la necesidad de establecer un control sobre la energía atómica, habida cuenta de que los Estados carecían de protocolos jurídicos para regular unos inventos científicos que, como pudo comprobarse, avanzaban a pasos acelerados y no precisamente en beneficio de la humanidad. No había duda de que la diplomacia se enfrentaba a un nuevo y determinante desafío, particularmente, porque una sombra de incertidumbre se apoderó sobre el horizonte de aquella posguerra ante la posibilidad de que el secreto atómico pudiera caer en manos equivocadas.
Como veremos a continuación, no fue tarea fácil alcanzar un acuerdo sobre quién debía tener el control sobre el secreto atómico, una situación que vino a agravar el clima de tensión durante la Guerra Fría. Del debate originado se desprendieron un buen número de reflexiones éticas, muchas de las cuales siguen presentes a la fecha. Como se ha visto más arriba, el final de la Segunda Guerra Mundial coincidió con el descubrimiento y utilización de la fuerza atómica como un arma de capacidad destructiva nunca antes imaginada. Desde entonces y hasta la fecha, no hay duda de que esta energía basada en la fisión controlada del átomo ha sido un poderoso elemento de perturbación de la conciencia y ha condicionado sobremanera el devenir de las relaciones internacionales. La nueva arma provocó las más diversas y encontradas especulaciones, destacando una de ellas por encima del resto: los poseedores del secreto atómico habían encontrado la solución final —única, indiscutible e irrebatible— a todos los conflictos sociales, a todas las disputas entre las naciones y a todas las diferencias ideológicas y políticas.
Aquel país, o países, en posesión del secreto atómico tendrían la capacidad de erigirse como árbitros supremos del destino humano. A partir de agosto de 1945, la energía nuclear era símbolo de hegemonía mundial. “Con sólo arrojar dos o tres minúsculas cargas —escribió Ortiz Echague en las páginas de Excélsior— sobraría para someter a los reacios, convencer a los incrédulos y amansar a los más rebeldes”. Y esto se traducía en una curiosa paradoja, según la cual las mismas personas que habían lanzado la bomba, eran las que más temían por su seguridad si es que alguien más encontraba el secreto. El diario Evening Star sacaba a la luz el 30 de junio de 1946 un estudio realizado para el presidente Truman, en el que se estipulaba que los edificios estadounidenses no aguantarían una bomba como las lanzadas en Hiroshima y Nagasaki. Este reporte dejaba bien claro que los Estados Unidos estaban preocupados de que alguien más lograra recrear su arma de destrucción masiva, teniendo al conglomerado académico trabajando en este tipo de investigaciones y reportes para contabilizar el monto de los daños en el caso de una pérdida del control atómico.
En uno de sus editoriales, El Popular avanzaba la siguiente idea: “La Historia Universal, de esa manera, se simplificaba súbitamente: ya no habría lucha de clases, ni política internacional, ni diplomacia, ni mucho menos necesidad de organizar la cooperación y el equilibrio mundiales: la bomba atómica lo resolvía todo de un solo golpe”. Dadas las circunstancias, el control de la energía nuclear se convirtió en un tema prioritario, de entrada, para disuadir la incertidumbre, aminorar el miedo y, sobre todo, para no deteriorar las relaciones internacionales más de lo que ya estaban. Así, las conversaciones alrededor del control sobre la bomba atómica fue uno de los temas más tratados por la diplomacia de posguerra, habida cuenta de que el nuevo artefacto había cambiado de manera radical el viejo concepto del “interés nacional”, agregándose un nuevo y determinante factor: la extinción humana como una posibilidad innegable.
La división de opiniones se hizo patente cuando se planteó la pregunta sobre quién debía ser el depositario del conocimiento de todo aquello que giraba en torno a la energía nuclear. De una parte, estaban aquellos partidarios de un control exclusivamente estadounidense y, de la otra, quienes apoyaban la tesis de que fuera la Organización de las Naciones Unidas, de reciente creación, la que se hiciera responsable del control atómico a través del Consejo de Seguridad. Como vimos en el apartado anterior, la fabricación de la bomba atómica se hizo con el mayor secretismo y, por consiguiente, sin ningún tipo de intervención diplomática. Durante las primeras fases del Proyecto Manhattan, la bomba se concebía como un instrumento más de destrucción puesto al servicio de la guerra, aunque, como ardid diplomático y de poder por parte de los Estados Unidos, tenía que usarse también para mostrar y demostrar su existencia al Kremlin. Años después, el presidente estadounidense Dwight D. Eisenhower llegaría a decir que fue la bomba atómica, más que cualquier otra cosa, lo que impulsó a la diplomacia a trabajar adecuadamente.
Día con día, el miedo y la incertidumbre se veían reflejados en los periódicos de la época. Desde las páginas de Novedades, Óscar Méndez Cervantes escribía lo siguiente: “La amarga verdad es que sobre el mundo presente se encuentra suspendida la mortal amenaza. No es posible evadir esta tremenda realidad. Físicos destacados lo reiteran en diversos tonos. Dentro de pocos años —dice alguno—, si ello no se remedia previamente, bastará que desde Rusia se oprima un botón para que ciudades enteras de este continente vuelen en pedazos. Todas las naciones —afirma otro— estarán saturadas de bombas atómicas para el año de 1955, si no se logra la unidad internacional”, para avanzar la siguiente valoración final: “El conocimiento del poder atómico ha hecho imperativo para el hombre encontrar un medio de evitar la guerra o traer la muerte y el desastre a grandes extensiones de la tierra”.
Pero no sólo en los periódicos, sino también en algunos manuscritos jurídicos aprobados, se hizo sentir esta problemática planteada. Tal fue el caso del Acta McMahon, que autorizaba al gobierno para dar licencia a la creación de reactores nucleares con una finalidad civil. Así, se partía del principio de que el gobierno estadounidense sería el guía para la creación de una tecnología de reactores que se consolidara económicamente y propiciara una industria en el sector capaz de sostenerse por sí misma. Sin embargo, y a pesar de esta intención, el programa de energía atómica para usos pacíficos continuaría cargando con la pesada memoria de Hiroshima y Nagasaki. La necesidad de establecer un control sobre la energía nuclear se hizo también patente al abordar su aprovechamiento para usos estrictamente pacíficos. La comunidad científica llegó a especular con la posibilidad del manejo de explosivos nucleares para alterar el curso de las corrientes marítimas, disipar el peligro de los huracanes e incluso de las erupciones volcánicas.
Sin embargo, la responsabilidad última recaía sobre una clase política que, desde un principio, se percató de las enormes dificultades que enfrentaba a la hora de proscribir el empleo de la energía atómica para fines bélicos. Por lo tanto, los esfuerzos se encaminaron a la creación de una comisión de vigilancia, a la reglamentación para un uso pacífico y a la implantación de salvaguardas para proteger a los países pacíficos en contra de posibles agresiones de potencias expansionistas. El control de la energía atómica era visto por muchos como una tarea única y exclusiva de las Naciones Unidas, a través del Consejo de Seguridad, bajo el argumento de que un descubrimiento como la bomba atómica no podía ser monopolizado por un único país, sino que debía ser un patrimonio de todos.
Sin embargo, el presidente Truman dio a entender que la fabricación de la bomba atómica debía permanecer en secreto por tratarse de un arma con un enorme potencial destructivo, en un contexto en el cual las tensiones y la incertidumbre por saber qué ocurriría con el secreto estaban en su máximo esplendor. Y aún en el caso de compartir con países aliados para un uso pacífico de la energía nuclear, “esas discusiones no serán concentradas con informaciones que den a conocer el proceso de manufactura de la bomba atómica”. Dicho de otro modo, el secreto nuclear habría de quedar como monopolio exclusivo de Estados Unidos, esto es, en manos del país creador de la bomba atómica. Sin embargo, aquello era una cuestión de tiempo. Se supo, por ejemplo, que Japón había realizado investigaciones sobre la bomba atómica durante la segunda gran guerra, aunque los experimentos fracasaron a causa de que los físicos japoneses llegaron a conclusiones erróneas y las súper fortalezas B-29 destruyeron el laboratorio de Tokio donde se llevaban al cabo las investigaciones. A su vez, en los círculos cercanos al presidente Truman se especulaba con que la Unión Soviética podía producir su propia bomba atómica en un lapso de cinco a diez años.
El 3 de octubre de 1945, Truman pronunció un importante discurso ante el Congreso de los Estados Unidos, donde manifestó que el problema del control de la energía nuclear era tan urgente que no podía esperarse a que Naciones Unidas optara por una solución definitiva. “La esperanza de la civilización —declaró el presidente estadounidense— radica en la decisión de renunciar al empleo y desarrollo de la bomba atómica y en el de dedicar la energía únicamente a fines humanitarios. De otra forma, la única alternativa que puede haber será la de emprender una desesperada carrera por armarse que tal vez termine en un desastre”. A su vez, y en otro momento de su discurso, Truman advirtió que la liberación de la energía atómica constituía “un acontecimiento demasiado revolucionario como para ser considerado dentro del marco de las viejas ideas”, por lo que “la civilización [exigía] que alcancemos en el menor tiempo posible un ordenamiento satisfactorio para el control de la energía atómica de modo que llegue a ser una influencia poderosa y eficaz en el mantenimiento de la paz mundial en lugar de un instrumento de destrucción”. Finalmente, dejó el siguiente mensaje premonitorio: “La esperanza de la civilización se basa en la posibilidad de concluir acuerdos internacionales que lleguen, en lo posible, a la renunciación del uso y desarrollo de la bomba atómica”.
Con este nivel de apremio, en noviembre de 1945 se llegó finalmente a un acuerdo general en torno a los pasos que debían darse para que un grupo internacional tuviese bajo su responsabilidad la vigilancia de la fabricación de la bomba atómica. Reunidos en cónclave, los jefes de gobierno estadounidenses, británico y canadiense acordaron un plan común para someter a control el empleo de la energía atómica, es decir, aquélla desencadenada por la desintegración del átomo. Y esto, bajo el entendido de que la energía nuclear podía y debía aprovecharse para “fines pacíficos industriales y benéficos para el género humano”. El acuerdo mereció su aceptación por parte de la comunidad internacional. De hecho, el primer ministro de Canadá, Mackenzie King, llegó a manifestar que, para preservar a la civilización de una destrucción atómica, era “necesario renunciar hasta cierto grado a la soberanía nacional, con el fin de establecer alguna forma de gobierno mundial”.
La cesión de soberanía nacional en beneficio de un gobierno mundial, capaz de supervisar la producción nuclear, no era un tema menor. El propio primer ministro canadiense declaró que la única solución para prevenir al mundo de la amenaza nuclear era que los Estados abandonaran sus tradicionales ideas sobre la soberanía. Así, cualquier plan conducente a controlar, reglamentar, inspeccionar o ilegalizar la energía atómica habría de exigir una modificación en la idea de que cada Estado nacional era la autoridad suprema dentro de su territorio. Si la solución pasaba por aquí, el problema de fondo era cómo encontrar la fórmula de cesión de esa parte de soberanía para la producción de la energía atómica. Dos opciones se pusieron sobre la mesa: la primera, la que obligaba a los Estados a renunciar a su derecho de veto —reconocido en la Carta de San Francisco de junio de 1945—, sometiéndose en un momento dado a las decisiones y juicios de una mayoría de Estados nacionales; la segunda, la que abogaba por gestar un marco regulatorio que obligara directamente a los individuos, lo que significaba su enjuiciamiento en cualquier lugar y bajo los principios del Derecho Internacional sin que su propio Estado pudiera garantizarle ningún tipo de inmunidad.
Así, y en palabras del periodista y comentarista político estadounidense Walter Lippmann, si bien esta última propuesta no daba pie a la creación de un gobierno mundial, sí al menos “nos brindaría los fundamentos […] de una verdadera comunidad mundial de individuos que estuviera por encima de las alianzas y ligas de Estados soberanos”. Como era previsible, el problema planteado en torno al control atómico se vivió de manera diferente en aquellos países interesados en conseguir el secreto y en poder manejar la energía nuclear conforme a sus intereses geoestratégicos. Por ejemplo, la Unión Soviética de Stalin mostró su cautela en un principio hasta el grado de restarle importancia. Sin embargo, y una vez transcurrido poco más de un mes desde Hiroshima y Nagasaki, los rusos se posicionaron en la revista moscovita Tiempos Nuevos, dando a entender que la bomba atómica no debía ser monopolizada “por una potencia o grupo familiar de potencias”, porque eso significaría la obtención del dominio hegemónico mundial. Así, abogaron por entregar el invento a un consorcio internacional que lo custodiara como un instrumento imperativo de orden y como el medio más efectivo de entendimiento mutuo entre las naciones amantes de la paz. Tomando esto en cuenta, más adelante se acordó que se discutiría la cuestión atómica tomando en cuenta la sugerencia soviética”.
20/05/2025 a las 4:13 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Un módico triunfo y una gran derrota
Joaquín Morales Solá
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
19/5/025
Javier Milei ganó la Capital. Ese es el dato indiscutible. Una vez más, la política argentina mostró que la unión entre una inflación con tendencia a la baja y un dólar relativamente barato son imbatibles en cualquier elección. Los méritos de la economía no pueden desconocerse en el análisis de lo que pasó en las urnas. Pero, al mismo tiempo, el Presidente se dio un gusto inverosímil: batió seriamente a quien fue su principal aliado en el casi año y medio de gobierno que lleva. Se trata de Mauricio Macri, que por primera vez en más de 17 años perdió de mala manera en el distrito que lo vio nacer como político y lo aupó hasta la presidencia de la Nación. Macri lo acompañó a Milei (demasiado apresurado, debe consignarse) en la segunda vuelta electoral en 2023 frente a Sergio Massa; lo ayudó a sacar las principales leyes que le permiten gobernar a un presidente sin Congreso y, sobre todo, contribuyó a que las cámaras parlamentarias no rechazaran los vetos del jefe del Estado a iniciativas legislativas que hubieran desnaturalizado las políticas oficiales de fondo.
Sin embargo, el entorno presidencial (sobre todo, la hermanísima Karina y el superasesor Santiago Caputo) urdieron una campaña destinada a terminar con Macri y con Pro; el peronismo kirchnerista les importaba menos. Usaron para eso procedimientos anticonstitucionales que no se habían visto hasta ahora, durante 40 años de democracia, en los procesos electorales. Lo que sucedió en las últimas horas, cuando se conoció hasta un video trucho hecho con inteligencia artificial para hacerle decir a Macri cosas que nunca dijo, fue claramente una violación de la veda electoral, un intento de manipulación de la opinión pública de la peor manera posible y, en definitiva, una derrota de los métodos democráticos. Ni el peronismo había llegado a tanto en los muchos años en los que gobernó. Menem aceptó pacíficamente la victoria electoral de la entonces Alianza en 1997 y luego en 1999. Y los Kirchner reconocieron que el patriarca de la familia, Néstor, perdió frente a Francisco de Narváez en la provincia de Buenos Aires en 2009. Tanto Menem como Kirchner recurrieron a deplorables maniobras electorales (basta recordar la operación de Néstor Kirchner y Alberto Fernández para destruir la candidatura a jefe de gobierno capitalino de Enrique Olivera en 2005), pero nunca llegaron a cometer violaciones tan flagrantes en horas de veda electoral.
Una victoria es una victoria, pero todo tiene sus matices. Manuel Adorni sacó un porcentaje módico de votos (apenas el 30,14%), pero le alcanzó para acariciar el triunfo. En una elección en la que el porcentaje más alto fue el del ausentismo, porque casi el 50 por ciento del electorado porteño no fue a votar, debe concluirse que el malestar social goza de buena salud en el país. O que a una enorme mayoría no le importaron unos comicios locales, casi municipales, que la dirigencia política decidió agigantar inútilmente. A todo esto, Adorni nunca renunció a su cargo de vocero presidencial tras ser ungido primer candidato a legislador porteño, aunque ese cargo en el gobierno nacional le permitió una presencia cotidiana en todos los medios de comunicación. Competencia desleal: los otros candidatos no tenían esa ventaja. En los últimos días, además, el Presidente le permitió a Adorni hacer anuncios populares, como la quita de retenciones a los productos industriales; la entrega gratuita de pañales por parte del PAMI a las personas mayores; la rebaja de los aranceles para la importación de teléfonos celulares, y, por último, una reforma a la ley migratoria junto a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, que terminará con el fácil ingreso al país de extranjeros con antecedentes delincuenciales. “Eso es corrupción institucional”, describió, rotunda, la periodista catalana Pilar Rahola cuando se enteró de que Adorni hacía esos anuncios siendo candidato del oficialismo en la Capital. No importa. Milei no se detiene en los requisitos de la democracia.
El peronista Leandro Santoro se quedó con el segundo puesto solo conservando un porcentaje aproximado a lo que los herederos de Perón cosecharon siempre en la sofisticada y antiperonista capital de la Argentina. Aunque muchas encuestas pronosticaban un triunfo peronista en la Capital después de 32 años (el menemista Erman González fue el último candidato de esa fuerza en ganar elecciones legislativas en 1993 en la Capital, también gracias a una exitosa política antiinflacionaria), al final Adorni lo superó a Santoro por menos de 3 puntos. Poca diferencia a cambio de muchas transgresiones. Santoro recurrió a la astucia de no mentar al kirchnerismo ni al peronismo en territorio hostil, y Cristina Kirchner, jefa formal del peronismo nacional, tuvo la perspicacia de no participar de la campaña capitalina. Nunca dijo una sola palabra sobre Santoro, ni sobre las elecciones en la Capital ni sobre la Capital en sí misma. Nada, nadie, nunca (Saer dixit). No obstante, eso le sirvió a Santoro solo para aproximarse a los votos que sacó hace apenas dos años como candidato a jefe de gobierno; entonces, logró el 32,27 por ciento de los votos, casi 5 puntos más que en las elecciones de ayer. Si el oficialismo no hizo una gran elección, el peronismo tampoco.
La novedad de las elecciones fue el escaso porcentaje de votos (15,92%) que logró Pro, el partido que gobierna la Capital desde 2007 y que hace dos años, en 2023, alcanzó un porcentaje del 49,7% en las elecciones para elegir jefe de gobierno. Un derrumbe. La notable derrota del oficialismo capitalino debe analizarse desde distintos ángulos. El primero de ellos es la fuga de Horacio Rodríguez Larreta del partido que él mismo ayudó a crear, Pro, y su distancia con respecto al líder, Macri, al que acompañó a gobernar la Capital durante ocho años. Rodríguez Larreta obtuvo el 8,08% de los votos, lo que significa que Pro unido habría sacado en principio el 24 por ciento de los votos. Hubiera sido un porcentaje menor, pero mucho mejor que el que se vio en la víspera. Las culpas de tales rupturas nunca están de un solo lado; también Mauricio Macri deberá hacerse cargo de su impotencia para retener en Pro a dirigentes que fueron esenciales en la construcción de su poder. Ninguna culpa puede, en cambio, recaer sobre Silvia Lospennato, quien aceptó por obligación partidaria y moral una candidatura que no necesitaba. Es diputada nacional y tiene mandato como tal hasta 2027.
Otro ángulo que Pro deberá examinar es la gestión de Jorge Macri. Puede ser que el “olor a pis” en las calles, que denunció Rodríguez Larreta, haya sido una exageración, pero es obvio que la administración capitalina del primo de Mauricio Macri no tiene los mismos estándares de las dos gestiones anteriores de Pro (Mauricio Macri y Rodríguez Larreta). La excesiva confianza política es una mala compañía, porque los porteños son fastidiosos para votar. Nunca están totalmente conformes y siempre reclaman algo más. Jorge Macri debió tener en cuenta esa historia de los capitalinos. También Pro debe terminar con la inexplicable manía de llevar y traer dirigentes bonaerenses y porteños. O son dirigentes y funcionarios de la provincia de Buenos Aires o lo son de la Capital. Jorge Macri era intendente de Vicente López en la provincia de Buenos Aires, y se había convertido en un referente bonaerense de Pro antes de aparecer, repentinamente, como un político porteño.
Nadie del arco republicano tuvo la sutileza indispensable como para percibir que Juntos por el Cambio sigue siendo una opción necesaria en la política argentina. Es la alternativa sensata, institucional y respetuosa a lo que expresa Milei, sobre todo en economía. Es la versión liberal, bien entendida, de la política. Si las cuatro franjas de lo que fue esa coalición, y que compitieron ayer, se hubieran unido en una sola oferta electoral, el resultado hubiera sido aproximadamente del 29 por ciento de los votos, sumados los módicos sufragios del radicalismo (en el distrito donde fue invencible durante 30 años); de la Coalición Cívica, que también ganó varias elecciones capitalinas; de Pro, que gobierna el distrito, y de Horacio Rodríguez Larreta, que lo gobernó en nombre de Pro durante ocho años. Esa alianza que no ocurrió hubiera estado más cerca de Adorni que de Santoro. La irresponsabilidad institucional tiene un precio que ellos deberán pagar.
No es, de todos modos, el fin del mundo para nadie ni tampoco la gloria de ninguno. Ni Milei está en condiciones de mostrarse como el dueño de una victoria abrumadora, ni el peronismo sacó más de lo que la historia le dio en la Capital, ni el macrismo se terminará porque perdió malamente una elección local y aislada del resto del país. La dirigencia política, la que gobierna y la que no gobierna, debería poner atención en el dato del ausentismo más que en los triunfos y las derrotas. El electorado de la Capital es el más cosmopolita, informado y exigente del país, pero es también el que suele adelantar el estado de ánimo de la sociedad nacional. Y decidir no ir a votar, como decidió la mayoría de los porteños cuando la concurrencia al cuarto oscuro es obligatoria, constituye solo un síntoma de algo más grave. El fastidio social que terminó con Milei en el poder no desapareció, a pesar de que un sector importante de los argentinos (no todos) se siente mejor económicamente. El Presidente debería reflexionar sobre las formas violentas de su personalidad, porque tal vez ahí esté la razón de la distancia que ponen con él importantes núcleos sociales.
20/05/2025 a las 4:30 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
El batacazo de Milei que doblega a Macri sin mucha euforia social
Eduardo van der Kooy
Fuente: Clarín
(*) Notiar.com.ar
19/5/025
Javier Milei, con la victoria de su delfín Manuel Adorni en las elecciones de la ciudad, habría conseguido a priori dos objetivos. Capturar el liderazgo de la derecha dura, que con el PRO supo tener perfil centrista; erigirse como la herramienta a mano para intentar vencer al kirchnerismo en Buenos Aires. Falsamente La Libertad Avanza divulgó la idea de que con un segundo puesto se conformaba. El haber dejado a Leandro Santoro también atrás representa un añadido trascendental para la mirada de los poderes internos y externos sobre la evolución de la economía.
Otro dato valorable del éxito libertario es que representa la primera victoria genuina, propia, del encadenamiento electoral realizado hasta ahora. Fueron pobres sus apariciones recientes en Santa Fe, Jujuy y San Luis. Se adjudicó la capital de Salta. Fue barrido en la provincia por el gobernador Gustavo Saénz. Compartió un triunfo en Chaco colgado del radical Luis Zdero. En la ciudad encaramó al portavoz y compitió contra otras 17 listas. La principal, la del PRO invencible casi durante dos décadas que acaba de sufrir una hecatombe. Previsible, por las prolongadas divisiones internas, aunque no de la magnitud que adquirió.
Habría que colocar lo sucedido en la Ciudad en un lugar de equilibrio posible. La victoria de Milei no predice el recorrido hasta octubre que tendrá otra escala desdoblada el 7 de septiembre con las elecciones para cargos locales en Buenos Aires. La Ciudad, sin embargo, le ofrece al Presidente la posibilidad de empezar a edificar en serio una fuerza nacional que aún no posee. Aunque tenga el sello nacionalizado. Una organización que no dependa exclusivamente, como hasta ahora, de su liderazgo provocativo.
La importancia que, insólitamente, alcanzó la votación para legisladores porteños fue la derivación de la pelea encarnizada que lentamente se encargaron de exponer Milei y Macri. El ex presidente se sintió defraudado después de haberle dado el apoyo al líder libertario para que se impusiera en el balotaje. También en estos 16 meses de administración, que tuvo en el PRO un soporte clave para la gobernabilidad. Con cantidad de leyes aprobadas en el Congreso. Existió un pecado original: jamás el ingeniero consiguió establecer alguna condición. Milei supo eludirlas y explotó una grieta que avizoró apenas entró en la Casa Rosada. La impericia de Macri para tratar con Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta abrió una sangría amarilla que no se detuvo. Quedó corroborada en un dato estadístico: si los votos de la estoica diputada Silvia Lospennato (casi 16%), convertida en bombero del incendio macrista, se sumaran imaginariamente al 8% de Larreta disidente, ni siquiera lograrían desplazar a Santoro del segundo lugar. El representante peronista cosechó el promedio histórico que ese partido suele tener en la Ciudad.
Aquella puja entre Milei y Macri nacionalizó esta elección. A punto tal que las tres principales fuerzas resolvieron apostar sus cartas de oro. El Presidente empujó al ganador Adorni, qué de vocero de la Casa Rosada, si cumple, pasará a ser concejal de la Ciudad. Idéntico destino le aguarda a Santoro y Lospennato. Deberán abandonar el Congreso de la Nación.
El batacazo de Milei habría que encuadrarlo en un contexto popular muy inquietante. Se repite desde la primera elección de este año, en abril en Santa Fe. La baja participación de votantes. El gobernador Maximiliano Pullaro ganó por más de 20 puntos, pero con una asistencia que orilló el 56%. En Salta, Jujuy, Chaco y San Luis la caída promedió un 10% en comparación con legislativas anteriores.
Siempre se suele auscultar el interior de una manera distinta a lo que sucede en el AMBA. El fenómeno empieza a ser el mismo. La Ciudad registró ayer el índice de votación más bajo de la historia para comicios legislativos. Asistió el 53.14 del padrón habilitado que supera los 3 millones de ciudadanos. Siendo estrictos se podría afirmar que el 30.8% de Adorni representaría el 16% del padrón. Valdría el mismo cálculo para los demás candidatos. Es decir, por la salud del sistema, si es que a los libertarios le importa, habría que comenzar a indagar este comportamiento colectivo. Qué pasa con los partidos, con las coaliciones, que pasa con las propuestas políticas.
Para lo ocurrido en la Ciudad, en ese aspecto, no existirían atenuantes. Se trata de una vidriera nacional. Las condiciones del clima fueron perfectas. El Gobierno y la oposición apostaron lo mejor que tenían. Nada de eso pareció resultar un atractivo. Quizás Milei debiera preocuparse por transformar las expectativas que tiene ancladas en el freno a la inflación en algo más abarcador que genere entusiasmo dentro de un espectro que supere a sus seguidores incondicionales.
Esa ausencia de fervor, quizás, respondería a otras razones. Milei prometió un salto cualitativo respecto de los vicios de la política tradicional que no se estaría comprobando. Su primer año resultó efectivo en ese campo. En lo que va del 2025 su asimilación a “la casta” criticada resulta cada vez mayor. Quedó ilustrado en varios episodios. El fracaso del proyecto de Ficha Limpia pareció culminante. Transó con el patrón de Misiones, el ex gobernador Carlos Rovira, para que dos de sus senadores votaran de manera negativa. Acostumbra además a celebrar todos los desbordes de sus patrullas digitales. Estuvo a punto de hacerlo con el fallecimiento del ex presidente de Uruguay, José Mujica. Lo hizo con el video realizado con inteligencia artificial, que viralizó, en el cual Macri el sábado a la noche anunciaba la declinación de Lospennato como candidata. Resulta evidente que a sus votantes nada de eso le importa. Cabría preguntarse si una afirmación similar corresponde para los millones que no decidieron votar en la Ciudad. Hubo casi un 20% más de concurrentes en las legislativas del 2021, en plena pandemia. Con protocolos, cuidados y miedos.
Milei celebró con euforia, como tenía derecho a hacerlo. Quizás se haya escondido en semejante algarabía el renacer de su hermana, Karina, El Jefe, la hermanísima, como armadora electoral. Venía sin medallas de valor por algunas malas elecciones que la tuvieron como responsable. En especial Santa Fe, donde su pelea con la diputada provincial Amalia Granata condenó a los libertarios al tercer lugar. Superados por una de las tres fracciones peronistas. En la Ciudad se temía por su determinación de expulsar del partido a Ramiro Marra. El legislador sacó menos de dos puntos. Examen aprobado para la mujer.
En el horizonte se dibuja el desafío de septiembre en Buenos Aires y en octubre en toda la nación. Karina seguirá teniendo la batuta pese a los roces constantes con el joven Santiago Caputo. Se irá imponiendo, de acuerdo con lo visto, la idea de competir contra el kirchnerismo cooptando los mejores postulantes del PRO (Diego Santilli y Guillermo Montenegro ya saltaron) aunque sin una alianza formal con aquel partido. El sello será el de La Libertad Avanza.
En un momento de furia Macri le pidió a María Eugenia Vidal que encabece una lista propia bonaerense. La ex gobernadora frunció el ceño. Lo sucedido en la Ciudad habría terminado por convencer al ingeniero. “Por un resultado no voy a cambiar mi convicción negociadora”, sostuvo. Agregó: “Sólo pido respeto”. Si no lo hay –es muy probable que así sea— no tendrá otra opción que seguir adelante. La tremenda derrota lo ha dejado en una encrucijada con dos asuntos inmediatos por resolver: como apuntala a Jorge Macri, su primo, en los dos años que le restan en la Ciudad; como hacer, si se puede, para reflotar un partido que nació en la pos crisis del 2001, hizo su aporte y está ahora muy cerca del naufragio.
20/05/2025 a las 4:46 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Una elección con tres conclusiones tan contundentes como desafiantes
Claudio Jacquelin
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
19/5/025
Toda la incertidumbre que marcó los días previos a las elecciones porteñas se disipó en la tardecita de este domingo con una contundencia mayor a la esperada para dejar, al menos, tres conclusiones muy claras y categóricas que delinean los contornos de la nueva geografía política.
Antes que nada, resalta que el ganador indiscutido de esta elección de legisladores porteños ha sido el oficialismo libertario, al obtener su primer triunfo en una elección local, y nada menos que en el cuarto distrito del país en número de electores, con el agregado de la postulación al frente de esa lista de uno de los principales representantes de Javier Milei, como es el vocero presidencial, Manuel Adorni.
La victoria le da, así, un fuerte respaldo a la gestión mileísta y le abre un escenario auspicioso al espacio oficialista para encarar las elecciones nacionales y la segunda y última parte del actual mandato presidencial.
La Libertad Avanza quedó, además, mucho más cerca de la posibilidad de apropiarse de la representación de la inmensa mayoría del electorado que se ubica del centro a la derecha. Todo o casi todo a lo que aspiraba en esta instancia.
En segundo lugar, esa novedad insoslayable queda parcialmente afectada por la agudización de una tendencia inquietante: la caída en la participación, que ya venía registrándose, para alcanzar un récord absoluto en una elección porteña.
Este domingo se produjo una estrepitosa caída de 12 puntos respecto de la asistencia alcanzada en los anteriores comicios legislativos locales y algo más de 20 puntos respecto de la media histórica porteña desde la recuperación de la democracia. Casi uno de cada dos electores habilitados decidió no concurrir. En números absolutos, no fueron a votar unos 250.000 ciudadanos que sí lo habían hecho en 2021, cuando todavía regían limitaciones y preocupaciones por la pandemia del Covid, y hubo 400.000 menos que en 2023.
El índice de asistencia de este domingo ubica a los comicios porteños en el segundo lugar del ranking de menor participación porcentual de todos los realizadas hasta ahora este año. Solo lo supera Chaco, donde, en una forzada alianza con la UCR, LLA también pudo festejar, aunque en un rol secundario.
El colapso de la participación asoma como un llamado de atención demasiado grande. La ciudad de Buenos Aires tiene uno de los electorados más informados y politizados del país. Este domingo, esos ciudadanos que le dieron la espalda a los comicios emitieron un mensaje que la comunidad política, pero también a todas las élites dirigenciales, están obligadas a interpretar por qué no se sintieron interpelados para ser parte de uno de los principales actos del sistema democrático.
En tercer lugar, y no menos importante, es que se acaba de registrar la primera derrota de un oficialismo local. Pro, que ha sido el partido hegemónico de la ciudad de Buenos Aires durante 20 años, pierde su primera elección local para confirmar un fin de ciclo.
EL OCASO DEL MACRISMO
El mapa que alguna vez fue absolutamente amarillo acaba de pintarse del violeta libertario y una parte de celeste peronista. El futuro del macrismo ahora no es sencillo de pronosticar, pero es un hecho que este resultado lo acerca a su ocaso definitivo. Probablemente, también, más lejos de cualquier acuerdo superestructural con La Libertad Avanza, sobre todo en la provincia de Buenos Aires.
Al mismo tiempo, lo obliga a buscar gobernabilidad para los dos años y medio que le quedan a Jorge Macri al frente de lo que ha sido la cuna y el bastión del macrismo.
Ahora el jefe de Gobierno (también Mauricio Macri, su primo expresidente) queda bajo la lupa política y ante un complejo desafío para gobernar por su decisión (nunca suficientemente explicada ni entendida) de convocar tan anticipadamente las elecciones locales, con la idea de municipalizarlas, pero sin contar con índices positivos netos de aprobación de su administración ni de su imagen.
Además, lo hizo sin tener una figura para encabezar la lista que pudiera identificarse con los mejores momentos de los gobiernos amarillos. Silvia Lospennato, que se ha destacado por buenas razones como diputada nacional, fue forzada a inmolarse, sin ser suficientemente conocida por los votantes de la ciudad y sin que su nombre se asociara en nada con las problemáticas locales.
El macrismo en los últimos años ha demostrado una extraña capacidad para premiar a sus dirigentes más destacados degradándolos. Tiene mucho por revisar, pero sin saber si le queda tiempo y soportes para hacerlo. El desgajamiento de votantes y sobre todo de dirigentes es casi seguro que no ha concluido.
A Pro le sigue pasando factura su incapacidad para definir dónde ubicarse respecto de Milei desde que este logró pasar a la segunda vuelta presidencial y dejar afuera a la ahora ferviente mileísta que entonces era su candidata, Patricia Bullrich. Desde entonces, la pérdida de nitidez de su rumbo e identidad ha sido creciente. Es un hecho que el liderazgo part-time de Mauricio Macri, tan excluyente hacia adentro como oscilante frente a los libertarios, ha sido ineficaz no ya para devolverle la competitividad a Pro, sino, al menos, para conservar lo que tenía. Este domingo por la noche mismo volvió a exponer las dificultades que lo aquejan para definir su posicionamiento, su narrativa y su visión de futuro.
En cambio, el discurso de Lospennato, tras la derrota, marcó tal vez la más fuerte distancia con los libertarios, sus modos y sus acciones políticas, que incluyeron hasta la fabricación y difusión de fake news hechas con inteligencia artificial generativa para perjudicarla. Nada que debería sorprender a los macristas. No son prácticas novedosas de los espacios que han tenido o tienen por consultor al equipo del superasesor presidencial Santiago Caputo.
Sin embargo, nunca antes sus autores o difusores firmaron las campañas sucias como lo hicieron en los últimos días algunos de los principales propagandistas e influencers que el oficialismo tiene en las redes sociales. Mucho menos que el líder del espacio político y, más aún, Presidente de la Nación les diera un aval. No solo no cuestionó esas prácticas sino que optó por ningunear a las víctimas de esa operación, como lo hizo con Macri, al que calificó de “llorón” y frágil. De “cristal”, le dijo. Y no se refería a la transparencia.
Lo ocurrido implica otro llamado de atención sobre la salud democrática. Si esto ocurrió en una elección que operó a modo de aperitivo, cabe preguntarse si fue un banco de pruebas y, en consecuencia, qué podría ocurrir en la gran disputa por la futura conformación del Congreso de la Nación. Allí el Gobierno se jugará nada menos que la posibilidad de concretar las reformas de fondo que tiene pendientes para poder llevar a cabo su proyecto de transformación radical en lo político y económico, pero también en el plano cultural.
Tal vez el Gobierno no deba esperar tanto para ver las consecuencias de haber llevado esta disputa con el macrismo hasta esos límites en su afán de quedarse con la representación total del espectro que va del centro a la derecha más extrema.
“El triunfo y las agresiones que hubo con Pro nos pueden complicar mucho en lo inmediato y para la elección de octubre. Esta semana será muy desafiante en el Congreso y podemos perder un par de votaciones clave en las que se resolverá la presidencia de la comisión investigadora del caso $LIBRA, la composición de la AGN, temas previsionales y la creación de un fondo para discapacidad”, advirtió una voz muy autorizada cercana a la presidencia de la Cámara baja y de la jefatura del bloque libertario. Los festejos pueden durar poco.
LOS DILEMAS PERONISTAS
Menos nítidas asoman las conclusiones que pueden sacarse del resultado obtenido por la lista del peronismo atenuado, que lideró Leandro Santoro, quien aparecía como el favorito, ante la atomización de la oferta del centro a la derecha en cuatro listas. Por lo pronto su actuación resulta insuficiente para decir que se le abre a él un futuro más auspicioso en el plano local. Tampoco parece que pueda aportarle algo de oxígeno al perokirchnerismo en el bastión bonaerense, donde se jugará su supervivencia. Tal vez, solo active el instinto de supervivencia y sirva para poner en pausa la guerra fratricida del cristinismo.
Santoro y el gran armador de su lista, el ubicuo presidente de la Auditoría General de la Nación, Juan Manuel Olmos, podrán argumentar (así lo han hecho) que el segundo lugar, a menos de tres puntos del oficialismo nacional, y con la representación peronista también fragmentada, no es un mal resultado presente y para el futuro. Pero es un hecho que el mismo candidato obtuvo cinco puntos menos y perdió 140.000 votos respecto de su actuación en 2023.
La performance de todos los candidatos que se identifican con el legado de Juan Perón demuestra que el electorado porteño sigue siendo mayoritariamente refractario al peronismo. La suma de los votos obtenidos por las tres listas peronistas no logra empatar los votos que recibió el vocero presidencial.
De todas maneras, en el oficialismo admiten que no pueden relajarse. Las heridas abiertas con el macrismo podrían conjugarse con la reagrupación y reordenamiento que el oficialismo advierte en el peronismo. Ahí miran con temor y suspicacia algunos movimientos para sellar fisuras adjudicados al infatigable Sergio Massa, que nunca se rinde. Toda una amenaza.
Por último, quien consiguió este domingo su objetivo de mínima es el exjefe de gobierno porteño y exprecandidato presidencial amarillo hace solo dos años, Horacio Rodríguez Larreta. Aunque sus ocho puntos que lo posicionaron en el cuarto lugar no le aseguran ningún futuro.
Muy pronto, la foto de este domingo puede empezar a quedar vieja para muchos. La política sigue en estado líquido, aunque Milei y los suyos representen lo más sólido de esa escena. Más aún a partir de estos comicios.
Sin embargo, la sostenida y abrupta caída en la participación ciudadana parece transmitir un estado de insatisfacción ciudadana que lejos estaría de saldarse.
Algunas conclusiones de la elección porteña parecen tan contundentes como desafiantes.
20/05/2025 a las 5:04 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Javier Milei se queda sin facultades, los Macri buscan aliados porteños y negocian un presidente opositor
Ignacio Zuleta
Fuente: Clarín
(*) Notiar.com.ar
19/5/025
El Gobierno empleará toda la pirotecnia recogida en las elecciones en CABA para remontar la cuesta más escarpada del año: en 50 días, el 8 de julio próximo, vence la delegación de facultades que el dio el Congreso en la llamada Ley de Bases. En la víspera de la fecha patria se cumplen los 365 días desde la promulgación de esa norma. Durante este lapso, el Ejecutivo ha tenido la libertad para cancelar a discreción fideicomisos, cortar gastos y hacer ajustes, cerrar reparticiones, etc.
La baja de aranceles a la importación de productos que se ensamblan en Tierra del Fuego obedeció no sólo a la propaganda del oficialismo para las elecciones porteñas. Se adelantó por temor a que después del deadline del 8 de julio, será difícil no sólo bajar esas gabelas sino tomar otras medidas de reforma del Estado. Este adelantamiento impidió que fuera una medida negociada previamente con la administración provincial y los empresarios de esa comarca que, de un día parta el otro, responden con una amenaza de juicios.
La agresividad del clima electoral, fomentado por el oficialismo, contribuye poco a un acercamiento. A Javier Milei le costará el doble -de lo que ya dio para la sanción de la norma- que el Congreso le renueve las facultades. La caída dejará al Ejecutivo a merced de un Congreso con el que no ha querido tener buenas relaciones. Lo que logró fue gracias al toma y daca con todos los bloques, amigables y no amigables.
De los primeros aprovechó la división del PRO, de la UCR y de La Libertad Avanza (ocurrida dentro del oficialismo para decidir si la propiedad del gobierno es del presidente o de la liga de partidos ex Cambiemos que lo llevó a la Casa Rosada). De los más duros logró que no le citen todavía a la hermana y al ministro de Economía a que expliquen la trama del CriptoGate.
Fue a cambio de que el Gobierno se ocupase de voltear el proyecto de Ficha Limpia. Para lograrlo, en todos los casos, aceitó la relación con los gobernadores para movilizar a los legisladores que se referencian en ellos. El Gobierno intentará abrir una nueva negociación para la prórroga de los superpoderes de la Ley 27742. No es simple el objetivo y correrá sangre.
LE APROBARON A MACRI EL 2017
El resultado de este domingo refigura el lema de la campaña de Olivos “mileísmo o kirchnerismo”, agregándole una segunda cláusula: ha sido la opción para decidir quién se encargará de desplazar del control en la CABA al PRO y sus aliados. Desde este domingo las relaciones no serán tan armónicas entre las fuerzas como hasta ahora.
Acaso el último dictamen armónico haya sido la aprobación, el miércoles pasado en la bicameral de rendición de cuentas, de la ejecución del gasto por parte del gobierno de Mauricio Macri durante el año 2017. En esa aprobación se hacen observaciones, pero no se la rechazó, algo que podría ser un antecedente de agresividad política hacia Macri en un momento difícil de su declinación política.
La política, decía Néstor Kirchner, es un negocio al que es fácil entrar, pero muy difícil salir. En la política judicializada tener un rechazo a la rendición de gastos puede ser un problema para un expresidente en declive. Que se lo diga Cristina de Kirchner. O Dilma Rousseff, destituida como presidenta de Brasil por un desvío de partidas de un destino a otro. Acaso fue en previsión de esos avatares que el Gobierno nacional se ha empeñado en que el proyecto de ficha limpia no sea aprobado en el Congreso. El arma más temida por los políticos es el búmeran.
PARA LOS MACRI FUE UNA ESPECIE DE PASO
El país que comienza después de este domingo en CABA no será el mismo. Es esperable que una vez que se conozcan los números finales de la elección, los dirigentes de la familia Cambiemos que fueron a las urnas desguazados en varias listas, intenten una reunificación después de esta especie de PASO que han significado estas elecciones. Los números que han logrado las candidaturas de ese espectro hacen imaginable que en las nacionales de octubre encuentren algún punto de unión que aliente la posibilidad de retener en 2027 el distrito.
Esa PASO virtual que ocurrió este domingo ha probado cuánto pesan los Macri, Larreta y los radicales. Han despachado las diferencias en el consorcio porteño, inexplicable en una coalición que parecía condenada al éxito. El arco no peronista ha hecho la autocrítica de que candidatos de su espectro como Píparo y Espert fueran divididos a las elecciones a gobernador de Buenos Aires en 2023. Si hubieran ido juntos, le habrían ganado al peronismo de Kicillof. La insistencia en la disputa interna dentro de Cambiemos les hizo perder, en el orden nacional, 18 puntos porcentuales entre 2021 y 2023. Y sin gobernar. La división que exhibió este domingo es el último capítulo de esa deriva entrópica.
GANA EL QUE ARME EN LA LEGISLATURA
Esta escaramuza de una batalla que empezó en 2023, y que no termina ahora, oscurece la verdadera naturaleza legislativa, no ejecutiva, de estas elecciones. La campaña le imprime un nervio singular a la confrontación, como si fueran unas elecciones ejecutivas con un ganador final. El ganador acá no será el candidato ni la marca. El ganador va a ser el bloque que tenga la posibilidad de generar la alianza más amplia para dominar en la Legislatura de la Ciudad.
El entendimiento partidario que representó al electorado mayoritario del distrito superó en algunas elecciones anteriores el 50% de los votos. La suerte de la marca PRO en el resultado dispara efectos hacia todos lados, en torno la sobrevivencia de los Macri y el PRO y sus socios en la Ciudad. Amenaza una etapa de pato rengo, antesala de malos resultados en las nacionales de octubre. Les quedará una sola bala de plata: que Macri intente una sobrevida con una candidatura propia a diputado o senador nacional.
El período que va de este domingo hasta octubre pondrá a prueba la capacidad del arco de Cambiemos para construir una Legislatura que recomponga la coalición, sobre la base de los nuevos legisladores que logren entrar por esas seis listas.
EL MILEÍSMO CONTRA EL QUÓRUM
Como hay vida después de las elecciones, el ingenio no descansa, en especial el del Gobierno, que pondrá sus empeños en restarle el quórum a la sesión especial que le reclama la oposición para este miércoles. Tienen un argumento que es impedir que prosperen dictámenes de diversa dureza para que, sin reabrir la moratoria previsional, haya un reconocimiento a quienes aportaron al sistema, aunque no hayan alcanzado los requisitos mínimos para jubilarse. Intentarán rechazar una apertura de la moratoria como reclama el bloque de Unión por la Patria.
Final abierto: esa moción tiene, por lo menos 110 votos positivos. Y los votos negativos son antipáticos -mejor que votar No es salir del recinto o abstenerse-. La alternativa que sí tiene apoyos, si se cae la moratoria, es el reconocimiento que proponen legisladores del “centrão”, elaborado por Nicolás Massot y, desde afuera, por el exdiputado y ex Anses Diego Bossio. Es la Prestación Proporcional para la Vejez que pagaría según lo aportado por quienes no cumplen los años mínimos para jubilarse.
Lo que produce pánico en el oficialismo en torno a esa sesión es que la oposición lleva al recinto la disputa por la integración de la comisión investigadora del CriptoGate. Esa comisión la amañó el mileísmo de la cámara, con pases entre bloques para que resulte empatada y sin posibilidades de acordar en torno a quién debe presidirla.
La presidencia de la cámara –Martín Menem– argumenta que el pleno no tiene facultades para intervenir y, en todo caso, reclama que el tratamiento se habilite con 2/3 de los votos. Deberá munirse de ingenio porque la oposición decidió una estrategia secreta: no revelada en resguardo de su eficacia, para imponer el tratamiento.
Para el Gobierno es cuestión de Estado impedir que el Congreso cite a declarar en esa comisión, o ante el recinto, a la hermana del Presidente y al ministro de Economía. El Ejecutivo ya transó con el Senado para que rechazara esas citaciones. Pagó esa gracia ayudando a que se cayera el proyecto de Ficha Limpia.
La oposición es consciente de que si eso ocurre será una señal letal de fragilidad para un gobierno débil, que está bajo la lupa de los inversores y el público. La diferencia entre las bancadas es hoy entre quienes quieren apretar ese botón y quienes no quieren. Pero reclaman que el Ejecutivo dé alguna explicación. Este lunes los bloques de la oposición refinarán los temas a llevar a esa sesión.
AGN: AMPLIACIÓN SORPRESA
El Gobierno busca un repechaje en el Congreso poniendo en la góndola una nueva zanahoria para negociar un nuevo estatus después de las elecciones porteñas. Es replicar en Diputados los proyectos de ampliación de la integración de la Auditoría General de la Nación que impulsan en el Senado Juan Carlos Romero y José Mayans.
Hoy el organismo tiene tres representantes por cada cámara del Congreso, loteados según la proporcionalidad partidaria. El nuevo proyecto lleva el número a cuatro. Un total de ocho y, además, un presidente que debe pertenecer a la oposición. Por falta de acuerdos, desde diciembre de 2023 no se han podido renovar los cargos, y los seis están vacantes.
La presentación de un proyecto del mileísmo para este aumento está entre las expectativas de la sesión de Diputados, para una sanción sumaria debido a que el aumento de miembros puede destrabar el bloqueo de las designaciones, que ha puesto a la AGN al borde de la legalidad. De los siete auditores sólo ha quedado el presidente, Juan Manuel Olmos, que representa al peronismo, después de ser vicejefe de gabinete de Alberto Fernández, cuyo mandato entra este año en el radar de las pesquisas de la AGN.
En el horizonte de la nueva etapa que se abre con el resultado en CABA aparece el replanteo de una ampliación de la Corte, que propone en el Senado también el senador Romero. Si este reacomodamiento avanza, habilitará una negociación que incluya nuevos nombres para Procurador General y Defensor General.