Por Carlos Tórtora.-

Javier Milei viajó a la asunción de Donald Trump luego de poner en marcha su operación política más ambiciosa desde que llegó al poder. Mediante un sistema de acuerdos con el kirchnerismo, aceitados por Santiago Caputo, el presidente se propone voltear en las sesiones extraordinarias las PASO y consumar así la liquidación electoral del PRO y la UCR para que La Libertad Avanza se consolide como la única fuerza política que represente a la derecha. Como cortina de humo para intentar disimular su entente con CFK, los libertarios agitan el proyecto de ley de Ficha Limpia, una falsa amenaza para la expresidente ya que, aunque se aprobará, no le sería en definitiva aplicable porque ella se escudaría en la vigencia del principio de irretroactividad de la ley.

Milei sabe perfectamente que gran parte de su electorado es ante todo antiperonista y que podría perder una buena parte de estos votos si la sociedad asumiera la realidad, es decir, que la Casa Rosada y el Instituto Patria acordaron una estrategia electoral conjunta, además de repartirse la Corte Suprema de Justicia.

La próxima campaña electoral sería entonces el escenario para la ejecución de este pacto: los candidatos de Milei polarizarían la elección con las listas K y con la propia Cristina, candidata probablemente a diputada nacional por Buenos Aires. Esmerilada por tener que cargar con la mochila de Alberto Fernández y también por sus causas por corrupción, según el plan del gobierno Cristina perdería la elección pero seguiría siendo la jefa de la oposición.

Dos obstáculos

Para que este plan funcione, Milei y Cristina deben remover dos obstáculos que se interponen en su camino. Uno es Mauricio Macri, que, si consiguiera armar un esquema electoral con los restos del PRO, podría hacer peligrar el éxito de LLA. Al borde del jaque mate, abandonado poco a poco por sus principales dirigentes y sistemáticamente golpeado por el gobierno, el expresidente no parece en condiciones ni con voluntad de dar pelea.

El otro obstáculo es Axel Kicillof, que mantiene una sorda disputa con Cristina, amenazando con presentar listas de candidatos no aprobadas por ella ni firmadas por el presidente del PJ bonaerense, Máximo Kirchner. Si Milei parece poder con Macri, Cristina no tiene la misma suerte con el gobernador bonaerense, que va resistiendo las presiones del aparato kirchnerista y cuenta con las simpatías de varios gobernadores y hasta de la CGT.

El caso es que, ante un enemigo común, entre Macri y Kicillof estarían funcionando ahora puentes para algunos acuerdos mínimos. El más importante es que el PRO apoyaría formalmente la probable decisión del gobernador de desdoblar las elecciones provinciales. De este modo, Kicillof se garantizaría el control de las candidaturas locales, perdiendo La Cámpora toda incidencia.

Si esto ocurriera, Cristina perdería buena parte de su incidencia para digitar las candidaturas nacionales y, por primera vez desde el 2003, quedaría claro que habría dos peronismos: el cristinismo y un justicialismo renovado que pensaría en Kicillof para el 2027.

En las próximas semanas se definiría cuál sería el juego. Si el Congreso le da a Milei la eliminación de las PASO, Kicillof podría entonces romper su cordón umbilical y desdoblar las elecciones bonaerenses.

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