Planta de Mercedes Benz en la localidad de Virrey del Pino, provincia de Buenos Aires, la primera de la marca fuera de Alemania.

Por Juan José de Guzmán.-

Mercedes-Benz se va de la Argentina tras más de 70 años de producción

En estos inicios del 2025, cuando casi todas las personas están de vacaciones o aproximándose a ellas, leí en los diarios la noticia que jamás pensé (ni imaginé, siquiera) llegarían a ver mis ojos algún día, “Mercedes Benz se va de la Argentina”.

Hacía poco, releyendo con fruición artículos viejos (cada tanto lo hago) repasaba la historia del Benz Patent-Motor-wagen, el primer automóvil, y experimenté como nunca antes tal vez, una sensación no fácil de explicar. Porque a medida que avanzaba en la descripción de ese primer viaje de larga distancia, uniendo Manneim con Pforzheim, en el sur alemán que protagonizó Bertha Ringer Benz, la joven esposa y coprotagonista de un gran amor, como fue el que surgió de su unión con el joven ingeniero Carl Benz, no pude evitar asociarlo con el de Mirta y Juanjo, salvando las distancias.

Porque si bien aquello sucedió casi 84 años antes de que me sumara a la primera fábrica que montó Mercedes Benz fuera de Alemania, mi ingreso coincidió con el gran cambio tecnológico ocurrido en la industria con la irrupción de las grandes computadoras primero, en los albores de los 70 e internet más acá en el tiempo.

A medida que avanzaba en la lectura de los momentos de ribetes épicos, de esa pareja, que yo pretenciosamente asociaba a los vividos por nosotros, iba repasando como en fotogramas de una película en technicolor todos los inolvidables momentos vividos en una empresa, que es modelo en el mundo, en la Argentina y a la que tanto amo.

Allí transcurrieron los años más importantes de nuestras vidas, pues con Mirta nos casamos el mismo año de mi ingreso y, con el mismo empeño de Bertha y Carl, logré el desarrollo personal deseado mientras, a la par de los sueños, crecían nuestros hijos hasta que, casi sin darnos cuenta, llegó mi jubilación.

Todo ello pasaba durante la proyección imaginaria de la película de mi vida, que, como en tantos otros momentos de despedidas, hoy me toca llorar otra partida.

Hasta siempre, Mercedes Benz de mi vida.

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