Por Luis Alejandro Rizzi.-
“Material duro, frágil y transparente o traslúcido, sin estructura cristalina, obtenido por la fusión de arena silícea con potasio y moldeable a altas temperaturas”, tal la primera acepción de la palabra vidrio.
Pienso que hemos vivido en una Argentina de puro vidrio, transparente, frágil y común, que se quiebra en partes peligrosas. Por eso no aplicaría la tesis de articulación y organización de los fragmentos.
Por ese motivo somos absolutamente agonales, ya que nuestros trozos tienen bordes peligrosos, lo que nos lleva a afilar esos bordes en vez de limarlos.
Ésa sería la función que deberían asumir el estado y sus gobiernos, pero pasa que los gobiernos de los estados son a su vez fragmentos con filos peligrosos.
La Argentina durante varias décadas estuvo conformada con una clase media, quizás más estadística que real, en una sociedad que decíamos tenía movilidad social ascendente, mientras crecían las villas, los conglomerados indigentes, los conurbanos y se degradaba la dignidad.
Esto ocurría con un paradójico marco de derechos -supuestos derechos- que eran imposibles de financiar de modo genuino y empujaban a una parte de la sociedad en dirección a la marginalidad o “economía negra”, que también paradojalmente, eran muy probablemente la expresión de la Argentina real.
No era una Argentina secreta, ya que estaba a la vista de todos, pero en verdad intentábamos ocultarla descalificando y despreciándolos. Eran una suerte de “barbarie o cabecitas negras”, este último concepto despectivo para etiquetar a segmentos peronistas.
A su vez, por otra rareza, esa “llamada clase media”, que no era ni alta ni baja, prosperaba “negreando” dinero blanco como modo de defensa ante la inflación y lo que comenzaba a ser voracidad fiscal.
Había dos segmentos de economía negra, uno que empujaba hacia arriba a la clase media y otro que empujaba hacia abajo a las clases trabajadoras y a esa migración interna que le permitía vivir en Buenos Aires, en un nivel de pobreza menos indigno, además contaban con buenos servicios de educación y salud, que se fueron deteriorando a medida que esa “economía negra” restaba recursos fiscales, los que eran suplidos con la emisión, el familiar impuesto inflacionario.
En un principio, diría desde 1950 hasta mitad de la década del 70, la inflación en los segmentos sociales pudientes implicaba un subsidio, ya que el costo del crédito era nominal y los ingresos crecían en términos reales.
Así surgieron en la década del 50 del siglo pasado ciudades que multiplicaron viviendas para ser usadas un tercio del año, mientras en las ciudades escaseaba la oferta de vivienda, sea para comprar o alquilar.
Respetando los límites de una nota, se llegó a un punto difícil de ubicar, pero quizás fue la crisis del 2001/2, y este sistema inviable estalló.
Estos 25 años, salvo los primeros dos años de Néstor Kirchner, se intentó reordenar el sistema político-económico-social, pero en un marco de corrupción desconocido hasta ese momento, que estancó definitivamente al país y aceleró su decadencia hasta que se desembocó en Javier Milei, que llegó a la presidencia refregándonos en la cara que “no había plata”, verdad que todos sabíamos y los gobiernos disimulaban llegando al extremo de adulterar las estadísticas nacionales y emitiendo para llenar los bolsillos de simples papeles que creaba la ficción de tener “plata”.
Hoy la Argentina es un muestrario de vidrios rotos filosos, por eso todo es conflictivo y la sociedad se atomiza día a día sin que haya capacidad ni vocación de arbitraje por parte del gobierno del estado. Más el gobierno es uno de esos fragmentos filosos.
Pero la cuestión de fondo es la estructura social argentina, que fatalmente va en dirección de un achatamiento masivo hacia abajo y la conformación de una nueva “oligarquía” con poder político”, subsidiada por un tipo de cambio irreal, consecuencia de una moneda débil, raticidamente apreciada.
Por ese motivo la cuenta corriente es deficitaria, ya que sólo se puede equilibrar contrayendo créditos, más deuda y alquilando dólares (ver en este Furgón mi nota del pasado 12 de junio).
La duda es: ¿tenemos un dólar barato o un peso caro?
En la medida que la Argentina se normalice, y más allá de todo prejuicio ideológico, nos asemejaremos al resto de los países de Latinoamérica, diferencias sociales evidentes y una reducida clase media.
La clase media de las décadas del 50 al 90 fue una ficción. Hoy no se pueden mantener en su ficticio nivel, y buscan la culpa en los otros.
En este contexto se votará en octubre. Pasa que el oficialismo es también parte del problema, porque exacerba y provoca.
En esa elección no se votará “en contra de”; se votará según la posición socioeconómica en que esté cada ciudadano. El gobierno contaría con un núcleo duro del 25%, el décimo decil de nivel de ingresos familiares.
Se repetiría el ausentismo.
El gobierno está enfrentado a un dilema. A lo sumo podría ganar con un máximo del 45% de votos. No le alcanza. Si no llega a ese tope, le alcanzaría mucho menos.
Como dice Willy Kohan, “somos nosotros”.
20/06/2025 a las 1:38 PM
excelente articulo…..con una frase digna de estudio «La Argentina durante varias décadas estuvo conformada con una clase media, quizás más estadística que real,».
El Gobierno de Lula en Brasil saco a 40 millones de personas de la pobreza…..otra expresion relacionada mas con las estadisticas que con la realidad cotidiana cuanto uno habla con distintas personas de ese pais.
Motivante estudiar la relacion entre las estadisticas y la realidad diaria y permanente del ser humano.
Entre parentisis ya dejaron de ser pobres de 10 millones de argentinos en el gobierno de Milei segun las estadisticas. Alguien en su sano juicio puede creer esto camiando y conociendo el pais.
20/06/2025 a las 3:16 PM
https://www.youtube.com/shorts/xsqTCOOlnlQ?feature=share
20/06/2025 a las 7:33 PM
Dn Rizzi, LA ARGENTINA, al igual que otros países del mundo esta SIENDO VÍCTIMA DEL ENSAYO DE LA DESINFORMACIÓN y; obviamente hay tierra fértil para ello.