Por Luis Alejandro Rizzi.-

La Corte resolvió, por mayoría de votos de los doctores Rosatti, Rosenkrantz y García Mansilla, que Ariel Lijo debe renunciar a su cargo de Juez Federal para asumir como juez “en comisión”, en la Corte Suprema. Es una decisión de puro sentido común.

El gobierno sintió el golpe y es probable que García Mansilla pase al bando de los “traidores”, ya que lo menos que se suponía en Casa de Gobierno es que se abstuviera.

Más allá de nuestro desacuerdo con el modo en que García Mansilla se sumó a la Corte, es posible que pueda legitimarse en el cargo provisorio, mediante la calidad de sus votos en las causas en las que intervenga, mostrando que responde a su convicción y no a la conveniencia del Poder Ejecutivo, como fue su voto en el caso “Lijo”.

Ahora al gobierno sólo le queda la posibilidad de que el Senado le conceda su acuerdo para integrar la Corte y García Mansilla quede en una suerte de limbo del provisoriato.

Es probable que el Senado trate a la brevedad el pliego de Lijo, que tiene dictamen de comisión y, si no reuniera la mayoría para conceder el acuerdo, dos tercios de los presentes, obviamente la designación en comisión quedaría de hecho sin efecto.

Es imposible pensar que un abogado, sin acuerdo del Senado, que implica un rechazo, pudiera permanecer en la Corte por decisión exclusiva y excluyente del Poder Ejecutivo.

Este tipo de maniobras sólo se permiten y legitiman en la AFA, a la que sólo le falta que programe partidos durante la trasnoche y sin VAR.

El Senado podría tratar sobre tablas, con la mayoría necesaria, el pliego del Dr. García Mansilla y, si no le concediera el acuerdo, es obvio que “ipso jure” cesaría en su cargo.

Si el Poder Ejecutivo retirara el pliego del Dr. García Mansilla, su designación “en comisión” quedará vigente hasta el 30 de noviembre próximo, salvo que en ese lapso el Poder Ejecutivo presente otro postulante y el Senado le conceda el respectivo acuerdo.

Esto significa que el Dr. García Mansilla tendría “estabilidad” que no podría ser vulnerada por el Poder Ejecutivo revocando su designación, como alguien imaginativo la habría pensado.

La bronca del Ejecutivo es obvia; creían que García Mansilla, Lijo y Lorenzetti conformarían una mayoría automática. No pudo ser.

Es probable que al Dr. García Mansilla su vanidad le haya jugado una mala pasada, pero ya mostró respeto por sus convicciones e independencia de criterio, no será un “juez ensobrado ni sospechado”, condición necesaria para ser Juez.

Podremos estar o no de acuerdo con sus fallos, pero esto es ya otra cuestión.

Ahora la responsabilidad política ante la República está en el Senado de la Nación, que deberá considerar el acuerdo a Ariel Lijo.

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