Por Luis Alejandro Rizzi.-

“Tampoco parece posible, ni deseable, un juicio político que colocara al frente del gobierno a Victoria Villarruel. La movilización popular en las calles, masiva y no por cuentagotas, no por tal o cual atropello oficial, sino por hartazgo hacia su crueldad e ignorancia y por la acentuación de su incipiente pérdida de aceptación colectiva, podrían lograrlo. La pregunta sin respuesta es cuán cerca o cuán lejos estamos de ese momento.” Horacio Verbitsky, 9/3/25, El cohete a la luna.

Es probable que ayer se haya iniciado este tipo de acción política directa, que he dado en llamar “democracia callejera”.

Es difícil saber qué éxito puede tener este modo y forma de “hacer política”. En 2001, derrocó a un gobierno institucional, que era el objetivo. No hago referencia a su nivel de calidad.

No había interés en “tomar el gobierno” sino en derribarlo. Rosanvallon hablaría de “contrademocracia”.

La pregunta o la “cuestión” es otra: “¿El sistema republicano democrático tiene vigencia?”

Una parte del mundo, China -1,6 mil millones de habitantes-, las “nuevas derechas”, apunta a los regímenes autoritarios, pero con economías “capitalistas”, que son las que parecen tener éxito.

China sería el ejemplo más evidente en crecimiento económico y disminución de la pobreza en un lapso relativamente corto, 40/50 años.

En Occidente parecería que la gente quiere pasar del nivel de clase media a clase alta, lo que obvio no sólo es más difícil, sino diría imposible, de la vulgaridad a la nobleza sin esfuerzo.

Hoy predomina un estado “emocional”, que es el descontento y la fatalidad, que probablemente sea consecuencia, como lo decíamos hace unos días, de la “Revolución de las masas”, todo en un marco de “incultura general”.

Decía Ortega: “Para mí, vida noble es sinónimo de vida esforzada, puesta siempre a superarse a sí mismo, a trascender de lo que se puede como deber y exigencia. De esta manera, la vida noble queda contrapuesta a la vida vulgar o inerte, que estáticamente se recluye a sí misma condenada a perpetua inmanencia como una fuerza exterior que no la obliga a salir de sí. De aquí que llamemos “masa” a ese modo de ser hombre, no tanto porque sea multitudinario, cuanto porque es inerte”.

En los incidentes de la “marcha de los jubilados” no debemos caer en el facilismo periodístico de hablar de “mafias o de delincuentes», sin perjuicio de que efectivamente lo sean, sino que el hecho que nos debe preocupar es la situación económica de los jubilados o de los “abuelos”, que no tiene respuesta desde hace decenas de años.

Es obvio que en Argentina o en la Cochinchina estos hechos serán explotados con violencia, que en definitiva es la respuesta a la violencia silenciosa de la indiferencia.

Todo esto en un marco no sólo de crisis final de los sistemas previsionales de reparto, sino de crisis estructural de la economía argentina.

Las dos “violencias” nos deben preocupar. Las dos son injustas y dañosas, y es en ese punto que, como decía Edgar Morin, la economía moderna no tiene respuesta.

Volvamos a lo de Verbitsky. El juicio político no sería solución, porque la “casta” se juzgaría a sí misma, además se sucedería a sí misma, con Victoria Villarruel.

Obvio, no intento justificar ni a Verbitsky ni a la violencia, pero tampoco justifico la violencia a la que es sometida una parte de la sociedad, para que la cuenta matemática de un resultado correcto, que visto socialmente es totalmente errónea.

La institucionalidad republicana, por ahora se mira a sí misma. Ese narcicismo político es tan violento como la violencia profesional de los grupos de choque.

Verbitsky, como diría Trump, muestra sus cartas, no las oculta, “la democracia callejera”, la “democracia de verdad” en silencio.

La Argentina no puede salir de su agonalidad.

Esta es una de las “cuestiones”. El gobierno es violento. Es suficiente con escuchar a Milei.

No se trata de la vereda, el tema es que al gobierno le falta “vereda”.

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