Por Carlos Tórtora.-

Instalada de nuevo en el país la violencia social, el gobierno ya está asumiendo que el fenómeno vino para quedarse. Frente a esta realidad, la apuesta política de Milei parece bastante clara: presentarse como el único garante del orden público que puede evitar que el país se sumerja en un caos impulsado por grupos peronistas y de izquierda.

El mensaje de ayer de Bullrich fue inequívoco. Acusó a los intendentes de La Matanza y Lomas de Zamora, Fernando Espinoza y Federico Otermin, de enviar sus grupos de choque a la protesta de los jubilados y a Luis Barrionuevo de hacer lo propio con la hinchada de Chacarita, a través de Leandro Capriotti. En otras palabras, que el peronismo bonaerense se está movilizando para echar a Milei. Una recreación, salvando las distancias, del 2001. En términos electorales, el mensaje libertario a la clase media es bastante directo: si no votan a La Libertad Avanza en octubre, el peronismo tendría condiciones ideales para voltear el gobierno. Las señales en las últimas horas coinciden con esto, ya que la CGT abandonó su pasividad y lanzó un plan de lucha con una movilización masiva el 24 de marzo y un paro general para antes del 10 de abril. Al mismo tiempo, Victoria Villarruel, cada día más cerca de calzarse la banda presidencial, ayer tomó distancia nuevamente de Milei y reivindicó el derecho a la protesta.

Los libertarios se achican

La realidad es que el gobierno podría llegar a obtener cierto rédito político manejando la dialéctica peronismo-antiperonismo. Pero el oficialismo se queda sin palabras ante los cacerolazos, que en los próximos días pueden ser masivos y que son la respuesta a un ajuste interminable y desmedido. El fracaso económico de Milei ya parece irreversible y la reaparición de la corrupción en gran escala es la gota que colmó el vaso. Esta realidad social va reduciendo la franja incondicional del presidente a la alta clase media.

El anunciado acuerdo con el FMI es apenas un salvavidas para evitar un crack financiero, pero nadie se atreve a afirmar que influirá sobre la economía real. El otro factor que se desploma sobre Milei es que las expectativas de que la llegada de Donald Trump al poder iba a favorecer la economía argentina se están diluyendo rápidamente. Trump está embarcado en una guerra global de aranceles en la que Argentina ya está castigada con el aumento del 25% a las exportaciones de acero y aluminio. La amistad Trump-Milei no implicó ninguna excepción ni postergación de la medida y todo indica que al nuevo dueño de la Casa Blanca le importa muy poco lo que pasa en Buenos Aires.

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