Por Claudio Valdez.-

Una primera aclaración es que cuando se usa el prefijo “Neo” se está pretendiendo modificar las cualidades del concepto originario. A modo de ejemplo; si se usan como categorías “gordo, normal y flaco” redunda ampliar esas ideas con “neogordo, neonormal y neoflaco”. Resulta un “refinamiento” vano que complica una explicación que la percepción logra interpretar como “claro y distinto” sin ninguna otra necesaria precisión. En ese empeño por plantear complicaciones, los “enemigos ideológicos” del novel gobierno rechazan y se oponen a la “racionalidad” acusándola de “neoliberalismo”.

Lo “Neo” no existiría, desde que si no se cuenta con los requisitos que la calificación de “neo” pretende desvirtuar estamos en presencia de algo que “no es” lo aseverado: por ejemplo, no es cierto que exista neoperonismo, neoradicalismo o neosocialismo. Son formas de intentar señalar a quienes “no son” lo que de ellos se predica. Seguramente “son otra cosa” pero distinta de cualquier “neo”. El propio conductor del “Movimiento” político más abarcador e influyente de La Argentina se encargó de advertirlo en vida y durante su forzado exilio: “No hay peronismo sin Perón”.

Transferidas estas apreciaciones al abanico político de nuestro país, es posible hablar de justicialistas, radicales, socialistas, comunistas y demócratas liberales varios, siendo todos adherentes al “liberalismo” en oposición a “monarquía”. Ciertamente a casi todos les podría caber el prefijo de “neo”, desde que no han honrado como representantes y funcionarios a sus idearios, plataformas partidarias (la más de las veces no explicitadas) ni a las promesas electorales, ni al respeto de sus adversarios. Lo corriente ha sido que las personalidades de los distintos niveles ejecutivos del Estado aprovecharan el transitorio poder para desempeñar sin escrúpulos autocracias dinásticas, a pesar de estar vedado expresamente por nuestro régimen republicano.

Ahora que nuevos vientos soplan en la organización estatal, aparecen con virulencia las quejas de los desplazados que “necesitan seguir viviendo de la madre nutricia” (por eso vivaban a Cristina al grito de “tenemos patria”). En verdad “no eran hijos sino parásitos”, y es sabido que ese tipo de “viviente” tiene un solo modo de ser tratado: ¡con adecuada medicina!

Recapitulando: El liberalismo en “nuestros pagos” no se practicó como democracia liberal sino, más bien, como autoritarismo; los partidos de masas apenas alcanzaron a demagogias, el ala izquierda conteniendo socialismos y comunismo expresó estéril conflictividad con crueles consecuencias, el justicialismo fue cuna de “buenos muchachos que se guardan los vueltos” y caja de resonancia de un “progresismo zurdo” que con gran vocación aprendió a comprar sin pagar.

La aplicación al “Kirchner Cristinismo” de las categorías que encabezan este artículo explican ese fenómeno político mediante el empleo oportunista del “neoliberalismo” (como recurso para estafar a la fe pública) y del “neocolectivismo” como aval al dispendio de “vales de caja” (dinero devaluado) y “pan y circo” (precios controlados y entretenimientos por cuenta de un Estado en bancarrota).

Minucioso “ajuste” demandará “asegurar los beneficios de la libertad” para quienes “quieran habitar en el suelo argentino”.

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