Por Hernán Andrés Kruse.-
PERFORMATIVIDAD EQUIVOCADA
“El aforismo de Nietzsche tenía otra implicancia: las verdades pueden ser fabricadas a través de interpretaciones verosímiles. Y esas “verdades” producen efectos reales, transforman la realidad. Las expresiones de deseos como certezas y la voluntad de la profecía autocumplida. Frases como “el peronismo ha muerto” o “los radicales no pueden gobernar” justamente son interpretaciones que buscan fabricar realidades futuras. Con las encuestas electorales sucede que la búsqueda de la profecía autocumplida puede tender una trampa cuando el electorado se espanta ante los pronósticos. Ahora, ¿por qué existen tantas profecías no cumplidas? Es que la conciencia social de performatividad no es tan sencilla. Ante el anuncio de que habrá un determinado triunfo electoral el resultado puede ser el contrario del buscado: la concentración de votos en el otro candidato con posibilidades. Esto es muy sabido, pero poco teorizado.
Ante la muerte de Nisman, la sociedad sabe que las interpretaciones son interesadas. Cuando el interés es autoevidente puede resultar más eficaz una acción reflexiva sobre las consecuencias paradojales de la lucha de interpretaciones que una simple lucha de interpretaciones. Así se generan las famosas consecuencias no deseadas de la acción o la paradoja de la conciencia de performatividad. Sé que mi interpretación puede fabricar realidades, pero pierdo de vista que eso no es mecánico: aunque no fuera mi intención, si se percibe un gesto forzado, todo cae en el descrédito.
GUERRA HERMENÉUTICA
“La noticia de la muerte de Nisman perteneció a aquellas escasas informaciones que generan un efecto físico sobre nuestros cuerpos. Todos nos preguntamos acerca de cómo comprender este mundo llamado Argentina. La sociedad ingresó en un estado de estrés, de ansiedad colectiva, que sólo podría cerrarse con la verdad. Pero la verdad se presentó escurridiza, emergieron datos contradictorios, florecieron interpretaciones. Todos los rostros rotaron para mirar al gobierno. Aparecieron las palabras suicidio, después llegó “suicidio, ¿suicidio?” y posteriormente “el suicidio (que estoy convencida) no fue un suicidio”.
En el escenario político, Nisman se había convertido en un adversario político del gobierno. Con todos los derechos y garantías, por más endeble y carente de pruebas que fuera su denuncia. Un fiscal tiene derecho a presentar una denuncia absurda. Serán las instituciones correspondientes las que deban establecer un dictamen sobre la misma y eventualmente juzgar, a través de los procedimientos establecidos, su actuación. Hay sectores del oficialismo que hasta hoy no han comprendido que una de las demandas sociales vigentes es que el gobierno, a cargo del Estado, garantice incluso los derechos de quienes los critican o denuncian, así lo hagan alocadamente. Y no alcanza con que el gobierno lo haga, también debe generar la sensación clara de hacerlo. No sólo hay que ser, hay que parecer.
Un ejemplo extremo: la mejor tradición democrática argentina que involucró a gobiernos diversos fue garantizar los derechos procesales y ciudadanos de Jorge Rafael Videla, comenzando por garantizar su propia vida. La diferencia entre lo que yo pueda opinar acerca de la denuncia de Nisman y el derecho que tenía Nisman –y todos quienes quieran hoy sostener esa denuncia–, es un abismo. Un abismo separa el derecho de decir y denunciar independientemente del contenido de la denuncia. Es una pena que no todos hayan actuado como la Procuradora General, que envió una corona de flores al velatorio de Nisman. Es su deber institucional y un acto humano. Si otros quieren destruir la corona o escupir las condolencias, cada uno deberá hacerse cargo de sus acciones. Sería un error no enviar coronas, condolencias o solidaridad con los familiares por la opinión sobre las acciones del fiscal. Ese error indica que no se comprende la complejidad de lo que está sucediendo”.
CERTEZAS
“El pensador Santiago Kovadloff asistió al entierro de Nisman y leyó un texto. Decía que hay un sector de la argentina que “habita otro país. Es invulnerable a la magnitud de la muerte. Es invulnerable al crimen porque lo entiende como parte de una patraña orientada hacia la destitución de un gobierno constitucional. Es absolutamente impermeable a la verdad de los hechos y se aferra a su ideología con la ceguera del fanatismo. Esa dualidad, ese desgarramiento terrible de dos realidades que se confrontan y parecen combatirse entre sí son en el fondo una dificultad muy profunda para hacer de nuestro país un solo país. Para hacer de nuestro dolor un solo dolor. Para hacer de nuestra conciencia crítica la conciencia crítica de un pueblo”.
Comparto con Kovadloff el deseo, la ilusión, de algún día habitar una Argentina donde el dolor de la muerte sea “un solo dolor”, una Argentina con conciencia crítica, una Argentina que sea un solo país. Creo, sin embargo, que en un caso como el de Nisman eso sólo hubiera sido posible si ningún sector de la Argentina hubiera asegurado saber “la verdad de los hechos”. Porque la verdad de los hechos no podría ser una cuestión de fe. Sucedió lo contrario. Llevamos un mes sin conocer la verdad y acusando a aquellos que interpretan los hechos de otro modo de “aferrarse a su ideología con la ceguera del fanatismo”. Sólo podría haber habido un solo dolor si ese dolor hubiera estado asociado a la ausencia temporal de una verdad concluyente. Al dolor y la conmoción que nos produjo la muerte de Nisman, le sumamos la conmoción de volver a reconocer que Argentina es un país que padece la incapacidad cultural de compartir experiencias límites. Y de estar abierto a la verdad, sea cual fuera. Quiero saber la verdad y con mayor énfasis si muestra que estoy equivocado. Mis convicciones estarán sujetas a los hechos que se demuestren.
La política jamás se reduce a lucha de poderes en la trastienda. Los marcos interpretativos de los dirigentes políticos pueden ser muy diferentes de aquellos de la gente de a pie. Los primeros acceden a informes de inteligencia y contrainteligencia, creen conocer los intereses de una agencia internacional, de un gobierno extranjero, de un grupo de poder. En el mundo democrático, sujeto a procesos electorales pero también a modos de legitimidad social previos y posteriores a las elecciones, la política jamás se restringe a juegos de ajedrez que puedan perder de vista las demandas sociales. Cuando se produce una demanda social relevante, la pregunta política nunca es exclusivamente cuáles son los intereses de quienes la encabezan. Hay otra pregunta, crucial, que se refiere a los motivos profundos por los cuales esos grupos lograron canalizar ese reclamo. Creer que todos los sectores que quieren expresarse a favor del esclarecimiento de la muerte de Nisman responden a los intereses de quienes son más visibles, es perder de vista cómo se construyó de modo contingente una articulación política.
Adherir a la teoría de la manipulación de los tontos por parte de los malvados es un pecado capital, que produce un efecto de parálisis y sólo puede generar nuevos errores. Por el contrario, resulta crucial comprender que por alguna razón se encadenaron motivaciones heterogéneas. Los intereses corporativos, siempre están. Pero si llegara a haber multitudes podría ser la consecuencia de haber renunciado a la construcción hegemónica. Entre los que aman y odian al gobierno hay una enorme franja de ciudadanos que desea una investigación transparente de todos los hechos. No tienen partido a priori. Si no se les habla a ellos, es difícil que puedan escuchar. Quienes creen que algún sector oficialista tiene responsabilidad aducen que los errores políticos y comunicacionales del gobierno son prueba de ello. Hay quienes percibimos esos errores y no les quitamos gravedad, pero creemos que por el contrario indicarían un total asombro e improvisación que contrastan con un plan”.
“AHORA MATAN”
“Establecí una relación entre muchas declaraciones. Por tomar dos de enorme potencia: Carrió dice “ahora matan” y Despouy afirma, “estamos en 1973”. Imagino que para el antikirchnerismo la idea de que el gobierno o un sector del oficialismo mandó a matar a Nisman es la confirmación de una degradación moral. “Ahora matan” no implica una certeza, sino dos. Y en una, que no es poco, estamos de acuerdo: por más criticable que sea el kirchnerismo nunca usó el asesinato como herramienta política. No es que no haya habido muertos y desaparecidos en democracia. La lista es más extensa que lo que cualquier puede aceptar. Pero Carrió dice que no fue el brazo del gobierno, lo cual es obvio. Ella afirma que ahora sí, segunda afirmación dicha con la certeza máxima. La pregunta será si el estatus moral (no matarás es una cuestión moral, antes que jurídica) ha cambiado. O si eso no ha cambiado, sino solo la oportunidad para hacer ahora semejante acusación. Necesitamos saberlo.
Despouy dijo: “Vivimos en un país como el del ’73, ahí se instaló el asesinato político”. Es un ejemplo de interpretación absurda. En 1973 la Argentina salía de una dictadura de siete años, donde ya había habido asesinatos políticos. En 1973 había dos importantes organizaciones políticas que estaban armadas en conflicto no sólo con fuerzas del Estado, sino con fuerzas políticas de orientación contraria. Al menos desde 1974 desde áreas del Estado se montó un aparato paramilitar que persiguió y asesinó sistemáticamente a dirigentes políticos y sociales de la izquierda, antesala del terrorismo de Estado desde 1976. Pocas veces hubo dudas con los asesinatos de la Triple A, que se caracterizaban por su espectacularidad. No sabemos si Nisman fue asesinado. Quien suponga que lo fue no tiene un solo elemento de prueba de que haya habido sectores del Estado involucrados. Es una interpretación con carencia de hechos conocidos.
Pero la idea de que se habría inaugurado ahora en Argentina una etapa comparable a la de 1973 en cualquier caso es una interpretación aberrante porque viola todos los parámetros de comparación histórica. El hecho de que el kirchnerismo no sólo jamás utilizó la muerte como herramienta política, sino más bien por el contrario, tuvo cierta obsesión en evitar situaciones sociopolíticas que pudieran terminar en muertes, plantea la pregunta acerca de por qué podría haber cambiado. Supuestamente, según he leído, por la denuncia de Nisman. He leído análisis de periodistas y juristas relacionados con el oficialismo sobre la denuncia, pero no he leído análisis pormenorizados por parte de la oposición. El diario La Nación consultó juristas que indicaron que no se conocen pruebas contra la presidenta o el Canciller. De allí, se explicarían las opiniones de Canicoba Corral o el dictamen de Servini de Cubría al no habilitar la feria.
Debe investigarse la denuncia de Nisman. Debe ser una investigación objetiva y contundente. El antikirchnerismo puede hablar del watergate. Pero en el watergate no quedó duda alguna, las pruebas fueron evidentes. Los hechos hablaban por sí solos. Mientras no exista ninguna prueba, seremos muchos quienes creeremos que los errores políticos del gobierno no implican un delito penal. Y que intentar convertir una cosa en otra es nada más ni nada menos que fabricar un watergate falso. Reconoceremos nuestro error si las pruebas alguna vez aparecieran. Pero exigiremos que no pretendan imponernos la idea de que una imputación es una prueba. Es justamente dicha pretensión tan falsa y tan forzada la que nos lleva a creer que carecen de pruebas. Si estuvieran tan seguros como en un watergate, ¿a qué se debe que se confunda a la población con el significado del término “imputación”? ¿No será que precisan una condena ahora porque ante los tribunales resultará imposible?
Defender la institucionalidad a rajatabla implica defender la independencia de la justicia tanto como el debido proceso, el derecho a la defensa y la consideración de inocencia proclamada por la carta magna. Para mí la disyuntiva no es imputar o no imputar. La disyuntiva es: ofrecen pruebas como en el watergate o actuamos en función de la ausencia de las mismas. Nos guste o no, la verdad sobre la denuncia y sobre Nisman es parte inocultable de revelar toda la verdad de los hechos. Hubiera querido, a favor del debate republicano, leer a algunos de los excelentes juristas opositores hacer una encendida defensa de esa denuncia. Supongo que si no lo han hecho tendrán alguna razón de peso. No comprendo por qué los intelectuales honestos del antikirchnerismo pasan por alto las declaraciones de Interpol sobre la denuncia o los datos objetivos sobre el comercio bilateral. Son hechos. Necesitamos toda la verdad”.
MUERTE Y POLÍTICA
“La muerte de Nisman es política y nos remite a las conmociones de las grandes muertes políticas de nuestra historia, aunque de un modo específico. La muerte de Perón o la muerte de Kirchner generaron un gran estremecimiento social por múltiples razones, entre ellas por la enorme tristeza que generaron en amplias mayorías de la población y porque incidirían de modo inexorable en nuestro futuro de un modo imprevisible. Pero nadie se preguntó si sectores relacionados al Estado o contra el Estado habían tramado algo en esos casos. Hubiera sido absurdo. Las muertes políticas de estos treinta años de democracia han sido muchas, al menos para un país que entre sus escasos consensos culturales ha optado de modo contundente por extirpar la posibilidad del homicidio de la lucha política.
Kostecki y Santillán, los muertos del 20 de diciembre de 2001, Fuentealva, Mariano Ferreyra, los Qom como Roberto López, los muertos del Parque Indoamericano, de conflictos territoriales en provincias se suman a la dolorosa desaparición de Miguel Bru y Julio López. Muchas de esas muertes se asociaron a crisis institucionales y políticas. Frente a otras reinó el silencio, el anonimato, la ausencia de una foto en los medios de comunicación. Hay muertes con rostro y sin rostro. Hay muertes impunes y otras esclarecidas. En varias de las más mediáticas los autores materiales fueron condenados y la sociedad tiene una presunción sobre las responsabilidades políticas. Un sector de la sociedad considera obvio que si Nisman denunció a la Presidenta, el oficialismo es responsable de la muerte del fiscal. Otro sector de la sociedad, en el que me incluyo, cree que esa lectura es muy simplista y que pasa por alto algunos datos evidentes.
Primero, la debilidad de la denuncia del 14 de enero. Segundo, las consecuencias políticas de su muerte. En cualquier caso, las muertes políticas con repercusión pública generan procesos de corrosión institucional y crisis interpretativas. Ese rasgo de la cultura y la historia argentina se encuentra agravado en el caso de Nisman por la dificultad de comprender las condiciones en que ocurrió su muerte. Homicidios como suicidios fabricados, suicidios inducidos, suicidio del fiscal, simulaciones. Nada es lo que parece. Hay olor a montaje. Cuando no hay pruebas que indiquen de dónde viene, es habitual que se mire al poder político. Con lupa. Cualquier nuevo error, cualquier incomprensión de la crisis cultural que atravesamos, puede tener consecuencias aún más graves”.
EL FUTURO ERROR DE CÁLCULO
“Estamos atravesando una crisis cultural: la irrupción de un hecho de gran significación ha afectado los marcos interpretativos. El sentido común pierde vigencia y se torna imperiosa una forma diferente de ver el mundo. La crisis hermenéutica está acompañada por la angustia social. La paradoja es que la ansiedad por cerrar una crisis cultural puede producir efectos indeseados”.
(*) Alejandro Grimson (Doctor en Antropología por la Universidad de Brasilia): “En estos días, se acusa a quien piensa distinto sobre la muerte de Nisman de “aferrarse a su ideología con la ceguera del fanatismo” (La crisis de la interpretación-Revista Anfibia-junio de 2020).
16/01/2025 a las 9:44 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Los partidos partidos
Pablo Mendelevich
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
16/1/025
¿Queda alguno sin fragmentarse? El fenómeno no empezó ahora sino con la crisis de 2001, tuvo tal vez una meseta en el amanecer del kirchnerismo, hubo en 2009 un parche con la invención de las PASO y después siguió en declive sin parar. Con el outsider Milei, una exótica combinación de poderoso líder “anticasta” con minusválido parlamentario que recién consiguió armar un partido nacional al llegar al poder, la institucionalidad política se sacude como si le hubieran recetado un electroshock.
Esto es muy argentino: según el Estado están inscriptos más de setecientos partidos políticos -lo acaba de recordar el jefe de Gabinete Guillermo Francos-, pero el sistema de partidos brilla por su ausencia. Funciona mal o ni siquiera funciona. No puede llamar la atención. El país está gobernado por un individuo tan temperamental como resuelto que llegó prácticamente solo, caso sinigual. ¿Cómo llegó? Como el primer presidente economista, el primer presidente panelista, el primer presidente insultador, pero sobre todo catapultado por el hartazgo que produjeron los sucesivos fracasos de ese archienemigo que él supo modelar como nadie, la casta política.
La Libertad Avanza que llevó a Milei a la Casa Rosada no es un partido sino una coalición que usa el mismo nombre. Está integrada entre otros por el Partido Demócrata, Fuerza Republicana, Ahora Patria, Partido Fe y el Partido Renovador. Victoria Villarruel, compañera de fórmula de Milei, viene del Partido Demócrata de la provincia de Buenos Aires. Estos detalles no suelen ser muy conocidos debido al notorio divorcio entre la parte legal de la política y la vida real. Uno de cada cuatro electores registrados en el país está afiliado a un partido político, pero no todos los involucrados lo saben, sea porque ya no lo recuerdan, porque piensan que la afiliación caducó o por otros motivos. Hay desafiliaciones que no fueron comunicadas al Estado. La cantidad de afiliaciones está en caída desde hace dos décadas, pero hace más tiempo que la pertenencia legal a un partido perdió centralidad en la vida pública. Sólo importa como requisito administrativo cuando los apoderados tienen que acreditar un mínimo de afiliaciones ante la Justicia Electoral.
Milei no llegó a desarrollar La Libertad Avanza en las provincias, por eso no tiene ni un gobernador propio, si bien Karina Milei ahora se encuentra empeñada en resolver esas carencias. No abundan mientras tanto noticias sobre contribuciones de una organicidad denominada LLA a la acción gubernamental. Más bien se ve lo contrario, feroces peleas entre libertarios, deserciones escandalosas, sobreabundancia de legisladores oficialistas desprovistos de musculatura política. Todo lo cual, curiosa paradoja, contribuye a engrandecer la singularidad y el individualismo del presidente de autosuficiencia proverbial.
La interacción del gobierno con los demás partidos se reduce a una alternancia de insultos proferidos desde el Poder Ejecutivo con negociaciones parlamentarias inorgánicas, seducción a gajos partidarios más o menos emancipados -esos cafés selectivos en la Casa Rosada que en otra época dieron lugar al neologismo borocotización-, cooptaciones de dirigentes taquilleros de otros palos (hay castings en marcha) y supuestos pactos subterráneos con la oposición más furibunda. Acapara los reflectores en este medioambiente el batido diario de amor y odio de Milei con Mauricio Macri, cuya criatura partidaria de cuna porteña, el Pro, se debate en una fragmentación parecida a la que padecen otros partidos, agravada sin embargo en el Pro por compartir demasiados votantes con el oficialismo puro. No en todos los partidos impacta igual, desde luego, el tema del ajuste, un divide aguas según se aprecien más los costos sociales o la reducción del déficit fiscal. Es el conflicto central de los radicales.
Pero un modelo de tironeo interno está muy socializado. Es entre la genética republicana y la persistencia del fuerte respaldo popular a Milei. El respaldo en este segundo año ya no se origina en cautivantes promesas sino en promesas cumplidas. Una, en especial, paga doble: Milei se presentó monotemático, dijo que se concentraría en bajar la inflación y lo hizo.
La palabra partido cada vez se usa menos en el lenguaje corriente. ¿Alguien la escuchó en boca de centennials? Perdón… ¿y de millennials? La política prefiere hablar de “espacios”, dimensión cósmica de intencionada ambigüedad que ninguna ley menciona. Mucho menos la Constitución. Por fin en 1994 los constituyentes reunidos en Santa Fe (Alfonsín y los Kirchner entre ellos, Eduardo Menem, Gildo Insfrán, Juan Carlos Maqueda, Horacio Rosatti, Aldo Rico, Álvaro Alsogaray, Antonio Domingo Bussi, Antonio Cafiero, Lilita Carrió, Graciela Fernández Meijide) decidieron nombrar con oropeles a los partidos políticos, que arrastraban 141 años de vida en penumbra. Convencidos de que en ellos se sostiene la democracia moderna, sin prever, pues, la era de las redes y las brutales transformaciones planetarias de la representación política, los constituyentes escribieron con caligrafía digna de la hora de Instrucción Cívica: “los partidos políticos son instituciones fundamentales del sistema democrático”. Hermoso. Hoy esa sentencia sirve como prueba de que legislar y moldear la realidad son cosas bien diferentes.
Ese mismo artículo, el 38°, detalla que la creación de los partidos y el ejercicio de sus actividades son libres “dentro del respeto a esta Constitución, la que garantiza su organización y funcionamiento democráticos, la representación de las minorías, la competencia para la postulación de candidatos a cargos públicos electivos, el acceso a la información pública y la difusión de sus ideas”. Es decir, la Constitución, no el Estado, entiéndase bien, garantiza la organización y el funcionamiento democrático de los partidos políticos. Las PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias), acrónimo kirchnerista que el gobierno de Milei espera abolir este verano, estatizaron las internas partidarias con fastidioso doble trazo para la O. Las volvieron obligatorias para los ciudadanos y obligatorias para los partidos aun si ninguno de los dos quisiera celebrarlas. Salvo el caso del histórico duelo entre Menem y Cafiero de 1988, el Partido Justicialista, el más grande del continente como se enorgullecen sus afiliados más entusiastas en repetir, nunca organizó por cuenta propia una interna. Lo que significa que para promover candidatos usó el dedo. Pero casualmente fue un gobierno peronista, el de Cristina Kirchner, el que creó las PASO y obligó a los partidos a hacer internas organizadas por el Estado y al pueblo a votar antes de votar. Para los inventores la obligatoriedad de presentarse a competir no resultó ningún inconveniente: ahí nomás para esquivar las PASO la presidenta de la Nación (hoy presidenta del PJ) inventó un sello propio: burló su propia ley. Creó un espacio, y listo. Por algo son setecientos.
Espacio da idea de infinitud. Al soviético Yuri Gagarin, el primer hombre que salió al espacio, se le atribuye haber dicho “no veo a Dios aquí”, pero parece que eso se lo inventaron en el Kremlin. Lo que dijo fue “salvaguardemos esta belleza, no la destruyamos”, no está claro si refiriéndose a la Tierra o al cosmos. Quizás espacio sea un concepto clave para la comprensión física del Universo pero no ayuda demasiado a describir un partido político, en teoría una ideología con un plan de gobierno, sede, dogma, historia, luchas, perímetro, membresía, bibliografía, método, organización a escala nacional y el cuadro de por lo menos un prócer con la mirada en el porvenir colgado en la pared.
La cuestión partidaria (¿o habrá que decir la cuestión espacial?) siempre padeció las flaquezas institucionales. O bien las produjo. Sabios como fueron, los últimos constituyentes redactaron un artículo, el 68 bis, que exigía mayorías absolutas para modificar leyes electorales y de partidos. Pusieron una dificultad accesoria para que los políticos no anduvieran toqueteando a cada rato la legislación que rige la vida de ellos, de los políticos.
Pues bien, ¿y qué pasó con el artículo 68 bis? Se extravió. Quedó traspapelado. A veces se pierden las llaves, los documentos, pero unos pocos elegidos (valga el doble sentido) tienen la oportunidad de perder un artículo de la Constitución. Fue una cosa muy seria. Descubrieron la falta una vez que la convención había terminado y los constituyentes se hallaban descansando en sus provincias en pantuflas mirando televisión. Entonces el Congreso tuvo que hacer de apuro una ley (la 24.430) que injertó el artículo perdido.
Pronto se verá en funcionamiento esta exigencia porque para eliminar las PASO hará falta la mayoría absoluta no de los presentes sino de los miembros de las cámaras (al menos 129 votos en Diputados y 37 en el Senado). El artículo 68 bis terminó colgado como segundo párrafo del artículo 77°, pirueta que necesitó de cierta vista gorda de los constitucionalistas, celosos custodios del principio que le impide al Congreso tocarle a la Constitución siquiera una coma. Mucho menos incrustar un artículo.
Bueno, nadie es perfecto. Tampoco los políticos de hoy, que podrían llegar a sacar las PASO sin sustituir la selección de candidatos por otro mecanismo de eficacia probada, justo en el momento en que los partidos están más fragmentados que nunca.
16/01/2025 a las 9:49 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
El FMI se hizo oír
Vicente Massot
Fuente: InC
(*) Notiar.com.ar
15/1/025
El formidable espaldarazo que viene de darle Kristalina Giorgieva, la mandamás del Fondo Monetario Internacional, al gobierno libertario no ha sido uno de esos típicos comunicados del organismo en cuestión a la hora de quedar bien con los países deudores. La funcionaria de origen búlgaro midió bien sus palabras antes de pronunciarlas. Por lo tanto, es conveniente tomarlas como lo que son: el reconocimiento más enfático que el FMI ha expresado respecto de un programa económico argentino en décadas. A la vez, les ha abierto la puerta a Javier Milei y a Luis Caputo para darle la puntada final a un nuevo acuerdo -lo que puede significar un antes y un después en punto a las negociaciones iniciadas con el Fondo a poco de iniciar su gestión el actual gobierno libertario.
Si bien es cierto que -a la par- se ha insistido en la necesidad de encarar una serie de reformas estructurales y de desmontar el cepo en su totalidad, ello nada quita a la trascendencia del apoyo público de Giorgieva: “El caso más impresionante en la historia reciente es Argentina, donde los efectos han sido profundos, con la implantación de un sólido programa de estabilización y crecimiento”, expresó ante el periodismo reunido en la sede central del organismo que ella preside en Washington. No supone una exageración sostener pues, que la probabilidad de que el FMI le otorgue a nuestro país algo así como U$ 11.000 MM frescos -la cifra necesaria que mencionó la pasada semana el presidente de la Nación, para poder salir del cepo- está más cerca que nunca.
En este orden de cosas, se conjugan en favor de los libertarios no sólo el que hayan hecho sus deberes sobradamente sino también la inminente asunción de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos.
No deja de resultar curioso que no pocos economistas de las más variadas tendencias levanten el argumento de que -más allá de los logros que le reconocen al equipo que lidera Luis Caputo- no habría un verdadero plan de estabilización, en el mismo momento en que el Fondo Monetario elogia de manera tan enfática precisamente cuanto aquellos especialistas dicen que falta. Como quiera que sea, a Javier Milei las opiniones de buena parte de sus colegas le tienen sin cuidado. En todo caso, aunque dignas de consideración, las críticas que le enderezan tienen asidero en el mundo de las ideas. Son polémicas de especialistas que obran como comentaristas de la realidad. En cambio, en el plano fáctico -de los hechos puros y duros- la declaración de Kristalina Giorgieva representa el apoyo inequívoco a la administración libertaria de un poder internacional de fuste.
De fronteras para adentro ha vuelto a recrudecer el debate en torno a Ariel Lijo y a Manuel García Mansilla, que el Poder ejecutivo ha nominado para integrar la Corte Suprema de Justicia junto a Carlos Rosenkrantz, Ricardo Lorenzetti y Horacio Rosatti. Desde el instante en que se hizo saber desde la Casa Rosada que ellos eran los dos candidatos oficiales para ocupar tan importantes cargos, las conjeturas que se han tejido a los efectos de explicar una decisión contradictoria por donde se la analice, no pararon de multiplicarse. Porque carece de sentido -si cuanto se pretende es manejar la Corte con arreglo a la batuta de Lorenzetti- elegir a un inimputable como Lijo y a un jurista de nota como García Mansilla, al mismo tiempo. El primero, con tal de llegar sería capaz de subordinarse desde el primer día al poderoso de turno. El segundo nunca aceptaría semejante muestra de servilismo. Con lo cual, si ambos tuviesen en el Senado los votos que hacen falta, lo más seguro es que Rosenkrantz, Rosatti y García Mansilla actuarían de común acuerdo, y Lorenzetti quedaría en minoría.
La relación de fuerzas cambiaría en forma substancial si entrase Lijo, quedase afuera García Mansilla, y el quinto lugar en disputa fuese reservado para una mujer. Pero para que ello ocurriese habría que pactar con el kirchnerismo, cuyos votos son decisivos en la cámara alta.
¿Está en condiciones el gobierno -que todos los días abjura de los K- de forjar un pacto semejante, a vista y paciencia de las tribus electorales que le han dado un apoyo indisimulado y que -con razón- considerarían un acuerdo de semejante naturaleza como una traición? Sumado al agravante de que Cristina Fernández no se conformará con nombrar a una mujer de su confianza en reemplazo de García Mansilla. Exigirá el ampliamiento del número de ministros de la Corte, la remoción del procurador general y el nombramiento de al menos cincuenta jueces de sus mismas ideas para llenar las vacantes que existen a lo largo y ancho del país. Parece demasiado.
En tren de especular no habría que descartar la posibilidad de que -aun sin un pacto espurio con la bancada de Unión por la Patria- Ariel Lijo pudiese reunir las voluntades necesarias para ser nombrado, y la Corte quedase integrada por cuatro ministros con dos bandos enfrentados entre sí: Ricardo Lorenzetti y Ariel Lijo situados en una vereda, y Carlos Rosenkrantz y Horacio Rosatti en la vereda opuesta, a la espera de que sea un conjuez el que desempate. Tampoco podría dejar de considerarse la posibilidad de que -si ninguno de los candidatos pasase el examen del Senado- el Poder Ejecutivo decidiese nombrarlos por decreto. Imposible determinar a esta altura qué es lo que saldrá de ese verdadero berenjenal en el que se han metido Milei y su hermana por hacer suyo un plan torpemente urdido, a instancias del ex–presidente de la Corte Suprema.
El otro tema que ha ganado envergadura periodística en los últimos días es la comedia de enredos que vienen protagonizando -de manera excluyente- el Pro y La Libertad Avanza o, si se prefiere, Javier Milei y Mauricio Macri. En rigor, cuánto tengan que decir uno y otro importa hoy poco o nada. Sencillamente porque para el pacto que deberán sellar en algún momento -si es que logran ponerse de acuerdo- tienen tiempo de sobra. No hay ninguna razón que los obligue a apurarse. Falta ver -por de pronto- qué pasa con las PASO cuando su futuro se trate en las sesiones extraordinarias del Congreso, que abrirán en un par de semanas. Si se confirmasen
-contra los deseos del oficialismo- las internas obligatorias y simultáneas, los macristas y los mileístas tendrían hasta finales de junio para decidirse. Si aquéllas fuesen suspendidas o eliminadas, gozarían de más tiempo.
En el interín, los dos se medirán mediáticamente, se acercarán y alejarán según les convenga, siempre dejando a salvo la posibilidad de marchar juntos a las urnas en todos los distritos -como preferiría el Pro- o sólo en algunos -como desean los libertarios. Que fumen o no la pipa de la Paz dependerá básicamente de lo que trasparenten las encuestas en la provincia de Buenos Aires. En realidad, si el partido del gobierno llegase a saber que no requiere de aliados para ganarle al peronismo en el distrito bonaerense, dejaría al Pro colgado del pincel. Pero como es imposible saberlo con tanta anticipación, por ahora se histeriquean mutuamente.
16/01/2025 a las 9:52 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Del “pueblo” peronista a la “gente de bien” de Milei
Marcelo Gioffré
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
16/1/025
Muchos movimientos políticos de derecha tienen un ala complementaria –puede ser de centro o incluso de izquierda, puede ser radicalizada o moderada– que lo ayuda a llegar al poder e inmediatamente, salvo que se someta de modo incondicional, se convierte en un incordio. Ese apéndice siempre es eliminado. Pasó con los niveladores y los cavadores en la Revolución Inglesa de Cromwell en el siglo XVII; pasó con los enragés en la Revolución Francesa en el siglo XVIII; pasó con Ernst Röhm y la organización paramilitar Sturmabteilung (las SA) en 1934, cuando Hitler los fulminó en la Noche de los Cuchillos Largos; y pasó, salvando las distancias, con los montoneros imberbes a partir de la masacre de Ezeiza de 1973.
Después de caído el Imperio Chino, con la revolución de 1911, hubo un gobierno dominado por un movimiento llamado Kuomintang, compuesto por una minoría, pocas personas alrededor de dos líderes carismáticos: Sun Yat-sen, primero, y su cuñado, Chiang Kai-shek, después. Ambos con sus respectivas mujeres, y en el caso de Sun también las hermanas de su mujer. Era una reunión casi familiar, otra nota que en la Argentina conocemos bien.
Se trataba de un movimiento conservador y nacionalista, con rasgos fascistoides. Sin embargo, el Partido Comunista chino –por orden de Moscú y a regañadientes– debió aliarse al Kuomintang. En 1926, se confirmaron las prevenciones de los chinos que habían confrontado infructuosamente contra la idea de Moscú: Chian Kai-shek, ayudado por fuerzas parapoliciales, realizó una purga sangrienta de los comunistas que estaban dentro del Kuomintang. Es una ley histórica, pero increíblemente el centro y la izquierda no extraen lecciones, recaen en el mismo error y vuelven a adherir a los movimientos de extrema derecha.
Un discurso reciente que pronunció el presidente Javier Milei en el Festival Fratelli D’Italia Atreju, y que pasó un poco inadvertido, puede resultar útil para los que estén pensando en armar un frente único con él. Luego de hablar de “familia” y “lazos de sangre” (conceptos tan tribales como los de Sun y Chiang), hizo una serie de afirmaciones que, si no hubiéramos normalizado el populismo, deberían resultar escandalosas para la tradición liberal. Comenzó diciendo: “Hay que usar las armas del enemigo. La batalla cultural se rige por las reglas universales y atemporales de la política”. Primera pista: el kirchnerismo cultural es su verdadero faro.
Luego agregó que, para conformar alianzas políticas con otros espacios, no sirve el concepto norteamericano de partido catch-all, lo que en la práctica significa que solo aceptará adhesiones, no aportes conceptuales. Finalmente remató, en el colmo de la excitación iliberal: “Tenemos que ser como una falange de hoplitas, que siempre se impone sobre ejércitos más grandes, precisamente porque nadie rompe la formación”. El lenguaje es revelador: los hoplitas solo en Esparta se constituyeron como soldados profesionales y su rasgo decisivo era que no tenían individualidad, iban siempre abroquelados, sin porosidad. También Sun Yat-sen usaba este tipo de metáforas: “Tenemos que desembarazarnos de la idea de libertad individual y unirnos en un cuerpo similar a la sólida masa formada por la mezcla del cemento con la arena”.
Milei cerró aquel discurso en Italia (que no es cualquier país) diciendo que no hay que perder el tiempo buscando diálogos, ni dando explicaciones a quienes no las merecen, porque no hay consenso posible entre “el bien” y “el mal”. Es decir que enarbola una religión, un dogma. Sostuvo además que deben ser implacables porque el enemigo es muy poderoso; el mismo argumento que usaba Perón contra la “oligarquía beligerante” para justificar su autoritarismo. Aquí está la idea de descomplejizar el problema: si todo se reduce a un enemigo, basta abatirlo para alcanzar el éxito. ¡Cómo no se nos ocurrió antes!
Esta filosofía contradice la idea misma de partido político, que asume que la verdad en una democracia se construye de modo coral, porque el acierto no puede anidar en un manojito vip de iluminados. El mileísmo, como el peronismo canónico, no es un partido. La idea de parte lo espanta: para ellos la verdad es una sola y, por ende, ser tolerante con los que piensan distinto implica ser tolerante con el error. Son unanimistas, en tanto solitaria expresión del “ser nacional”. Como consecuencia de esta tendencia hay un total menosprecio por las instituciones, especialmente por el Congreso: el sitio plural de producción del debate público pasa a ser, bajo su cosmovisión, una entidad decadente donde se amotinan las “ratas”.
Cuando la retórica peronista hablaba de “pueblo” hacía un recorte, no se refería a todos los ciudadanos, sino exclusivamente a los obreros, a los “descamisados”. Dejaba afuera al resto. Por eso Perón, parafraseando a Mao, decía: “Al amigo todo, al enemigo ni justicia”. ¿Qué operación ejecuta Milei con su expresión “gente de bien” si no la misma que Perón con el vocablo “pueblo”? Otro recorte. Una vez que definen quién es el pueblo o la gente de bien, todo el saldo va al tacho de basura. Lo que ambos hacen es desconectar a más de la mitad de la sociedad y quedarse con el ajuar seleccionado, condensado y sintetizado en el líder providencial.
¿Quiénes representan el mal para los mileístas? Los mandriles sodomizados. Los viejos meados. Los que no la ven. Los periodistas profesionales. Los tibios. Los socialdemócratas. Los republicanos de café que, al querer denunciar la corrupción, lo único que hacen es poner palos en la rueda. El líder estigmatiza este lote en paquete, con un rotundo rótulo, “zurdos”, y sus acólitos (muchachos que se excitan con la idea simplista de que todo el problema se resuelve borrando al enemigo) pasan de la exclusión al odio: nace el hater. A diferencia del fascismo clásico, en la posmodernidad la violencia y la desaparición física ya no son imprescindibles, basta la erradicación simbólica, la opacidad social, el escarnio en las redes.
Pero hay algo más inquietante. El día de Navidad ocurrió ese episodio en el que un policía retirado mató a un colectivero que tenía puesta la música alta y muchos referentes libertarios defendieron al asesino. Uno dijo que el policía le dio una oportunidad y el colectivero “no lo leyó”; otro fue aún más explícito: “Se lo merecía por marrón incivilizado”. Es decir que el mal son también “los marrones”. Por serlo. Este dictamen racista no lo formuló cualquiera, este matón de teclado suele caminar de lo más campante por los pasillos de la Casa Rosada y es apañado por el Presidente, que no parece sentirse incómodo con la discriminación, tal como ya lo había probado cuando recibió –sin alarmarse– un regalo homofóbico del hijo de Bolsonaro.
En este escenario, ¿qué es lo que le propone Milei al macrismo cuando lo invita a sumarse a esta falange de hoplitas discriminadores? Lo invita a someterse. A ser vampirizado y disuelto en un frente único para arrasar a un enemigo imaginario. Y digo imaginario porque con ningún enemigo se negocian jueces, de ninguno se toman cuadros para puestos decisivos, a ninguno se lo plagia en la “batalla cultural”. Difícil pensar en un engendro tal como un liberalismo análogo al kirchnerismo.
Los humores del electorado son lábiles. Un partido es básicamente una idea de país: entre dos populismos que se mimetizan, uno de derecha y otro de izquierda, es necesario reconstruir una alternativa liberal y republicana que admita el poder limitado, el pluralismo y la defensa de las minorías. En política, la oferta crea la demanda, más allá de las efímeras mareas.
16/01/2025 a las 9:55 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Elecciones desdobladas: los gobernadores atienden su juego
Rogelio Alaniz
Fuente:Clarín
(*) Notiar.com.ar
15/1/025
Hasta la fecha, cinco provincias han decidido desdoblar las elecciones previstas para este año. Esto quiere decir que las fechas de los comicios locales serán diferentes de los nacionales, un recurso que no es la primera vez que aplican los gobernadores pero que en la actual coyuntura política no solo se reitera sino que parece ampliarse ya que hay muy buenas razones para presumir que en las próximas semanas otras provincias, empezando por Buenos Aires, deliberarán internamente para decidir qué es lo más oportuno.
Si bien estas posibles decisiones están contempladas por las leyes, está claro que lo interesante, desde el punto de vista político, es indagar acerca de los motivos reales por los cuales los gobernadores deciden privilegiar iniciativas internas y, de alguna manera, tomar distancia o diferenciarse de las disputas nacionales.
La crisis de representación, la propia crisis de los partidos políticos nacionales, e incluso la crisis de liderazgos, explican estos movimientos políticos en los que los dirigentes otorgan importancia a sus espacios de poder interno mientras toman cierta distancia de un poder nacional, donde existe un amplio consenso acerca de las tensiones nacidas como consecuencia de la irrupción de un nuevo liderazgo que aspira a reforzar y ampliar su representación en estas elecciones intermedias.
Las disidencias del bloque oficialista juegan un singular contrapunto con la crisis de la oposición y, en particular, la de su partido mayoritario, el peronismo. Estas tensiones incluyen, por supuesto, a los gobernadores de este signo quienes han demostrado en circunstancias parecidas privilegiar sus espacios territoriales.
Se sabe que las condiciones ideales de un sistema político a la hora de los comicios es la vigencia y competitividad de partidos políticos nacionales. Asimismo, un liderazgo nacional fuerte alinea los liderazgos provinciales. En las actuales circunstancias políticas, estas situaciones no existen, una realidad que históricamente no debería llamar demasiado la atención ya que es bien sabido que un capítulo importante de la historia argentina en el siglo XX y XXI podría escribirse alrededor de estos conflictos, disensiones y disidencias entre el poder nacional y las diversidades provinciales. Precisamente, una de las tareas de la política en el sentido más realista de la palabra es articular aquello que, por diferentes motivos, está disperso.
El desdoblamiento de las elecciones, la permanencia o no de las PASO, la implementación de sistemas electorales diversos, dan cuenta de la complejidad de la puja política. Pero también son la expresión de una crisis que incluye, además de los aspectos institucionales mencionados, intereses económicos provinciales y regionales, ya que resulta innecesario decir que ese campo político que calificamos como provincias encierra realidades diversas entre las que merecen destacarse la coexistencia de regiones prósperas con regiones donde la pobreza y el atraso son una constante histórica.
Motivo por el cual los alineamientos políticos no siempre son coincidentes, por lo que provincias con gobernadores de diferente signo político reclaman al poder central demandas parecidas, mientras que gobernadores del mismo signo político son prisioneros de situaciones internas diversas.
Ello explica que la relación oficialismo-oposición en el orden nacional no sea lineal y, por el contrario, lo que parece imponerse son las contradicciones de intereses que colocan en un plano secundario las lealtades partidarias nacionales.
El otro aspecto que suele merecer la atención de los gobernadores, son las relaciones con el presidente de la nación, en tanto, como también lo enseña la experiencia histórica, del juego de concesiones mutuas y de la mayor o menor cordialidad de esa relación dependen la provisión de recursos indispensables para asegurar la gobernabilidad interna.
La Argentina actual, en ese sentido es una suma superpuesta de contradicciones, cuyos desenlaces son un tanto imprevisibles. Un gobierno nacional que mantiene un amplio consenso pero al mismo tiempo carece de apoyos institucionales fuertes, abre un campo de disputas cuya imprevisibilidad tienta a varios gobernadores a mantener distancia esperando que el horizonte se despeje.
En el camino abundan las maniobras, las intrigas, las promesas incumplidas, las ambigüedades. Nada para escandalizarse o ceder a la tentación de reducir la política a impugnaciones morales, en tanto sabemos que la política como arte o ciencia se teje con estos insumos.
De la habilidad de los dirigentes, de su templanza, de sus intuiciones y su decisionismo para afrontar situaciones difíciles, dependerá la posibilidad de un orden del que la sociedad reclama un mínimo de previsibilidad y una moderada satisfacción a sus necesidades.
La política en ese sentido siempre debe ser pensada como conflicto, de intereses, de ideas, pero también como aspiración por la resolución de diferencias, construcción de consensos, de equilibrio regionales y de relaciones previsibles entre la centralidad del poder nacional y la pluralidad de intereses de ese sujeto histórico preexistente a la nación que son las provincias.
16/01/2025 a las 2:30 PM
ELECCIONES DESDOBLADAS. Y SE LA VAN A COMER DOBLADA LOS GOBERNADORES
16/01/2025 a las 11:52 PM
EL COMEGATO USA MUCHOS GRE GRE, PARA DECIR GREGORIO.
HECTOR GAMBINI, SACO UN ARTICULO EN CLARIN DONDE
ACLARA PERFECTAMENTE LA MUERTE DEL FISCAL NISMAN.
PENSAR QUE SE SUICIDO ANTE TANTAS PRUEBAS EN CONTRARIO, ES PROPIO DE UN IMBECIL O DE UN CRETINO !!