Por Juan José de Guzmán.-

Esta pretendida semejanza con el título del best seller de Asís ocurrió ayer en un Supermercado Coto donde hace mucho estuvieron los depósitos de las Perfumerías Ivonne y hoy son la sucursal Gaona. No es una historia de amor, tampoco de odio, más bien de pena.

El motivo lo dice el título: la costumbre de comer alguna nuez, como excusa para probar que no sean viejas aprovechando que no están envasadas.

Tiempo atrás, recuerdo, luego de cumplir con mi ritual (de probar un par de nueces durante las compras), le pregunté a la empleada que pone precio a las bolsas que contienen las verduras y frutas (que los clientes nos despachamos) adónde habían cambiado la ubicación del tacho de residuos (quería descartar las cáscaras de las 2 nueces que acababa de probar). Su cara se transfiguró, “esas son nueces y deben pesarse” me dijo. Sí, le respondí, sucede que a veces, dependiendo la hora, me gusta “robar” alguna y comérmela cuando paso por el cajón, no creo dañar las finanzas de Don Alfredo con esto.

En vano resultó mi pretendida explicación de que esa costumbre la había adquirido en la sucursal Spineto, donde solían instar a los clientes a que probaran de sus grandes toneles de madera repletos de distintas clases de aceitunas, condimentadas con diferentes especias. Eso sería en otros tiempos, me respondió secamente, a lo que repliqué que, “en New Garden”, hoy, frente a la sucursal de Coto Alberdi tienen mini canastitos con dátiles israelíes y del Líbano además de otros frutos secos como amenities para que sus clientes los prueben, nada respondió.

Pero ayer tenían todo preparado para humillar a este viejo cliente y, como al atender un llamado en su celular que hizo que debiera finalizar su compra anticipadamente, no reparó en que las nueces “robadas” las tenía aún en el bolsillo del pantalón pues no las había llegado a comer. Luego de pagar su compra, al salir con el changuito rumbo a las cocheras, hicieron sonar la alarma, a la vez que un par de “asistentes” le señalaban que debía dar marcha atrás para que revisaran su compra. Luego de simular que controlaban el ticket con lo que tenía en el chango (muy a la ligera y por arriba) le preguntaron si tenía algo que no hubiese pagado que no estuviera en el chango. Ante su negativa, le preguntaron si no había tomado nueces, a lo que respondió que sí, como tantas otras veces lo había hecho mientras sacaba de su bolsillo 4 nueces (esta vez no las había consumido por el llamado que interrumpió aquella compra).

Ya con el show consumado (y este cliente humillado), introdujeron las 4 nueces que les entregó en una bolsa, lo acompañaron hasta la empleada de la verdura para que pesara las “4 nueces hurtadas” y efectuara el pago en una caja en medio de sermones que un imberbe jovencito, empleado allí, pretendía dar a ese viejo “ex cliente de Coto Gaona”.

¡Qué pena!, pasé un mal momento, reflexionaba en el auto, después.

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