Por Enrique Guillermo Avogadro.-

«Enfrentar al ser humano a su propia desolación. Sólo entonces se alzará pidiendo justicia o venganza… Y no hay mejor piedra de amolar que la letra impresa». Arturo Pérez-Reverte.

¡Qué lindo fue ver a la famiglia unita sentada para la tragar la pitanza, no muy magra por cierto, que le era ofrecida! Es verdad que faltaron algunos conspicuos miembros del gang, como Máximo, Timba o Jaimito, por ejemplo, pero estaban los demás, rindiendo su habitual homenaje a la Padrina.

El pobre Lancha Scioli parecía un poquitín incómodo con los comensales, tal vez porque las inoportunas inundaciones le habían impedido hacerse, en Italia, el service del brazo artificial, pero el director de cámaras -un verdadero artista- paneaba encantado por los rostros de Guita-rrita (lo vi algo demacrado), Anímal, el Chino y Sanatella, actores principales del futuro electoral y penal del kirchnerismo. Algunos gobernadores tampoco parecían muy contentos: Fellner, a quien su socia Milagro Sala le acababa de asesinar un comprovinciano en las narices, no sonrió en ningún momento, como tampoco lo hizo Urtubey; pero allí estaba la Ministro Débora Giorgi mostrando, en su muy agraciado rostro, la enorme satisfacción que sentía cada vez que era mencionada por la noble viuda, como también hacían Kicillof, De Vido, Bossio y hasta algunos personajes de la industria y el comercio presentes.

Evidentemente, la auto imposición de una abstinencia verbal de doce días le trajo algunas complicaciones intestinales a Cristina. Pero ese día, para reponerse y un poco enredada por la emoción de volver a los micrófonos, nos tiró encima con nada menos que ochenta minutos en cadena -¡la N° 32 del año!- a los que sumó otros tantos para recibir el inconmensurable apoyo de los pibes para la liberación imaginaria que poblaban los tres patios de la Casa Rosada.

Pero hablemos de la ensalada con que agasajó esta semana la Reina a toda su corte. Comenzó incorporando hojas verdes de números referidos a presupuestos de obras públicas, imposibles de verificar tanto en su verdadero destino cuanto en la corrección de sus montos, pero que, como es notorio, no han logrado impedir las gigantescas catástrofes que asiduamente azotan a los más humildes argentinos. Indignada con la atribución periodística de grandes contratos -¡$ 8.000 millones!- a su empleado, Bóvedas Báez, pretendió desmentirla y enumeró a las empresas que habían recibido contrataciones superiores pero, con una picardía notable, se refirió sólo a aquéllas firmadas por el Estado nacional, olvidando los suscriptos por los provinciales, que aquél también pagó.

Más tarde, no satisfecha aún con el resultado de la preparación culinaria, le agregó el fuerte sabor de un proyecto de ley tendiente a manear a la administración que la suceda para evitar que pueda, a través de la ANSES, disponer de los paquetes accionarios confiscados con las AFJP’s de innumerables empresas. Más allá de lo tóxica que puede resultar para la digestión la sanción del instrumento propuesto, como probó la Bolsa el viernes, salpimentó todo con graciosos mohines y comentarios acerca de la identidad de los dueños de esas empresas, dando así un toque muy femenino a la receta.

Para quienes tenemos paladares sensibles, a la ensalada presidencial le faltó una pizca al menos de conmiseración por los inundados, aunque ese ingrediente nunca estuvo en la cocina de los Kirchner, como bien saben las víctimas de Cromagnon, de Once, de La Plata y de tantas tragedias nacionales, pero lo olvidó la autora por no haber viajado por la Provincia de Buenos Aires, que se hunde después de ocho años de desastrosa gestión sciolista. Referirse al muerto jujeño sólo para sostener que éste pertenecía a las hordas de la Tupac Amaru fue sólo un desliz, que los malditos radicales no le perdonaron al demostrar enseguida que todo era mentira. También faltó, para mi gusto, alguna referencia a los grandes problemas que el kirchnerismo dejará a su sucesor y al país entero, pero Cristina no estaba allí, pese a su manifiesto enojo (¿notó qué ojos fríos tenía mientras sonreía?), para dar malas noticias.

La Presidente parece convencida -¿desea?- que el candidato del ¿Frente para la qué? perderá las elecciones; si no es así, la única explicación posible para lo que están haciendo Axel Kicillof y Alejandro Vanoli todos los días pasa a ser que la Jefa odia al pobre Lancha con toda su alma. Para evitar que las mechas de las bombas que pretendían que explotaran a partir de diciembre resulten demasiado cortas y manchen así el relato exitoso que quiere esgrimir el kirchnerismo para enfrentar a su sucesor, no hacen más que echar leña al fuego imparable del gasto y de la inflación.

Esta semana, el Gobierno emitió un bono en pesos atado a la cotización del dólar oficial que vencerá en 2016; como todo el mundo cree ya que la devaluación es inevitable, el éxito en la colocación superó las expectativas. Siguió, además, despilfarrando reservas al vender a las clases más acomodadas dólares «ahorro» y «turista» en cantidades siderales. Aún así, no logró frenar la cotización del dólar «blue» o libre, que alcanzó el viernes la cota de $ 15,55. Claro que, con el déficit de las cuentas públicas volando -alcanzará este año el 8% del PBI-, con la balanza comercial en crisis por la sobrevaluación del dólar oficial y por los bruscos frenazos de China y Brasil, con la fenomenal pérdida de reservas y con la emisión desmedida -ya nuestro billete de mayor denominación equivale sólo a US$ 6,43-, resulta imposible hacerlo retroceder, aunque se ponga en la calle a la AFIP, al Banco Central, a la Gendarmería y a la Prefectura y a los canes uniformados.

Al respecto tengo una sugerencia importante para quien ocupe, a partir del 10 de diciembre, el primer sillón de la Argentina: señor, en su discurso y en la medida de lo posible, haga el inventario real de la herencia que recibirá ese día. Infórmenos quiénes integran sus equipos técnicos, cuál es la magnitud de los problemas a los que se enfrentará, y cuánta ayuda social, política y parlamentaria necesitará para hacerlo; trátenos como ciudadanos, y no como niños a los que hay que mentir; cuéntenos cuáles son los indispensables acuerdos a los que habrá llegado con las otras fuerzas políticas. Tal vez resulte una buena idea que relea el discurso que pronunció Arturo Frondizi cuando le tocó asumir como antecesor suyo.

Pero, principalmente, comprométase en serio con la República y con la Constitución, para evitar que la Argentina siga en esta senda de decadencia e insignificancia en la que ya lleva demasiados años. Sin duda, Dios y la Patria se lo agradecerán.

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