Por Juan José de Guzmán.-

Soy del barrio de Flores y realizo mi rutina aeróbica, desde siempre, en la Plaza Irlanda, que está frente al Policlínico.

Estuve ausente desde principios de año y cuando retomé mi caminata diaria, hacia fines de abril, noté que hubo cambios en la ubicación del escritorio de recepción y en las pautas bajadas al personal de vigilancia que ocupa el mismo.

Sucede que, tal como siempre hice (las veces que tuve urgencias urinarias), al cumplir con un formalismo de buenas costumbres y solicitar permiso para pasar al baño, me fue negado porque carezco del carnet que me identifique como personal bancario.

Les expliqué (fueron 2 veces con diferentes protagonistas) que yo fui empleado de la Caja Nacional de Ahorro y Seguro desde 1975 hasta finales del 82 en el edificio que hoy es una de las sedes del Senado de la Nación, en H. Irigoyen 1750. Allí me desempeñé como “Analista de Carga de Máquina” en el turno noche, donde convivían 2 super-equipos, una Burroughs y otra IBM (fueron los inicios de las grandes computadoras). Incluso, la casa que habito desde septiembre de 1977, la adquirí con el préstamo para la vivienda que La Caja brindaba a sus empleados por entonces.

Imagino cuáles puedan haber sido las razones que llevaron a tal disposición pero el sentido común debería indicar a quienes cumplen esa función que una persona mayor, con ropa deportiva y transpiración en su rostro, si pide permiso para descargar en el mingitorio, es harto probable que no esté mintiendo (así lo entendieron, justo es resaltarlo, quienes no pusieron reparos).

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