Por Hernán Andrés Kruse.-
LA PRÁCTICA ORATORIA Y SERMOCIONAL: GESTO Y VOZ
“¿Qué parte de todo este aparato gestual utilizó Caramuel en sus sermones? No hay ninguna mención explícita al respecto, pero lo que sí encontramos son suficientes observaciones como para poder componer una normativa concionatoria básica inscrita en la actio o pronuntiatio que hace del sermón, como ya vimos al principio, un ejercicio fundamentalmente de representación. Para empezar, hay que decir que Caramuel confía más en la palabra escrita que en la hablada: “Las palabras se expresan de manera más exacta y elegante con la pluma que con la lengua. Las que se escriben en el papel se revisan, se suprimen, se corrigen; pero las que surgen de la boca son irrevocables: una vez dichas, permanecen. Por eso, muchos que son eminentes con la pluma no se atreven con la lengua… Siempre es menor la fuerza y la elocuencia en la lengua que en la pluma” (articulus XXII, sectio XVII).
Es por ello, sin duda, por lo que Caramuel considera imprescindible y consubstancial al sermón una actio adecuada. Lo deja muy claro ya en el articulus I (Del gesto en general): en la sectio II [Del gesto que los poetas y oradores esgrimen en las declamaciones) afirma: “El alma del discurso es, pues, el gesto, y su eficacia en el vulgo depende más del modo de perorar que del peso de los razonamientos… Quien nombra el océano y alude a las costas, quien menciona las ciudades, profiere palabras sin vida a no ser que, moviendo la mano de aquí allá, parezca representar todo aquello que dice”. Y, unas páginas más adelante, aborda uno de los aspectos que más preocupaban a los encargados de propagar la fe contrarreformista desde el púlpito: “Si la expresión de los gestos desdice de la gravedad y autoridad eclesiásticas” (articulus I, sectio IV).
En estos años, en los que la predicación había alcanzado tal grado de histrionismo que era comparada con toda naturalidad, reprobándolo o defendiéndolo, con la representación teatral, la postura de Caramuel es de extremada prudencia y de rechazo hacia todo exceso. Por eso mismo, su defensa de la gestualidad, nada sospechosa, da idea de hasta qué punto era ésta un componente esencial de la predicación.
Veamos, de manera sinóptica, cómo resuelve Caramuel esta duda planteada en el mencionado articulus I, sectio IV: “Divido el gesto en grave y ridículo. Y, distinguiendo dentro del primero entre gesto excesivo y gesto sobrio, así como en el orador, y sobre todo en el orador evangélico, condeno los gestos ridículos y no tolero, si son excesivos, los heroicos, del mismo modo permito, alabo y recomiendo los gestos graves si se hacen con sobriedad… Del teatro pasaron los gestos al foro… y, con estas premisas, surge la pregunta siguiente: ¿deben y pueden los cantores en el coro y los predicadores en la iglesia imitar a los oradores antiguos en la expresión de los gestos? El llamado credo calábrico, en el que el cantor reproduce con el movimiento de las manos lo que significa cada palabra, debiera ser prohibido, porque excita más a risa que a devoción, ya que expone una y otra vez en son de burla los fundamentos básicos de la Fe, no sin cierto sonrojo de gente erudita. He visto predicadores extremados en el gesto que parecen comediantes más que apóstoles… Todos los extremos agradan a los heterodoxos. Por eso, los luteranos y calvinistas apenas mueven las manos en sus sermones. No parecen decir, sino leer o lamentarse: si las estatuas hablasen, serían como ellos. Declaman de tal modo en los templos para granjearse la consideración de modestos. Uno y otro extremo condeno, pues la virtud consiste en el término medio… Y el modo de decir en las iglesias o en las aulas que los españoles llamamos afectado ni los pulpitos ni las cátedras lo admiten… Así, pues, el uso de Polymnia no desdice de los predicadores apostólicos, con tal de que no exceda el límite de la modestia…”. Moderación, en suma, sí, pero necesidad de la gestualidad para hacer creíble el sermón y para alejarse de la frialdad de los cristianos reformados. Es muy significativa en el pasaje anterior la relación que establece entre los cantores y los predicadores, con lo que deja patente, una vez más, que la predicación es representación, aunque deba huir de la afectación.
Hay otro pasaje en el que Caramuel ejemplifica la manera de hacer inteligible el discurso mediante el movimiento de ojos, cabeza y manos. En él imagina un recitador ideal declamando ciertos versos de Virgilio que reproduce y que señala al margen con la siguiente advertencia: Se reproducen unos versos de Virgilio que, si se leen en silencio y no se recitan de viva voz, carecen de energía. Sus recomendaciones constituyen toda una lección de arte dramático: “Cuando pronuncia aquel verso Tanta-ne, etc., adelanta la cabeza, abre amenazante los ojos y, a la vez, eleva ligeramente la mano y la extiende, abierta, ante la faz. Cuando profiere las palabras ccelum terramque, aquellos espacios de los que habla representa con ojos y mano. Y, finalmente, cuando añade quos ego, dirige los ojos a los insolentes vientos y apunta con el índice hacia ellos, para decir luego, mientras inclina la cabeza y baja la mano, sed motos prcestat, etc. Esta técnica nos ayuda a entender algunos lugares de las Sagradas Escrituras que, si carecen de circunstancias consignificantes, no se pueden explicar” (articulus XXI, sectio XI). La última frase es reveladora, por cuanto abre la puerta al empleo en la predicación de los recursos gestuales que ha expuesto, aunque, lamentablemente, no ofrece a continuación ningún ejemplo práctico al respecto.
El movimiento de los brazos es, desde luego, insustituible en el sermón y conforma un lenguaje del que da cuenta Caramuel en el articulus XIX (Del habla de los brazos). El comienzo de su exposición va acompañado de la siguiente nota al margen: Se examinan los principales modos de mover los brazos en el sermón: “También con los brazos hablan los hombres, y, así, mientras peroran, con los brazos unos parecen nadar en el río, otros serrar una madera, otros, como los cálibes, forjar el hierro en el yunque, otros tejer con menos esfuerzo, otros bordar con la aguja y otros volar en el vacío. Hay algunos (también me sirve la lengua española) que [en] el púlpito se columpian, otros que esgrimen, otros que arrullan. Y esto sin faltar otros que danzan, bailan, castañetean y, fuera de propósito, juegan los brazos con movimientos poco proporcionados. Y todos estos movimientos provienen de la Naturaleza o del Arte. Si de la Naturaleza, denotan una manera de hablar en el orador incorrecta e indisciplinada. Si del Arte, denotan una emoción especial que quieren sea captada por el auditorio” [Lo que aquí va en cursiva también aparece así, y en castellano, en el original].
La vieja dicotomía naturaleza-arte, esto es, lo inasible, azaroso, no sometido a razón, por una parte, y lo ordenado, legislado y reducido a normativa, por otro, es invocada aquí nada menos que para legitimar el artificio (no la afectación, aunque ¿seríamos capaces hoy de discriminar ambos conceptos si, por acaso, asistiéramos a un sermón de entonces?) que da sentido al discurso y garantiza su eficacia. Caramuel, así, sanciona el carácter para-teatral del sermón y el entrenamiento en una técnica gestual, como se vio en el párrafo anterior, para su declamación. En la geografía del cuerpo hablante revelada por Caramuel destaca, señero, el lenguaje de las manos, lo que denomina quironomía o quirología. Al comienzo mismo de su extensa disertación sobre este tema el cisterciense lo vincula a la predicación, planteando al margen: ¿Qué elogia principalmente el vulgo ignorante en el predicador? Y, más adelante, también al margen, anota: La suavidad de la voz es extremadamente necesaria para el orador. El mismo sermón, discurso o comedia agrada si se dice bien, y no lo hace si se dice mal.
Y es que en este pórtico al lenguaje de las manos Caramuel añade, además, algunas consideraciones sobre el otro aspecto de la actio o pronuntiatio, el tono de voz: “Del mismo modo que en el canto armónico las cuerdas y los órganos conciertan en sus proporciones numéricas con la voz (pues resultaría una disonancia malsonante si no hubiese concordancia entre ia voz y el instrumento musical), así también el movimiento de las manos y la disposición de todo el cuerpo se deben acomodar a lo que se dice y a la manera en que se dice… He conocido predicadores de gran ingenio y gran elocuencia que no eran apreciados porque eran fríos en la acción y tenían una voz desagradable. Por el contrario, he conocido otros que, dotados de clara y sonora voz, eran elogiados por los ignorantes (de los que hay muchos). Así transcurren las cosas humanas. Porque, así como una buena fábula es silbada a veces por el defecto del histrión que representa, así también un buen discurso desagrada si se declama torpemente, lo que sucede con frecuencia… Hay quienes, cuando debieran orar, cantan, hay quienes ladran, o mugen… Y, en lo que respecta al gesto, hay quienes en la cátedra nadan, hay otros que vuelan, los hay que se retuercen, o se tiran al suelo… Dice, pues, el español: El que mal pleito tiene I a vozes le mete” (articulus XXI. Del habla de las manos)
Una vez más, dejando a un lado los excesos pintorescos, pero representativos, al fin, de unos hábitos compartidos y asumidos de forma generalizada por quienes nos precedieron, Caramuel hace de su querida Polymnia rectora del discurso y le dedica un apartado especial (articulus XXI, sectio I), en el que afirma: «La mano es otra lengua… también las mismas retórica y dialéctica serían inanes si no se ayudaran de las manos.» En el apartado siguiente (articulus XXI, sectio II) encontramos una definición de quironomía («es el arte que prescribe leyes a las manos») y una curiosa división de la misma: quironomía del tripudium (la que regula lo relativo a la danza y la coreútica), quironomía del convivium (el arte de trinchar: «los quirónomos sirven hoy a los príncipes y trinchan las aves con suma agilidad y destreza, aunque no observan los números aarmónicos en el movimiento de las manos») y quironomía declamatoria. En esta última, lleva a cabo un elogio de la actio con estas contundentes palabras: “Proclamo que el orador no sólo puede, sino debe mover la mano con artificio, pues declamaría sin vida si permaneciera inmóvil como una estatua… La actio comprende muchas cosas y la elocuencia necesita de todas ellas, a saber, moderación en la voz, vigor en los ojos, movimiento en las manos, disposición en el rostro y, en fin, el gesto en todo el cuerpo”.
La retórica en su conjunto, esto es, las cinco operaciones clásicas de la misma, inventio, dispositio, elocutio, memoria y actio o pronuntiatio, son repartidas entre las diferentes manifestaciones gestuales en la sectio V (De la retórica de la quironomía ) de este articulus XXI. La inventio corresponde, no acierto a entender por qué motivo, al tono de voz, y la consideraremos más adelante. En la dispositio aplicada al gesto Caramuel nos ofrece otra lección de arte dramático: “Otro cuidado que ha de tener el phrósophos concierne a la disposición del cuerpo, pues debe procurar que esta actitud corporal externa responda a la disposición de los argumentos, de la que tratan profusamente los escritores, ya que las maneras y el movimiento de las manos, de los brazos y de todo el cuerpo son como los fiadores de la voz, que corroboran cada una de las cosas que se dicen. Así, cuando describimos un hombre magnífico, erguimos todo el cuerpo, cuando uno modesto y humilde, encogemos los hombros e inclinamos la cabeza. De aquí que las mismas palabras puedan declamarse con modestia, altanería o humildad. La modestia es el término medio, ya que decimos hablar modestamente cuando lo hacemos como los otros suelen. La altanería requiere que, al igual que alzamos los ojos y erguimos la cabeza, levantemos también la voz. La humildad, exponer el asunto someramente, inclinar la cabeza, y bajar ojos y voz”.
La elocutio implica la elegancia en el gesto, la cual «reprueba y rechaza los movimientos desproporcionados y descompuestos». El predicador que fue Caramuel hizo uso en sus sermones de un particular sistema mnemotécnico (quizá inventado por él) que denomina memoria digital y que explica en el apartado correspondiente a esta operación. La rica tradición de la memoria artificialis o arte de la memoria, a medio camino entre la práctica y la simbología, cuenta aquí con una de sus últimas apariciones en nuestra cultura: “El jurisconsulto en el senado, el preceptor en el aula y el predicador en el templo procure en primer lugar hacerse con diferentes anillos de distintos materiales (hierro, plomo, cobre, plata y oro) y haga engarzar en ellos piedras de diversas formas (triangulares, cuadradas, ovales, redondas, etc.) y de varios colores (negras, blancas, verdes, rojas, azules, amarillas, etc.), y puedes designar todo este aparato con el nombre de memoria digital. Luego, cuando llegue la hora de la declamación, disponga las secciones de su discurso como por capítulos, y adjudique el anillo apropiado a cada una de estas secciones atendiendo a su contenido. Finalmente, empezando por el meñique, engalane los dedos de la mano izquierda con los anillos en el orden que pide la disposición del discurso, de manera que las piedras, con sus colores particulares, pongan ante los ojos las secciones a dilucidar. Este sistema es fácil y de él me he servido con frecuencia”.
Caramuel da fin a esta retórica de la quironomía con la pronuntiatio que veremos en seguida. Ahora, para terminar con los gestos de la mano, hemos de decir que nuestro autor les otorga una triple función a la hora de abordar la cuestión siguiente: Si puede precisarse un discurso ambiguo mediante el movimiento de la mano (articulus XXI, sectio XI). Al comienzo de esta sectio XI anota al margen: De tres maneras desvelamos la mente con el movimiento de las manos; estas tres maneras son, en síntesis: 1- Subrayar lo que se dice, como cuando, al mencionar el cielo, se eleva la mano, o, cuando se menciona la tierra, se baja; 2- Modificar o desplazar el sentido original de una expresión, dirigiéndola hacia alguien expresamente señalado («así, en otro tiempo, un cómico de Roma, vuelto hacia Pompeyo, le dirigió aquellas palabras de Plauto: “Y tú eres dichoso con nuestras desgracias»); 3- Suplir lo que no pueden expresar las palabras, como el movimiento de las aguas…”.
Inseparable y complementaria del gesto para una adecuada declamación es la vocalidad, que constituye propiamente la pronuntiatio dentro de la quinta operación de la retórica clásica. Aunque Caramuel le concede menos importancia que a la gestualidad, no está ausente de su monumental tratado sobre la restrictio sensible que estamos intentando desentrañar. Ya hemos visto en un pasaje anterior su espanto ante los mugidos y ladridos de algunos predicadores de su tiempo (articulus XXI. Del habla de las manos). Con independencia de su decidida oposición a tales excesos histriónicos, Caramuel postula una variada y adecuada inflexión de la voz para atender a las necesidades expresivas, esto es, restrictivas o determinantes, según su particular punto de vista, de determinadas partes del discurso, continuando, así, la larga y rica tradición que, revisada y puesta al día, se mantenía ininterrumpida desde las preceptivas de Cicerón y Quintiliano, principalmente.
El lugar por excelencia para abordar las cualidades de la voz es el articulus XII (Del habla de la boca). Aquí, junto a disquisiciones propiamente musicales, alude a la tradicional división de la voz en grande, mediana y pequeña, asimilando implícitamente el parámetro intensidad al parámetro altura cuando afirma: «La voz mediana, también llamada igual, es la que utilizamos comúnmente al hablar, porque no admite variaciones, ni retóricas ni musicales» (sectio III. De la cantidad de la voz). También plantea la percepción, a través de la voz, de la alegría (mediante interjecciones) y de la tristeza (a la que corresponde una voz quebrada, entrecortada y abatida) Es interesante, asimismo, la referencia a una especial inflexión o entonación de la voz que ejemplifica con un pasaje de Los cigarrales de Toledo de Tirso y que tiene nombre propio en castellano: «Aquel tono que produce una voz llena y arrogante es llamado por los españoles sonsonete» (sectio VI. De las voces altanera y humilde).
Por último, alaba la capacidad persuasiva de la voz, en el mismo sentido en que lo hizo con el gesto en general, y recuerda la adecuación que debe haber entre el tono de voz y lo que se declama; lo expone junto a una nota marginal que dice: “La persuasión depende en gran medida de la manera de decir. El tono de voz tiene una especial virtud, y el que, atendiendo al carácter de lo que se dice, habla en tono alto, vehemente y áspero, o bien en tono bajo, suave y bondadoso, expresa mucho más de lo que significan las palabras: en efecto, cada tema requiere un modo especial de hablar, por lo cual, del mismo modo que la acrimonia y vehemencia en la pronunciación causaría risa en una declamación panegírica, así también la suavidad y la afabilidad elocutiva en la peroratio haría sospechosa a la acusación de falsedad y engaño” (sectio VIL Del tono de voz vehemente, agrio y desentonado).
El engolfamiento de algunos predicadores en la musicalidad de la palabra, el paso de la inflexión vocal a una articulación propiamente musical, es rechazado por Caramuel en la sectio V (De la retórica de la quironomía) del articulus XXI, en la parte correspondiente a la inventio: “El primer cuidado que ha de tener el quirónomo que desee ser retórico concierne a la moderación en la voz: no debe cantar, sino decir. Cantamos cuando pronunciamos con tono musical; decimos, en cambio, cuando usamos la voz natural, que no puede hallar lugar entre los sonidos musicales. Una cosa es hablar en voz alta y otra cosa es cantar. Y no sólo hay predicadores que declaman en el púlpito con voz canora, sino otros muchos que hablan melodiosamente en una conversación privada”. En este mismo lugar, en la parte correspondiente a la pronuntiatio, explica de qué manera la entonación modifica el sentido del texto hasta convertirlo en su opuesto, como es el caso de la modulación que lleva a cabo la voz en la interrogación y en la ironía, respectivamente.
Esta última figura se halla ligada, según Caramuel, a un tono de voz agrio y vehemente: “El último cuidado del retórico es la pronuntiatio, que concierne a la manera de decir. Y, si lees con atención, las anotaciones que siguen podrán serte de provecho para tu formación. En primer lugar, el modo de pronunciar distingue a un pueblo de otro pueblo y a un país de otro país, pues la misma lengua latina es pronunciada de manera diferente y con acento distinto por un castellano, por un portugués, por un alemán, por un italiano, etc. A veces, cuando oímos a dos hablar, aunque no entendamos ni una palabra, sabemos en qué lengua lo hacen por la manera de hablar y por el tono. En segundo lugar, el modo de pronunciar distingue la interrogación de la afirmación. Este tono del habla convierte con frecuencia un aserto verdaderamente católico en herético. Católicas son aquellas palabras de San Agustín: “Quien sin ti te hizo, no te salvará sin ti, que, sin embargo, en boca de Juan Calvino son heréticas, pues las trae así: Quien sin ti te hizo, ¿no te salvará sin ti?… En tercer lugar, el modo de pronunciar distingue la ironía de la expresión ordinaria, ya que con un tono decimos: bella cosa, cuando nos admiramos y de verdad afirmamos que es bella, y con otro cuando, con estas mismas palabras, declaramos a voz en grito con ironía que es infame… La ironía, como la suelen definir los retóricos, es una figura que difícilmente reconocerás en la escritura, pues toda ella se cifra en la acritud de la voz. Podemos llamarla disimulo o burla, como quiera que, con la pronunciación misma, damos a entender lo opuesto a lo que significan las palabras”.
La defensa del libre albedrío en el pasaje anterior, y, en general, la salvaguarda de la ortodoxia tridentina, como hemos visto en otros lugares, es el objetivo final al que mira la sistematización de gestos, tonos de voz y recursos no verbales de toda índole que Caramuel dispone laboriosa y apasionadamente. Porque se requiere pasión para persuadir: “Debe ser, por cierto, el predicador lámpara ardiente y luciente. En vano procurará alumbrar a los demás, si antes no se inflama con el fuego de la Santa Caridad. Y, si quiere saber el predicador lo que se ha de hacer para lograr arder primero y alumbrar después, traeré las palabras de Claudiano…” (articulus XXIV, sectio VI. De la primera tonsura. Si los clérigos son iniciados mediante la imposición de las manos). Arder y alumbrar. El cuerpo mismo del predicador hecho pira, lucerna, discurso inflamado que con todos sus miembros lanza destellos para vivificar la palabra de un Dios, innominado, que rotulara una existencia cifrada”.
(*) Luis Robledo Estaire (Conservatorio Superior de Música de Madrid) titulado “El cuerpo como discurso: retórica, predicación y comunicación no verbal en Caramuel” (CRITICÓN, 84-85, 2002).
14/06/2025 a las 10:47 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Papa caliente
Luis Bruschtein
Página/12
14 de junio de 2025
La condena a Cristina Kirchner se convirtió en una papa caliente para el mismo sistema que hasta el día anterior a su postulación la consideraba un cadáver político y ahora quisieran encerrarla en la luna. Primero imaginaron que la difamación persistente por parte de sus cómplices mediáticos sería suficiente para dejarla fuera.
No alcanzó: ganó la reelección. Redoblaron la campaña, colonizaron el fuero federal y tampoco sirvió: ganó como vicepresidenta. Pensaron que su carrera política había sucumbido por el fracaso del gobierno de Alberto Fernández y la irrupción de Javier Milei. Hubo champagne y papel picado.
Hasta que anunció su candidatura y se acabó la fiesta. Entonces corrieron a ordenarle a la Corte que la condenara de una vez. Hubo condena y con eso perdieron control de la agenda, provocaron la unidad del peronismo y una convocatoria que impactó en la juventud con universidades y secundarios tomados y los accesos a la ciudad de Buenos Aires cortados por el movimiento obrero.
Ahora están los que proponen encierros terroríficos en el hospital penitenciario, o mandarla a una cárcel en medio de la nada con tobillera y restricción de visitas. Como si los multimillonarios argentinos, sus políticos, periodistas y jueces no pudieran visualizar más allá de sus ombligos cuando se producen fenómenos que no controlan. Los quieren reprimir y, en vez de eso, los alimentan.
La presencia frente al domicilio de Cristina Kirchner de miles de personas en estos días, son miles de historias que se multiplican, de jóvenes que personifican sus futuros en ella y de trabajadores que agradecen historias de sus pasados. Son proyectos que adquieren confirmación en esos pasados. Esa retroalimentación o dialéctica entre pasado y futuro identificado en una persona constituyó la permanencia del peronismo. Habrá quien se indigne, quien lo critique y no esté de acuerdo, por izquierda o derecha, pero no se lo puede ignorar.
La condena alineó a la sociedad también en función de sus historias. Cecilia Pando se encargó de difundir su festejo por la sentencia a quien permitió el juicio a los genocidas. Eduardo Feinmann comparó a la expresidenta con Videla, el genocida que defiende Pando, y se hundió en la campaña de regodeo en la mugre de los sufrimientos que debían aplicarse a Cristina Kirchner.
Cualquiera puede decir lo que se le ocurra. Pero una cosa es el culpable de violaciones de mujeres y hombres prisioneros, de sus torturas, asesinatos y desapariciones, como los genocidas. Y otra muy distinta tener una condena por seis años por un delito que ni siquiera fue probado y que solamente es una “conjetura” de los jueces.
Se ha instalado en los antiperonistas anteponer la palabra “chorra” cada vez que se refieren a Cristina Kirchner. Cosa que no está en la condena ni en sus fundamentos. Esa condena discutible, ni siquiera es por chorra, porque no pudieron armar la mínima prueba que sostenga esa acusación. La palabra “robar” no está por ningún lado.
El cargo es por “administración fraudulenta en perjuicio del Estado”. En ningún lado dice que se quedó con un peso, porque las propiedades y el capital de la expresidenta están en blanco, justificados y legales, no le encontraron cuentas en el exterior, como sí lo hicieron con sus denunciantes, no encontraron tesoros enterrados en la Patagonia ni en los muros de su casa, como mintió un periodista ya fallecido comprado por el Grupo Clarín.
Ni siquiera esta condena insostenible habilita la palabra “chorra”. La acusan de haber direccionado la obra pública en Santa Cruz a “un amigo de la familia”, por la constructora de Lázaro Báez. Pero ni siquiera puede usar la palabra “testaferro”, porque tampoco existe ninguna prueba. Y la acusación de haber “direccionado” es una conjetura por su carácter de Presidenta. Pero no pueden mostrar una orden escrita ni verbal en ese sentido.
La corporación de medios trata de respaldar la condena porque en todas las instancias que recorrió, la suscribieron más de diez jueces, la mayoría de ellos integrantes del rebaño judicial de Mauricio Macri. Y si fuera por número, la inocencia de Cristina está corroborada por centenares de legisladores que aprobaron las obras, por los funcionarios nacionales que las coordinaron y los funcionarios provinciales que controlaron su ejecución. Las obras no están en el organigrama de la Presidencia y tampoco existen las órdenes que las relacionaran.
En todo el mundo hay cimbronazos, que incluso pueden desembocar en una guerra nuclear, por los realineamientos del orden mundial. Los ataques de Israel a Irán demuestran el interés que siempre tuvo Benjamín Netanyahu en usar el atentado contra la AMIA como argumento para atacar a la nación persa, incluyendo los manejos del Mossad y del fiscal Alberto Nisman. Pesó más el objetivo político, que la búsqueda de los responsables. Así, la causa del memorándum con Irán se inició en la embajada israelí durante la primera presidencia de Netanyahu.
Los tribunales, que dieron curso a causas como la del memorándum o la de Vialidad, participaron en la guerra judicial contra Cristina Kirchner y expusieron la falla enorme en el sistema de administración de justicia. La condena no está relacionada con la corrupción ni con la justicia y, en cambio, está recorrida por el sentido político, que pasó de la difamación a la proscripción de una candidata opositora que estaba por derrotar al oficialismo.
Al cruzar desde el ámbito de la justicia al de la política, esos jueces obstaculizaron el derecho cívico determinante de la democracia como es el ejercicio soberano del voto. Los jueces se pusieron por encima del pueblo y distorsionaron la esencia del sistema. Para usar un término más popular, Cristina lo definió como “un cepo al voto”.
Al revés de lo que piensa el antiperonismo, la persecución continua y las injusticias que se cometieron contra la expresidenta, no afectaron su imagen, sino que la hicieron crecer. No sólo hubo memoria y agradecimiento popular, sino que se sumó la identificación por esas injusticias a las que también fueron sometidos por los que la persiguen a ella y que integraron los malos gobiernos que siguieron a los del kirchnerismo.
La degradación del sistema en general forma parte del fenómeno que sufre Occidente. Esta semana crecieron las masivas protestas en ciudades de Estados Unidos, en especial en California, contra la deportación de latinos. La secretaria de Seguridad norteamericana, Kristi Noem, envió a la Guardia Nacional a ese Estado gobernado por la oposición demócrata, pero lo hizo sin provisiones y sin alojamiento. Los tipos van a reprimir y después no tienen lugar para dormir. La protesta es multitudinaria y la represión muy violenta. Noem no consultó a las autoridades locales y en una conferencia de prensa mandó golpear y esposar al senador por California Alex Padilla. Los síntomas de descomposición son parecidos incluso por la violencia represiva y por los liderazgos estrambóticos que surgieron con el caos.
El miércoles, Cristina Kirchner se presentará en Comodoro Py para comenzar su condena. Las agrupaciones populares, desde la CGT hasta los movimientos de desocupados, anunciaron que la acompañarán. La columna partirá desde la casa de la expresidenta en Constitución, y caminará hasta los tribunales de la zona de Puerto Madero, fuera de Constitución.
14/06/2025 a las 11:01 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Peronismo en shock, en un sistema inestable
Claudio Jacquelin
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
13/6/025
El país vivió este martes uno de esos días que la historia registrará como únicos, y que la sociedad recordará aun cuando el tiempo haya pasado largamente. Por primera vez, en efecto, un presidente elegido democráticamente (en este caso, elegida dos veces para la primera magistratura de la Nación) terminó con sus huesos en la cárcel por delitos de corrupción. El caso de Cristina Kirchner no es comparable con el de Carlos Menem, porque este estuvo en prisión preventiva durante poco más de cinco meses, y su orden de prisión la dictó un juez de primera instancia, Jorge Urso. Más todavía: Menem fue luego sobreseído por la Cámara de Casación, aunque con el lamentable argumento de que había pasado el “tiempo razonable”. En cambio, Cristina Kirchner ingresará en prisión, y estará en esa condición durante varios años, después de una condena definitiva en la que intervinieron no menos de 15 magistrados y en la que existen dos sentencias idénticas, la del tribunal oral y la de la Cámara de Casación, previas a la decisión de la Corte Suprema de Justicia. Como se infería, era difícil que el máximo tribunal de justicia del país ignorara el intenso y largo trabajo de jueces y fiscales de instancias inferiores y que cambiara todo lo que ya se había decidido. El fallo de la Corte merece ser leído porque refuta cada uno de los argumentos con los que la defensa de la expresidenta intentó modificar la sentencia que la condenaba. Lo primero que se percibe es la debilidad intelectual de sus abogados defensores, si es que fueron ellos (y no ella) los autores intelectuales de la defensa.
Una de las rarezas de la posición de Cristina Kirchner y de sus abogados defensores es la cacofonía sobre la inverosímil proscripción de la expresidenta. En rigor, la inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos es una pena adicional y automática para los condenados por el delito de defraudación al Estado. No es, en definitiva, una decisión arbitraria de algunos jueces, sino una pena que ordena el Código Penal para ese delito. Llama la atención, en todo caso, que su defensa no haya planteado en su momento la inconstitucionalidad de la pena de inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos si sabía que un mantra posterior del kirchnerismo sería la inexistente proscripción de Cristina Kirchner. Lo cierto es que por primera vez un expresidente estará preso por varios años y por haber cometido hechos de corrupción; desde este martes, ya no se trata de supuestos hechos de corrupción, porque existe la certeza de que cometió actos corruptos en el ejercicio de la función pública. Así lo estableció definitivamente la más alta instancia judicial del país, que convirtió a esa causa, llamada Vialidad, en “cosa juzgada”, casi imposible de rever en el futuro. Es cierto que existe en el Código Procesal Penal un artículo que prevé un recurso de revisión de una sentencia definitiva, pero establece en qué condiciones es posible acceder a esa revisión. No existe ninguna de esas condiciones en el caso de Cristina Kirchner. La expresidenta podría recurrir a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, pero, como lo reconoció el propio Raúl Zaffaroni, amigo de la lideresa del peronismo, no le servirá de nada. Los requisitos para llegar a ese tribunal son interminables y llevan muchísimo tiempo. Ya el presidente del tribunal oral que la condenó por primera vez, Jorge Gorini, decidió darles a todos los sentenciados por el caso Vialidad un plazo hasta el miércoles de la próxima semana para que se presenten en la Justicia y se notifiquen. En el caso de Cristina Kirchner, deberá notificarse de que en adelante será una política presa, no una presa política. No son la misma cosa. Es probable que su defensa pida la prisión domiciliaria y es muy difícil que la Justicia se la niegue, aunque existen pasos procesales que ningún juez puede ignorar. Por ejemplo: la opinión de todas las partes y, sobre todo, la del fiscal.
El trámite puede llevar algunos días; es probable que mientras tanto la expresidenta cumpla la prisión en un establecimiento carcelario o policial a la espera de la decisión final del juez. El fiscal Luciani estableció durante el juicio que el robo al Estado en el caso de Vialidad había llegado a la cifra de 1000 millones de dólares; el tribunal oral lo estimó en 600 millones de dólares de la época del juicio. La Justicia siempre se expresa en pesos; por eso, es necesaria la aclaración. Sea como fuere, el juez Gorini deberá actualizar la cifra, por el tiempo transcurrido, y ejecutar el decomiso de las propiedades de Cristina Kirchner por esa cifra, según lo ordenó la Corte Suprema. O el decomiso de todas sus propiedades si sus bienes en blanco no llegaran a esa cifra. Luego, la Anses deberá establecer si ella seguirá cobrando la jubilación graciable de expresidenta de la Nación, ya que fue condenada por actos corruptos en el ejercicio de la jefatura del Estado. ¿Por qué premiar a quien cometió un delito?
El expediente fue iniciado en 2008 por Elisa Carrió y varios diputados más de su partido por el delito de asociación ilícita, que en rigor debió ser el que se le aplicara a la expresidenta si se leen bien los argumentos de los tribunales que la juzgaron. Tres fiscales (el del tribunal oral, Luciani; el de la Cámara de Casación, Mario Villar, y el jefe de todos ellos, Eduardo Casal) coincidieron en que se trató de una asociación ilícita para robarle dinero al Estado. Sin embargo, tanto la Cámara de Casación -integrada por los jueces Mariano Borinsky, Diego Barroetaveña y Gustavo Hornos, este en disidencia- como la Corte Suprema decidieron no modificar la resolución del tribunal oral, que la condenó por defraudación al Estado, y no por asociación ilícita, y le bajó la pena de doce a seis años de prisión.
La intención nunca explicitada de los dos tribunales fue no demorar más, con nuevas modificaciones, el ya extenso trámite judicial que llevaba 17 años. El juez de primera instancia, Julián Ercolini, no pudo avanzar mucho en los primeros años después de 2008 porque el kirchnerismo, entonces en el poder, le negaba los pedidos de información que le enviaba el magistrado. Solo cuando asumió Mauricio Macri, en 2015, la Dirección de Vialidad, en manos de Javier Iguacel, le trasladó al juez Ercolini toda la información que había requerido. Pero el dictamen abrumador contra Cristina Kirchner y su responsabilidad en el delito lo firmaron en 2016 los primeros dos fiscales del caso, Gerardo Pollicita e Ignacio Mahiques. “Esos fiscales dejaron al juez sin otra alternativa que procesarla a Cristina Kirchner y enviarla al juicio oral”, dijeron fuentes judiciales.
En rigor, la Corte Suprema (o la mayoría de ella con la excepción del juez Ricardo Lorenzetti, quien aspiraba a una resolución rápida del caso) se había preparado para dictar una sentencia sobre el recurso de queja de Cristina Kirchner para fines de junio. Fue la expresidenta quien apresuró los tiempos cuando hace diez días anunció su candidatura a diputada provincial, y poco más tarde dispuso la movilización del peronismo y del sindicalismo que le es adicto para rechazar lo que era entonces una eventual decisión el máximo tribunal. Ante la posibilidad de que el escándalo creciera, los jueces supremos decidieron este martes anticipar una decisión que ya la tenían estudiada y macerada desde que les llegó el voluminoso expediente, hace 40 días. Siempre suceden cosas extrañas alrededor de Cristina Kirchner; no puede ignorarse ahora que fue ella la que trabajó para adelantar su condición de presa. Solo por un par de semanas, tal vez, pero la adelantó.
La prisión de Cristina Kirchner y la prohibición para que ella ejerza cargos públicos tendrán naturalmente efectos políticos. Ella, Javier Milei y Mauricio Macri son los tres jefes políticos destacados del país. Cristina forma parte desde este martes de los archivos de la historia. Extrañamente, el peronismo no buscó ni intentó una renovación de su liderazgo después de más de 20 años de hegemonía en su cima de la familia Kirchner. Podrá decirse que en la crisis de 2001 tampoco había una alternativa a Carlos Menem, pero no puede desconocerse que entonces había dirigentes como Eduardo Duhalde, Carlos Reutemann o José Manuel de la Sota, que reunían las condiciones para relevar a Menem. Y de hecho lo hicieron, sobre todo Duhalde, aunque luego de que Menem desistiera de participar de un balotaje con Néstor Kirchner en las presidenciales de 2003. El relevo de Menem terminó siendo Kirchner, que ideológicamente expresaba las antípodas de Menem.
El peronismo no es, por ahora al menos, una alternativa política y electoral al mileísmo gobernante. La prisión y la inhabilitación de Cristina Kirchner podría hacer bajar el riesgo país (porque ya es seguro que no volverá a la función pública), pero eso no resuelve todo el problema de una Argentina sin alternativas políticas. El Presidente no logró todavía sacar al país de la recesión de la economía y, encima, el Banco Central debió contraer deuda en dólares para aumentar las reservas y cumplir con las metas acordadas con el Fondo Monetario. Es la refutación de Milei al propio Milei.
El fin de semana se lo vio al Presidente en un amplio escenario del Madrid Economic Forum, un evento privado en la capital española, desplegando actitudes y gestos que no son propios de un presidente de la Nación. Mostraban, más bien, la falta de equilibrio emocional que promueven los viejos traumas. Milei también aludió allí de la peor manera, aunque sin nombrarlo, al presidente del gobierno español; Pedro Sánchez puede ser un líder cuestionable, pero es el presidente del gobierno de un país, cargo para el que fue elegido según los preceptos democráticos de su Constitución. Los españoles son los únicos que tienen facultades para relevarlo. Cristina hubiera sido una pésima alternativa, pero lo cierto es que ya no lo es.
Si el peronismo no es alternativa a Milei, como no lo es, ¿cuál es la alternativa, entonces? Macri debería poner más cuidado en sus negociaciones para inminentes alianzas electorales con el mileísmo, sobre todo después de que se supo que Karina Milei le está imponiendo al macrismo la obligación de ir con el nombre de La Libertad Avanza en las elecciones bonaerenses y en las nacionales. Pro puede perder su identidad como partido político. Macri debería descansar menos en las negociaciones de sus delegados y apoyarse más en los que reclaman una mayor independencia de Pro. Las derrotas en política suelen suceder y no son necesariamente el fin de nada; por el contrario, a veces pueden ser la necesaria condición de alguna victoria futura.
No solo Cristina Kirchner se terminó por la condena definitiva que la aparta de la vida pública; podría seguir teniendo una influencia lejana e impersonal en el peronismo. Pero sería muy raro que el peronismo aceptará un liderazgo que carecerá definitivamente de atractivo electoral. Ni siquiera es creíble su denuncia de un lawfare para ser juzgada y condenada; el lawfare es una palabra que concibieron los norteamericanos y que luego la hicieron suya, paradójicamente, los gobiernos populistas latinoamericanos. El improbable lawfare que se abatió sobre Cristina Kirchner denuncia una supuesta colusión de jueces y prensa para condenar a líderes populares que no están en el poder. Es falso: el primer tramo de la investigación del caso Vialidad, entre 2008 y 2015, se hizo bajo el gobierno de la propia Cristina. El juicio oral y público que la condenó a seis años de prisión y a la inhabilitación perpetua para ejercer la función pública se realizó y terminó cuando ella era vicepresidenta de la Nación, entre 2019 y 2023. No se trata de una persecución judicial a una lideresa popular, como ella denuncia; solo estamos ante un hecho histórico de la justicia contra la perversa corrupción de una estirpe política.
14/06/2025 a las 11:06 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
La celda dorada de Cristina Kirchner y el «blanco» que no alcanza a compensar lo confiscado
Roberto García
Fuente: Perfil
(*) Notiar.com.ar
13/6/025
Afligidos y sufrientes, los vecinos de San Cristóbal, más precisamente a la altura de San José al mil cien, jamás imaginaron la pesadilla que empezaron a padecer hace 48 horas. Ya piensan en convocar a Greta Thunberg para denunciar el cambio climático en el barrio: se inundó, en el cruce con Humberto 1°, con gentíos de fervientes seguidores de Cristina Kirchner, vendedores ambulantes, puestos y parrillas asando hamburguesas y chorizos presuntamente no contaminantes, tampoco el provocador humo que desprenden. El temor por esa avalancha con banderas y cánticos tiene, por lo menos, varios años de extensión complicando el tránsito, el ingreso a los edificios y alterando la ventaja de pertenecer a un barrio: allí vive Cristina, en un segundo piso, una celda dorada en la cual pasará varios años, según dice la Justicia. En un departamento que, según algunos mayores, perteneció al Jefe del Ejército que albergaba a los espías uniformados, se vendió luego a un artista plástico que decoro la vivienda como si fuera Casa Foa, pasó la propiedad más tarde a un director de cine peronista que, por último, se la vendió a la hija de Cristina, Florencia, emparejada entonces con un Vaca Narvaja que salió de escena, aunque previamente juntos tuvieron una nieta de la ex Presidente llamada Helena. Una historia aproximada, sin duda con más de una falta, para describir la morada en la cual piensa la transitoria titular del Partido Peronista transcurrir su largo y bullicioso periodo de condena. En familia también, con Helena creciendo, Máximo de visita y Florencia completando una novela primeriza según anticipo un colega del futuro rubro, Jorge Asís, quien siempre descubre destellos informativos. Para alegría de sus fieles lectores.
Todavía en libertad, antes de que el segundo piso se convierta en prisión, Cristina aún debe atravesar la semana próxima, con barullo mediático y presencias del campo popular, una travesía judicial para que le concedan la prisión domiciliaria. Una odisea para las dos partes, juez y servicio penitenciario, mientras los que decretaron el confinamiento ya se desentendieron del caso: la Corte Suprema (inclusive uno de los tres, Rosenkrantz, se tomará unos días para calentarse en Tulum con su promoción de Yale). Antes dejaron escritas unas 25 carillas para replicar las diez desesperadas que había presentado en queja el abogado de la dama, Carlos Beraldi, a quien desconsideraron casi por mala praxis, como si Cristina debiera observar quién la había llevado al desenlace del cautiverio. Ni se requería ese extenso documento, para algunos críticos redactado con cierta urgencia y desprolijidad. A su vez, en la cercanía del jaqueado Beraldi, con relación al documento de la Corte, objetan —entre otros puntos— que se escaparon de tratar el tema de fondo y que se le ha concedido a los fiscales la obvia responsabilidad de acusar, pero eso no implica que se acepte a aquellos que podrían tener intereses en la causa. Entienden, en su razonamiento técnico, con ejemplos entendibles, que Wanda Nara nunca podría ser fiscal de la China Suárez, ni la Vicepresidente Victoria Villarruel de un expediente que juzgue a los Montoneros. Minucias para el pueblerino Comodoro Py.
El acontecimiento del fallo de la Corte, un cataclismo político, en la interna de los letrados y especialistas, quizás la obligue a Cristina reflexionar no tanto sobre Beraldi sino sobre sus operadores en la Justicia durante la Administración de Alberto Fernández, intocables e inoperantes entonces que parecían dominar y ordenar a todo el sistema. Durante 4 años, los De Pedro, Ustarroz y Mena, entre los más conocidos, no supieron utilizar recursos para que el proceso de Vialidad no culminara como hace pocas horas. Inexplicable, además, debido que la totalidad de jueces y fiscales que enviaron a prisión a Cristina fueron nombrados bajo su régimen. Como se sabe, la viuda no solo pierde la libertad, también plata, mucha, igual que sus hijos. La herencia parece afectada, quizás el blanco no le alcance para compensar lo que le van a confiscar.
Entre la multitud de detalles que acompañan la decisión cortesana y las derivaciones futuras aparece una nítida: el sistema político, más allá de los partidos, se intriga por este trío independiente que se pronuncia sin indulgencias ni demoras sobre dirigentes de primera y segunda línea en presunta infracción. Para después de las elecciones, tal vez más de una agrupación insista con una ampliación del numero de miembros de la Corte: van a proponer miembros propios para impedir fallos unánimes que culminen en presidio. Ya que tan solo con una disidencia Cristina no hubiera sido condenada. Ahora, por más que se prodigue afirmando que la cárcel es una condecoración, reflejo gramsciano que la entendía como una obligación para el militante, le queda la revolución con la que soñó para que el clamor popular le arranque las rejas o esperar a que Javier Milei, por una razón aun desconocida, le imponga un indulto que ella no puede rechazar. No incluye, claro, la accesoria de que esta impedida sine die para ejercer cargos públicos. Sin embargo, el presidente se muestra ajeno a esa posibilidad, más bien piensa lo contrario, y esta semana parece dispuesto a disfrutar del uno y pico por ciento de inflación que dictaría el indice de vida este jueves. Del largo viaje, se alegró por el kipá que le obsequiaron con su nombre escrito en hebreo, que lució en el Muro de los Lamentos, se preocupó por cierta inestabilidad del gobierno de Benjamin Netanyahu debido a que hasta Donald Trump se enfrió en el vínculo con la administración: se opone a que haya un desenlace bélico con Irán. Y el primer ministro no piensa lo mismo.
14/06/2025 a las 11:11 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Cristina, entre el fallo que sí salió y los que ya saldrán
Pablo Vaca
Fuente: Clarín
(*) Notiar.com.ar
13/6/025
El 11 de septiembre de 2022 esta columna se tituló “Cristina, entre la bala que no salió y el fallo que sí saldrá”. Se publicó en la edición impresa de Clarín del día siguiente y llegó a la popularidad cuando la entonces vicepresidenta tuiteó una foto que remarcaba el título del editorial en la portada del diario. Se convirtió en un fetiche instantáneo para el kirchnerismo.
El argumento K para usar la nota como ejemplo de que el mundo perseguía con malas artes a su lideresa, básicamente, era que este periodista ya sabía que la sentencia en primera instancia por el caso Vialidad -que se conocería recién tres meses más tarde- era condenatoria y que, como no había funcionado el intento de homicidio en su contra, al menos quedaba el juicio por corrupción para sacarla del juego.
Tanto caló ese título que a fin de ese año La Cámpora hizo un documental sobre el intento de magnicidio sufrido por la vicepresidenta y lo llamó así: “Entre la bala que no salió y el fallo que sí saldrá”. Está en YouTube.
Y perduró, a tal punto que este martes, cuando se conoció la confirmación por parte de la Corte de la condena a seis años de prisión a Cristina, la expresidenta volvió a usar la expresión en su discurso en la sede del PJ con el mismo sentido que la usó todas las otras veces: como síntesis de que el “poder real” la quería muerta o presa para impedir que concretara la revolución en favor del pueblo peronista.
Era su estrategia principal entonces y lo sigue siendo ahora: ella en realidad es víctima del «poder económico concentrado». La víctima.
Aquella columna, sin embargo, no hablaba de lo que Cristina sostuvo que hablaba. La referencia del título era literal, temporal: la vicepresidenta había sobrevivido a un atentado pocos días atrás -expresamente repudiado en el texto- gracias a una bala que no había salido del cañón de la pistola con la que Fernando Sabag Montiel le apuntó a la cabeza, y su siguiente momento clave sería cuando se conociera la sentencia del caso Vialidad, que se preveía en unos meses.
En ese momento, Cristina y su séquito apoyaban la teoría de que la idea de asesinarla había sido parte de una conspiración internacional. En la nota se decía que en realidad todo apuntaba a que habían actuado solo unos marginales alucinados, lo cual no le quitaba gravedad al asunto.
La realidad apoyó esta última teoría. De hecho, este miércoles se reanudó el juicio por el atentado y los únicos acusados son Sabag Montiel, Brenda Uliarte y Nicolás Carrizo. Los Copitos.
En cuanto a la sentencia judicial, Cristina hizo una lectura parcial del título, en su favor, por supuesto, y asimiló la palabra “fallo” a “condena”. En el texto se aclaraba que el fallo, como es obvio, podía ser absolutorio. No se aseguraba cuál sería la sentencia (para empezar porque este escriba lo ignoraba). Pero sí que habría una.
Pero a la vicepresidenta en ejercicio le convenía que la gente pensara que la Justicia la había condenado de antemano. Lawfare. Persecución.
Se entiende: sólo una lectura política podía salvarla ante un caso de corrupción tan flagrante que en el fallo del martes de la Corte se habla de “profusa prueba”, en relación a la recogida durante el juicio de primera instancia ante el Tribunal Oral Federal 2.
La estrategia de Cristina de victimizarse no cambiará. Tiene por delante varios juicios. El de los Cuadernos de las Coimas, que arrancará el 6 de noviembre, causa en la que decenas de empresarios admitieron haber pagado sobornos para conseguir contratos de obras públicas. El de Hotesur-Los Sauces, imputada -con su hijo Máximo- por haber lavado dinero que le “devolvían” Lázaro Báez y Cristóbal López. Y el de la firma del memorándum con Irán, la causa que denunció el fiscal Alberto Nisman días antes de aparecer con un tiro en la cabeza, donde se la acusa de encubrimiento.
En todos ellos, los fallos también saldrán.