Por Oscar Edgardo García.-

La decisión judicial sobre el lugar de cumplimiento de la prisión domiciliaria de Cristina Fernández de Kirchner ha dejado de lado un principio básico para la convivencia con armonía y respeto en una sociedad civilizada: «Ponerse en el lugar del otro».

Seguramente los jueces no le habrían concedido el generoso beneficio de cumplir la condena en su departamento en el barrio de Constitución si ellos tuvieran su vivienda en el mismo edificio.

Por otra parte, han cometido una injusticia para con los condóminos, ya que sin haber cometido delito alguno les han impuesto una importante limitación a sus libertades individuales de tránsito y modalidad de vida, léase una indirecta prisión domiciliaria, totalmente inaceptable.

El próximo capítulo de la obra teatral de la expresidente nos dará pautas de su comportamiento actoral, con sus eventuales apariciones escénicas en el balcón y la descontada presencia de sus fanáticos y ciegos seguidores, que continuarán perjudicando el desarrollo de la vida normal del barrio, circunstancias que producirían fundadas razones para que los señores magistrados procedieran a la revocación del lugar de detención de la condenada con muy justa causa, demostrando de esa manera la existencia de la igualdad ante la ley.

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