Por Hernán Andrés Kruse.-

UN ANTECEDENTE PROGRAMÁTICO

Para comprender la posición de Windelband y Rickert, los dos neokantianos a los cuales nos limitamos en este trabajo, es necesario comprender cómo su programa filosófico se encuentra motivado por la problemática general de la filosofía durante el siglo xix. Tomamos aquí como caso especialmente destacado la propuesta de retorno a Kant que realizara Rudolf Haym en sus lecciones sobre Hegel, publicadas con el título de “Hegel y su tiempo”. En la última de las lecciones, Haym plantea la necesidad de articular en una sola propuesta filosóficamente consistente tanto el legado kantiano como el hegeliano. Haym afirma que el déficit de la filosofía kantiana, su naturaleza eminentemente abstracta, sólo puede ser corregido si se buscan las raíces de la metafísica no en una razón humana en general, sino en una razón temporal, a la cual describe en términos de presunciones, deseos, empeños y necesidades de una época determinada.

Así, la expresión programática de Haym, “La filosofía del futuro será nuevamente crítica y transcendental”, no puede ser aislada del ímpetu por transformar esta crítica en un sentido extraño a Kant: “Se trata aquí de traducir la metafísica dogmática del último sistema [el de Hegel] en una [metafísica] transcendental. La verdad de la idea absoluta es el hombre viviente en la concreción completa de su interioridad y en la totalidad de su aparición y desarrollo históricos”. La filosofía transcendental de Immanuel Kant es sometida a un tipo de crítica que Haym adscribe al materialismo: “la formación espiritual – en este caso la metafísica– es “reducida” a sus fundamentos reales”. Pero, en el caso de Haym, solamente para mostrar que en estos fundamentos reales ya se encuentra el fundamento ideal: “Pues en ningún otro lugar buscamos la verdad y la actualidad [Wirklichkeit] de la idea divina que en el proceso eterno y viviente del espíritu humano”.

Independientemente de esta resolución, que emplea conceptos teológicos que no tendrán eco en la filosofía de Windelband y Rickert, es importante señalar dos cosas. La primera de ellas es el reconocimiento del carácter abstracto de la filosofía kantiana que motiva una reconsideración de la relación entre la filosofía y la experiencia. El formalismo de la teoría del conocimiento y sobre todo de la teoría ética de Kant conduce a un problema similar al que ya hemos hecho referencia, y al cual volveremos en la próxima sección, a saber, el problema de relacionar las estructuras de la razón con la realidad. La segunda de ellas es la necesidad de ofrecer una interpretación del sentido de la realidad concreta que no dependa de su relación con el ser absoluto (la Idea hegeliana). Mientras que los neokantianos rechazan de plano la unificación dialéctica de lo ideal y lo real, la posibilidad que ofrecía la metafísica especulativa de Hegel, tampoco aceptan una escisión completa de la realidad y la idealidad, pues esta escisión conduciría a una conclusión nihilista.

El concepto de valor de Windelband y Rickert está llamado a ofrecer una comprensión del sentido de la realidad cuya fundamentación no sea una metafísica de la idea absoluta, que no sea un transcendentalismo abstracto, y que no esté envuelta en el ropaje de una terminología teológica, como en el caso de los mencionados pasajes de Haym. El objetivo de haber realizado esta referencia es mostrar que la filosofía neokantiana ya tenía antecedentes que involucraban una solución de los problemas de la filosofía de Kant a través del recurso a una concepción de la historia, y mostrar también, aunque solo en una medida limitada, que la teoría de los valores neokantiana tiene igualmente un origen histórico específico.

Ya a mediados del siglo xix, la discusión filosófica sobre la historia excedía los problemas metodológicos de la separación entre ciencias naturales y ciencias históricas. Tanto Windelband como Rickert pretenden recuperar el espíritu de la obra de Kant, pero con plena conciencia de sus limitaciones, es decir, con plena conciencia de la necesidad de superar el carácter abstracto de la filosofía transcendental. Lo que debemos reconstruir, en la próxima sección, es la interpretación de la filosofía transcendental propia de los neokantianos de Baden y cómo se engarza la historia en este modelo”.

LA DIMENSIÓN HISTÓRICA DE LOS VALORES

“Comenzaremos nuestra discusión de la articulación entre normatividad e historia mediante el análisis de ciertos textos destacados de Wilhelm Windelband. Los problemas del método de la filosofía, en los cuales se hacen presentes tanto los problemas de la filosofía transcendental como los de la filosofía de la historia son trabajados en un largo ensayo publicado en 1884: “¿Método crítico o método genético?”. Windelband intenta establecer que la filosofía es una ciencia, pero en un sentido diverso a las ciencias empíricas y a las matemáticas. Esta es probablemente la dimensión más escolástica de su teoría sobre el método crítico, pero, como se verá, el resultado de los argumentos atañe a la historia.

En este ensayo, Windelband entiende estar siguiendo a Kant al realizar una advertencia general contra la metafísica, es decir, contra la posibilidad de un camino completamente racional en la determinación de los principios del conocimiento. En contraposición, la filosofía debe tomar como punto de partida el análisis de los métodos de la investigación científica. Específicamente, este ensayo comienza con una discusión entre los métodos inductivos y deductivos de las ciencias, que expresan, para Windelband, una oposición asentada en la esencia del pensamiento mismo. La definición de filosofía de Windelband, al menos en el contexto de este ensayo, se obtiene tras mostrar que ambos métodos científicos tienen presupuestos innegables extracientíficos o, kantianamente hablando, tras mostrar que presuponen, como su condición de posibilidad, principios transcendentales. Un método, el inductivo, intenta ascender a principios universales a partir de hechos individuales dados, mientras que el otro busca subsumir esos hechos bajo leyes generales.

Pero no es posible deducir ningún hecho individual solamente a partir de leyes estrictamente universales, y tampoco es posible llegar a un principio universal a partir de meros hechos. Afirmar que el método deductivo tiene como inicio exclusivamente principios generales y el método inductivo exclusivamente hechos particulares sería entonces falso. El método inductivo presupone como garante de su significado que hay “un nexo universal de los fenómenos naturales”. Mientras que el método deductivo, que Windelband identifica con el silogismo, siempre requiere una premisa menor mediando entre lo puramente universal y lo individual. El método deductivo presupone algún tipo de particularidad, mientras que el inductivo presupone la generalidad en el grado más alto, es decir, “la premisa de la coordinación general de los fenómenos naturales, sujeta a leyes, y que se revela en su constante sucesión”.

Cada instancia de razonamiento inductivo en las ciencias naturales, por ejemplo, contiene implícitamente y casi siempre, la presuposición de la validez del principio de causalidad. La conclusión que obtiene Windelband es que los métodos científicos, para alcanzar sus objetivos, deben presuponer un conjunto de principios universales, en el caso científico, aquellos que permiten comprender qué es ese nexo universal de los fenómenos, y que Windelband a veces denomina axiomas, pero que en la mayoría de los casos denomina valores. Estos axiomas no pueden ser objeto de prueba, pues los procedimientos probatorios que Windelband dispone son la inducción y la deducción. Tampoco pueden ser derivados de axiomas de orden más elevado, pues nos conducirían a un regreso infinito. Para Windelband, estos principios solamente pueden ser objeto de un tipo de razonamiento especial que muestra que estos principios tienen una naturaleza normativa, y entonces deben ser reconocidos como válidos, pues están presupuestos como la condición para alcanzar una meta cognoscitiva.

Se presenta entonces una investigación que no es ni filosofía especulativa ni positivismo filosófico, aun cuando está directamente vinculada a la investigación científica; así, afirma Windelband, que la tarea de la lógica, en una acepción claramente transcendental, consiste en “exponer el sistema de estos axiomas y desarrollar su relación con las actividades del conocimiento”. En el caso de la filosofía teórica, los valores teóricos deben ser reconocidos, pues sin tal reconocimiento sería imposible una prueba científica. Windelband utiliza la misma estrategia para definir la ética y la estética.

En otro de los ensayos contenidos en Preludios filosóficos, “¿Qué es la filosofía?”, encontramos una definición similar de la filosofía en la cual los valores son identificados con principios de enjuiciamiento absolutos: “Esta conciencia en general es, pues, en rigor un sistema de normas que rigen objetivamente y debieran regir también de un modo subjetivo, aunque en la realidad empírica de la vida del espíritu humano sólo alcancen una vigencia parcial. A tono con ellas se determina el valor de lo real. Son, por tanto, estas normas las que hacen posible los enjuiciamientos de carácter absoluto con respecto al conjunto de los objetos que los juicios de las demás ciencias —las no filosóficas— se limitan a conocer, describir y explicar. La filosofía es la ciencia de los principios del enjuiciamiento absoluto”.

La filosofía tiene por tarea la determinación y el análisis de aquellos valores que son normativos, es decir, reconocidos de modo universal, frente a aquellos que son meramente individuales o sociales. Siguiendo el espíritu kantiano, las ciencias empíricas pueden reconstruir explicaciones causales de cómo un individuo o una sociedad llegan a poseer un determinado valor, pero no pueden mediante tales explicaciones decirnos algo sobre su vigencia. De esta manera, no solo la lógica, sino la filosofía en general, son identificadas con el estudio de la validez de los valores, y el sujeto transcendental kantiano es interpretado a su vez como una conciencia general o normativa. Windelband pretende evitar el uso del concepto de subjetividad transcendental, pues para las interpretaciones de la época este concepto era oscuro y con matices psicológicos. Por el contrario, la conciencia normal aquí no es definida en términos de facultades, sino como un conjunto de principios que el filósofo reconoce como operantes en la cultura y que revistan una pretensión de validez necesaria y universal.

Heinrich Rickert, el discípulo más importante de Windelband, comparte a grandes rasgos la definición de la filosofía transcendental en términos de ciencia de los valores absolutos, aunque desarrolla argumentos adicionales a los ya presentados por Windelband, fundamentalmente, a través del análisis lógico de la proposición significativa. Para Rickert, la lógica transcendental puede desarrollarse sin hacer una referencia necesaria a los actos subjetivos de conocimiento, a través de su limitación al análisis de los requisitos o precondiciones de significatividad de una sentencia. Pero, por esta misma independencia, el reconocimiento de que hay una lógica fundamental no sería suficiente para una explicación completa.

En el caso de la teoría del conocimiento, al colocarse en el nivel de la lógica transcendental en su pureza, afirma Rickert: “[…] Tenemos un objeto [el valor trascendental] pero no sabemos cómo este objeto puede ser conocido. En tanto puro valor, aquello que es trascendente [con respecto a los actos subjetivos de conocimiento] permanece aislado del conocimiento por un abismo infranqueable […] El sentido de la proposición verdadera “vale” de modo intemporal, pero no lo hace para nadie”. Esta desconexión es entonces el problema con mayúscula del neokantismo de Baden. Curiosamente, el esfuerzo argumental de los neokantianos de Baden consiste en mostrar la separación entre lo transcendental y lo fáctico, al tiempo que deben inmediatamente producir su reunión, pues de otro modo la teoría no tendría ningún tipo de poder explicativo.

Nos resta por ver qué sentido la historia pueda ayudar a trazar el puente entre la esfera del valor y la esfera de la realidad concreta. A esto precisamente hacíamos referencia con el título “dimensión histórica de los valores”. Tenemos que explicar ahora cómo nuestros autores encuentran una relación entre estas definiciones de la filosofía y la historia. Para Windelband la estructura de la razón se nos presenta de dos maneras complementarias, o bien en el modo de la autorreflexión del pensamiento filosófico, o bien bajo el modo de un desarrollo temporal. Por esto mismo en su filosofía se vuelve prácticamente imposible trazar una verdadera distinción entre las obras de historia de la filosofía y sus textos más sistemáticos.

Pero lo relevante en referencia a la dimensión histórica de los valores es que, como consecuencia de la definición neokantiana de la filosofía como crítica, el segundo modo adquiere un tipo de preeminencia metódica. En la medida en que no hay un primer acceso directo para el filósofo a la estructura de la razón (pues el camino de la filosofía especulativa se encuentra vedado para los neokantianos), sino solamente un acceso mediado a través de un material objetivado, se requiere que la presentación en cuanto desarrollo temporal sea dada como punto de partida de la reflexión transcendental. Mientras los valores objetivos tienen una pretensión de validez que los hace trascender la esfera temporal, el filósofo solamente puede descubrir cuáles son los valores a través de su desarrollo concreto en la vida histórica.

Por ello, Windelband afirma incidentalmente que la historia, o incluso la historia de la filosofía, opera como el órgano de la filosofía: “El profundo estudio crítico de la historia plantea a la filosofía el conocimiento de todos los valores intrínsecos de la razón. En el desarrollo histórico de las ciencias y de sus premisas axiomáticas, en las grandes concentraciones de la vida moral y de la vida social y del Estado, en las instituciones y organizaciones creadas en función de ellas, en las manifestaciones de las fuerzas creadores del arte que se imponen al mundo circundante y a la posteridad: en toda esta trayectoria tan completa y ramificada de los valores culturales encuentran la lógica, la ética y la estética los materiales para su aplicación del método crítico, materiales que se complementan y corrigen entre sí”. La forma de los problemas y los conceptos de la filosofía es el resultado del desarrollo de la razón en la historia, y la filosofía recibe estas formas para comenzar a desarrollar su tarea. Un punto de vista similar lo desarrolla Windelband en su sugestivo ensayo “Renovación del hegelianismo”. El núcleo de esta renovación de Hegel se encuentra en su solución específica al problema de la fundamentación del a priori, la cual “se lleva a cabo tomando por base la experiencia de la razón del género humano en todas sus manifestaciones históricas”.

Rickert comparte en lo esencial el tipo de formulación respecto a la relación entre filosofía e historia que ya había enunciado Windelband. En su ensayo programático “Acerca del concepto de filosofía”, encontramos, por ejemplo, el siguiente pasaje: “La filosofía, así como la religión, tienden hacia lo supra-histórico. Y del mismo modo que la religión, la filosofía debe relacionarse con aquello que es histórico e inmanente, pues solo encuentra la expresión de lo suprahistórico en la existencia terrena […]. Solamente a través de la historia la filosofía puede seguir el camino hacia lo supra-histórico. La filosofía tiene que llevar a conciencia los valores en tanto valores solamente a través del material histórico”.

Aunque las referencias no sean explícitas, hay un eco, en las formulaciones de Windelband y de Rickert, de aquellos pasajes de Rudolf Haym: el proyecto de la filosofía crítica debe tener como base a la historia. Si bien el filósofo busca determinar la vigencia de valores universales y necesarios, tal intento presupone el intento de descifrar estos valores a través de su aparición a lo largo del proceso de formación histórica. Utilizando nuevamente una analogía con Kant, podríamos decir que este desciframiento de los valores en la historia corresponde a la tarea de la deducción metafísica, mientras que el paso posterior, mostrar la validez universal de los valores operantes en la historia, corresponde a la tarea de una deducción transcendental.

Debemos distinguir entre los argumentos que justifican nuestra aceptación de una esfera transcendental del valor de la tarea de determinar esos valores, de reconocerlos y comprenderlos. A través del primer tipo de argumentación, se establecen todas las premisas como presuposiciones implicadas por el reconocimiento de la significatividad (o en el caso del ejemplo de Windelband, en cuanto presupuesto de las pruebas lógicas en la ciencia). Pero, para determinar qué valores se encuentran en las diferentes esferas de la cultura, para comprender su relación sistemática y su conexión con la realidad, se necesita un material efectivo para la reflexión. El objeto de la filosofía tiene que ser a priori, y por ende suprahistórico, aunque la imposibilidad de acceder de modo directo a lo suprahistórico obliga a asignarle un rol filosófico a la historia. Por un lado, existe la prueba abstracta que nos ofrece el concepto de valor en general; por otro lado, se requiere de la historia para adquirir conciencia de los valores.

Según nuestra exposición, la historia realiza dos aportes fundamentales a la teoría de los neokantianos de Baden. En primer lugar, ofrece la motivación problemática para formular una teoría de los valores, y, en segundo lugar, ofrece el material indispensable para que la búsqueda y crítica de esos valores pueda ponerse en marcha. Pero la tarea evidente y problemática, respecto a la cual ya habrá tomado conciencia el lector, consiste en ofrecer una comprensión del carácter transhistórico de los mentados valores”.

(*) Jacinto Páez Bonifaci (Universidad Diego Portales-Chile): “Historia y normatividad. El problema de su articulación en el neokantismo de Baden” (2019).

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