Por Italo Pallotti.-
En esta Argentina nuestra, cada día que pasa nos invade ese sentimiento extraño de las cosas que uno no quisiera recordar. Y por encima de todo, si esa expresión íntima tiene que ver con todo lo que nos ha dejado un sabor amargo, triste e instalado en la memoria para provocarnos momentos de desasosiego. Todo emparentado con una forma inusual de vivir a la que hemos sido sometidos por décadas de aquellos qué por incapacidad manifiesta, mala praxis o simplemente por ser portadores de un estigma socialmente repudiable por todos, como es la corrupción, nos obligaron, por acción u omisión a vivir de un modo contrario al pacífico de pasar por esta vida esperando el mañana mejor. Los arquitectos encargados de manejar la política, lejos estuvieron de diseñar un modelo de país conforme a las reglas aconsejables; luego la construcción de ese modelo fue hecho levantando paredes frágiles, inconsistentes. Luego el final fue el obvio. Cuando se pretendió techar desde lo institucional ese edificio, llamado República, no contó con la solidez necesaria. Todo fue claudicante, como si un temblor permanente sacudiera lo que nunca llegó a ser un armado coherente, serio, armónico.
Hemos sido víctimas de esos gestores irresponsables, con una matriz mal nacida; sin aquellos planos, en este caso planes, qué desde tanto tiempo, sojuzgó la paz de un pueblo apacible al extremo; una monotonía a la que nos debimos acostumbrar. Por complacencia, docilidad, indiferencia o simplemente por una confianza ciega en promesantes que desde los gobiernos mancillaron de un modo cruel la paz de toda una nación. Ni siquiera se puede atribuir tamaño estado de cosas a los herederos de la mal llamada nueva Democracia (1983). Mucho antes nació nuestro padecer. La interrupción de los procesos naturales establecidos por la CN., fueron bastardeados sigilosamente. Fue casi todo más de lo mismo. Todo con precisión matemática. El orden, los valores, el respeto a la ley, a la dignidad del ciudadano (tanto si era dirigente, como simplemente desde el llano), fue derrumbado por la inmoralidad, la marginalidad y el karma de una aceptación patológica. Se destruyó todo. El paso del tiempo nos dejó a la deriva. Hubo en el interín (muchas décadas) algunos ganadores (en demasía) y muchos perdedores (infinidad).
Ese espacio temporal colaboró para que el pasar fuera anodino, insustancial, viejo de tanto esperar días mejores. Promesas de las más variopintas, cuando no insultantes por lo irrealizables. conformaron el cuadro del que se valió la dirigencia para torpedear ilusiones, proyectos de vida. A tal punto que ésta a muchos se les fue de un modo implacable; inhumano muchas veces. Los que prometieron el orden, culminaron en desorden. Los que se subieron al tren de lo ideológico sólo crearon ese monstruo moderno llamado grieta que solo sirvió para dividir; y los que se quedaron en el medio fueron solo la nada misma. Cóctel perfecto para un país sin rumbo.
Dicho esto, la actualidad nos cacheteó de un modo feroz. El fallo de la condena a la expresidenta Cristina E. Fernández (administración fraudulenta) nos devolvió la imagen de un país oscuro que por décadas transitó el camino de la corrupción. Se reavivaron antiguos fantasmas de incredulidad en unos y certezas en otros. La imagen patética de una muchedumbre de fanáticos retrotrajo la imagen de viejas épocas donde el fanatismo impregnado por una demagogia exasperante y condenable, los depositó en acciones de una irracionalidad rayana con el delito. El relato acostumbrado incentivó el cuadro. Los argumentos de proscripción, lawfare, y tanta triquiñuela inventada por la Sra. (para lo que es experta) de nada valieron para zafar de una Justicia que no obstante el vituperio y las agresiones a la que fue sometida, dio finalmente un veredicto. Su perfil de heroína ficticia, espuria, se diluye y, supuestamente, lo intuye. Justo es decir que su “celda” será su propia casa. Su show, el de siempre. Su capricho conceptual, a la orden del día. Sus permisividades frente a las “restricciones”, son una vergüenza; una afrenta a otros reos; porque además, en el camino hay tantas víctimas (los vecinos) forzadas a soportar semejante decadente y ruin espectáculo. Bueno es recordarle a esta Sra. qué frente a su supuesta omnipotencia, desde el origen de los tiempos, el sol siempre rompe con la noche más oscura y el despertar concluye con las pesadillas. Finalmente: la igualdad ante la ley, para muchos, dudosa. Hay responsables directos de tal situación que parecen mirar para otro lado. Inentendible. Absurdo. Hasta cuándo seguirá esta comedia/tragedia, es difícil imaginar; máxime frente a semejante personaje. De todos modos, de no ponerse un freno, es dable esperar que el pueblo de la nación se pregunte, como se dice en el título, ¿Prisión o burla?
21/06/2025 a las 11:25 AM
La prisión de Cristina es «una burla». Ítalo Pallotti describe «promesas de las más variopintas» de las dirigencias. No olvido la que en la asunción de su Presidencia hizo en voz baja Javier Milei a Cristina Fernández viuda de Kirchner, en el mismo Congreso de la Nación: «No te preocupes» (quedó grabado y filmado). ¡Fue el inicio de LA BURLA!
21/06/2025 a las 11:24 PM
https://www.youtube.com/shorts/cG2wn9QsrKw?feature=share