Por Hernán Andrés Kruse.-

El 18 de abril de 1995 falleció quien fue, a mi entender, uno de los más lúcidos presidentes del siglo XX: Arturo Frondizi. Líder del Movimiento de Intransigencia y Renovación, en 1946 fue elegido diputado nacional por la ciudad de Buenos Aires. En 1951 compartió con Ricardo Balbín la fórmula presidencial que compitió contra Perón. Tres años más tarde publicó “Petróleo y política”, en el que hizo una férrea defensa del monopolio de YPF sobre el sector petrolero. Durante la Revolución Libertadora ejerció la conducción del sector del radicalismo que criticaba al gobierno de Aramburu y Rojas, oponiéndose al sector del radicalismo alineado con el partido militar, liderado por Ricardo Balbín. Producida la inevitable escisión, don Arturo condujo la Unión Cívica Radical Intransigente. Con el peronismo proscripto, Frondizi se enfrentó con Balbín (jefe de la Unión Cívica Radical del Pueblo) en los comicios presidenciales de 1958, obteniendo un contundente triunfo.

Influenciado por Rogelio Frigerio, puso en práctica un modelo económico denominado “desarrollismo”. Jaqueado por múltiples conflictos sociales, impuso el Plan Conintes, que legalizaba la represión a cargo de las fuerzas armadas. En política exterior su objetivo fue acercarse al presidente de Estados Unidos John Kennedy. Sin embargo, al mismo tiempo apoyó al líder cubano Fidel Castro, se reunió en secreto en Buenos Aires con el Che Guevara y cerró acuerdos económicos con la Unión Soviética.

El 29 de marzo de 1962 fue derrocado por las Fuerzas Armadas. Al año siguiente, criticó la asunción de su correligionario Arturo Illia, quien había convalidado su derrocamiento. En 1966 se vengó apoyando el golpe de estado cívico-militar encabezado por Onganía. Creyó ingenuamente que con el retorno de los militares al poder estarían dadas las condiciones para hacer la revolución económica por él soñada. La llegada de Krieger Vasena al ministerio de Economía desmoronó ese sueño. Partidario de un acuerdo con el peronismo, creó el Movimiento de Integración y Desarrollo que integró el Frejuli en las elecciones presidenciales de marzo de 1973. Durante la dictadura militar, bendijo la designación de Oscar Camilión como ministro de Relaciones Exteriores y fue uno de los pocos dirigentes políticos (el otro fue Raúl Alfonsín) que se opuso a la decisión de Galtieri de recuperar las Islas Malvinas (fuente: Wikipedia, la Enciclopedia Libre).

Figura por demás controvertida, don Arturo pasó a la historia como el presidente que no pudo (o no quiso) enterrar el feroz antagonismo que se había apoderado de los argentinos. Me refiero, obviamente, al antagonismo entre el peronismo y el antiperonismo. Buceando en Google me encontré con un ensayo de Nicolás Azzolini (CONICET-UNSAM-UNLAR) titulado “Arturo Frondizi y la trascendencia imposible. Polarización e inestabilidad democrática en la política argentina (1958-1962)” (Repositorio Institucional CONICET Digital, 2019). Analiza el fallido intento de Frondizi por superar dicha antinomia, intento que titula “la trascendencia como superación”. Ello significa que, según el autor, lo que Frondizi procuró fue instalar un nuevo antagonismo entre el pueblo-nación, integrado por los peronistas y los antiperonistas, y el anti-pueblo, integrado por las élites enemigas de lo nacional y popular. Fue un intento vano.

LA TRASCENDENCIA COMO SUPERACIÓN

“El día que Frondizi aceptó su candidatura para presidente de la nación pronunció un discurso ante la Convención Nacional de la Unión Cívica Radical (UCR) reunida en Tucumán el 12 de noviembre de 1956. Aunque el contexto de enunciación operó en el carácter “partidario” del discurso de Frondizi, nos interesa rescatar algunos de los planteos que allí hizo porque se inscriben en un registro que excede el contexto de enunciación y, fundamentalmente, porque a partir de ellos se pueden trazar algunos ejes centrales para pensar lo que aquí llamamos trascendencia como superación. Tras asumir la responsabilidad de luchar por el “restablecimiento de la libertad” que el partido le había asignado, Frondizi sostuvo que él y su compañero de fórmula, Alejandro Gómez, eran “apenas abanderados circunstanciales en esa gran tarea del radicalismo”. Por eso, los que estaban presentes serían quienes los juzgarían si no eran “capaces de defender, con mano firme y cabeza serena, la realización de un programa” que iba a “salvar al pueblo argentino”.

La tarea de Frondizi, en efecto, era trascendida por un programa, y éste, a su vez, por la función atribuida a la UCR dentro de la historia política argentina. En efecto, agregaba, el radicalismo tenía un “significado como fuerza permanente de la realización argentina”. De tal modo, la doble trascendencia, la del programa y la del partido, era inscripta en la tonalidad del radicalismo de la época que afirmaba, retomando la prédica de Alem e Yrigoyen, que la UCR no estaba en una “pequeña apetencia electoral”, sino que aspiraba a “transformar de raíz la realidad nacional”. El radicalismo representaba “un sentimiento y una idea nacional en medio de la descomposición de grandes sectores” que olvidaban que la Argentina tenía un espíritu nacional. Así, su aceptación del cargo era trascendida, en última instancia, por la realización de la nación.

Ciertamente, la tonalidad del radicalismo de la época se caracterizaba por la predominancia de los documentos fundacionales del Movimiento de Intransigencia y Renovación en la década del cuarenta. Por eso, retomando los lineamientos de la “Declaración de Avellaneda” (1945), el “Manifiesto de los tres” (1946), la “Profesión de fe doctrinaria” y las “Bases de acción política” (1948), el discurso de Frondizi se inscribía en la línea de la UCR que se reivindicaba como heredera de la “tradición popular” y “antiimperialista” del yrigoyenismo. El contexto de enunciación, evidentemente, operó sobre el discurso de Frondizi. La doble trascendencia se inscribía en el marco de proclamación de una candidatura presidencial del partido y, además, en las líneas programáticas y de acción predominantes en el radicalismo durante los años del peronismo y los posteriores a su derrocamiento.

Ahora bien, más allá de la contextualización que en clave de historia política podría determinar la doble trascendencia de Frondizi al clima de época, en esa serie de desplazamientos aparece un elemento central en la tradición de la UCR. El radicalismo no era un actor más en la historia política argentina. En efecto, el discurso de Frondizi no sólo era un “reflejo” de las posiciones del radicalismo durante aquellos años, sino que también se reinscribía en una tradición que excedía a dicho contexto. En este sentido, decía Frondizi: “el radicalismo no se conforma con ser una afirmación nacional. Es también una afirmación popular, porque partimos de aquel viejo concepto: del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Esta concepción popular nos une con nuestro pasado histórico, nos permite no equivocarnos en el presente y nos asegura la posibilidad de proyectarnos hacia el futuro”.

Esa función histórica que se le atribuía a la UCR anclaba en la dimensión temporal que supone toda perspectiva de la tradición. La UCR encarnaba al pueblo en el desarrollo de la nación. Dicha dimensión nos resulta relevante porque desde ella se puede trazar una línea general sobre el modo en que el discurso de Frondizi articuló pasado, presente y futuro. Esta dimensión, la temporal, es importante porque además de posibilitar una reconstrucción del contexto desde una mirada más propia de la historia política, permite analizar el modo en que la reconstrucción que hizo Frondizi de la tradición de la UCR operó en la reconfiguración del antagonismo entre peronistas y antiperonistas. En otros términos, pensar cómo la temporalidad, esto es, la articulación de pasado, presente y futuro, tuvo efectos en la estructuralidad de los antagonismos políticos.

Entonces, asumiendo que la función histórica de la UCR anclaba en la dimensión temporal ligada a toda perspectiva de la tradición, volvamos sobre el discurso de Frondizi. Después de mencionar lo que señalamos como doble trascendencia, Frondizi sostuvo que el radicalismo quería “una historia en movimiento, para barrer, precisamente, todas las formas de privilegio y de la regresión en el pueblo argentino”. Este fragmento es significativo porque incorpora el tiempo futuro y la imagen de “movimiento”, los cuales no fueron irrelevantes en la “apuesta” de Frondizi. Hugo Gambini se refirió al uso del futuro en el discurso de Frondizi. Al respecto, cuando describe su primer discurso “oficial” como presidente de la nación, señala que “Frondizi no se aferró al pasado, no buscó en este la forma ocasional y pasajera de lograr el consenso”. Sentenciando, “habló del futuro”. Entendemos que Gambini, con dicha sentencia, alude a que Frondizi intentó escapar de la dicotomización entre peronistas y antiperonistas. Ese intento, sin embargo, se construyó a partir de un explícito uso del pasado.

Desde nuestro punto de vista, el intento de Frondizi no se puede entender sin considerar la importancia que allí tuvieron los usos del pasado. Es sobre esos usos, más precisamente, en su articulación de los tiempos pasado, presente y futuro, donde se puede pensar su “apuesta” por un “consenso” que no fuera “ocasional” y “pasajero”. En este sentido, en su discurso de aceptación de candidatura, Frondizi consideró importante preguntarse dónde se encontraba el país en aquel momento histórico. Como respuesta formuló un relato en el que fijaba tres bisagras que le permitían entender cómo se había llegado al estado actual en aquel entonces. Fechaba el golpe de 1930 como el comienzo de un período que iba hasta 1943, donde el radicalismo, decía Frondizi, “peleó contra todas las formas de fraude y violencia electoral”. De 1943 a 1955, los años peronistas, donde el radicalismo había luchado por la libertad. Finalmente, aunque en 1955 se había iniciado “un nuevo período histórico”, Frondizi demarcaba que la libertad no sería “el amparo de los privilegiados, sino el destino que el pueblo” tendría “para realizar sus grandes destinos”.

Así, los golpes de Estado de 1930, 1943 y 1955 funcionaban como bisagras en el devenir de la nación y determinantes del rol histórico de la UCR en él. En cierta forma, esas tres bisagras actuarían como una triple frontera en el discurso de Frondizi. Es decir, las demarcaciones temporales tenían una función concreta, inscribían al radicalismo en el desarrollo de una acción inconclusa, lo separaban del peronismo, pero además le permitirán recuperarlo y separarse del antiperonismo. De tal modo, la demarcación que establecía Frondizi tenía la particularidad de inscribirse como un nuevo comienzo, pero al tiempo que se separaba del pasado reciente, recuperaba ese pasado en una empresa superadora que vendría a trascender todo tipo de particularismo. Sobre esas demarcaciones se iba a sustentar la “empresa” o “programa” frondicista.

En un marco por fuera del ámbito partidario, pero en la misma tónica, Frondizi habló por radio El Mundo el 14 de enero de 1958. El de aquel entonces era un “Mensaje para veinte millones de argentinos”. Allí también delineó algunos de los puntos sobre los que se basó la trascendencia como superación. Al comienzo, señalaba que su fórmula era la de “un partido, con un claro programa de gobierno, pero las circunstancias históricas determinaban” que sus candidaturas no eran una “expresión exclusivamente partidaria, sino la solución integradora”. Era el “anhelo del pueblo”, puesto que éste ansiaba “volver a la normalidad institucional alejado de los riesgos de una lucha sangrienta entre hermanos” . En ese marco, la idea de unidad es central para entender la trascendencia como superación en el proyecto de Frondizi. La unidad no sólo era presentada para superar divisiones sino también para alcanzar el desarrollo de la nación. La problemática económica, el rol de los trabajadores y el de los empresarios fueron algunos de los puntos centrales en su “programa”, puntos en los cuales la figura de la unidad era fundamental para entender los juegos de desplazamientos hacia la realización de la nación (…).

¿En qué consistía la unidad política del proyecto frondicista? Una respuesta rápida podría aventurar que la idea de unidad frondicista pretendió constituirse como el justo medio entre peronistas y antiperonistas. Es decir, una especie de síntesis entre dos campos completamente heterogéneos entre sí, donde la mezcla entre opuestos daría como resultado un nuevo elemento. En este caso, la idea de síntesis parecería tomar lo mejor de cada uno de los polos opuestos. En cierta forma, esta idea se corresponde con la visión de que la “empresa” de Frondizi quedó a mitad de camino. No sólo por el hecho de haber sido imposibilitada por el golpe de Estado de 1962, sino también porque tanto peronistas como antiperonistas habrían acusado a Frondizi de quedar en el campo opuesto.

El mismo Frondizi hizo alusiones al respecto. Así, por ejemplo, días antes de las elecciones que lo consagrarían presidente, Frondizi sostuvo: “se nos ataca y dice que somos comunistas por haber recibido el apoyo del Partido Comunista. Cada vez que un hombre público argentino se dispuso a servir a la causa del desarrollo económico del país, de la elevación del hombre que trabaja y de la soberanía nacional, se ha tratado de invalidarlo acusándolo de fascista o de comunista”. En esta línea, Frondizi inscribía a Yrigoyen en el relato de la triple frontera que señalábamos previamente. Es decir, de una historia marcada por los golpes de Estado de 1930, 1943 y 1955. Allí ubicaba el derrocamiento de Yrigoyen y decía que a “treinta años la historia volvía a repetirse” y que el “pueblo volvería a derrotarlos”. Después de decir que era lo que separaba al radicalismo del comunismo, Frondizi agregó, “tampoco nos preocupa que se nos llame clericales e instrumentos de la Iglesia, como lo hace un partido político que ha ejercido influencia sobre el actual gobierno”. Paso seguido, Frondizi detallaba por qué no era clerical y continuaba su discurso diciendo, “así como se nos acusa de ser comunistas y clericales, se nos acusa también de ser peronistas”.

Desde nuestra lectura, la propuesta de unidad de Frondizi puede entenderse como un intento de trascender esta idea de quedar al medio. Es decir, lejos de ser una síntesis del binarismo entre peronistas y antiperonistas, el intento de su “empresa” buscó desplazar el eje del debate. En este sentido, sostuvo que el “gran mal nacional de los últimos años” había sido la pretensión de resolver “los problemas de la Argentina con la mitad de los argentinos”. Uno podría pensar que esta apuesta de unidad política de Frondizi, o su idea de “gobernar con todos”, suponía una construcción no antagónica. No obstante, la propuesta de unidad de Frondizi sí partía de una construcción antagónica, sólo que buscaba desplazar los términos en oposición. Ese desplazamiento trataba de “poner” el antagonismo en otra oposición, lo que supondría una superación de la dicotomización entre peronistas y antiperonistas.

Aquí es donde la inscripción de la UCR en la reconstrucción del pasado que hacía Frondizi es central. Esa inscripción en el tiempo que supone toda perspectiva de la tradición tendría efectos en los modos en que Frondizi buscó definir el antagonismo de aquel contexto. En otras palabras, los usos del pasado en Frondizi tendrían efectos sobre la estructuralidad, ya que en dicho relato las posiciones antagónicas “fundamentales” eran otras. Al respecto, es ilustrativo cómo cerró el discurso que estamos citando. Para Frondizi, la división entre peronistas y antiperonistas no era la propia dentro de la lógica del desarrollo de la nación. Al respecto, como señala María Estella Spinelli, desde el frondicismo se consideraba que había un “falso diagnóstico sintetizado en la antinomia peronismo/antiperonismo”, puesto que, en su interpretación, ese diagnóstico “sólo encubría intereses de favorecer el ‘retorno oligárquico’ y la preeminencia de la economía agraria”.

Al respecto, Frondizi sostuvo que las elecciones planteaban “una alternativa más honda y más perdurable que ninguna otra de los últimos tiempos”. Dos días después, en el acto de cierre de campaña, señaló que en la Argentina había un enfrentamiento histórico, de un “lado estaba el pueblo que buscaba en la tradición argentina el rumbo de su destino” y del otro “las minorías que han estado siempre disociadas de lo nacional y lo popular”. Por eso, anteriormente decíamos que los usos del pasado son importantes para pensar cómo Frondizi intentó escapar de la oposición entre peronistas y antiperonistas, y cómo la reconstrucción que hizo de la tradición de la UCR operó en la reconfiguración de esa oposición. En este sentido, es posible considerar que la propuesta de unidad de Frondizi buscaba trascender la posición de quedar al medio, es decir, no ser una síntesis del binarismo establecido en la oposición entre peronistas y antiperonistas.

A diferencia de una lógica de síntesis, de quedar al medio por ser un poco de cada extremo, o bien no ser ni unos ni otros y al mismo tiempo acusado desde ambos lados, cabría inscribir a la lógica frondicista en un tipo de superación “dialéctica”. Es decir, donde la oposición entre peronismo y antiperonismo era inscripta en otra relación, en una totalidad que los ponía en unidad. Esto es precisamente lo que aquí entendemos por trascendencia como superación. En la medida en que esos opuestos eran unidos en una totalidad que remitía a la contradicción entre pueblo-nación y (anti)pueblo-(anti)nación, en el discurso de Frondizi la tensión entre peronistas y antiperonistas sería superada en el “momento” representado por la construcción de una tradición nacional y popular.

Desde esta lógica podemos interpretar el “proyecto” de unidad que intentó llevar a cabo el gobierno de Frondizi. En este sentido, por ejemplo, podemos leer la afirmación de que ni él ni su compañero de fórmula serían “instrumentos de revancha, contrarrevanchas, ni de pasiones de ningún sector”, porque su “empresa” no era una “plataforma de un partido”, era “el programa de un pueblo en marcha”. Allí se inscribía el fuerte contenido teleológico vinculado al discurso del desarrollo de la nación. Por eso, la “empresa” frondicista fue una gran generadora de horizonte de expectativas”.

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