Por Oscar Edgardo García.-

Santiago Caputo se convirtió en un informal funcionario del Gobierno Nacional con importante gravitación en el proceso decisorio por el poder que acumuló en el funcionamiento de vitales organismos del Estado.

Javier Milei reconoció públicamente que es la persona con más influencia en su administración, por sobre la de Guillermo Francos, y mantuvo un cauteloso silencio sobre los errores cometidos por algunos consejos brindados por su «asesor estrella».

El Presidente de la Nación debería ponerle fin a su actuación escurridiza y oculta en las sombras y ratificar su confianza en él con una designación formal como un funcionario de su gabinete, sin excluir la posibilidad de su postulación a Legislador Nacional, a menos que tenga el temor de que la ciudadanía no comparta su opinión y lo castigue con su voto.

El primer mandatario tiene la última palabra.

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