Por Hernán Andrés Kruse.-

LA IMPOSIBILIDAD DE SU “EMPRESA”

“Es historia conocida que Frondizi fue derrocado en 1962, por ende, que su “empresa” quedó trunca. En los términos de la introducción a la compilación de sus mensajes presidenciales, su “programa” fue interrumpido por la fuerza. La imposibilidad de que Frondizi lograra la superación mencionada, sin embargo, no está ligada a una cuestión de tiempo. Es decir, la imposibilidad no remite a que no lo dejaron terminar su mandato. Sí, en cambio, podemos decir que no lo dejaron terminar su mandato porque le fue imposible la trascendencia buscada. Una explicación factible sería considerar que dicha imposibilidad era un rasgo estructural, pero no en sentido ontológico, sino más bien, como sostuvo Robert Potash, porque “los acontecimientos revelaron que el abismo entre peronistas y antiperonistas ─escisión que afectaba por igual a civiles y militares─ era demasiado grande para que las medidas políticas y las promesas del gobierno de Frondizi pudieran superarlo”.

Ahora bien, si la polarización entre peronistas y antiperonistas fue un elemento estructural en aquel contexto, planteada en esos términos la lectura del abismo supone algunos puntos que son problemáticos. Por un lado, cierto determinismo continuista. Es decir que no habría ningún tipo de cambio entre los años peronistas y los que siguieron a la Revolución Libertadora. Por ende, las causas explicativas estarían en el pasado y no se podría ver cómo la reconstrucción de ese pasado operó en un contexto distinto. Por otra parte, un abismo así planteado imposibilita pensar una frontera porosa entre los espacios antagónicos. De tal modo, la vinculación de Frondizi con distintos sectores del peronismo y del antiperonismo sólo podría concebirse a partir de la especulación y del cálculo racional de los actores, vetando cualquier posibilidad de vínculos de identificación generados en torno a, por ejemplo, la reconstrucción de una tradición nacional y popular.

Finalmente, un abismo así planteado supone una visión homogénea de los espacios enfrentados, en otras palabras, una mirada monolítica de lo que era el peronismo y de lo que era el antiperonismo. Allí también opera el determinismo continuista. Ambos espacios serían homogéneos hacia su interior e idénticos a su pasado. Sin embargo, lecturas más recientes han mostrado que no fue así. Daniel James, entre otros, destacó las diferencias entre el “sector gremial” y el “sector político” dentro de las filas peronistas. Por eso, si cada vez es más difícil sostener que el peronismo fue uno solo, más aún lo es en el contexto de su proscripción y con Perón exiliado. Por otro lado, Cecilia Szusterman señaló que el “frente antiperonista en el que la Libertadora había puesto sus esperanzas estaba irremediablemente roto”. En la misma línea, María Estella Spinelli subrayó las diferencias entre los sectores que define como antiperonismo tolerante, antiperonismo optimista y antiperonismo radicalizado.

Entonces, sin dejar de considerar la importancia estructural del antagonismo entre peronistas y antiperonistas, pero alejándonos de una lectura en clave de abismo insalvable, nos interesa volver sobre el contexto de realineamiento del orden político producido hacia mediados de 1957. Creemos que allí se puede inscribir la lógica de transcendencia como superación y su imposibilidad. En efecto, asumiendo que las “causas” de esa imposibilidad son múltiples, aquí nos detendremos en los modos en que el discurso de Frondizi operó en dicho realineamiento del orden político. Por eso, optamos por dejar de lado una reconstrucción de los hechos que fueron tensionando la relación de Frondizi con distintos sectores peronistas y antiperonistas. Asimismo, optamos por no abordar la especificidad de la frontera.

Aquí nos interesa analizar el modo en que Frondizi tematizó dicho antagonismo. Si se ha señalado que el “primer semestre de 1959 puso punto final a las expectativas de aquellos sectores que ─desde el interior de la UCRI o el peronismo─ se habían inclinado por fórmulas de reconciliación política e integración”, podemos agregar que desde el segundo semestre de 1958, en el propio Frondizi aparecen mecanismos argumentales en tensión con la lógica de transcendencia. Así, por ejemplo, en el discurso que pronunció el 28 de septiembre de 1958, titulado “Cinco meses de gobierno”, sostenía que “el país se encontraba estancado y en grave crisis económica”, debido a “un largo y doloroso período de apartamiento de la ley, de profundas divisiones internas, de desarticulación de las organizaciones básicas de la producción y el trabajo”. En sus usos del pasado, ese largo período se inscribía en la triple frontera de 1930, 1943 y 1955.

En relación con su lógica inicial, cabría señalar que esos obstáculos eran previsibles, ya que serían consecuencias de los “conflictos profundos” en la historia nacional. No obstante, más adelante agregaba que su gobierno había “debido enfrentar problemas creados artificialmente para entorpecer la marcha y hacer fracasar la gestión del Gobierno”. El objetivo de éstos, según Frondizi, era “impedir que el programa nacional y popular” pudiera llevarse a cabo. Aunque lo “artificial” podría asociarse con la supuesta “falsa contradicción”, allí la gestión de la otredad dejó de remitir a figuras abstractas para hacer referencia a dos grupos concretos. Según Frondizi, estaban quienes querían “la restauración del gobierno depuesto” y quienes querían “una nueva dictadura invocando la democracia, pero siempre con la finalidad de someter al pueblo”. Los primeros eran los peronistas y los segundos los antiperonistas. De tal modo, la gestión de la otredad perdería abstracción en el discurso de Frondizi, y ambos espacios dejarían de ser polos de una falsa contradicción para ser inscriptos dentro de los “otros” del gobierno nacional y popular. En efecto, cuando Frondizi comenzó a precisar a peronistas y antiperonistas como los “otros” del gobierno nacional y popular, los mecanismos de diferenciación en sus discursos fueron perdiendo generalidad y “bajaron” al terreno de las particularidades. Este desplazamiento, creemos, entró en tensión con la lógica de trascendencia como superación del antagonismo entre peronistas y antiperonistas.

En la misma línea, con el transcurrir de los meses Frondizi incluyó a un nuevo actor preciso dentro de las figuras del “otro”: el comunismo. Dadas las tensiones entre el gobierno de Frondizi y el movimiento obrero, el comunismo empezó a ser parte de aquellos que se oponían, en su visión, al desarrollo de la nación. La inclusión del comunismo, además de su participación activa en los conflictos entre el gobierno y el movimiento obrero, estuvo directamente ligada al realineamiento del orden político que devino con el derrocamiento del peronismo. La idea de infiltración de comunistas dentro del peronismo pasaría a jugar un rol central en el discurso frondicista y antiperonista. Así, por ejemplo, al cumplir un año de su mandato, en el mensaje de apertura de sesiones de 1959, Frondizi sostuvo que el objetivo de la unidad nacional no se había logrado por la acción violenta e insurreccional de ciertos grupos. En efecto, tras afirmar que una de las primeras medidas del gobierno había sido “el restablecimiento pleno de las libertades democráticas”, agregaría que respecto “de los sectores peronistas y comunistas”, que perseguían “fines de caos y anarquía, el gobierno”, había “debido restringir sustancialmente sus actividades”.

La declaración del estado de sitio y la implementación del Plan Conintes (Conmoción Interna del Estado) fueron las primeras medidas que el gobierno aplicó contra comunistas y peronistas, las cuales, junto con la ley anticomunista de 1960 y el proyecto de ley de defensa de la democracia de 1961, marcaron los límites del discurso democrático de aquellos años. En este sentido, durante su exposición de apertura de sesiones ordinarias del año siguiente, Frondizi volvería a hacer explícitos dichos límites. La actividad insurreccional y los actos de terrorismo que, según Frondizi, impulsaban “los dirigentes comunistas y los sectores peronistas” los excluía “de la convivencia democrática argentina”. De tal modo, en la noción misma de democracia, por ejemplo, se encontraban límites a su proyecto de trascendencia como superación. La precisión del peronismo y del comunismo como “otros” que se oponían a la consolidación de un gobierno nacional y popular supuso una modificación en los mecanismos de diferenciación que habían caracterizado el discurso inicial de Frondizi.

Esos cambios en la gestión de la otredad, la “bajada” al terreno de las particularidades, incorporaban elementos en tensión con el proyecto de trascendencia como superación. En efecto, la idea de “falsa contradicción” entre peronistas y antiperonistas se fue diluyendo cuando Frondizi tuvo que enfrentar las tensiones que generaba el conflicto entre ambos sectores, y las propias de su gestión con cada uno de ellos. En cierta forma, esos cambios no sólo obligaron a Frondizi a ser parte de la “falsa contradicción”, sino que al precisar a peronistas y antiperonistas como los “otros” del gobierno nacional y popular, Frondizi también operaría en la reconstrucción de ambos espacios. Es decir, en un marco de realineamiento del orden político, los mecanismos de diferenciación particular, como los procesos de exclusión que se aplicaban en nombre de la democracia, operaron en la unidad de los espacios fragmentados. En consecuencia, los usos del pasado en Frondizi se encaminarían hacia una reorganización y unificación de los polos en tensión. Por eso, en su tematización del antagonismo estructural, Frondizi quedaría inmerso en un conflicto que pretendía superar.

Este tipo de tensiones también pueden verse con sectores antiperonistas. Por ejemplo, las idas y vueltas en su relación con las Fuerzas Armadas estuvieron marcadas por el doble movimiento de vinculación que Frondizi entabló con el peronismo. La hegemonía de los sectores antiperonistas y anticomunistas dentro de las fuerzas fue erosionando la legitimidad que Frondizi tenía dentro de los sectores antiperonistas vinculados al “Gobierno de la Revolución”. Así, frente a la constante amenaza de una nueva irrupción de las fuerzas militares en el escenario político, Frondizi recalcaba que ellas habían cumplido su función y compromiso. Esto era que el pueblo expresara su voluntad. De tal modo, daba legitimidad al accionar de las Fuerzas Armadas, pero, a su vez, allí terminaba su vinculación con éstas. Por ello, la recurrente manifestación de que ni él ni su gobierno eran instrumentos de los sectores revanchistas era usada para diferenciarse de ciertos sectores antiperonistas. En efecto, con un doble movimiento se acercaba y distanciaba de los sectores antiperonistas dentro de las Fuerzas Armadas; al tiempo que remarcaba que ellas habían cumplido su palabra, se las separaba de la construcción de una nueva era. Su rol fundamental formaba así parte del pasado, un pasado que había sido cerrado por la expresión de la voluntad popular.

En los usos que Frondizi hacía del pasado, el pueblo y su gobierno eran los responsables de encaminar el desarrollo de la nación. Por eso, “la democracia implicaba, en primer lugar, acatamiento a la ley”. Nuevamente, en nombre de la democracia se establecía un mecanismo de exclusión que daba entidad a un “otro” particular. Sin embargo, en la constante utilización que hacía en sus discursos de la noción de “sectores revanchistas”, Frondizi terminaría dando relevancia al campo antiperonista en cuanto tal. Es decir, como sucedía con el peronismo, ambos espacios, lejos de ocupar un lugar marginal en tanto polos de una “falsa contradicción”, pasarían a ocupar un lugar central. En efecto, la expresión de la voluntad popular, según Frondizi, le permitía “afirmar con honda convicción, a los argentinos de 1958, que el pueblo” no quería “ni viejos ni nuevos dictadores”. Hombres e instituciones estaban “sujetos al cumplimiento de la ley y, dentro de las instituciones”, se debía “obediencia a las normas” que regían su funcionamiento.

Como señalábamos en el primer apartado, Frondizi se acercaba y distanciaba en un solo movimiento de los sectores más antiperonistas. La revolución del 55 había tenido “como propósito declarado restablecer un régimen de libertad y evitar el enfrentamiento entre los argentinos […]”. Pero, para distanciarse, Frondizi afirmaba que “el pueblo, en su conjunto, fue quien conquistó la paz”. En sus usos del pasado, Frondizi terminaría inserto en las tensiones que generaba la “falsa contradicción”. Este movimiento ambiguo, si en un principio le posibilitó presentarse como una superación, con el trascurrir de los meses fue socavando las expectativas generadas por su “empresa”. En este sentido, las tensiones entre el intento de trascendencia como superación y su imposibilidad aparecen claramente en el discurso que pronunció 21 días antes de ser derrocado en 1962. Allí, si por un lado su “empresa” remitía a la superación de la “falsa contradicción”, por el otro no podía escapar del antagonismo entre peronistas y antiperonistas.

Titulado “Los dos extremismos: peronista y antiperonista”, su discurso insistía en la construcción de una “historia que comenzaba con un acto de intolerancia: la quiebra de la institucionalidad en 1930”. En este primer acto, según Frondizi, los “políticos habían instigado a algunos militares para que salieran de los cuarteles a fin de asegurar el ejercicio de la democracia”. Sin embargo, en lugar de la democracia prometida, una minoría se había establecido en el poder por medio del fraude. De tal modo, su relato comenzaba con la primera demarcación temporal que señalamos en el apartado inicial. Después del golpe del 30, nuevamente, Frondizi ubicaba la revolución de junio del 43, la cual, en su visión, había tenido la finalidad de “crear las condiciones de retorno a la esencia popular y nacional”, sin embargo, la “empresa” general del peronismo, del “movimiento nacional que realmente era”, “pasó a ser una facción”. Finalmente, seguía la revolución del 55, que en su relato también habría tenido el propósito general de restablecer “un régimen de libertad y evitar el enfrentamiento entre los argentinos”, pero, según Frondizi, al margen del “sentimiento del pueblo” habían quedado “definidas dos posiciones, cruelmente antagónicas y que pronto tuvieron nombre propio: el extremismo antiperonista que se llamó a sí mismo ‘gorila’, y el extremismo peronista que se autodenominó ‘duro’”. El primero, agregaba Frondizi, “aspiraba a borrar todo rastro de peronismo, como si no hubiera existido”. El segundo, por su parte, “aspiraba a borrar todo rastro de la Revolución Libertadora, como si no hubiera ocurrido”.

En conclusión, para Frondizi, ambos se nutrían del pasado y aspiraban a volver a él. Como podemos apreciar, el relato de Frondizi buscaba inscribir su “empresa” en un proceso de mayor alcance, por eso la importancia de las tres bisagras o la triple frontera que señalábamos al principio, pero al momento de hacerlo terminaría dando protagonismo central al antagonismo entre peronistas y antiperonistas. Su relato establecía fronteras en las cuales el desarrollo de la nación se perdía en los particularismos de quienes habían llevado adelante los golpes de Estado de 1943 y de 1955. Frente a estos particularismos, su “proyecto” fue un intento de superación, pero el carácter antagónico de la polarización y la forma en que Frondizi la tematizó hicieron que su “empresa” terminara siendo un particularismo más dentro de la coyuntura. Así, en su último discurso, Frondizi sostuvo que la crisis política que vivía la Argentina en ese momento llegaba a su “máxima gravedad”. Frente a la imposibilidad de trascender, Frondizi ya no podía posicionarse diciendo “tenemos la legalidad; tenemos el respaldo del pueblo y tenemos la historia que, como proceso dinámico, tiene sus raíces en el pasado y vive en el presente con proyección de futuro”. Ley, pueblo e historia, en su “empresa”, ya no formaban una muralla indestructible contra cualquier “intento regresivo”. En aquel entonces, Frondizi sólo podía afirmar su “irrevocable determinación de no renunciar y de permanecer en el gobierno” hasta que lo derrocaran por la fuerza”’.

(*) Nicolás Azzolini (CONICET-UNSAM-UNLAR): “Arturo Frondizi y la trascendencia imposible. Polarización e inestabilidad democrática en la política argentina (1958-1962)” (Repositorio Institucional CONICET Digital, 2019).

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