Por Hernán Andrés Kruse
El 24 de mayo se cumplió el ducentésimo octogésimo aniversario del nacimiento de un científico y médico francés que fue principal protagonista, como periodista y político, de la Revolución Francesa. Jean Paul Marat nació en Boudry (Suiza) el 24 de mayo de 1743. Asentado en París, puso en práctica sus conocimientos de óptica y electricidad para curar enfermedades de los ojos. Más adelante se trasladó a Países Bajos y luego a Londres, donde ejerció su profesión de médico. En 1773 publicó “Ensayo filosófico sobre el hombre” en el que arremetía con extrema dureza contra Claude-Adrien Helvétius, quien afirmaba que el filósofo no necesitaba del conocimiento de la ciencia. Semejante osadía de Marat no fue tolerada por el eminente Voltaire, quien criticó con extrema dureza el “Ensayo” luego de ser publicado en Ámsterdam en 1775. En 1774 publicó “Las cadenas de la esclavitud”, en el que insta a los distritos electorales a rechazar a los amigos del rey de Inglaterra como candidatos al Parlamento. Al año siguiente obtuvo el título de doctor en medicina por la Universidad de Saint Andrews. De regreso a Londres publicó “Investigación sobre la naturaleza, causa y cura de una enfermedad ocular singular”. No consiguió que la Academia de Ciencias Francesa lo aceptara como miembro por su osadía de disentir con Isaac Newton. Además, sus experimentos contaron con el beneplácito de Benjamin Franklin, quien lo visitaba seguido. En 1780 publicó el “Plan de legislación criminal” fundamentado en los principios del marqués de Beccaria. Este emblema del ala de izquierda de la Revolución de Mayo (el jacobinismo) fue asesinado por una joven girondina (el ala de derecha) llamada Charlotte Corday el 13 de julio de 1793 (fuente: Wikipedia, la Enciclopedia Libre).
Buceando en Google me encontré con un ensayo de Javier Llobet Rodríguez (Universidad de Costa Rica-San José-Costa Rica) titulado “Jean Paul Marat y la ilustración penal” (Revista CENIPEC-2006). Hace un interesante análisis de las principales ideas del plan de legislación penal de Marat.
PRINCIPALES IDEAS EXPRESADAS EN EL PLAN DE LEGISLACIÓN PENAL
“Las ideas penales de Jean Paul Marat se basaron en el pensamiento ilustrado, reconociéndose que entre los autores que tuvieron influencia en él se encuentran Rousseau, Mably, Beccaria y Morellet, lo mismo que Voltaire, quien fue un enemigo jurado de Marat. Marat hizo una defensa del principio de legalidad. Dijo: “Es necesario que haya en el Estado leyes penales justas y sabias. Es muy importante que no haya nada oscuro, incierto, arbitrario en la idea que se formule de los delitos y de las penas, porque importa que cada cual entienda perfectamente las leyes y sepa a qué se expone violándolas; el Código criminal, pues, no será nunca bastante preciso. Debe ser sencillo (…)”.
En lo relativo a los fines de la pena, Marat le da importancia en primer término a la prevención general, pero, a diferencia de Beccaria, le da relevancia también a la función de prevención especial positiva de la pena, ello en cuanto señala que función de la pena es “corregir a los culpables”. Con respecto a la proporcionalidad de las penas sus razonamientos son principalmente de carácter utilitario, aunque no dejó de lado los humanitarios, como se refleja en la referencia de que es corazón poco noble enviar a una muerte segura a un desgraciado. Señaló: “Está en interés de la sociedad que (las penas) sean siempre proporcionadas a los delitos, porque le conviene más evitar los crímenes que la destruyen que los crímenes que la perturban. Castigar con rigor una ligera infracción de las leyes, es hacer perder la fuerza al principio de autoridad, porque si se aflige con penas rigurosas a los pequeños delincuentes, ¿qué le quedará para reprimir a los grandes criminales? Mirad esos países donde los castigos son siempre afrentosos. Para mantener a los hombres en su deber se inventan nuevos suplicios, y después de todo, esos esfuerzos continuados de barbarie que tienden a aumentar ¿no son una prueba de su importancia? Castigando con rigor una pequeña falta se multiplican los crímenes, es hacer que los malhechores cometan los últimos excesos; por malo que sea lo que hagan no pueden temer mayor castigo. Casi siempre la atrocidad de los suplicios se opone a la ejecución de las leyes, porque cuando la pena es desmesurada se hacen despreciables los que denuncian a la justicia un desgraciado que no es culpable más que de un leve delito. Además, es de corazón poco noble resolverse enviar un desgraciado a una muerte segura. ¿Qué se consigue con ello? Así es que el culpable se escapa casi siempre”.
Se pronunció porque el rigor de las penas no es lo que previene los delitos, sino la inflexibilidad en su aplicación, considerando que la impunidad vuelve a las leyes impotentes, lo que lo lleva a criticar el perdón a los delincuentes, dado luego de la reparación del daño. Dijo: “Aunque es libre de disponer sus propios derechos la parte ofendida, no debe serlo para perdonar ni para transigir con el culpable, porque quitando por un particular arreglo la satisfacción que hubiese obtenido de la justicia, si dejase en libertad un criminal peligroso para la sociedad, se haría responsable de todos los males que éste cometiere, que serían irreparables. Pero nada de esto es aceptable. Después de reparar el daño hecho a los individuos, el delincuente queda en paz con ellos; pero no con la sociedad, a la que debe satisfacción por el mal ejemplo que le ha dado. Así es que, una vez intentada la acción, el querellante no es dueño de desistir de ella. Si los interesados no pueden arreglarse, todavía lo puede hacer mucho menos el ministerio público, porque estando encargado de la defensa de la sociedad no debe disponer de derechos que por ningún concepto le pertenecen”. Debe reconocerse, sin embargo, que en contra de la opinión de Marat la tendencia actual en el Derecho comparado es reconocer la relevancia de la reparación como causal de sobreseimiento de la causa.
Defendió el menor rigor posible que deben tener las penas, ello al indicar que “los más dulces castigos son preferibles cuando consiguen el objeto”. Abogó por el carácter personal que deben tener las penas. Dijo: “Es inicuo hacer recaer sobre inocentes la infamia que no debe pesar sino sobre el criminal: toda pena deshonrosa debe ser personal”. Resaltó la mayor relevancia que tiene la prevención y no el castigo. Indicó: “En toda sociedad bien ordenada se cuida más de prevenir los crímenes que de castigarlos, y a menudo se consigue esto imponiendo menor pena”. Se pronunció por la regulación del jurado. Señaló: “Para evitar todo temor de parcialidad y tener confianza en la equidad de los tribunales, es de capital importancia, que cada uno sea juzgado por sus iguales, y que se hable poco de los hombres que son capaces de llenar dignamente las funciones del Juez”. Reclamó que debía garantizarse el derecho de defensa. Dijo: “Las leyes no se han hecho menos para proteger la inocencia, que para castigar el delito. Si permiten acumular sobre la cabeza del acusado las pruebas del delito que se le imputa, le deben dejar todos los medios posibles de defenderse”. Indicó además: “La ley no puede condenar a un acusado sino después de haberle facilitado los medios de defensa, y como no debe estar detenido en la cárcel más que el tiempo necesario para probar su culpa o su inocencia, veinticuatro horas después de preso se le dará copia de las acusaciones presentadas contra él, con el nombre del acusador y sus testigos, y se permitirá la entrada a sus padres, a sus amigos y a sus conocidos; se le dará pluma, tinta, papel y otras facilidades para preparar su defensa”.
A diferencia de Beccaria, que no hizo mención a la defensa técnica, Marat llegó incluso a justificar que se dotara por el Estado de un defensor a los pobres. Señaló: “El rico con su oro casi siempre puede ser infame impunemente. La inocencia sin fortuna, frecuentemente queda oprimida. Para prevenir este abuso, se establecerá en cada ciudad un abogado de los pobres, encargado de la defensa de los desgraciados incapacitados para defenderse por sí mismos”. Abogó por la presunción de inocencia. Dijo: “Antes de castigar el crimen, es necesario convencer al culpable”. Además indicó: “En tanto el acusado no está convicto ante sus jueces, no hay derecho para tratarlo como culpable”.
En el proyecto de declaración de derechos del hombre reiteró con respecto al acusado: “(…) que no sea tratado como un malhechor antes de ser hallado culpable del crimen”. Sin embargo, en contradicción con la presunción de inocencia Marat autorizó en ciertos casos penar al probable culpable, ello en los crímenes capitales. Así dijo: “Acusado de un crimen capital, si aparecen contra él indicios poderosos, continuará preso hasta que se pueda esclarecer el hecho. En su consecuencia, será encerrado en una casa de corrección y obligado a trabajar para vivir; pero no se ejercerá contra él ningún tratamiento penoso”. Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que esto no iba en contra de las posiciones que habían sostenido otros autores ilustrados, ya que en general la doctrina de la ilustración no llevó hasta sus últimas consecuencias la presunción de inocencia, puesto que previó diversas categorías de inocentes. Así se establecían sanciones menos drásticas para aquellos con respecto a los cuales no concurre la certeza sobre su culpabilidad, pero sí puede formularse un juicio de probabilidad sobre ella.
Se pronunció a favor de la publicidad del juicio. Expresó al respecto con elocuencia: “¿Queréis que se castigue el crimen, que sea defendida la inocencia, respetada la humanidad y asegurada la libertad? Haced justicia en público. Lejos de las miradas del pueblo, es donde se emplean tan odiosos medios para llegar a la prueba de los delitos. En la oscuridad de los calabozos, es donde los infames satélites, disfrazados de malhechores, tienden lazos a un acusado y procuran ganar su confianza para hacerle traición. En las escondidas sombras de un calabozo, es donde magistrados inhumanos, olvidando la dignidad de sus funciones, se envilecen con las del delator, y para perder a estos desgraciados, emplean una astucia que tiene escrúpulo de nada. En un tribunal secreto, es donde únicamente se ven jueces encarnizándose para perder a un inocente (…). Todo delincuente debe ser juzgado a la faz del cielo y de la tierra”. En el proyecto de declaración de derechos del hombre Marat reiteró “Que el proceso se instruya de cara al pueblo”.
Marat, a diferencia de Beccaria, no se limitó a abogar porque el juicio fuera público, sino hizo referencia también a la forma en que debía desarrollarse el juicio oral. En dicho desarrollo Marat dijo que debe hacerse una comparación entre lo que dijo el testigo en el juicio oral y lo que le había indicado al funcionario que recibió la acusación, de modo que cuando se encuentran contradicciones o se aparta esencialmente entre ellas, debe ser rechazado. Dicha afirmación lleva a una relativización del juicio oral y público, funcionando el mismo como una mera ratificación de lo dicho con anterioridad, que recuerda los problemas que se presentaron durante la vigencia del Código de Procedimientos Penales costarricense de 1973, con el decaimiento de la oralidad.
Se puede encontrar también referencia en Marat al principio de lesividad, un principio fundamental en un Estado de Derecho, que establece límites a la creación de delitos por el legislador. Esta mención no se encuentra a través de la mención a la dañosidad social que deben tener los delitos, indicada por Beccaria, sino a que “las leyes no han de tratar sino lo que interesa manifiestamente al orden público”, señalando que si se pena posiciones indiferentes al orden público, se destruye el imperio de la ley, puesto que se llega a considerar las leyes como “vanas y arbitrarias”, llegándose en definitiva a “despreciar su autoridad”.
Por otro lado, criticó la tortura, base del sistema procesal penal de su tiempo, siendo su preocupación fundamentalmente de carácter humanitaria, ocupando un carácter meramente secundario la inefectividad de la tortura para la averiguación de la verdad. De esta manera dijo: “Es (…) absurdo querer sacar a un culpable la confesión de su delito, y erigir esta confesión en una prueba contra él. Así es, que condenamos esos bárbaros medios, empleados para arrancar una confesión, que no hay derecho para exigir. Cuando no es una horrible clase de prueba, está en oposición con la naturaleza, porque hiere el principio de defensa natural”. Agregó: “No para hacer prueba contra un culpable, se nos dirá, para lo que el juez lo ordena; es para aclarar sus dudas y tranquilizar su conciencia. ¡Cómo! ¿En la incertidumbre en que estáis de si el acusado es culpable, no le hacéis sufrir un suplicio mucho más afrentoso que el que le impondrías si estuvieseis seguros de que no era inocente? Y para saber si merece la muerte, principiáis por dársele mil veces. ¡Jueces bárbaros! ¿Con qué derecho jugáis así con la humanidad?”. Continuó diciendo: “Pretendéis aclarar vuestras dudas con los tormentos, como si el dolor fuese propio para arrancar la verdad al desgraciado que lo sufre. ¡Cuántos culpables han resistido esta prueba odiosa! ¡Cuántos inocentes han sucumbido! ¡Incensatos! Abrid los ojos ante vuestros semejantes, y seguir su ejemplo. ¡Cuántos manchados con la sangre inocente que han derramado, lloran todavía su fatal obcecación”.
Al respecto debe anotarse que si algunos como Wolfgang Naucke han dudado, sin razón, que los argumentos dados por Beccaria en contra de la tortura sean propiamente de carácter humanista, sosteniendo que le preocupa en particular que la tortura es inútil para la recolección de la prueba y lesiona la efectividad de la pena, no queda ninguna duda del texto trascrito de Marat la gran preocupación que tuvo con base en consideraciones humanitarias y humanísticas. Por otro lado, frente a la generalización que tenía la pena de muerte en su tiempo, Marat se opuso a la misma. Señaló: “Haciendo los crímenes capitales se ha querido aumentar el temor al castigo, cuando realmente ha disminuido. Castigar con la muerte es dar un ejemplo pasajero, y lo que se necesita es que sea permanente. También esto se ha entendido de otra manera. La admiración que inspira el desprecio a la muerte que demuestra un héroe expirando, la inspira a los facinerosos un malhechor cuando la sufre con valentía. Pero admitir que se arrepiente, viéndole morir con la constricción que asegura la felicidad eterna, por el perdón de las culpas, pecan a fin de obtener después de toda gracia por sus pecados. Así se abandonan al crimen para satisfacer sus funestas inclinaciones, se vanaglorian de escapar a la justicia, y cuando no pueden esperar la impunidad, el castigo será de corta duración y la recompensa sin límites. ¿Por qué continuar, contra los gritos de la razón y las lecciones de la experiencia, vertiendo sin necesidad la sangre de una multitud de criminales”.
Los argumentos que da Marat en contra de la pena de muerte, no tienen la fuerza que poseen los que da en contra de la tortura, no basándose, como en esta, en consideraciones humanistas y humanitarias, sino en estimaciones utilitaristas. A semejanza de Beccaria, admitió excepciones a la no imposición de la pena de muerte, señalando que las penas capitales deben ser pocas. Señala sobre ello Prieto Sanchís: “Por lo que se refiere a la pena de muerte (…) parece que Marat adopta una postura claramente abolicionista, aunque no lo manifiesta expresamente. Que la pena de muerte no satisface la finalidad de corrección es evidente; pero ¿será un freno eficaz contra la delincuencia, cumplirá la finalidad de intimidación o prevención? Marat no responde categóricamente que no. La impresión que producen los suplicios es siempre momentánea y a la larga es nula (…). Teniendo en cuenta que el máximo suplicio no satisface las principales finalidades de la pena, quizás podría esperarse que Marat adoptase una postura absolutamente abolicionista, pero no es así. ‘Las penas deben ser pocas veces capitales’, pero sin desaparecer por completo. Según expone en la segunda parte de la obra, la pena capital debe reservarse a los siguientes delitos, la mayor parte de naturaleza política: ‘malversaciones, maquinaciones y traiciones, ‘incendio de buques, talleres, arsenales, archivos y edificios públicos’; conspiraciones y homicidio premeditado. Pese a todo, a finales del siglo XVIII, la postura de Marat bien puede considerarse moderadamente abolicionista”.
Destacó la importancia de la presunción de inocencia con respecto a la prisión preventiva. Así dijo: “En tanto que el acusado no está convicto ante sus jueces, no hay derecho para tratarlo como culpable”. Sin embargo, la presunción de inocencia no lo llevó a negar la legitimidad de la prisión preventiva, la que admite, aunque limitándola a la causal de peligro de fuga, no mencionando el peligro de obstaculización, al que hizo referencia Beccaria. Además hizo mención a la importancia que todo ello tiene con respecto a la ejecución de la prisión preventiva. Dijo: “Su detención no tiene otro objeto que asegurarle hasta que sea probado el delito, porque el único suplicio debe consistir en el castigo del crimen. ¡Fuera, por lo tanto, esas pesadas cadenas que un codicioso carcelero puede cambiar por otras más ligeras; fuera esos aparatos, en donde se padece una tortura continua; fuera esos negros calabozos, donde ya yace la pobredumbre!”.
Por otro lado, debe destacarse que previó una indemnización a favor de aquel que resultó inocente, luego de haber sufrido prisión preventiva, lo que justifica como una consecuencia del derecho del sacrificado especial a una indemnización. Así dispone: “Si interesa a la defensa de la sociedad detener a un inocente del que haya vehementes sospechas de delincuencia, no incumbe menos a la libertad pública reparar lo que ha sufrido por la causa común. No se puede hacer más que indemnizarle. Se le concederá, pues, una indemnización proporcional, no solamente por los daños que ha experimentado y el malestar que ha sufrido, sino por las amarguras y los pesares que le han afligido”. La presunción de inocencia exige que este derecho a la indemnización sea concedido tanto a aquel que fue absuelto por haber probado su inocencia, como aquel que fue absuelto con base en el in dubio pro reo, prohibiéndose una diferenciación entre ambos. Sin embargo, no queda claro si Marat está dispuesto a conceder la indemnización a quien no fue condenado, por existir una prueba incompleta de su culpabilidad. Pareciera, de acuerdo con la terminología utilizada por Marat, que la indemnización sólo se concede al que demostró su inocencia, ello por la distinción que hace entre el “inocente”, al que concede la indemnización, y el “culpable, si la prueba del delito es incompleta”, con respecto al cual incluso admite, en el caso de que esté acusado de un delito capital, que se le mantenga encerrado en una casa de corrección”.
15/06/2025 a las 4:00 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
La Argentina sin los Kirchner
Joaquín Morales Solá
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
15/6/025
Mientras el mundo entró en una guerra de penosas e inciertas consecuencias, la política argentina está pendiente de lo que puede pasar en las comisarías. Hace cinco días que Cristina Kirchner y sus seguidores saben que ella ya no tiene destino y, con todo, no hubo una movilización popular espontánea. Solo módicos actos de la militancia kirchnerista y graves agresiones del camporismo a un medio periodístico.
Solo perpetraron también algunos cortes en las autopistas de accesos a la Capital. Cristina Kirchner debió conformarse con un exiguo griterío, sobre todo de simpatizantes camporistas, alrededor de su departamento, en un edificio del barrio capitalino de Monserrat, luego de que la Corte Suprema de Justicia ratificara definitivamente las condenas del tribunal oral y de la Cámara de Casación que la sentenciaron por defraudación al Estado. Dejó firme, así, la pena de seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos que cayó sobre ella. Cristina suele salir al balcón de ese departamento de vez en cuando para saludar a sus simpatizantes y, de paso, darles una ilusión para seguir donde están. Antes, había descartado los departamentos que tiene en los elegantes barrios de Recoleta y Puerto Madero, aunque es probable que estos sean decomisados para recuperar el dinero robado, según la orden de la Corte Suprema. ¿Todo permanecerá sucediendo como sucede ahora cuando la viuda de Kirchner se notifique el miércoles próximo de que es una persona presa por actos de corrupción en la conducción del Estado? Seguramente, no. Pero es muy probable que la Justicia le acepte la prisión domiciliaria que pidió. El juez Jorge Gorini, presidente del tribunal oral que la condenó a prisión por primera vez, deberá establecer las condiciones de esa reclusión, entre las que estarán seguramente la cantidad de personas que la podrán visitar y si será autorizada o no a salir a saludar desde el balcón. El balcón de Cristina está en medio de una discusión en los tribunales, porque tiene que opinar la fiscalía y el juez debe consultar con sus colegas del tribunal oral. Para algunos, no solo sería ridículo continuar viendo a un preso (una presa, en este caso) saludar desde un balcón; también existe el riesgo cierto de que su vida corra peligro con todo su cuerpo expuesto a la intemperie. Cuando la expresidenta pidió la prisión domiciliaria, subrayó en su escrito que podría sufrir un atentado en una dependencia carcelaria común y les recordó a los jueces que ya sufrió uno frente a su entonces casa (“magnicidio” lo llamó). Pero, objetivamente, corre más riesgo en el balcón que en una cárcel federal. De alguna manera, la Justicia le hará saber que su prisión domiciliaria deberá reunir las condiciones propias de “una modalidad de ejecución del encierro”. Así describe la ley a la prisión domiciliaria. Con otras palabras: la viuda de Kirchner no debería confundir Monserrat con Puerta de Hierro y aceptar que está cumpliendo una pena, no viviendo un exilio dorado. La Justicia tiene la obligación, además, de ocuparse de que los vecinos del barrio de Monserrat recobren la tranquilidad que tenían antes del jolgorio camporista. Existe un precedente: Carlos Menem comenzó su prisión domiciliaria, en 2001, reuniendo a mucha gente en la quinta de Don Torcuato, donde eligió vivir su encarcelamiento preventivo por el contrabando de armas a Croacia y Ecuador. En el acto, el entonces juez Jorge Urso convocó a sus abogados y los notificó de que se terminaba la algarabía. Menem podía recibir, le ordenó el juez, nada más que a dos personas por vez entre las 10 y las 20 horas de cada día, y podía convivir con no más de tres personas.
Según las leyes penales, Cristina Kirchner podría pedir una libertad anticipada solo dentro de cinco años. La ley que establecía el 2 por 1 (un año se computaba como dos) fue derogada y, además, se hizo para contemplar los casos de largas prisiones preventivas; Cristina Kirchner nunca estuvo en prisión preventiva. La actual prisión que cumple es por una condena firme. Sin embargo, ella está en las puertas de tres juicios orales, dos de ellos por hechos de corrupción. Uno es por lavado de dinero en los hoteles de Hotesur y en los edificios de la empresa Los Sauces de la familia Kirchner. El otro es por el caso de los cuadernos, llamado así por los prolijos cuadernos que escribía el chofer del gobierno Oscar Centeno, en los que detallaba dónde se retiraban los sobornos y dónde se entregaban, quiénes los pagaban y quiénes los cobraban. El juicio oral por la causa de los cuadernos tiene fecha para comenzar el 6 de noviembre próximo, luego de que pasaran más de cinco años desde que el juez Claudio Bonadio, quien ya falleció, cerrara el expediente con decenas de imputados entre exfuncionarios kirchneristas y los más destacados empresarios argentinos. El tercer juicio refiere al increíble memorándum con Irán para “esclarecer la verdad” sobre los autores del criminal atentado contra la AMIA que dejó 85 muertos. El régimen teocrático que gobierna Irán fue el autor intelectual y financiero de ese atentado, según lo estableció la Justicia argentina. ¿Buscar la verdad de un crimen junto con el criminal? Semejante contrasentido no se les ocurrió ni a los más brillantes escritores de literatura policial. Si fuera nuevamente condenada a prisión, serán más años de cárcel que se agregarán a los actuales seis del caso Vialidad. Ella entró en un período de enclaustramiento que nadie sabe cuánto durará. No es una perspectiva que deba poner alegre a ninguna persona buena, pero tampoco se puede ignorar la realidad tal como es. Y eso es lo que hay.
La señora de Kirchner no perdió poder electoral por la prisión que la recluye; ya en 2019 debió elegir a su otrora odiado Alberto Fernández como candidato a presidente porque sabía que ella tenía más rechazos que simpatías en la sociedad argentina. Conservaba hasta ahora, no obstante, el liderazgo real y formal del peronismo. Nadie está mejor que ella en la cresta del partido que fundó Perón, aunque ella está muy mal. Su situación política se agravó dramáticamente con la decisión de la Corte Suprema, no por la decisión del tribunal, sino por la rutina propia de la política. El peronismo es una nostalgia como alternativa de poder porque sencillamente carece de otro liderazgo. El declive de Cristina no tiene remedio. En la primera década del siglo, competían por ese liderazgo partidario tres dirigentes que habían sido –o eran– gobernadores: Menem, Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner. Los dos primeros eran también expresidentes. La partida la ganó Néstor Kirchner, aunque después de que Duhalde lo aupara a la presidencia de la Nación. No existe ahora ningún gobernador en condiciones de hacerse cargo del liderazgo del peronismo; Axel Kicillof, que venía desafiando a Cristina Kirchner, es un político demasiado ideologizado (el “marxista”, le llaman despectivamente los intendentes del peronismo ortodoxo) como para seducir a una sociedad que está padeciendo las consecuencias del populismo peronista. Sergio Massa es un excandidato presidencial que perdió las elecciones y que provoca poca confianza en el propio peronismo. Entró a él y salió de él según su coyuntural conveniencia. Es posible, inclusive, que el peronismo vaya dividido en la provincia de Buenos Aires. Kicillof no soporta la injerencia de Máximo Kirchner en las cuestiones políticas bonaerenses, y el hijísimo le demuestra su rencor entrando a las reuniones del peronismo del brazo de los peores enemigos de los intendentes que se fueron con el gobernador de Buenos Aires. “Cristina está secuestrada por La Cámpora, y eso no tiene solución”, diagnostica un intendente que se refugió bajo la sombra de Kicillof.
Las próximas elecciones ya no son lo que eran. Los hermanos Milei y sus simpatizantes no podrán seguir diciendo que los argentinos tendrán que votarlos a ellos o provocarán el regreso de los Kirchner. La lideresa de la familia Kirchner está presa y su hijo es una de las figuras con más rechazos en el país. Hasta los que se apresuraban a negociar con el mileísmo acuerdos (“humillantes”, los calificó uno de los que se acercó) están en condiciones de buscar mejores alternativas electorales. La calificación de “humillante” se corresponde con la imposición de Karina Milei sobre el nombre de la eventual coalición provincial y nacional: deberá llamarse en todos los casos La Libertad Avanza, el nombre que identifica solo al oficialismo que gobierna. Ella también presiona para que la mayoría de los candidatos a legisladores sean leales (o se digan leales, que no es lo mismo) a los Milei; solo una pequeña minoría de candidatos debería quedar para los probables aliados. ¿Qué significa, en ese contexto, que Pro haya precisado ayer, luego de una reunión de su cúpula, que si hubiera alianzas electorales deberán hacerse con “dignidad”? Esta palabra, dicen, fue repetida varias veces en la reunión por Mauricio Macri. Insistir con que las negociaciones deberán realizarse con “dignidad” podría establecer las condiciones de los acuerdos y los desacuerdos eventuales.
El Gobierno, a su vez, hizo una fiesta con la inflación mensual del 1,5 por ciento en mayo, la más baja desde el peor momento de la pandemia, en 2020, cuando todo estaba paralizado. La inflación bajó y ese es un mérito que nadie puede negarle a la administración de Javier Milei, pero debe señalarse, de igual modo, que el consumo también bajó. Tal vez es una consecuencia natural del propio retroceso antiinflacionario, porque quedó atrás el tiempo en que los argentinos solo querían sacarse los pesos de encima antes de que los quemara el fuego de los aumentos de precios. También subieron los gastos fijos y los formadores de precios deben pensar más de una vez antes de aumentarlos. Hubo importantes alzas en las facturas de los servicios de gas y luz, de las expensas, de los alquileres y de los colegios, entre varias cosas más. Queda solo para lo esencial, si es que queda. De todos modos, tal como coincidieron dos economistas prestigiosos, Domingo Cavallo y Ricardo Arriazu, la asignatura pendiente del Gobierno es la acumulación de reservas de dólares en el Banco Central. No hay reservas reales, por ahora. Aumentar tales reservas fue un compromiso firmado con el Fondo Monetario que Milei solo podrá cumplir con nuevos endeudamientos en dólares y pagando tasas de interés estrafalarias.
El día en que la Corte Suprema decidió que Cristina Kirchner merecía estar en la cárcel por lo que había hecho como presidenta de la Nación, Milei escribió un tuit contra el periodismo. Cuando no. Para él, siempre la prensa independiente tiene alguna culpa, sean buenas o malas las noticias. Garabateó así: “La República funciona y todos los periodi$ta$ corrupto$…han quedado expuesto [sic] en sus opereta$ sobre el supuesto pacto de impunidad”. No hubo denuncias previas, sonoras al menos, sobre un pacto de impunidad entre Milei y Cristina Kirchner. Hubo, sí, declaraciones de importantes dirigentes peronistas de Misiones asegurando que le hicieron un favor a Milei cuando dos senadores de esa provincia cambiaron su voto a última hora y condenaron al fracaso el proyecto de ficha limpia. En ese momento, a principios de mayo último, no se sabía cómo ni cuándo se pronunciaría la Corte Suprema sobre Cristina Kirchner, quien ya había anunciado que sería candidata a diputada provincial en Buenos Aires; ficha limpia era una iniciativa política para terminar con la corrupción en la política. Al final, fueron los jueces supremos los que ordenaron el desorden político. Vale la pena detenerse en aquel tuit de Milei, porque poco después ocurrió el vandalismo y la barbarie de militantes camporistas en el edificio de Canal 13 y de la señal de noticias TN. Esta brutal agresión no podría haber ocurrido sin una orden precisa de alguien. No se puede asegurar de quién, pero la Justicia descubrió que entre los forajidos estaba quien fue viceministro del Interior de Eduardo “Wado” de Pedro cuando este era el jefe de esa cartera en tiempos de Alberto Fernández. De Pedro es el segundo jefe de La Cámpora, después de Máximo Kirchner. El periodismo fue la presa atenazada por el oficialismo y la oposición. Pero no solo el periodismo: paralelamente, el presidente de la Corte, Horacio Rosatti, fue amenazado y escrachado cerca de su casa en Santa Fe. Los presidentes de las cámaras federales, de la Cámara de Casación Penal y los integrantes del Consejo de la Magistratura se solidarizaron en el acto con Rosatti. La violencia es el único recurso que le queda a quien sabe que ya no está en el poder, y que su destino es no volver a estarlo.
15/06/2025 a las 4:04 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
La condenada que intranquiliza a Milei
Eduardo van der Kooy
Fuente: Clarín
(*) Notiar.com.ar
15/6/025
El gobierno de Javier Milei ha empezado a conjeturar sobre los tiempos políticos que insumirá el aval de la Corte Suprema al fallo que condenó a Cristina Fernández a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos. El misterio radicaría en las velocidades: si la centralidad pública que ha retomado la ex presidenta resulta prolongada o circunstancial; si el reagrupamiento del peronismo se conserva hasta las elecciones legislativas o retorna pronto la segmentación observada hasta que se divulgó aquella decisión del Máximo Tribunal.
El enigma resulta una razón de intranquilidad para los libertarios. La determinación de Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz y Ricardo Lorenzetti no les cayó bien no quizás porque no la compartan en su esencia. Simplemente porque delineó otro territorio electoral donde la contrincante visible no será Cristina. Tampoco resulta sencillo predecir cuál podría ser el comportamiento social, sobre todo en Buenos Aires, donde existe un acervo cultural peronista que podría sentirse acicateado por la ausencia de la ex presidenta condenada.
Milei habría perdido uno de los presupuestos básicos de su estrategia electoral que consistía en la confrontación con la líder kirchnerista. Conserva otro que le continúa jugando a favor: la baja de la inflación que perforó en mayo el piso del 2%. Fue 1.5%. La más baja en cinco años. El éxito, sin embargo, asoma condicionado por una cantidad de conflictos sociales a los que presta escasa atención y conservan una persistente onda expansiva.
La sorpresa e intranquilidad del Gobierno que derivó del fallo de la Corte quedaron reflejadas en su comunicación. Milei celebró primero, desde el exterior, fustigando a los periodistas que habían hablado de la existencia de un pacto de impunidad con la ex presidenta a raíz de la maniobra libertaria en el Senado para tumbar el proyecto de Ficha Limpia. Luego despachó un tuit con las palabras “Justicia. Fin”. Remató más adelante que habría sido la primera vez que la justicia independiente habría podido actuar sin la intromisión de un gobierno. Ni una alusión a los considerandos del fallo, a la corrupción, ni a Cristina.
Ocurre que la figura de la líder kirchnerista habría comenzado a preocupar. Hasta la condena, la ex presidenta no encontraba un anclaje que la volviera a conectar con sus seguidores. Por ese motivo y para resguardarse en los fueros y resistir la condena había decidido apostar a la disputa de la Tercera Sección Electoral, el sur bonaerense. El arresto podría haberle concedido un lugar en la escena.
Guillermo Francos, el jefe de Gabinete, el funcionario con mayor experiencia política, alguna cosa divisó en la nueva realidad. “Espero que esto no se convierta en un show”, advirtió. El espectáculo había comenzado cuando Cristina salió repetidamente al balcón del domicilio de su hija, donde reside, para saludar y bailar delante de la militancia. Sus pocas frases no resultaron una casualidad. “Soy una fusilada que vive”, afirmó.
La palabra utilizada tuvo premeditación. Se acopló con una vieja historia de la resistencia peronista que el kirchnerismo se encargó de agitar en esas horas. Un día antes del fallo de la Corte Suprema -es decir el lunes 9- se cumplieron 69 años de los fusilamientos de José León Suárez ocurridos en 1956. Rebelión de militares peronistas encabezados por el general Juan José Valle que sofocó la Revolución Libertadora. Cristina suele ser artista para activar esas emociones.
Nunca debe pasar de largo un recuerdo. La ex presidenta, en un contexto social mucho más favorable que el presente, enviudó el 10 de octubre del 2010 cuando repentinamente murió Néstor Kirchner. Desde ese día compuso un personaje, ataviada de luto, y cimentó un liderazgo que le permitió avasallar en las elecciones del 2011 con el 54% de los votos en la primera vuelta.
Cristina logró en los primeros días posteriores a su condena algunas cosas que le resultaban imposibles. Habrá que ver si perduran cuando baje la espuma. Abroqueló en torno suyo a casi todo el peronismo. Incluso a los gobernadores Osvaldo Jaldo, de Tucumán, y Raúl Jalil, de Catamarca, que vienen colaborando con Milei en el Congreso. Aparecieron dirigentes que habían cortado los lazos políticos y personales. Recibió personalmente a Guillermo Moreno, el ex secretario de Comercio y adulterador del INDEC. Le abrió las puertas a Ricardo Quintela, el riojano que la había desafiado por el control del PJ.
No le hacía falta nada de eso, a lo mejor, para avanzar con una determinación. Cree haber retomado su papel de Jefa y difícilmente ceda la lapicera para la confección de las listas en las próximas elecciones legislativas. No sería grata noticia para Axel Kicillof que también debió acercarse personalmente a Cristina, en dos ocasiones, para expresarle solidaridad. El gobernador de Buenos Aires habría entrado en zona de apremio.
Sus hombres en La Plata supusieron en algún momento que la condena podía sacar a la ex presidenta de la cancha. Dejando campo libre para su proyecto presidencial 2027 y la renovación con su línea interna “Derecho al Futuro”. Ha comenzado a recibir con rapidez presiones para que eche atrás la decisión de desdoblar las elecciones en Buenos Aires. Anular el 7 de septiembre. Las insinuaciones vinieron, por supuesto, de parte de La Cámpora. También de intendentes del conurbano que militan junto a él. Uno conocido fue Jorge Ferraresi, de Avellaneda, que considera a la ex presidenta una perseguida. Axel resiste.
La idea de la proscripción y la persecución formará parte medular del libreto kirchnerista en campaña, por lo menos en Buenos Aires. Esos registros en el interior perderían intensidad. En cualquier caso, representarán una incomodidad objetiva en el principal distrito electoral para la alianza que La Libertad Avanza construye a medida que se devora al PRO. Para enfrentar aquel desafío el oficialismo debería tener más cuidado con sus protagonistas y sus modos. José Luis Espert, por ahora cabeza de lista bonaerense, agravió con salvajismo a Florencia Kirchner, la hija de la ex presidenta, durante un acto en la Universidad Católica Argentina (UCA). Su conducta derivó en un escándalo. Los sensores de Karina Milei se volvieron a activar. Siempre ha resistido a Espert.
Aquel exabrupto del diputado resultó disonante con la reacción cautelosa que evidenció La Libertad Avanza frente a la condena de Cristina. El Gobierno está obligado a recomponer su estrategia parlamentaria porque se avecinan días complicados. Luis Caputo, el ministro de Economía, necesita la aprobación de los proyectos que garanticen la posibilidad de que los ciudadanos usen “los dólares del colchón”. Milei deberá quizás reclutar a nuevos “héroes” que consigan sostener el veto que piensa aplicar al aumento a los jubilados y la ley de emergencia por discapacidad que aprobó Diputados y consagrará con certeza el Senado.
Unión por la Patria tuvo en el Congreso una primera reacción de furia luego de la condena a Cristina. Se retiró de la Comisión de Asuntos Constitucionales negándose a tratar un proyecto para reformar la Auditoría General de la Nación (AGN). Cecilia Moreau, sin ruborizarse, explicó que aquella decisión obedecía a que “el estado de derecho en la Argentina está muriendo”.
Tampoco debe sorprender. La simulación ha sido siempre una de las grandes destrezas kirchneristas. Máximo, el hijo de Cristina apareció un par de veces por televisión hablando de su madre y de la necesidad que los libertarios pongan fin a los discursos del odio. Por momentos emuló a un pastor. En simultáneo un comando de La Cámpora ingresó a Canal 13 y TN portando palos. Destruyeron instalaciones a mansalva. Incluso varios autos que estaban en el estacionamiento. Uno de ellos propiedad de Margarita Stolbizer.
Varios de los vándalos ocupan todavía cargos en organismos del Estado. El más conocido fue José Lepere, camporista bonaerense de Almirante Brown, Secretario de Interior de Eduardo “Wado” de Pedro, cuando el dirigente de Mercedes era ministro de Alberto Fernández y gendarme de Cristina. Otro gran simulador.
Fueron ellos, entre varios, los que agitaron desde hace años el argumento de que el proceso judicial de Cristina estaba viciado de nulidad por supuesta connivencia de tres funcionarios judiciales (de los 17 que tomaron parte) con Mauricio Macri. La Corte replicó en su fallo que la defensa no pudo indicar “una sola circunstancia concreta que permita inferir razonablemente que se comprometió la imparcialidad de los jueces” en la causa Vialidad.
El caso más meneado fue el del camarista Mariano Borinsky que jugó alguna vez al padel con Macri. También se apuntó contra el fiscal Diego Luciani por intervenir en un campeonato de magistrados que se realiza en un predio lindante a la residencia Los Abrojos, propiedad del ingeniero. Luciani pidió 12 años de prisión para Cristina y el arresto inmediato. El fiscal llegó a su cargo impulsado por la ex Procuradora K Alejandra Gils Carbó. Integró además el tribunal que en 2014 aconsejó la separación por mal desempeño de su colega José María Campagnoli. Había osado investigar nada menos que a Báez. La memoria kirchnerista suele ser corta y selectiva.
De hecho, soslayó que en 2024 instruyó un juicio político contra la Corte Suprema. Ventilando e inventando acusaciones. Ese episodio pudo haber fomentado la unidad de los tres jueces, muchas veces distanciados, sellada con el fallo contra Cristina. Prólogo quizás de otras novedades sonoras que pueden llegar.
15/06/2025 a las 4:36 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Ni estallido ni epopeya: solo una caída sin red
Roberto García
Fuente: Perfil
(*) Botiar.com.ar
15/6/025
Para unos, este miércoles empiezan Los 10 días que conmovieron al mundo, célebre obra de John Reed para narrar el estallido de la Revolución Rusa en 1917. Más deseo violento que comparación cierta. Otros, también radicalizados, imaginan un despliegue fenomenal de gente, más de 100 mil, como en la Colombia de 1948, cuando fue la Marcha del Silencio convocada por Jorge Eliécer Gaitán, previa al trágico Bogotazo tras el asesinato del líder liberal. Son predicciones aciagas, de dudosa repetición, que enlutan o revolucionan el traslado de Cristina Fernández de Kirchner desde su casa en Balvanera hasta los tribunales de Comodoro Py para perder su libertad efectiva por unos cuantos años.
Ella misma imaginó esa travesía apoteótica del Imperio Romano, según se advirtió en las declaraciones de una senadora más fiel que Lassie, la mendocina Anabel Fernández Sagasti, luego de su participación en la cumbre del PJ. Se preocupa el Gobierno, la Justicia, poco la propia condenada, quien convoca a un despliegue del gentío en forma pacífica. Si se puede.
Así como el tribunal se apresuró en citarla con varios días de aviso, quizá Cristina también se anticipó demasiado en llamar a sus masas: le dio tiempo al juzgado a desistir de citarla por cualquier escándalo popular y podría resolver un día antes que permanezca en la alborotada morada en la que se refugia para cumplir su pena domiciliaria.
Por estas características de exmandataria y promotora de manifestaciones, se piensa que es una presa política cuando, en rigor, es una política presa. Quien se ha convertido en prisionera por obra propia y cierta desidia e incapacidad. Como fue su administración: soberbia, impenetrable. A observar: buena parte del público piensa que la mandó enrejar el gobierno de Milei, los medios en general le atribuyen esa responsabilidad a la Corte Suprema, mientras Cristina y sus seguidores le imputan la culpa al partido judicial, a las corporaciones –de la norteamericana AmCham a la local AEA–, sin olvidar a Clarín, La Nación en sus distintas versiones, la CIA, el FBI, la Sinarquía y Fuerzas del Cielo que dominan la Tierra.
Ni una autocrítica, en cambio, por haber transitado cuatro años con un elegido o heredero, Alberto Fernández, quien hacía hand-off frente a la Justicia para tratar el caso de ella y preservarse a sí mismo como un impoluto de barrio. La viuda, a su vez, se equivocó en cambiar un operador poco apreciado que apretaba en los tribunales por una ristra inoperante que armó su hijo Máximo y La Cámpora –Ustarroz, Mena, entre otros–, quienes entraban en los juzgados como si fueran dueños, se hacían festejar por sus ocupantes y ni siquiera tuvieron inteligencia para estirar trámites, obtener resoluciones a favor o enlodar la causa. Saldo inaudito de cuatro años, impericia manifiesta ante una Justicia argentina poco considerada.
Ni hablar de las estrategias equivocadas de abogados caros que se han vuelto más caros con el tiempo: suele ocurrir con los grandes profesionales. Ahora van por un recurso ante organismos internacionales: más plata y tiempo en presidio en un departamento.
Torpezas varias, nunca admitidas por orgullo, hasta el ejemplo de no haber logrado el cambio de Procurador ni aceptar a un magistrado como Daniel Rafecas, un profesional controvertido que seguramente hubiera procedido distinto al ocupante actual de inexplicable supervivencia en el cargo, Eduardo Casal. Otro peso ante los fiscales.
Ni hablar también del encono de la dama con Ariel Lijo o Manuel García-Mansilla, a los que impidió treparse a la Corte para convertirla en una de cinco miembros en lugar de tres, por falta de confianza. Aunque justo es decir que esas nuevas voces no hubieran sido contrarias al último fallo: los papeles son los papeles, las firmas también, y el recorrido ante tantos juzgados previos –la mayoría designados curiosamente por Cristina– con dictámenes negativos impedía que el trío cortesano se escapara de un hecho consumado. Como ocurrió con Rosatti, Rosenkrantz y Lorenzetti.
Tal vez, hubiese ganado tiempo con algún desvío inventivo de los recién incorporados, lo que ella siempre necesitó para su aspiración política. Pero ese detalle jamás figuró en su soberbia omnipotencia, aunque parezca un oxímoron.
Basta ver, inclusive, cierta desafectación a la lectura, ya que algunos –por razones de interna partidaria– muchos de su bando se han mostrado estupefactos y heridos porque el fallo no contempla preso a Julio De Vido como culpable de los delitos, a pesar de figurar como número dos de Cristina en la corrupta cadena de mandos.
Típico de compañeros solidarios en el peronismo, esos que al parecer no tomaron en cuenta –como Juan Grabois– que en el momento en que se detuvo a José López con rebosantes bolsos de dinero frente a un sospechoso convento, también se confiscó el celular del funcionario, quien no registraba trato con el ministro, más bien lo ignoraba, y sí en cambio se comunicaba en más de una oportunidad con Cristina. O su marido, en carácter de “preferido” del matrimonio.
Recordar esta mención: ella misma lo reconoció en la Casa Rosada, en la visita del comandante Chávez a la Argentina –en la misión del venezolano que trajo por lo menos una valija a repartir con dólares a los más amigos, conocida como la causa Antonini Wilson– que para ella y su marido Néstor, “Josecito” había sido un hijo para ellos, discípulo criado y formado por la familia, casi un oriundo de Santa Cruz a pesar de su origen tucumano. Igual él nunca habló: omertà.
Las próximas horas de euforia cristinista por el momento ocultan otra penuria para ella y sus hijos: el decomiso de sus bienes. Nueva discusión, pero comprometida la viuda y su familia a pesar de las donaciones pasadas que a ella la dejan en la indigencia y no está protegido lo que le transfirió a su prole. Ni siquiera es necesario apelar a una acción pauliana para que el Estado recupere ese volumen de fondos a confiscar. Si soñó con dejarles a los nietos un legado voluminoso, ahora esa herencia está complicada y al borde del remate. Hay situaciones peores a pasarla mal en una cárcel dorada. Ese es un bajón todavía no contemplado con seriedad en la familia Kirchner, ya que en esos momentos los amigos también desertan. Sean o no testaferros
15/06/2025 a las 4:50 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Cristina Kirchner no estará en las listas, así que pretende estar en todos lados
Marcos Novaro
Fuente: TN
(*) Notiar.com.ar
15/6/025
La violencia kirchnerista crece y seguirá creciendo, a medida que el kirchnerismo se achica más y más.
Su justificación es que la “violencia de arriba genera violencia de abajo”. Tal como decían en los años sesenta y setenta sus predecesores de la izquierda peronista. Lo traducen, de momento, en el recurso a un “estado de movilización permanente”, la radicalización del discurso anti institucional, y acciones en consecuencia: como el ataque de La Cámpora a TN, que la dirigencia de esa organización no desautorizó ni desconoció; y, en la variante hasta ahora más ridícula y oportunista, no casualmente pergeñada en la cabeza de Juan Grabois, la convocatoria a la abstención en las próximas elecciones, queriendo imitar al Perón del exilio.
Si insisten por esa vía, irán aislándose cada vez más. Porque el disco duro del peronismo, el que pretende sintonizar con sectores más o menos amplios del electorado atendiendo a sus intereses y no solo a los propios, tiene mucho para perder por ese camino, y para ganar en caso de que encare una estrategia más moderada y centrista en las elecciones.
Sobre todo ahora que el centro político ha quedado vacante, por el debilitamiento del PRO y la dispersión del resto de JxC. Y dado que no hay muchas chances de una crisis, al menos no en el futuro cercano y una aguda como la de 2018, mucho menos como el 2001 o 1989.
En este sentido, la ratificación de la condena de Cristina no podía llegar en peor momento: la misma jornada en que la Corte firmó su fallo parece haber sido elegida adrede para ilustrar este punto, y poner de manifiesto el aislamiento y la alienación en que vive la dirigencia y la militancia k.
Y es que, mientras el 99% de los argentinos estaban atentos a la suerte de la Scaloneta en el Monumental, ese sector resiliente aunque en declive volvía a quedar enganchado en discusiones ya recontragastadas desde hace por lo menos una década: ¿es o no responsable Cristina Kirchner de la escandalosa corrupción que asoló nuestro país durante sus administraciones?, ¿merece seguir siendo representante del pueblo o por la gravedad de los delitos cometidos contra el erario público tiene que ser excluida de esa posibilidad?, ¿que se la condene es fruto de la prueba reunida, pese a todos los intentos de sus seguidores y cómplices por impedirlo, o de jueces y fiscales que aunque ella misma designó, la traicionaron para congraciarse con oscuros intereses políticos y económicos, y de los “medios hegemónicos” que, con Clarín a la cabeza, propalan mentiras sobre ella?
Todas cuestiones resueltas hace mucho, en las dos arenas que importan, respectivamente, para la Justicia y la política: el juicio de expertos en todas las posibles instancias de revisión, y la opinión de la ciudadanía. Nada que decir, entonces al respecto, que no se haya dicho ya infinidad de veces.
Cristina y sus seguidores, sin embargo, se empecinan en que el tiempo no pase, y en seguir negándolo todo. Niegan incluso con creciente énfasis lo que muchos de sus propios votantes, por las evidencias acumuladas con el paso de los años, han tendido a aceptar: que no puede sino ser responsable de una trama de corrupción inconcebible sin su activa participación, que los medios y los jueces hicieron al menos en este caso más o menos bien su trabajo, y que ojalá esto sirva para que otros poderosos sean juzgados, y los demás se cuiden de abusar de sus cargos y posiciones.
Que Cristina y los suyos no puedan aceptar nada de esto se debe a que los obligaría a hacer al menos una módica autocrítica, para la que no están preparados, como les sucede a todas las religiones. Y también a que guardan la esperanza de no tener que hacer ninguna, y salirse con la suya haciendo lo contrario, mostrándose por completo negadores y tercos frente a la realidad.
¿Por qué? ¿Porque realmente creen que todo lo que se ha probado sea falso? No necesariamente: por eso su argumento principal no es que sea inocente, sino que hay muchos otros corruptos que quedan impunes. Más bien a lo que apuestan es a que la condena sea pasajera. Y tienen a su favor una historia, que ha premiado la terquedad.
Su esperanza es que lo que hoy los jueces ponen blanco sobre negro, y establecen como verdad institucional indiscutible y condición parametral para nuestra convivencia, pueda ser pronto contradicho y olvidado, por obra de una nueva crisis que desordene por completo el escenario y, como ya sucedió varias veces en nuestra historia, produzca un intercambio de roles: los culpables devengan inocentes, y los condenados, jueces y fiscales.
Si pasó con Perón, de líder del pueblo a tirano prófugo, para volver al final a la condición inicial; con los militares, que alternaron varias veces el papel de “déspotas asesinos” y de “salvadores de la patria”, y también, aunque más módicamente, con los presidentes de esta etapa democrática, Alfonsín, Menem, Néstor Kirchner, ora enaltecidos como héroes, ora degradados a símbolos del fracaso, para luego ser rescatados del olvido y el desprecio colectivo, ¿por qué no va a pasar lo mismo con ella?
Se trataría solo de esperar. O mejor todavía: de generar condiciones propicias para que se produzca otra vuelta de campana. Como son las crisis agudas: porque en la crónica inestabilidad que nos caracteriza, cada vez que se frustran las esperanzas colectivas y se desarma el orden institucional vigente, los hasta entonces excluidos y marginados vuelven a escena, revalorizados por la ciudadanía, sus pecados se olvidan o se perdonan, resaltan sus méritos reales o imaginados, lo que estos aprovechan, en mayor o menor medida según los casos, para vengarse de quienes los habían estado impugnando y excluyendo. Contando para ello, por lo general, con la ayuda de una porción importante de estos últimos, los más entusiastas en promover el olvido tanto en las elites como en la masa, dado que olvidar es la mejor forma de disimular su inconsecuencia y oportunismo.
Como se ve, lo que el kirchnerismo se propone no supone innovación alguna. Mucho menos un aprendizaje de la historia: es más bien su opuesto, el recurso a los efectos amnésicos que acarrea el desorden recurrente. Paradójico para un grupo que siempre se llenó la boca con “la memoria”.
Que el ánimo exaltado de las masas por un nuevo estallido vaya a borrar con el codo las verdades compartidas que la sociedad y sus instituciones han venido construyendo hasta aquí trabajosamente con sus manos, entre ellas, que Cristina junto a sus socios fueron responsables de un sistema de corrupción irrespirable, pero también que el déficit público, genera inflación y sobreendeudamiento, que una economía muy cerrada y regulada no puede crecer y otras cosas por el estilo, es algo que habrá que ver.
En principio, dependerá de cuánto acierte o se equivoque el actual gobierno en su estrategia de estabilización y reformas. Y de que el sistema institucional y las demás condiciones políticas hayan cambiado lo suficiente respecto a la era de La Resistencia y el golpismo como para que las verdades compartidas aguanten las crisis que puedan presentarse.
Y respecto de este último punto la experiencia de Menem, y su diferencia con la de Perón, son ilustrativas del problema que enfrenta la todavía jefa del PJ: también el riojano se benefició de una crisis aguda, la de 2001, que debilitó el rechazo social y los obstáculos políticos que habían bloqueado hasta allí su pretensión de continuar en el poder y seguir liderando al peronismo; pero no le bastó, y debió conformarse con una banca en el Senado, y una interminable batalla por escaparle a la cárcel.
Nada augura que a Cristina le vaya a ir mejor que a Menem. Sobre todo si el 90% de los peronistas, para no hablar del resto, está más interesado en que siga bajando la inflación y se los deje de responsabilizar de todos los males asociados a su descontrol, al estancamiento, a la baja calidad de los bienes públicos, y también a la corrupción descontrolada. Y ven con indiferencia y distancia cómo el 0,1% de su sector se moviliza detrás de una figura que no garantiza nada de eso, tampoco ganar elecciones. Porque también la enorme mayoría de la audiencia desconfía y se aburre rápido: consumido el atractivo que siempre genera un final de temporada de cualquier telenovela, cambiará de canal cada vez que aparezca bailando o saludando para dar a entender lo contrario de una despedida, que jamás aceptará abandonar el centro de la escena.
Por eso es que el grueso de la dirigencia peronista hace ante ella su saludo a la bandera de rigor, se declara indignada por el dictamen judicial, y a continuación pergeña cómo tomar distancia. Explora ahora vías para salvar la ropa en las elecciones, apelando a los votos moderados que están disponibles y Cristina espanta, y seguramente pasados los comicios buscará otras para responsabilizarla por unos resultados que distarán de satisfacerles. Si hasta Axel Kicillof y los intendentes bonaerenses están en esa, no mueven un dedo por ninguna de las muchísimas movilizaciones que anda convocando el cristinismo residual, imagínense lo que la señora puede esperar del peronismo del interior.
De allí que ella también se esté esmerando por atender las necesidades electorales de su partido. Y junto a las marchas permanentes del camporismo, y el llamado de Grabois a la abstención, esté muy atenta a cómo se conforman las listas para las legislativas, y cómo se encara la campaña. Solo que al respecto le va a costar encontrar un equilibrio que le evite ser la responsable de la derrota, o perder el control del electorado que siempre consideró suyo: si se involucra demasiado, correrá el riesgo de lo primero; si toma demasiada distancia, de lo segundo.
Son los típicos problemas que enfrenta una voluntad política en declive frente a la resiliencia y la estabilidad de las instituciones: en este caso es el PJ, en el de la apuesta a la crisis y la amnesia colectiva, es el gobierno, la Justicia, el entero orden constitucional; lo que Cristina está viviendo en carne propia no es sino la futilidad de pelear contra el tiempo. Y el tiempo es sabio: como decía Perón, solo se deja vencer, y a medias, por las organizaciones.
En lo que sí Cristina ha estado a la altura de Perón, y no de ahora sino siempre, es en la habilidad para evitar que a su sombra crezcan líderes capaces de desafiarla. No logra, como aquél, que las masas se movilicen contra su “proscripción”: ningún jefe territorial ni sindical relevante está dispuesto a sacrificar, no digamos su vida, siquiera su cargo, para respaldarla. Pero sí consigue, y puede que por bastante tiempo más lo siga haciendo, que su sucesión esté bloqueada por falta de adversarios de peso. Así que seguirá aferrada al cargo que le queda, presidenta del PJ, ella que siempre lo valoró muy por debajo de cualquier otra cucarda institucional.
¿Qué irán a hacer los peronistas con eso, podrán coordinarse para ofrecer una alternativa? La ganancia en caso de lograrlo puede ser significativa: recuperar, como decíamos, muchos votos centristas que están vacantes y que Cristina espanta, justamente por su inclinación a imitar a Perón en su estrategia múltiple a la protesta, el vaciamiento institucional y la deslegitimación de los adversarios, internos y externos. Solo que, para lograrlo, esa dirigencia deberá encontrar lo que más le falta, y seguirá faltándole por un buen tiempo, tanto dentro como fuera de la estructura partidaria: otro jefe.
¿Habrá de todos modos “kirchnerismo para rato”, aunque en la forma de una minoría cada vez más pequeña y aislada, gracias a la complementariedad que establece con su contracara mileista? Es probable, y preocupante. Porque ambos polos colaboran y seguirán colaborando para dificultar una coalición de los moderados. Y podrán seguir justificando, como ya lo vienen haciendo, sus respectivas inclinaciones a la violencia y el debilitamiento de las instituciones.
¿Seguiremos atados entonces, a pesar de la exclusión de Cristina de la competencia electoral, a la polarización entre ella y Milei?
Es un riesgo, pero justamente porque él existe resulta más determinante lo que vaya a hacer a partir de ahora el peronismo moderado: el PRO ya no puede por sí solo articular el centro político, tampoco pueden hacerlo los radicales, está visto; se necesitan voces peronistas sensatas, que refuten a los violentos de uno y otro lado, los argumentos de Cristina sobre la “Corte corrupta” y sus “monigotes del poder económico”, y también los de José Luis Espert sobre los “hijos de puta” que pueblan, según él, el bando contrario por no compartir el “cárcel o bala”, ni su consecuente aval a la actitud supuestamente modélica de los policías que disparan a mansalva, y terminan cada vez más seguido matando transeúntes.