Por Hernán Andrés Kruse.-
Jean-Noël-Barrot y Annalena Baerbock, encargados de las relaciones exteriores de Francia y Alemania, respectivamente, visitaron recientemente la prisión de Sednaya, situada al norte de Damasco, capital de Siria. De esa forma, ambas potencias europeas mostraron su apoyo al flamante gobierno interino establecido luego del derrocamiento de Bashar-al-Ásad. Ambos diplomáticos coincidieron en calificar a Sednaya como “símbolo de los peores crímenes del régimen de Bashar-Al-Assad”. Según amnistía Internacional, entre 10 mil y 20 mil personas sufrieron en ese macabro lugar, a cargo de la policía militar del depuesto régimen, sufrieron tortura y malos tratos de manera sistemática (fuente: Infobae, 3/1/024).
Resulta notable que recién ahora Francia y Alemania se horrorizan de lo que pasaba con los prisioneros en Sednaya. De repente, gracias a la caída de Bashar al-Ásad, ambos países tomaron conciencia de la existencia de ese feroz campo de concentración construido en 1987, cuando el poder estaba en manos de su padre, Háfez al-Ásad. Cabe formular, por ende, la siguiente pregunta: ¿Francia y Alemania no sabían de la existencia de ese campo de concentración? Por supuesto que sabían lo que pasaba en Sednaya pero nada dijeron porque lo primordial era tener una buena relación con esa feroz familia. Una vez más queda dramáticamente en evidencia la hipocresía de las relaciones internacionales.
Y una vez más quedó dramáticamente en evidencia lo peor de la condición humana. Porque difícilmente haya un acto humano más abyecto que la tortura. Pero cabe reconocer que Sednaya lejos está de ser una excepción. Por el contrario, son miles las Sednayas existentes en el mundo. En la inmensa mayoría de los países la tortura es una práctica habitual. ¡Si lo sabremos los argentinos! Buceando en Google me encontré con un ensayo de Marina Lalatta Costerbosa (Universidad de Bologna) titulado “Argumentos contra la tortura. La definición de tortura, el estado de derecho y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (Derechos y Libertades-Número 39-Época II-2018). Saque el lector sus propias conclusiones.
UNA DEFINICIÓN INICIAL DE TORTURA
“Es muy difícil definir la tortura. Por lo general, se define como el sufrimiento físico o psicológico grave que se inflige de manera deliberada a una persona que se encuentra físicamente retenida. En este sentido, encontramos una definición paradigmática de tortura en la Declaración sobre la Protección de Todas las Personas contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes (1975) o en la posterior Convención contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes (1984), donde se incluye la discriminación entre las motivaciones de la tortura. El Artículo 1 de esta Convención define la tortura como “todo acto por el cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia. No se considerarán torturas los dolores o sufrimientos que sean consecuencia únicamente de sanciones legítimas, o que sean inherentes o incidentales a estas”.
Esta es una buena definición, fundamental desde el punto de vista moral y jurídico, a pesar de que este tipo de definiciones insiste en la crueldad del sufrimiento en lugar del poder de destrucción de la identidad de la víctima. La intencionalidad de infligir un daño queda, por tanto, en un segundo plano. En este sentido, estamos de acuerdo con la percepción de Sussman: “Desde el punto de vista moral, hay algo especial en la tortura que la distingue de los otros tipos de violencia”, porque “lleva a la víctima al punto de conspirar contra sí misma por medio de sus propios afectos y emociones, por lo que, al mismo tiempo, se siente impotente pero aún así cómplice activo de su propia violación”; porque “no solo traduce el valor […] que representa la dignidad al tratar al sujeto como un mero medio” (por usar el léxico kantiano); “implica una perversión deliberada de ese mismo valor, volviendo nuestra dignidad contra sí misma de una forma que es especialmente ofensiva para cualquier moralidad que la honre”.
Pero no estamos de acuerdo con la idea de que la tortura sea “moralmente más ofensiva” (la cursiva es nuestra). Es importante para nosotros excluir cualquier tipo de comparación o competición moral, ya que puede suponer el riesgo de adentrarse en un terreno muy resbaladizo, y no tendría sentido. Simplemente intentamos definir la tortura y condenarla por completo. El propio título de la Convención compara la tortura con los tratos inhumanos y degradantes. Esto es apropiado desde la perspectiva de una condena general de la violación de la dignidad humana, pero es importante mantener las diferencias en el nivel teórico de la reflexión. En este nivel, las diferencias son fundamentales para que las legislaciones puedan avanzar en este campo concreto, pero no tienen nada que ver con la jerarquía de delitos o violaciones de los derechos humanos, sino con nuestro intento de elaborar un argumento nuevo, más fuerte, contra la tortura.
Este es nuestro objetivo. Y una buena definición constituye un primer paso indispensable. Por ello, no olvidamos que en el debate actual sobre la tortura se utilizan con frecuencia definiciones instrumentales de la misma para denominar de una forma más aceptable algunos tratos que, de hecho, equivalen perfectamente a tortura, para legitimar lo que está prohibido por ley. En concreto, las definiciones basadas en criterios cuantitativos son muy escurridizas y pueden usarse para permitir, por ejemplo, graves torturas psicológicas, haciendo que el umbral de tolerancia se sitúe cada vez más abajo. Además, este umbral es intrínsecamente discrecional y está orientado hacia el poder institucional.
Si queremos llegar a una definición más prudente y apropiada de tortura, tenemos que combinar dos elementos diferentes, la intensidad del sufrimiento y la intencionalidad del daño infligido. Debemos concentrarnos en dos elementos al mismo tiempo, el torturado y el torturador. La tortura supone un sufrimiento intenso que es presentado como un sinsentido (y por esta razón se vuelve más insoportable, si es posible). Sin embargo, tiene un fin preciso: alterar la personalidad del ser humano. Desde esta perspectiva, el trauma de la tortura es un trauma concreto que no puede ser reducido a cualquier tipo de trauma general. No centramos nuestra atención en la definición clínica de trauma que corresponde al TEPT (Trastorno de estrés postraumático), sino que analizamos sus elementos constitutivos con relación a todo el sistema de la tortura. En este último contexto, ‘trauma’ significa síndrome o patología, pero con una característica fundamental: es producido por los seres humanos intencionadamente. Es un síndrome causado por la violencia deliberada de los seres humanos con la intención de destruir, aniquilar o devastar de manera definitiva a otros seres humanos.
Es una definición rica, pero insuficiente. Debemos tener cuidado al usar el concepto de trauma y su terminología ya que puede minimizar y simplificar la culpa y las responsabilidades. El término ‘trauma’ tiene un límite constitutivo, es incapaz de describir un mal tan extremo y profundo. Nos encontramos frente a cierta vaguedad expresiva y cognitiva que debemos poner de manifiesto, ya que centrarse en la sintomatología elude la etiología crucial: la intencionalidad de la violencia extrema, que perturba a los seres humanos. “Hablar de “trauma” despierta nuestro interés con respecto al cuerpo y la mente devastados en lugar de considerar el origen, la razón etiológica del sufrimiento. Del uso generalizado de “trauma” surge una anestesia moral y política que llega a ser más peligrosa si presupone una condición biológica y psicológica común, un proceso perturbador común, incluso cuando las víctimas no comparten cultura, biografía, condiciones sociales o estatus económico” (R. Beneduce: Arquelogía del trauma).
La indiferencia hacia un significado social y cultural diferente del sufrimiento es aún más evidente cuando las causalidades naturales, casuales o humanas se superponen, generando confusión y errores. La diferencia entre situaciones traumáticas concretas es tan relevante, que si la ignoramos o la subestimamos ya no podremos distinguir otros fenómenos que no estén relacionados. No es una posición neutral, porque esconde una diferencia moral fundamental, la de las responsabilidades morales, pero en este ámbito la culpa moral es parte del trauma en sí mismo. Es evidente que si hablamos de trauma para referirnos a un niño maltratado, a las víctimas de un accidente de tren, a los supervivientes de un desastre natural o a las víctimas de las atrocidades de una guerra, preferimos ocultar algunos aspectos para protegernos de una angustia insoportable. Sólo si partimos de estas premisas podremos continuar nuestro análisis utilizando el concepto de trauma con referencia a la tortura. En concreto, en el siguiente apartado, vamos a definir la tortura como un “trauma social”.
LA TORTURA DESDE UN PUNTO DE VISTA PSICOSOCIAL
“La tortura provoca un tipo particular de trauma debido a su valor transindividual, social y público. El esquema de pensamiento de una víctima de la tortura se desintegra, y de este se borran algunos requisitos previos como la reflexión, la autorreflexión o la visión interior de uno mismo, que sirve también para ver a los demás como interlocutores similares y homólogos en este despliegue de la razón. La tortura es un sistema capaz de romper la comunicación y cualquier posibilidad de reconocimiento del Otro. Un sistema basado en un mecanismo que hace posible que seres humanos sin patologías sean capaces de torturar a otros seres humanos. Un mecanismo concebido como un entrenamiento específico, o mejor dicho, una iniciación completa que reproduce temporalmente las técnicas de la tortura: el aislamiento, la manipulación y la reprogramación de la identidad de las víctimas.
Robert J. Lifton, famoso por su importante monografía sobre los médicos nazis, pero también por sus actividades en el campo de la psiquiatría en la Harvard Medical School de Boston, señala este marco complejo y ordenado de la tortura. Nos habla de “situaciones que provocan atrocidades”, que inducen a los médicos, y en un ámbito más general a algunos empleados de la sanidad, a “socializar” con la tortura. Una condición que, por medio de la participación de los médicos, parece legítima, como si su autoridad profesional se trasladara al esquema de la tortura. Pero Lifton también destaca el papel de todo el sistema de “producción de atrocidades”, que tiene el poder de hacer que la “gente corriente” sea cómplice y coopere con el mal más terrible. “Un torturador no nace sino que se hace”, nos recuerda Françoise Sironi.
Desde 1945 hasta la actualidad, las investigaciones sobre las personalidades de los agentes de la violencia colectiva muestran una ausencia de psicopatología, una gran capacidad de adaptación y una gran habilidad de obedecer. Esta capacidad de obedecer, también necesidad, se basa en el miedo y en un enorme deseo de sentirse considerados, queridos y elogiados por sus jefes. La imagen del jefe se presenta como la de un padre ideal que inspira temor. Aquellos que participan en los programas de iniciación a la tortura provienen de grupos marginales de la sociedad, aunque creen que son elegidos por su valentía, valor, etc. “Para poder torturar, violar y matar por razones políticas, hay que deshumanizar antes a la víctima. La deshumanización de la víctima supone primero una deshumanización del acosador, del agente de la violencia colectiva. Su capacidad para empatizar debe ser destruida. La empatía es la capacidad de pensar los pensamientos de los otros. Es la habilidad de proyectar, de ponerse en el lugar del otro, de poder sentir los sentimientos de los demás” (F. Sironi: Bourreaux et victims).
No hace falta utilizar esta sensibilidad de forma virtuosa. Debemos recordar que es necesario no confundir sentimientos morales como simpatía y empatía, que es un requisito esencial para activar el deber moral, aunque no constituya una garantía suficiente para hacerlo. Sin embargo, es fundamental una identidad personal que esté en consonancia con el otro, porque puede permitir el flujo de sensaciones. Así que para detener este flujo es necesario destruir la identidad personal. Sin identidad también se niega la posibilidad de empatía. Para ponerse en la perspectiva del otro debe existir en mí un Yo organizado e intacto. “La condición necesaria para ser empático es poseer una identidad propia. Captar lo que percibe el otro supone tener conciencia de la propia singularidad. El torturador es un instrumento político destinado a producir deshumanización. Por esta razón, su capacidad para empatizar debe ser interrumpida o destruida” (F. Sironi: Bourreaux et victims).
20/01/2025 a las 10:53 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Elecciones en tiempo de “ficha limpia”
Edgardo Mocca
El Destape
19/1/025
Un mínimo de decencia política y periodística hubiera aconsejado que la muerte del fiscal Nisman fuera tratada guardando respeto a la verdad. La maquinaria “informativa” ha optado, en cambio por la estrategia contraria: ha decidido que el momento es adecuado para volver a instalar “verdades mediáticas” que desfiguran los hechos y obstruyen sistemáticamente el acceso a la verdad. La “actualidad” del tema no es de orden judicial, ni mucho menos periodística: simplemente se trata del viejo recurso de utilizar una fecha -en este caso la de la muerte del fiscal- como el fundamento para la legitimación de una persecución, la de la ex presidenta Cristina Kirchner.
El hecho revela -y demuestra- que el ataque a Cristina desborda cualquier supuesto compromiso con la verdad y cualquier intención esclarecedora. Los argumentos son los mismos que los utilizados hace diez años: iguales los “testimonios”, igual la construcción de una novela a la que la película de Netflix, difundida entonces masivamente, había desautorizado de modo contundente: ningún testimonio sobre el “atentado” sobrevivió a la obra artística que, con abundancia de testimonios autorizados, permitieron mostrar la trama humana de un fiscal enredado en el nudo que su propio drama personal tejió con el supuesto “crimen”.
Está muy claro y es fácil de comprobar la existencia de una trama dirigida a la utilización del hecho como recurso político: un recurso al que, finalmente, habrá que resolver su eficacia (entre irresponsable y delictiva, pero eficacia al fin). Quiso otra “casualidad” que el inocente recordatorio penal-judicial coincidiera con el anuncio del tratamiento parlamentario del llamado proyecto de “ficha limpia”, la lista de cuyos más entusiastas respaldos pone en duda (y hasta en ridículo) sus supuestos propósitos: la lista de sus apoyos incluye en un sitial muy notorio al ex presidente Macri y sus maniobras vinculadas con el correo argentino.
EL MODO DE DOMINIO POLÍTICO DE LAS CONCIENCIAS
Lo interesante de la cuestión no debería consistir en “pasar lista” de los personajes, partidos y oligopolios mediáticos y de otro tipo, que suman leña a este sospechoso fuego. Lo central es la ratificación de un modo de dominio político de las conciencias del que, a esta altura, se puede decir que ya mostró más eficacia que el que se puso en marcha con el golpe de estado de Uriburu en 1930: los medios de comunicación oligopólicos y articulados con agencias de gobiernos extranjeros son los pilares de este nuevo recurso oligárquico. El poder sobre lo que se agita y se utiliza, sobre lo que se oculta y/o tergiversa es el signo específico de la dominación política en nuestros días. Y el asunto no se agota en el problema de la estabilidad política de los estados que están colocados en la mira de los grupos políticos y económicos más poderosos de la tierra: implica un enorme signo de interrogación sobre el significado de la democracia. En Argentina podemos reconstruir la historia de este giro político: en 1983, la guerra de Malvinas fue un operativo de ensayo de esta novedad; después de la rendición argentina -¡ese mismo día- la dictadura cívico-militar que había sido colocada en el gobierno por las agencias del imperio se esfumó en cuestión de horas como si nunca hubiera existido.
Estos hechos, estas cosas, no pertenecen al pasado: por el contrario: son el terreno en el que se libra la batalla por la democracia en nuestra región. Existe una especie de tribunal mundial que dictamina cuáles gobiernos son legítimos y cuáles no, cuándo es válida la injerencia de potencias extranjeras y cuándo no. Es decir, el estado nacional deja de ser el sujeto del “demos” de la democracia, es a lo sumo un combatiente más en la guerra, cuya suerte depende, cada vez más, de los procesos de construcción de la opinión política.
EL SUPUESTO REGRESO A LA RACIONALIDAD DEL MUNDO
¿Cuál es el calendario electoral de este año en nuestro país? Existe un calendario legal-formal, pero no es muy difícil demostrar que el proceso ya empezó. De modo casi imperceptible, la imagen pública del actual presidente luce más “respetable”. No ha abandonado la “costumbre” de insultar públicamente a sus adversarios (entre quienes figura más de un ex aliado/a entusiasta. De modo gradual el país en el que ha regresado el hambre y todas sus siniestras consecuencias es presentado por los medios principales como un camino de “regreso al mundo”, a la racionalidad. Una racionalidad que consiste en abrazar la causa de los países más poderosos y poner todas las distancias posibles con los que tienen la mancha venenosa de su compromiso con la integración regional y con la búsqueda de rumbos alternativos en la geografía mundial.
De manera que la presencia de Nisman en estos días opera como un recordatorio, de “quiénes somos” y dónde estamos parados. Y la suerte de la principal figura de la oposición está expuesta a una guerra claramente declarada. Y declarada nada menos que en nombre de la “ficha limpia”.
20/01/2025 a las 10:57 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Milei y Macri, al borde de la ruptura
Joaquín Morales Solá
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
19/1/025
Milei lo dice en público y lo repite en privado a quien quiera escucharlo. Macri hasta propuso en un tuit dirigido al propio Presidente la creación de una comisión para negociar ese acuerdo; incluso, inscribió en el mensaje los nombres de sus delegados en tal comisión presididos por Cristian Ritondo, el presidente del bloque de diputados de Pro en la Cámara de Diputados y quien mejor se lleva con los libertarios sin amenazar con cambiar de partido. Una extrañeza en estos días. El conflicto consiste, por un lado, en que a esa vocación de Milei la estropean un peldaño debajo de él su hermana Karina y su poderoso asesor Santiago Caputo. La hermanísima se hizo cargo de la construcción de un partido en serio en la Capital, donde Macri creía que ningún dirigente no peronista desafiaría su condición de fundador de una alternativa al peronismo. Pero ¿no tiene derecho La Libertad Avanza, acaso, de contar con su propia organización política en la Capital? Lo tiene, pero no hasta el extremo de convertirse en el principal adversario legislativo de la gestión del otro Macri, Jorge. El Caputo asesor (el Caputo ministro tiene demasiadas cuestiones que atender como para meterse en construcciones electorales) está convencido, a su vez, de que el mileísmo ganará la provincia de Buenos Aires sin la ayuda de nadie. ¿Para qué, entonces, hacer un negocio electoral con Pro, que siempre significará sacrificar cargos legislativos? Ese Caputo no incursiona en la Capital: territorio de Karina, dice, respetando los límites que estableció la diarquía gobernante. Mauricio Macri no sabe si creer que el entorno más cercano de Milei condiciona las ganas del mandatario o si se trata de una simple actuación del jefe del Estado para, como dirían los españoles, marear la perdiz. En el macrismo subrayan que solo el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, dio pruebas de respetar la voluntad de su patrón político. Es siempre coherente con lo que se dicen Milei y Macri en diálogos de los que nadie se entera. En verdad, ellos hablan mucho más por línea privada que los elogios que se prodigan en el espacio público. La conclusión es obvia: algo raro sucede, debajo o a los costados de ellos, para que estén al borde de la ruptura.
Mauricio Macri, que aprendió en los últimos días el arte de andar saltando de un trapecio a otro (entre los duros y los acuerdistas de su partido), está condicionado, a su vez, por la posición de su primo, el jefe de gobierno de la Capital. Sucede que Jorge Macri debe vérselas con la posición militante en su contra de la referente de Karina Milei en la Legislatura local, Pilar Ramírez. Mauricio Macri no puede ni quiere tampoco ser indiferente frente a una política nacional que ignora su condición de líder de la Capital, de creador de un partido que gobernó el distrito (uno de los cuatro más importantes del país) durante los últimos 17 años. A pesar de que nunca se sintió cómodo en la gestión parlamentaria, es probable que el expresidente, si se le cierran todas las puertas para un acuerdo con Milei, acepte la candidatura a senador nacional que desde hace rato le propone su primo. Por ahora, el expresidente insiste: no se resigna a un desacuerdo electoral con Milei.
Fue Jorge Macri el creador del último documento de Pro, en el que este partido se quejó severamente por la ausencia del presupuesto para 2025 en la convocatoria presidencial a sesiones extraordinarias del Congreso. Durante el receso legislativo, solo el Presidente puede llamar a sesiones extraordinarias y fijar los temas que deberá tratar el Congreso. Conceptualmente, el documento es impecable: el Congreso no puede eludir el debate sobre la principal ley de la administración del país, como lo es el presupuesto. Esta vez es la primera en la historia que el jefe del Estado prorroga durante dos años consecutivos un presupuesto ya muy viejo. Tampoco en 2024 se pudo aprobar un presupuesto nuevo. En teoría, Milei gobernará en 2025 con el presupuesto de Alberto Fernández y de Sergio Massa de 2023. La realidad es muy distinta de la teoría: la ley autoriza al Gobierno a modificar las partidas del presupuesto heredado de acuerdo con el menú del día. Milei no habría hecho nunca el homérico ajuste que hizo en las cuentas públicas con el presupuesto de Alberto Fernández ni con la extraña generosidad de Massa para distribuir los recursos nacionales entre amigos, sponsors y favorecedores. Respetar el mandato constitucional de un presupuesto aprobado por el Congreso es un deber, no una opción.
El error de Jorge Macri consistió en difundir ese documento sin consultarlo previamente con los otros gobernadores y legisladores de lo que fue Juntos por el Cambio. Nadie supo nada nunca hasta que el documento apareció en los sitios web de los principales diarios. Mauricio Macri empezó luego una larga gestión para serenar a los gobernadores y legisladores ofendidos porque su partido los había excluido. Comprendía esa ofensa. A Jorge Macri lo acechan, al mismo tiempo, módicas encuestas sobre su gestión en la Capital. Si el jefe capitalino tuviera encuestas muy buenas sobre su gestión, difícilmente el mileísmo se animaría a retarlo a un duelo electoral. Por su parte, muchos gobernadores de ese espacio le temen a la ruptura entre el mileísmo y Pro porque suponen que los aguardará la derrota a manos del peronismo. Encuestas recientes señalan, por ejemplo, que una eventual división entre mileísta y macristas significaría el fracaso electoral de los dos en la provincia de Entre Ríos, que elegirá senadores nacionales este año.
Con todo, la consecuencia más peligrosa sería un eventual triunfo de Cristina Kirchner en la provincia de Buenos Aires como candidata a diputada nacional; ahí no se elegirán senadores nacionales. El viernes terminó con una sorpresa, que es también una contradicción: el Presidente firmó un buen proyecto de ley de ficha limpia (escrita por el ministro de Defensa, Luis Petri), que impediría la candidatura de Cristina. Cuidado: es una ley electoral y su aprobación necesitará de la mayoría absoluta de las dos cámaras del Congreso. Colina alta y empinada. Las encuestas que se conocen hasta ahora, más allá de la certeza inverosímil de Santiago Caputo, señalan que la división del arco no peronista terminaría con la victoria de la señora de Kirchner en la provincia de Buenos Aires, si es que esta fuera candidata. Pero ¿qué significa en ese contexto que Milei haya incluido en su convocatoria al Congreso, para su tratamiento en sesiones extraordinarias, los acuerdos de los dos propuestos para la Corte Suprema: Ariel Lijo, más que controvertido, y Manuel García-Mansilla, incuestionable? ¿Significa, acaso, que ya existe un acuerdo con Cristina Kirchner para aprobar, al menos, el pliego de Lijo? La expresidenta controla un tercio del Senado; sin ella, es imposible que alguien llegue a la Corte Suprema con la aprobación, como manda la Constitución, de los dos tercios de los votos del Senado.
Una alianza ya consumada entre ellos explicaría hasta el despido del expresidente de la crucial UIF (Unidad de Información Financiera), Ignacio Yacobucci, que había mostrado vocación para seguir investigando las corrupciones del kirchnerismo. Yacobucci estaba débil desde octubre pasado cuando le nombraron vicepresidente del organismo a Santiago González Rodríguez, amigo del infaltable Santiago Caputo; aquel nuevo funcionario fue objetado formalmente en su momento por María Eugenia Talerico, exvicepresidenta de la UIF e implacable reveladora de los misterios mileístas y de la corrupción kirchnerista. En las redes sociales, lo tuiteros amigos de Milei anunciaron la semana pasada que se reirían de Talerico pocos días después. Sucede que nombraron en el lugar del severo Yacobucci, que es hijo de un juez de la Cámara de Casación, a un exmarido de Talerico, el polémico fiscal Paulo Starc, de quien ella se separó hace más de una década. Talerico está siendo difamada por kirchneristas y mileístas; dicen, por ejemplo, que fue abogada del banco HSBC. Nunca lo fue. ¿Starc no debió rechazar el ofrecimiento cuando lo usaron para ningunear a su exesposa y madre de sus hijas? Pero los caballeros pertenecen ya a la nostalgia. Talerico viene desconfiando desde hace rato de un acuerdo entre mileístas y kirchneristas para entronizar a Lijo en la Corte Suprema. Le acaban de dar argumentos a su sospecha. El Gobierno hasta señaló que echó a Yacobucci porque pierde el tiempo (y el dinero público) en perseguir la corrupción kirchnerista. “Ese trabajo es de los fiscales”, se desentiende la administración y, así, tranquiliza a la viuda de Kirchner y a sus seguidores. Adiós, entonces, a las históricas pesquisas de la UIF. Si tales maniobras no nos están contando un acuerdo político, aceptemos que todo lo que muestran se parece demasiado a una componenda hecha en la nocturnidad.
El eficiente intendente de Tres de Febrero, Diego Valenzuela, formó parte de los que eligieron correr en auxilio de los vencedores. Se fue de Pro a La Libertad Avanza. ¿Novedad? No. Su esposa, la senadora provincial Daniela Reich, ya había dado un brinco en octubre pasado desde el bloque de Pro al del partido del Presidente. Patricia Bullrich, eficaz ministra de Seguridad, volvió a ofrecer ese espectáculo tan suyo de saltar entre distintas y sucesivas lealtades, que distinguió su vida política. Importan las alianzas partidarias, no las personales. Una encuesta de Fixer señala que La Libertad Avanza y Pro le ganarían ampliamente las elecciones nacionales al peronismo si fueran juntos. En cambio, si Milei fuera solo, podría alcanzar en el país apenas un modesto y oscilante triunfo. Hay una secuela probable de la eventual soledad electoral del Presidente y consiste en la resucitación política de Cristina Kirchner, que marcaría para Milei el final de la primavera política y el principio de un invierno cruelmente gélido.
20/01/2025 a las 11:04 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Milei y el tiempo del vampiro
Eduardo van der Kooy
Fuente: Clarín
(*) Notiar.com.ar
19/1/025
Allá por la década del 60 el periodista Dante Panzeri decidió remar contra una corriente de opinión que empezaba a sostener que el fútbol, con la planificación, se iba a tornar irremediablemente previsible. Así nació su libro “Dinámica de lo impensado”, cuya argumentación central se afinca en que el deporte más popular sigue siendo lo que es porque difícilmente se puede adivinar. Haciendo a trazo grueso una transpolación a la política, aquella definición explicaría el presente de la escena nacional.
Javier Milei inició su segundo año en el poder como un protagonista omnipresente. Mirando imaginariamente desde un púlpito a los demás. Mérito, en gran parte, a la estabilidad que logró imprimirle por ahora a la macroeconomía. También, producto del efecto que causó en la oposición de cualquier pelaje su apabullante e impensada victoria en el balotaje. Se advierte allí un riesgo de pulverización.
El Presidente se ha convertido para aquel sector en un sujeto inasible, impredecible, aunque del recorrido de la gestión surgen pistas nítidas y recurrentes: el control inflacionario y el equilibrio fiscal. El desconcierto y la sorpresa se vincularían también con la fidelidad hacia él de una amplia franja social que hace omisión de muchas de sus conductas reprochables y de los costos que conlleva la motosierra.
El experimento en curso posee diferencias medulares respecto de lo ocurrido con Cristina Fernández en 2011. Fue cuando ganó con el 54%. La época del “vamos por todo”. También, ante una oposición atomizada. Pero se alzó con el control de Diputados y el Senado. Milei, en cambio, emergió con una casi nula representación parlamentaria. Se atrevió a decisiones impensadas dentro de lógica que ha caracterizado estos 40 años y pico del regreso democrático.
En esa audacia padeció derrotas. Se supo reponer haciendo valer el peso de su figura frente a una clase dirigente con enorme desprestigio popular. Terminó imponiendo la Ley Bases que habilitó reformas estructurales. Combinó esa herramienta con el manejo discrecional de fondos que le permite el Presupuesto prorrogado. Mecanismo con el cual seguirá contando este año para afrontar las elecciones legislativas. Ha tenido capacidad, por otra parte, de sortear costos políticos que en su momento fueron interpretados como posibles puntos de inflexión. Vale recordar los vetos a la compensación jubilatoria y a la Ley de Financiamiento Universitario. Navegó además la onda expansiva del caso de corrupción del senador K-libertario, Edgardo Kueider, detenido en Paraguay, y el boicot al proyecto de Ficha Limpia impulsado por la diputada del PRO, Silvia Lospennato.
En este punto parece plantearse una de las paradojas de este tiempo. La batalla política de Milei está enfocada sobre el PRO, su aliado clave del primer año, antes que en contra del kirchnerismo. Encargado de rechazar cada una de sus iniciativas. Aquella pulseada adquiere una intensidad tal que termina nublando al resto. Un ejemplo: el macrismo fue la única voz que se escuchó por la determinación del Gobierno de excluir el tratamiento del Presupuesto en las sesiones extraordinarias. La UCR asoma desaparecida. El peronismo kirchnerista está ensimismado con su interna en Buenos Aires. Encuentro Federal, que preside Miguel Angel Pichetto, optó por el silencio ante la variedad de opiniones en el bloque.
Al margen de las razones objetivas del reclamo, el PRO descerrajó calificativos sobre la administración libertaria que no se recuerda que haya utilizado siquiera la principal oposición. Los aliados hablaron a raíz de la decisión oficial de esconder el Presupuesto del alejamiento de Milei de “una democracia participativa que refuerza una visión autoritaria”. Se entiende cabalmente la prescindencia kirchnerista. No son tópicos que alguna vez le hayan interesado.
Esa dureza tuvo explicación. También sus consecuencias. Mauricio Macri fue desairado por Milei después de haberse zambullido con cierta candidez en la propuesta libertaria de “un acuerdo electoral para terminar de arrasar al kirchnerismo”. Llegó, incluso, a proponer una comisión negociadora que La Libertad Avanza olfateó excesivamente similar a los modos de “la casta”. Guillermo Francos sostuvo que no hay ningún apuro por hablar. También descalificó la hipotética postulación del ingeniero en la Ciudad lanzada, tal vez por necesidad, por su primo, Jorge, el jefe porteño.
La acción macrista en sus dos fases –acuerdo electoral y latigazo por el Presupuesto— produjo algunos desacoples en la estructura interna. La queja más sonora corrió por cuenta del gobernador de Entre Ríos, Rogelio Frigerio. El mandatario de Chubut, Ignacio Torres, se desdobla con mayor plasticidad. Protesta hacia adentro. Marca hacia afuera el estilo excesivamente beligerante de Milei. A esos dos dirigentes los une un interés común: los pactos fiscales abrochados con el Gobierno.
El ex presidente choca casi siempre con el mismo problema. Se entusiasma con Milei. De inmediato sobreviene el desencanto cuando comprueba los impedimentos que se levantan en el entorno presidencial. “No hay interés en trabajar coordinadamente hacia adelante”, se quejó Macri en una cena realizada en Cumelén. Dejó una denuncia elíptica. O no tanto. “Esa posibilidad la bloquea las dos terceras partes del Triángulo de Hierro”, apuntó. No dejó margen para una adivinanza. Refirió al joven Santiago Caputo y a Karina Milei. Los únicos cancerberos auténticos del Presidente.
¿Está convencido Macri de que el único obstáculo serían aquellos dos funcionarios? ¿O solo representan la vanguardia de una estrategia que compartiría enteramente Milei? Allí anida el verdadero dilema. En su pico de fortaleza y quizá de popularidad (58% de imagen positiva le adjudica la consultora ARESCO), el Presidente preferiría aplazar cualquier convergencia electoral. Aprovecharía la coyuntura de bonanza política para mutar en vampiro y chupar hasta la última gota de sangre que le pueda quedar al PRO.
El ex presidente queda de ese modo en una encrucijada. Se somete al vampirismo mileísta, lo enfrenta a riesgo de tener que atravesar una prueba extrema e incierta en los comicios de octubre o apuesta a que el contexto cambie. ¿Cómo? Con un debilitamiento del León libertario. Algún desajuste que no le haga creer, como hasta ahora, que con la estabilidad macroeconómica caminará hacia la eternidad. Podría prestar mayor atención a la precariedad que aún manifiesta el cuadro general: los vaivenes del dólar en las últimas semanas y las dificultades financieras de dos grandes conglomerados agropecuarios tuvieron registro, según dos importantes consultoras, en las expectativas sociales.
El vampirismo mileísta cuenta con una colaboradora de hierro. Que no pertenece al Triángulo. Patricia Bullrich coloca su proa, cada vez que puede, en contra del PRO. Su partido anterior. Torea a Macri y va capturando soldados. Se sabía que Diego Valenzuela, intendente de Tres de Febrero, estaba cerca del ella y del Presidente. Sacó un bando para explicar que decidió convertirse en libertario puro. Lo había antecedido Ramiro Eguen, de 25 de Mayo. El cordobés Luis Juez dejará en el Senado el bloque del PRO. Habría que seguir las huellas del intendente de Mar del Plata, Guillermo Montenegro. Las presas más cotizadas son los diputados Diego Santilli y Cristian Ritondo, jefe del bloque del PRO.
La ministra de Seguridad parece sentirse cómoda en el planeta de los conversos al arremeter contra el macrismo. Hay que reconocer que tiene mucha gimnasia. Cruzó a sus ex socios al expresar que se había negado a firmar en abril del 2022, en plena campaña, una declaración de Juntos por el Cambio que rechazó un posible acuerdo electoral con Milei. La realidad fue que ella misma resultó una de las impulsoras. Era candidata. Luego crucificó a Macri cuando el ingeniero hizo guiños imprudentes al León libertario antes de las elecciones. También Bullrich expresó desencanto con la administración macrista que integró. Se habría acordado un poco tarde. El ex ministro Guillermo Dietrich recordó: “Estuvimos cuatro años juntos con dos reuniones por semana y nunca te escuché decir ninguna crítica”.
El encono entre libertarios y macristas se va expandiendo en todas las líneas. Intercambian acusaciones sobre asuntos de alta sensibilidad: la falta de transparencia pública, las sospechas de corrupción. Favor que el kirchnerismo nunca esperó. Hace días la Dirección General Impositiva (DGI), que comanda el topo Andrés Vázquez, dejó trascender una supuesta lista de empresarios K que habrían sido blindados por la ex AFIP en épocas de Juntos por el Cambio. Llegó, como era de esperar, el turno del contraataque: Mariano Federici, ex titular de la Unidad de Investigaciones Financieras (UIF) con Macri, denunció un pacto de impunidad entre el Gobierno y los K después del despido del actual titular del organismo, Ignacio Yacobucci.
¿En qué consistiría? El funcionario saliente apeló un fallo favorable a Cristina Fernández en un tramo de la causa Hotesur que está elevada a juicio. El Gobierno difundió otro libreto: supuesta incompetencia de Yacobucci y gastos por sus frecuentes viajes al exterior. Una cortina que corrió otras veces para ocultar motivos políticos detrás de presuntos actos de indecencia.
Quizá los verdaderos pecados de Yacobucci hayan sido otros. Sus contactos con Elisa Carrió o algún pedido de asesoramiento al propio Federici. Nada de todo eso suele escapar al radar de Santiago Caputo: para eso controla la SIDE y la nueva Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA).
Aquella cortina puede correrse de nuevo con el proyecto de Ficha Limpia que promueve el Gobierno. Ratifica la inhabilitación para candidatos con doble condena. Igual que el que promovió Lospennato, y los libertarios regatearon bajo la excusa de “no proscribir” a Cristina Fernández. ¿Será para recuperar la iniciativa perdida en ese tema? ¿Será para exponer a “la casta” en caso de que no prospere? Cada pregunta implicaría un posible encubrimiento.
20/01/2025 a las 11:10 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Ficha Limpia: ¿un giro del Gobierno o un medio para disimular el pacto con los K por Lijo?
Marcos Novaro
Fuente: TN
(*) Notiar.com.ar
19/1/025
Finalmente, el Gobierno presentó, para que se discuta en las sesiones extraordinarias, el proyecto de ley para que los candidatos a legisladores nacionales tengan que atravesar un filtro anticorrupción. ¿Qué diferencia este proyecto del que se frustró durante las sesiones ordinarias por el faltazo de buena parte de los diputados libertarios? Nada. O en realidad una sola cosa: el paso del tiempo.
Se especulaba con que tal vez el nuevo texto iba a encontrarle la vuelta para no afectar una eventual candidatura de Cristina Kirchner al Senado este año, pero finalmente no es así: también el que ahora se dio a conocer la dejaría fuera de competencia, porque contempla la situación de quienes enfrentan fallos condenatorios en segunda instancia. ¿Por qué será que al Gobierno le parece ahora bien lo que un par de meses atrás no quiso avalar?
Recordemos que incluso funcionarios libertarios, y el propio Presidente, dijeron que les parecía mal “proscribirla”, que querían que se presentara para ganarle la elección; y argumentaron también, falsamente, que una prohibición como la que se proponía podría ser utilizada injustamente por actores políticos con influencia en los tribunales contra candidatos bien posicionados en las encuestas, pero no tan conectados con las mafias del poder. Toda esa cantinela parece que quedó ahora de golpe en el olvido. ¿Por qué?
¿Será que entonces el oficialismo estaba negociando con Cristina un pacto, que Ficha Limpia podía entorpecer, por eso la bombearon, y ahora ese pacto está descartado, y entonces rescatan el proyecto? Puede ser. Pero ojo: es también muy probable que sea cierto lo primero, pero no lo segundo. Veamos.
Manuel Adorni salió enseguida a apabullar con las “evidencias incontrastables” que supuestamente ofrece el giro oficial en cuanto a que nunca hubo nada raro: “Dijeron de todo, pero nada fue cierto: el Presidente de la Nación ha firmado hace instantes el proyecto de ley denominado ‘Ficha Limpia’. El verdadero ‘pacto’ es con todos los que quieren un país libre y próspero”.
Lo cierto es que, con las sesiones extraordinarias, el Gobierno apuntó desde el principio, cuando por primera vez las propuso en diciembre pasado, a cumplir dos objetivos políticos fundamentales para su proyecto de poder, que siguen estando en el centro de su estrategia: eliminar las PASO y colocar a Ariel Lijo en la Corte.
Y a sabiendas de que ambos dependían de un acuerdo con el peronismo kirchnerista, que podía tener intereses coincidentes con los suyos en los dos asuntos, mientras que las bancadas de oposición moderada los resistirían, avanzó en conversaciones con aquel.
Ese era el plan. Solo que, aunque agregaron unos cuantos señuelos para seducir al público y los legisladores interesados en temas de corrupción, como el juicio en ausencia, la ley antimafia, y el acotamiento de la inmunidad parlamentaria, no lograron interesar a ninguno de los bloques moderados en participar de las sesiones: estos reclamaron que se incluyera el presupuesto y también Ficha Limpia.
Y como el oficialismo no cedió, y tampoco el peronismo se mostró dispuesto a aflojar cuando el resto de la oposición no lo hacía, la convocatoria naufragó antes de oficializarse.
Diciembre quedó atrás, y ahora el Ejecutivo retoma la ofensiva, con una continuidad y una diferencia: ratificó que el presupuesto no se va a discutir, ni ahora ni en ningún momento del año; pero agregó ficha limpia al menú, a ver si con eso alcanza para que los moderados se avengan a colaborar.
Es un precio mucho más módico para el oficialismo que negociar el uso de los recursos públicos, claro. Porque, por sobre todo, es un precio apenas eventual: habrá que ver si ese proyecto se aprueba, sobre todo en el Senado, donde el peronismo en bloque, incluidos legisladores en ocasiones disidentes con las posturas de Cristina y los K, ya adelantó que se va a oponer.
En cualquier caso, para las bancadas moderadas no ir a las comisiones ni sentarse a sesionar sería ahora más difícil de justificar que en diciembre. Aún a sabiendas de que mientras ellos discuten ficha limpia y otros proyectos “hojarasca”, con sus más y sus menos todos con pocas chances de aprobarse, el gobierno y el kirchnerismo se sientan en otra mesa muy distinta, para negociar lo que realmente interesa a actores con poder: cómo se va a votar y cómo va a funcionar de aquí en más la Corte Suprema.
Pareciera que acuerdo sobre qué hacer con las PASO solo habría si el Ejecutivo se aviene a reducir sus expectativas: en vez de derogarlas, que se las suspenda hasta nuevo aviso. Pero ya con eso alcanzaría para que en LLA celebren: lo más importante para ellos es que los moderados no tengan ningún instrumento para resolver sus diferencias en un nuevo acuerdo electoral que los reúna, convocando a los votantes a dirimir la composición de sus listas, algo que ni el peronismo ni el oficialismo piensan hacer.
En cuanto a Lijo, habrá que ver: el Presidente no aflojó hasta ahora en el toma y daca que Cristina le proponía (ampliar la Corte, distribuir las numerosísimas vacantes que siguen sin cubrirse en todos los tribunales del país, etc.), pero por lo menos ha ido acercando posiciones con recambios en ARCA, la UIF y otros organismos cuyo celo investigativo suele preocupar mucho a la expresidenta y su gente.
En suma, el gobierno está usando al máximo el poder que tiene, el control de la agenda legislativa, para tratar de sentar a la mesa a dos interlocutores. Ante todo, a los kirchneristas, que tienen también un poder en exclusividad, de acá a fin de año controlarán la aprobación de cualquier proyecto, dado que el otro polo legislativo, el de los moderados, ha ido perdiendo cohesión y dirección, y va a seguir seguramente en declinación a medida que avance el año electoral.
De todos modos, el oficialismo necesita también seducirlo. Porque quedaría muy mal que solo se siente a negociar con los K. Y porque pretende seguir dividiéndolo, capturando a sus dirigentes, sus audiencias y sus temas.
Cuando dice “Presupuesto no, pero Ficha Limpia sí”, hace exactamente eso: anula a Mauricio Macri, a De Loredo y a Pichetto, negándoles el derecho a sentarse frente a él a discutir recursos, y su pretensión de coordinar las demandas de gobernadores y grupos de interés, para ponerlos a todos ellos bajo su égida; pero atrae a los legisladores que en alguna medida aún les responden y sus bases de apoyo. De todos modos, si el proyecto en cuestión no se aprueba, podrá echarle la culpa a Cristina.