Por Italo Pallotti.-
Cualquier ciudadano de esta Argentina tan especial, tan diríamos, en ese micromundo que supimos construir en décadas de pésimos gobiernos, producto de un pueblo que por ignorancia, indiferencia, complicidad o intereses mezquinos los votó; y una y otra vez, como un castigo para propios y extraños, bien podría decirse “no aprendemos más”. Hemos sido capaces de soportar, una gran parte y sufrir otros, los más descarados comportamientos, sin que siquiera, en tantos casos, ni la historia y las conductas advirtieran y buscaran paliativos para ir en la búsqueda de un país que pueda ser calificado de normal. Y cuando digo esto pienso que cuando hay algún atisbo que las cosas puedan encaminarse, un nuevo cimbronazo sacude la tranquilidad y todo pasa a modo “más de lo mismo”. En este contexto, hay una clase política encargada del manejo de la cosa pública que no parece enterarse que hay un pueblo ajeno al otro; alejado de la trivilidad, de la mezquindad, en la nada, en “il dolce far niente”, que se debate en la esperanza de que aparezcan hombres y mujeres que definitivamente tomen conciencia de que la nación es una piedra preciosa, puesta a su resguardo, que debe cuidarse con prolijidad, con esmero, con inteligencia y sobre todo con la mira puesta en el bien común.
Por el contrario, cada día un sobresalto. Los que ya no están en el gobierno, desde afuera, embrollan de continuo a los nuevos en una especie de desgaste y acción casi de golpismo que se manifiesta de manera grosera, hasta inverosímil por momentos. Una dirigencia que olvida su pasado reciente que de verdad avergüenza y llena de dolor. Ya ni siquiera importa la justicia que les está siguiendo los pasos; en algunos casos con condenas firmes, y en otros con el seguimiento que en cualquier momento están a tiro de ese Poder que, aunque lento, adormecido por años (a veces) se espera cumpla de una vez por todas, su cometido.
El episodio durante la Asamblea Legislativa del 1° del corriente, que se percibía como un acto solemne, no pudo escapar al absurdo nuestro de cada día. La presencia del Diputado Manes, blandiendo una Constitución, la que quirúrgicamente se encargaron, siempre, de desmentir en sus postulados, en un intento de “mojarle la oreja” al Presidente Milei, pergeñó un show vulgar, deslucido para la ocasión, quizás en un intento de buscar notoriedad que en otras instancias está lejos de conseguir. No fue suficiente eso. La mini polémica entre él y el Presidente que bajó inútilmente al barro propuesto para contestarle (fiel a su estilo) ensuciaron un acto que hasta ahí venía bien. Para completar el bochorno, la irrupción de Santiago Caputo, con actitud narcisista y de prepo increpándolo al Diputado por su actitud. Todo para conjugar un escenario oscuro, que aflige y duele; buscando cada uno su verdad. Todo innecesario. Porque en definitiva, debieran buscar en su intimidad, antes de juzgar al otro aquello del título “Tirar la primera piedra”.
Comentarios recientes