Por Hernán Andrés Kruse.-

“Entre 1914 y 1955 Einstein participó en varios grupos pro paz y desarme y generó múltiples propuestas que merecieron la atención y la consideración de importantes intelectuales y de los más poderosos gobiernos del planeta. La constante de estas propuestas se centra en la necesidad de una organización supranacional, el gobierno mundial, capaz de arbitrar y resolver los conflictos entre las naciones. Lo que cambia en el tiempo son las distintas maneras en que se imagina la consecución de esa meta, lo que no expondremos aquí. En sus últimas etapas de actuación propone una reestructuración de la Organización de las Naciones Unidas, en que la representación sea por elección directa y la máxima autoridad sea la Asamblea General. Con Freud mantuvo correspondencia y juntos escribieron en 1932 el documento “¿Por qué la guerra?” Al parecer, esta interacción con Freud le hizo reconsiderar sus ideas del sacrificio voluntario de soberanía nacional para el acceso a un gobierno mundial, por el de un organismo decisorio armado capaz de imponer los acuerdos logrados por vía de la negociación.

Uno de sus importantes análisis y propuestas se ubica en el reconocimiento del papel que juega la educación en el logro de la paz y el desarme. Afirma que las naciones deben educar a sus ciudadanos en el pacifismo, que no es una meta inalcanzable y que, por lo contrario, es la manera efectiva de evitar la guerra. Así, declara en 1931 que: “Las masas nunca son militaristas hasta que sus mentes son envenenadas por la propaganda”. Einstein no era un pacifista absoluto sino que justificaba en circunstancias específicas el uso de la fuerza, sobre todo en contra de aquellos que, como el nazismo, “atentaban contra la vida per se”. Agregó en 1958: “No solamente me opongo a la guerra contra Rusia sino a toda guerra, con la excepción anterior”.

Por lo mismo, en sus primeras acciones justificaba la lucha contra el servicio militar en tiempos de paz, pero no así en tiempos de guerra contra un enemigo maligno. Aún más, propugnaba que los demás países europeos, como Bélgica, se armaran para resistir al nazismo. Por esto es importante citar lo que dijo en 1931, opinión que refleja la esencia de su pensamiento en estas cuestiones: “No solamente soy un pacifista sino un militante del pacifismo. Estoy dispuesto a pelear por la paz. Nada acabará con la guerra a menos que la gente misma rehúse participar en ella”. Sin duda la congruencia con la posición anterior le lleva a escribir las dos cartas (agosto de 1939, marzo de 1940) al presidente Roosevelt, por instigación de Szilard, con el objeto de que Estados Unidos construya la bomba atómica, en previsión de que la Alemania de Hitler fuera el primero y único país que la consiguiera. Por lo mismo, tal vez, siguió colaborando con la Marina de Estados Unidos, durante los años de la guerra. Sin embargo, Einstein condenó públicamente el uso de las bombas contra Japón y declaró que jamás habría aceptado el bombardeo nuclear en contra de Alemania”.

EN LA EDUCACIÓN

“El interés de Einstein en la educación no es marginal ni circunstancial sino que fue una preocupación constante a lo largo de su vida. Como alumno sufrió la mayor parte del tiempo los efectos de un sistema escolarizado rígido y autoritario y gozó, la menor parte del tiempo (un año escolar), de un ambiente libertario y estimulante. Esta feliz ocasión se dio cuando entre los dieciséis y los diecisiete años asistió a la escuela cantonal de Aarau en Suiza, como preparación para el ingreso al Instituto Federal de Tecnología de Zurich, en donde estudiaría física. En esta institución, como en todas las demás, con excepción de la de Aarau, Einstein expresó el agobio sufrido por una educación verbalista y mecanizada sobre el desarrollo libre e independiente de su personalidad.

La razón de la inadaptación puede estar en lo que Einstein en 1934 dice de sí, respecto a la cultura en que fue educado: “La búsqueda del conocimiento por sí mismo, un casi fanático amor por la justicia y el deseo de independencia personal, son las características de la tradición judía que me hacen dar gracias a mi suerte por pertenecer a ella”. En todo caso podría decirse que estos ideales de la tradición judía tuvieron un excepcional éxito en la persona de Einstein, al grado de que siempre le resultó difícil adaptarse a cualquier situación restrictiva, fuera impuesta por personas, instituciones o sistemas de pensamiento. Por eso afirma, al escribir a una niña en 1934 que: “Yo sufrí de manos de mis profesores un tratamiento semejante; les desagradaba por mi independencia y me brincaban cuando requerían de asistentes” (Einstein, 1963, p. 56).

Aquí se refiere a su experiencia negativa con algunos profesores del Instituto de Zurich, situación que no le favoreció para encontrar trabajo. Por lo contrario, la escuela cantonal de Aarau, a juzgar por las descripciones que de ella hace el mismo Einstein, ofrecía una educación más a su modo, posiblemente basada en las ideas de Pestalozzi. El diseño de la escuela ideal que nos ofrece, sobre todo en 1936 en su escrito “Sobre la educación”, parece adecuarse a tal modelo. En seguida haré un breve resumen de este escrito, del que puede apreciarse que Einstein procede con el enfoque que aplica al tratamiento de los otros problemas científicos: parte de los hechos experimentales, trata de borrar prejuicios y les aplica el poder genial de su mente, buscando profundidad y generalidad en los nuevos planteamientos.

La ocasión que propicia el escrito fue la invitación a hablar en la celebración del tricentenario de la educación superior en Estados Unidos, en la ciudad de Albany, Nueva York, el 15 de octubre de 1936. Se atreve a hablar, afirma, sobre un tema en que no es especialista porque en lo referente a las actividades de los seres humanos, que afectan a actividades de los seres humanos, que afectan a otros, “todos tenemos el deber de opinar”. En este sentido reafirma concepciones vertidas en otras partes, acerca de que no sólo los expertos, por ejemplo en ciencia y tecnología, tienen el derecho de opinar y decidir sobre ellas. Por eso escribe en 1946 el ensayo: “¿Por qué el socialismo?”, viéndolo como un tema de economía, si bien él era físico de formación. Este derecho lo reivindica para cualquier persona.

Las ideas centrales de Einstein sobre educación pueden resumirse como sigue. La escuela debe educar para la vida, al inculcar en el alumno el deseo y la capacidad para contribuir al bienestar de la comunidad, sin por ello dejar de desarrollar su individualidad. Para ello es necesaria la formación de individuos de pensamiento crítico e independiente, con una personalidad generosa más propensa a dar que a recibir, alejada de la sola consecución de bienes materiales. Estas actitudes y capacidades se enseñan en la acción y en el ejemplo, siendo por ello necesario profesores educados en un semejante contexto de libertad e independencia, y un sistema escolar con métodos operativos alejados de la coerción y la fuerza, tanto en contra de estudiantes como de profesores. Aun en las escuelas técnicas especializadas el hincapié debe ponerse en la formación integral de personas con pensamiento independiente y universal pues, de llegar a poseer estos atributos, podrán ejercitar su creatividad con mayor profundidad en su especialidad que aquellos educados con miras más estrechas.

En este sentido, contenidos y métodos adquieren un aspecto secundario. La educación, siendo para la vida, debe centrarse en el desarrollo de aptitudes para la solidaridad entre los seres humanos, y nunca para la aniquilante competencia entre ellos. “Así como nada tiene que ver la batalla individual entre hormigas en un hormiguero para su supervivencia, así de poquito es el caso con los miembros de una comunidad humana”. En relación con esto, Einstein adjudicaba un papel relevante a la religión y al régimen económico socialista. A la primera por ser la decantadora de los altos valores humanos que la humanidad ha acumulado a lo largo de su historia, y al segundo por proporcionar la base económica de una relación social más justa y equitativa entre los humanos que la proporcionada por el sistema capitalista, “mutilante de la conciencia social de los individuos”. Aquí mismo afirma que el socialismo es el único camino para la eliminación de este grave peligro. Pero aparte del capitalismo, Einstein concebía otros dos sistemas como principales barreras para el progreso de la humanidad: el militarismo y el patriotismo, pues ambos corrompen “el alma y el espíritu de la juventud y afectaban adversamente la mentalidad de los adultos”.

Espero haber mostrado que Einstein fue un personaje genial, revolucionario de la visión del universo, multifacético, genuinamente preocupado por la supervivencia y el bienestar de los seres humanos, fiel a su ideal educativo de pensamiento crítico e independiente. Tal vez el párrafo que mejor resuma su esencia sea el siguiente, de Luis De Broglie, físico francés ganador también de un premio Nobel, por sugerir que no sólo las ondas luminosas tienen comportamiento de corpúsculos materiales, como aseveró Einstein, sino que también los corpúsculos tienen comportamiento ondulatorio: “Albert Einstein no fue solamente un espíritu sino también un gran corazón al cual nada que fuera humano le era extraño; no hay por qué asombrarse; la ansiedad ante la suerte y el porvenir de los hombres no deja de estar en relación con la angustia ante los enigmas del mundo físico, pues ellas hunden –una y otra– sus raíces en el mismo misterio del ser”.

(*) Marco A. Martínez Negrete: “Albert Einstein: un retrato multifacético” (Revista Electrónica Sinéctica-Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente-Jalisco- México.2005)

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