Por Hernán Andrés Kruse.-
“Entre 1914 y 1955 Einstein participó en varios grupos pro paz y desarme y generó múltiples propuestas que merecieron la atención y la consideración de importantes intelectuales y de los más poderosos gobiernos del planeta. La constante de estas propuestas se centra en la necesidad de una organización supranacional, el gobierno mundial, capaz de arbitrar y resolver los conflictos entre las naciones. Lo que cambia en el tiempo son las distintas maneras en que se imagina la consecución de esa meta, lo que no expondremos aquí. En sus últimas etapas de actuación propone una reestructuración de la Organización de las Naciones Unidas, en que la representación sea por elección directa y la máxima autoridad sea la Asamblea General. Con Freud mantuvo correspondencia y juntos escribieron en 1932 el documento “¿Por qué la guerra?” Al parecer, esta interacción con Freud le hizo reconsiderar sus ideas del sacrificio voluntario de soberanía nacional para el acceso a un gobierno mundial, por el de un organismo decisorio armado capaz de imponer los acuerdos logrados por vía de la negociación.
Uno de sus importantes análisis y propuestas se ubica en el reconocimiento del papel que juega la educación en el logro de la paz y el desarme. Afirma que las naciones deben educar a sus ciudadanos en el pacifismo, que no es una meta inalcanzable y que, por lo contrario, es la manera efectiva de evitar la guerra. Así, declara en 1931 que: “Las masas nunca son militaristas hasta que sus mentes son envenenadas por la propaganda”. Einstein no era un pacifista absoluto sino que justificaba en circunstancias específicas el uso de la fuerza, sobre todo en contra de aquellos que, como el nazismo, “atentaban contra la vida per se”. Agregó en 1958: “No solamente me opongo a la guerra contra Rusia sino a toda guerra, con la excepción anterior”.
Por lo mismo, en sus primeras acciones justificaba la lucha contra el servicio militar en tiempos de paz, pero no así en tiempos de guerra contra un enemigo maligno. Aún más, propugnaba que los demás países europeos, como Bélgica, se armaran para resistir al nazismo. Por esto es importante citar lo que dijo en 1931, opinión que refleja la esencia de su pensamiento en estas cuestiones: “No solamente soy un pacifista sino un militante del pacifismo. Estoy dispuesto a pelear por la paz. Nada acabará con la guerra a menos que la gente misma rehúse participar en ella”. Sin duda la congruencia con la posición anterior le lleva a escribir las dos cartas (agosto de 1939, marzo de 1940) al presidente Roosevelt, por instigación de Szilard, con el objeto de que Estados Unidos construya la bomba atómica, en previsión de que la Alemania de Hitler fuera el primero y único país que la consiguiera. Por lo mismo, tal vez, siguió colaborando con la Marina de Estados Unidos, durante los años de la guerra. Sin embargo, Einstein condenó públicamente el uso de las bombas contra Japón y declaró que jamás habría aceptado el bombardeo nuclear en contra de Alemania”.
EN LA EDUCACIÓN
“El interés de Einstein en la educación no es marginal ni circunstancial sino que fue una preocupación constante a lo largo de su vida. Como alumno sufrió la mayor parte del tiempo los efectos de un sistema escolarizado rígido y autoritario y gozó, la menor parte del tiempo (un año escolar), de un ambiente libertario y estimulante. Esta feliz ocasión se dio cuando entre los dieciséis y los diecisiete años asistió a la escuela cantonal de Aarau en Suiza, como preparación para el ingreso al Instituto Federal de Tecnología de Zurich, en donde estudiaría física. En esta institución, como en todas las demás, con excepción de la de Aarau, Einstein expresó el agobio sufrido por una educación verbalista y mecanizada sobre el desarrollo libre e independiente de su personalidad.
La razón de la inadaptación puede estar en lo que Einstein en 1934 dice de sí, respecto a la cultura en que fue educado: “La búsqueda del conocimiento por sí mismo, un casi fanático amor por la justicia y el deseo de independencia personal, son las características de la tradición judía que me hacen dar gracias a mi suerte por pertenecer a ella”. En todo caso podría decirse que estos ideales de la tradición judía tuvieron un excepcional éxito en la persona de Einstein, al grado de que siempre le resultó difícil adaptarse a cualquier situación restrictiva, fuera impuesta por personas, instituciones o sistemas de pensamiento. Por eso afirma, al escribir a una niña en 1934 que: “Yo sufrí de manos de mis profesores un tratamiento semejante; les desagradaba por mi independencia y me brincaban cuando requerían de asistentes” (Einstein, 1963, p. 56).
Aquí se refiere a su experiencia negativa con algunos profesores del Instituto de Zurich, situación que no le favoreció para encontrar trabajo. Por lo contrario, la escuela cantonal de Aarau, a juzgar por las descripciones que de ella hace el mismo Einstein, ofrecía una educación más a su modo, posiblemente basada en las ideas de Pestalozzi. El diseño de la escuela ideal que nos ofrece, sobre todo en 1936 en su escrito “Sobre la educación”, parece adecuarse a tal modelo. En seguida haré un breve resumen de este escrito, del que puede apreciarse que Einstein procede con el enfoque que aplica al tratamiento de los otros problemas científicos: parte de los hechos experimentales, trata de borrar prejuicios y les aplica el poder genial de su mente, buscando profundidad y generalidad en los nuevos planteamientos.
La ocasión que propicia el escrito fue la invitación a hablar en la celebración del tricentenario de la educación superior en Estados Unidos, en la ciudad de Albany, Nueva York, el 15 de octubre de 1936. Se atreve a hablar, afirma, sobre un tema en que no es especialista porque en lo referente a las actividades de los seres humanos, que afectan a actividades de los seres humanos, que afectan a otros, “todos tenemos el deber de opinar”. En este sentido reafirma concepciones vertidas en otras partes, acerca de que no sólo los expertos, por ejemplo en ciencia y tecnología, tienen el derecho de opinar y decidir sobre ellas. Por eso escribe en 1946 el ensayo: “¿Por qué el socialismo?”, viéndolo como un tema de economía, si bien él era físico de formación. Este derecho lo reivindica para cualquier persona.
Las ideas centrales de Einstein sobre educación pueden resumirse como sigue. La escuela debe educar para la vida, al inculcar en el alumno el deseo y la capacidad para contribuir al bienestar de la comunidad, sin por ello dejar de desarrollar su individualidad. Para ello es necesaria la formación de individuos de pensamiento crítico e independiente, con una personalidad generosa más propensa a dar que a recibir, alejada de la sola consecución de bienes materiales. Estas actitudes y capacidades se enseñan en la acción y en el ejemplo, siendo por ello necesario profesores educados en un semejante contexto de libertad e independencia, y un sistema escolar con métodos operativos alejados de la coerción y la fuerza, tanto en contra de estudiantes como de profesores. Aun en las escuelas técnicas especializadas el hincapié debe ponerse en la formación integral de personas con pensamiento independiente y universal pues, de llegar a poseer estos atributos, podrán ejercitar su creatividad con mayor profundidad en su especialidad que aquellos educados con miras más estrechas.
En este sentido, contenidos y métodos adquieren un aspecto secundario. La educación, siendo para la vida, debe centrarse en el desarrollo de aptitudes para la solidaridad entre los seres humanos, y nunca para la aniquilante competencia entre ellos. “Así como nada tiene que ver la batalla individual entre hormigas en un hormiguero para su supervivencia, así de poquito es el caso con los miembros de una comunidad humana”. En relación con esto, Einstein adjudicaba un papel relevante a la religión y al régimen económico socialista. A la primera por ser la decantadora de los altos valores humanos que la humanidad ha acumulado a lo largo de su historia, y al segundo por proporcionar la base económica de una relación social más justa y equitativa entre los humanos que la proporcionada por el sistema capitalista, “mutilante de la conciencia social de los individuos”. Aquí mismo afirma que el socialismo es el único camino para la eliminación de este grave peligro. Pero aparte del capitalismo, Einstein concebía otros dos sistemas como principales barreras para el progreso de la humanidad: el militarismo y el patriotismo, pues ambos corrompen “el alma y el espíritu de la juventud y afectaban adversamente la mentalidad de los adultos”.
Espero haber mostrado que Einstein fue un personaje genial, revolucionario de la visión del universo, multifacético, genuinamente preocupado por la supervivencia y el bienestar de los seres humanos, fiel a su ideal educativo de pensamiento crítico e independiente. Tal vez el párrafo que mejor resuma su esencia sea el siguiente, de Luis De Broglie, físico francés ganador también de un premio Nobel, por sugerir que no sólo las ondas luminosas tienen comportamiento de corpúsculos materiales, como aseveró Einstein, sino que también los corpúsculos tienen comportamiento ondulatorio: “Albert Einstein no fue solamente un espíritu sino también un gran corazón al cual nada que fuera humano le era extraño; no hay por qué asombrarse; la ansiedad ante la suerte y el porvenir de los hombres no deja de estar en relación con la angustia ante los enigmas del mundo físico, pues ellas hunden –una y otra– sus raíces en el mismo misterio del ser”.
(*) Marco A. Martínez Negrete: “Albert Einstein: un retrato multifacético” (Revista Electrónica Sinéctica-Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente-Jalisco- México.2005)
05/05/2025 a las 10:46 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Formas políticas de la democracia e incertidumbre de época
Edgardo Mocca
El Destape
3/5/025
¿Estamos yendo los argentinos en la dirección de un régimen político férreamente presidencialista? Hay un sector -de tradición liberal-democrática- que plantea la cuestión en esos términos. Algunos registran el hecho con satisfacción y otros con alarma; pero lo común es el registro de un crecimiento del peso y el poder del presidente por sobre los otros poderes orgánicos de la democracia. Eso es enteramente cierto, pero ¿es la amenaza principal que tiene frente a sí nuestra democracia? ¿Sería un fortalecimiento del poder legislativo una garantía de defensa contra el poder de hecho que se ha ido enseñoreando en nuestra democracia?
El problema -como es habitual en el análisis liberal- es la reducción de lo político al funcionamiento de los organismos que la constitución y las leyes reconocen como habilitados para tramitarlo y resolverlo. Hoy no hay a la vista las restricciones que en otros tiempos existieran: no hay poderes fácticos como en otro tiempo lo fueran las fuerzas armadas, no hay proscripciones ni persecuciones político-partidarias. Pero hay un territorio -que no ha dejado nunca de existir- que no funciona en los términos en los que piensan los constructores institucionales de nuestro sistema: los grandes grupos económicos ejercen un poder dominante indiscutible en la formación de la opinión popular. ¿Cómo se forma esa opinión popular? ¿es un terreno llano y parejo en el que los contendientes libran una batalla por la influencia en la opinión pública ¿o se parece más a una guerra librada por combatientes de muy distinto poder de fuego que se articulan -no de modo automático como cree un p pensamiento ultra-simplificador, sino de un modo contradictorio -y a veces caótico. En los últimos tiempos se han sumado a los grandes medios de comunicación las empresas de “análisis de la opinión pública”. Estoy seguro de que ninguno de los analistas que trabajan en el rubro se escandalizarían por el hecho de que su trabajo forme parte de un complejo sistema de influencias directas o indirectas en la opinión de las personas. No vale la pena perder el tiempo en preguntas metafísicas sobre la influencia de esta red en la formación de la conciencia y la opinión popular: este género está bien atendido. el gremio de los “formadores de opinión” es una de las estructuras de mayor crecimiento en la última etapa, en el país y en el mundo.
Y esta cuestión avanza sin límite a la vista: la utopía liberal de la “libre conformación de la opinión política” no es creída ni por quienes la difunden. ¿Es esto un peligro para la democracia? Es un viejo y prestigioso tema político-literario: la novela corta “Desde el Jardín” lo dejó planteado y como sabemos su autor, el polaco-norteamericano Jerzy Kozsinsky lo dejó abierto: y hoy está más abierto que nunca.
Podemos desde aquí aterrizar en nuestras pampas. La figura de Javier Milei está tan asociada a la de Chance (el hombrecito disminuido y presumiblemente analfabeto que sirve para abrir dramáticamente el tema) que permite organizar la cuestión. No estamos simplemente ante la emergencia de un tiempo mundial abierto a los desarrollos más insospechados. La sociedad (¿mundial?) está llamando a este nuevo e insólito mesías que la libere del sinsentido de un sistema político que gira enloquecido sobre su propio eje.
Si esto fuera cierto, ¿qué se puede hacer para evitar este curso distópico de la humanidad? Desde aquí no se pretende bajar una línea con presuntas claves para salir de la encerrona histórica. Desde ya que abrir básicas y locales partidarios no puede dejar de ser un punto de partida (ultra minoritario, pero como tal promisorio y provocativo). Y junto a esto, seguir conversando con el papa Francisco, que siempre tuvo y tendrá cosas interesantes para charlar.
05/05/2025 a las 10:49 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Milei sigue jugando al límite del reglamento
Fernando Laborda
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
4/5/025
Javier Milei sigue jugando al juego que más le gusta cuando presiente que la economía marcha bien: el de la provocación y los ataques directos a quienes osen criticarlo, especialmente si se trata de periodistas serios. “Soy bilardista y dentro de la cancha vale todo lo que permite el reglamento”, afirma el jefe del Estado. Sin embargo, suele jugar al límite y en no pocas ocasiones quebranta esas reglas, recurriendo a inadmisibles infracciones, como cuando insta a odiar lo suficiente a los periodistas o cuando festeja que alguno de sus adláteres, como Daniel Parisini –más conocido como el Gordo Dan– le pida que meta preso a un periodista por decreto.
En sus últimas apariciones públicas, el Presidente, además de apuntar contra “ensobrados”, “econochantas”, “mandriles” y “envenenadores”, cuestionó ahora a los “ñoños republicanos”. Así como parece olvidar que la política debe ser diálogo antes que exacerbación de tensiones, y que los gestos y las palabras de un primer mandatario son esenciales para la salud del tejido social, Milei busca transmitir que el problema pasa por el fondo y no por las formas, a las que equipara con la hipocresía. No hay duda de que las políticas populistas e inflacionarias han llevado a la Argentina a una decadencia crónica. Sin embargo, el respeto por las formas republicanas, que hacen a la defensa de la institucionalidad, y por la libertad de prensa, es un eje esencial de todo sistema democrático. Del mismo modo que la forma es la transparencia del fondo, la descalificación del adversario o de un periodista por el mero hecho de no compartir una idea contradice los principios liberales que Milei ha jurado defender.
Cuando el eje vertebrador de cualquier discusión presupone la autosuficiencia o la superioridad del punto de vista de quien ostenta el poder, el otro solo puede estar condenado a convertirse en subordinado o a ser cancelado. Confundir aviesamente una crítica con una mentira implica un rechazo del debate. Lo peor que puede hacer el Presidente es continuar denostando, en nombre de las ideas de la libertad, la propia libertad del periodismo para expresar sus ideas. Más que desacreditar a la prensa, seguirá desacreditándose a sí mismo.
Se advierte en no pocos observadores políticos el temor, cada vez más arraigado, de que el oxígeno político que le brinde al presidente Milei la mayor tranquilidad económica pueda conducirlo a recurrentes desbordes. El equilibrio macroeconómico precisa, sí o sí, del equilibrio emocional de quienes conducen el país.
La idea de los proyectos hegemónicos ha sido una constante a lo largo de buena parte de la historia argentina. Néstor Kirchner procuró un proyecto de concentración del poder antes de que su sucesora, Cristina Fernández de Kirchner, proclamara el “vamos por todo”. Una década antes, Carlos Menem forzó una reforma constitucional para alcanzar su reelección presidencial e incluso llegó a bregar sin éxito por una re-reelección que la nueva Constitución no contemplaba.
Milei se ha preocupado por despejar las dudas que hacia el futuro puedan generar aquellos antecedentes. Dos viernes atrás, en un diálogo telefónico que mantuvo desde Roma con el periodista Gabriel Anello en Radio Mitre, durante la noche previa al funeral del papa Francisco, el primer mandatario ratificó que, si la ciudadanía lo considera, podría postularse a un segundo mandato presidencial en 2027, pero aseguró en forma tajante que no piensa cambiar las reglas de juego para eternizarse en el poder. “Después, habrá una explosión de candidatos liberales maravillosos y yo me iré al medio del campo con mis perros”, sugirió.
La ciudadanía tiene derecho a preguntarse cuál sería el comportamiento de un Milei con mayor poder real del que goza en la actualidad. ¿Podrían profundizarse sus típicos niveles de agresividad e intolerancia hacia quienes se atrevan a criticar su estilo de conducción o sus políticas públicas?
La participación activa que Milei ha comenzado a tener en la campaña proselitista para las elecciones de legisladores de la ciudad de Buenos Aires que tendrán lugar dentro de dos semanas es un indicador de la importancia de estos comicios en el proyecto de construcción de poder del Presidente.
El principal candidato de La Libertad Avanza (LLA) en el distrito porteño, Manuel Adorni, expresó días atrás a LA NACION que “perder por un punto con Leandro Santoro no estaría mal”. No hizo más que transmitir, con otras palabras, que la prioridad del mileísmo es obtener más votos que Pro en la ciudad que desde 2007 constituye el mayor bastión electoral del macrismo.
Las primeras encuestas de intención de voto exhibieron una ventaja apreciable para Santoro, quien encabeza la lista de candidatos del peronismo, merced a la división del voto no peronista entre Pro, LLA, la Coalición Cívica, la UCR y los nuevos frentes abiertos por Horacio Rodríguez Larreta y por Ramiro Marra. Sin embargo, el propio Santoro teme que la lucha electoral pueda polarizarse en la semana previa a los comicios y que, en ese contexto, crezca la figura de Adorni. En las últimas horas, surgieron los primeros sondeos de opinión pública que empiezan a dar cuenta de ese fenómeno y que plantean la posibilidad de que el vocero del presidente Milei alcance el primer puesto, aunque por estrecho margen.
La estrategia de LLA apunta a introducir miedo a un hipotético retorno del kirchnerismo al poder y así polarizar al electorado no peronista de la Capital Federal, apelando al llamado voto útil y captando votantes de Pro.
El macrismo afronta no pocos desafíos en estas elecciones porteñas. El más sencillo de resolver es quizás el aún elevado nivel de desconocimiento de su principal candidata, Silvia Lospennato. Se trata de una dirigente con experiencia y con pergaminos en su paso por la Cámara de Diputados de la Nación, donde sobresalió por ser la impulsora del proyecto de ley de ficha limpia. Un reto más complicado se vincula con los cuestionamientos que, desde prácticamente todos los sectores políticos contra los que Pro compite, se le efectúan a la gestión de Jorge Macri como jefe de gobierno porteño. Finalmente, está la amenaza de que su antecesor en el cargo y ahora candidato por la alianza Volvamos Buenos Aires, Rodríguez Larreta, le robe a Pro un porcentaje de votos suficiente para relegarlo al tercer puesto, detrás del peronismo y de LLA.
Por primera vez, el electorado de la ciudad de Buenos Aires concurrirá a una elección en la que votará exclusivamente por legisladores locales. A diferencia de otras contiendas electorales, esta vez los comicios legislativos porteños no irán acompañados por la elección de un jefe de gobierno ni por elecciones nacionales simultáneas. No obstante, esta compulsa podría transformarse en uno de los procesos electorales más atractivos de la historia reciente de la ciudad. No tan solo por lo impredecible de su resultado ante la atomización de un sistema de partidos que ofrece 17 opciones distintas, sino también por la particular importancia que tendrá saber cuál de las alternativas políticas más relevantes concluirá en el tercer puesto.
Terminar tercero supondrá una derrota de magnitud para cualquiera de las tres principales fuerzas políticas. Para el peronismo, ocupar ese lugar, en medio de un escenario que le resultaría favorable por la atomización de sus rivales, generaría serias dudas sobre las condiciones competitivas del kirchnerismo para darle pelea al mileísmo en las elecciones nacionales de octubre. Para LLA, salir tercera implicaría un severo traspié de Karina Milei y su decisión de concurrir a la confrontación electoral sin su aliado natural en el distrito porteño (Pro) y sería un preámbulo peligroso para el Gobierno de cara al proceso electoral nacional. Finalmente, para Pro, terminar tercero constituiría casi una condena a la irrelevancia política y al ostracismo, por perder en el distrito que gobierna desde hace casi 18 años y verse hostigado por otra fuerza política afín (LLA), cuyos dirigentes aspiran a suplantarlo.
La elección porteña también adquiere relevancia por el impacto que pueda tener su resultado en la relación entre Milei y Mauricio Macri. Este proceso electoral puso de manifiesto la determinación de LLA de construir un proyecto de poder propio y de no buscar una solución coalicional para resolver sus dilemas políticos. Se da así el caso de un gobierno hiperminoritario en el ámbito parlamentario que, para enfrentar sus grandes desafíos económicos y de gobernabilidad, no ha optado por la conformación de una coalición más amplia con sectores afines que le dé sustento político y una capacidad de acción más holgada. Optó, en cambio, por una vía más larga, como la de un proyecto político propio, y también más riesgosa, por cuanto eventuales derrotas ante el macrismo en la Capital Federal y frente al kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires dejarían a Milei en una situación más débil.
Claro que también está la posibilidad de que el mileísmo se imponga en las elecciones porteñas y fuerce así a buena parte de la dirigencia de Pro en el distrito bonaerense a mudarse a LLA.
Pero existen opiniones diferentes. Analistas como Lucas Romero, director de la consultora Synopsis, plantean que si los libertarios relegan al tercer puesto a Pro en el propio bastión porteño del macrismo, los dos grandes actores tendrán escasos incentivos para avanzar hacia un acuerdo de cúpulas que conduzca a una alianza electoral en la provincia de Buenos Aires. Según su criterio, si la lista de Adorni cosecha más votos que la de Lospennato, Milei podría esgrimir que tenía razón al pensar que Pro ha dejado de ser una fuerza relevante y ha quedado obsoleta, y no tendría motivaciones para acordar con Macri, pero sí para exigirle al líder de Pro que se someta a su liderazgo y al de La Libertad Avanza. Al mismo tiempo, un Macri golpeado podría negarse a una capitulación o un sometimiento a cambio de ningún beneficio. Por el contrario, según Romero, si fuese Adorni quien terminara tercero, detrás de Lospennato, Milei debería recalcular y tendría más incentivos para sellar un acuerdo con Pro que lo ayude a consolidar su ciclo y enviar a los mercados una señal de que el actual proceso de cambio está asegurado políticamente.
Otras opiniones, imperantes entre los libertarios, señalan que, si Pro es relegado al tercer lugar en el distrito porteño, su crisis podría ser tan grande que se producirá una natural confluencia de muchos de sus dirigentes hacia LLA. Se daría el virtual vaciamiento de dirigentes de Pro con el que sueña el “triángulo de hierro”.
La tensión entre Macri y el círculo íntimo de Milei quedó en evidencia hasta en el sorpresivo abrazo que se dio con Santiago Caputo en la reciente cena de la Fundación Libertad. Mientras el macrismo brega por un acuerdo en el distrito bonaerense que respete la identidad de Pro y un consenso programático, los mileístas más ortodoxos creen que la convergencia electoral solo debería darse en el marco de una fusión, que reconozca la preponderancia y la simbología libertaria, incluido el color violeta que la representa. Aunque Milei diga que, transcurridas las elecciones porteñas, bajará la espuma y se terminará el ruido que dificulta el diálogo, se imponen hoy las dudas acerca de si existe auténtico animus societatis entre los líderes de LLA y Pro.
05/05/2025 a las 10:54 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Javier Milei en el espejo de Donald Trump: el odio como estrategia política se agota rápido
Marcos Novaro
Fuente: TN
(*) Notiar.com.ar
5/4/025
Desde un principio estuvo bastante claro que la elección de Donald Trump para un segundo mandato presidencial en EEUU iba a traer beneficios y perjuicios para la gestión de Javier Milei en particular y para la Argentina más en general.
Los beneficios estaban en boca del propio Milei desde el comienzo: con ayuda de su amigo republicano, iba a conseguir recursos para sacar al país de la crisis. En concreto, un acuerdo con el FMI que financiara generosamente la salida del cepo, para que tuviera el menor costo posible. Y fue así nomás: lo logró, bastante rápido y, al menos hasta ahora, con buena recepción de los actores locales.
Pero también habría perjuicios. Algunos de ellos inescapables, como las esquirlas de la guerra comercial, que impactarían en nuestras exportaciones. Y otros que el propio Milei podría agrandar o minimizar según sus cálculos y preferencias. Porque podría ser que no los considerara problemas, sino oportunidades para sacar más ventaja aún, tanto en el plano externo como en la escena local.
Este último fue el caso con la polarización ideológica y política que el regreso de Trump al poder se esperaba generara. Y efectivamente provocó con una intensidad en algunos aspectos incluso superior a la prevista.
Pero desde un principio pudimos ver que nuestro Presidente no le hacía asco a nada: al contrario, se abrazó con fervor al menú, los tonos y sobre todo los odios con que el norteamericano regresó al poder, queriendo ser su mejor discípulo, y por qué no, su guía, esperando sacar de ello también un buen rédito, no solo financiero sino sobre todo ideológico, de liderazgo.
¿Está sacando las ventajas esperadas? Durante el verano que pasó tuvimos varias muestras de lo mal que puede irle a nuestro gobierno abrazado a un trumpismo triunfante y lanzado a concretar su revolución restauradora de un pasado de ensueño. Mientras se cerraba la puerta a buena parte de nuestras exportaciones industriales y se derrumbaban los precios del resto de nuestra producción, nos quedamos solos en el abandono de la OMS y muy mal acompañados en la negativa a solidarizarnos en la ONU con Ucrania. Después vino la presión para liquidar el swap chino como condición del apoyo recibido de Washington. ¿No terminará siendo mal negocio alinearse tanto con un gobierno que se lleva pésimo con todo el mundo?
Desde la elección de noviembre pasado en EE.UU. hasta el inicio “arrasador” de la segunda presidencia de Trump, además, Milei aprovechó lo que creyó era un clima internacional inclinado duraderamente a favor de la radicalización ideológica y las derechas duras para redoblar sus ataques contra los que considera sus “enemigos internos”, alimentando el odio contra los “zurdos”, los “tibios”, los economistas y periodistas independientes y demás contrincantes reales o fantaseados de su “batalla cultural”.
Una batalla que, ya sabemos, está decidido a impulsar a como dé lugar, y aunque internamente ni las instituciones ni la sociedad le den ni apoyo ni calce para hacerlo.
Estos últimos días lo está mostrando en particular con su convocatoria a “odiar más a los periodistas” justo después de que su asesor estrella maltratara públicamente a un joven fotógrafo, y pese a la casi universal repulsa que esa patoteada despertara: para dejar bien en claro que no piensa ceder ni mucho menos retroceder, que su idea de las cosas no va a cambiar y en serio entiende que quienes se le pongan delante y lo critiquen no merecen más que agresión de su parte y, eventualmente, que el poder del Estado les caiga encima.
Las nuevas derechas suelen hacer este tipo de cosas en todos lados, y en ocasiones les funciona. Primero y fundamental porque mucha gente está enojada y esa pasión suele ser políticamente más eficaz para movilizar adhesiones que otras inclinaciones. Además, porque la polarización les sirve al objetivo de presentarse como la única alternativa a lo conocido, y sacar de la cancha a sus competidores más desafiantes, los viejos partidos moderados y centristas. Y por último, porque la reacción escandalizada de los agredidos suele jugarle a favor: las víctimas que se victimizan pierden credibilidad y se debilitan, se vuelven un complemento de la voluntad del macho alfa, no sus contrincantes.
Claro que no tiene la misma eficacia patotear a Facundo Manes, una expresión de la casta mal que le pese, que hacerlo contra un fotógrafo de 23 años que está haciendo su trabajo. Y tampoco es lo mismo que el llamado a odiar lo haga un líder de opinión desde el llano, frente a un gobierno en aprietos, que provenga de un presidente en ejercicio, que está lidiando con mil problemas concretos y urgentes que no terminan de resolverse. Milei no entiende muy bien esas diferencias, y por eso puede que esté yéndose de mambo con su apuesta al odio.
Pero hay aún otro problema, mucho más serio, dando vueltas: y es que el trumpismo que él creyó triunfante, y dio por supuesto que siguiera siéndolo por mucho tiempo, parece estar quedándose sin nafta bastante rápido. Y entonces quedar pegado a él, a sus ideas, sus consignas y sus odios, cuando están perdiendo atractivo en todos lados, tal vez no sea la mejor idea.
Porque lo cierto es que lo que hace un par de meses parecía un proyecto incontenible, que iba a cambiar de raíz la política, la economía y la cultura del mundo entero, se está revelando como un descomunal bluff, una farsa torpe y descabellada que no puede terminar sino en un enorme fracaso, y cuyos costos mayormente pagarán quienes apoyaron a Trump y sus delirios: los trabajadores, los consumidores y los empresarios norteamericanos. ¿Es en ese barco escorado en el que Milei cree le conviene lo ubiquen tanto los observadores externos como el público local?
El presidente superpoderoso que prometió una nueva época dorada para su país ha dado en poco tiempo tantas muestras de torpeza, autoritarismo y brutalidad, en su cruzada contra el libre comercio y las instituciones que lo protegen, contra la justicia independiente, los inmigrantes, la prensa, las universidades y contra sus críticos en general, contra Zelensky y a favor de Putin, contra Canadá y la Unión Europea y a favor de Bukele, detrás de causas tan delirantes como anexarse pedazos de otros países, o países enteros, y renombrar cachos del planeta a voluntad, que el riesgo de esterilidad reformista y peligrosidad para la democracia y el propio capitalismo de las llamadas “nuevas derechas”, sobre todo cuando se les da rienda suelta para hacer lo que les plazca, ha quedado bastante a la vista para todo el mundo.
Esta autoinmolación cual bonzo del trumpismo está ya teniendo repercusiones en muchos lugares. Algunas buenas, otras malas, muchas inciertas. En Canadá le dio aire a un hasta hace poco desahuciado partido liberal para ganar cómodo las elecciones del lunes pasado y fortalecer sus lazos con la Unión Europea, que está en medio del despelote resultante por fin tomando conciencia de la necesidad de tener una política exterior y de defensa más seria y eficaz. A Putin y Netanyahu, en cambio, parece solo los alienta a seguir bombardeando a sus vecinos y negarse a sellar cualquier acuerdo con ellos, incluso unos muy convenientes para sus ambiciones. Mientras que a Xi y los comunistas chinos los volvió a legitimar como socios serios y previsibles, administradores responsables y racionales de un magnífico negocio mutuamente beneficioso para todos, del que nos conviene participar haciendo la vista gorda al hecho de que su expansionismo y autoritarismo van mucho más en serio que las boutades trumpistas.
Y mientras todo esto sucede, ¿Milei y su gente no piensan revisar su diagnóstico sobre el curso que seguirán las cosas, o sobre el papel que podría corresponderle al país, y a su gobierno, en el mundo que viene?
Pareciera que no, que van a insistir. Tal vez porque piensan que lo que hasta aquí les funcionó va a seguir funcionándoles. Si movilizando el odio ganaron en poco tiempo tantos votos, ¿por qué no va a servirles para ganar más?
Pero les convendría estar atentos a la velocidad con que Trump ha venido perdiendo tres recursos fundamentales, que hicieron posible su éxito en noviembre pasado, simplemente porque siguió haciendo las mismas cosas que hasta entonces.
Primero, y muy visiblemente, ha perdido popularidad: es el presidente peor evaluado por la opinión pública tras sus primeros 100 días en el cargo desde que se empezaron a hacer este tipo de encuestas, superando la anterior peor marca, que fue la suya en el mandato anterior.
Segundo, perdió buena parte de su capacidad de amedrentar y acorralar a sus contrincantes con sus amenazas y patoteadas: desde que Zelensky sobrevivió bastante indemne a la encerrona para destituirlo de su cargo montada en la Casa Blanca cada vez menos actores internos y externos parecen inclinados a ceder y evitar confrontar con el presidente y sus fanáticos, sobre todo en los casos en que, de no resistirse se siguen costos inmediatos y difíciles de reparar.
Y tercero, y tal vez lo más importante, ha declinado sensiblemente su capacidad de presentar sus ataques contra la democracia como recursos legítimos, destinados supuestamente a defender y mejorar la democracia: el “deep state”, la “conspiración woke”, las fake news supuestamente difundidas por los medios y los periodistas en connivencia con el Partido Demócrata y demás enemigos que el líder republicano prometió combatir con miras a “revitalizar la democracia norteamericana”, y volver a poner el gobierno a trabajar en favor de la “gente común”, se han revelado en poco tiempo como fantasías paranoides, pergeñadas por un líder de indiscutibles inclinaciones autoritarias, y que no reconoce límite alguno en sus esfuerzos por manipular a los ciudadanos.
¿Y si de tanto ir el cántaro de Milei a la fuente del odio para alimentar su popularidad termina descubriendo tarde que esa fuente se secó, y el odio se ha convertido en hartazgo y decepción? Dirán los economistas que todo depende de la inflación y el crecimiento: Trump los tiene en contra y por eso su popularidad cae y sus recursos manipulatorios pierden eficacia. En cambio, a Milei la economía parece le va a sonreír, así que tendrá chances de seguir agrediendo a quien quiera sin pagar las consecuencias. Pero hay que ver si está haciendo bien las cuentas: para que se haga la vista gorda a su autoritarismo, mientras más evidente y grosero este sea, van a tener que ser más amplios e indiscutibles los beneficios pecuniarios que ofrece, y es difícil que este sea el caso. Sobre todo si sigue mandando a Santiago Caputo a actuar su papel de James Bond pedorro donde nadie lo llamó, pone al otro Caputo, a su candidato estrella y al resto del gobierno a justificar esas matoneadas, los ingresos apenas se mueven, el consumo masivo no repunta y la inflación sigue rondando el 3%.
05/05/2025 a las 11:01 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Otra vuelta de rosca en contra de la prensa
Roberto García
Fuente: Perfil
(*) Notiar.com.ar
4/5/025
Mauricio Macri descendió a hacer campaña por Silvia Lospennato, reunirse con jóvenes, recibir dirigentes del interior y plagiar la metodología oficialista: denunciar como gente sin valores, con precio en sus cabezas, a los que se pasaron a otro partido (caso del intendente de Tres de Febrero, Diego Valenzuela). En previsión de otras deserciones, Santilli o Montenegro, por ejemplo. También comentó que bajo la administración Milei no han bajado los índices de corrupción, por el contrario, y aludió a registros internacionales.
En campaña, sin embargo, evitó enrolarse en la cruzada contra el periodismo que desató el Gobierno: no se involucra ni a favor ni en contra. Es apartidario, neutro. Menos se sabe lo que piensa el ingeniero boquense sobre la nueva “lacra” denunciada por el Gobierno. Se colige esa actitud de su silencio sobre el tema: algún mal recuerdo le genera la prensa.
Al revés, su exministro Luis Caputo levantó una copa de champagne para celebrar como un campeón de los derechos humanos que “falta poco para que desaparezca el periodismo”. Un deseo retrasado: ni siquiera advirtió que ya hace más de una década que no hay más canillitas ni kioscos en el país, que las tiradas disminuyeron en forma escandalosa, que diarios importantes cayeron del millón de ejemplares vendidos a cifras ridículas. Incluso, tampoco se anotició de la singular merma en la audiencia televisiva. Ocurre que guarda algún resentimiento por lo que se publicó sobre su gestión en tiempos de su fracaso como ministro. Tampoco Cristina Fernández de Kirchner se ha expresado sobre el tema, teme que recuerden algunas invasiones de su gobierno contra la prensa –espionaje, juicios, amenazas–, se limita a sonreír por el castigo que el actual oficialismo le propina a la prensa y, secretamente, admira a Javier Milei por su grotesca frase: “La gente no odia lo suficiente a los periodistas”. Podría suscribirla.
En la misma línea, uno de los voceros del Presidente, el Gordo Dan, se envolvió en la propaganda y reclamó un decreto –como en tiempos de Raúl Alfonsín– para poner presos a los periodistas. Olvidó decir cuántos, solo trascendieron algunos nombres como antojadizas versiones. Le falta decir que su patrón no registrado, como su antecesor radical, quizás debería declarar el Estado de sitio para justificar esa medida. En aquellos tiempos, la ofensiva del Estado se dirigió contra media docena de personas, a unas las encarceló, y otras optaron por un rápido exilio. Como Rosendo Fraga, al Uruguay. Se quedó viviendo más de seis meses en la tierra oriental, se sumaron luego varios reclamos judiciales. Saldo: el gobierno privó de libertad a distintos personajes y ensució sus nombres. Tarde, claro, la Justicia los reivindicó. Y esta semana, naturalmente por otras calidades, Fraga fue designado titular de la Academia de Ciencias Sociales y Políticas. Las vueltas de la vida.
Periodistas o no, Alfonsín –atosigado por sus servicios de Inteligencia– supuso que había una conspiración en su contra, que se amañaba un golpe de Estado y que parte de esa operación se gestaba desde teléfonos públicos o privados anunciando la colocación de bombas en los colegios o jardines de infantes. A la distancia, cuesta entender esa ridiculez y que esas llamadas intrigantes fueran parte de un atentado contra la democracia: ridícula la excusa, aunque algunos sancionados no merecieran defensa. Peor era la inclusión en un mismo equipo de gente que no se conocía entre sí, tan variopinto además. Solo privó el odio sobre algunas personas, a las que incluyeron en un mismo paquete para descalificarlas, intoxicando a la población.
La aventura de conspiraciones, ciertas o fantasiosas en los gobiernos, en esta ocasión, también encontró a Milei como generoso receptor, de quien debe repetirse en su porfía contra algunos medios y cronistas en particular una frase inolvidable: “La gente no odia lo suficiente a los periodistas”. Al parecer, dispone de un termómetro sobre los sentimientos colectivos, alcanza un punto G extraordinario: sabe lo que la gente, como él dice, piensa respecto de los ganapanes de la palabra y la pluma, seguramente por influencia de alguna encuesta que le recomendó sacudir el árbol del periodismo prostituido o no, en general, sin distinciones, que bien podría rendir electoralmente. Como ocurrió con el ataque a la “casta” política. Ni siquiera separa empresas de trabajadores. Parece aquel comandante del Papa que perseguía a los cátaros en el genocidio, a los que había encerrado en una fortificación: ordenó matar a todos mientras algún oficial le recordaba que había inocentes, mujeres y niños. Y el respondió: “No estoy aquí para clasificarlos, que de esa tarea se ocupe el Señor cuando lleguen al Cielo”.
Ninguna relación, obvio, con las Fuerzas del Cielo que rodean a Milei, incluso con alguno de sus asiduos visitantes que ha sido amigo íntimo de un redactor afamado al que desean entre rejas y contra el que el mandatario despotrica habitualmente. Raro ese triángulo no conocido, poco explicable además: falta de honor al afecto humano. No hacer nombres, por favor. Milei emprendió esta cruzada indiscriminada con ciertas razones, intolerancia ante episodios mendaces, opiniones extravagantes y comparaciones fuera de época. Pero, ante su furia, quienes lo rodean no atinan a mostrarle el texto de la Constitución, incluso la de los Estados Unidos, sobre la libertad de prensa y, personajes como el Gordo Dan calientan más la reyerta oficial con la ventaja de que un propagandista del Gobierno reclama un decreto a firmar solo por Milei mientras el pimpante vocero continúa su espectáculo teatral por la radio sin consecuencias. Judiciales, al menos.
Asombra que un hombre como el Presidente pregone el odio, una de las peores condiciones del ser humano, justo cuando nadie mejor que él conoce la urdimbre del periodismo, los negocios de las empresas que los administran y los personajes que la integran. Se frecuenta con varios, estuvo en maridaje con más de uno. Incluso, hasta mantiene una agradable cordialidad con muchos de los que van a Olivos en días de ocio. No rescata que en 1863 se fundó El Mosquito, y por varias décadas esa expresión filosa, burlona de la prensa, constituyó un hito de libertad crítica. Parece que no le gustaba a nadie que pasaba por sus páginas. Casi dos siglos después, una administración pretende con prepotencia estatal instalar una policía del pensamiento, con muchos cómplices, frente a ensobrados algunos, ingenuos otros o simples testigos de los acontecimientos diarios. Todos, de alguna manera, dan examen diariamente, informan con corrección, se equivocan, mienten o cobran por decir lo que ni siquiera piensan. Milei, quien hizo una historia en ese mundo opaco, se supone que era de los que quieren que, a pesar de la mediocridad, la gente elija. Como en el mercado. Más allá de las deficiencias y los intereses sórdidos.
05/05/2025 a las 7:33 PM
AY , AY , AYYYY . . . ESTIMADÍSIMO DOCTORASO KRUSE, ME
PARECE QUE CON ESAS PEDORRAS LECTURAS, COMO LA DEL
BIGOTUDO MOCA, EL PAJERO TRISTE NOVARO, O EL YA
DEPRECIADO GALLEGO GARCÍA, NO VAMOS A PASAR AL FRENTE
NI EN UNA CARRERA DE EMBOLSADOS.
PEGUE UN VOLANTAZO, TROESMA; DESECHE EL VUELO BAJO DE
LA PERDIZ Y APUNTE CON LA MIRA PUESTA EN LAS ALTURAS.
«USTED PUEDE, HERNÁN», LE DIRÍA EL FLACO MENOTTI.
Y NADA MENOS QUE CON UN DOCTORADO EN LAS CIENCIAS
POLÍTICAS !!! . . . TA QUE LO ENVIDIO, CHE . . .