Por Italo Pallotti.-

En esta Argentina nuestra, la Política, como consecuencia del comportamiento tantas veces despreciable de sus actores, ha pasado a ser una trivial, frívola entelequia de la que la ciudadanía ha conseguido alejarse; porque entendió, a través de muchas décadas de fracasos, en la consecución de sus objetivos, que de ninguna manera conseguía satisfacer sus demandas.  Al efecto, bueno es recordar una frase de Platón (427 a C.), “El precio de desinteresarse de la Política es ser gobernado por los peores hombres”. El episodio de esta semana con el tratamiento por la Ley de Ficha Limpia, en el Senado de la Nación, nos lleva a reflexionar seriamente sobre este punto. Una sesión (como todas, y en esto es una réplica de lo que frecuentemente ocurre en Diputados) que tuvo matices de esos que avergüenzan a propios y extraños. Chicanas, bravuconadas, repaso de vetustas cuestiones, ironías y frases de un mofarse continuo sobre pares o grupos de éstos, no hicieron otra cosa que validar cuestiones de rechazo en una población ya en el hartazgo total al Congreso y sus miembros.

Dicho eso, el manoseo que se hizo, de tanto tiempo a la fecha de esta ley en la que se conjugan, sin dudas, intereses y asuntos que ensombrecen la calidad institucional de esos espacios; y la demora, tanto en el proceso como en la aprobación, dejan la sensación que lo subterráneo supera ampliamente a lo que se ve en la superficie. Y no solo esto ensucia el camino hacia la vigencia, que ya debería contar con años de antigüedad, por lo obvio, marcando la ruta de las conductas de los miembros de los Poderes del Estado y, particularmente, del Poder Legislativo, por su extrema responsabilidad en el dictado de las leyes que rigen la vida de todo el país; sino las idas y venidas, los dimes y diretes, insustanciales la mayoría, de sus bancadas; que en la compulsa popular gozan de un merecido ínfimo porcentaje de confianza y respeto.

El fracaso en la votación generó un escándalo de proporciones; cuya víctima principal es el pueblo de la nación. Porque la corrupción, del principio al fin, fue la que eludió el castigo. Como es habitual.  La brutal polémica ganó la calle y los estrados políticos. Las acusaciones cruzadas fueron un desagradable festín. Qué los votos estaban, según Milei. Lospennato que habló de traición y haber sido defraudada. Macri, el ex, compungido y lloroso por el fracaso.  Atauche, acusado por el supuesto mal manejo de su bancada.  El kirchnerismo festejando, con Alicia K. a la cabeza, el “éxito” de haber volteado Ficha Limpia. Los misioneros, Carlos Arce y Sonia Rojas. tildados de panqueques, haciendo “mutis por el foro”, ante la (sorpresa?) general. Opiniones diversas sobre “canje de favores”. Carlos Rovira sosteniendo que Milei pidió por el voto negativo de los 2 senadores. Hasta Lilita Carrió reapareció poniendo su “dosis” de acostumbrado “lilismo”. Todo fue banal, de mal gusto. Chabacano. Olvidable. El negacionismo de la coherencia.  Supuestas verdades y supuestas mentiras; como siempre. De todo este enjambre surge de nuevo, aunque no sorprende, Cristina; la aparente gran ganadora de semejante entuerto. La rival, para una competencia futura, el sparring remozado. Réplica de viejos tiempos. De impunidad y corrupción. Lo que pueda pasar, es casi de ficción.  De lo que no quedan dudas es que el gran perdedor es el pueblo de la Patria que deberá optar, en las listas interminables entre los corruptos (si los detecta a tiempo) o los honestos. Y vuelve a preguntarse, como se indica en el título, “¿Y la limpieza, para cuando?”

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