Por Paul Battistón.-

Según Juan Domingo Perón, lo único que vencía al tiempo era la organización. No ha podido ser probado fehacientemente; el peronismo tiene una idea muy especial de organización, algo así como un constante movimiento de agitación siempre inconcluso que en su resultante circunstancial no se ha movido a ningún lado (estaría todavía en 1945).

Todo lo organizado para sostener la historia cercenada comienza a diluirse drásticamente un año y medio después del alejamiento de los redactores del relato del poder. Es difícil crear y sostener un relato que debería haber sido mantenido con organización (según los conocimientos del general) pero que choca con dos contrariedades. Lo que debería ser llamado organización es un desparpajo de idiotas y el nudo del relato debe ser sobredibujado sobre algo que está fresco y perfectamente registrado y no es otra cosa que el mayor estrago doloso cometido contra la nación en sí misma que comenzaría con una icónica llegada en avión bajo la lluvia y finalizaría con una ida en helicóptero en nocturna postal de alivio.

En 100 años de registro monetario, la cantidad de moneda creció de cero a 1 billón 800 mil millones de pesos pero en tan sólo 16 meses creció de esa última cifra a 4 billones 132 mil millones. En año y medio, la emisión superó dos veces y media la de todo un siglo. Quien lo exponía era el ingeniero “agorero” Álvaro Alsogaray. ¿Cuál era la razón para extrañarse? Gobernaba nuevamente Perón, el creador de la inflación argentina.

Más Álvaro: “la compra desenfrenada de vehículos, artículos para el hogar y todo tipo de bienes ha alcanzado niveles desusados a pesar de los precios elevados, porque el público quiere desprenderse de sus ahorros monetarios ante la posibilidad de que se desvaloricen; esto no es prosperidad, es un efecto nocivo de la droga inflacionaria”. Nadie se hacía eco de los agoreros, ni el político oficialista, ni el opositor que acompañaba y vivía un bienestar que por hijoputez o ignorancia desconocía las consecuencias que del mismo sobrevendrían. En el medio, un elogio del FMI ¿?

El Ministerio de Bienestar Social gastaba fortunas en propagandas de página entera en medios que propiciaban la violencia. El ministro José López Rega, alias hermano Daniel, frecuentaba oficialmente Brasil. La magia (oscura) debe haber sido una herramienta fundamental en su oficio de titular de impartir bienestar. En julio del 75 desaparecería de escena. El ambiente ya era muy espeso. Tras la huida del brujo, la pole position de los titulares quedaría ocupada por otros personajes entre oscuros y truculentos, Lorenzo Miguel y Casildo Herrera.

Atentados, muertes, secuestros desde la izquierda, lo mismo desde el otro extremo acunado por el ministerio del bienestar, decretos para aniquilar (una imprecisión muy precisa), un Operativo Independencia para recuperar de la ocupación insurgente el monte tucumano. El comandante Santucho prometía un millón de fusilamientos ¿irrisorio? Camboya era un hecho, del lado correcto no estuvieron dispuestos a esperar un desenlace tardío entre una Argentina del norte y una Argentina del sur.

Los presupuestos fueron una sucesión de dibujos tragicómicos. El de 1973, estipulado en 700 millones, resultaba finalmente en 1,9 billones; el de 1974 (Gelbard-Peron), calculado en 1,3 billones y superado hasta los 3 billones; el de 1975 (Gómez Morales-María Estela Martínez), calculado en 1,8 billones y concretado en 14 billones. Cafiero presupuestó 18 pero finalmente se convirtieron en 33; la hecatombe estaba en camino. De 1974 quedaron algunas frases como milagro argentino, inflación cero… Gelbard le dejaba a Celestino Rodrigo un maravilloso artefacto explosivo, lo que no le dejó fue su apellido. Su “macana” fue hija adoptiva para Celestino y recibió su apellido Rodrigazo. En el 75 (una eternidad después) ya todo era descontrol, peleas internas, violencia a mansalva, copamientos de comisarías, ataques a regimientos y el declive final hacia la desintegración.

El engendro llamado Frejuli (una especie de Frente para la Victoria) comenzaba a desarmarse. Frondizi, alejado del mismo, blanqueaba que la pertenencia al espacio de poder le imponía una autocensura pero sin ella rugía: “hoy se escandalizan los que propusieron el despilfarro burocrático como respuesta a los problemas de la nación”.

La señora presidente siempre era exceptuada de las quejas que eran redirigidas a su entorno sin culpa de quien las lanzara desde su entorno.

Se borraban (textual), Casildo Herrera.

Se autoincriminaban, “las actitudes golpistas provienen del mismo gobierno”.

El financista Jorge Antonio arremetía: “si las FFAA ponen orden, respeto y estabilizan, bienvenidas sean”.

Un llamado a elecciones para el 17 de octubre fue tomado como una imprudencia, luego una fecha en diciembre sería desestimada por una repentina necesidad de una reforma constitucional, lo que fue tomado como una clara necesidad de evitar las elecciones en busca de una perpetuación en el poder. Un diputado del engendro partidario renunciaba a su banca porque el proceso político estaba “agotado”.

Buenos aires estaba en la mira de una intervención, su gobernador Calabró dejó en claro que sólo entregaría el mando a las FFAA y las FFAA emitían un comunicado denunciando una campaña tendiente a involucrarlas en episodios de violencia.

Mondelli pedía al gremialismo luchar todos juntos, de lo contrario tendrían a los militares en el poder.

Balbín ya sabía lo inevitable, no sería presidente, una izquierda light no acabaría con una izquierda revolucionaria.

El país llegaba a su fin, sin gobierno, sin moneda y con su integridad territorial comprometida.

¿Alguien se creyó la mentira de la Argentina al borde de la desaparición en el 2001? Si así fue es porque no vivió en esos maravillosos 3 años de peronismo descerebrado.

Jamás un crimen puede ser remedio para otro crimen, sentenciaba Rafael Martínez Raymonda, del espacio de la democracia progresista. Los 372 días de tortura de Argentino del Valle Larrabure serían cobrados. Algunos le dicen karma, otros venganza, otros deber. Todos los crímenes y oscuridades conformaron una guerra (¿civil?). Ambos bandos tenían uniforme y uniformidad, legitimidad sólo uno de ellos. El golpe de estado fue un detalle inevitable ante el rumbo de colapso previsible.

Fue el golpe más negado a ser concretado, fue el que en su camino tuvo mayor trabajo previo de desactivación.

Ocurrió. Y fue el pasaporte a la finiquitación de la guerra a cualquier medio (los mismos contrarios medios).

La llegada al precipicio mismo para nuestra desaparición como nación no nos hubiera conducido a Jairo cantando Venceremos en la 9 de julio. Alfonsín no hubiera tenido el aparatoso título de padre de la democracia cubriendo su fracaso. La democracia es una consecuencia de la eliminación de los cultores de lo antagónico del ejercicio de nuestra existencia (por lo menos por un tiempo). Raymonda tenía razón.

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