Por Alfredo Nobre Leite.-

Señor director:

Con respecto a la declaración del diputado Máximo Kirchner, de que «cada dólar que se destine al pago de la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI), es un dólar menos para el pueblo», le recuerdo a ese irresponsable que por no pagar la deuda con los holdouts por US$ 1.330 millones (que más que se triplicó), entre otras, la Argentina fue declarada «deudor recalcitrante», por la Cámara Federal de Apelaciones de Nueva York, en la causa por el reclamo del pago de US$ 1.330 millones, que su señora madre se negó a pagar, mal asesorada por su ministro de Economía, Axel Kicillof. Como, asimismo, el 51% del paquete accionario de YPF, de propiedad de Repsol, confiscado sin una ley de expropiación y menos el pago de una indemnización, que el presidente Mauricio Macri pagó con bonos por US$ 5.000 millones; la deuda con el Club de París, que se hizo cargo, como, también, los contratos de obras públicas, ante el Banco Mundial, que fueron anulados por el kirchnerismo; todo lo cual el anterior Gobierno de Juntos por el Cambio se hizo cargo para honrar el buen nombre y prestigio de la República Argentina.

Asimismo, el presidente Macri recibió un gasto público que, del 27,2% del Producto (PBI) fue elevado al 46,2% por el kirchnerismo, causante de recurrentes déficits fiscales, que financiaban con la emisión fiduciaria espuria y consiguiente inflación (que continúa el presidente Alberto Fernández), que en los primeros cinco meses de su gobierno imprimió el equivalente a US$ 16.000 millones); una presión fiscal del 22,6% elevado al 34,8% del PBI, confiscatoria, según la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que ahoga a la empresa privada y licua salarios y jubilaciones, y que el peso de semejante y proverbial dispendio público, es motivo de elevados impuestos, como el «impuesto extraordinario sobre ‘patrimonios más altos»’, no importando que los empresarios pagan el impuesto a las Ganancias, como también de bienes personales (lleva ‘inventado’ en menos de dos años unos 20 nuevos impuesto), repitiendo lo que hizo el kirchnerismo durante 12 años y medio de desgobierno. Lo cual ha dado lugar a que actualmente las empresas buscan radicarse en países que «no combaten al capital», y benefician a sus empleados y al país, como Uruguay, Paraguay, Brasil, Chile.

Además, el kirchnerismo dejó una deuda externa de US$ 240.000 millones que ignora, sin un dólar cash de reserva en el Banco Central, con todos los mercados voluntarios de crédito cerrados para la Argentina, por estar en default, más de 12 millones de pobres -mientras llenaban sus alforjas con sedicentes US$ 80.000 millones, con los contratos de obras públicas amañados, por lo cual CFK está sometida a juicio por presunta jefa de una asociación ilícita para delinquir.

También, repito, legó 12 millones de pobres, y tuvo el coraje el actual ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, de decir que Alemania tenía más pobres que la Argentina, y siguen echando la culpa de todos los males que estamos padeciendo actualmente, al anterior presidente Macri, cuyo error fue llevar a cabo una política económica gradualista y no haber encarado -con energía- las reformas de segunda generación del Estado, reduciendo los empleados públicos que de 1.900.000 fueron elevados por el kirchnerismo a tres millones y medio; Tributaria, para mermar la presión fiscal -que aumentó el cuarto gobierno K- confiscatoria, según la Corte Suprema de Justicia de la Nación; como reformar las leyes laborales, copia de la «Carta de Lavoro» de Benito Mussolini para eliminar el sindicalismo prebendario, que se enriquece, mientras los operarios se empobrecen, a fin de dar cumplimiento del artículo 14 bis de la Constitucional que establece una «organización libre y democrática, reconocida por un simple registro especial», y así terminar con el ‘supuesto’ enriquecimiento (‘ilícito’) de -v.gr.- personajes execrables, como Hugo Moyano y familia.

Le reclamo al presidente del bloque de diputados nacionales del Frente de Todos, Máximo Kirchner, el plan económico del presidente Alberto Fernández -que brilla por su ausencia-, que livianamente ignora la imprescindible necesidad de que, con metas a alcanzar, movilice inversiones (no tratar a los empresarios de miserables) para eliminar las trabas de normas laborales que entorpecen la producción y la productividad, la creación de riqueza y el bienestar general, y al tiempo que se reduzcan la pobreza y la miseria (superior al 50% de la población) elevadas a la décima potencia por el kirchnerismo; en un país como Argentina pródiga en fertilidad -produce alimentos para 400 millones de personas-; rica en minerales preciosos, gas y petróleo.

Lo que carecemos, desde 1946, salvo honrosas excepciones, es de una clase dirigente, capaz y honesta para «…promover el bienestar general, y asegurar para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino: invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia». Preámbulo de la sabia Constitución Nacional de 1853/1860; que el presidente Alberto Fernández y la vicepresidente Cristina Fernández de Kirchner deben repasar y obrar en consecuencia.

Con cordiales saludos.

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