Por Hernán Andrés Kruse.-
“Este discurso concentrado en el futuro lo diferencia del populismo latinoamericano y del marxismo en dos sentidos: temporalidad y formas. En primer lugar, deja constancia que, en sentido contrario del determinismo histórico del marxismo ortodoxo, el presidente uruguayo prioriza el proceso sobre el resultado. Se impone lo que Gramsci califica como “filosofía de la praxis”, un sistema de pensamiento que hace hincapié en la transformación moral, intelectual y cultural de la sociedad. El pensador italiano proponía superar la perspectiva exclusivamente material del socialismo, trascender el economicismo que envolvía a una gran parte del pensamiento marxista de su época. Volviendo a Mujica, este considera que el cambio civilizatorio se produce de manera incremental, con otro modelo de educación (basada en el “ser” más que en el “tener”), proponiendo otra conciencia sobre la libertad del individuo y promoviendo el respeto a la naturaleza. De este modo, en vez de descansar en el optimismo teleológico, que la historia está programada para acabar con el capitalismo, Mujica propone una praxis diaria que genere un nuevo orden cultural en la sociedad.
La búsqueda de un sentido común distinto al imperante (el consumismo) es un trabajo cotidiano que, como vimos previamente, se debe desarrollar dentro de las instituciones políticas, sociales y educativas. Así lo marcaba en una entrevista al diario El Periódico de España: “No se puede estar 30 o 40 años planteando la palabra revolución y que la gente tenga dificultades para comer. No podemos sustituir las fuerzas productivas de un día para otro, de la noche a la mañana ni en 10 años. Son procesos que necesitan la coparticipación de la inteligencia. Hay que dar batalla en el seno de las universidades para la multiplicación del talento humano. Pero, al mismo tiempo que peleamos por transformar el futuro, hay que hacer funcionar lo viejo porque la gente tiene que vivir. Es una ecuación difícil. El desafío es bravo. Hay quienes todavía siguen con lo mismo que decíamos en los años 50 del siglo pasado. No se han hecho cargo de lo que pasó en el mundo y por qué pasó. Siento como mías las derrotas que tuvo el movimiento socialista. Me enseñan lo que no debo de hacer. Pero eso no significa venirme a tragar la pastilla del capitalismo a estas alturas de mi vida” (29/11/2013).
Como se observó en la construcción de la trama, en la estructura temporal también se detecta una concepción humanista por parte de Mujica. La defensa a largo plazo de la especie humana es una premisa que el presidente uruguayo sostiene a lo largo de todo su gobierno. Poner por delante los intereses del ser humano más que los de una nación determinada. El cuidado del medioambiente es la piedra angular de esta noción, pero no es la única variable que pregona Mujica. El impulso de valores posmateriales –el matrimonio igualitario, las despenalizaciones del cannabis y del aborto– son fundamentales para lograr una sociedad más justa y abierta en el futuro. Así, lo prospectivo se impone sobre lo reivindicativo y la visión desplaza a la memoria. Temporalmente, el relato político se sitúa entre el presente y el futuro, entre la gestión y un horizonte de expectativas.
Con relación al repertorio simbólico, el objetivo es precisar y analizar los distintos signos que caracterizaron a la narrativa presidencial: vestuario, escenarios, próceres, dispositivos, mitos, rituales, gestos, banderas, etc. Lalancette y Raynauld denominan “retórica visual” a la combinación de estos recursos, a cómo se estructuran en una narrativa coherente y consistente para movilizar a la opinión pública. Un primer aspecto para destacar es el lugar que le otorga Mujica a su vida privada. En vez de ofrecer entrevistas a medios de comunicación o reuniones políticas en ámbitos institucionales, tales como el Palacio Estévez, la Residencia presidencial de Suárez y Reyes o la Estancia Anchorena, el extupamaro privilegia su chacra ubicada en Rincón del Cerro. Diluye la esfera pública en la esfera privada. Desde la intimidad de su hogar le imprime significado al relato político. La trama de la transformación cultural se materializa con el contexto visual de su casa. Animales sueltos –gallinas, perros, gatos–, una flora abundante, una huerta de verduras, un tractor, un Volkswagen Escarabajo año 1987, árboles por doquier y una construcción de tan solo tres ambientes marcan la geografía privada de Mujica.
Este repertorio simbólico corporizó y potenció temáticas sensibles para Mujica como el cuidado al medioambiente y la promoción de una vida austera. Matías Ponce, Doctor en Ciencia Política y miembro del equipo comunicacional del gobierno de José Mujica (2010-2015), señala la recepción de esta comunicación no verbal: “Fue todo un repertorio simbólico. De hecho, mucha gente lo critica: fue todo simbólico y nada concreto. La perra Manuela. Su fusca. Todo el mundo conoció su casa. Era inusitado el interés que despertaba en los medios internacionales. Una persona que vivía como el pueblo. Es la antítesis de Tabaré Vázquez y Ricardo Lagos. Un estadista o un profesional” (10/12/2020). Esta marca estética despertó gran interés a nivel internacional. La cadena británica BBC tituló un reportaje: “El presidente más pobre del mundo”.
Además de las enunciaciones del presidente, la prensa prestaba atención a la información contextual. El factor noticiable era que un mandatario nacional acopla el lenguaje verbal con el lenguaje no verbal, una conexión entre el texto y la imagen, una coherencia entre lo predicado y lo vivido. En un escenario político signado por la crisis de representación, donde la ciudadanía percibe que sus líderes no cumplen en su vida privada con lo pregonado en las instituciones públicas, el correlato entre los niveles discursivo y práctico le aportó un diferencial a Mujica. Asimismo, producía una conexión especial con los sectores más humildes, que percibían que su presidente los representaba no solamente a través de la escucha y canalización de sus demandas, sino también desde el plano simbólico.
“Yo creo que los presidentes deben vivir como vive la mayoría de su pueblo y no como vive la minoría privilegiada”, sostuvo en repetidas ocasiones Mujica ante la televisión. Christian Mirza lo analiza del siguiente modo: “Vos ves la foto del Rey Juan Carlos visitando a Mujica en chancletas es surrealista, pero es real. Eso le dio un grado de legitimidad política muy importante. La gente más pobre, sobre todo, lo veía como un igual. Más allá de la investidura, ver al Pepe que dijo nunca voy a ir de corbata al senado. El traje se lo ponía obligado. Esa figura que tiene un poco de populismo, pero no es populismo. Es otra cosa: un dirigente popular que ha hecho políticas populares. Era coherente. Eso le daba un plus de legitimidad respecto a cualquier otro dirigente” (5/12/2020).
Mujica condensó la simbología del gobierno en su figura. Asumió la centralidad estética y revistió a la gestión mediante imágenes vinculadas a la esfera íntima, no institucional. En este caso, los atributos personales funcionan como atajo cognitivo de la administración. La ciudadanía sintetiza una cantidad de información importante en un solo individuo. A través del registro visual personal (nivel micro), se simplifica el significado de la gestión (nivel macro). En vez de ofrecer imágenes de los ministros o mensajes simbólicos inclusivos (bandera de Uruguay), el presidente recurre a su estilo de vida. José Luis Dader (2017) califica a este fenómeno como “escenificación política hiperbólica”, que se caracteriza por la exageración de los aspectos íntimos y la respectiva conexión de estos con la cultura popular, brindándole un halo de celebridad al sujeto protagonista.
Afuera de su espacio privado, Mujica también entabla una estrategia visual diferenciada. En línea con la crítica que le hace al consumismo, se presenta con un vestuario informal, sobrio, no usa joyas, corbata ni trajes de marcas conocidas, solo utiliza camisa y saco. A su vez, para completar el sistema diacrítico, aparece despeinado y sin afeitarse. El ejemplo más contundente fue el 26 de diciembre de 2013, cuando se presentó en sandalias a la jura del nuevo ministro de economía, Mario Bergara. Con unas uñas largas –que mostraban cierto descuido–, los pantalones levantados como si fueran bermudas y un perfil en general desalineado, la imagen llamó la atención de la opinión pública que, como pocas veces, se dividió en dos posiciones contrapuestas. Por un lado, se resaltó la espontaneidad, coherencia y naturalidad del presidente, atributos que sin duda tallaron su impronta y su gestión. Pero, por otra parte, también se lo criticó por no cumplir con el protocolo oficial, de imponer una cultura estética personalista que desprestigiaba la cultura institucional.
Con relación a esto, el presidente tenía una metodología comunicacional que repitió a lo largo de toda su gestión, que eran las ruedas de prensa informal. Al finalizar cada actividad o acto, Mujica recibía a los periodistas en la calle sin ningún tipo de protocolo ni agente de prensa que regulara las preguntas. Frases resonantes, titulares provocativos, declaraciones polémicas formaban parte de dichas exposiciones mediáticas. Si bien a veces encuadraba la noticia y lograba direccionar el sentido social, en otras ocasiones esta dinámica le ocasionaba ciertos perjuicios comunicacionales, porque deslizaba una afirmación que erosionaba a aliados o contradecía a fuentes oficiales. Este canal comunicacional informal se complementó con las entrevistas individuales que Mujica otorgaba a periodistas locales y extranjeros.
A diferencia de otros líderes de la Nueva Izquierda Latinoamericana, como Hugo Chávez, Cristina Fernández o Evo Morales, que optan por lo que José Natanson llama “bypass mediático”, es decir, esquivar la vía de la prensa y relacionarse directamente con la sociedad, el presidente uruguayo escoge la mediación de los periodistas. Se ajusta al modelo liberal, donde el periodismo funciona como un cuarto poder que vigila, hace de contrapeso y representa a la opinión pública. Según Mujica, las empresas mediáticas no son vehículos de las clases dominantes para manipular al pueblo. En escasas ocasiones reconoció que pueden tener sesgos ideológicos y no emprendió iniciativas legales para modificar el mercado de los mass media, como se hizo en Argentina, Bolivia, Venezuela y Ecuador. En vez de establecer una relación conflictiva y polarizadora, podríamos afirmar que Mujica instauró un vínculo simbiótico, donde ambas partes sacaban provecho: los medios tenían la cobertura y el titular del día, y el presidente lograba amplificar su agenda o postura.
En la circulación del ethos presidencial, Mujica relató su experiencia como preso en la última dictadura cívico-militar. El último encarcelamiento, que duró trece años (1972-1985), fue una época fructífera para él: revisó su doctrina ideológica, la lucha armada y su forma de abordar la vida. Estos elementos biográficos son recuperadaos asiduamente por el presidente y aplicados estratégicamente para abordar problemáticas actuales. El pasado funciona como un depósito de herramientas. Así lo puso de manifiesto en sus discursos en la Asamblea General de las Naciones Unidas y la UNASUR: “Mi historia personal, la de un muchachoporque alguna vez fui muchacho- que, como otros, quiso cambiar su época, su mundo, el sueño de una sociedad libertaria y sin clases. Mis errores son en parte hijos de mi tiempo. Obviamente los asumo, pero hay veces que medito con nostalgia. ¡Quién tuviera la fuerza de cuando éramos capaces de albergar tanta utopía! Sin embargo, no miro hacia atrás porque el hoy real nació en las cenizas fértiles del ayer. Por el contrario, no vivo para cobrar cuentas o reverberar recuerdos (24/8/2013). Por eso, pertenezco a un movimiento que se golpeó la boca. Y salió a intentar cambiar el mundo y nos molieron a palos. Acariciamos nuestros sueños. Eran tiempos que pensábamos que la dictadura del proletariado era una explicación importante de la lucha de clases. Y naturalmente cada generación comete sus vicisitudes. Pero aquel fuego que llevábamos adentro era tan grande que nos permitió llegar hasta hoy, siendo conscientes de los errores que cometimos, pero siendo consciente de la gigantesca generosidad con que abrazamos la vida” (5/12/2014).
Como se vislumbra, Mujica utiliza el pasado de una manera pedagógica, no reivindicativa. Se autopercibe como un militante político que intentó cambiar el mundo mediante las armas, y no lo logró. La revolución socialista fue el objetivo que, entre la década del sesenta y la del setenta, se trazó el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. Cuando rememora ese pasado, no lo hace desde una postura positiva, sino que lo hace desde una óptica crítica. Pone en tela de juicio las aspiraciones (alcanzar una sociedad sin clases) y la metodología que escogieron (guerrilla urbana). Él forma parte de una generación que, supuestamente, aprendió de sus errores. Dicha curva de enseñanza lo legitima para afrontar la agenda del mundo actual. Mujica intentó otras vías políticas y económicas, y falló. Por condiciones subjetivas (mala praxis suya y de Tupamaros) y objetivas (contexto desfavorable para llevar a cabo una revolución). Con el paso del tiempo y la prisión, revalorizó la democracia representativa liberal y la economía de mercado. Al haber formado parte de una organización guerrillera y revolucionaria, Mujica ensayó y materializó los discursos más extremistas de su época. Este viraje, constituido por una introspección y una autocrítica, lo legitima frente a actores que en el presente y en el plano narrativo se posicionan a la izquierda del espectro ideológico.
Un segundo elemento para subrayar de su experiencia en la cárcel es el aprendizaje ontológico. Además de las consideraciones políticas e ideológicas, Mujica incorporó determinados atributos tales como el perdón, la reconciliación, la resiliencia y la alteridad. Así lo enfatizó en Naciones Unidas: “Y sabes una cosa, nadie te puede devolver lo que perdiste. Lo que perdiste en un calabozo, lo que fuiste tratado como tarro al basural y otras cosas. En la vida hay que aprender a cargar con una mochila de dolor, pero no vivir mirando la mochila. La vida hay que mirarla hacia delante. Cada madrugada amanece y la vida es porvenir. Y es tan hermoso que hay que defenderla y hay que quererla. Y transmitir: puedes caer mil veces, el asunto es que tengas la fuerza y el coraje de volver a levantarte, y volver a empezar. Y el volver a empezar es una actitud general que hay que pregonar en la vida. Los únicos derrotados en el mundo son los que dejan de soñar y luchar y de querer. Y es la diferencia que tiene la vida humana: se le puede dar un contenido” (31/5/2013).
Como evidencian estos dos extractos, Mujica interpreta que la vida es evolución. El pasado funciona como un insumo informativo para no repetir los errores. Pero el esfuerzo –mental y anímico– no debe estar concentrado en lo que sucedió, sino en el porvenir. Para progresar es imprescindible vivir sin rencores. El perdón es clave para avanzar. Condonar tanto a los terceros como a uno mismo. En su caso, el pedido de perdón se refiere a la praxis de Tupamaros; en cambio, las disculpas en tercera persona apunta al accionar de las fuerzas armadas, a los militares que lo torturaron, lo aislaron y lo tuvieron preso en cuatro oportunidades. El presidente uruguayo, a través de su experiencia personal, siempre pregonó la superación de lo sucedido en las décadas del setenta y del ochenta. El 5 de mayo de 2011, cuando se votaba la anulación de la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado que amnistió a los militares por los crímenes cometidos en la última dictadura, el mandatario se presentó en la Cámara de Diputados y les dijo a los legisladores del Frente Amplio: “No vengo a pedirles que no voten, pero siento la necesidad, más que como presidente, como integrante de la fuerza política, de decir que este es un camino equivocado”. Finalmente, debido a la ausencia de un diputado cercano a Mujica y militante del MPP, Víctor Semproni, no se pudo anular dicha norma.
La reconciliación –según él– es el camino correcto para que Uruguay evite fricciones y divisiones innecesarias y se concentre en el presente y el progreso. Daiana Ferraro, docente e investigadora en Universidad de la República y subdirectora General de Integración y Mercosur, y Matías Ponce, así lo explican: “A título personal: siempre fue conciliador. Él habla que su primer desfile fue frente al batallón que lo tuvo preso. No confrontaba. A título país se intentó cambiar la ley de caducidad para perseguir a las personas que habían violado a los derechos humanos. Pero el no estaba enojado. Huidobro y Rosencof tampoco estaban enojados. Huidobro fue ministro de Defensa” (6/12/2020). “Él podría haber venido con ideas revanchistas, que sería totalmente comprensible después de estar preso durante 13 años, tres años en un pozo negro. En una época, hicimos una campaña para que ganara el Nobel de la Paz. Y se lo tenía que haber ganado porque no usó su historia de modo revanchista. Y ahí cuando se despidió del senado lo volvió a decir: “Yo no cultivo el odio en mi corazón. Se pueden quedar tranquilos que no cultivo el odio en mi corazón”. Y se dio un abrazo con Sanguinetti” (10/12/2020).
Además de la reconciliación, Mujica también proyecta su estilo de vida austero. Utiliza su esfera privada –vivienda, automóvil, jardín, mascotas, etc.– para difundir un discurso de sobriedad en la esfera pública. Así lo ponía en evidencia en una entrevista en la cadena británica BBC y en un discurso en el Senado de Chile. “Dicen que yo soy el presidente pobre, no: yo no soy presidente pobre. Pobres son los que tienen más, los que no les alcanza nada. Esos son pobres. Porque se meten en una carrera infinita. Entonces, no les va a dar el tiempo, la vida ni nada. No. Yo tomo la austeridad como camino y el renunciamiento. Liviano de equipaje para tener tiempo para hacer lo que a mí me gusta” (15/11/2012). “Entonces, el andar liviano de equipaje no es una pose poética, es un cálculo crudamente materialista: no esclavizar la vida por cuestiones materiales para tener el mayor margen de libertad y tiempo de la vida para gastarlo en las cosas que a uno lo motivan. Hay una libertad en el sentido abstracto, grandilocuente, o de carácter histórico, pero hay una libertad personal. Cada vez que me tengo que gastar la existencia peleando por la chaucha, si la chaucha es muy complicada, si tengo una casa muy complicada, si necesito muchos medios materiales, si tengo que cambiar el coche todos los años, bla, bla, bla, bla, todo eso, tengo que laburar, y después laburar para que no me roben y así sucesivamente hasta que soy un viejo hidropésico, y marchaste” (12/3/2014).
La discusión que intenta habilitar Mujica es el sentido de la vida. El mandatario se opone a lo que Michael Sandel denomina “triunfalismo de mercado”. Esto quiere decir que la economía comienza a dominar todas las dimensiones del hombre: ocio, afectos, educación, salud, cultura, etc. Se mercantilizan todos los aspectos del ser humano. En vez de tener una economía de mercado, se tiene una sociedad de mercado. La moralidad es reemplazada por la lógica de rentabilidad que se apoya en la ecuación costo-beneficio. Lo llamativo es que Mujica toma esta última concepción como base y arguye que él no tiene demasiados bienes materiales para no perder tiempo en ellos. Ese espacio temporal prefiere dedicárselo a actividades que le dan placer, como la lectura, la florería o las amistades. Por eso, afirma que la austeridad es un cálculo: menos bienes materiales, más tiempo para disfrutar.
Mujica ha sostenido durante décadas esta imagen de austeridad. Esta secuencia de largo plazo le aporta legitimidad y solidez en cuanto a su imagen. De este modo, conecta el decir con el hacer; verbo y acción están ensamblados. Esta coherencia es el cimiento de lo que se denomina “storydoing”, una “técnica narrativa que, a través de la visualización de acciones o experiencias, moviliza el sentido social y, al mismo tiempo, incrementa la credibilidad y legitimidad del líder político” (Sarasqueta). Este ascetismo lo ha acercado a la sociedad de su país. “A él le fastidia la pompa del poder. Instaló la moda de no usar la corbata. El presidente liso y llano. Hay muchas cosas estas de Mujica que son uruguayas. El tema es que Mujica las lleva a la N”, señala el politólogo Adolfo Garcé. En resumidas cuentas, se podría decir que la austeridad, a nivel local, teniendo en cuenta la idiosincrasia uruguaya, le aportó credibilidad y, a nivel internacional, exposición y protagonismo”.
19/05/2025 a las 10:05 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Milei quiere jubilar a Macri antes que acordar con él
Fernando Laborda
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
18/5/025
No hay antecedentes de una simple elección de legisladores locales de la ciudad de Buenos Aires que haya ocupado tanto espacio en los medios de comunicación. Tampoco hay registros de una contienda electoral similar que haya convertido en protagonistas principales de las acciones proselitistas nada menos que a un presidente de la Nación en ejercicio del poder y a un expresidente. Javier Milei y Mauricio Macri prácticamente se pusieron al hombro las campañas de sus respectivas fuerzas políticas. En rigor, lo único que se dirimirá en los comicios porteños de mañana es la renovación de la mitad de la Legislatura de la ciudad: algo más de dos millones y medio de ciudadanos estarán en condiciones de elegir 30 legisladores locales entre una oferta de 17 listas diferentes. Pero para los principales líderes políticos, lo que estará en juego es mucho más que eso.
Según algunos observadores, esta contienda electoral será una interna abierta por el liderazgo de la centroderecha entre La Libertad Avanza y Pro. Por eso, desde un principio, el mileísmo procuró nacionalizar la elección, ubicando como primer candidato al vocero presidencial, Manuel Adorni, y no dudó en hacer campaña bajo la consigna “Adorni es Milei”.
El presidente de la Nación pretende que los comicios de mañana sean una suerte de plebiscito a favor de su propia gestión. No resultó casual que, pocos días atrás, dejara en boca de Adorni anuncios relevantes como la rebaja de aranceles de importación para que se pueda adquirir teléfonos celulares y otros productos de tecnología a menor precio.
Paralelamente, La Libertad Avanza hizo foco en el eslogan “Kirchnerismo o libertad”, con la intención de polarizar en su favor y obtener votos merced a un traspaso de votantes macristas a la lista encabezada por Adorni. Este último sugirió que Pro era un partido “obsoleto”, a lo que el jefe de gobierno porteño, Jorge Macri, respondió con una frase tomada de la serie El Eternauta: “Lo viejo funciona, Juan”.
Así como los dirigentes libertarios han buscado polarizar la elección con el kirchnerismo, planteando un escenario de virtual paridad con Leandro Santoro, este, no sin picardía, también sugirió en las últimas horas que el mileísmo podría ganar la elección, con la clara intención de captar el “voto útil” de aquellos electores propensos a apoyar a otras fuerzas políticas enfrentadas con el gobierno de Milei, empezando por las expresiones izquierdistas.
En distintos círculos donde se toman decisiones, han surgido preguntas sobre cuáles podrían ser las consecuencias políticas y económicas de un hipotético triunfo electoral de Leandro Santoro. ¿Deberían incomodarse aquellos inversores internacionales que evalúan volcar su dinero en la economía argentina? Es cierto que todo inversor importante precisa saber por cuánto tiempo se mantendrán las condiciones que hoy podrían incentivarlo a arriesgar su capital en un país como la Argentina. Y también es verdad que el mensaje que, desde el mileísmo, dramatiza los riesgos que afrontaríamos si la lista de Adorni no se impone mañana a la del peronismo, no ayuda a generar confianza, aunque pueda estimular la polarización de los votantes en su favor.
A menos que Santoro gane las elecciones porteñas con un porcentaje inesperadamente elevado -digamos, el 40% de los votos-, que supere ampliamente el promedio histórico del peronismo en el distrito (25%), ningún inversor debería preocuparse demasiado. En cambio, tal vez debería inquietarse mucho más si terminara volando por los aires la virtual alianza entre La Libertad Avanza y Pro, que fue clave para la sanción de proyectos esenciales, como la Ley Bases, y para impedir el rechazo parlamentario hacia los vetos del Gobierno a normas impulsadas desde el kirchnerismo que podían poner en peligro el equilibrio fiscal.
Frente a esas estrategias polarizantes, Mauricio Macri y su candidata, Silvia Lospennato, optaron por sugerir la existencia de una suerte de pacto de impunidad entre mileístas y kirchneristas, a partir del fracaso del proyecto de ley de ficha limpia en el Senado de la Nación, y así potenciar la figura de la primera postulante a legisladora porteña, ferviente impulsora de esa iniciativa desde la primera hora.
Lo cierto es que la campaña electoral porteña evidenció que la estrategia de Milei pasa más por jubilar a Mauricio Macri que por acordar con él, pese a que fue Pro el principal aliado del oficialismo en el Congreso Nacional.
Claramente es la de Milei una estrategia harto riesgosa para un gobierno con una base de apoyo parlamentario muy débil, puesto que supone un trayecto de consolidación del poder mucho más largo que el que plantearía la búsqueda de alianzas rápidas para garantizarse gobernabilidad. La repetición de esa estrategia en las elecciones nacionales de octubre podría ser peligrosa si, finalmente, Cristina Kirchner pudiese ser candidata a diputada nacional en la provincia de Buenos Aires y el kirchnerismo terminara triunfando en ese distrito a causa de la división entre La Libertad Avanza y Pro.
Se trata, por cierto, de una apuesta de Milei a doble o nada. Si le va bien, podrá afirmar que su fuerza política terminó con el kirchnerismo. Pero si llegase a perder frente a Cristina Kirchner, solo ofrecerá una señal de debilidad y de dudas acerca de si la Argentina cambió su rumbo económico definitivamente o si solo está implementando circunstancialmente políticas que pronto podrían ser revertidas en sentido contrario.
Así las cosas, a partir de la noche de mañana, cuando se conozca el resultado electoral porteño y comiencen a apagarse los fuegos artificiales propios de la campaña, podremos empezar a dilucidar cuán dinamitada ha quedado la relación entre mileístas y macristas, qué chances habrá de que ambos sectores puedan unirse en la provincia de Buenos Aires para enfrentar al kirchnerismo y qué dinámica tendrán en adelante los acuerdos de gobernabilidad de los que podría depender la suerte de la economía.
19/05/2025 a las 10:14 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
El Presidente ya piensa en otro ajuste
Roberto García
Fuente: Perfil
(*) Notiar.com.ar
18/5/025
Lo dijo Elisa Carrió esta semana en relación con Milei y su equipo: hay un después, no solo celestial. Más cercano, tangible. Una forma de advertir que ciertas exageraciones del oficialismo luego se pagan. En tribunales, donde ya se iniciaron causas, y también en la calle con adherentes fanáticos que más tarde se olvidan de su propia historia.
Sin embargo, Carrió es pólvora mojada y su recomendación va en el mismo declive político que ella atraviesa –entre tantas mutaciones personales–, de hiriente Juana de Arco a simpatizante hippie, con vincha multicolor, instigadora hoy del amor y paz. Con retraso, quizás. No es la primera, sin embargo, que les advierte al mandatario y seguidores sobre la desproporción de ciertas acusaciones, la agresión a determinadas personas, y el sofocante ataque a negocios prebendarios y tradicionales de la Argentina. Para Duran Barba es consecuencia del síndrome de Hubris, otros le atribuyen los excesos a la falta de formación histórica por desarrollar demasiados frentes al mismo tiempo, casi de Napoleón o Hitler, aunque lo cierto es que hoy ese desafío singular del Presidente tendrá que rendir cuentas en el veleidoso campo electoral de la Ciudad de Buenos Aires. Un distrito rara vez comparable al resto del país. Y decidió él mismo empaparse en una justa menor, municipal, limitada, que algunos deben ver como el antecedente de una conducta prolongada para las elecciones nacionales de octubre. Vaya Dios a saber.
El cerebro que alimenta atrevimientos y cambios en Milei, Santiago Caputo, fue notificado hace meses por esa recurrente devolución en el poder de premios y castigos. Lo de Carrió es rancio. A los pocos meses de iniciarse como el más influyente personaje en la Casa Rosada ya presumía de su capacidad de dañar y señalaba el último libro de Marcos Peña en su escritorio, El arte de subir y bajar la montaña, herido con un cuchillo romano que lo atravesaba para descalificar al autor y al mensaje. Más una cuestión personal mal o nunca dirimida que una crítica al texto. Igual el superasesor ya ha dicho que esas alternativas en el poder han sido contempladas para su vida futura, cuando concluya su ejercicio con Milei: le encantaría irse a vivir a Montana, en los Estados Unidos, vida más aislada y menos hostil a pesar del frío para un retirado de la política.
El mismo Peña –dicen– lo llamó por teléfono para explicarle la naturaleza del libro y el mensaje que incluye. Hubo poco entendimiento aunque Caputo tampoco pudo sublimar esa discusión: no ignora que en Olivos, Milei recibe a menudo para comer a Alejandro Rozichtner –quien debe llevarse el vino–, cambiar opiniones y consejos, justo el mismo que estuvo durante cuatro años, por lo menos, junto a Peña en la hechura de otros emprendimientos literarios en el pasado y algunas astucias contra los adversarios. Estamos, otro libro de ambos es un testimonio anterior de lectura, por ejemplo. Todos también se adaptan: a Rozichtner se lo convoca los domingos para escuchar ópera en la residencia presidencial, quien mutó radicalmente de preferencias musicales. Antes se especializaba en el rock nacional, pasaba horas y días con el finado y notable surrealista Luis Alberto Spinetta, trabajaron juntos, eran amigos. Parece que es momento de que Rozichtner cuente sus memorias (incluso su cercanía anterior con Mauricio Macri) o, al menos, las de otros. Comentarios aparte, por las contingencias políticas, parece que Milei ha suspendido en parte esas tenidas domingueras o invita a pocos contertulios de militancia económica, tipo Juan Carlos de Pablo o Miguel Boggiano. No todo es Rossini en la vida.
Al margen de los resultados de hoy, de intrigas internas como la del asesor Caputo con la hermana presidencial, Karina, y de deseos futuros (la metáfora del exilio del ingeniero Macri y la de Cristina Fernández viviendo 200 años haciendo política), el Presidente desde esta semana se introduce en un capítulo de ajustes progresivos y trascendentes: el marco técnico y legal para liberar dólares coleccionados por ahorristas, sea en el colchón local o en el exterior, la eliminación de ciertos impuestos, quizás la avanzada sobre una siempre prometida reforma laboral, sea en parte por ley y otras por decreto. Se verá, en este caso, el expertise de la ministra Sandra Pettovello para encabezar el plan, mujer de un solo periodista para dialogar y escasamente reconocida por su habilidad por descomprimir económicamente a los piqueteros (de Grabois a Pérsico, entre otros) aunque las palmas de la tranquilidad social se las ha llevado Patricia Bullrich por frenar con la policía eventuales disturbios. Pettovello planea sobre un área como Trabajo, a cargo de un solícito y efusivo ex jefe de personal del sector privado, Julio Cordero, aunque la mayoría de las medidas futuras han sido reservadas para la pluma de Federico Sturzenegger y un núcleo de abogados laboralistas que lo acompaña. Otro grupo, otro mando. Milei puro.
Nadie sabe aún si las reformas en este rubro se pegan a la previsional y la tributaria, sí que la voluntad de estos proyectos comprometidos con el Fondo Monetario Internacional no habrán de aguardar a las elecciones de octubre. Un propósito que, en términos generales, se desconoce en los informes de los especialistas, sean econochantas o de “los que la ven”, inducidos por el habitual clima de fronda previo a los comicios. “No es el momento”, arguyen. En esta ocasión, como en anteriores, Milei siempre puede dar sorpresas, poco temeroso de los guarismos electorales, más convencido –sin pensar en lo que ocurra hoy– de que el escuálido exponente político que no resistía dos meses de gobierno ahora habla de la reelección en 2027 y cómo mantener las formas después de ese nuevo mandato.
19/05/2025 a las 10:19 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Cuando los libertarios se diplomaron de “casta”
Eduardo van der Kooy
Fuente: Clarín
(*) Notiar.com.ar
18/5/025
El inicio de un tiempo electoral clave, con la votación de legisladores en la Ciudad, estaría empezando a descubrir un perfil distinto de Javier Milei. No han cambiado su furia habitual, los insultos contra quienes piensan distinto, sus mensajes de odio ni la centralidad en la escena política. Afloran rasgos de un líder, sin embargo, que ya presumiría que la batalla cultural que pregona deberá esperar todavía un larguísimo recorrido para verse, con mucha suerte, consumada. Los fieles y los votos los necesita de manera perentoria.
No podría negarse que el Presidente convirtió siempre en eje de su tarea a la baja inflacionaria. Sobre esa plataforma descansa la expectativa social que supo cosechar. Luis Caputo, el ministro de Economía, archivando los manuales del libre mercado, le acercó una buena noticia: el descenso inflacionario a 2,8% en abril luego de aquel salto inquietante del 3.7% en marzo. Los números de los primeros días de mayo serían incluso mejores. La caída sucedió en medio de la salida del cepo, que auguraba tormentas. No ocurrieron por ningún hechizo de Toto. Los empresarios de la industria alimenticia nunca hablarán de las presiones que sufrieron para bajar precios porque, en general, se identifican con el modelo. Con una salvedad: el consumo masivo no repunta después de 16 meses de administración libertaria. La capacidad industrial sigue ocupada en solo un 54,5%. Sin despegues.
El Gobierno ha comenzado a calibrar que el ancla de la inflación resulta imprescindible, aunque tal vez empiece a sonar insuficiente para recorrer todos estos meses hasta octubre. Porque si bien cuenta con la complacencia social, también encerraría un desacople. “Los precios bajan, pero no me alcanza para comprar más cosas ni vivir mejor”, es la frase común que recogen las consultoras cuando sondean la percepción de la gente.
Milei pensó enseguida en anabólicos para entusiasmar los bolsillos en vísperas de una elección, la de la Ciudad, a juicio suyo clave. Tanto que se involucró personalmente en la campaña y metió de lleno al Gabinete. No podrá negarse que alguna tentación kirchnerista lo invadió. No se hablaría de un “Plan Platita” como aquel que instrumentó Sergio Massa en 2023, en su doble papel de ministro de Economía y candidato del kirchnerismo. Pero se perciben semejanzas. ¿Cómo interpretar, acaso, las facilidades prometidas aunque aún no formalizadas para la utilización de dólares que están fuera del sistema? ¿Cómo leer la decisión de alterar un régimen tributario especial, el de Tierra del Fuego, intocable hasta ahora, para abaratar los teléfonos celulares y productos electrónicos?
Cada tópico posee su explicación. El Gobierno no anunció el virtual nuevo blanqueo porque no terminó de encontrar la ecuación para que la norma pensada en base a decretos y reglamentaciones no resulte judicialmente vulnerable. Hizo mucha alharaca con el tema desde hace semanas. Debe enviar al Congreso, al menos, tres proyectos de modificaciones de ley, entre ellas la penal tributaria. No será un tránsito sencillo. Se verá si después de la elección de hoy el Gobierno convierte en realidad esa frase que Milei disparó en el Congreso del IAEF (Instituto Argentino de Ejecutivos de Finanzas). Aquellos que fugaron dólares “no son delincuentes, son héroes que escaparon del régimen opresor”, aseguró.
El Régimen de promoción industrial de Tierra de Fuego es de muchísima mayor complejidad. El Gobierno vino eludiendo el asunto. Faltó en la Ley Bases y en las permanentes desregulaciones que comunica el ministro Federico Sturzenegger. Hace rato que aquel régimen parece una excepción injusta. También es cierto que representa el núcleo de la actividad laboral en la Isla. No sería atinado desmantelarlo de un día para el otro. Allí la UOM mantiene una huelga general y el gobernador Gustavo Melella llamó a enfrentar al gobierno libertario.
Algunas alarmas sonaron en la propia Casa Rosada. En Tierra del Fuego existen dos grandes empresarios beneficiarios del régimen. Aunque con inversiones ya diversificadas. Uno es Nicolás Caputo, amigo de Mauricio Macri y tío de Luis, el ministro, y Santiago, el prestidigitador de las redes. El otro es Rubén Cherñajovsky, de vínculos históricos con el peronismo. Un gran amigo suyo es Daniel Scioli, el ministro de Turismo de Milei.
Se adjudica a Cherñajosvky un mérito. Haber convencido a Néstor Kirchner de la prórroga en 2007 de aquel régimen de promoción hasta 2023. No estuvo lejos tampoco de Cristina Fernández y fue interlocutor, varias veces, del fallecido papa Francisco.
El Gobierno dispuso que la baja de aranceles se realice en dos tramos. De 16% a 8% ahora mismo y el resto a partir del 2026. Nadie está seguro que la modificación siga como está después de las elecciones en la Ciudad. Dependerá del resultado. Porque Milei tendrá que afrontar un conflicto con Tierra del Fuego que, en la coyuntura actual, difícilmente ceda. Está claro que la novedad habría tenido por objeto fortalecer la presencia de Manuel Adorni en la campaña de la Ciudad, que resultó insípida.
Su papel también pareció cobrar cierto teñido kirchnerista. Como portavoz del Gobierno hizo proselitismo para ganar su banca de legislador porteño. Estuvo presente en todos los anuncios oficiales (nuevo ¿o viejo? régimen migratorio, incentivo para la adquisición de celulares y el futuro festival de los dólares clandestinos) empardando aquel desempeño que le cupo a Massa. La institucionalidad jamás ha formado parte de las preocupaciones esenciales de los libertarios y el kirchnerismo.
Queda en claro que el adversario verdadero de Milei para hoy es Macri, Mauricio. De rebote puede ligarla Jorge, el jefe porteño. Se trata de una pelea empujada hasta las últimas consecuencias. Difícil de comprender en este contexto. El Presidente desea extinguir la vida del PRO y jubilar al ex presidente. Para captar, de acuerdo con sus cálculos, al voto restante del partido que durante estos 16 meses se encargó de facilitarle la gobernabilidad.
Apuesta audaz si se consideran algunos antecedentes. La primacía de Milei en la escena no le ha permitido a La Libertad Avanza construir todavía una fuerza que no sólo reemplace al PRO. También a ese espacio generoso que supo representar Juntos por el Cambio. De las cinco votaciones realizadas hasta ahora en la Argentina los libertarios ganaron en la capital de Salta. También en Chaco, en alianza con el mandatario Luis Zdero. Con un detalle: el dirigente radical obtuvo el mismo porcentaje de votos que cuando fue electo hace un año y medio gobernador. ¿Cuál habría sido entonces el aporte libertario?
Macri entendió la dimensión del desafío presidencial. Fue a buscar a la Cámara de Diputados a Silvia Lospennato para defender al distrito porteño de la arremetida libertaria. Tomó como herramienta de pelea un asunto nacional (Ficha Limpia). Enterró definitivamente las ilusiones de Jorge Macri de darle al desdoblamiento electoral un sentido localista. En esa pulseada no hay dudas que prevaleció la diputada del PRO. Entre muchas cosas por el pacto que Milei nunca pudo explicar con el patrón de Misiones, el ex gobernador Carlos Rovira, que dio vuelta los votos de dos senadores y liquidó aquel proyecto. Un interrogante se develará luego de la votación: ¿De qué modo Ficha Limpia, ligada a la lucha contra la corrupción, incidirá en el comportamiento electoral de los porteños, que ofrece un menú de 17 postulantes?
Milei tuvo la habilidad de sacar rápidamente de escena ese tema incómodo. También consiguió que el Senado, de nuevo con la complacencia del PRO, no avanzara con la interpelación a Karina, su hermana, por el escándalo de la criptomoneda. Pero la liebre saltó por el costado judicial. La jueza María Servini de Cubría, que lleva el caso, pidió informes sobre las cuentas y patrimonio de los hermanos Milei. Envió un exhorto al Banco Central. La medida corrió contra otros tres investigados. Que supieron frecuentar la Casa Rosada. Mauricio Novelli y Manuel Terrones Godoy, de Tech Forum y el ex asesor de la Comisión Nacional de Valores, Sergio Morales. A ellos dictó además la inhibición de bienes como presuntos organizadores del lanzamiento de $LIBRA.
La medida se hizo extensiva a la madre y la hermana de Novelli. Aparecieron en filmaciones de una entidad bancaria ingresando con bolsos al recinto de las cajas de seguridad. Tres días después que estalló la estafa. La simbología de los bolsos parece un karma fatal de la política argentina.
El avance del criptogate resultó eclipsado por el debate de Ficha Limpia entre los libertarios y el PRO. Pero corren riesgo de instalar una mácula sobre la figura presidencial y la de su hermana que un año atrás, por su aparente transparencia, sirvió para confrontar contra “la casta”.
Esas diferencias parecen empezar a diluirse con el tiempo. Quedaron expuestas no solo por la voracidad de Milei de acumular poder en detrimento del socio que le permitió gobernabilidad. También, por los vicios en el manejo de la campaña y un acto de cierre que remontó a las peores prácticas peronistas. Con gente arreada a la que se pagó para concurrir y desempeñar tareas de vigilancia. Karina, una de las organizadoras, no pareció quedar en un lugar de decoro. Quizás haya zafado por el despliegue de su rival en el Triángulo de Hierro.
Los influencers de las Fuerzas del Cielo, que responden a Caputo Juniors, marcharon como una milicia, con remeras de idéntico color (granate, no violeta), comandados por Daniel Parisini, el Gordo Dan. El libertario que celebró públicamente la muerte de José Mujica en Uruguay. Esa presencia en Parque Mitre fue festejada varias veces por Milei en sus tuits. Un espectáculo sombrío, tan viejo como “la casta” denostada.
19/05/2025 a las 10:22 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
La deserción de los republicanos
Joaquín Morales Solá
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
18/5/025
Los argentinos los prefieren estrafalarios. Gran parte de sus presidentes en los últimos 40 años de democracia fue encarnada por personas (Menem, los Kirchner, Alberto Fernández, Milei ahora) que no coincidieron -ni coincide- con el modelo clásico de un jefe de Estado. La política se balanceó en estos años entre la frivolidad y la ambición hegemónica, entre la deshonestidad para administrar los recursos públicos y la propensión a agredir al otro. La normalidad resulta ya una anomalía en el país.
Algunos explican el fenómeno como la consecuencia de sociedades fracasadas en un mundo donde predominan los líderes extravagantes y autoritarios. La descripción del mundo que nos toca es veraz, aunque la sociedad argentina se volcó mucho antes por los estereotipos excéntricos. Es cierto, además, que la corriente republicana de la política cometió muchos errores y permitió de esa manera el triunfo de los extremos. No cualquier país pasa de Cristina Kirchner a Javier Milei, de una estatista con vocación de lideresa de la izquierda latinoamericana a un libertario que le gusta más definirse como anarcocapitalista. Cristina insiste con los proyectos de izquierda que han fracasado incesantemente en el subcontinente. Milei, en cambio, se inclina por la eliminación del Estado y la exclusiva defensa de los derechos individuales en la economía. Esos son los parámetros ideológicos tanto del anarcocapitalismo como del libertarismo, que son las corrientes políticas que atraen al Presidente. No puede haber más distancia entre las ideas de esos dos personajes. Pero ¿las hay en los modos y en la práctica política de los mismos protagonistas? Las distancias entre ellos se acortan en esos territorios. Por ahora, la pregunta sin respuesta es por qué a los argentinos los seducen más los extremos políticos y los líderes autoritarios que un sistema de consensos.
Milei podría integrar la camada de los republicanos, si bien se mira lo que hace con la política económica, pero prefiere considerar “ñoños” (timoratos sin carácter) a los que defienden la república. Cuando anticipa que le gustaría una alianza con Pro en la provincia de Buenos Aires para las elecciones nacionales de octubre, debe aclararse que no está hablando de un acuerdo con el partido que fundó Macri; se refiere más bien a la cooptación individual de dirigentes de ese partido. Alude a Diego Santilli, que viene del peronismo y que está dispuesto a irse con Milei de cualquier forma (a los peronistas no los cautiva una idea, sino el poder) o al intendente de Mar del Plata, Guillermo Montenegro. Este no viene del peronismo, sino del fuero federal de Comodoro Py, donde fue juez hasta que decidió apostar por el poder concreto y tangible al lado de Macri. La Justicia Federal es más experta que el peronismo en merodear a los que mandan. Veremos a Montenegro al lado de Milei, seguramente.
Pero ¿todo es, acaso, responsabilidad de Milei? El Presidente tiene la obligación, sin duda, de convocar a acuerdos políticos, sobre todo cuando, como ahora, la alternativa a lo que hay es el regreso a un populismo autoritario y despilfarrador. No lo hace, no la ve. Sin embargo, también la corriente republicana del país eligió la deserción de sus responsabilidades. Pongamos un ejemplo. Si lo que fue Juntos por el Cambio (Pro, el radicalismo, la Coalición Cívica, Horacio Rodríguez Larreta y el peronismo de Miguel Ángel Pichetto) hubiera hecho el esfuerzo de una coalición en la Capital, estaría, según las encuestas, compitiendo por el primer puesto en las elecciones de hoy. Increíbles descuidos, enormes ambiciones personales, egos de un tamaño desmesurado y una dosis no menor de irresponsabilidad institucional están relegando a esos partidos como alternativa sensata al poder irrespetuoso de los hermanos Milei. La fragmentación de lo que fue hasta hace poco una seria oferta electoral no tiene explicación política, salvo que crean, como ironizaba Churchill, que “el éxito consiste en ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo”. ¿Hay diferencias? Por supuesto que existen. Se trata de una coalición de partidos, no de la construcción de un solo partido. Pero las alianzas pueden existir si sus líderes están dispuestos a administrar la disidencia.
El primer traspié lo cometió Mauricio Macri después de la primera vuelta electoral en 2023 porque corrió en apoyo de Milei, para la segunda vuelta de este con Sergio Massa, sin poner condiciones, sin preguntar cómo seguiría esa relación y sin acordar con sus aliados. Ya Pro no había podido resolver la cruenta lucha interna entre Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta; los dos estaban seguros de que el que resultara candidato presidencial del entonces Juntos por el Cambio sería el próximo presidente de los argentinos. Pero Juan Seguro había muerto en manos de una sociedad harta de tanto internismo político, inservible y estéril. Rodríguez Larreta anunció antes de tiempo lo que significó su más grave error, que mataría a su padre político (es decir, a Macri) no bien accediera al poder, y antes también. La metáfora de Freud debió llegar a oídos de Macri porque este se empecinó en trabarle a Rodríguez Larreta el arribo al poder. Antes, Rodríguez Larreta, que empezó su carrera política con Menem, tropezó con los hilos de la propia madeja política que enhebró, y que significó traer a la Capital a destacados dirigentes de Pro de la provincia de Buenos Aires, y llevar a la provincia a encumbrados dirigentes capitalinos. Ante la advertencia de que lo aguardaba la guillotina y frente a tantos despropósitos internos, Macri apostó por Patricia Bullrich, pero esta tiene una larga historia de lealtades y deslealtades sucesivas. Acaba de firmar la séptima afiliación a un partido político, La Libertad Avanza en este caso, y no dio ninguna garantía de que será la última vez. Pasó de la rebelde Juventud Peronista de los años 70 a percibir la revelación política cuando se acercó a Javier Milei en el siglo XXI, aunque antes advirtió lo mismo frente a Menem, a De la Rúa, a Elisa Carrió y a Macri. De la mano de Menem y de Carrió, en tiempos distintos, alcanzó una banca como diputada nacional; con De la Rúa, Macri y Milei accedió al cargo de ministra del gobierno nacional. Es cierto que hasta su cercanía ciega y sorda a Milei, Bullrich era una de las personas que mejor se incorporaron al sistema democrático habiendo estado cerca de la insurgencia setentista, aunque ella asegura que nunca formó parte de la guerrilla armada. ¿Por qué no creerle? Lo cierto es que los dos precandidatos presidenciales de Pro en las últimas elecciones ya no están en ese partido.
Carrió merece un párrafo aparte. Nadie puede desconocer su coraje para denunciar la corrupción kirchnerista en los años de más poder del matrimonio Kirchner; de hecho, la causa Vialidad, que podría llevar a la cárcel a Cristina Kirchner dentro de poco tiempo, la inició ella en 2008, cuando la expresidenta ni siquiera había sido reelegida. Por lo demás, su compromiso con la república es fácilmente comprobable. No obstante, la carismática dirigente tiene un estilo demasiado confrontativo aun con los que fueron aliados suyos hasta hace poco tiempo. En los últimos días, por ejemplo, se refirió de la peor manera a Macri, con quien fundó, junto con el radical Ernesto Sanz, lo que inicialmente fue la exitosa coalición Cambiemos. En un instante en el que lo que fue Cambiemos o, luego, Juntos por el Cambio, se empantanó entre políticos tan distintos como Macri y Martín Lousteau, presidente del radicalismo, la experiencia política de Carrió podría haber servido para acercar a los viejos partidos aliados. Este instante no es cualquier instante: está en riesgo la convivencia democrática.
A su vez, el problema del radicalismo es que eligió como presidente partidario a un economista devenido en político, Martín Lousteau, quien nunca pudo explicar su conversión partidaria e ideológica. Fue funcionario de los peronistas Felipe Solá y Daniel Scioli en la provincia de Buenos Aires y ministro del gobierno nacional de Cristina Kirchner antes de descubrir que, en verdad, lo fascinaban las ideas de Alem e Yrigoyen. El resultado consistió en un radicalismo que dejó de ser la más grande estructura partidaria del país para convertirse en una federación de partidos provinciales, que ni siquiera puede ser coherente con las posiciones de sus senadores nacionales. Varios responden solo a las necesidades políticas o financieras de sus gobernadores. Lousteau es una creación del radical Gerardo Morales, el exgobernador de Jujuy que aspira a volver a la gobernación y al liderazgo partidario. Tiene derecho a complacer su ambición, pero ¿necesitaba para eso destruir al más antiguo partido político del país y el que más antecedentes tiene en la defensa de la república? Desde ya que no.
En ese erial que dejaron las ausencias de los republicanos se hospedó Milei. Solo los necios podrían discutir los progresos económicos del gobierno mileísta, los resultados del programa que, según Juan Carlos de Pablo, se sintetiza en esta fórmula: “Superávit más Sturzenegger”. Esto es: una administración que no despilfarra y, al mismo tiempo, la decisión de desregular a un Estado soviético por la cantidad de reglas absurdas que asfixian a la economía, al país y a su sociedad. La inflación ha caído en el último mes, aunque todavía el nivel mensual es alto, no tan alto, desde ya, como la inflación que Milei heredó. LA NACION reconoció en su editorial del viernes, a pesar de los ataques permanentes del Presidente a periodistas del diario y del canal de televisión de la empresa, que la salida del cepo al dólar, instalado por Cristina Kirchner en 2011 y desestimado solo por el gobierno de Macri, podría augurar un destino favorable. La política exterior es más razonable, y la instauración de la boleta única de papel en las elecciones nacionales es una evolución hacia la transparencia electoral.
El problema de Milei es el odio que propaga desde la cumbre más alta del poder. Su discurso en el acto de cierre de la campaña de Manuel Adorni fue un espectáculo innecesario de desquicio, rencor y agravios. A todo esto, ¿qué le hizo Macri, el “Presi” (así lo llamaba), al que invitaba a comer milanesas cada quince día, para que lo maltrate de la forma que lo hace? Milei parece un hombre incapaz de afecto, salvo el que le prodiga a su hermana. Miremos, si no, lo que sucedió con su primer jefe de Gabinete, Nicolás Posse, o con su primera canciller, la señora Diana Mondino, entre varios exfuncionarios más. Se ufanó de haberlos echado en pocos minutos. La relación entre Milei y Macri está definitivamente rota. Macri no viene del zamarreo político; su formación es la de un empresario más que la de un político. Nunca seguirá el consejo de Borges, quien decía que “el olvido es la única forma de venganza y perdón”. Llama la atención, además, la enorme carga de rencor que el Presidente lleva ostensiblemente sobre sus espaldas.
Al periodismo le tiene fobia, a pesar de que existen periodistas fanáticamente adictos a él. No se olvida de nada, y tergiversa mucho. Se acordó de una tapa de LA NACION en la que informaba de pronósticos de consultoras sobre un eventual crecimiento de la inflación tras el final del cepo, pero no tuvo en cuenta, ni aun cuando la vio, una tapa de pocos días después que consignó un vaticinio distinto y más alentador. Su ya desgraciadamente famosa frase “no odiamos lo suficiente a los periodistas” podría ser un llamado a la violencia contra el periodismo. Ya hubo un caso: la gravísima agresión en la calle al periodista filokirchnerista Roberto Navarro. Navarro ha hecho desastres con la profesión, pero nadie merece que lo agredan por pensar distinto. ¿Fue solo el primero? Puede ser. Otra realidad ocurriría si los republicanos estuvieran en condiciones de defender los derechos y las garantías constitucionales de los argentinos, incluidos los periodistas. La historia es implacable con los indolentes.