Por Hernán Andrés Kruse.-
En su edición del 18 de diciembre, La Nación publicó un artículo de Gustavo Ybarra titulado “Victoria Villarruel ante las horas más oscuras”. Escribió el autor: “Cercada por su propio gobierno, la vicepresidenta Victoria Villarruel atraviesa sus horas más oscuras desde que tomó posesión del cargo y de la presidencia del Senado. Ya no le quedan dudas de que la Casa Rosada quiera verla reducida a su mínima expresión política y, de ser posible, humillada. Aunque ya deberían estar acostumbrados, en el entorno de Villarruel se sorprenden por la crueldad con la que “el triángulo de hierro” compuesto por los hermanos Javier y Karina Milei y Santiago Caputo sigue atacándola. Por eso, otra vez empieza a sonar en el primer piso del Senado, donde habita la vicepresidenta, la muletilla esgrimida durante las anteriores refriegas públicas con el primer anillo del poder. “No la rajan porque no pueden, porque no está a tiro de decreto”, repiten cerca de la vicepresidenta”.
El quiebre del vínculo entre Milei y Villarruel es definitivo. Las críticas de la vicepresidenta a Patricia Bullrich por el secuestro de un gendarme en Venezuela es la frutilla del postre. Cabe reconocer que Victoria Villarruel fue desde el comienzo un hueso duro de roer para el triángulo de hierro. Milei, su hermana y Caputo siempre fueron conscientes de las ambiciones políticas de la vicepresidente. Siempre fueron conscientes de que Villarruel, envalentonada por su alta imagen positiva, tiene en mente suceder a Javier Milei en 2027. La vicepresidente es, qué duda cabe, el rival más poderoso y encarnizado del triángulo de hierro. Ello explica su obsesión por reducirla a la mínima expresión.
Este enfrentamiento me hizo acordar al que protagonizaron a comienzos del siglo XXI Fernando de la Rúa y Carlos Chacho Álvarez que terminó con la renuncia del vicepresidente en octubre de 2000. Buceando en Google me encontré con un ensayo de Julián Zicari (Investigador del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales y docente de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA) titulado “Estrategias individuales, consecuencias colectivas. La renuncia de Chacho Álvarez a la vicepresidencia” (Temas Debate, Rosario, 2017). Invito al lector que compare lo que sucedió entre De la Rúa y Álvarez hace 23 años y lo que acontece ahora entre Milei y Villarruel. Cambian los protagonistas pero no la esencia de la política: la lucha descarnada por el poder.
Las dinámicas individuales y un conflicto que escalona sin red: el enfrentamiento entre el presidente y su vice
“Dadas las estrategias y preferencias individuales de los principales líderes aliancistas, no parece difícil pensar porqué el sistema latente de incompatibilidades que habían conformado tuviera un alto riesgo: éste podría ponerse al descubierto e incluso luego estallar una vez que alguna cuestión ganara protagonismo político y con ello obligara al pronunciamiento público discordante entre los líderes sobre cómo proceder. Entonces, las diferencias podrían aflorar y así el armisticio palaciego ya no podría ser más la regla sino que se tendría que dar lugar a otros mecanismos de funcionamiento para el gobierno, los cuales permitieran igualmente la coexistencia de los estilos contrarios; especialmente esto último era fundamental ante un eventual y peligroso choque entre el presidente y su vice.
La cuestión que operó como disparadora de los clivajes fueron sospechas de pago de sobornos en el Senado, en las que se rumoreó que el gobierno había comprado el voto de varios senadores para que aprobaran la ley de reforma laboral. En este caso, sin embargo, vale aclararlo, dichas sospechas no se instalaron en la agenda política de un solo golpe, sino que fue un proceso que ganó peso lentamente, sobre todo por la propia dinámica que los protagonistas le fueron dando en función de las heterogéneas disposiciones que asumieron. La ley bajo sospecha, como dijimos, fue aprobada en el Senado a fin de abril, empero, el primer manto de duda sobre ella apareció recién dos meses después en una nota de un diario porteño (La Nación, 25/06/2000). Tal nota sugería la posibilidad de sobornos en un párrafo muy periférico, sin datos certeros ni nombres y con poca precisión. Por lo que, en principio, ella sola no fue motivo suficiente para que las sospechas ganaran la relevancia que luego tuvieron, sobre todo en vistas a que la nota fuera publicada el mismo fin de semana en que se produjo la muerte del cantante de cuarteto “el potro” Rodrigo Bueno y que fue una noticia que dominó los medios de comunicación ese tiempo.
A su vez, así como Menem había tenido un sinfín de denuncias, sospechas y notas periodísticas sobre presuntos hechos de corrupción y había sobrevivido políticamente durante años a ellos, algunos operadores políticos de la Alianza recomendaban actuar con sigilo y dejar que el asunto quedara en la nada, desvanecido en el olvido. Sin embargo, la dialéctica política bajo el imperio de la Alianza conllevaba disposiciones muy diferentes a los viejos tiempos menemistas, ya que las sospechas calaban ahora en el epicentro del discurso personal que Álvarez y que parte de la Alianza llevaban como bandera. A su vez, el tema tuvo mayor repercusión todavía a mediados de agosto cuando el líder sindical de la CGT disidente –Hugo Moyano–, que se había decidido a encabezar el frente opositor contra el gobierno y la lucha contra el neoliberalismo –especialmente contra la ley de flexibilización laboral por la que se acusaba de haber pagado coimas– comentó en la televisión un diálogo que habría tenido con el ministro de Trabajo Flamarique antes de que se aprobara la ley. Allí señaló: “cuando yo le dije que en el Senado había mayoría peronista y la ley no iba a pasar, él me dijo “para los senadores tengo la Banelco”. Por su parte, el senador del PJ Antonio Cafiero involucró a algunos de sus pares al respecto en la prensa y en la Justicia, acusando puntualmente a Emilio Cantarero y a Ramón Ortega (La Nación, 31/08/2000).
Frente a un tema que se había ido adueñando totalmente de la escena, el vicepresidente Álvarez consideró que estaba obligado a actuar, pues las coimas, de haber existido, fueron en el propio recinto que él dirigía. Con lo que, se decidió a convertir la situación en una oportunidad al utilizar su habitual ingenio político e ir por todo: señaló que un cuerpo legislativo tan importante para la democracia como era el Senado no podía estar bajo sospecha, por lo que para defender su honra éste debía ser refundado. Esto último, a la luz de las circunstancias, brindaría diversas ventajas políticas que según Álvarez habría que aprovechar: no sólo él personalmente y el gobierno podrían recuperar así el protagonismo político que estaban perdiendo, sino que también se podrían apuntar a dos objetivos más: uno de “máxima”, con el cual pretendía adelantar las elecciones directas a senadores previstas para 2001 lo antes posible (decía Álvarez: “Habría que pensar si la Constitución no deja alguna luz para adelantar las elecciones de senadores […] para un cambio de fondo” ya que para que haya “legitimidad de los que lleguen a la Cámara como senadores [tengan que ser] elegidos por el pueblo y no por los acuerdos en las legislaturas provinciales, como ocurrió hasta ahora”) (Clarín, 05/09/2000), con lo que la Alianza podría invertir la relación de fuerzas a su favor en la Cámara Alta; y un objetivo de “mínima”, en el que habría que cambiar las autoridades de las comisiones, presidentes de bloques y forzar algunas renuncias en el Senado (decía aquél: hay que “oxigenar el Senado” y “se tienen que producir cambios políticos porque hay una crisis política de representación […] los sospechados deben dar un paso al costado”) (Clarín, 02/09/2000).
Para cualquier de los dos casos, tanto el de máxima como el de mínima, Álvarez citaba recurrentemente el ejemplo del mani pulite italiano (Página 12, 22/08/2000), en el cual frente a casos de corrupción, muchos políticos habían decidido refundar las instituciones, los cargos y los mecanismos de gobierno, lo que podría ser un antecedente para replicar en la Argentina. Puesto que para ese momento el número de personas que creían que habían existido los sobornos había crecido a toda velocidad: llegó al 71,5% a fin de agosto, una semana después ya era el 83,2% mientras que para principios de septiembre el número era del 93,7% (Clarín, 10/09/2000). Es decir, después de tantos años de centrar como principal tema político por parte de los miembros de la Alianza –especialmente por el Frepaso– a las causas de corrupción y fomentarse la cultura del escepticismo y la desconfianza –construyendo una imagen generalizada en la que “todos los políticos roban”–, con sólo mencionarse rumores de sobornos casi toda la población terminaba por adoptar la certeza de que eran hechos efectivamente ocurridos –aun cuando no se hubieran presentado pruebas, sino sólo sospechas–, volviendo el tema “corrupción” un boomerang de difícil escapatoria; a su vez, el asunto se volvía más candente si se considera que también el desánimo y la resignación conquistaron la escena como su contrapartida: el 70% de los encuestados pensaba que el caso iba a quedar diluido y sin culpables (Ibídem), perdiendo toda esperanza en la renovación institucional que la Alianza se había comprometido a realizar.
Por lo que más que nunca Álvarez leyó en tal situación la chance de convertir la crisis en una oportunidad y volverla algo que no se podría desperdiciar para volcar así la situación a su favor –con lo cual pudieran beneficiarse tanto él como el gobierno– y se lanzó a representar el rol de máximo impulsor de la investigación, empujando para que ésta se haga de forma rápida y firme –pero sobre todo pública– con el fin de marcar una clara señal de diferenciación con las formas en que había procedido el menemismo hasta entonces, quien no hacía nada frente a las sospechas y denuncias, sugiriendo que no actuar era confirmar la idea de impunidad. Sin embargo, para que tal empresa funcionara su alter ego institucional debía estar dispuesto a acompañarlo, cosa que nunca iba a ocurrir: el presidente, en una posición totalmente distinta, continuaba abrazado a la mesura de sus acciones y buscó proteger el débil equilibrio de poder institucional que debía conducir. Ya que gobernadores y legisladores de su propio partido le habrían pedido que controlara a Álvarez, puesto que éste era un peligro para la gobernabilidad y los acuerdos partidarios; peligro que ahora se extendía al Senado en donde los opositores eran mayoría, una mayoría con la que se tenía que tener buen trato y dialogar para sacar las leyes adelante, pero que empero eran duramente acusados –al igual que oficialistas– de haber recibido coimas pagadas por su propio gobierno.
Con lo que, De la Rúa, de darle mayor lugar a los rumores de sobornos, no sólo ayudaba a atacar la frágil convivencia institucional con aquellos que debía pactar, sino que empujaba por trasladar las sospechas a la propia Alianza. Como señaló el senador del PJ Eduardo Menem: “Si lo que se dice fuera cierto, incurre en el mismo delito tanto el que da como el que recibe. Vamos a caer todos en el caldero hirviente de la difamación, del cual saldremos todos quemados” (Clarín, 09/08/2000). De esta forma, el presidente De la Rúa se dispuso a asegurar la paz y se reunió a mediados de agosto en la quinta de Olivos con los senadores peronistas para llevar tranquilidad sobre el asunto y expresar su “total confianza” en el bloque opositor, ya que estaba seguro que no existieron sobornos. Allí dijo sobre las supuestas coimas: “Esas versiones son totalmente absurdas [con las que] se desprestigia a la Cámara alta sin ningún asidero real […] Yo tengo la más absoluta seguridad de mis funcionarios” (La Nación, 10/08/2000).
El presidente del bloque de senadores del PJ, Augusto Alasino, se quejó en dicha reunión sobre las presiones de Álvarez con las que acusaba a la oposición con sus denuncias: “Con esta falta de libertad es complicado manejar los temas: si los votamos somos corruptos y, si no, obstruimos” (Ibídem). Reunión en la que la mayoría de los legisladores expresó sentirse cansados de “la campaña de desprestigio”, aunque aclarando que ahora se sentían “defendidos por el presidente”. En este sentido, pocos días después, De la Rúa decidió sellar su pacto de paz y convivencia con los senadores sospechados cuando pidió que fueran ellos mismos los que resolvieran el tema, llevaran adelante la investigación y aclarasen lo sucedido. Allí dijo: “No hay cosa peor que las versiones flotando, porque dañan a las instituciones. Es muy importante que en el Senado mismo, donde se originaron las versiones, se den los pasos para determinar con claridad esta situación” (Página 12, 18/08/2000).
Empero, la actitud del vicepresidente fue diametralmente distinta a lo planteado por De la Rúa. En este caso, el vice se oponía a la idea de pacificación con los senadores y de que estos se auto-investigasen, promoviendo incluso un “desafuero colectivo” para toda la Cámara: “Es muy difícil, al estar involucrada una parte de los senadores en este tema, que el propio cuerpo pueda llevar adelante una investigación objetiva [ya que soy] pesimista acerca de la posibilidad de auto-investigación de los senadores […] Debería desaforarse colectivamente la Cámara para que la Justicia pueda actuar en este tema […] No estoy dispuesto a ser el presidente de un cuerpo que conviva con estas situaciones” (La Nación, 22/08/2000). En esta dirección, las recurrentes embestidas de Álvarez para avanzar sobre el tema estaban llevando la situación a posiciones cada vez más enfrentadas, ya que mientras el vice fogueaba las sospechas, actuando como si tuviera la certeza de que hubo sobornos, el presidente intentaba dejar el tema en el olvido, asegurando que las versiones no tenían ningún asidero.
Por lo que, De la Rúa y su entorno comenzaron a ver en las actitudes de Álvarez un tipo de protagonismo político que quería opacarlo, minar su autoridad y tejer así una conspiración contra él, en la que buscaba presentar a De la Rúa como abrazado y protector de los corruptos. Algunos senadores, tanto del radicalismo como del peronismo, se quejaban del vice y su constante referencia a los sobornos como una estrategia puramente personal para resaltar su figura, señalando: “fogonea este tema porque necesita prensa” (Página 12, 23/08/2000). Por lo cual, el presidente comenzó a tomar una distancia cada vez mayor de Álvarez y buscó el amparo del menemismo, que había amenazado con proyectar la misma suerte de los senadores sospechados con la del gobierno (el senador menemista Jorge Yoma había dicho: “si quiere llegar hasta el fondo de las investigaciones, habría que citar también a declarar a De la Rúa”) (Clarín, 19/08/2000).
Así, primero tuvo una reunión secreta con Menem en Olivos durante una madrugada de domingo –la cual igualmente trascendió (Clarín, 14/09/2000)– para luego tener un encuentro público en la Casa Rosada, en el que ambos plantearon que era la Justicia la que debería actuar (Clarín, 23/09/2000); aunque esa reunión pareció también un intercambio de favores y un pacto político, por medio del cual el gobierno detendría las “persecuciones” contra los ex funcionarios de Menem y éste se comprometería a dar su apoyo legislativo en el Congreso. A su vez, De la Rúa también pretendió con esa reunión unificar al disperso campo opositor, ratificando al riojano con el liderazgo peronista que a éste se le cuestionaba dentro del PJ, convirtiendo así al ex presidente en su principal interlocutor político y garante de la estabilidad institucional.
Por último, la alianza proyectada por De la Rúa junto a Menem también pareció confirmar lo peor al ser asociados a la firma de un acuerdo de impunidad entre ambos, ya que el juez a cargo de investigar la causa del Senado –Carlos Liporace– era acusado no sólo de ser excesivamente permeable y de fallar siempre a favor del menemismo (incluso terminaría preso tiempo después por esto) (La Nación, 12/05/2015), sino que también era acusado contemporáneamente por causas de corrupción y de tener un patrimonio imposible de justificar. Todo lo cual sentaba más la sensación de que el oscuro mundo político era inexpugnable y que toda la corporación política era, finalmente, lo mismo, tal cual se sospechaba; lo que incluía también al presidente, al vice, al gobierno y a toda la Alianza.
A las situaciones de oposición y enfrentamiento tácito a las que se estaba dirigiendo la cuestión por las actitudes asumidas tanto por Álvarez como por De la Rúa, debemos sumar un hecho más, puesto que la pelea pública entre ambas figuras también debe ser contextuada en el marco de la guerra subterránea entre grupos. En este caso, no pueden dejarse de lado los distintos tipos de operaciones de prensa e inteligencia originados desde el entorno delarruista y sufridos por los tres principales miembros del Frepaso y quienes vertebraban a dicho partido: Fernández Meijide, Álvarez e Ibarra. Así, en el caso de Fernández Meijide se habían realizado en marzo denuncias de corrupción contra ella que terminaron por minar su trayectoria política y llevarla hasta un punto ya sin retorno, mientras que los otros dos casos tensaron la convivencia dentro de la Alianza todavía más. Los tres casos eran instigaciones originadas en la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) –organismo a cargo de Fernando De Santibañez, amigo íntimo de De la Rúa–, quien también era uno de los máximos sospechados por los sobornos, ya que se sostenía que –de haber existido sobornos– los pagos se realizaron con dinero proveniente de esa Secretaría”.
23/12/2024 a las 10:17 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Verdades y mentiras de los jueces
Joaquín Morales Solá
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
22/12/024
La única intención era matar un rumor. Un mensaje urgente de la Corte Suprema de Justicia aterrizó el mismo lunes en el despacho del ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona. La decisión de los jueces supremos que reglamentó la designación de conjueces de ese decisivo tribunal no estaba dirigida contra el Gobierno, sino contra la versión que indicaba que el funcionamiento de la Corte era inviable con solo tres miembros. Esa fue la aclaración que recibió Cúneo Libarona.
Sucede que varios funcionarios y también jueces influyentes (como el propio Ricardo Lorenzetti, el hosco y solitario integrante de la Corte) deslizaban ante los oídos del Presidente que la inminente jubilación del juez Juan Carlos Maqueda dejaría al máximo tribunal impotente, paralizado y fracturado. El Presidente se apuraba para firmar en enero un decreto por el que designaría en comisión a los candidatos propuestos por el Gobierno, Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla, que aún no tienen el acuerdo de los dos tercios del Senado. El ala jurídica del Gobierno (¿Sebastián Amerio, viceministro de Justicia, quizás? ¿Rodolfo Barra, jefe de los abogados del Estado, tal vez?) le deslizó, en cambio, que era preferible no tomar esa clase de decisiones en enero porque el decreto podría ser declarado inconstitucional mediante una cautelar por un juez de primera instancia, y no habría muchas posibilidades efectivas de apelación. La mayoría de los jueces está de vacaciones en enero. Y esperar hasta febrero con esos dos jueces nombrados, pero sin poder asumir, significaría demasiado tiempo.
El Presidente, aseguran, insiste con que los quiere a Lijo y a García-Mansilla sentados pronto en las poltronas de la Corte. Para peor, el bloque de senadores peronistas firmó un acta por la que se comprometió a declarar nulo el eventual decreto que nombraría a esos dos candidatos. El bloque tiene 33 senadores, pero podría tener 34 si asumiera la política camporista que reemplazará a Edgardo Kueider, el exsenador peronista sorprendido in fraganti en la frontera con Paraguay con 200.000 dólares y una secretaria. Le faltan al peronismo entre 3 o 4 senadores para alcanzar la mayoría absoluta (se necesitan 37 senadores), pero con una mayoría simple de los presentes en el recinto le alcanzaría para tumbar el eventual decreto de Milei. Algunos senadores sostienen que con solo un tercio de los votos se podría voltear un decreto de designación de jueces de la Corte, porque estos necesitan los dos tercios para el acuerdo. Un tercio sería una prueba contundente de que nunca alcanzarían los dos tercios necesarios.
De todos modos, el Presidente deberá enfrentar cuestionamientos desde la Justicia y desde la política por designaciones de jueces de la Corte en comisión y por un simple decreto. Resta saber si el juez federal Lijo renunciará a su actual cargo en tales precarias condiciones. Nunca un juez de instancias inferiores podría llegar hasta la cima del Poder Judicial con una simple licencia en el cargo actual. ¿Y si en esa instancia inapelable debiera decidir sobre una decisión suya como juez federal o sobre una decisión de sus muchos amigos en Comodoro Py, donde es un magistrado que influye en otros jueces y fiscales? Ser juez de la Corte Suprema significa también desprenderse de todos los compromisos del pasado. Pero debe existir la certeza de que el pasado no volverá.
Maqueda fue un ejemplo de un juez que venía de la política y se apartó de cualquier compromiso partidario cuando fue designado en la Corte. De hecho, hasta se enojaron con él dirigentes que habían sido amigos suyos durante muchos años de política por decisiones que tomó como integrante del tribunal. A propósito, el jueves Lorenzetti no asistió al acto de despedida de Maqueda; ellos fueron muy cercanos hasta que Maqueda votó por Rosatti como nuevo presidente de la Corte. Imperdonable traición para Lorenzetti, que considera la presidencia del cuerpo como el único lugar que vale la pena ocupar en el tribunal más empinado y decisivo del país. Esa ambición estropeada lo llevó a agraviar públicamente a sus colegas, y a hacerle más daño a la Corte del que cualquiera puede imaginar.
Maqueda subrayó la ausencia de Lorenzetti cuando nombró afectuosamente solo a sus otros dos colegas (Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz) y eludió al tercero –Lorenzetti–, que no estaba. El propio Rosatti, presidente del cuerpo, aludió a Lorenzetti cuando recordó que Maqueda sufrió “injustos agravios y cobardes ataques”, que sobrellevó “con hidalguía y tolerancia”. Se refería a una campaña de afiches callejeros, que aparecieron solo cerca del Palacio de Tribunales y cerca de la casa de Maqueda, que difamaron al juez de la Corte. La rumorología de los tribunales le atribuyó a Lorenzetti la autoría intelectual de esa campaña.
El supuesto tema que colisionó con el Gobierno fue la decisión de los tres jueces de reglamentar la designación de los conjueces de la Corte. Cuando se vaya Maqueda, dentro de una semana, la Corte necesitará del voto unánime de los tres jueces que quedarán (Rosatti, Rosenkrantz y Lorenzetti), porque está integrada por cinco magistrados, o deberá llamar a un conjuez o a dos para alcanzar la mayoría necesaria. Los conjueces son los presidentes de las Cámaras Federales; se elige a los necesarios por sorteo para cada caso que debe resolverse. Es el sistema de siempre, solo que antes se hacía de hecho y ahora se hará por reglamentación de la Corte. El único agregado es que el secretario del tribunal deberá advertir en el acto al presidente del tribunal si fuera necesario el sorteo de un conjuez para que las causas no esperen demasiado tiempo. Intentaron despejar la idea de que una Corte de tres es inviable. Lorenzetti votó en contra señalando que es sabido que ya existen dos jueces nombrados por el Presidente, y que sus colegas tratarían de condicionar al tribunal sin tener en cuenta a esos dos eventuales jueces. Lorenzetti da por hecho lo que no está hecho, que es el acuerdo y la designación de Lijo y García-Mansilla. Con ese criterio, la Corte debería estar paralizada desde marzo pasado, cuando Milei propuso a los candidatos. La acordada sobre los conjueces fue lo que motivó el mensaje de la Corte a Cúneo Libarona: no actuó contra el Gobierno, sino para neutralizar las intrigas de un miembro del tribunal. El Gobierno entendió rápidamente el mensaje y aceptó la versión de la mayoría de los jueces supremos.
Guillermo Francos, jefe de Gabinete, señaló, al principio de todo, cuando no había partido el mensaje ni mucho menos había llegado, que la Corte demora entre 15 o 20 años sus decisiones. Hubo algunos casos excepcionales que duraron tanto, pero el promedio de espera de los expedientes en la Corte es de entre 3 y 4 años. Es mucho, de todos modos. Es cierto que el recorrido íntegro de un expediente en los tribunales puede durar hasta la sentencia definitiva entre 15 y 20 años. Muchísimo. De hecho, hubo sobreseimientos porque “pasó el tiempo razonable”. Pobre argumento. La Corte Suprema debería empezar a delegarle muchos pleitos a la Justicia de la Capital Federal, que hasta ahora se ocupa solo de peleas entre vecinas. De una buena vez, la Capital debe tener su propia y amplia jurisdicción judicial, como lo señala el espíritu de la Constitución reformada en 1994. La Corte Suprema argentina dicta entre 7000 y 16.000 sentencias por año (muchas de ellas no tienen espectacularidad), mientras la Corte de Estados Unidos trata solo entre 80 y 100 casos anualmente. La Corte local tiene cinco jueces, cuando está totalmente integrada, mientras que la Corte de Estados Unidos tiene nueve magistrados. La Corte Suprema no es una instancia de apelación, como suponen muchos; es un recurso extraordinario, como bien se interpreta en Washington. En esa sobrecarga de trabajo radica gran parte de la razón de las demoras en la Corte local, aunque no sean tan largas como las contó Francos.
El Gobierno debería poner paños fríos en su relación con la Justicia, justo cuando una instancia judicial importante (la Cámara Federal Penal) decidió reflotar el caso del atentado del grupo guerrillero Montoneros contra el comedor de la Policía Federal en 1976. Murieron 23 personas y 110 resultaron gravemente heridas. Era un lugar donde comían policías y sus familiares. La Cámara consideró que se trató de un crimen de lesa humanidad y que, por lo tanto, no prescribió ni prescribirá. Es una mirada novedosa de la Justicia argentina porque hasta ahora se sostenía que los crímenes de lesa humanidad solo los cometía el Estado. El criterio de que en la orgía de sangre de los años 70 participaron los militares pero también los grupos insurgentes del peronismo y del marxismo es una conclusión más objetiva del pasado reciente. Ya Raúl Alfonsín había establecido esa doctrina cuando se instauró la nueva democracia argentina, en los años 80; Alfonsín ordenó la detención inmediata de los jefes militares, pero también de los jefes guerrilleros. Mario Firmenich fue extraditado de Brasil en 1984, pero resultó beneficiado por los indultos de Menem, que también sacaron de la cárcel a varios guerrilleros más y a todos los jefes militares. La decisión de la Cámara quedó expuesta en un par de párrafos escritos por el presidente de ese tribunal, el juez Mariano Llorens, en un voto histórico sobre el doloroso pasado argentino.
Después de una durísima descripción de lo que fue la dictadura militar, Llorens escribió: “Pero, aun así, su barbarie no absuelve ni exculpa a quienes planearon el atentado –la conducción de la organización Montoneros-; a las distintas células encargadas de su logística y su realización (…); ni a los que lo ejecutaron materialmente. Las atrocidades de unos no neutralizan los crímenes de los otros”. Y agregó, justo y preciso: “Las grietas no son patrimonio único de estos tiempos. Hay demasiados ejemplos (en nuestra historia) de ese enfrentamiento entre dos miradas absolutas, entre dos posturas radicales e irreconciliables que tanto han mancillado el ideal de unión nacional”. Los jueces buenos no deben quedar solos entre tanto griterío inservible.
23/12/2024 a las 10:21 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
La fase imperialista de Milei
Eduardo van der Kooy
Fuente: Clarín
(*) Notiar.com.ar
22/12/024
Javier Milei parece repetir una lógica propia de proyectos hegemónicos que los libertarios, al menos todavía, no representan. En esa intención, hasta podría descubrirse una colosal paradoja ideológica. El Presidente imagina un tiempo de expansión política inspirado en un dirigente al que citó hace días en la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC). Aludió a Vladimir Lenin al afirmar que “sin teoría revolucionaria tampoco puede haber movimiento revolucionario”. Es lo que pretende para su “batalla cultural” de la derecha.
Lenin, principal dirigente bolchevique de la revolución rusa de 1917, ha sido autor además, de uno de los libros de mayor influencia en el marxismo del siglo XX. El imperialismo, la fase superior del capitalismo. La acumulación que permitiría el expansionismo territorial. Es lo que estaría planificando Milei en un empobrecido plano doméstico. Resulta tan precaria la realidad actual del sistema político que el líder libertario se tentaría con ese lujo.
El kirchnerismo lo precedió en condiciones absolutamente diferentes. Fue hegemónico e implacable en sus primeros años. Compró y cooptó todo lo que pudo. Ocurrió lo que suele suceder siempre. Tanta concentración y el desgaste objetivo de la gestión comenzaron a provocar un descascaramiento interior. Se abrió entonces la fase de la reconstitución opositora.
Milei está iniciando recién el proceso de acumulación. Ha decidido dejar eufemismos de lado. Su meta más importante de este tiempo es la colonización del PRO. Exalta además el acercamiento que ensaya con algunos radicales. Supone que la mayoría de los votos macristas ya los tiene. Se refleja en el alto respaldo social que conserva. La idea consistiría en agregarle compañías a Patricia Bullrich, la ministra de Seguridad. Coautora del salto fundacional para asegurar el balotaje.
Dos episodios estarían señalando la avanzada libertaria sobre territorio macrista. El acto que encabezó Karina Milei en la Ciudad con una clara proyección en Buenos Aires. La abrupta salida de Diego Kravetz de la Subsecretaría de Seguridad porteña, que conduce Waldo Wolff. El problema de esa novedad no fue la forma, fue su fondo.
La hermanísima juntó en un teatro las cartas desafiantes para la familia Macri. Estuvo Manuel Adorni, el portavoz, potencial postulante para senador en la Ciudad. Tampoco único: ¿Podrá colarse Daniel Scioli? Exhibió a la legisladora Pilar Ramírez, encargada de obstruir todos los proyectos macristas en la Legislatura. Jorge Macri debió recurrir al libertario abandonado, Ramiro Marra, para hacer aprobar el Presupuesto. El otro eslabón fue Sebastián Pareja, que se ocupa del armado en Buenos Aires. El cuadro lo completó Martín Menem, el reciente reelecto titular de la Cámara de Diputados.
Esa fotografía difícilmente permita lecturas equívocas. La Libertad Avanza asoma dispuesta a disputarle al PRO su tierra de origen. Lo de Buenos Aires sería, por el momento, una persistente insinuación. Milei no deja de pensar en Diego Santilli como opción para disputarle el territorio al kirchnerismo. ¿No es acaso una de las figuras más representativas del PRO? ¿No se mantiene cercano al ex presidente? Ambas interpelaciones encierran verdades, aunque el líder libertario conjetura que el traspaso sería factible a medida que pueda acentuarse la disgregación macrista.
Tampoco los ojos libertarios se distraen con Cristian Ritondo. Es el titular del PRO en Buenos Aires. Es el jefe del bloque en Diputados, puntal de Martín Menem y de la mayoría de las leyes en las cuales el Gobierno logró salir airoso. Habría un detalle que no debiera ser soslayado: La Libertad Avanza no solo se amordazó no bien se conoció una denuncia contra el diputado macrista por supuesto lavado de dinero. Su esposa, Romina Diago, tendría propiedades ocultas en Estados Unidos por valor de US$ 2 millones. El propio Presidente lo victimizó como objeto de operaciones oscuras por haber colaborado con él. El silencio macrista resonó más hondo.
Aquella protección libertaria para Ritondo reconoció otro capítulo. Fue la defensa oficial a favor de Andrés Vázquez. Se trata del jefe de la Dirección General Impositiva (DGI). El funcionario encargado de combatir la evasión. Surgió una denuncia, que indaga la Procuración de Investigaciones Administrativas, que señala a Vázquez vinculado a sociedades en el exterior mediante las cuales sería propietario de tres inmuebles sin declarar en Miami. “Se trata de una cosa del pasado, investigada, por la cual fue sobreseído”, explicó Adorni. Ese sobreseimiento corrió por cuenta de Ariel Lijo, el juez postulado por el Gobierno para la Corte Suprema.
Mauricio Macri observa esos merodeos libertarios en torno a discípulos suyos con enorme preocupación. Supone cada vez más distante la posibilidad de una alianza electoral con La Libertad Avanza. Tampoco termina de definir una estrategia para, llegado ese caso, evitar que el PRO quede etiquetado como partido testimonial. En su entorno insisten, como dique de contención, con su candidatura a senador en la Ciudad. “Ahora no lo siento”, replica. Nunca la labor parlamentaria resultó su fuerte. Alentó a su primo, Jorge, a un relanzamiento de su administración para encarar el año electoral y el reto libertario.
El ex alcalde de Vicente López le hizo caso. La salida de Diego Kravetz del Ministerio de Seguridad para mudarse a la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) levantó tal polvareda que terminó por devaluar el resto de los cambios. Por ejemplo, la llegada de Ezequiel Daglio, que trabajó con Bullrich, en Seguridad. De un fugaz paso por la izquierda, Kravetz saltó al peronismo porteño de Alberto Fernández. Desde allí actuó como opositor férreo al alcalde Mauricio Macri.
Su siguiente estación fue el PRO en Buenos Aires. Al amparo de su amigo Néstor Grindetti, ex intendente de Lanús, presidente de Independiente y ahora secretario político en el gobierno de Jorge Macri. Fue hasta hace pocas horas su jefe de Gabinete. Kravetz participó de la campaña 2023 en favor de la candidatura de Bullrich, vencedora de Horacio Rodríguez Larreta. Su mujer, Soledad Acuña, fue ministra de Educación en el ciclo larretista. Ahora dispara tuits críticos de la gestión que, en esa área, desarrolla el gobierno de la Ciudad de Macri. Notables esos cruces, notable el entrevero.
¿Por qué motivo, entonces, cabría sorprenderse por el aterrizaje de Kravetz en la SIDE libertaria? Hay un puente que desde el 2022 lo vincula con Santiago Caputo, el joven de la comunicación digital que deslumbra a Milei. Ese monotributista designó como titular del organismo de Inteligencia a Sergio Neiffert, un amigo suyo. Sin título universitario, pero ducho en gestión de recursos públicos y privados.
Kravetz representaría otra cosa. Lo menos trascendente sería ahora la condición de abogado. En el Conurbano moldeó su conocimiento en torno a la seguridad, los lazos con la Policía de Buenos Aires y grupos de élite dedicados a descubrir focos del narcotráfico. El llamado “Señor 8” quizá llegue para replicar en la institución el esquema que supo instituir Néstor Kirchner. Donde la segunda jerarquía solía manejar los hilos verdaderos del espionaje.
En ese caso el papel lo desempeñó Francisco Larcher. “Paco” para el ex presidente fallecido. Estuvo debajo de Sergio Acevedo, luego gobernador de Santa Cruz, y de Héctor Icazuriaga. Duró más de una década en la SIDE hasta que tuvo una colisión final con Cristina, que siempre lo observó con desconfianza. Fue cuando le pidió que echara al súper topo Antonio Jaime Stiuso. Se negó y se fue.
Más allá de lo que ocurra con el abordaje general que intenta sobre el PRO, asoma claro que Milei se empeña en la construcción de un espacio político-ideológico que elimine cualquier posible competidor. En el mismo propósito se inscribe la ofensiva despiadada, personal y con patrullas digitales, que lanzó contra Victoria Villarruel, la vicepresidenta. La dama está obsesionada con Karina, con Santiago Caputo, con quien intercambió insultos en privado, y desde ahora, probablemente, con Kravetz. Está segura de que la persiguen y la espían cada día. Nadie se priva de limarla: Bullrich enfureció por haber cuestionado el envío del gendarme a Caracas, que fue secuestrado por el régimen de Nicolás Maduro.
La fase expansionista del Presidente sufre, sin embargo, un contratiempo. Horas antes de la salida de Juan Carlos Maqueda, la Corte Suprema emitió una acordada con la cual reglamentó la forma de funcionar de los tres jueces que quedan: Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz y Ricardo Lorenzetti. Si hiciera falta en alguna situación recurrirían al auxilio de conjueces. La fórmula fue expresamente criticada por el abogado de Rafaela.
La novedad pareció un correo inconfundible para el Gobierno que evalúa designar por decreto a Lijo y Manuel García-Mansilla. Esa resolución tendría validez por un año. En tal lapso requerirá la aprobación del Senado. Hay en la Casa Rosada un cronograma estimado para ejecutar la maniobra. Sería en los primeros diez días de enero cuando Lorenzetti quede a cargo de la feria estival en la Corte.
Guillermo Francos, el jefe de Gabinete, criticó la decisión de los jueces. Descalificó además los tiempos que insume la Corte para definir sus fallos. ¿Sería distinto con mayor número de integrantes? ¿Es sólo un problema del máximo Tribunal o afecta integralmente al Poder Judicial? Esa institución suele estar acostumbrada a acompañar los vientos que atraviesan cada época.
Cualquier advertencia se asemejaría ahora a una minucia para un Presidente que se presume de titán. Machaca con los números de la economía. Agrega la baja de la pobreza. Esta embelesado con la foto, sin reparar en el larguísimo rodaje que aún falta.
23/12/2024 a las 10:25 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Males de amores que no cesan
Roberto García
Fuente: Perfil
(*) Notiar.com.ar
22/12/024
Comenzaron los algoritmos en los laboratorios electorales: hasta imaginan a Cristina de Kirchner candidata a senadora en la Capital Federal, siempre y cuando La libertad Avanza y el PRO no lleguen a un acuerdo previo a los comicios. Podría filtrarse en territorio hostil por esa grieta entre las dos agrupaciones hoy dominantes en el distrito porteño. Un riesgo.
Pero la viuda preservaría la alcurnia en ese eventual ingreso, cierto estatus más selectivo a quien le produce ardor estomacal regresar a la populosa Cámara de Diputados si se postula por la provincia de Buenos Aires. Además, salir de la órbita bonaerense facilitaría un lugar y acuerdos con el gobernador Axel Kicillof, alzado e irritable con el apellido Kirchner y dispuesto –si puede– a desdoblar los comicios en 2025 y despegarse de la familia sureña. Parece que llegó el momento de romper el huevo. Aunque sus mensajes de campaña bordean la búsqueda de un público en tránsito: les habla a los que perdieron el mate, la carne y el verano, no admite que la gente con bajo poder adquisitivo justifique esas dificultades por la baja de la inflación. Al menos. Como si Axel no leyera las encuestas y supusiera que lo de Javier Milei se acabara en marzo.
Los que rompieron la huevera, en cambio, son Milei y Victoria Villarruel, de renovadas e inútiles confrontaciones. Nunca cesan en su mal de amores (a propósito, parece que ella encontró una media naranja de apellido Osorio, como cuchicheaban los viejos en los barrios). Las peleas se suceden a pesar de los compromisos de paz: el último, en apariencia, fue una promesa de la vice a Santiago Caputo de aislarse en silencio hasta que se vaya la resaca del conflicto. Pero ella no pudo contenerse frente al episodio del gendarme detenido por el gobierno de Venezuela y produjo un mensaje replicado con furia por otra dama también incontenible: Patricia Bullrich contestó en los términos que le agradan al Presidente. Sostienen que Vicky arguye que el tuit se lo maneja una pariente y que, al enterarse, lo sacó de la pantalla. Tal vez. Pero lo cierto es que, si fuera funcionaria, ya la habrían depositado en la calle hace meses, según el estilo presidencial. Poco explicable el sentido de la confrontación: ninguno puede remover al otro, sin votos suficientes seguirán odiándose por mucho tiempo.
Solo los egos explican estas porfías estériles, repetidas siempre en el pasado, basta recordar un solo ejemplo: la obsesión de Néstor Kirchner por desplazar a Daniel Scioli apenas llegó al gobierno, ruptura inicial basada en una declaración inconsulta del entonces vice –dijo que era necesario corregir las tarifas–, considerada entonces como un intento de golpe de Estado, el avance de una conspiración. Justo el Pichichi para desafiar a Néstor. Desde esa manifestación, a Scioli le quitaron la oficina de la que disponía en la Casa Rosada (que había sido la que ocupaba Eva Perón), primero con la excusa de que iban a pintarla, luego sin devolverle la llave. En ocasiones, Kirchner convocaba a su vice al despacho en la Rosada y lo hacía aguardar horas en la sala, haciendo pasar a cuanta persona fuese a verlo y llegara después que el vicepresidente. La humillación llegaba al colmo cuando el patagónico viajaba al exterior: jamás le avisaba de la partida, menos formalizaba el cambio de mando y el obediente segundo igual se llegaba al aeropuerto para saludarlo cuando volvía: pérfido, Kirchner bajaba la escalerilla y ni siquiera lo miraba. Darle la mano, menos. Al margen de estos agravios personales, con su esposa –que detestaba a Scioli– y Alberto Fernández se prodigaban en campañas periodísticas para denigrarlo o iniciarle causas judiciales de baja monta y cierta repercusión, en particular contra la esposa. Buenos muchachos.
Esa ciega inspiración kirchnerista, fundada en el dicho “con el poder no se jode”, también se contagia a Milei, inquieto tal vez porque los disturbios políticos envenenen su plan económico, incluso los provenientes de su propio espacio. O lastimen esa imagen internacional tan asombrosamente conseguida. Solo así puede interpretarse la descarga de nueva leña sobre las brasitas y la persistente furia contra medios de comunicación y periodistas en general, como si el mundo fuera binario, controlado por ellos, y él no soportara ni un gramo de opinión discrepante. Se sospecha que actúa en comunión con la fiereza que unánimente se afirma que aplicara Donald Trump en su nuevo mandato contra los mismos enemigos. Por supuesto hay intereses, aprovechadores –incluso dentro de su nuevo círculo de aficionados–, mudanzas de una empresa a otra, compañías por nacer. Explicable, salvo la escasa tolerancia y falta de discriminación en algunos juicios presidenciales, como si se tratara del genocidio de la Iglesia católica contra los cátaros en el 1.200, cuando la Inquisición pasaba a degüello hasta a los que no pertenecían a esa secta. Masacres monumentales. En uno de esos episodios sangrientos, un oficial le preguntó a su generalísimo por la aberración criminal que cometían con los que no eran cátaros, y el jefe respondió: “Despacharlos igual a todos, en el Cielo que los clasifique Dios”.
En la Casa Rosada se arrogan con jactancia haber combatido con esas armas a los economistas que “no la vieron”, algunos por conveniencia personal, enemistad otros, o por fallas en sus evaluaciones. De esa batalla, llamada “cultural”, también se pasó a otra, descalificadora e indiscriminada, contra el periodismo. También en ese juego de poder presunto aparecen los crumiros de la actividad que, en muchos casos, respondieron a otros dioses en el pasado. Suele ocurrir. Quizá valga en el rubro mantener la misma conducta que Milei le reserva a Juan Carlos de Pablo, quien no se amilana cuando critica medidas del Gobierno. “Soy amigo de Javier, pero también soy un profesional de la economía”. Distinciones de vida encarnadas por quien puede ser liberal y fundamentalmente maduro.
23/12/2024 a las 10:30 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Por qué Javier Milei invierte todo su capital político contra la Corte más liberal que hemos tenido en décadas
Marcos Novaro
Fuente: TN
(*) Notiar.com.ar
22/12/024
En su despedida, Juan Carlos Maqueda pronunció un alegato que el Gobierno se esmeró en desoír, pese a que alega ser el más liberal, no solo de la historia nacional, sino en la del planeta. ¿Qué se juega el Presidente en su batalla para imponer a Ariel Lijo y empoderar a Ricardo Lorenzetti, dos referentes paradigmáticos del kirchnerismo tribunalicio, y debilitar a la mejor institución del Poder Judicial?
Todo indica que las advertencias de la Corte Suprema contra una decisión presidencial que vulnere tanto al Congreso como a la Justicia no van a ser atendidas: Javier Milei está decidido a jugarse la vida por Ariel Lijo, y no va a esperar a que pase el verano para hacerle un lugar, como sea, en el máximo tribunal. Lo que podría considerarse simplemente una locura, una torpeza o una aberración. Si no fuera también una parte importante, él cree que imprescindible, de su programa de gobierno y su proyecto para el país.
La paradoja que encierra esta determinación está a la vista ya desde hace tiempo: un gobierno “ultraliberal” que en la decisión institucionalmente más importante que tiene entre manos se comporta de forma por completo antiliberal tanto en los procedimientos como en sus objetivos, batallando contra la igualdad ante la ley, la transparencia, el respeto de los derechos individuales, en particular los de los ciudadanos de a pie, y a favor de oligarquías, corporaciones y demás “castas” que pervierten al Estado de derecho, al promover para el tribunal más poderoso del país a un juez que es portaestandarte del desprecio por todos los principios que dice defender.
Y ahora que el asunto llega a su desenlace, la paradoja entra en crisis y va a revelar su enorme capacidad de daño: porque el Ejecutivo parece decidido a meter a su candidato por la ventana, ante la resistencia del Senado y las críticas unánimes de las voces realmente afines al liberalismo del país.
¿Cómo es que llegó a esta determinación? ¿Por qué lo hace, teniendo a la mano tantas otras opciones menos polémicas, que despertarían menos resistencias y que le granjearían mucho más consenso? Tal vez la clave esté justamente en eso, en que no busca consenso, sino imposición. Y la mejor forma de imponerse es apostar por lo más inconveniente e improbable, y salirse con la suya contra todas las resistencias.
Lo que revela el fondo del asunto es cómo entiende Milei el sistema institucional y el poder político: en su cosmovisión ellos son monopolios, no mercados, ni sistemas en equilibrio ni resultado de consenso alguno, y está decidido a construir el suyo, su monopolio, ahora que cree tener los recursos y la oportunidad para intentarlo.
Como se ve, entiende el problema en términos muy distintos a como lo hace Maqueda. Para este juez, el liberalismo debe mantenerse, en un punto, al menos, siempre moderado, centrista, porque solo rigen reglas comunes neutrales en un sistema político cuando las partes en conflicto sostienen, más allá de sus diferencias, el acuerdo sobre ellas.
Pero sucede que, mientras para Maqueda ese acuerdo existe entre nosotros y hay que protegerlo del espíritu faccioso y del abuso de poder, aún frente a iniciativas reformistas legítimas y necesarias, para Milei hace tiempo que las reglas comunes se han extraviado, porque el “colectivismo”, ese monstruo omnipresente que todo lo contamina, llegó a ser la única regla que nos gobierna.
Él pervirtió los mismos poderes constitucionales, en los que pululan a sus anchas, por ese motivo, los “zurdos de mierda”, “tibios que vomita Dios” y “libertarados”, entre los que Milei seguramente ubica al propio Maqueda. Por lo que reglas comunes “sanas” no va a haber hasta que él, Milei, complete la tarea de imponerlas. Después se verá si es posible restablecer un pluralismo “incontaminado de colectivismo” tanto en la sociedad como en las instituciones, por ahora lo que hace falta es un líder, un partido y un programa, y disciplina para unir esfuerzos.
Es el argumento de siempre de los revolucionarios, no de los reformistas. Con esta idea en mente, Milei termina el 2024 acumulando un gran capital político: cuentan al respecto resultados económicos más favorables de los que la enorme mayoría esperaba, un apoyo social que emparda con el que tenía al comienzo de su mandato, y se ha vuelto también más alineado con su plan de gobierno, y una escena de competencia que le facilita polarizar con el kirchnerismo y disolver al centro político.
Todo, en suma, parecería augurarle un segundo año de mandato mucho mejor que el primero, a la vez más tranquilo y más productivo e innovador. Sin embargo, animado por el espíritu de la revolución, el Presidente se esmera en generar problemas donde no los hay.
Podría haber sumado a los logros económicos avances en materia de transparencia y reforma política, haciendo aprobar ficha limpia y capitalizando para sí su adopción en las provincias, que sigue avanzando, pero se enredó en un oscuro entendimiento con Cristina Kirchner, que encima se apropió de la lucha anticorrupción con el mal manejo oficial del caso Edgardo Kueider.
Podría haber logrado también Milei la aprobación del Presupuesto en un trámite rápido y sencillo, haciendo concesiones acotadas y fortaleciendo su acuerdo con gobernadores y legisladores afines, pero se negó siquiera a sentarse a discutir su proyecto al respecto, con lo que abrió un frente de conflicto que hará ruido, tanto político como económico, todo el año próximo.
Y, por último, podría haber acordado una agenda para las sesiones extraordinarias con proyectos que profundizaran el curso reformista, pero se negó a incluir no solo el presupuesto, sino también ficha limpia, así que se quedó sin nada, mostrando aún menos acompañamiento legislativo que un año atrás.
A todo esto está por sumarle la frutilla del postre: una decisión por decreto de sus objetadas nominaciones para la Corte Suprema, pese a todas las advertencias que ha venido haciendo ese tribunal sobre la inconveniencia de tal medida, la falta de “necesidad y urgencia” para adoptarla, porque él podría seguir funcionando, cuando se jubile Maqueda, con tres miembros y conjueces, y las objeciones que él mismo y otros actores eventualmente interpondrían para que la nueva composición del tribunal no se concrete.
Porque, para empezar, una decisión por decreto tal vez sea rechazada por sus mismos beneficiarios: Manuel García-Mansilla al menos puede que no la acepte, con lo que dejaría al Ejecutivo en una situación por demás incómoda. La mayoría de la Corte, que seguirán conformando en enero Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz, podría congelarla, si se negara a tomarle juramento a los designados hasta que el Senado resuelva.
Y tal vez presenten también muchos pedidos de no innovar, en el mismo sentido, de parte de actores políticos y judiciales. Además, el Senado podría seguir arrastrando los pies, no decidir sobre los pliegos durante bastante tiempo más, prolongando el pantano institucional en que la decisión del Ejecutivo habría dejado a la Corte y al sistema político en general.
Empezar la campaña del año próximo con tal escenario a cuestas le haría, una vez más, el caldo gordo al kirchnerismo: resultaría de él un caso Kueider al cubo. Suele suceder que los gobiernos cometen sus peores errores en las etapas de auge, cuando se sienten más seguros de sí mismos, tienen más libertad de acción y se engolosinan con ella. Y puede que este sea el caso también por otra razón: que el exceso de libertad se esté volviendo un problema para un libertario puede ofrecer una interesante lección.
23/12/2024 a las 10:33 AM
Muchos, votamos a Villarruel, nunca a la hermana del presidente.-
La psiquiatrica de LEMOINE, deberia ser mas educada y saber que llega por la lista sabana y por ser amiga del Presi.
Se esta equivocando el Leon y la selva no perdona.-
23/12/2024 a las 12:27 PM
DON «Carlos PONCE», ESTÁ USTED EN LO CIERTO Y COINCIDO;
ESA PIBA LEMOINE NO AGRADA DEMASIADO, EN CAMBIO LA
QUE PARA MÍ ES UNA LUMBRERA ES LA NATALIA ZARACHO
QUE TIENEN USTEDES LOS PERONACHOS.
23/12/2024 a las 1:12 PM
DOCTORAZO KRUSE, CON TODO RESPETO, MAESTRO, DISEÑA
USTED UNA TERNA DE PRODIGIOS ENCARGADOS DE OPINAR
SOBRE NUESTRA POLÍTICA NACIONAL Y LA INTEGRA CON EL
OPACO MORALES SOLÁ DE «LA NACIÓN», EL INTRASCENDENTE
VAN DER COY DEL «CLARÍN» Y EL FENECIDO GARCÍA DEL
«ÁMBITO», TRES POPES EN SUBASTA. PERO BUÉH . . . COMO
SUELE EXCLAMARSE HOY «ES LO QUE HAY». LO IMPERDONABLE
ES QUE EXTIENDA LA TERNA CON EL AFICIONADO OPINÓLOGO
NOVARO, QUE DÁ APENAS PARA BOCADILLOS IMPROVISADOS EN
EL «TN». NOVARITO INSPIRA TERNURA, PERO NO VA MÁS ALLÁ.
LA ADVERTENCIA NO ES VANA, DOCTOR, NOS ALERTA ANTE EL
RIESGO DE QUE USTED EXTENDIERA AUN MÁS LA TERNA
INCLUYENDO POR EJEMPLO AL GANGOSO TENEMBAUN DEL
«INFOBAE», Y AHÍ YA HARÍAMOS «BINGO» CON TALES PIJINDRINES
QUE SE QUITAN EL HAMBRE ESCRIBIENDO GANSADAS.
DIRÍA PAPITO BORGES : » Jamás leo los diarios porque los
considero museos de minucias efímeras «.
23/12/2024 a las 4:24 PM
Usted no quiere a nadie….
23/12/2024 a las 8:00 PM
SE EQUIVOCA DON HERNÁN, ME PRODIGO EN AFECTOS A
TODO EL MUNDO, Y FUNDAMENTALMENTE A USTED, A
QUIEN EN MÉRITO A SU VERSACIÓN NO DEJO DE LEER.
TODOS LOS ATHENIENSES ADORABAN A SÓCRATES Y ÉL
DESBORDABA DE AFECTOS A SUS COMPATRIOTAS, MAS
NO POR ELLO DEJABA DE CONSIDERARSE «UN TÁBANO
SOBRE UN NOBLE CABALLO AL QUE DEBÍA PICAR PARA
MANTENERLO DESPIERTO» .