Por Ricardo Lafferriere.-
Es un tiempo de cambios. Verdad de Perogrullo.
Sin embargo, esos cambios puntuales que se dan en diferentes ámbitos de la sociedad se organizan en forma que terminan generando cambios globales en la forma en que funciona el mundo.
Entre ellos, se destaca la tendencia virtualmente inexorable hacia la robotización, la automatización y la inteligencia artificial.
No es un debate lejano: estamos en él. Lo tienen las sociedades desarrolladas y se asoma a la nuestra. El crecimiento industrial no genera el trabajo humano como lo hacía -la agricultura ya no lo hace desde un siglo atrás-.
Hasta hace poco tiempo era común oír que los puestos nuevos se encontraban en el área de los servicios. La noticia no tan buena es que los servicios tampoco están generando empleos, ya que la automatización, la sociedad de la información y la creciente configuración de un mercado automatizado también desplaza trabajo en este sector.
El comercio electrónico y virtual está desplazando a los empleados de comercio y al comercio minorista. Los viajantes de comercio hace tiempo ven reducir su número casi hasta la extinción, reemplazados por los pedidos por red. Los médicos ven reemplazar gran parte de su trabajo por sistemas de salud que, en busca de maximizar ganancias, privilegian a los jóvenes en sus campañas de marketing, para atender los cuales les alcanza con contratar profesionales nuevos, a los que se envía a domicilio en vehículos comunes o hasta en motocicletas. Su ganancia no proviene del servicio sino del “no-servicio” médico, que es cobrado por “el sistema” de cobranzas automatizado para el que requiere muy pocos empleados y eficientes programas informáticos de facturación y control.
Las librerías enfrentan con ansiedad el peligro del desplazamiento del interés lector hacia los e-books, que se consiguen desde el hogar en tiempo real con un simple “click” y evitan horas y días de búsqueda y tiempo muerto. La reflexión –filosófica- sobre la superioridad de los libros en papel no empaña el hecho que las ventas de libros electrónicos en las sociedades más desarrolladas supera aceleradamente la de libros impresos.
Los talleres mecánicos reemplazan los tradicionales operarios “todoterreno” por sistemas de control computarizado y por kits de reemplazo que requieren apenas algunos trabajos sin especialización.
Se anuncia el desarrollo de vehículos sin conductor, que ya funcionan en el área rural: tractores sin tractoristas, sembradoras y cosechadoras sin conductores, terminan con la expulsión de trabajadores de un sector cada vez más sofisticado y menos “primario”. La tendencia llegará a los conductores de camiones en primer término -ya existe en algunos Estados norteamericanos- y luego a los vehículos de pasajeros. Los trenes, por su parte, hace tiempo que reemplazaron los tradicionales “guardas” y equipos de maquinistas por sistemas.
Era usual hasta hace un par de décadas escuchar que los trabajos desplazados por las máquinas eran sustituidos por nuevas actividades que mejoraban la productividad general y su propia vida, que conseguían empleos de mayor sueldo, estabilidad y confort. La novedad, sin embargo, es la rapidez del cambio. Antes permitía el readiestramiento, porque su ritmo era de lustros o décadas. Hoy, se realiza en tiempo real. No hay tiempo de adiestrar a los desocupados y ni siquiera se sabe para qué, porque no existe demanda de actividades pagas equivalentes.
Ello está llevando a un contrasentido de fondo: la tecnología en lugar de mejorar la vida de las personas, puede crearles un infierno existencial al dejarlas sin ingresos. Pero también genera una disfuncionalidad que terminará con el propio sistema: al no haber ingresos, no habrá consumidores de bienes y servicios producidos en forma automatizada. Y eso pone la reflexión justo en su punto de perspectiva: el salario.
El salario fue la forma moderna de distribuir riqueza, premiar el trabajo, garantizar la inclusión y arrancar de la pobreza a decenas de millones de personas condenadas antes a las inclemencias de una vida campesina embrutecedora o una vida ciudadana marginal. La desaparición del salario no puede significar regresar la historia a esos tiempos, sino su superación. La respuesta no puede ser el “neo-ludismo” que lleve a impugnar los avances, sino a estudiar una nueva forma de distribuir la riqueza de acuerdo a las nuevas formas productivas.
En el otro extremo, la tendencia hacia una producción extremadamente “capital-intensiva” marca la necesidad de nuevos enfoques fiscales, alejados de los sistemas impositivos diseñados hace un siglo, en tiempos del capitalismo liberal. Las nuevas y gigantescas concentraciones económicas-tecnológicas generan súper-ingresos, algunos de los cuales alimentan y reproducen el crecimiento hacia formas más sofisticadas de producción, pero otros van conformando una burbuja financiera que ha llegado ya a una dimensión peligrosamente explosiva. Deben reglamentarse, contenerse y gravarse globalmente, ya que ningún Estado -ni aun los más poderosos- está en condiciones de formalizar “islotes” de control en un mar global de anomia.
En esta reflexión se han sugerido varios caminos. Por el lado del vacío dejado por el ingreso salarial, las respuestas van desde el “salario social” hasta el “ingreso universal”, desde la reducción de la jornada de trabajo para distribuir el empleo residual entre más cantidad de personas hasta el trabajo voluntario o familiar pago. Todos son caminos posibles.
En los hechos, el camino del ingreso universal -que muchos cuestionan por su connotación populista- en realidad ordenaría la sumatoria anárquica de subsidios de toda clase que todas las sociedades asignan a quienes estiman que los necesitan, sea vía servicios gratuitos como la educación o la salud, sea vía tarifas ´de servicios públicos subsidiadas para determinados agregados poblacionales, sea mediante créditos blandos con respaldo fiscal para viviendas, sea vía asignaciones impositivas que mejoren los ingresos de los pensionados y retirados más allá de lo ahorrado por ellos durante su vida activa, etc. etc.
Lo que está claro -como lo sugiere Sigmund Bauman- es que es necesario establecer un piso social de dignidad humana, que signifique el límite mínimo debajo del cual ningún ser humano deba ubicarse, pero que a la vez deje el camino abierto a los ingresos que cada uno pueda lograr mediante su inversión, su trabajo, su capacitación o su esfuerzo. Aunque el progreso se vincule con el salario, la subsistencia debe estar garantizada aún sin él. Es necesario separar la subsistencia del trabajo.
Por el lado del capital, es imprescindible actuar para desinflar el globo de la riqueza virtual que gira en tiempo real generando ingresos ficticios, sometiendo a la economía global a una tensión existencial de muy difícil previsión. Si en tiempos de la segunda posguerra la cantidad de transacciones financieras iba de la mano en paridad con el comercio internacional, hoy la relación es de varios cientos de veces a uno. La riqueza virtual que gira en tiempo real en las operaciones de pase alcanza a Setecientos billones de dólares, diez veces el PBI mundial global. Sin embargo, hay una diferencia: mientras el PBI global es una cuenta que refleja un agregado anual, el capital financiero gira durante todo el año, 24 horas al día, en bolsas que se encuentran en todo el planeta. Crea riqueza sobre riqueza en papeles e impulsos electrónicos, pero todo ese globo se asienta, como una pirámide invertida, en una producción real decenas de veces menor.
Por eso se abre paso la percepción que sin una reglamentación global será muy difícil encontrar respuestas eficaces. Un punto está claro: el problema pertenece a la decisión racional de la sociedad, a través de la política. No es alzándose de hombros como se solucionará, ni actuando como si éste existiera. El tema forma parte de la nueva agenda -como la de la preservación del planeta, la necesidad de la normativa global que persiga las redes delictivas, el terrorismo o el narcotráfico-. Necesita conversarse. No hacerlo nos enfrentará diariamente a eclosiones inesperadas, como la del terrorismo, las migraciones, los refugiados, las crisis abruptas de los precios de materias primas, el deterioro de la habitabilidad del planeta, el agotamiento de los recursos renovables e incluso del agua potable y el aire que respiramos.
Gran tarea, entonces, para la gobernabilidad global. Coloca en la agenda una nueva visión de las relaciones con el mundo, que en rigor hoy deberían definirse como “acciones en el mundo” porque ese planeta que antes era sólo un escenario en el que desarrollábamos el drama de la “comunidad de naciones” hoy es un protagonista que, aún en sus lugares más recónditos, está imbricado con cada actitud que tomemos.
01/04/2016 a las 3:36 PM
LA MAYORÍA DE LA GENTE YA ESTÁ DEJANDO DE SER APTA PARA TRABAJAR (AUNQUE TENGA TÍTULO), YA QUE SE HA ENFERMADO DE CELULARITIS (TIENE 6 HORAS POR DÍA LAS MANOS OCUPADAS CON EL CELULAR)
01/04/2016 a las 5:42 PM
El hecho fundamental que aprendí desde que tuve uso de razón, es que en política nadie regala nada. En mi familia tuve directa ocasión de vivirlo y analizarlo.
Entoces, don Laferriere, ¿por qué supone usted que habrá interés en distribuir riqueza?
Su artículo, razonable en otros aspectos, silencia por completo ese punto crucial.
Usted simplemente lo da por supuesto. ¿Analizó el Report from Iron Mountain («La paz indeseable»), de 1966? Le ruego me conteste y señale, si la hay, alguna razón para suponer que en política ahora la riqueza se regala.
Atentamente
01/04/2016 a las 9:10 PM
EL FUTURO Y EL MUNDO GLOBAL
Por CATON
01/04/2016
No puedo dejar de coincidir con lo expresado en la nota del Dr. Ricardo Lafferriere, dado que el mismo tema he posteado en el día de ayer, obviamente de manera más que sucinta y con menos fundamentación, ya que estaba enfocado en el problema del desembarco de Uber en nuestro país.
Además, mi coincidencia con lo expresado por Sr Lualdi me impulsa a expresar, tal vez de manera irreflexiva, algunos pensamientos que solo se originan en una mente inquieta, incluso a riesgo de ponerme en la mira de muchos teóricos que podrán acusarme cuanto menos de ateo, igual la voy a exponer, pidiendo perdón por la digresión.
Es innegable que el mundo corre en un rumbo, de manera imparable, detrás de la ciencia y la tecnología; los cambios, que no es solo que se avecinan, sino que ya están entre nosotros, son inconmensurables y hasta casi impensables, dado el crecimiento exponencial de cada uno de los nuevos inventos que se pergeñan; también es innegable que no hubo; no hay ni habrá “interés en distribuir la riqueza”, porque justamente regalar algo no es precisamente una característica del ser humano. El hombre nace básicamente egoísta, y es un acumulador por naturaleza; desde sus inicios, porque es consciente de su propia fragilidad, y ése no otro es el hilo conductor de la teoría de Adam Smith, cuando habla de la mano invisible, dando así el puntapié inicial de la psicología de masas, y crea en 1776 lo que hoy se conoce como las Ciencias Económicas, base del sistema capitalista; idea que es, de alguna manera, complementada, en 1889, por las ideas de Charles Darwin, mediante su teoría de la sobrevivencia del más apto.
Cuando nace un bebe lo hace llorando a los gritos y con los puños cerrados, tal vez tratando de conservar ese hálito de vida en su ingreso a un mundo desconocido y hostil, al que lo arrojaron sin preguntarle si ése era su deseo, al cual enfrentará con sus puños en posición de defensa y ataque; y que también, posiblemente, se pueda interpretar esos puños cerrados como el primer gesto de egoísmo, sentimiento que lo acompañará por el resto de su vida.
Más adelante en el devenir de la vida; el hombre se aferra a la religión debido a sus propios miedos y fragilidad, como no podía ser de otra manera, y crea la idea de un Dios protector, que le permita transitar por ese obscuro mundo en que se encuentra, con un poco menos de temor y con mayor esperanza. Y se fue “civilizando”; y se “humaniza”, fundándose en la imagen, autoconstruida, de que es un Ser bueno, solidario y generoso; lleno de sentimientos fraternales hacia sus congéneres; aunque cuidándose de masacrarlos prolijamente cuando estos amenazan a todo lo que considera de su propiedad: su vida; su familia; su pueblo; su tierra; su Patria.
Para conciliar todos estos contradictorios sentimientos aparece la “POLÍTICA” para ayudar a transitar los caminos medianamente en paz; aunque se deba reconocer que no siempre ha logrado domeñar a la bestia que todos llevamos adentro, exhibiendo lo que realidad somos: Animales, racionales, pero animales al fin.
Sólo el temor nos trajo hasta aquí, y sólo el temor nos hará sobrevivir cuando veamos, en toda su magnitud, el peligro real de estar cerca del fin del planeta.
Entonces, tal vez, y sólo tal vez, depondremos todas las banderas y lucharemos codo a codo por un mundo mejor. ¿Será Así?
02/04/2016 a las 11:56 AM
Las perspectivas del mundo futuro en lo mediato son negras. El cambio tecnológico, el más dramático de los miles de años de historia no puede ser resuelto con ideas de otra época, nadie sabe que hacer y como hacer con el empleo. El sistema financiero global que ha provocado una desconexión entre la economía real y la ficción financiera (el dinero ficticio ya equivale a 2,5 veces el PBI mundial), la desigualdad creciente (unas 100000 personas manejan el 70 % de los activos mundiales), el cambio climático, etc. etc hacen un panorama realmente negro que NADIE SABE COMO RESOLVER. Creo que la primera conclusión, triste pero real es decir que la especie humana está hoy sobredimensionada sobran 4000 millones de personas en el mundo. Y no es facismo es realismo.