Por Italo Pallotti.-

Me imagino que muchos argentinos, si están atentos a la realidad que va consumiendo poco a poco nuestro tiempo, habrán estado atentos a la sesión del miércoles en el Congreso de la Nación. A los que les interesa algo esta época, en la que los acontecimientos y los personajes están rodeados de una aureola de mediocridad que de verdad preocupa. La Democracia y en consecuencia la República, tienen una deuda que por desgracia parece irse agrandando en la medida que los organismos del Estado se siguen poblando de personajes, en una gran mayoría, cuyos antecedentes lejos están de parecerse a una cuestión seria, con la contundencia que una gestión debe poner y exponer para que el pueblo, que vota a sus representantes, vea en sus actuaciones un mínimo de seriedad, de compromiso y, sobre todo ejemplos. Ya ni siquiera hablar de condiciones morales, para una sociedad que quiere confiar en los principios fundamentales de ellas (Democracia y República), para acentuar una base de lanzamiento que se parezca a una nación con todos los aditamentos imprescindibles para que sea virtud y no vergüenza, frente a propios y extraños.

La sesión antedicha, en Diputados, para tratar el tema de la Ficha Limpia, fue por momentos desopilante, grosera y de pésimo gusto. Desde ya que con los medios legales y de castigo que obran en la Justicia del país, este asunto pasa a ser inútil y pintoresco. Quién, para cualquier empleo, desde un simple recolector de basura hasta alguno del área pública, es una obviedad que debe demostrar y contar como tal con su propia “ficha limpia”. Es de lógica pura, según un elemental razonamiento, que todo lo que se refiere a esta materia de ningún modo debió requerir a los asuntos del Estado tantas horas en un debate (de los tantos habidos) que por momentos parecía un teléfono descompuesto o un encuentro de distraídos, por no decir un grupo de representantes mal intencionados, quienes no se privaron de exponer ideologismos fanáticos; cuando no el destrato, la palabrota, las amenazas y un variopinto lenguaje, no exento de una letanía, en muchos de ellos, hacia la figura de la expresidenta, que por si no están enterados pesan sobre ella dos firmes condenas judiciales. Amén de otras varias causas. Esa profesión de fe hacia este ya opacado personaje, olvidando su pasado por Tribunales más pareció una tomada de pelo; que una defensa a ultranza. Se habló de proscripción, con una liviandad que preocupa. Todo chicana. Desde los viejos a los nuevos. Todo repartir culpas. En fin, anclados en el pésimo gusto. Insustancial. Rancio. Vetusto. Sin argumentos con solidez.

Como epílogo de esta especie de varietés, los “encuentros” verbales del dúo Juan M. Pedrini, tan fanático como siempre, y Fernando Iglesias, tan defensor como pocos; y entre Martín Menem, prudente hasta lo imposible, con Germán Martínez, siempre jugado al límite; con un amague boxístico, condimentado con insultos. Estos Diputados, entre otros, nos “regalaron” un “show” torpe, tosco, bien de barrabravas; que nos lleva a exponer en el título “Limpieza en los modos es lo que falta”. Viene ahora el debate en el Senado. Pondrán algo de prolijidad; o veremos la misma obra, con distintos actores. El final, todo un misterio. Ah, de paso, ¿cuándo alumbrará en el horizonte político el tema de los fueros?

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