Por Hernán Andrés Kruse.-
En su edición del 21 de septiembre, Infobae publicó un artículo de Brenda Struminger titulado “El gobierno acelera la desregulación aeronáutica y promoverá por decreto que haya más compañías extranjeras”. Parafraseando al genial García Márquez, se puede afirmar que estamos en presencia de la crónica de un desguace anunciado. En efecto, el objetivo del gobierno nacional no es otro que la privatización de Aerolíneas Argentinas, emulando a su mentor del presidente, Carlos Saúl Menem.
“El gobierno desplegó durante los últimos meses, en sucesivas reglamentaciones publicadas en el Boletín Oficial, el andamiaje jurídico para desregular la industria aeronáutica y el acceso a los mercados aerocomerciales. La próxima, que sería la última de siete, se oficializarán durante los primeros días de la semana que viene, con un decreto del Presidente que delegará funciones de la autoridad nacional para permitir que vuelen aeronaves y tripulación extranjera (hasta ahora debían ser argentinas)”, escribió Struminger. Y agrega: “Los movimientos de la Casa Rosada se precipitaron ante las más recientes medidas de fuerza, que dejaron a miles de pasajeros varados, y las advertencias sobre futuras huelgas, asambleas y suspensiones de tareas. “Es extorsión”, dijo Adorni, en conferencia de prensa”.
Buceando en Google me encontré con un ensayo de Germán Epelbaum titulado “Aerolíneas Argentinas. Una gestión atravesada por la racionalidad técnica y la ideología política” (Departamento de Sociología de la Facultad de Humanidades y Técnicas de la Educación, UNLP, 2014). Aconsejo su lectura ya que nos hace recordar lo traumático que fue el proceso de privatización de Aerolíneas Argentinas durante el período menemista.
LA OSCURA NOCHE PRIVATISTA
INTRODUCCIÓN
“La privatización de Aerolíneas Argentinas no fue una mera decisión técnica sino que estuvo enmarcada dentro del modelo neoliberal que buscaba implantarse. El rotundo fracaso de este rumbo no se debió tampoco a una ingenua gestión errónea, sino que era parte de la concepción de Estado y sociedad que manejaban aquellos encargados de conducir el destino del país en ese momento. Queda evidenciado que los destinos de AA se debieron principalmente a decisiones políticas a lo largo de toda su historia. Se intentó hacer de AA un caso testigo de la nueva Argentina del primer mundo, en la cual se proclamaba que el individualismo y la búsqueda de ganancia de los más ricos conducirían automáticamente a la felicidad de la mayoría. No obstante, el “testigo” para la sociedad terminó funcionando de manera inversa a lo planeado, para desgracia de los argentinos.
Se demostró nuevamente la inviabilidad del modelo neoliberal, y la debilidad de los países más pobres a la hora de negociar con las potencias centrales sin un marco normativo. Los intereses del Estado, volcados a la gestión de una Línea de Bandera con metas de afianzar la soberanía y conectividad, están disociados de los del capital privado, que sólo busca un rédito económico. La teoría ortodoxa aplicada no contempló, o no quiso contemplar, la imposibilidad estructural de coordinar intereses contrapuestos sobre AA. El neoliberalismo de finales de los ´80 y principios de los ´90 traería nuevas reglas para el mercado comercial aeronáutico, haciéndolo sumamente más complejo, competitivo y concentrado.
La cantidad de líneas aéreas que se estaban vendiendo en el continente, así como otras empresas públicas también con bandera de remate, hacían que hubiera menos interesados y más ofertantes en el mercado. Era imposible que el objetivo político de vender la empresa cuanto antes y recibir dinero fresco, compitiera con el de hacer una buena y prolija privatización. Iberia apareció como único ofertante firme del proyecto. La idea de los españoles era generar una mega aerolínea que adquiera otras empresas de América y compitiera con las más grandes del globo. Junto con Iberia y con los bancos asociados, aparece en el negocio el dueño de Austral para formar el consorcio comprador.
La Argentina tiene algunas particularidades que dificultan la industria aerocomercial. Se trata de un país de grandes extensiones de tierra, con una población muy desigualmente distribuida, con zonas económicamente muy pobres y de poca relación con el resto del territorio del país, un centro poblacional y económico con una relación “radial” con las distintas economías regionales, una red vial que cubre todo el territorio y una ubicación en el globo que la aleja de los países más importantes. En ese contexto, y al calor de los negocios del Estado, surge la empresa aerotransportadora Austral. Había sido creada en 1971 luego de una turbia operación financiera de un empresario contra la provincia de San Juan. Fue estatizada en 1980 durante la dictadura militar y vuelta a privatizar en 1987. La trayectoria de sus dueños es común en el empresariado argentino, más acostumbrado a especular y a los negocios con el poder que a la inversión genuina.
Cuando Aerolíneas Argentinas fue privatizada, la forma de hacer viable la operación encontrada por los españoles fue la elasticidad en el contrato y la posibilidad de cargar sobre AA sus costos de compra. Se trataba de una empresa que se endeuda para pagarse a sí misma y cuyos ingresos se consumen con los intereses bancarios. No fue sino otra de las tantos negocios fraudulentos que signaron el remate y vaciamiento del Estado durante la época neoliberal. En el marco de guerras tarifarias ocasionadas por la mayor competitividad y auge de pequeñas líneas aéreas de “bajo costo”, comienza la presión de EEUU por lograr la desregulación del mercado aéreo. Junto con la reducción de costos laborales y de seguridad se producen los mayores siniestros de la historia aerocomercial en varios rincones del mundo, inclusive en nuestro país. Hubo una imposibilidad de los países pobres de dominar el mercado de sus cielos con sus propias líneas aéreas, por lo que terminaron entregándolas ante la irrupción de grandes empresas transcontinentales en su espacio aéreo.
Con esa idea habían llegado los españoles, intentando crear una “Gran Aerolínea Latinoamericana” que surgiera de la propia Iberia más la adquisición de varias empresas sudamericanas. Esta iniciativa fue un fracaso rotundo, y los españoles amenazaron una y otra vez con irse del consorcio, a menos que se les otorgasen nuevas concesiones de operación y financieras. En 1994 adquieren “la acción de oro” bajo dicha metodología de negociación. Esto les permite ir liquidando de a poco la compañía mientras crecía la deuda por la pésima gestión y los intentos de subordinar AA a Iberia. En 1999 llega American Airlines a Aerolíneas para encargarse de la gestión de la empresa, que no tendrá otro resultado que la continuación del vaciamiento de nuestra Línea de Bandera. Para el año 98 los españoles ya intentaban abandonar su negocio cuanto antes, pero recién logran deshacerse de Iberia en el 2001 luego de sanearla con recursos de las Aerolíneas de América latina. Después de la gestión del Estado Español, vendría la del grupo Marsans, que tuvo un paso con más pena que gloria al continuar casi sin interrupciones la política de saqueo y vaciamiento de sus antecesores. Muchas veces se llegó a contar en horas el futuro de la empresa, y alcanzar grados límite de conflictividad con sus trabajadores o pisos insólitos de ineficacia operativa. Esta situación siguió su curso de forma casi insalvable hasta la recuperación de AA por parte del Estado Nacional a mediados del 2008”.
LA PRIMERA OFENSIVA PRIVATIZADORA
“En 1987, cuando se empieza a hablar de privatización, AA llevaba alrededor del 60 por ciento del tráfico aéreo y similar porcentaje en cabotaje (La Nación 30/05/2001). Su capacidad de oferta en kilómetros venía en aumento y un 62% era utilizado por el pasaje, lo cual la ubicaba dentro de los márgenes mundialmente aceptables. El porcentaje de ocupación de los aviones era de un 67% y participaba en un 35,4% del mercado hacia EEUU y en un 46,5% del tráfico a Europa. Tenía 31 aviones propios, uno alquilado y 10 millones de dólares de superávit que conformaban una buena situación operativa y económica.
El problema radicaba en el endeudamiento del país, que dificultaba la realización de las necesarias inversiones para adaptarla al mercado aéreo internacional. A su vez AA se había endeudado con la “plata dulce” de principios de los 80, pero no se le permitió “estatizar” sus deudas a diferencia de otras empresas por decisiones políticas. En 1989 la deuda de AA era de 741 millones de dólares, la mayor parte por compromisos bancarios y sólo 94 millones por contratos de alquiler. Las opciones de AA parecían ser la de asociarse a otra compañía o ser privatizada. La primera opción es la que había sido abordada por el proyecto radical de Terragno en el 87. Se pretendía elegir un socio, no solamente vender una porción de la empresa para asegurar al Estado el control sobre ésta. Finalmente el proyecto de Terragno quedó trunco por la oposición de sindicalistas y peronistas bajo los tradicionales argumentos de defensa de la soberanía y el discurso nacional popular.
Carlos Saúl Menem decide tomar a AA como un leading case de las privatizaciones ya que necesitaba exhibir la fuerza y decisión que la UCR no pudo demostrarle al mundo, a los organismos de crédito y la sociedad. El decreto macro argumentaba que el estado no podía afrontar las inversiones necesarias para costear las nuevas reglas del juego aeronáutico. Se necesitaba desmonopolizar el sector y que la competencia tuviera mayor eficiencia. Los gremios manifestaron su ferviente oposición ante esta propuesta. La estrategia del gobierno era dejar que se deteriorara la empresa como una excusa para poder privatizarla más fácilmente, ya que se desechó la posibilidad de sanearla para su venta posterior. La privatización debía resolverse, según el decreto, en menos de 5 meses y contemplando que ARSA siguiera siendo línea de bandera. Esto le subía el precio en 200 millones de dólares. Se podrían a la venta el 85% de las acciones, valuadas en 433,5 millones de dólares por ARSA, y otros negocios menores de la empresa como el free shop.
Aerolíneas era una firma de 700 millones de dólares anuales de facturación y una rentabilidad de 90 millones de dólares anuales en cada uno de los 3 años anteriores a la privatización. La licitación hecha en 1990 era por 530 millones de dólares por el 85% de la empresa, mientras que el estado asumía los 868 millones de dólares que ésta debía. De los 529 millones de dólares que le correspondían al estado por la venta, cobraba sólo 220 millones; el resto se destinarían a pagar títulos de deuda (Libro AAA). La oposición, los sindicatos y el MTA después de largas jornadas de luchas parlamentarias, logran subir el precio de la compra, ya que todo indicaba que la venta de la empresa según la tasación de 1987 (510 millones de dólares) la subvaluaba totalmente. La SIGEP sugiere que el precio suba a 654 millones de dólares. Marca además varias irregularidades jurídicas, de inventario y de fondo en el proyecto, el cual finalmente es modificado con varias “sugerencias” introducidas por parte de los interesados, y luego aceptadas por el gobierno nacional en su afán de acelerar el proceso.
El dos de abril de 1991 empiezan a venderse los pliegos. Entre los interesados había un grupo formado por Al Italia-Citibank y otro por Varig-Chase Manhattan. Entre los socios se especulaba con Socma-Soldati, Huancayo-LAPA. Luego se suma a la lista Cielos del Sur S.A (Austral), empresa en propiedad de Pescarmona, que quería evitar la competencia en cabotaje y deshacerse de su aerolínea dándola como forma de pago. A su vez los distintos sindicatos se encolumnaron cada uno detrás de los ofertantes para no quedar fuera de la operación. La forma jurídica de hacer más atractiva a AA fue partirla en dos: ARSA que se quedaría con los bienes y el personal, menos el free shop y el servicio de rampa, y AASE que obtendría estas dos áreas, las deudas de la empresa, la suma a cobrar por la venta de un avión modelo 747 y el seguro de un focker siniestrado. Pescarmona, empresario dueño de Austral e interesado en participar de la operación, era el único que no se había asociado al capital externo, y a su vez Iberia queda como única interesada al desarmarse los dos consorcios.
Se estaba a punto de privatizar la empresa estatal para pasarla a manos de otro Estado que además manejaría el monopolio del mercado aéreo local. Cada vez que el gobierno debiera negociar con Iberia, la misma usaría como herramienta en la disputa, la posibilidad de abandonar el negocio. La operación que debía durar 110 días supera ya los cuatro meses, producto de las enormes irregularidades de la negociación. Las denuncias ante esta bochornosa venta no se hacen esperar y el proceso sigue demorándose, por lo cual el Ministro Dromi recurre a un recurso, hasta el momento inédito en la justicia argentina, llamado Per Saltum (velocidad, saltarse pasos). Consistía en apelar a la corte suprema para que se expidiera sobre una cuestión de menor gravedad institucional que aquella que le compete. El gobierno demostraba nula autonomía frente al capital externo y estaba sometido a la voluntad de los pocos inversores locales históricamente más volcados a la especulación y a los jugosos negocios del estado que a la inversión productiva.
El gobierno debía responder a las ofertas que le hacía el comprador. Cada propuesta era una decisión ya tomada a favor de los europeos, ante la poca capacidad de negociación de la parte estatal. El Estado finalmente tuvo que poner como garantía de la venta de Aerolíneas a sus propios aviones. Al firmarse el decreto de adjudicación se entrega el 85% de la empresa a cambio de 260 millones de dólares, 1610 millones en títulos de deuda y el compromiso de invertir 683 millones de dólares en 5 años. Iberia era el socio más solvente de los compradores, pero aun así AA tenía mejor prestigio, una mejor situación y mejores proyecciones que Iberia, la cual quería adquirir AA para formar una mega transportadora transcontinental. La primera parte del pago se efectuaría en diez cuotas semestrales comenzando 60 meses después de la operación. Por 5 años de financiación habría 5 años más de gracia. También se demoraría 90 días el pago de títulos de deuda y 400 millones de dólares de interés.
Estas cláusulas fueron propuestas por los ofertantes, así como la cláusula de pagarle a los adjudicatarios un monto de 15% más por los pasajes vendidos previamente, por ajustes de precios. El paquete accionario quedaba compuesto de la siguiente manera: Iberia 30%, un banco que le respondería con el 19%, médico argentino residente en España y amigo del Presidente de Iberia (hacía las veces de testaferro) 2%, Pescarmona 17%, Riva y De Vicenzo (empresarios amigos de Pescarmona) 17%, Estado Nacional 5%, PPP 10%. La transferencia tenía una cláusula fundamental, la cual afirmaba que el pago de la empresa recaía sobre ARSA y no sobre aquellos que la compraron, de modo que cayeran sobre AA los costos de su propia compra, y convertía al Estado y los trabajadores en deudores solidarios de la misma. El dinero para la compra se iba a obtener de la venta de los aviones de la empresa que luego serían alquilados, bajo la conocida modalidad del sale and lease back. ARSA se pagaba sola: entregaba recursos para endeudarse.
Se estaba vendiendo una compañía pujante, operativa y ordenada a cambio de un dinero que nunca depositaron. Iberia se endeudó para pagar ARSA con la propia empresa de garante. La forma de hacer rentable el negocio iba quedando cada vez más clara: se achicarían costos laborales, se reduciría el presupuesto para mantenimiento y seguridad, se reducirían frecuencias y eliminarían escalas hacia destinos menos rentables, y se concretaría un vaciamiento de los bienes de AA en beneficio de Iberia. En mayo de 1991 Riva (presidente de AA) le envía una carta a Cavallo hablando de las dificultades para continuar el pago y pidiendo nuevas facilidades, como por ejemplo una refinanciación del valor de los títulos de deuda tomados por la empresa y aduciendo también una deuda que supuestamente el estado tenía con ARSA por 136 millones de dólares. Estos fueron distintos mecanismos utilizados para no desembolsar dinero propio por el pago de la empresa.
El Estado Argentino se encontró con que, en lugar de recibir dinero por los pagarés, estaba en deuda con Iberia, ya que supuestamente la deuda pública de la compañía era superior a lo pautado. La primera estrategia había consistido en cambiar los términos de la operación constantemente bajo amenaza de abandonarla, y tuvo un completo éxito para los compradores ya que lograron quedarse con AA poniendo muy poco dinero e imponiendo las cláusulas que más les convenían. La segunda estrategia para continuar sin abonar el pago de la empresa, fue la de inventar una deuda del Estado para con ésta, y también resultó un éxito rotundo para los adjudicatarios. El gobierno estaba en un punto difícil, acorralado entre la espada y la pared. Por un lado debía presentar la operación como positiva frente a la opinión pública, mientras se veía presionado constantemente por Iberia, que ensuciaba la operación y no tenía intenciones de realizar inversiones genuinas. En agosto de 1991, ARSA le reclamó en asamblea de accionistas unos 185,8 millones de dólares al estado en concepto de pasajeros del personal, diferencias de inventario y otros rubros, de los cuales el Estado se hizo cargo de unos 98,2 millones. Por otro lado, en cuanto al incumplimiento del plan de inversiones, los españoles dijeron que éste se estaba saldando con la incorporación de los 6 aviones de Austral, cuando en realidad éstos habían sido el aporte de capital de uno de los socios”.
23/09/2024 a las 2:44 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Se atascó el acuerdo para el juez Lijo
Joaquín Morales Solá
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
22/9/024
El proyecto de ungir a un juez con una inédita cantidad de objeciones en la cima misma del Poder Judicial ha sufrido un comprobable retroceso. Por ahora, dicen los pocos amigos visibles de Lijo en el Senado, la prioridad es conseguir las nueve firmas de la Comisión de Acuerdos. Paso a paso, repiten. La lucha por los dos tercios vendrá luego. Los que trabajan por Lijo lo hacen bajo una densa sombra política, lejos de la luz del sol. “El proyecto está desinflado, no dormido”, aclaran. También es cierto que la candidatura de Lijo, que al principio estuvo en la cumbre de las novedades políticas, pasó a un segundo plano –o a un tercero– después de otros escándalos (gracias, Alberto Fernández) y de otros destellos políticos (gracias, Presidente).
La oscuridad beneficia al juez en discusión. Sin embargo, contrastan demasiado las expectativas iniciales con la realidad actual. Cuando Lijo fue a declarar ante la Comisión de Acuerdos se esperaba un dictamen tan inmediato que el radicalismo, por pedido del gobernador radical de Corrientes, Gustavo Valdés, dispuso el cambio de un senador suplente en esa Comisión. Relevó, sin notificarlo previamente, al senador fueguino Pablo Blanco, opositor a la designación de Lijo, por el correntino Eduardo Vischi, favorable a la candidatura del juez federal. Los dos son, obviamente, miembros del bloque radical. Comenzaba la crisis del radicalismo que hizo eclosión en días recientes.
Sucedía que el peronismo se negaba (y se niega) a firmar el dictamen y esas ausencias obligan a la Comisión a juntar nueve votos para tener un dictamen favorable a Lijo. Así las cosas, el voto de ese radical era el noveno. El senador radical titular en esa Comisión es el bonaerense Maximiliano Abad, quien se encontraba hace un mes en los Estados Unidos participando de un seminario en la Universidad de Stanford. Abad ya regresó al país y, según fuentes radicales, no está dispuesto a firmar el dictamen. Veremos. Para peor, el jefe del bloque de senadores de La Libertad Avanza, el jujeño Ezequiel Atauche, fue encomendado para conseguir los votos que necesita Lijo.
Atauche, denunciado en los últimos tiempos por su esposa por actitudes incorrectas, recibió ahora la orden de hacerse cargo de las negociaciones por el presupuesto de 2025 que Milei presentó hace una semana. El oficialismo decidió que habrá negociaciones bicamerales, conjuntas entre senadores y diputados, por el presupuesto para que los tiempos parlamentarios no se alarguen entre los cambios de una cámara y otra.
Atauche es, además, un senador que carece de un trato afable y consensual con sus colegas en la Cámara alta; la mayoría de los senadores no lo tiene en su lista de amigos. Por una razón u otra, Atauche no está en condiciones de entregarle tiempo y energías a Lijo.
El Gobierno tampoco puede pedirle a la vicepresidenta, Victoria Villarruel, que enhebre acuerdos para Lijo cuando ella misma aclaró que no está de acuerdo con esa candidatura. Nunca fue consultada sobre la propuesta de Milei. A su vez, cierto interés del kirchnerismo por Lijo quedó expuesto cuando el diputado de esa facción Héctor Recalde, miembro del Consejo de la Magistratura y presidente de su Comisión de Disciplina, decidió suspender en el Consejo el tratamiento de varias denuncias contra el candidato a juez de la Corte con el argumento de que es, precisamente, candidato para integrar el máximo tribunal de justicia del país. Una incoherencia sin paliativos, pero la arbitrariedad es el reino del kirchnerismo.
En ese mismo Consejo, el diputado hipercristinista Rodolfo Tailhade logró que progresara un pedido de juicio político contra el juez de la Cámara de Casación Gustavo Hornos, denunciado por violencia de genero. Hornos integra una sala de la Casación que debe decidir sobre causas de corrupción que imputan a Cristina Kirchner, jefa política de Tailhade. No hubo tantos remilgos como con Lijo. No pasará nada con Hornos; el kirchnerismo está en franca minoría en el Consejo de la Magistratura. Solo conserva el poder de ofender y dilatar.
Es inexplicable que Milei, un presidente sin ninguna denuncia de corrupción, se haya comprometido tanto con un magistrado célebre por su arte de cajonear y anestesiar causas de corrupción. Del mismo modo, es indescifrable la reticencia de importantes dirigentes políticos a pronunciarse sobre esa postulación. Cristina Kirchner, la primera entre ellos. La expresidenta tiene influencia política sobre la mayoría de los 33 senadores peronistas, indispensables para alcanzar los 48 votos necesarios de los 72 senadores que hay en total.
La contradicción es también el territorio del kirchnerismo. Por ejemplo, la senadora cristinista Juliana Di Tullio señaló que es el Poder Ejecutivo el que debe conseguir el dictamen y los dos tercios de los votos del Senado e ironizó sobre el padrino político de Lijo, el juez de la Corte Ricardo Lorenzetti: “No sabía que Lorenzetti es miembro del Poder Ejecutivo para andar ofreciendo cargos. Creía que era integrante del Poder Judicial”, bromeó.
A su vez, el propio jefe del bloque peronista, José Mayans, aseguró que no está “de acuerdo con la candidatura de Lijo. Ese lugar le corresponde a una mujer. Es, además, un juez que no cuenta con los pergaminos necesarios y su candidatura es muy controversial”. El peronismo no le hará nunca las cosas fáciles al gobierno; tampoco en el caso de Lijo. Y sin el peronismo los dos tercios representan una cumbre de imposible acceso. Si bien se trata de los dos tercios de los senadores presentes, muy pocos se animarán a estar ausentes porque se les atribuirá luego la intención de beneficiar a Lijo. Las ausencias bajarán, en efecto, el número necesario para los dos tercios.
El principal conflicto ahora es que la disputa por Lijo es ya una cuestión que interesa a importantes sectores sociales; no lo era al principio de todo. Dicen, incluso, que Horacio Rodríguez Larreta habría puesto en reflexión su decisión de ayudar a Lijo porque su nombre está políticamente vinculado a la senadora Guadalupe Tagliaferri, presidenta de la Comisión de Acuerdos, que llegó a ese lugar de la mano del exjefe de gobierno de la Capital. “Si Lijo consiguiera el acuerdo con el voto de esa senadora, lo criticarán más a Horacio que a Tagliaferri”, dijeron en el Senado.
Pero ¿de qué se lo acusa a Lijo, actual juez federal? El candidato a juez supremo recibió 35 impugnaciones en el Senado y 350 en el Ministerio de Justicia. No hay memoria de un juez que haya recibido tantas objeciones. Lo acusan de manipulación de los tiempos procesales en causas de corrupción y directamente de paralización de algunos expedientes. Razón no les falta. Desde que Lijo asumió en 2004 tuvo 89 expedientes sobre denuncias de corrupción; solo envió a juicio oral a 14. En términos absolutos, es el juez federal que menos causas de corrupción mandó a juicio oral, según una auditoría de varias ONG y el Consejo de la Magistratura. Tranquilos: lo peor está por venir. Veamos.
Lo denunciaron por incremento patrimonial no justificado, de tener propiedades o copropiedades de alto valor y de usar bienes vinculados a delitos económicos. Además de ser evaluado como un abogado con escasa formación académica, a Lijo lo vinculan con su hermano, Alfredo “Freddy” Lijo, quien no tiene problemas con que lo consideren un lobista en los tribunales federales de Comodoro Py. Ahí, precisamente, tiene sus oficinas el juez, su hermano. Patricia Bullrich salió públicamente en defensa de Lijo (seguramente procurando conseguir una mayor influencia política ante Milei que la de ministra de Seguridad) y destacó que nadie puede ser acusado por lo que hace su hermano. Es cierto, siempre que el hermano no haga gestiones reprochables a metros de donde el juez interpreta las leyes. Bullrich subrayó también que Lijo procesó a Carlos Menem, pero se olvidó de aclarar que lo hizo en 2009, diez años después de que el expresidente había dejado el poder. Menem ya era una sombra de lo que había sido. El misterio se agranda: ¿por qué Bullrich, anteriormente defensora de las instituciones y la honorabilidad, se unió a Milei para defender al polémico Lijo? Secreto. No hay luz en ese arcano.
Senadores de varios partidos que consultaron a miembros de la actual Corte Suprema sobre la candidatura de Lijo recibieron una respuesta vagamente negativa. Vagamente porque los actuales jueces supremos consideran que la designación de jueces es facultad de los poderes Ejecutivo y Legislativo, no de ellos. Nadie necesita preguntar nada, sobre todo si es Lorenzetti quien está en el medio. Lorenzetti expresa en la Corte a la minoría de uno. De hecho, en los próximos diez días la Corte Suprema tendrá que elegir o reelegir a sus autoridades. El 1º de octubre deberá estar decidido quiénes serán su presidente y su vicepresidente durante los próximos tres años. “Solo una cosa es segura: Lorenzetti no será presidente ni vicepresidente”, ironiza un funcionario de la Corte Suprema. Tampoco lo será el juez decano de la Corte, Juan Carlos Maqueda, porque él cumplirá los 75 años constitucionales en diciembre próximo y se jubilará. La futura conducción de la Corte se reduce, entonces, a dos nombres: los de los dos jueces restantes. Son Horacio Rosatti, actual presidente, y Carlos Rosenkrantz, actual vicepresidente.
Otro misterio: ¿por qué Milei eligió enemistarse con la mayoría del tribunal que terminará juzgando la constitucionalidad de sus actos? Las preguntas se suceden, aunque todas caen en un mismo vacío de silencio.
23/09/2024 a las 3:05 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Javier Milei contra las otras Fuerzas del Cielo
Martín Rodríguez Yebra
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
22/9/024
La mitología de Javier Milei se sostiene ante todo en la exaltación de su debilidad. Se ofrece como un vengador solitario de los fracasos argentinos. Señala a los poderosos que nos trajeron hasta acá y anuncia un porvenir de prosperidad. El secreto de su éxito depende de un acto de fe: que el horror por el pasado y la ilusión sobre el futuro atenúen el sufrimiento de un presente de privaciones.
El gobierno libertario ha usado su minoría orgullosa como un látigo para doblegar adversarios. Dividió al mundillo político entre “ratas miserables” y “héroes” gracias al uso coercitivo de sus índices de popularidad. Pero convive desde el principio de su mandato con la angustia inconfesable de que la paciencia social se agote.
La inquietud se aceleró estos días cuando empezaron a acumularse en despachos de la Casa Rosada sondeos que muestran una tendencia a la baja tanto en la imagen de Milei como en la confianza en la gestión y en el optimismo sobre lo que vendrá. Puede tratarse apenas de un bache en el camino o de la señal de una cuerda que se deshilacha.
El Gobierno desdramatiza. Milei retiene un nivel de respaldo sin competencia en el desierto político que es hoy la Argentina. El problema, sin embargo, es de extrema sensibilidad. La recurrente celebración de los números fiscales, del dólar congelado y la baja de la inflación disimula apenas que el número más monitoreado por la dirigencia política, los empresarios y los inversores es la popularidad del Presidente y de su gestión. No es casual que se convirtiera en asunto de Estado desmentir que el domingo pasado hubiera tenido bajo rating la cadena nacional sobre el presupuesto 2025.
Milei se paró esa noche ante el Congreso para anunciar la doctrina del ajuste sin fin. Pase lo que pase con la economía el año que viene él va a garantizar el equilibrio fiscal. Si se recauda menos, se recortará más el gasto. Si entra más dinero, se bajarán impuestos. El punto ciego de esa afirmación consiste en que su cumplimiento está atado a la tolerancia de los votantes, que es siempre lo que legitima a un gobierno, pero mucho más a uno con la fragilidad institucional del actual.
Una sucesión de estudios privados terminados esta semana es coincidente en que hay un deterioro en la aprobación del gobierno libertario. Poliarquía, en el informe reservado que distribuye entre sus clientes, destacó que septiembre ha sido el primer mes “fuertemente negativo” para Milei. La imagen personal del Presidente cae siete puntos (mantiene un diferencial positivo de +2%) y la desaprobación de la gestión sube 4. Detecta un declive en el optimismo y aumenta 7 puntos la percepción negativa sobre la situación económica.
Aresco registra también una baja de seis puntos en la imagen positiva de Milei y un alza de similar de la negativa. Trespuntozero publicó cifras que muestran por primera vez al Presidente con más rechazo que aprobación. Y el Índice de Confianza del Consumidor de la Universidad Di Tella revela una caída de 5,92% respecto de agosto, con un énfasis particular en las expectativas de futuro.
Santiago Caputo, el ingeniero de la propaganda libertaria, tiene un reto. ¿Y si se estuviera agotando el libreto de “la casta” y la austeridad como dogma?
Quienes resisten internamente al asesor estrella lo acusan de distraerse de su misión principal para dedicarse a la acumulación de poder. El propio Milei, cuentan en la Casa Rosada, pidió moderación puertas adentro después del episodio entre Caputo y Guillermo Francos que terminó con el jefe de Gabinete internado. Lo reclamó citando otra vez a Cicerón: “Me tienen los huevos llenos con las internas”.
A mitad de semana Caputo y Francos se hicieron una foto de la paz, con Karina Milei como testigo. Pero el ministro coordinador no se privó de reconocer en público que habían existido diferencias de criterio con Caputo. Una forma de marcar territorio.
Los rivales de Caputo lo señalan como responsable esta semana de un error de cálculo: el asado convocado en el quincho de la residencia de Olivos para agasajar a los diputados de La Libertad Avanza, Pro y el radicalismo que blindaron el veto presidencial a la ley previsional sancionada por la oposición.
La foto de Milei en la cabecera de una mesa interminable de políticos es una postal de lo que “el triángulo de hierro” libertario siempre llamó “la casta”. A los “87 héroes” y los funcionarios invitados se les pidió 20.000 pesos por la cena, después de intuir que algo estaba mal con esa fiesta del poder. Parecieron perder de vista la cuestión de fondo: no era quién pagaba la cuenta, sino que estaban celebrando que habían frenado un aumento a los empobrecidos jubilados argentinos.
La empatía ayuda a regar la paciencia social. En agosto y septiembre ha pegado fuerte la suba de tarifas del transporte y los servicios públicos. La recuperación de la actividad se declama desde arriba, pero no aparece con claridad en los indicadores. La inflación se encontró con una meseta difícil de perforar. El dólar planchado complica la acumulación de reservas en el Banco Central y enciende alarmas sobre los compromisos externos del año que viene.
La hoja de ruta que Milei presentó ante el Congreso preanuncia larga vida para el cepo y una prolongada etapa de recesión o al menos de crecimiento muy moderado.
El ministro de Economía, Luis Caputo, distribuye mensajes optimistas que implican readaptaciones del libreto libertario. Hace un año Milei decía que el peso era “excremento” y que llevaría a una dolarización de la economía. Caputo explicó el viernes que “el plan económico está diseñado para ir a un esquema bimonetario en el que la moneda fuerte sea el peso”. El Fondo Monetario Internacional (FMI) espera precisiones.
LA GUERRA DE AEROLÍNEAS
Ante los fieles que flaquean en su fe, Milei apela a la polarización con el kirchnerismo. Desde el Pro algunos dirigentes que lo quieren bien ya le han advertido –por experiencia propia- sobre el peligro de enamorarse de ese recurso. “En principio parece que te suma; pero es como una droga, nunca sabés cuando te confiás, te tropezás y ahí los tenés a ellos listos para pasarte por arriba”, dice un legislador de confianza de Mauricio Macri.
Para abroquelar apoyos, el Gobierno se plantó en el conflicto gremial de Aerolíneas Argentinas, que ha convertido en un infierno el servicio aerocomercial del país. Milei ordenó avanzar con un proyecto de ley de privatización y mostrarles a los sindicalistas que está dispuesto a impulsar negociaciones con empresas extranjeras para operar la empresa. Es a todo o nada, dicen en la Casa Rosada.
La respuesta se cristalizó con una alianza de todos los sindicatos del transporte. Amenazan con huelgas y otras medidas de protesta que podrían afectar severamente el día a día de la gente común.
Una ráfaga de prudencia propició que Milei demorara más de la cuenta el veto a la ley de financiamiento universitario sancionada la semana pasada por sus adversarios: ¿es momento de tentar a nuevas protestas callejeras? Es cierto que el libertario se crece en el conflicto, pero la línea entre la audacia y la temeridad es muy delgada.
Cristina y Máximo Kirchner entendieron que llegó el momento de recuperar centralidad. El gobernador Axel Kicillof también, aunque siempre atenazado por los movimientos de “la Jefa”. Mientras él se propone componer “nuevas canciones”, Cristina ya publicó el disco en la carta que difundió hace dos semanas con una apelación a acomodar el peronismo a las demandas sociales de la era mileísta. Su hijo –jefe de La Cámpora- se largó este viernes a “armar de nuevo”, aunque por ahora solo se vieron las caras y las ideas de siempre.
SORPRESA PAPAL
La gran sorpresa para el Gobierno fue el descenso del papa Francisco al barro terrenal de la política doméstica. La ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, había viajado a verlo el lunes para llevarle informes sobre la política social que está aplicando. La reunión la pidió él, insisten en el Gobierno. La sospecha de que algo había salido mal se instaló el mismo día de la cita. No se difundieron fotos (aunque sí se hicieron) y antes de recibir a la funcionaria el Papa agasajó a una delegación sindical que incluyó a Pablo Moyano y otros opositores intransigentes.
El sacudón llegó el viernes. Jorge Bergoglio apareció por sorpresa en una actividad con movimientos sociales a dar un discurso político en el que por primera vez desde que es Papa criticó sin disimular a un gobierno argentino.
Mostró que su diferencia ideológica con Milei es irreductible. Defendió la justicia social –denostada por el Presidente-, lo cual es lógico en un jesuita. Pero añadió a su prédica un profundo sesgo antiliberal. Pareció guiñarle un ojo a quienes lo tildan de Papa peronista.
Criticó la represión con gas pimienta del gobierno de Milei y reivindicó las protestas. No le valió un matiz que gran parte de la sociedad -y de cristianos que lo veneran- valore del gobierno actual la vocación de terminar con los piquetes que habían normalizado el desorden en las calles y rutas argentinas. Con Juan Grabois al lado, exaltó a los movimientos sociales incluso en el extremo de validar la toma de tierras. Dejó una sombra de sospechas al contar un caso de corrupción sin dar nombres ni referencias temporales. Y completó la encíclica contra Milei al denunciar a “quienes miran desde arriba al otro” y “se regodean en la propia supremacía frente a quien está peor”.
El máximo referente de la libertad universal acusó el golpe. El viernes el malestar era intenso en la Casa Rosada por el abierto tono opositor del Papa, que se da en vísperas de la difusión del índice de pobreza del primer semestre del año. Se espera un número doloroso.
La orden de silencio, aun así, fue terminante. Una cosa es pelearse con el piloto Biró y otra con el Papa de Roma. Así son las reglas cuando las Fuerzas del Cielo parecen alinearse en la vereda de enfrente.
23/09/2024 a las 3:09 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
La fe flaquea y Milei debe decidir si será un influencer o un estadista
Jorge Fernández Díaz
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
22/9/024
En su empeño por demostrar que Dios ha muerto, Nietzsche comete una cierta injusticia y sentencia que “tener fe significa no querer saber la verdad”. La actual política outsider y polarizadora –proclive a nuevos mesianismos, refractaria a toda construcción dialógica y encapsulada en el culto a la personalidad y en fanatismos de salón y redes– ha asumido fuertes rasgos religiosos, y por lo tanto la fe popular en un redentor providencial se ha transformado en un factor de vida o muerte. No otra cosa auscultan, mes a mes, los encuestadores: el grado de fe que mantiene la ciudadanía en el líder místico. Y parece que la fe ha comenzado a flaquear.
Se trata todavía de una tendencia suave y reversible, pero no deja de resultar significativa. La fe ciega mueve montañas, pero también puede sepultarte luego bajo sus pesados escombros. Porque quien no quiere saber la verdad, puede examinarte un día de un modo directo e hiperrealista y cambiar en un santiamén de opinión: le sucedió al sumo sacerdote de la “cuarentena eterna” con la fiesta de Olivos; su falsa magia de médico brujo quedó obscenamente expuesta y su impresionante adhesión social se vino abajo en 24 horas. Durante estos nueve meses de refrescante baja inflacionaria y abismal enfriamiento económico –para operarnos nos indujeron un coma profundo y todavía no sabemos cuándo vamos a despertar y en qué condición quedaremos–, los creyentes hicieron la vista gorda a mishiaduras, crueldades, extremos, improperios, esperpentos y megalomanías presidenciales para concentrarse en lo más importante: la voladura del viejo régimen. Porque Javier Milei no fue votado para edificar sino para demoler, y después de tantos derribos estruendosos resulta que ahora hace falta menos un experto en explosivos que un arquitecto de ideas constructivas. Su dogma básico consiste en que todo el trabajo estará hecho cuando le corten a Gulliver la última de las ataduras que los liliputienses le impusieron en aquella playa donde se había desvanecido, pero hace falta mucho más para que el gigante se levante y ande.
Cuando la llama de la fe parpadea o se debilita –algo que siempre ocurre– se invierten las fórmulas: hacen falta entonces más amigos que enemigos, y aislar quirúrgicamente a estos últimos para que asusten y ladren, pero no muerdan. Hasta no hace mucho, Milei encuadraba dentro de la “casta” a todo el arco político; de hecho, vapuleó con más saña a los más próximos que a los más alejados, siguiendo así el libreto internacional de La Nueva Derecha, que nació principalmente para repudiar al centrismo, y llevárselo por delante. El centro, dicho sea de paso, es la baldosa donde se fundaron las democracias republicanas más prósperas de Occidente; sería trágicamente irónico que en nombre del liberalismo los nuevos derechistas nos condujeran a una democracia iliberal. Orban ya lo hizo.
Todo ese ensañamiento público contra quien ponía mínimos reparos contó con el silencio cómplice de muchos republicanos de buena voluntad: fingir demencia ha sido la consigna del año. El fuego graneado del mileísmo se concentró más en liberales, radicales, desarrollistas, socialdemócratas, conservadores y librepensadores, que en la corporación kirchnerista, con la que negociaba asuntos judiciales bajo la mesa y a la que recién hoy, en los albores de la mala, está exhumando para que sus rostros más conspicuos vaguen por el país como zombis hambrientos, metan miedo y, por contraste, le perdonemos al libertario los atropellos y las penurias. Porque el León hizo todo lo posible para malquistar a quienes quieren cambiar el régimen y para regalarles insólitamente algunos centristas a quienes pretenden consolidarlo. En lugar de seducir a los posibles para hacer frente a la crisis y las elecciones de medio término, actuó con espíritu sectario y fue arrojando en brazos de los rivales de la otra vereda a muchos aliados latentes de la libertad, y recién durante estas últimas semanas atrajo a unos pocos y ha creado a un nuevo “oficialismo” lleno de legisladores convertidos en “héroes”, pero eso se parece más a un mero dispositivo parlamentario para blindar los vetos que a una alianza seria de gobernabilidad, como la que reclaman con preocupación los inversores extranjeros y cualquier paisano con dos dedos de frente.
Aquí hay una doble contradicción: el libertario ganó por encarnar la más feroz antipolítica, y tiene que hacer política pedestre para que su plan económico funcione, y además pretende seguir siendo el profeta global que noquea a la “derechita cobarde” (sic) mientras en el país necesita tejer acuerdos con ella, y con muchos “zurdos” más. Tal vez deba elegir entre seguir siendo un influencer o convertirse en un estadista; difícilmente pueda ser las dos cosas al mismo tiempo, y en política siempre es mejor triunfar que tener razón. Está precisamente inmerso hoy en esa encrucijada histórica aunque, para ser realistas, no todo lo resolverá la racionalidad y el pragmatismo de su “triángulo de hierro”: muchas de las decisiones cruciales del Presidente dependen menos de sus meditaciones estratégicas y compartidas que de su emocionalidad turbulenta y fluctuante. Con la fe popular en alto le han perdonado piadosamente hasta aquí el carácter violento y turbio, y morboso y sexualizado que contiene la prosa de su gobierno, encantada además con animalizar a cualquier crítico; antes los llamaban gorilas, ahora les dicen ratas y a veces mandriles: esta última figura tiene por propósito presentar a un disidente como a un mono sodomizado. Un psiquiatra a la derecha, por favor. Y aunque algunas veces los objetivos elegidos por Milei merezcan una réplica –tiene derecho a la refutación cuidadosa–, jamás debería naturalizarse semejante zafiedad. Que contradictoriamente le hace daño a quien la profiere y que, por otra parte, encaja con su evidente propósito de generar un híbrido entre la admirada praxis kirchnerista (amigo/enemigo, grieta, bullying, relato) y el revival menemista (neoliberalismo, privatizaciones, relaciones carnales, transgresión). Este flamante populismo de mercado, que en la Argentina aúna las dos últimas experiencias del peronismo, y que tiene una base electoral plebeya, parece más un reemplazo del Movimiento que un verdugo con guillotina, y no es azar que lo dirija y lo diseñe el brillante Santiago Caputo, que trabajó para Wado de Pedro, llama “gorilas” a los republicanos y se considera el Robespierre de esta “revolución”. La fe puede mantenerse por pruebas al canto, extinguirse por desencanto o renovarse por fatal resignación. Nadie rema tanto para que todos se resignen y traguen sapos como Cristina Kirchner, cuando asoma la cabeza y le pide al libertario que abandone sus teorías y “cace el manual argentino”. Ese fue el manual con que se devastó a la patria, y esa fue precisamente la devastación que parió a Milei.
23/09/2024 a las 3:17 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
La movilidad, a un ballotage
Enrique Zuleta
Fuente: Clarín
(*) Notiar.com.ar
22/9/024
La guerra de la movilidad previsional no ha terminado. El gobierno salvó por 13 votos el veto a la fórmula que aprobó el Congreso, pero la oposición va al repechaje en el debate del presupuesto 2025.
El proyecto del gobierno le pide al Congreso que ratifique la fórmula que quedó en pie con el veto, que es una actualización mensual según la variación del índice de precios del INDEC (DNU 274/24).
El gobierno descarta que el proyecto tendrá una aprobación en general, previa zaranda según las presiones de los protagonistas del debate – legisladores, gobernadores, influencers varios -.
Pero esperan una dura batalla para voltear el art. 69 del proyecto que intentan convertir en ley el DNU previsional de Milei (274/24) – un atajo para sacarlo del escrutinio de la Bicameral que los aprueba o rechaza, y que funciona a reglamento.
Esperan también que en el tratamiento en particular la oposición reponga no sólo la fórmula polinómica de la ley vetada sino el 8% correspondiente al mes de enero, pasado que el Ejecutivo se fumó en el debate. El resultado final es incierto porque no hay que descartar un nuevo veto – con asado o misa cantada – y la consecuente judicialización.
El veto impide que un proyecto vuelva a ser tratado en el mismo año legislativo. Voltear el DNU 274 es plausible, pero es discutible la atribución del Congreso de restaurar la fórmula polinómica de la vetada ley 27.756.
ROSATTI TIENE LOS VOTOS
Esta secuela de la batalla que ganó el gobierno tiene fatalidad judicial. La Suprema Corte ha recordado que su jurisprudencia en la materia es que la movilidad debe estar establecida por ley, con la aplicación de una fórmula polinómica desenganchada de la discrecionalidad del poder Ejecutivo.
Lo explicó en algún alegato de oreja de enviados del gobierno que consultaron sobre el DNU 274, que no cumple con este criterio. Ante el primer reclamo por el 274, la Corte va a fallar a favor del quejoso. El intento del gobierno de designar a dos nuevos jueces obedece a la necesidad de romper el tridente que conduce el tribunal y que acuñó aquella jurisprudencia.
La propuesta de los nombres de Ariel Lijo y de Manuel García Mansilla ha encallado en el Congreso. El tridente se dispone esta semana, o cuanto más en la siguiente, a votarle un nuevo mandato a Horacio Rosatti como presidente; esta semana se cumplen los cuatro años de su elección y la que viene los cuatro años de su asunción.
Este lunes Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz y Juan Carlos Maqueda tienen la habitual reunión de preparación del acuerdo del martes. El blindaje del tridente debilita a Ricardo Lorenzetti que propuso a Lijo como una manera de romper el bloque.
El jueves harán una aparición en Córdoba, quizás con Rosatti ya reelecto. Van a un acto por los 30 años de la reforma constitucional y a un homenaje a dos de ellos – Rosatti y Maqueda – que fueron convencionales, junto al anfitrión, Antonio María Hernández.
LOS QUE SE VAN, ¿VOLVERÁN?
En 2025 termina su mandato un seleccionado de dirigentes que maneja el Congreso. Con la pulverización de las marcas partidarias – LLA dividida, la UCR dividida, el PRO dividido – ¿quién tendrá fuerza institucional y política para armar listas de «entrables»?
La balcanización de los partidos divide al electorado que lo hizo presidente a Milei y le quita capacidad de competir con un peronismo que mantiene la unidad a rajatabla. Esta licuación a nivel dirigencial no compromete a los electorados. Pero afecta a todas las formaciones.
Una mirada a la lista de quienes terminan las bancas permite entender cuál es el juego de cada protagonista. En el oficialismo y en el espectro del no peronismo, terminan su mandato, entre otros, Martín Lousteau, Víctor Zimmermann, Facundo Manes, Soledad y Carla Carrizo, Julio Cobos, Rodrigo De Loredo, Fabio Quetglas, Danya Tavela, Martín Tetaz y Pamela Verasay (UCR); José Luis Espert, Guadalupe Tagliaferri, Mónica Fein, Fernando Iglesias, Luciano Laspina, Hernán Lombardi, Laura Rodríguez Machado, Diego Santilli, María Eugenia Vidal (PRO); Juan Manuel López, Paula Oliveto (Coalición) y Ricardo López Murphy, Emilio Monzó, Florencio Randazzo, Margarita Stolbizer, Oscar Agost Carreño (estrellas del bloque de Encuentro Republicano), Juan Carlos Romero, Carolina Píparo y otros.
¿Quién convencerá a los primos Menem que tienen que defender a macristas y radicales para conservar sus bancas? Un desafío a la imaginación. El peronismo también tiene su lote de los que se van, pero nadie duda que el partido, que se pone de acuerdo ante las elecciones, no les negará la posibilidad de renovar.
La lista del peronismo que se va incluye a Daniel Gollán, Carlos Heller, Leopoldo Moreau, Sergio Palazzo, Julio Pereyra, Leandro Santoro, Vanesa Siley, Hugo Yasky, Oscar Parrilli, Mariano Recalde y Claudia Ledesma Abdala de Zamora.
¿Y EL TERCIO? SE LO VOY A DEBER
El debate sobre la fórmula previsional pondrá a prueba al armado del tercio de resistencia que intenta el gobierno después de haber juntado 87 votos para rechazar la insistencia al veto.
El oficialismo buscó ilustrar su victoria legislativa con la invitación a Olivos a los «héroes», grupo que integraban los bloques del PRO, La Libertad Avanza y algunos radicales. No pudo exhibir más que el deseo porque la realidad es que los comensales, aunque el cubierto costaba apenas $ 20 mil, no superaron los 70.
Iba a haber tercio, pero no hubo tercio. El aporte de ese intento es que el gobierno confirma, después de insistir que representa a la mayoría del electorado, su perfil de minoría. Se conforma con un tercio, al que le cuesta llegar.
En materia electoral, un tercio es desbloquear la competencia binaria entre las dos grandes coaliciones. El sueño del pibe que logró, en los años ’90, el FrePaSo. Javier Milei blanqueó el proyecto de una alianza con quienes habían respaldado el veto. Es la base, dijo, de una fuerza nueva, que el año que viene irá a elecciones. Fue un llamado a que se peleen más entre las tribus del oficialismo. Los mileistas salieron entusiasmados con la idea de un lanzamiento del partido el 28 de septiembre en Parque Lezama con la aparición del presidente como orador.
¿Se les ocurrió hacerlo justo en CABA, en donde deben resolver las relaciones con el PRO que gobierna? Milei participó un rato de la algarada sin sacarse el abrigo, lo hubieran querido mejor peinado y les hicieron dejar el celular afuera. Esta práctica es humillante y transmite destrato. Sacarle el celular a un político es como castrarlo. No usan celular porque sean políticos, son políticos para tener un celular.
MILEI AMENAZA, PERO AL FINAL LA PONE
El proyecto de unidad entre LLA y el PRO para un frente común el año que viene despierta dudas en los macristas. Se preguntan si los armadores del partido LLA en el orden nacional – Martín y Lule Menem y el apoderado Santiago Viola – van a trabajar para que hombres fuertes del PRO renueven sus bancas.
Este dilema dominará la cumbre que prepara Mauricio Macri para esta semana, después de unos días por el sur del país (¿Cumelén?). Se tomó un descanso después de una semana de concilios discretos (me negaron que se viese con Milei). Festejó con el primo Jorge que se haya cerrado una etapa de la batalla con la Nación por los fondos de CABA. Se fue convencido de que Milei habla y habla, amenaza con motosierra, pero si le conviene, al final la pone. Ahora pagó lo que decía que no pagaría porque no había plata.
POBRES, INDEXADOS
Otro artículo del proyecto que dividirá aguas entre oficialismo y oposición es el que desindexa la Asignación Universal por Hijo y las Asignaciones Familiares. Estos dos programas no estaban enganchados a la movilidad previsional hasta 2015. Cristina de Kirchner promovió engancharlas como una de las últimas medidas antes de dejar el gobierno.
El art. 68 del proyecto pide derogar esas indexaciones. Si el Congreso lo aprueba, liberará fondos que pueden compensar otras demandas de gasto que pueden surgir de las negociaciones. En el gobierno confían en que los gobernadores encabezarán el operativo de convencer a legisladores que les respondan con el compromiso de que el recorte puede compensar pedidos de las provincias.
El proyecto abre otras fuentes de financiamiento del mayor gasto, que pueden alimentar la piñata de reparto para que el presupuesto salga. El art. 41° de la iniciativa, que trata sobre las operaciones de deuda pública, autoriza a que hasta el 18% de los títulos públicos se coloque en moneda y bajo jurisdicción extranjera.
La ley de Fortalecimiento de la Sostenibilidad de la Deuda Pública (ley 27.612) obliga que la toma de deuda externa debe ser autorizada por el Congreso. Fue una de las leyes que propuso Martín Guzmán apenas asumió el gobierno de los Fernández. La autorización puede dejar en puerta entre US$ 3.000 millones y US$ 5.000 millones para aportar al reparto.
Murmuraciones sobre el gabinete
Las peleas en el vértice del poder por la revisión de la reglamentación de la ley de acceso a la información han dejado heridos, dígase Guillermo Francos y el «monje negro» (así lo llamó Milei) Santiago Caputo.
Esa reglamentación obedece a la necesidad de proteger la tarea de estudios jurídicos y de grupos empresarios que elaboran en las sombras proyectos que el gobierno hace suyos.
También es un velo sobre el rol de influyente de este Caputo, a quien se atribuyen tomar decisiones sin tener firma ni responsabilidad por lo que hace. Sostener ese decreto es una razón de Estado cuando el juzgado Preska de Manhattan pide que le copien los whatsapp de la cúpula del anterior gobierno y de éste para saber si manejan o no YPF.
Los abogados de la Argentina ya se opusieron con el decreto reglamentario en la mano. Pidieron que se atengan a s comunicaciones externas de los funcionarios y no a las conversaciones internas. ¿A dónde llevan estas peleas en la cúpula? A que Patricia Bullrich facture el aporte al veto con sus diputados y aspire a ocupar, por ejemplo, la jefatura de gabinete en un eventual cambio.
Estas murmuraciones (así llaman los jesuitas a las deliberaciones sobre personas)) crean, como siempre, anticuerpos, que la obligan a defenderse de algunos proyectos que pueden recortarle poder. Uno de ellos imagina una transferencia del Servicio Penitenciario Federal, que hoy depende de Seguridad, a un nuevo formato del ministerio de Justicia, ya con nuevos inquilinos.
RITONDO Y LAS FUERZAS DEL CIELO
Cristian Ritondo, por su lado, es el gerente de Macri ante el gobierno y cuenta los días para que la Cámara de Diputados resuelva si le renueva el mandato a Martín Menem como presidente, o se lo devuelven a Milei y rehace su vida con un reemplazo.
Martín Menem llegó a la Cámara por un acuerdo, no escrito, pero tampoco cumplido, entre el nuevo gobierno y el peronismo que es primera mayoría. Se trataba de que el PRO no lograse lo que le había pedido Macri a Milei en el Pacto de Acassuso: que Cristian fuera presidente de la Cámara. Por ahora preside el bloque PRO ha tomado un seguro todo riesgo contra las fuerzas del cielo: logró quedarse también con la presidencia del Grupo Parlamentario de Amistad con el Vaticano.
Se anota seguramente, antes que otros, a la posibilidad de que el papa Francisco venga al país el año que viene. Se los dijo a los sindicalistas que lo visitaron durante la semana. Francisco es un crítico del punitivismo, corriente que la tiene a Patricia como adalid en estas costas. El viernes, en la cumbre de movimientos populares en la que se mostró con Juan Grabois, criticó la represión con gas pimienta a los jubilados. Sonríe Ritondo, que es el anti-Patricia más fuerte del PRO.
EL CERCO SOBRE MARTÍN MENEM
La tarea de Menem en el cargo le hace perder poder en el lugar de aumentarlo. Este nepo-boy de la política llegó de la mano de otros con más poder (Milei, Unión por la Patria). Ha desperdiciado el año en que tenía ganarse él esa posición y puede reprobar el examen.
El cerco del PRO sobre la conducción de la Cámara incluye la tarea de Silvia Lospennato, vicepresidente 3ª del cuerpo pero que en los hechos actúa como organizadora administrativa y parlamentaria.
Tiene experiencia y capacidad de trabajo, lo que la lleva a ejercer funciones que están por encima del cargo. En algún borrador figura como posible remplazante de Martín, pero la limita su independencia. Votó a favor del veto, pero no fue a Olivos.
23/09/2024 a las 3:33 PM
FE DE ERRATAS
Primer párrafo
En efecto, el objetivo del gobierno nacional no es otro que la privatización de Aerolíneas Argentinas, emulando AL MENTOR DE MILEI, EL EX PRESIDENTE CARLOS SAÚL MENEM.