Por Hernán Andrés Kruse.-

LA REDUCCIÓN CONTINUA DEL ÁMBITO SOCIAL Y DEL ESPACIO CIVIL

“Orbán identificó la prensa que estaba en contra de él como la razón principal de su derrota en 2002, y juró no volverlo a permitir. Desde su segunda llegada al poder, ha trabajado sistemáticamente en la centralización de los medios de comunicación en su favor. Y lo está logrando, pues ha transformado todos los canales estatales en medios de propaganda gubernamental e, incluso, ha logrado el cierre del periódico más importante del país, Népszabadság (Libertad del Pueblo). En noviembre de 2018, varios oligarcas cercanos al partido gobernante “donaron” sus medios de comunicación, por un valor estimado de más de US$120 millones, a una fundación de medios (KESMA) encabezada y dirigida por aliados cercanos al primer ministro. El primer ministro firmó personalmente un decreto en que declaraba la transacción “de importancia estratégica nacional” para evitar de esta forma una investigación por monopolio de medios de comunicación. Este consorcio ahora posee alrededor de 500 periódicos locales y nacionales, incluso el 100 % de la prensa escrita regional, canales de radio y televisión y medios de comunicación en línea, controla en efecto alrededor del 90 % de todos los medios húngaros según algunas estimaciones.

Hungría cayó hasta el lugar 92 en el último Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa de Periodistas sin Fronteras (RSF, 2021), y ha bajado 69 lugares desde que Fidesz asumió el poder en 2010. Los funcionarios del Gobierno y del partido gobernante, incluso el mismo primer ministro, se niegan a hablar con periodistas que no son aliados de Fidesz. Así, gran parte del público simplemente no tiene ningún acceso a información o noticias distintas de la narrativa propagandística del Gobierno. El peligro de tal grado de monopolio de la información se muestra en la última situación de la covid-19. Mientras en la primavera de 2021 Hungría ocupó el primer lugar del mundo en muertes por millón de habitantes, los hospitales estaban desbordados y el país estaba bajo toque de queda por seis meses desde noviembre de 2020, el Gobierno hablaba del inmenso éxito de su manejo del virus. Los trabajadores de la salud y los periodistas que hablaban sobre la situación real fueron etiquetados como mentirosos y traidores, y ponían en peligro su empleo. En todo el país, fueron prohibidos fotografías y videos dentro de los hospitales.

Acabar con la prensa libre da control completo al Gobierno sobre la opinión pública. La falta de verdadera pluralidad en los medios de comunicación es perjudicial para la democracia porque muere el cuarto poder, se pierde un control más, tal vez el contrapeso más importante. Cómo acabar con la prensa libre en cuatro pasos simples (Bátorfy y Szabó): 1. Hacer a los amigos comprar periódicos, radioemisoras, canales de TV con préstamos muy favorables de bancos que controlas. 2. Revocar frecuencias o permisos de canales opositores o neutros y dárselos a amigos. Nivel 2: Hacer multar canales no obedientes por autoridades amigables hasta que se quiebren o entiendan que no se les quiere. 3. Negar toda información pública y entrevistas a los medios no amigables. 4. Poner propaganda millonaria de empresas públicas en los medios de comunicación favorecidos hasta que los demás se desangren en el mercado. ¡Listo, tienes control total de los medios de comunicación! Nivel 100: Encarcelar o hacer desaparecer los periodistas opositores (se practica en ciertos países como Turquía, Rusia e Irán, en Hungría todavía no).

Para dominar la opinión pública, es importante tematizar la discusión, estar en comunicación constante. La comunicación del Gobierno emplea una retórica de guerra; siempre hay un nuevo enemigo, siempre estamos luchando. Se hace un sondeo constante de la opinión pública para determinar cuál asunto actual puede ser el tema: la migración, los gitanos (la minoría étnica más importante en Hungría), la UE, el terrorismo, los bancos internacionales, o el enemigo público número uno de los gobiernos antiliberales globales: el financiero y filántropo húngaro-americano, George Soros. La retórica es marcadamente populista y antioccidental, basada en una narrativa de nosotros y ellos, buenos y malos. La característica antioccidental es especialmente irónica en Hungría, un país en Europa Central que siempre ha pertenecido al círculo cultural occidental y es actualmente miembro de la UE, la manifestación del Occidente en todo su esplendor.

El otro elemento clave de la dominación total de la discusión pública es la demonización de los adversarios políticos, sean nacionales o internacionales. Solo Orbán puede representar los intereses de su pueblo, los demás son etiquetados como agentes de alguien, miembros de una conspiración global o, simplemente, son traidores. La demonización se extiende igualmente a los actores de la sociedad civil, que son etiquetados como agentes de intereses extranjeros (véase Soros). Según la narrativa oficial, ellos no fueron elegidos, por tanto, no tienen por qué involucrarse en los asuntos públicos; eso no sería democrático.

Al principio, solo había una campaña de comunicación para denigrar las organizaciones no gubernamentales (ONG), para hacerlas enemigo común. Luego se tomaron medidas concretas, acciones específicamente dirigidas a imposibilitar su existencia. Se trata de un conjunto de leyes, llamadas Stop Soros e impuestos que permiten al Gobierno controlar y restringir las organizaciones independientes. Esto hace extremadamente difícil a las ONG continuar su trabajo para ayudar a las personas necesitadas y proteger los derechos de los demás, y se corre el riesgo de que muchas personas vulnerables pierdan el acceso a importantes servicios legales y sociales. Estas medidas sirven para intimidar y silenciar toda opinión contraria al Gobierno y crear un clima de miedo y sospecha.

El disentimiento de la versión oficial no es aceptable en ninguna área de la vida social y, mucho menos, en las que tengan algún alcance significativo. En una democracia, una sociedad civil saludable puede desempeñar un papel importante en complementar y hacer control al Gobierno, sobre todo en el ámbito social y humanitario. Su rol es especialmente crucial en darles un espacio a los ciudadanos que quieren ser activos en la comunidad sin tener que involucrarse en la política. Silenciar la sociedad civil es quitar el ámbito de la responsabilidad social y replegarlo exclusivamente al nivel individual (…)”.

EL FORTALECIMIENTO DEL CLIENTELISMO Y DE LA CORRUPCIÓN

“A primera vista parece un contrasentido admitir que un Gobierno en un país de la UE, como estrategia de poder, aumente la corrupción y el clientelismo, pero ¿por qué el gobierno de Orbán lo hace? ¿Para qué sirve sabiendo que la corrupción es algo malo? ¿Para qué fortalecer el clientelismo si sabemos que su ineficiencia es contraproducente? El clientelismo sirve para producir personas sujetas al poder; cuanto más clientelismo, más sujetos alineados al Gobierno hay. Cada uno de ellos se convierte en un sujeto leal del régimen, cuyo interés fundamental es perpetuar lo mismo; cuanto más personas dependen del sistema, más se protegen e impulsan entre ellos.

Este fenómeno se puede ilustrar perfectamente a través del caso de Lőrinc Mészáros. El caso de Mészáros es emblemático, quien pasó de ser un instalador de gas en Felcsút, el pueblo natal de Orbán de 1800 habitantes, a convertirse en la persona más rica de Hungría con un patrimonio neto estimado de más de US$1560 millones. Es un símbolo de lo que el primer ministro llama el refuerzo de la clase capitalista nacional, una red de nuevos ricos, emprendedores favorables al Gobierno con estrechos vínculos personales y comerciales con las familias de altos políticos de derecha. Mészáros es considerado un testaferro de Orbán, y varios periodistas investigativos han revelado evidencia directa de que el dinero público fluye hacia la familia de Orbán, a través de las empresas de Mészáros. En 2017, se convirtió en una sensación internacional, cuando su empresa insignia fue noticia en los titulares por tener las acciones con mejor rendimiento en el mundo, gracias a su continuo beneficio de una avalancha de contratos gubernamentales. Su imperio económico incluye intereses en sectores tan diversos como la construcción, la agricultura, la energía, los medios de comunicación, las finanzas, la propiedad inmobiliaria y el turismo.

Cuando se acaban los proyectos de inversión de interés nacional, aparece entonces una nueva práctica: la ingeniería política, es decir, inventar y realizar proyectos de infraestructura, entre otros, con puros fines políticos. Se construyen viaductos donde no hay ríos, túneles donde no hay montañas, estadios de fútbol en pueblos, con el único fin de enriquecer emprendedores conectados al círculo político. No existe incompatibilidad personal, cualquier político puede tener cargos en empresas públicas o privadas. Lo que importa es la lealtad incondicional al Gobierno no la capacidad profesional. Orbán ha nombrado este sistema el Sistema Nacional de Cooperación. En lugar de la clásica captura del Estado donde los intereses económicos se apoderan de un Ejecutivo débil, en Hungría un Ejecutivo poderoso coopera de manera no transparente con los círculos empresariales que él mismo ha creado. La élite gobernante y los actores económicos que la rodean gobiernan según lo dictan sus intereses privados. La trampa para el país es que el éxito de estos actores depende en gran medida de los contratos gubernamentales, los subsidios y las regulaciones favorables. No son capaces de producir productos de alto valor añadido ni de exportar y competir en el mercado mundial, lo que plantea grandes interrogantes sobre su contribución al éxito económico de Hungría”.

EL ABUSO DE LOS PRINCIPIOS DEL FUNCIONAMIENTO DEMOCRÁTICO

“A parte de la separación de poderes o las instituciones básicas que constituyen los pesos y contrapesos en una democracia, el diseño del funcionamiento cotidiano de estas instituciones también incluye varios controles. No obstante, estos son fáciles de abusar si existe tal voluntad política de un gobierno iliberal como el del primer ministro de Hungría. Por ejemplo, la ley prevé ciertas reglas de debate parlamentario prelegislativo. El objetivo es claramente la promoción del debate público, para lograr el mayor consenso posible, a fin de que las leyes sean para beneficio de todos. Pero el debate se puede evitar si esta se promulga en forma de enmiendas de una ley ya existente. Otra manera de esquivar el proceso de debate social es el uso de leyes “ensaladas”, proyectos de ley que comprenden varios asuntos importantes, y que contienen artículos escondidos que modifican otras leyes. Muchas veces la magnitud y complejidad de estas leyes no les permite a los congresistas revisarlas todas, y se promulgan con su contenido oculto.

La mejor forma de eludir las normas legislativas es evadir completamente al Parlamento y gobernar por decretos, o aprovechando lagunas en la legislación. Normalmente, el uso de decretos está limitado a ciertas áreas y jurisdicciones; pero sin los controles adecuados, estas limitaciones no se pueden hacer cumplir, se dejan al autocontrol del Gobierno. Donald Trump ejerció este método en los Estados Unidos cuando declaró una emergencia nacional en 2019 a fin de reapropiarse de los fondos previstos en el presupuesto nacional para la construcción de un muro fronterizo con México. Su maestro, sin embargo, fue Viktor Orbán, quien en 2016, tras la gran crisis migratoria en Europa, declaró una emergencia nacional por la inmigración masiva, y la ha mantenido desde entonces. Esto le permite utilizar libremente fondos ilimitados del presupuesto nacional para el control fronterizo o para fines de seguridad e ignorar las normas internacionales sobre el tratamiento de migrantes y refugiados, mientras que el número total de solicitantes de asilo en la frontera húngara en todo 2020 fue de poco más de 100 000, comparado con más de 177 000 en 2015.

El fenómeno del uso y abuso del marco legal para ejercer el poder político es un fenómeno creciente no solo en Hungría. Parece haber un sentimiento generalizado de que las tradiciones y costumbres establecidas en la política son de una época pasada en el siglo XXI. Han sido sustituidas por el ejercicio profesional, calculado, casi que cínico, del poder”.

CONCLUSIONES

“Viktor Orbán ha declarado que está construyendo una democracia iliberal en Hungría. A su sistema así definido se le ha referido por muchos otros términos en la literatura internacional: régimen híbrido, democracia simulada, democracia vacía, semidictadura o predictadura, democracia populista, democracia electoral, democracia delgada, seudodemocracia, entre otros. La característica principal del régimen iliberal en Hungría es que busca la dominación total de la vida pública. Sus elementos claves son el nacionalismo, la religiosidad (cristiano-católica), el conservatismo social, el capitalismo de Estado y el control total de los medios de comunicación. Aunque Fidesz fue fundado sobre los principios de la lucha contra el comunismo, ha reforzado el papel del Estado y la restricción del Estado de derecho, sus elementos básicos. Su política ha sido popular entre la mayoría de los votantes, ya que varias investigaciones comparativas húngaras e internacionales han encontrado que existe una fuerte demanda de paternalismo en la sociedad húngara. La mayoría de los húngaros están decepcionados con la economía de mercado después del cambio de régimen y desean un Estado fuerte, aunque no confían en las instituciones estatales.

Orbán, como sus homólogos autócratas de Polonia y Rusia, ha entendido que la esencia de la política es manejar las relaciones de poder y gobernar de acuerdo con la naturaleza de los gobernados. Su gobernanza sigue al carácter de los ciudadanos húngaros, es decir, la opinión pública más sencilla y popular. Con la creación de un Estado fuerte, la intención del Gobierno es responder al deseo elemental del orden de la parte del electorado. El iliberalismo es muy eficiente para consolidar y ejercer el poder para un líder; por eso, se está extendiendo en el mundo. Pero es antitético con los valores centrales de la democracia, que es que debe funcionar para el pueblo, no para el líder.

Como hemos mencionado, este es un fenómeno relativamente nuevo en la política global. Antes era típico en los países en desarrollo; la singularidad de Hungría hoy es que es un líder europeo, incluso miembro de la UE, que admite abiertamente oponerse a sus principios y está a la vanguardia del movimiento iliberal mundial. En el ámbito internacional, es uno de los grandes retos políticos actuales de la UE y será interesante seguir cómo Europa lo afronta. Y en el ámbito nacional, falta ver si esta propuesta política puede construir una Hungría próspera o destruir sus perspectivas de éxito como una nación a largo plazo”.

(*) Peter Kramer (Magister en Relaciones Internacionales-Investigador Independiente-Hungría): “La dinámica de la democracia iliberal: un estudio de caso” (Analecta polit.-2022-Medellín-Colombia).

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