Informador Público

"Juzgo imposible describir las cosas contemporáneas sin ofender a muchos". Maquiavelo

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"Juzgo imposible describir las cosas contemporáneas sin ofender a muchos". Maquiavelo

Opinión

Milei y su ensañamiento con Alfonsín (1)

Por Hernán Andrés Kruse.-

Lejos estuvo de ser una casualidad. Justo cuando se conmemoraba el cuadragésimo primer aniversario del histórico triunfo de Raúl Alfonsín en las elecciones presidenciales que significaron para el peronismo su primera derrota en las urnas, el presidente Milei aprovechó el discurso que pronunció en la Fundación Mediterránea en Córdoba para ensañarse con don Raúl. Sentenció sin sonrojarse que muchos consideran a Alfonsín como el padre de la democracia recuperada cuando en realidad huyó antes de tiempo de la Casa Rosada. Además, afirmó que participó activamente en el golpe de estado que provocó la caída de Fernando de la Rúa en diciembre de 2001.

Vayamos por partes. Al asumir el 10 de diciembre de 1983 Alfonsín nombró ministro de Economía a su amigo Bernardo Grinspun, un emblema del keynesianismo. Consciente de la impotencia de don Bernardo para controlar la inflación, Alfonsín lo reemplazó en 1985 por Juan Vital Sourrouille, un tecnócrata neoliberal. Don Juan Vital impuso varios planes de ajuste (el austral, el australito y el plan primavera) que fracasaron estruendosamente. A partir de 1988 fue harto evidente la incapacidad del gobierno alfonsinista de hacer frente al flagelo inflacionario y de contrarrestar el desafío del poder sindical y las corporaciones. En el verano de 1989 el gobierno se vio sacudido por el ataque erpiano contra el regimiento militar de La Tablada (enero) y en marzo el presidente no tuvo más remedio que reemplazar a Sourrouille por el veterano y experimentado dirigente radical Juan Carlos Pugliese. Lamentablemente, la suerte del gobierno estaba, a esa altura, echada. La inflación se convirtió en hiperinflación y comenzaron a arreciar los saqueos organizados a un buen número de mercados y supermercados. Consciente de la gravedad de la situación Alfonsín se dirigió al pueblo para confirmar su decisión de entregar anticipadamente el poder a su sucesor, Carlos Saúl Menem. Luego de intensas negociaciones, Menem asumió el 8 de julio de 1989.

Luego de diez años y medio de hegemonía menemista, el 10 de diciembre de 1999 asumió Fernando De la Rúa acompañado por su vicepresidente, el peronista disidente Carlos Chacho Álvarez. El 27 de abril de 2000 selló la suerte del gobierno de coalición. Ese día el Senado de la Nación aprobó la Ley de Reforma Laboral. El 25 de junio de ese año Joaquín Morales Solá publicó un artículo en La Nación en el que hablaba de la existencia de supuestos sobornos para garantizar la aprobación de la ley exigida por el FMI. El 12 de julio, el Senador Antonio Cafiero presentó una cuestión de privilegio referida al mencionado artículo. Quien decidió sujetar el toro por las astas fue Chacho Álvarez, pero se encontró con una nula predisposición del presidente para ayudarlo. En octubre el vicepresidente presentó su renuncia y con él se fueron los dirigentes frepasistas que estaban en el gobierno. En marzo de 2001 De la Rúa nombró ministro de Economía a López Murphy en reemplazo de Machinea. Dos semanas más tarde fue reemplazado por Domingo Felipe Cavallo, quien estaba obsesionado con el déficit 0. En noviembre Cavallo impuso el corralito. Fue el principio del fin del gobierno. El 20 de diciembre De la Rúa, consciente de que nadie lo apoyaba, renunció. Luego de diez caóticos y dramáticos días, una alianza entre el peronismo no menemista y el alfonsinismo designó como presidente interino a Eduardo Duhalde, quien asumió el 1 de enero de 2002.

Mucho se habló en los años posteriores de la existencia de una cama tendida a De la Rúa por Alfonsín y Duhalde. Es cierto que don Raúl detestaba a De la Rúa pero también lo es que el gobierno de don Fernando fue lisa y llanamente calamitoso. De la Rúa se cavó su propia fosa mientras Alfonsín y Duhalde se restregaban las manos. Pero lo que nadie puede negar fue el aporte invalorable de Alfonsín a la democracia. No sólo por su política de derechos humanos sino también por su aporte al reemplazo de un sistema de partidos dominante a un sistema de partidos competitivo. En efecto, al vencer a Luder, Alfonsín cambió de cuajo el sistema de partidos imperante desde febrero de 1946. A partir de entonces y hasta 1983 el peronismo se había mostrado imbatible en las urnas. Esa imbatibilidad estalló por los aires el 30 de octubre de 1983. Alfonsín demostró que era posible derrotar al peronismo en elecciones libres y competitivas. Demostró que el sistema de partidos competitivo, basamento fundamental de la democracia liberal, lejos estaba de ser una quimera.

Confieso que al leer estas infames declaraciones de Milei no pude evitar rememorar los hechos que sucintamente he reseñado precedentemente. Emerge en toda su magnitud el abismo ideológico entre ambos. En efecto, las banderas del liberalismo como filosofía de vida levantadas por Alfonsín colisionan de frente con la filosofía anarcocapitalista esgrimida por Milei. Para tomar verdadera dimensión de semejante abismo qué mejor que recordar, por ejemplo, su discurso ante el presidente de los Estados Unidos Ronald Regan en los jardines de la Casa Blanca el 19 de marzo de 1985 y su discurso en el acto que en su homenaje encabezó la presidenta Cristina Kirchner en la Casa de Gobierno el 1 de octubre de 2008.

DISCURSO EN LOS JARDINES DE LA CASA BLANCA

“Señor Presidente: deseo empezar mis palabras agradeciendo muy sinceramente la cálida recepción que hace usted al presidente de los argentinos y su comitiva. Es realmente importante, usted lo ha señalado, que esta entrevista que vamos a realizar se dé precisamente en circunstancias donde una verdadera ola de democratización avanza sobre América Latina. Esa es nuestra esperanza, señor presidente, que los pueblos de América Latina gocen de de las libertades, prerrogativas, del respeto a los derechos esenciales que, desde siempre, goza el pueblo de los Estados Unidos. Eso fue lo que quisieron, por otra parte, nuestros padres fundadores, los de los Estado Unidos y los de Argentina. Por eso lucharon los hombres que nos dieron la independencia, desde Washington al norte y San Martín en el sur. Por eso también ha señalado acertadamente, señor presidente, la necesidad de acompañar estos procesos de la democracia con realizaciones tangibles en el campo económico, que le permitan a las democracias nuevas dar respuestas cabales a los requerimientos de las democracias sociales.

Es por eso, que al lado de la esperanza está el temor de América Latina. El temor que nace de comprender que hay expectativas insatisfechas en los pueblos. Que las democracias han heredado cargas muy pesadas en el orden económico. Una deuda que en mi país llega a los 50.000 millones de dólares y en América Latina en su conjunto está en alrededor de 400.000 millones de dólares, y esto conspira contra la posibilidad de desarrollo, crecimiento y justicia. Esta es sin duda, una de las grandes diferencias entre nuestros dos países; nosotros apoyamos la filosofía que usted ha señalado, la filosofía de la democracia, la libertad y el estado de derecho que nos iguala. Pero el hombre, señor presidente, para ser respetado cabalmente en su dignidad de hombre, no solamente tiene que tener la posibilidad de ejercer sus derechos y prerrogativas individuales, sino que debe tener la posibilidad de vivir una vida decorosa y digna. Por eso es que en toda América latina estamos dispuestos a gobernar con la austeridad que demanda la hora y hacer los ajustes necesarios para superar los escollos de la economía. Pero no podemos hacer que los ajustes recaigan sobre los que menos tienen. Es distinto el problema de los países desarrollados, donde los sectores del trabajo reciben más del 50 por ciento del ingreso nacional; en nuestros países no llegan al 40 por ciento. Pretender que nuestros pueblos, en esos sectores, realicen un esfuerzo mayor, sin duda alguna es condenarlos a la marginalidad, la extrema pobreza y la miseria. La consecuencia inmediata sería que los demagogos de siempre buscaran en la fuerza de las armas satisfacciones que la democracia no ha podido dar.

Es por eso, señor presidente, que para mí ha sido muy importante escuchar sus palabras de bienvenida donde manifiesta la comprensión cabal de nuestros problemas. Estoy persuadido que no puede ser de otra manera. Estoy convencido que Estados Unidos, por otra parte, comprenden que la seguridad del hemisferio está íntimamente vinculada al desarrollo de la democracia en nuestro continente, y es por ello que abrigo las más grandes esperanzas acerca del diálogo que vamos a mantener. Vamos a hablar del presente y del futuro. Vamos a hablar dos presidentes elegidos por la voluntad de nuestros pueblos. Vamos a tocar sin duda, los temas bilaterales y también los que hacen a nuestro continente en su conjunto y no estará ajeno a nuestro diálogo el tema de Centroamérica o Nicaragua. Estoy convencido que a través del diálogo se podrán encontrar fórmulas de paz, que sobre la base del respeto al principio que hace al derecho consuetudinario americano de la no intervención, nos den la posibilidad de lograr un triunfo en las ideas de la democracia y el pluralismo de la democracia, sin injerencias extra continentales y afirmando, desde luego, la libertad del hombre. Vamos a conversar sobre estos temas, señor presidente, y lo haremos, como dije, dos hombres elegidos por nuestros pueblos. Será en definitiva, entonces un diálogo entre ambos pueblos. Trataremos de llegar a soluciones por ellos, trabajaremos para ellos, y procuraremos construir el futuro que nuestros pueblos se merecen”.

(*) Alfonsín.org

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Hernán Andrés Kruse

Doctor en Ciencia Política Rosario, Argentina @HernanKruse

4 comentarios en «Milei y su ensañamiento con Alfonsín (1)»

  • LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES

    ¿Cuál es el verdadero Javier Milei?

    Joaquín Morales Solá
    Fuente: La Nación
    (*) Notiar.com.ar
    3/10/024

    La confusión se apoderó de la política. ¿Qué hacer con Javier Milei cuando es el presidente que más apostó por una economía normal en un país históricamente anormal? ¿Qué hacer cuando, al mismo tiempo, es el jefe del Estado que, junto con Cristina Kirchner, menos respetó las instituciones de la Constitución y más atacó la libertad de prensa, a los medios periodísticos y a los periodistas? Solo agravia a la prensa independiente; nunca habla de los medios con clara afinidad kirchnerista, como C5N o Radio 10, entre varios más.
    ¿Lo hace porque siente un rencor infinito contra el periodismo independiente, por inexplicables prejuicios o por una simple estrategia para desprestigiar a la prensa? La respuesta de fuentes oficiales es siempre la misma, y es peor: esa guerra no terminará nunca, anuncian, hasta que el periodismo deje de hacer periodismo. “El cambio real llegará cuando el periodismo cambie”, escucharon decir en diálogos cimeros. Los liberales, sobre todo, están desorientados. El Presidente liberal en el manejo de la economía deja de serlo cuando se enfrenta con las instituciones de la Constitución, como lo son el Poder Judicial, el Poder Legislativo y la propia prensa. Ni él ni sus funcionarios entendieron nunca que las formas y el contenido son igualmente importantes en un sistema democrático. Milei conoce de economía, pero sabe muy poco de política y de historia. Al revés de lo que él dijo, Raúl Alfonsín no pesificó la deuda de nadie durante su mandato ni fue un golpista. Más allá de sus manejos de la economía (muy bien contados por Juan Carlos Torre en Diario de una temporada en el quinto piso y por Pablo Gerchunoff en El hemisferio invertido), Alfonsín debió reconstruir un sistema democrático –y lo hizo no solo en el fondo, sino también en las formas– mientras heredaba de los militares un país en default con una deuda externa cercana a los 50.000 millones de dólares, sin posibilidad de pagarla por el escaso nivel de las exportaciones argentinas de entonces. Esa cantidad de dólares era muchísimo dinero en aquella época, sobre todo para un país aislado por una reciente guerra perdida en el confín del Atlántico Sur. El mérito histórico de Alfonsín fue haberles dado a los argentinos una noción de civilización política y de respeto a sus instituciones. Recibió, por eso, más de seis doctorados honoris causa en universidades de Estados Unidos y de Europa. Pero ¿quién le dijo a Milei que los radicales son mejores adversarios abroquelados contra él que fracturados como venían? En efecto, la alusión agraviante contra el expresidente radical unió en el acto lo que estaba dividido en el viejo partido que fundó Alem. Más grave aún: la revisión maniquea de la historia no puede ser una constante de la política, porque ese manoseo del pasado común fue perpetrado, con distintos sesgos ideológicos, tanto por la señora de Kirchner como por el actual presidente.
    Milei tenía derecho a prescindir de los servicios de quien era su canciller, Diana Mondino, pero no tenía derecho a despedirla como a una secretaria indolente. Mondino cuenta con una enorme trayectoria profesional y académica que Milei debió respetar. El pretexto fue el voto argentino en la Asamblea de las Naciones Unidas a favor de una declaración contra el embargo norteamericano a Cuba. Solo dos países votaron contra esa declaración, Estados Unidos e Israel, pero la apoyaron desde la Hungría del ultraderechista Viktor Orbán hasta la Italia de Giorgia Meloni, pasando por el gobierno de Gran Bretaña, el aliado más coherente de los Estados Unidos en el mundo. Sucede que todos los países consideran que el pataleo cubano por el embargo es el mejor pretexto que tiene el régimen que incubó Fidel Castro para justificar el fracaso de su gestión económica. Javier Milei no ignoraba que la Argentina votaría de esa manera porque la Cancillería le hizo llegar en tiempo y forma todos los antecedentes y le adelantó el voto. Una aclaración importante: los embajadores no votan según sus ideas, sino según la indicación precisa que reciben de sus gobiernos. El voto del embajador Ricardo Lagorio, representante argentino saliente en las Naciones Unidas, está entonces fuera de la discusión. Lagorio fue injustamente criticado por el mileísmo en los últimos días. Es inadmisible, por eso, la auditoría ideológica que ordenó Milei entre los diplomáticos argentinos. Tales inquisiciones son más propias del soviético kirchnerismo que de gobernantes liberales. Las ideas diversas fueron siempre bienvenidas en la Cancillería, en tanto los diplomáticos respetaran las instrucciones que reciben del gobierno. El responsable de la política exterior es, en efecto, el presidente de la Nación.
    De acuerdo con fuentes diplomáticas, la furia de Milei solo se podría explicar si recibió una mala información sobre los antecedentes que envió Mondino a la Casa de Gobierno. Nadie sabe quién le dijo qué a Milei sobre Mondino, porque la canciller no habló directamente con el Presidente sobre el voto argentino en las Naciones Unidas. Ningún canciller hace eso. ¿Jugueteó Karina Milei para estropear la carrera de Mondino? Dicen que no, que ambas intercambiaron mensajes telefónicos afectuosos en las últimas horas. ¿Intervino el poderosísimo asesor Santiago Caputo? Es probable, pero no seguro. Todos los gobiernos argentinos han votado a favor de esa clase de declaraciones esperando una ayuda de las Naciones Unidas para el reclamo argentino por las Malvinas. Todos han perdido el tiempo: el conflicto con Londres sobre esas islas cercanas al fin del mundo se resolverá con los británicos, no en asambleas de las Naciones Unidas. O no se resolverá nunca. La Cancillería de Mondino preparaba un durísimo informe sobre los derechos humanos en Cuba, asunto que examinarán las Naciones Unidas en los próximos días. Sea como fuere, lo cierto es que Milei decidió prescindir de Mondino de mala manera justo cuando la canciller terminaba de enhebrar un acuerdo de libre comercio del Mercosur con países nórdicos y se predisponía a firmar el 6 de diciembre próximo otro tratado igual con los Emiratos Árabes. El respeto a las personas es también un atributo de los auténticos liberales.
    Ya fue una falta de respeto a la Corte Suprema que se nominara al juez federal Ariel Lijo para que la integrara, sobre todo porque Milei había recibido mensajes de los jueces supremos sobre quiénes la deberían integrar. Esos mensajes no fueron iniciativa de los jueces, sino respuestas a preguntas precisas del Gobierno. Ningún juez de la Corte nombró nunca a Lijo, pero resultaba obvio que un candidato así no es lo que esperaban en la cresta del Poder Judicial. Según información judicial y política, la postulación de Lijo está naufragando en un mar de negociaciones estériles entre representantes de Milei y de Cristina Kirchner. Los votos que esta controla son imprescindibles para alcanzar los dos tercios del Senado, la mayoría especial que necesita el acuerdo senatorial para un eventual juez de la Corte. El peronismo cuenta con 33 senadores y se necesitan solo 25 para trabar los dos tercios. Todo dicho. Incluso, la lista de 149 jueces que el Gobierno enviará al Senado en los próximos días (los nombres de los propuestos no se conocen) no fue negociada con el peronismo ni con el radicalismo. A matar o morir, como suele decir Milei, en un giro dialéctico que también lo asocia a Cristina Kirchner. Ella mandaba proyectos al Congreso con la instrucción de que no se cambiara ni una coma. A matar o morir, instruía a sus legisladores. Los demócratas no resuelven sus discordias contando los muertos.
    Milei desfila entre ovaciones recurrentes de los empresarios. El blanqueo está fortaleciendo las reservas de dólares del Banco Central. Los hombres de negocios destacan también, y sobre todo, que el Gobierno alcanzó rápidamente el equilibrio fiscal y el ordenamiento monetario, y que logró bajar la inflación. Los argentinos tienen que recurrir al diccionario cuando se les habla de equilibrio fiscal, simplemente porque nunca antes habían escuchado hablar de eso, salvo entre los teóricos de la economía. Milei es el primer presidente de la nueva democracia argentina que sabe de economía; los otros mandatarios tenían buenas o malas nociones, pero ninguno fue un especialista en la materia. El fuerte ajuste de Milei provocó una profunda recesión, pero la Bolsa de Comercio de Rosario aseguró en los últimos días que la recesión terminó en marzo pasado. Esa misma certeza es la que expone el economista Fausto Spotorno, quien junto a su socio Orlando Ferreres suele medir con precisión la actividad de la economía. Es cierto que el consumo, el comercio, los supermercados y las pymes siguen con la actividad estancada. No pasa lo mismo con el sector agropecuario (que está molesto por la baja de los precios internacionales y la indiferencia del oficialismo) y con la energía, que se reactivaron desde marzo pasado. La restitución del crédito es una novedad en una economía que vivió gran parte de los últimos años sin crédito. El crédito motorizó, a su vez, las ventas de autos, de motos y de inmuebles. Falta todavía una readaptación del sistema financiero a la nueva realidad, y falta, fundamentalmente, una decisión sobre el cepo al dólar. Hay dos corrientes de economistas: una sostiene que las condiciones para salir del cepo están cerca y la otra propone un mayor fortalecimiento de la economía para abandonar las restricciones en el mercado cambiario. Milei había prometido que saldría del cepo a fines de este año, pero ahora los que conocen los secretos del mileísmo suponen que el cepo se quedará hasta después de las elecciones legislativas del año próximo. No hay caso: es unánime en la política argentina el terror a una corrida cambiaria.
    Los liberales y cualquier ser normal no saben qué hacer frente a un presidente tan aficionado a la paradoja. Liberalismo en lo económico y autoritarismo en las cuestiones políticas e institucionales, incluido el maltrato a las personas. ¿Cuál es el verdadero Milei? La incertidumbre es una de las pocas certezas.

    Respuesta
  • LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES

    Lograr un país normal con una política de manicomio

    Jorge Fernández Díaz
    Fuente: La Nación
    (*) Notiar.com.ar
    3/10/024

    Sebreli nos ha enseñado principalmente a desconfiar de las súbitas y cambiantes euforias argentinas. Acerca de su muerte, el biógrafo oficial e íntimo amigo de Javier Milei ha elogiado su prosa y su ironía, pero no se ha privado de repudiar al legendario autor de Los deseos imaginarios del peronismo por ser “enemigo declarado de la Cristiandad, promotor acérrimo del genocidio prenatal del aborto”, fundador del Frente de Liberación Homosexual, acólito del “satanismo marxista” en su juventud y luego “macrista”, lo que implicaría que a la postre Sebreli “suavizó sus perversiones doctrinarias un poco” (sic). El escritor Nicolás Márquez remata su responso diciendo: “Dios sabrá qué hacer con él”.
    Unos días antes, Demian Reidel, jefe de asesores del presidente de la Nación, dio a conocer en las redes sociales –como si realmente fuera una novedad– un viejo y profético manifiesto político de Murray Rothbard, donde el máximo ideólogo del León aseveraba que la estrategia adecuada era el “populismo de derecha”, y señalaba como enemigos a las “élites intelectuales y mediáticas” por ser todas “liberales-conservadoras del establishment” y, por lo tanto, una mera “variedad” de la socialdemocracia. Allí abogaba, a su vez, por un líder carismático que despertara a las masas: Milei se sintió aludido y representado y reposteó el tuit de Reidel, y también el texto antológico de Rothbard, que más adelante reivindicaba a Joseph McCarthy y su tristemente célebre “caza de brujas” en Hollywood. Quizá el macartismo que ejercerán en el cuerpo diplomático y la purga operada en el Estado argentino no sean entonces tan extraños ni sacrílegos: hay base teórica, como verán, para realizarlos sin remilgos ni escrúpulos de ninguna clase, compañeros. Ya lo advirtió esta semana el Gordo Dan, simpático jefe de las brigadas digitales de las Fuerzas del Cielo: la administración pública está llena de sobrevivientes kirchneristas, radicales y macristas –es decir: “comunistas”– y todavía no se ha llegado a “barrer” con ellos para poner a los propios: “Los propios a veces son un amigo o un conocido que posean la ideología adecuada –dijo–. Tiene que haber idoneidad, pero también selección ideológica para que no te hagan microgolpismo. No hay que temer a las críticas. Primero hay que poner a los propios”. Por esas mismas horas, el General Ancap en persona buscaba desacreditar a Raúl Alfonsín, a quien odia con toda su alma, quizá no solo para incomodar al radicalismo sino para cuestionar veladamente toda la democracia moderna. Ya sabemos que Milei no tiene ninguna simpatía por “el consenso alfonsinista”, que es básicamente el acuerdo republicano sobre el cual se cimentó este sistema institucional de libertad y participación. Prefiere sugerir que su régimen modélico se encuentra mucho más atrás, en los años anteriores a 1916: el problema es que Mitre, Sarmiento y Roca venían a fundar el Estado y no a ser topos aviesos con la misión autoimpuesta de destruirlo.
    Los amigos y admiradores de Sebreli, los radicales en general –Jesús Rodríguez, Martín Tetaz y unos pocos más fueron la excepción–, y otros muchos aludidos por esta amplia batería de signos, amenazas y ataques se han mantenido insólitamente callados. Y esto demuestra que han triunfado el miedo, el oportunismo y la relativización moral, entendiendo esta última como el acto de fingir demencia frente a la demencia. Cuando nos adentramos en el terreno de la locura imperante, la frase que se repite en los sondeos cualitativos es aterradora: “Se ve que hacía falta un loco para arreglar este país”. Es cierto que las toses desestabilizadoras que denuncia Milei hacen pensar en algún tipo de perturbación psíquica, pero este articulista prefiere concluir que rinde mucho más “hacerse el loco” que serlo y que por eso hay que pensar más en astucia que en simple enajenación. La respuesta popular que se escucha es inquietante más allá de ser cierta: denota que el fin justifica los medios y que flota en el aire un nuevo pensamiento mágico según el cual “el país normal” será alcanzado gracias a una terapia de manicomio.
    Otra frase justificadora podría resumirse así: “¿Y qué querés? Por las buenas no se podía. Había que hacerlo por las malas”. La pronuncian quienes luego de denunciar durante veinte años las formas bárbaras y violentas del kirchnerismo y su violación sistemática de las reglas y la convivencia democrática, hoy no solo consideran aceptables similares prácticas, sino que piden al periodismo libre que las ampare. Felipe González explicó alguna vez que la democracia suele ser fiel al capitalismo, pero que este no suele responderle con la misma lealtad. Es que a muchos empresarios y financistas les cuesta congeniar la libertad económica con el sistema republicano, y si tienen que elegir colocan el primero muy por encima del segundo. Otra frase del momento: “No digamos nada, porque si no vuelve el cuco”. Esto supone que el espíritu crítico –como un viejo smoking– debería guardarse en un baúl del desván, que debemos tragarnos todos los sapos y ser indolentes frente a mentiras y degradaciones, y que no conviene hacer ruido para no importunar al nuevo salvador de la patria. Este chantaje es muy efectivo: casi nadie quiere regresar al desastre anterior, pero de ahí a convertirnos en zombis, autómatas y lamesuelas hay un trecho grande, ¿no? ¿O debemos cancelar el pensamiento y adherir sin pedir explicaciones a un grupo inspirado en una secta ideológica que pretende una ideología única? Recordemos que no existe un gobierno libertario en toda la historia de la Humanidad, que esta experiencia tan original nunca se probó en el terreno y que este nuevo animal político no puede ser examinado con las categorías tradicionales, por más que usurpe la palabra “liberal”. Entre un proyecto de poder que, apalancado en sus buenos resultados macroeconómicos, imita los peores trucos del peronismo y busca una hegemonía, y un ecosistema que está anestesiado y le perdona lo imperdonable, la Argentina vive una vez más esa ebriedad de fe trucha, esa clase de euforia que Sebreli tantas veces cuestionó. Al final Juan José solía tener razón, pero mientras tanto lo pagó caro. Carísimo.

    Respuesta
  • LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES

    En busca de una nueva hegemonía libertaria

    Jorge Liotti
    Fuente: La Nación
    (*) Notiar.com.ar
    3/10/024

    En la cúspide del poder de la Casa Rosada se percibe que el clima cambió. Se respira un aire de sosiego mezclado con cierto aroma a triunfalismo. Todavía recuerdan cuando meses atrás estaban con la vista inquieta sobre los mercados y la reacción social al ajuste. Hoy exhiben casi en tono de revancha los datos financieros en alza, la acumulación de reservas y el éxito del blanqueo para pronosticar que en los próximos tres meses la economía crecerá con fuerza. “Javier cambió mucho últimamente. Está envalentonado, agrandado. Te ametralla con los indicadores y te mete miedo. Percibo que en su entorno le tienen pánico”, describió un legislador amigo que habla regularmente con Milei.
    Los empresarios que acceden al ministro Luis Caputo pintan un retrato similar. “Acá vino muy confiado a sentarse con el Fondo y dejó en claro que por ahora no piensa ceder en su estrategia”, sintetizó un operador de Wall Street que lo trató la semana en su viaje a EE.UU.
    El Gobierno vive un momento de prematura euforia, como si las lecciones del pasado no aplicaran simplemente “porque esta vez es distinto”. Incluso coquetean con naturalidad con lo que van a hacer en “los próximos siete años de gestión”, dando por asumida la reelección presidencial.
    Esta efervescencia embriagadora que vive el Gobierno libera el camino para los sueños más profundos de Milei, esos que apuntan a una transformación refundacional de la Argentina; aquel discurso que resonaba como fantasía en la campaña pero que el Gobierno se lo toma muy en serio. “Queremos construir una nueva hegemonía libertaria y una superestructura que la sustente. Suena un poco gramsciano (por el teórico marxista Antonio Gramsci), pero es así”, sintetiza una figura muy cercana al Presidente, como si se tratara de una consigna aprendida de memoria.
    Esa nueva hegemonía imaginada tiene un plano económico (el dogma del déficit cero y la liberalización de los mercados); uno político (la destrucción de la vieja “casta” y la reconfiguración del tablero a partir de la polarización entre las fuerzas libertarias del bien y las socialistas del mal) y otro cultural (la batalla por la imposición de las ideas en materia de género, salud, medio ambiente, derechos humanos, aborto). El Gobierno entiende que en los dos primeros ya hay progresos tangibles, y que en consecuencia es momento de avanzar hacia el último.
    La batalla que la Casa Rosada se propone profundizar para intentar reconfigurar parte de la idiosincrasia nacional tiene aristas judiciales, culturales, institucionales y comunicacionales. Y el corolario, bien a futuro, sería poder transformar lo que definen como la “aberrante” Constitución Nacional de 1994, que según sus términos “sólo sirvió para desvirtuar la original y crear kioscos y cargos para la política”. Un agrio homenaje a los constituyentes por los 30 años de la reforma, que al igual que las críticas a Raúl Alfonsín demuestran la irreverencia para interpelar los principios que se creían intocables. Milei, que no siente ninguna deuda con el pasado, está dispuesto a sacudir las bases más sensibles del sistema institucional para remodelarlo por completo. Va por todo, y no lo disimula.
    Por esa razón, al principio de su gestión le dio un mandato terminante a Santiago Caputo, el arquitecto de su proyecto reformista: “Garantizar la sostenibilidad del proyecto en el mediano y largo plazo”. “El proyecto sólo es sustentable si está basado en principios claros. Y para eso es necesario tallarlo en piedra. Si tenemos los consensos suficientes en la política menor, vamos a querer dar la discusión constitucional”, avalan en el entorno presidencial. No importa que hoy les cueste aprobar una simple ley.
    El politólogo Natalio Botana establece una diferencia entre la “legitimidad de origen” de los gobiernos democráticos, donde la Argentina ha dado un salto cualitativo desde 1983, y la “legitimidad de resultados”, donde el país aparece rezagado desde hace años ante la imposibilidad de satisfacer las principales demandas sociales. En El Salvador, donde en una administración de fuerte impronta autoritaria Nayib Bukele mantiene el 80% de aprobación popular, la percepción social es, paradójicamente, que la democracia se ha fortalecido. Según el Latinobarómetro, el 64% de los salvadoreños dice estar “satisfecho” con el funcionamiento de la democracia, frente a un promedio regional del 28%. Es decir, los logros de su política de seguridad le permitieron mejorar la percepción institucional, a pesar de establecer un régimen de restricciones antidemocráticas. Los resultados se impusieron a la legitimidad.
    En ese espejo se mira Milei. Percibe que la sociedad argentina transita todavía un estado de conmoción y que en la desesperación por dejar atrás un pasado de estancamiento y frustración está dispuesta a dejar hacer. Si así fuera, se desvanecería la creencia arraigada de que la Argentina tiene los anticuerpos institucionales y sociales para limitar los excesos, de que la Justicia, los medios y la clase media ilustrada pueden actuar como contención ante las ambiciones hegemónicas. Si así fuera, la mutación de la Argentina sería mucho más profunda que lo que se percibe. Para los que ven al Presidente con simpatía, se trataría de la definitiva liberación de las ataduras de la casta, de los privilegiados, de los poderes corporativos.
    QUE NO SE CORTE
    Una expresión nítida se da en el terreno judicial, donde la Casa Rosada está dispuesta a avanzar, pese a las dificultades que enfrenta. La negociación con el kirchnerismo por los pliegos de Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla quedó abortada ante la falta de señales de Cristina Kirchner. La estrategia mutó entonces a tratar de conseguir votos en conversaciones individuales por los laterales, incluso con miembros del bloque peronista de senadores no tan leales a la nueva jefa partidaria. En todos los diálogos aparece la demanda por la ampliación de la Corte, un debate que el Gobierno acepta dar, una vez que se aprueben los pliegos.
    En el oficialismo aseguran que ya están bordeando el número necesario para el dictamen y la aprobación en el recinto. Así lo refleja un pizarrón con las caras de todos los senadores y su postura frente al pliego de García-Mansilla (el más difícil de apalancar) que Santiago Caputo exhibe ante quienes lo visitan en su despacho.
    Y si las cuentas vuelven a fallar, en el Gobierno tienen prevista otra jugada: nombrar a los jueces por decreto en comisión. “El diseño de la Corte no está preparado para funcionar con sólo tres jueces (en diciembre se jubila Juan Carlos Maqueda). Si se llega a fin de año sin acuerdos, y el Senado está en receso, vamos a evaluar todas las opciones. Podemos nombrar en comisión a Lijo y García-Mansilla, dado que sus pliegos están desde abril, y después que los senadores se pronuncien”, explican.
    Un espíritu similar anida detrás de la decisión de avanzar con los pliegos de 150 jueces en forma unilateral. Se suponía que era parte de las tratativas con los gobernadores para destrabar los nombramientos de la Corte, pero ante la falta de avances, se resolvió empezar con la primera tanda esta semana. El viceministro de Justicia, Sebastián Amerio, guarda esa lista en reserva, que tiene alterado a todo el ecosistema de los tribunales. Es una demostración de que no están dispuestos a permitir que la política les trabe su espíritu reformista.
    Esta avanzada judicial también tiene un correlato en el plano comunicacional, a partir del anuncio de una batería de medidas vinculadas con la prensa. Más allá de la cuestión fiscal de imponer el IVA a los medios gráficos y digitales, Milei apunta a un reformateo del sistema basado en la desintermediación que proponen las redes sociales. En definitiva, en la licuación de la función periodística de interceder entre la realidad y las audiencias. En este marco hay que encuadrar la escalada de agresiones verbales que profundizó en las últimas semanas contra medios y periodistas.
    En el Gobierno hablan de “una industria de las telecomunicaciones monopólicas y estado-dependiente” (anticipan que los 150 Mhz que se pondrán a disposición en la licitación de 5G serán sólo para nuevos operadores, no para que amplíen su margen los actores actuales) y de “una influencia encubierta de la política en los medios”.
    Desde esta cosmovisión, “hay una industria contaminada por la política, que en muchos casos no tiene audiencia y sólo existe como herramienta de presión”. No hay observaciones en cuanto al derecho a la libertad de expresión o al profesionalismo de un periodismo independiente, como fundamentos del sistema republicano. Se trata básicamente de una pulseada por poder, como con la Justicia. Los medios desafían el proyecto de hegemonía, y desde esa perspectiva, también deben ser sujetos de una reformulación.
    La “batalla cultural” se complementa con la proliferación de agrupaciones de matriz libertaria, que buscan la diseminación de las ideas de Milei en los sectores más jóvenes. El hoy secretario de Culto y Civilización, Nahuel Sotelo, había creado “La Julio Argentino”, para reivindicar a Roca. Esta semana alumbró “La Carlos Menem”, por impulso del operador bonaerense Sebastián Pareja, que se sumó al ya existente Movimiento Estudiantil del Nuevo Encuentro Mayoritario (M.E.N.E.M) que fundaron los veinteañeros Matías Pascual y Santiago Ravera, en otra demostración de que el atractivo por las utopías retrospectivas no es patrimonio exclusivo del kirchnerismo. La apuesta será reforzada la próxima semana con la presentación de la Fundación Faro, que será presidida por el politólogo Agustín Laje y por Alberto Benegas Lynch (h), y entre cuyos objetivos declarados se encuentra la promoción de la “batalla cultural”.
    Este ecosistema organizacional libertario se encuentra apalancado esencialmente en una intensa actividad en las redes y las plataformas digitales, que es el campo de disputa principal en el objetivo de liderar la agenda pública y difundir las ideas de LLA. De hecho es muy probable que el año próximo haya muchos militantes virtuales que pasen a la arena política real como candidatos. Así como en algún momento las listas se poblaron con figuras de la televisión y la farándula, ahora sería el momento de la primera oleada de influencers y streamers. Aunque hay una diferencia: estos están ideológicamente mucho más comprometidos que aquellos.
    EL DILEMA DE MONDINO
    La salida tormentosa de Diana Mondino y el impacto de las próximas elecciones en Estados Unidos también pueden ser interpretadas como parte del debate ideológico que propone Milei. El voto en contra del bloqueo norteamericano a Cuba fue una nueva demostración de las desconexiones que muchas veces caracterizan a la gestión libertaria. Mondino tiene razón cuando dice que los emisarios del Presidente sabían cómo se votaría, al punto de que el vicecanciller Eduardo Bustamante, puesto por la Casa Rosada, circuló un paper con algunas sugerencias para la argumentación. Juan Carreira, director de Comunicación Digital, llegó a compartir un mensaje interno que decía: “Argentina NO quiere quedar expuesta internacionalmente como que avala bloqueos comerciales cuando proponemos el libre comercio”. El propio Partido Libertario de los Estados Unidos se expresa desde hace más de una década en contra del bloqueo.
    Así partió la instrucción al embajador ante la ONU, Ricardo Lagorio, desde la Dirección de Organismos, para que votara como lo hizo. El gran problema fue que Milei no estaba al tanto, se enteró por los medios y reaccionó de la peor manera. ¿Fue una trampa de la línea diplomática a Mondino, o un intento por esmerilar a Karina Milei y a Santiago Caputo? ¿O un malentendido producto de los cortocircuitos internos? “En el tema Cuba no podíamos votar en contra de Estados Unidos, eso la gente de Diana lo sabía”, se escudan en la Casa Rosada, donde mandaron a rastrear el recorrido de la decisión.
    Lo cierto es que el episodio desnudó un dilema troncal que Carreira expuso: ¿debe el Gobierno seguir los principios de la libertad, y en consecuencia manifestarse en contra de cualquier restricción comercial, o debe prevalecer el alineamiento con Estados Unidos en toda circunstancia? Este interrogante es clave para evitar lecturas demasiado lineales respecto de las implicancias de las elecciones de pasado mañana.
    Está claro que en la Casa Rosada prefieren un triunfo de Donald Trump, no sólo por afinidad ideológica, sino porque se imaginan que potenciaría el mensaje de Milei a nivel global y su sueño de construir una liga de líderes “antisistema”. También porque piensan que el jefe republicano podría involucrarse más para que el FMI no sólo habilite fondos sino para que flexibilice sus requerimientos de lo que se podrá hacer con ese dinero (en sordinas se quejan de que la administración Biden hizo pocos esfuerzos por interceder en el Fondo a su favor).
    Sin embargo, Trump también prometió apelar a un mayor proteccionismo comercial, un principio que se contrapone con el aperturismo de Milei, y sugirió que la guerra de Ucrania se debería clausurar con un acuerdo que incluya concesiones territoriales a Rusia, una lógica que colisiona con el apoyo del Gobierno a Volodimir Zelensky.
    Claro que estos dilemas quedan reducidos cuando lo contrastan con los efectos que tendría un triunfo de Kamala Harris, a quien identifican con un temario opuesto a su ideología en materia económica (más gasto, más inflación) pero también de valores, con un impulso a la Agenda 2030 de la que la Argentina se apartó por sus diferencias en materia de género, salud y medio ambiente. Tampoco contribuye su mensaje a favor del multilateralismo y el institucionalismo global, aborrecidos por la narrativa libertaria.
    Una persona que mantiene una relación muy cercana con el Presidente y que compartió con él todo su ascenso al poder hizo una reflexión hacia el final de la semana que describe el presente de Milei: “Siento que a medida que las cosas le van saliendo, el Gobierno se va radicalizando, se encierra cada vez más en los puros y le cuesta ampliar la mirada”. Es el daño colateral que tienen los proyectos políticos cuando sienten que superaron la fase de iniciación y pueden mirar el horizonte con algún margen. En ocasiones alcanzan a ver la imagen de un futuro virtuoso; pero también puede tratarse de una trampa.

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  • LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES

    La intolerancia aflora en la bonanza de Milei

    Eduardo van der Kooy
    Fuente: Clarín
    (*) Notiar.com.ar
    3/10/024

    Javier Milei tenía 13 años cuando se reinstauró la democracia en la Argentina. La semana pasada, al hablar en la Fundación Mediterránea en Córdoba, sostuvo que Raúl Alfonsín huyó del poder en 1989. También, que el mal llamado “padre de la democracia”, según su visión, fue impulsor de un golpe de Estado en el 2001 contra Fernando de la Rúa.
    Es probable que su conocimiento sobre la escuela austríaca, donde suele destacar a los economistas Murray Rothbard y Friedrich Hayek, resulte más intenso y genuino que el incorporado en su adolescencia acerca del amanecer democrático nacional. Alfonsín entregó anticipadamente el poder porque advirtió que la crisis económica se le iba de las manos. Tendió una negociación con Carlos Menem que era mandatario electo. Resultó un gesto de responsabilidad de ambos para resguardar un sistema frágil amenazado todavía por factores externos.
    Alfonsín condujo uno de los pocos procesos de liberalismo político que ha tenido el presente ciclo democrático. No ocurrió lo mismo en el plano económico. Repuso la vigencia de la Constitución y de las libertades individuales y colectivas en un contexto sumamente adverso. Por el papel del PJ y el sindicalismo y la resistencia de las Fuerzas Armadas. De allí su bautismo de “padre de la democracia”.
    Ese rótulo no conmutaría sus errores en el gobierno y, más adelante, como cabeza de la oposición. Resulta temerario, como hizo Milei, adjudicarle el carácter de golpista en la crisis de principio de siglo. Se trató de un proceso político de altísima complejidad. Desarrollado en una variedad de libros y del cual el Presidente debe haber resultado testigo a sus 34 años.
    La acusación presidencial tampoco invalida, como pretendió, el papel de restaurador de la democracia que le tocó a Alfonsín. Vale una analogía para tratar de comprenderlo: Adolfo Suárez, originario del franquismo donde fue funcionario, abrió con mucho coraje las puertas del regreso democrático en España que, por años, representó Felipe González. El ex premier fallecido del CDS (Centro Democrático y Social) terminó atesorando un reconocimiento general.
    El gran interrogante sería descifrar las razones por las cuales Milei formuló aquel planteo sobre la figura de Alfonsín en medio de un discurso casi excluyentemente macro económico y un auditorio dispuesto a aplaudir todo en ese campo. Aquel mechado político pasó de largo. Siempre se puede partir de la instancia más sencilla: el líder libertario nunca quiso a los radicales, aunque un grupo de diputados de ese partido esté dispuesto ahora a ayudarlo. Menos aún a Alfonsín.
    También podría indagarse en otro aspecto. Milei viene revocando desde que asumió los 40 años de democracia. Hace una excepción con Carlos Menem. No ataca a Mauricio Macri porque lo necesita. El líder del PRO fue crucial para que arrasar en el balotaje contra Sergio Massa. Puede serlo también, habrá que verlo, en las legislativas del 2025. Descalifica al kirchnerismo pero intenta conservar su pulseada en redes con Cristina Fernández. Desearía que permanezca en primer plano cuando llegue el momento del primer examen electoral. Ya la tiene por decisión judicial como jefa del PJ.
    La raíz del asunto, tal vez, se encuentre en otro lado. Milei debe consolidar una narrativa que obligue al sistema a amoldarse paulatinamente a su pensamiento dogmático. Invoca de modo constante a la libertad como centro de gravedad de sus acciones. Reivindica el mecanismo de opinión individual. Quizás una máscara: suele descalificar a quienes tienen distintas percepciones. En primera línea está el periodismo. Recurre a la guillotina para coagular cualquier disidencia interna. Se levanta una verdadera nebulosa en el parentesco entre libertad y libertario.
    Diana Mondino, la ex canciller, se convirtió la semana pasada en la octogésima octava (88) funcionaria despedida en diez meses de poder. Sucedió porque la Argentina votó en la ONU a favor de la condena al bloqueo de Estados Unidos a Cuba. Lo hizo junto a otras 187 naciones. Moldavia se abstuvo. Washington e Israel lo hicieron en contra. En ese lote minoritario pero poderoso pretendió figurar el Presidente.
    Nuestro país mantuvo una postura histórica. Que nunca resultó un trastorno para Washington. Queda claro que Milei aspiraba a otra cosa. La Cancillería cuenta con diplomáticos de muy buena formación. Es la burocracia -bien entendida- mejor moldeada del aparato estatal. No es lo que supone el líder libertario que, en este punto, se enlazaría con la valoración irreproducible que supo tener en su tiempo Néstor Kirchner. Queda claro que las directrices finales las establece siempre el mandatario. En mayo, precisamente, la Argentina había cambiado otra votación histórica. Se opuso a que Palestina, que tiene representación diplomática en Buenos Aires, sea declarada miembro pleno de la ONU. Perdió junto a otras ocho naciones. Pero entre ellas estuvieron Estados Unidos e Israel.
    El problema no resultó únicamente ahora una votación en contra de los deseos presidenciales. Existe en el Gobierno un mecanismo interno de toma de decisiones con aristas de perversión. El jefe de Gabinete, Guillermo Francos, admitió que Mondino había recibido instrucciones. Aunque no directas de Milei. ¿Se deslizó una orden adrede equivocada para desatar la crisis? ¿Se hubiera atrevido la ex canciller a desoír una directiva presidencial? Hace rato que la Cancillería ha sido virtualmente intervenida por Karina Milei, la hermanísima. Hace meses que tenía rodeada a la ex canciller con la abogada Úrsula Basset, recién designada formalmente como asesora. También con el secretario de Culto, Nahuel Sotelo.
    La detonación ocurrió en una instancia sensible. Gerardo Werthein, sustituto de Mondino, embajador en Washington, debe atender la crucial elección presidencial entre Donald Trump y Kamala Harris. Aquella sede diplomática requerirá ser ocupada muy rápido: ¿le corresponderá a un viejo político amigo de Milei? Antes de que sucediera el episodio en la ONU, Mondino venía siendo perseguida por las patrullas digitales libertarias que vaticinaban su expulsión.
    ¿Fue una casualidad? Al contrario, se trata de una puesta en escena que se repite de manera casi automática. Un ejemplo entre muchos, sucedido en los orígenes de la administración: Osvaldo Giordano, el ex titular de la ANSeS, empezó a ser hostigado en las redes ni bien su mujer, la diputada Alejandra Torres, votó en contra algunos artículos de la Ley Ómnibus. Después llegó la cesantía. Existe una maquinaria oficial en las sombras que hostiga antes de que el Presidente adopte determinaciones. Combinación lubricada.
    Si se omitieran las cuestiones ideológicas, la matriz podría asemejarse a otras que se han reiterado en la historia argentina. El personalismo indiscutido en torno a Milei. El verticalismo en la toma de decisiones, sin aceptar estaciones intermedias. ¿Algún ciudadano podría sentirse sorprendido? El portavoz Manuel Adorni lo hizo explícito: “Se hace lo que dice Milei o estamos invitados a retirarnos”.
    En el avance de un proyecto que se torna cada vez más refractario a las disidencias, el Presidente hizo un aporte sustancial. El 18 de octubre había difundido un mensaje al cuerpo diplomático luego de la remoción del embajador argentino en la ONU, Ricardo Lagorio. Ese texto concluyó de manera categórica: “Quienes no se encuentren en condiciones de asumir los desafíos que repara el rumbo adoptado en defensa de las ideas de la libertad deberán dar un paso al costado”, advirtió.
    La pretensión de consolidar la idea de un pensamiento único fue ahondado al ser comunicado el despido de Mondino. El Gobierno anunció que iniciará una auditoria al personal de la Cancillería para “identificar impulsores de agendas enemigas de la libertad”. ¿De cuál libertad, la libertaria? Todo, peligrosamente asimilable a los manuales de persecución política.
    Otro eslabón dentro de ese esquema en el poder lo aporta un cabecilla del patrullaje digital. Se llama el Gordo Dan. Es célebre en ese universo opaco. A propósito del despido de Mondino propuso profundizar la “selección ideológica” en el Estado. De acuerdo con su parecer estaría copado por “los comunistas”. Aconseja incorporar amigos, conocidos que piensen sin el más mínimo desliz como el Presidente. ¿Dónde quedó el axioma libertario que invita a no pensar en manada?
    El Presidente parece ir consolidando aquel comportamiento en el poder aferrado a dos realidades. Una estabilidad de la macroeconomía (riesgo país, bonos, dólar) que derrama circunstancialmente como un bálsamo en la sociedad. Habrá que esperar si en algún momento logra correspondencia con la economía cotidiana y el bolsillo de la gente. En ese marco también habrá que añadir el éxito sorprendente del blanqueo: US$ 18 mil millones de dólares. El doble de lo que había conseguido en su tiempo Mauricio Macri. Con una laxitud jurídica que el del macrismo no tuvo. A la par, los depósitos bancarios en moneda estadounidense han crecido hasta los 32 mil millones. Buena plataforma para posibles inversiones y consumo.
    El otro hándicap de Milei ha sido el último desafío sindical y de los movimientos sociales en las calles. Nadie podría objetar el derecho a la protesta. El problema es que ha vuelto a ser liderado por todos aquellos que fueron impugnados en las urnas y justificaron, en buena medida, la irrupción del líder libertario.
    El Presidente está muy cómodo con esa confrontación. A la inversa le sucede con la larga agitación estudiantil cuyas derivaciones son siempre impredecibles. Por esa razón busca atajos, como proponer que los fondos de las PASO se destinen a la Universidad. Ocurrencia que no lo arrima aún a ninguna solución.

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