Por Hernán Andrés Kruse.-

El domingo 13 de agosto se produjo quizá la que fue la mayor sorpresa electoral desde el retorno a la democracia. El economista libertario Javier Milei, líder de La Libertad Avanza, ganó las PASO presidenciales relegando a Juntos por el Cambio y Unión por la Patria al segundo y tercer lugares, respectivamente. Milei ganó en 16 provincias, algunas de gran envergadura electoral como Mendoza, Córdoba y Santa Fe. Incluso obtuvo buenos resultados en el conurbano, histórico bastión del peronismo.

¿Cómo explicar semejante batacazo? Javier Milei es un típico outsider de la política. Conocedor del pensamiento de reconocidos economistas como Ludwig von Mises, Friedrich A. Hayek, Murray N. Rothbard y Alberto Benegas Lynch (h), Milei se encargó, apenas se hizo popular a través de la televisión, de embestir con extrema dureza contra la casta política, contra los políticos que hacen de la permanencia eterna en el Estado una filosofía de vida. Su pintoresca fisonomía unida a una personalidad volcánica, hicieron que rápidamente se transformara en un personaje por demás atractivo, tanto para la televisión como para la opinión pública, especialmente los jóvenes..

Consciente de su creciente popularidad Milei creó un partido político denominado “La Libertad Avanza”. Su primera experiencia electoral fue en 2021 y el éxito lo acompañó. Gracias al voto de miles de porteños logró acceder a la Cámara de Diputados de la nación, acompañado por Victoria Villarruel, acusada de “negacionista” por los sectores progresistas de la política. Se trató de una verdadera hazaña ya que el libertario logró su cometido sin ningún tipo de estructura partidaria, sólo apoyado por su innegable carisma y el apoyo de relevantes y poderoso medios de comunicación.

Con el tiempo Milei fue haciendo público su pensamiento al compás de su crecimiento electoral corroborado por las encuestas. Su primer gran anuncio fue el de la dolarización. Le llovieron críticas desde todo el espectro político. Incluso fue criticado por dirigentes políticos muy cercanos ideológicamente, como José Luis Espert. Pero logró lo que pretende todo político con ambiciones: que todo el mundo hable de él. Fue así como su estrella política no paró de iluminarse hasta alcanzar lo que hasta ese momento era la cima: anunciar su deseo de competir por la presidencia de la nación. En ese momento la inmensa mayoría de la clase política, los medios de comunicación más poderosos y el establishment, no lo tomaron en serio.

Pero hubo un hecho que marcó, a mi criterio, un punto de inflexión. Me refiero a la entrevista del periodista Pablo Duggan a Cristina Kirchner en el canal C5N. En un momento del diálogo la vicepresidenta de la nación afirmó que para las PASO presidenciales competirían en un pie de igualdad tres fuerzas políticas: Unión por la Patria, Juntos por el cambio y…La Libertad Avanza. A diferencia de lo que aconteció en 2019, recordó Cristina, donde el oficialismo y Juntos por el Cambio fueron votados casi por el 90% del electorado que concurrió a las urnas, en esta oportunidad no habrá una lucha entre dos sino entre tres fuerzas políticas. En consecuencia, ahora, enfatizó la vicepresidenta, lo que determinará el resultado de las PASO no será el techo de las fuerzas competidores, como sucedió hace cuatro años, sino su piso, es decir su base electoral. En consecuencia, las tres fuerzas políticas tendrán como objetivo fundamental entrar al balottage, dando por sentado que ninguna de ellas ganará en primera vuelta.

Durante un tiempo las encuestas confirmaron la predicción de Cristina. Todas le otorgaban a Juntos por el Cambio entre 30% y 33% de intención de voto, al oficialismo un poco menos (entre 27 y 29%) y a Javier Milei entre el 24% y el 26%. De repente, casi como por arte de magia, esas encuestas comenzaron a brindar un escenario diferente, más cercano al de 2019. En efecto, los números indicaban un descenso de la intención de voto de Milei y un crecimiento de las fuerzas políticas tradicionales. Hubo encuestas que clavaron al libertario en el 15%, la mitad de lo que cosechaban Unión por la Patria y Juntos por el Cambio. Para colmo, en las elecciones que tenían lugar en varias provincias los candidatos de La Libertad Avanza tenían una performance paupérrima. Confieso que al leer los porcentajes obtenidos por Menem en La Rioja y Bussi en Tucumán, creí que la estrella política de Milei se había apagado definitivamente. También creí que su irremediable caída se produjo cuando Mariano Roa, periodista de Clarín, hizo pública la estrecha relación de Milei con Massa y Malena Galmarini.

Milei había quedado al margen de la competencia electoral. Había dejado de ser la novedad. Tal es así que Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, por ejemplo, dejaron de preocuparse por el libertario para dedicar todas sus energías en esmerilarse mutuamente. Además, se convencieron de que quien ganara la interna se convertiría de manera automática en presidente de la nación. Confieso que también creí en semejante escenario. Mientras tanto, en Unión Por la Patria todo marchaba de mal en peor ya que su candidato presidencial, Sergio Massa, no hacía más que demostrar una incompetencia supina en el combate contra la inflación.

Así se llegó a las PASO presidenciales. Un oficialismo a la defensiva y una oposición, es decir Juntos por el Cambio, convencida de su victoria. Lo único que interesaba era el duelo entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich. Pero como se ha afirmado en reiteradas oportunidades las PASO son la verdadera encuesta ya que las urnas reflejan con exactitud matemática la voluntad popular. El domingo 13 a la noche todo era perplejidad y desazón tanto en Juntos por el Cambio y Unión por la Patria. ¿Por qué? Por una simple y contundente razón: porque ambas fuerzas políticas habían sido vencidas por La libertad Avanza, es decir por Javier Milei. Las urnas le habían dado la razón a Cristina Kirchner. El mensaje contestatario del libertario había dado sus frutos. Quedó en evidencia su capacidad para identificarse con quienes están hartos de las mentiras y los engaños de los políticos tradicionales. Había triunfado su estrategia basada en la emoción y no en la razón. El “voto bronca” se había impuesto, finalmente.

El sorpresivo triunfo de Milei cambió de cuajo el escenario político. Con el mensaje de las urnas el libertario pasó a ser el más serio candidato a quedarse con el máximo trofeo: el sillón de Rivadavia. También se modificó, para peor, el escenario económico. El lunes a la mañana el Banco Central no tuvo mejor idea que imponer una feroz devaluación del 22%, lo que en la práctica significó de inmediato un aumento considerable del valor del denominado dólar oficial. Pero esa devaluación también repercutió en el dólar que le interesa a la gente, el dólar blue, que ese lunes cerró a 685$, cuando el viernes había cerrado a 605$. Todos los analistas económicos son coincidentes: semejante depreciación del peso se trasladará inexorablemente a los precios, lo que provocará mayor inflación. No sería extraño, por ende, que el índice inflacionario de agosto supere los dos dígitos.

Ahora bien ¿por qué el gobierno tomó semejante decisión? Oh casualidad, apenas se produjo la devaluación el FMI confirmó que en las próximas semanas prestará a la Argentina unos diez mil millones de dólares para que sobreviva hasta el 10 de diciembre. Una vez más, un gobierno argentino se arrodilló ante el histórico prestamista internacional de última instancia. Una vez más, se atentó contra el pueblo argentino. La historia, lamentablemente, se repite. La pregunta que cabe formular es, por ende, la siguiente: ¿y ahora qué?

No cabe duda alguna que los días que restan para la primera vuelta serán muy, pero muy complicados. Serán dos meses y unos días donde no habrá ni un minuto de paz. Sergio Massa intentará torcer el curso de los acontecimientos. El domingo a la noche afirmó que aún restaban jugar el segundo tiempo, el alargue y, si era necesario, ir a los penales. Con la devaluación del lunes todo parece indicar que en el segundo tiempo recibirá más goles en contra. Y no sería extraño que el goleador del rival sea Javier Milei. En efecto, el libertario es quien tiene más chances de suceder a Alberto Fernández. Se siente, y con toda razón, ganador. Se muestra confiado, seguro de sí mismo. Es probable que de aquí a octubre se muestre un poco más moderado, con la obvia intención de congraciarse con un buen porcentaje de aquellos argentinos que no fueron a votar. Será, qué duda cabe, un hueso duro de roer tanto para Patricia Bullrich como para Sergio Massa.

Hay analistas políticos que aseguran que el 30% es el techo de Milei. Me parece que es más una expresión de deseo que una constatación empírica. No me cabe ninguna duda que el libertario, salvo que cometa groseros errores durante la campaña, está en perfectas condiciones para engrosar con holgura ese porcentaje. Enfrente tendrá dos oponentes que deberán afrontar serios problemas. Por un lado, Sergio Massa deberá sacar varios conejos de la galera para evitar un colapso económico que sepultaría definitivamente las escasas chances que tiene. Por el otro, Patricia Bullrich deberá hacer lo que esté a su alcance para impedir que el grueso de los votantes (muchos de ellos radicales) de Larreta decidan apoyar a Massa. El problema que se le presenta es que, como el adversario a vencer es Milei, deberá profundizar su discurso de derecha para evitar que muchos de quienes la votaron decidan apoyar a Milei si perciben que Pato comenzó a flaquear. ¿Cómo hará, entonces, para congraciarse con los suyos y con los larretistas?

Los comicios del domingo 13 catapultaron a Milei a la categoría de megaestrella de la política. No causó sorpresa alguna su concurrencia a los más importantes programas políticos de la televisión por cable en las 48 horas siguientes de su batacazo electoral. Entrevistado por Jonathan Viale en La Nación+ el candidato que por ahora tiene las más serias posibilidades de suceder a Alberto Fernández hizo explosivas declaraciones. Aseguró que en caso de arribar a la Casa Rosada sólo dejará en pie ocho ministerios: Economía, Infraestructura, Capital Humano (Niñez y Familia, Salud, Educación y Trabajo), Relaciones Exteriores, Seguridad, Defensa, Interior y Justicia. En consecuencia, serán borrados los siguientes ministerios: Ministerio de Turismo y Deporte, Ministerio de Transporte, Ministerio de las Mujeres, Ministerio de Desarrollo Territorial y Hábitat, Ministerio de Cultura, Ministerio de Ambiente y Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. Los Ministerios de Desarrollo Social, de Trabajo, de Salud y de Educación no desaparecerán pero sí perderán su autonomía ya que pasarán a formar parte del Ministerio de Capital Humano.

Además, afirmó que no le temblará el pulso para encarcelar a los que tiran piedras y para privatizar el Conicet. Como frutilla del postre aseguró que “si me rodean Casa Rosada me van a tener que sacar muerto” (Perfil, 16/8/023).

Nos esperan, qué duda cabe, días por demás turbulentos.

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