Por Oscar Edgardo García.-

Causa un inesperado asombro la presencia de Sergio Berni opinando sobre la muerte del niño Thiago Correa en diferentes medios de comunicación siendo entrevistado inexplicablemente por periodistas que fueron totalmente críticos por su actuación en el Ministerio de Seguridad de la Nación, tanto en el asesinato del Fiscal Alberto Nisman como por su gestión al frente de dicho ministerio en la provincia bonaerense.

Tan solo para citar un ejemplo, entre los programas televisivos a los que concurrió Berni se encuentra el que transmite el Canal A24 conducido por Santiago Fioriti y Nicolás Wiñazky.

En una nota publicada en Infobae el 3 de marzo de 2017, con motivo de la publicación de su libro “Fueron por Todo”, Wiñazky comentaba detalles de “la carpeta blanca” en la que el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner recolectaba información sobre el fiscal que investigaba la voladura de la AMIA.

A modo de tomar conocimiento de las opiniones del periodista por aquellos tiempos es válida la transcripción de los siguientes párrafos.

«Sergio Berni había «caminado» durante meses al fiscal que yacía muerto. «Caminar», en la jerga del espionaje argentino, es igual que «monitorear» en secreto a una persona, alternando métodos diversos. Agentes de la fuerza que manejaba Berni «caminaron» a Nisman cuando estaba vivo».

«La comprobación efectuada por la Justicia de que el secretario Berni —responsable del «espionaje» a Nisman— hubiera pasado varias horas dentro del departamento en el que apareció muerto el fiscal, aun antes de la llegada de la fiscal Fein, suma sospechas a esta trama.

«Cuando el caso Nisman pasó en 2016 al fuero federal, y quedó bajo instrucción del fiscal Eduardo Taiano y del juez Julián Ercolini, Berni fue imputado por su presencia y permanencia en el lugar en el que apareció muerto un fiscal federal que había acusado a su jefa, la Presidente».

La pérdida de memoria, dignidad y vergüenza del periodismo dando paso al sensacionalismo para lograr un mayor nivel de audiencia no hace más que acrecentar la pérdida de su grado de credibilidad, a la vez de difundir paupérrimos valores morales en la sociedad.

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