Por Carlos Tórtora.-

La ciudad de Buenos Aires no es de ningún modo un distrito representativo del electorado nacional. Más bien es todo lo contrario, o sea, un distrito atípico. Su composición mayoritaria es de clase media y el sector de bajos recursos es minoritario. Además, es el bastión histórico del antiperonismo y ayer, si se suman los votos de Manuel Adorni, Silvia Lospennato y Horacio Rodríguez Larreta, el justicialismo es minoría aun sumando a Leandro Santoro con Alejandro Kim y Juan Manuel Abal Medina.

Lo que le da trascendencia nacional a la elección de ayer es que empezó a jugarse el destino del PRO, que fue la segunda fuerza política nacional en la última década y que ahora está quedando tercera pero con riesgo de disolución.

Con su derrota de ayer ante Adorni, el partido amarillo enfrenta varios riesgos inmediatos. Para empezar, que en las próximas horas se parta en 3 el bloque de diputados nacionales. Un sector se quedaría con Macri, otro con Patricia Bullrich y el tercero con Cristian Ritondo. A la vez, este último, bastante desesperado, podría seguir las directivas de Santiago Caputo y anunciar un acuerdo electoral con LLA en Buenos Aires para septiembre y octubre. De ocurrir esto, los macristas antilibertarios como Soledad Martínez y Néstor Grindetti podrían fracturar el partido. Más lentamente, podría avanzar otro riesgo: que Javier Milei decida aprovechar el éxito para pasarle con una aplanadora a los primos Macri, por ejemplo anunciando que Patricia Bullrich será la candidata a senadora nacional porteña por LLA. Esto lo pondría a Macri en el límite: sólo rindiéndose ante Karina Milei en Buenos Aires podría conseguir que Milei retire a Bullrich y lo acepte a Macri como candidato a senador de una Coalición en la que LLA sería primera y el PRO segundo. En esta versión aggiornada de Juntos por el Cambio, el PRO pasaría a ser lo que UCR fue para el PRO entre el 2015 y el 2019. O sea, un socio de segunda con muy escasos voz y voto.

Son muy pocos los que creen que Macri hoy tenga la convicción y la fuerza para romper la triunfante polarización entre Milei y Cristina Kirchner. Para hacerlo, el expresidente tendría que reeditar una Coalición con la UCR y la Coalición Cívica, algo que la Casa Rosada puede impedir hasta fácilmente.

Colocado en una posición límite, el PRO puede entonces quebrarse o entregarse a Milei pero es improbable que se una para confrontarlo, por la sencilla razón de que una parte importante de sus dirigentes ya reportan a Balcarce 50.

Ella y él

Ayer se reinstaló con fuerza la polarización que impulsan Milei y Cristina Kirchner ya cada vez con menos disimulo. El gobierno volteó Ficha Limpia y el kirchnerismo trabó la investigación a Karina por el caso $LIBRA. Aunque está perdiendo poder a manos de Axel Kicillof, a Cristina le alcanza para ser la primera candidata a diputada nacional y alzarse con unos cuantos legisladores propios en Buenos Aires. La campaña electoral para octubre no la encabezaría en modo alguno José Luis Espert. Sería Milei vs. Cristina y éste está convencido de ganar y con esto poner un pie en su reelección.

En el mapa global, el gobierno creería que está avanzando. Su alianza con los gobernadores dialoguistas empieza a dar resultados y, si absorbe la derecha porteña, podría poner, por ejemplo, a Bullrich o a Adorni como jefe de gobierno en el 2027.

Claro que la hoy triunfante polarización de Milei tiene sus riesgos. Uno es que, si ella pierde en octubre, Kicillof se canse de marchar al desastre y fracture al peronismo. En ese caso Milei se ocuparía de que la expresidente siga reteniendo una fracción del PJ lo suficientemente importante como para trabar la renovación del justicialismo.

Unidos no por el amor sino por el espanto, Cristina y Milei son una sociedad política casi perfecta en un país donde la mayor parte de los partidos políticos grandes están fracturados o a punto de estarlo.

Ella y él se necesitan y son aliados en la empresa para convertir la democracia argentina en una farsa política.

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