Por Pascual Albanese.-

El espectáculo protagonizado en la Casa Blanca Donald Trump y Volodimir Zelensky, un episodio que algunas versiones estimaron una emboscada deliberadamente preparada, originó múltiples reacciones, que giran desde el humorismo hasta el horror. Pero esa variedad de comentarios no quita un hecho central, duro pero inequívoco: Trump y Vladimir Putin ya fijaron los puntos básicos de un acuerdo para poner fin a la guerra de Ucrania. Sólo falta la aprobación de Zelensky o quien lo reemplace en el cargo.

Un tweet de Trump fue lapidario: “He determinado que el presidente Zelensky no está listo para la paz”. Un fragmento del imperdible diálogo entre Trump y los periodistas acreditados en la Casa Blanca blanqueó la opción. “¿Usted quiere que dimita?”, le preguntaron. La respuesta fue lacónica: “Quiero a alguien que quiera la paz”. Es imposible no vincular esta definición con la versión de que Trump tenía pensado como sustituto al general Valeri Zaluzhni, un ex jefe del Ejército, destituido por Zelensky y actual embajador en Gran Bretaña

Trump es un hombre de negocios volcado a la política. Ese origen determina su comportamiento. Para entender su estrategia en Ucrania conviene que repasar “El Arte del Acuerdo”, el libro que publicó en 1987, donde plantea la necesidad imperiosa de fortalecer la propia posición antes de sentarse a negociar y sienta las bases de su propuesta de “la paz a través de la fuerza” que enarbolara durante su campaña electoral.

Desde el estallido del conflicto, Trump sostuvo siempre que la guerra de Ucrania podía haberse evitado y que con una política inteligente era posible en pocas semanas restablecer la paz. El diálogo con Zelensky, a quien días antes había calificado de “dictador”, responde puntualmente a esa visión hiperrealista.

Para Trump una evaluación objetiva de la situación indica que ese principio de “la paz a través de la fuerza” obliga a reconocer que en esta contienda el mayor poderío está del lado de Rusia y que, más tarde o más temprano, Ucrania tendrá que conceder mucho más que lo que sus socios de la Unión Europea están hoy en condiciones de admitir. De allí que su primera decisión fue prescindir del gobierno de Kiev y sus aliados de la OTAN en la apertura de las negociaciones y elegir interlocutor principal a Putin, a quien nunca llamó “dictador”.

Las tratativas mantenidas en Arabia Saudita entre el Secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, y su colega ruso, Sergei Lavrov, definieron los parámetros de un posible acuerdo, dejando abiertas las variantes con que Trump podría moverse en su diálogo con Zelensky, a quien luego de haber descalificado públicamente recibió en la Casa Blanca para notificarlo de los términos de un arreglo inaceptable para el mandatario ucraniano.

Zelensky abandonó la tempestuosa reunión sin firmar el acuerdo sobre la explotación conjunta de los recursos minerales ucranianos, un convenio que había sido negociado entre ambos países, aparentemente aprobado también por Putin y considerado un paso fundamental en el camino hacia un rápido cese de fuego.

Si bien no trascendieron los motivos de este presunto malentendido, cabe destacar la significación de las declaraciones de Putin, cuando en alusión a ese acuerdo puntualizó: “Estamos listos para atraer socios extranjeros a los llamados nuevos territorios, a nuestros territorios históricos que han regresado la frontera rusa”.

Zelensky interpretó que el contenido de esa aprobación de Putin daba por sentada la soberanía rusa sobre las “repúblicas independientes” de Minsk, Donetsk y Lugansk, en una región mayoritariamente habitadas por la población ucraniana ruso-parlante, que se autoproclamaron como tales en 2014 en coincidencia con la anexión de la península de Crimea, y están hoy ocupadas por las tropas rusas.

Una segunda Yalta para el siglo XXI

La cuestión sobre las llamadas “tierras raras” fue siempre mencionada como un elemento coadyuvante para una posible solución del conflicto. Alude a una lista de 17 “metales críticos”, algunos con denominaciones absolutamente desconocidos para el público no especializado, como el escandio, el itrio y el lantano, que tienen una demanda creciente en las industrias de alta tecnología.

Según Zelensky, “estamos hablando de recursos naturales y metales de importancia crítica por un valor de billones de dólares estadounidenses. Entre ellos se encuentran, en particular el uranio, el titanio, el litio, el grafito y otros recursos de valor estratégico”. La información sobre esas reservas minerales es considerada en Ucrania un “secreto de Estado” y las estimaciones sobre su verdadero volumen son un tema de controversia.

Más que el tamaño absoluto de esas reservas importa la competencia por su dominio. Alrededor de dos tercios de las “tierras raras” se extraen actualmente de China. Obtener un acceso seguro a esos recursos son un incentivo poderoso para Estados Unidos. En su visita a Kiev, el Secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, acordó con el gobierno de Kiev la creación de un fondo común que ayudaría a financiar la reconstrucción de un país devastado por la guerra.

En el planteo de Trump la firma de ese convenio era el primer paso para acordar un cese de fuego y la razón de ser de la reunión de Washington, frustrada porque Zelensky exigía una simultánea “garantía de seguridad” de Estados Unidos sobre el cumplimiento por parte de Rusia de los compromisos a asumir en las negociaciones, un requerimiento que la Casa Blanca no quiso endosar. Esa negativa, que dejaba virtualmente a Ucrania a merced de la buena voluntad de Putin, hizo volver todo a fojas cero.

Ante esa emergencia Gran Bretaña ensayó una desesperada maniobra diplomática y organizó una reunión en Londres con la presencia de Zelensky, desahuciado como interlocutor por Trump, y los líderes de la Unión Europea, excluidos del diálogo bilateral entre Estados Unidos y Rusia. Allí surgió una “iniciativa de paz” aceptable para Ucrania y se habilitó al primer ministro británico, Keir Starmer, para abrir un canal de diálogo con Trump y, por su intermedio, lograr ser tenidos en cuenta en las negociaciones con Putin.

La nominación de Starmer patentiza la crisis de la Unión Europea. La fragilidad del presidente francés Emmanuel Macron y la inminente salida del primer ministro alemán Olaf Schultz hicieron que Europa Occidental ungiera como interlocutor con Trump al primer ministro del país que salió de la Unión Europea y es el principal aliado estratégico de Estados Unidos.

Pero esa elección de Starmer tiene un ingrediente adicional. El líder laborista había visitado a Trump en la Casa Blanca antes que Zelensky y había sido extremadamente condescendiente con su anfitrión, hasta el punto de que Vince Cable, un prestigioso dirigente del Partido Demócrata Liberal, señaló que “me avergüenzo como británico de ver ese tipo de humillación”, pero admitió que “uno tiene que admirar el hecho de que esté dispuesto a aceptar ese tipo de humillación para lograr un resultado político”.

Este reconocimiento implícito de la nueva realidad geopolítica mundial, que explica la elección de Londres como sede del cónclave europeo de este fin de semana, permite suponer que Zelensky, cuyo mandato constitucional expiró el 20 de mayo pasado, conversó con Zaluzhni, su embajador en Gran Bretaña e hipotético candidato a la sucesión, para explorar las distintas variantes de un futuro político incierto pero que necesariamente implicará la convocatoria a elecciones presidenciales.

La consigna de Trump de “la paz a través de la fuerza” remite a la noción de la “paz de los fuertes”. Supone una nueva versión del tratado de Yalta, que signó el reordenamiento del sistema de poder internacional luego de la segunda guerra mundial. En ese mundo las potencias rectoras fueron Estados Unidos y la Unión Soviética, con un protagonismo secundario de Gran Bretaña, en su despedida como imperio global.

En este nuevo escenario los dos principales actores son Estados Unidos y China, con la participación subsidiaria de Rusia, a la que Putin, con la ayuda de Trump, intenta colgar a un tren que sus compatriotas creían perdido tras la derrota del comunismo en la guerra fría.

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