Por Hernán Andrés Kruse.-

El 13 de mayo falleció el ex presidente uruguayo José Mujica. El lamentable hecho fue anunciado por el presidente Yamandú Orsi: “Con profundo dolor comunicamos que falleció nuestro compañero Pepe Mujica. Presidente, militante, referente y conductor. Te vamos a extrañar mucho viejo querido. Gracias por todo lo que nos diste y por tu profundo amor por tu pueblo”.

José Mujica comenzó su carrera política apostando a la lucha armada para modificar de cuajo el sistema político y económico vigente en Uruguay. En 1964 fue preso por primera vez. En ese momento era miembro del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. Estuvo en la cárcel más de ocho meses por hurto. Su última caída fue en agosto de 1972. Recién recuperaría su libertad en marzo de 1985. Con la recuperación de la democracia Mujica dedicó todos sus esfuerzos a reconstruir el Movimiento de Liberación Nacional. Fue evidente su decisión de insertarse en el sistema político democrático. Ello le permitió ser legislador durante cuatro períodos y llegar a la presidencia. Luego de concluido su mandato retornó al Senado. En 2020, en compañía del expresidente Julio María Sanguinetti, renunció a la política. A comienzos de 2024 anunció que padecía cáncer de esófago. Sin embargo, bendijo la candidatura presidencial de Yamandú Orsi, quien finalmente derrotaría al presidente Luis Lacalle Pou (fuente: Pedro Tristant, Infobae, 13/5/025).

Buceando en Google me encontré con un ensayo de Gonzalo Sarasqueta (UCA-Bs.As.-Argentina-2022) titulado “Cartografía de una épica global: el relato político del presidente José Mujica (2010-2015)”. Su objetivo es “identificar y comprender los ejes narrativos que convirtieron a José Mujica en un líder global”.

ANÁLISIS DEL RELATO POLÍTICO

“La trama de la gestión de José Mujica (2010-2015) fue el cambio cultural. El presidente uruguayo estaba convencido que la transformación sostenible, aquella que perdura en el tiempo y realmente le mejora la vida a la ciudadanía, es la cultura. En base a esta concepción, establece que la educación –tanto a nivel formal (inicial y universitaria) como informal– debe ser una de las prioridades de su gobierno. Dentro de estas instituciones es donde, según él, se dará la creación de una nueva subjetividad que permitirá superar el actual modelo de vida. Así lo expuso en su discurso de asunción y al ser condecorado en el Senado de Chile: “Sin pretensiones de verdad absoluta, hemos dicho que deberíamos empezar por cuatro asuntos: educación, energía, medio ambiente y seguridad. Permítanme un pequeño subrayado: educación, educación, educación. Y otra vez, educación. Los gobernantes deberíamos ser obligados todas las mañanas a llenar planas, como en la escuela, escribiendo 100 veces, debo ocuparme de la educación. Porque allí se anticipa el rostro de la sociedad que vendrá. De la educación dependen buena parte de las potencialidades productivas de un país. Pero también depende la futura aptitud de nuestra gente para la convivencia cotidiana” (1/3/2010). “No se puede construir una sociedad mejor con capataces, albañiles, peones. Estamos educados para construir capitalismo. Y adentro de nuestros valores internos funciona capitalismo, muchas veces, casi inconscientemente. Y es mucho más fácil cambiar una realidad material que una realidad cultural. Acá hay una larga batalla en el campo de las ideas y en el campo de los valores. Y no solo vale con el discurso, hay que levantar la bandera del compromiso real y tajante” (14/3/2014).

Subyace a esta perspectiva una visión gramsciana. Si bien no utiliza conceptos clave del filósofo italiano –“hegemonía”, “bloque histórico”, “guerra de posiciones”, etc.– anida una lectura sobre la realidad que hace hincapié que lo fundamental en la política es la disputa por el sentido común, por lo que es aceptado naturalmente en las personas. Según Mujica, sin sentido crítico, sin la posibilidad de negar el statu quo, determinado por el sistema de valores capitalista, es imposible crear un mundo nuevo. Este trabajo político-cultural consta de tres etapas: primero, alumbrar y socializar los hilos que estructuran las relaciones entre dominadores y dominados; en segundo lugar, concebir un otro marco ontológico; y, por último, establecer un sistema de vínculos de producción, donde no haya explotadores ni explotados. Dicho de manera resumida: para alcanzar un nuevo orden material es imprescindible antes modificar el orden cultural.

Los pilares de ese flamante marco axiológico son los llamados “nuevos derechos” o “valores pos-materiales”, es decir, aquella agenda marcada por el individuo, la libertad y la autorrealización que cobró fuerza una vez que los Estados de bienestar aseguraron cierto umbral de seguridad económica. En ese sentido, una de las temáticas planteadas recurrentemente por Mujica fue el medioambiente. Como veremos en las siguientes alocuciones, pertenecientes a la Conferencia de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas en Río de Janeiro y a su condecoración en el Senado chileno, el enfoque medioambiental se desagrega en tres perspectivas: la ontológica (la felicidad humana), la económica (el decrecimiento) y la política (una solución de escala global). “El desarrollo no puede ser en contra de la felicidad. Tiene que ser a favor de la felicidad humana; del amor arriba de la Tierra, de las relaciones humanas, del cuidado a los hijos, de tener amigos, de tener lo elemental. Precisamente, porque ese es el tesoro más importante que tenemos, la felicidad. Cuando luchamos por el medioambiente, tenemos que recordar que el primer elemento del medio ambiente se llama felicidad humana” (20/6/2012). “Hemos organizado tales desastres que tienen tal magnitud. La suba del mar. Hay islas que están pensando cómo se van a mudar. ¿Cómo arreglamos eso? ¿Cómo arreglamos lo que va a pasar con el tercer polo, con la meseta del Tibet? Y sabemos por qué pasa eso. Porque sabemos que cada ser humano tiene que tener un auto. Y dale que es tarde. ¿Verdad? Hay un conjunto de problemas que no los arregla ningún país. Y que el mundo no tiene gobernanza” (14/3/2014).

Las interpretaciones de Mujica se emparentan con el eco-socialismo, cuyas características principales son las siguientes: erradicar el productivismo que impulsa el sistema capitalista y abrir espacios de tiempo libre para que las personas desarrollen sus capacidades artísticas o simplemente descansen; promocionar una ética y una solidaridad transgeneracional, que piense en el planeta que se le va a dejar a las generaciones venideras; luchar contra la cultura consumista y la competencia suntuaria y, a su vez, promover hábitos más sobrios en la vida humana (privilegiar el valor de uso sobre el valor de cambio). Dentro de la batalla cultural por salvaguardar el medioambiente, Mujica considera indispensable desarticular la maquinaria publicitaria que estimula la compra del último coche para pertenecer a un determinado círculo social. Al ser gregario, el ser humano quiere formar parte de su entorno, no desea ser excluido. El marketing, a través de la promoción de estereotipos diseñados por el acceso a determinados bienes materiales en un marco temporal preciso, delimita las fronteras de pertenencia (la llamada “moda”). En muchas de sus intervenciones, el presidente uruguayo convoca a los jóvenes a combatir y superar el imperativo mercantil y, en su lugar, luchar por un estilo de vida que haga hincapié en el compromiso político, la felicidad y la austeridad. Aspira a cambiar la esencia del ser, terminar con el culto a la mercancía y desarmar al “Leviatán Publicitario”, una estructura comunicacional omnipotente que invade con información segmentada, diaria e intensa a las personas para modelar su comportamiento económico y social.

La despenalización del consumo de cannabis es otra transformación cultural de la gestión de Mujica. Con este proyecto, el mandatario uruguayo no solo trastocó el sentido común uruguayo, sino también el de la política mundial. Despertó el interés de medios internacionales que cubrieron el proceso y encuadraron la experiencia del país sudamericano como de vanguardia. En una entrevista al diario español El Periódico, el presidente desmenuzaba las razones que lo llevaron a tomar esta iniciativa: “Llevamos 80 años persiguiendo y nosotros llegamos a esta conclusión: si tu quieres cambiar no puedes seguir haciendo lo mismo, porque cada vez hay más presos, cada vez más cantidad de droga. Entonces nosotros decidimos tratar de robarle el mercado al narcotráfico. Sacarle el mercado. Porque peor que la droga es el narcotráfico. Es mucho peor. ¿Cómo le sacamos? Organizando un servicio público, donde tenemos la gente identificada y le aseguramos una ración por mes. Si se quiere pasar de eso, le vamos a decir “Usted se tiene que atender”, tiene que ir al hospital. Se tiene que atender” (29/11/2013).

En estas respuestas, Mujica deja en claro dos supuestos: (a) frente a la guerra abierta y la terapia de shock, con recursos militares y policiales, apuesta por una solución prolongada, donde la batalla se desarrolle en el plano económico, disminuyendo el precio del cannabis y quitándole el mercado al narcotráfico. Esto significa una ruptura con el statu-quo, ya que se trata de una medida inédita donde se busca reformar culturalmente a la sociedad, sacarla de su zona de confort y proponerle un nuevo marco moral en la convivencia. En segundo lugar, y en sintonía con el ideario de izquierda, (b) sostiene que hay que dejar de intentar la vía punitiva y ensayar una respuesta de contención ante la adicción, una perspectiva que está en línea con lo que George Lakoff califica como “padre protector”. El lingüista norteamericano construye metafóricamente dos modelos de familia: el del padre estricto, que es el que los conservadores utilizan para educar mediante el castigo, el reto, la férrea disciplina a sus hijos, y el de los progenitores protectores, que es el prototipo progresista, donde la madre y el padre educan –en simultáneo– a sus hijos a través del cuidado, la sensibilidad y la comprensión. La respuesta que diseña Mujica para desarmar al narcotráfico se circunscribe a la segunda visión. En vez de perseguir y castigar a los consumidores, se los trata como enfermos.

El matrimonio igualitario también está incluido en el cambio cultural que proyecta Mujica para Uruguay. A diferencia de la legalización del cannabis, donde prevalece la lógica de costo-beneficio, el mandatario está convencido que no permitir el casamiento entre personas del mismo sexo es discriminación. Sin importar su orientación sexual, todas las personas poseen la libertad de elegir con quien casarse. Así lo puso de manifiesto en un evento donde recibió una condecoración de la Asociación Latinoamericana para los Derechos Humanos (ALDHU): “Lo del matrimonio igualitario es más viejo que el hombre, solamente nuestras mentalidades reaccionarias y conservadoras a veces se espantan, pero hay que tener el coraje de poner a la luz del día lo que las cosas son y no lo que a uno le gustaría que fueran” (5/3/2014). “Hay un sentido conservador en la gente que tiene miedo en los cambios, pero cuando los cambios parten del principio de reconocer objetivamente la existencia de la realidad y tratar de organizar la realidad para que lastime lo menos posible, esos son los cambios que hay que tener el coraje de llevar adelante” (5/3/2014).

En este caso, Mujica utiliza el clivaje ideológico, sustentado en la dicotomía progresista-conservador. Para él, se trata de desafiar lo establecido y modificar las costumbres. Está convencido que al ser humano hay que sacarle el miedo al cambio e impulsarlo al progreso. La familia, el paternalismo y la religión, valores clave del conservadurismo, son reemplazados por el multiculturalismo, la tolerancia y las libertades individuales. El cuidado de unas determinadas estructuras heredades, que garantizan continuidad, confianza y seguridad, es desplazado por una óptica dinámica, que fomenta la alteración constante de nuestra forma de vivir. En relación con este contraste ideológico, Christian Mirza, exdirector del Ministerio de Desarrollo Social (MIDES) y actual investigador de la Universidad de la República, aclara cuál era la trama de Mujica y el tipo de resistencias que afrontó: “Poner el Uruguay en la vanguardia en muchos de estos derechos. Y abrir a la Participación de estos colectivos, muy criticados por una parte de la ciudadanía que está muy reacia a estos avances y tiene un pensamiento muy reaccionario en el sentido literal del término. Pero sin embargo el gobierno de Mujica abrió las puertas y las ventanas de la institucionalidad pública para que estos derechos se reconocieran y se pudiera avanzar. Ese fue uno de los hilos” (5/12/2020).

La despenalización del aborto completa el conjunto de medidas que Mujica impulsó para realizar la transformación cultural. Al igual que en la despenalización del cannabis, el exmilitante tupamaro no hace hincapié en la libertad individual como base de la decisión, sino más bien hace foco en el daño que causa el flagelo. Así lo remarcó en una entrevista a Televisión Española: “Periodista: A veces es necesario, gobernar y tomar decisiones, aunque uno no esté de acuerdo con ellas. Me explico. Usted está plantando medidas en su país sobre el asunto de la marihuana, del aborto, del matrimonio homosexual. Usted ha dicho que no está a favor del aborto… Mujica: ¿Quién va a estar a favor del aborto? Periodista: Pero por lo menos usted está planteando ese debate, esas medidas. Mujica: Pero no por estar a favor del aborto. Periodista: Usted dice que lo hace por el bien de la comunidad, para evitar que el daño sea mayor. Mujica: La cosa es sencilla y es sentido común. Creo que nadie puede estar a favor del aborto como cuestión de principio. Pero hay un cuadro de mujeres en toda la sociedad que se ve en la amargura de tener que tomar esa decisión contra viento y marea. Porque la familia no la entiende, por soledad, por avatares de la vida. Y en segundo, viven en la clandestinidad, la explotan y se juega la vida. Y toma decisiones más allá de las discusiones de principio que puedan tener los políticos y los filósofos. Y ahí hay vida que se pierden. Yo creo en reconocer la existencia de ese hecho. Ponerlo arriba de la mesa legalizándolo nos da la oportunidad de poder obrar persuasivamente sobre la decisión de esa mujer. Y si hay una cuestión económica, una cuestión de soledad, una cuestión de angustia, los hechos demuestran que muchas mujeres retroceden y se pueden salvar más vidas” (31/3/2013).

Mujica suspende el hilo argumentativo de las corrientes feministas, que conecta la demanda de legalización del aborto con la libertad de la mujer para decidir sobre su cuerpo (“Nuestro cuerpo, nuestra decisión” o “Mi cuerpo, mis derechos”). En su lugar, pone en el centro la cantidad de vidas que se pierden cuando el Estado ignora este problema de salud pública. Vuelve a aplicar la lógica del padre protector. Si se legaliza el aborto, él está convencido que se puede persuadir a la mujer de no abortar. De esta manera, se evitarían perder dos vidas: la del bebé y la de la madre. Es una explicación que, en un principio, comparte el marco conceptual de los sectores provida (“Salvemos las dos vidas”), pero no su solución. Frente a la propuesta de educación preventiva y política punitiva para evitar los abortos de los grupos provida, Mujica, sin dejar de reconocer la importancia que tiene la información y la pedagogía, apunta a darle una cobertura legal y un acompañamiento desde el Estado a las mujeres que se inclinan por esa decisión.

En la segunda variable del relato político, analizaremos el guión dicotómico. Esto quiere decir que desentrañaremos el conflicto, el desafío, el adversario que configura para llevar adelante su gestión. Un primer paso para analizar es que el mandatario uruguayo no construyó un adversario personalizado. Ni Luis Lacalle Pou o Edgardo Novick, por citar dos referentes del campo ideológico de la centroderecha y derecha uruguaya, fueron sus contrincantes. En otra dirección, Mujica buscó articular consensos con el arco opositor. Adolfo Garcé, politólogo de la Universidad de la República, y Eduardo Fernández, sindicalista y secretario del Partido Socialista (2005-2011), lo explican de la siguiente manera: “Eso es raro. Porque tiene cosas de populismo, pero eso no. No construyó enemigos. En ningún momento utilizó la lógica amigo-enemigo. Al contrario, es más, yo creo que Vázquez tenía un discurso más adversativo que él, que Mujica. Toda la vida lo que llamó la atención de Mujica es que tenía mayor capacidad de diálogo con los partidos tradicionales, particularmente con los blancos, que Tabaré Vázquez” (10/12/2020). “Mujica, como presidente, nunca buscó la confrontación contra la derecha. En todo caso, era la derecha que confrontaba con él. Y en la respuesta, Mujica siempre estuvo por encima, buscando lo filosófico, “¿quién puede estar en desacuerdo con combatir la pobreza?”, “¿quién puede estar en desacuerdo en que las mujeres pueden tener los mismos derechos?” Siempre fue por ahí “(11/12/2020).

En sentido contrario, Mujica articuló un adversario genérico: el consumismo. Dentro de la transformación cultural que proponía como trama, estaba incluida la disputa por una sociedad más sobria. Desde el ejemplo en primera persona y, como se observará en el repertorio simbólico, con mensajes visuales de su cotidianidad y su hogar, defenderá un estilo austero. Así lo expuso en la ONU y también en una entrevista a la cadena regional Telesur: “Prometemos una vida de derroche y despilfarro, y en el fondo constituye una cuenta regresiva contra la naturaleza, contra la humanidad como futuro. Civilización contra la sencillez, contra la sobriedad, contra todos los ciclos naturales. O peor: civilización contra la libertad que supone tener tiempo para vivir las relaciones humanas, lo único trascendente, el amor, la amistad, aventura, solidaridad, familia. Civilización contra tiempo libre no paga, que no se compra, y que nos permite contemplar y escudriñar el escenario de la naturaleza… Cabe hacerse esta pregunta, huimos de nuestra biología que defiende la vida por la vida misma, como causa superior, y lo suplantamos por el consumismo funcional a la acumulación” (24/9/2012). “El problema es que el consumo se transformó en el motor del sistema capitalista. ¿Cuál es la tragedia de todos los gobiernos? La economía tiene que crecer. Para que crezca, la gente tiene que consumir más y hay que gastar más. Y si se llega a parar el consumo, tenés una tragedia. ¿Por qué? Porque no somos capaces de acortar la hora del trabajo y una cantidad de cosas. En vez de discutir la ecología, deberíamos discutir de alta política. El desastre ecológico es consecuencia de que la política no está gobernando el mundo, sino que el mercado está conduciendo el mundo” (9/1/2013).

Se evidencian dos interpretaciones de Mujica sobre el consumismo: una de escala micro (personal) y otra de escala macro (colectiva). Sobre la primera, el mandatario está convencido que el consumismo le quita tiempo al ser humano. Para gastar y adquirir productos, hay que trabajar, por ende, hay que invertir tiempo en tareas ingratas. Este proceso introduce a las personas en un bucle compuesto por dos elementos: trabajo y consumo de bienes materiales. Son dos variables interdependientes, que se retroalimentan constantemente y les quitan libertad a los ciudadanos actuales. El “tener” opaca la búsqueda del “ser”. Inmerso en ese círculo vicioso, según Mujica, el hombre se olvida de otras cuestiones esenciales de la vida: la amistad, el disfrute, la contemplación, la creación y la naturaleza. A raíz de esta noción, Mujica se referencia permanentemente en filósofos como Epicuro o Séneca. “Pobre no es el que tiene poco, sino el que necesita infinitamente mucho” o “No soy pobre, soy sobrio, liviano de equipaje, vivir con lo justo para que las cosas no me roben la libertad”, son frases recurrentes.

Esta prédica lo convierte en una rara avis en los mandatarios actuales, una especie de “gobernante filósofo”. Mujica enuncia para gestionar, pero también para reflexionar. Permanentemente, busca que sus palabras impacten en la manera que las personas interpretan y abordan la vida en el siglo XXI. En el nivel estructural, la política –según él– es la herramienta colectiva para superar el consumismo. El poder debe concentrarse en reemplazar la cultura descartable (usar, tirar y adquirir productos diariamente) por una cultura consciente que preserve los recursos naturales. Esa metamorfosis se producirá a través de un nuevo marco legal, por un lado, y, por el otro costado, de una idea de progreso que deje de lado el materialismo, el crecimiento del PBI, el productivismo, y se ocupe del bienestar y de la salud del hombre. En síntesis, el guion dicotómico de Mujica no está constituido por protagonistas individualizados, sino que, por el contrario, el antagonismo se vertebra contra una abstracción, el consumismo. La trama cultural se viabiliza mediante el combate binario entre hombre (ciudadanía global) y consumismo (problema global). El mandatario busca interpelar a los uruguayos, pero también a personas de otras nacionalidades. Es un mensaje que trasciende las fronteras y aspira a la constitución de una nueva subjetividad.

La tercera variable para examinar del relato político es el arco temporal. En otras palabras, cómo se ensamblan los tres tiempos verbales –pasado, presente y futuro– en la narrativa gubernamental. Analizar si prevalece alguno de los tres y por qué. Un indicio son las siguientes tres exposiciones, en dos entrevistas, una para canal 9 de Argentina, otra para la revista Garganta Poderosa, y en un discurso en la Cumbre del Mercosur: “Yo soy muy nostálgico cuando escucho tango, pero en la vida no miro para atrás. Siempre ando persiguiendo alguna quimera por ahí y haciéndome problemas por quimeras. A veces, se transforman en utopías y a veces, ¿por qué no? Algún pequeño logro y subimos algún escaloncito” (9/1/2011). “Honrar la vida y apostar al futuro permanentemente. No es que la memoria, los recuerdos, el pasado no tiene importancia. Tiene flor de importancia. Pero no se puede vivir mirando para atrás. Más bien, mirar para atrás es para aprender. La lucha por el progreso humano no termina nunca, nunca. Y nunca llegamos y tocamos el cielo con las manos. No hay ningún arco del triunfo. El triunfo está en el camino, en el propio camino, el premio está en el propio camino” (18/6/2014).

“La palabra innovación pueden considerarse productos nuevos que se colocan, pero hay otra innovación, la innovación profunda que surge de la investigación propia. No hay soberanía de largo plazo, si no hay conocimiento nuestro. La batalla del futuro es en derredor del conocimiento. Y es un craso error que no podamos juntar el esfuerzo universitario latinoamericano y tener un sistema común de investigación porque llegamos tarde, porque nos llevan enorme ventaja. Porque el siglo en el que entramos es el siglo de la biología. Porque estamos en la última reserva agrícola que le queda a la humanidad. Y es criminal que la biología no sea el centro de la preocupación del Mercosur” (23/10/2014).

Entre las dos zonas temporales que plantea Koselleck, “horizonte de expectativa” y “espacio de experiencia”, Mujica se desenvuelve principalmente en la primera. Enlaza el presente con el porvenir. A diferencia de lo que se examinará en el ethos presidencial, a nivel gubernamental privilegia el lenguaje aspiracional. La trama de la transformación cultural conlleva tiempo. Como todo cambio sistémico al que aspira un reformista, es lento, paulatino y tácito. El proceso es parte del resultado y las formas son fondo. Las políticas públicas que propone –legalización del cannabis, despenalización del aborto, matrimonio igualitario y cuidado del medioambiente– no mostrarán resultados concretos de manera inminente, sino que, por el contrario, van a evidenciar un progreso en el tejido social con el paso de los años o, inclusive, de las décadas. Esto significa que son difíciles de capitalizar en términos político-electorales por el partido gobernante”.

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