Por Carlos Tórtora.-

Mientras avanza con la motosierra, el gobierno empieza una especie de impasse político hasta el próximo 5 de noviembre. Las elecciones presidenciales en los EEUU no son un dato más para Javier Milei. En los últimos 90 días, la Casa Rosada se mostró en apariencia equidistante de Kamala Harris y Donald Trump, sosteniendo que ante todo está primero la alianza con los EEUU, más allá de quién gane.

Pero la realidad es que todas las expectativas del líder libertario pasan por Trump. Si éste ganara, Milei espera en lo inmediato que él presione al FMI para que le conceda fondos frescos. También espera que Washington le asigne a la Argentina un rol especial en la política latinoamericana. Así Milei saldría de su actual aislamiento, ya que está en malas relaciones con los tres países que lideran la región: Brasil, México y Colombia.

La foto de Milei con un Trump electo también implicaría para el primero ponerle un techo a la estrategia electoral para el 2025. Un Milei fortalecido en su relación con el Departamento de Estado tendría mayores facilidades para imponerle condiciones a Mauricio Macri y provocar una fisura cada vez mayor en la UCR, además de atraer más gobernadores peronistas a la mesa de Olivos.

¿Y si gana Kamala?

Cabe analizar qué pasaría en Buenos Aires si el candidato republicano es derrotado. No hay duda de que este resultado sería leído por la dirigencia política local como una señal de que la ola de ultraderecha está retrocediendo en el mundo y que La Libertad Avanza es candidata a perder las elecciones de medio término así como a Jair Bolsonaro le sería difícil volver al poder en el 2026.

Sensible a esta posibilidad, Milei se está mostrando últimamente un poco menos ostentoso en sus relaciones con los grupos de ultraderecha europeos, aunque en diciembre habrá un encuentro internacional en Buenos Aires.

Uno de los problemas del gobierno libertario es su incapacidad para flexibilizar políticas, empezando obviamente por la política económica. La rigidez de Milei empieza a encontrar su punto de quiebre en política exterior a partir de que dijo que China puede ser un buen socio y ya no más el enemigo comunista.

Pero pese a ésta y otras señales, como estar dispuesto a reunirse con Lula, la impronta autoritaria de Milei, más que su ideología, tiende a que se sienta más cómodo confrontando que negociando.

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