Por Jorge Castro.-

Tras la caída de Damasco, Israel se ha convertido en la potencia dominante de Medio Oriente

La derrota del régimen de Bashar Al Assad y la ocupación de Damasco por los rebeldes sirios modifica drásticamente la relación de fuerzas en todo Medio Oriente; e Israel emerge como la potencia dominante en la región, lo que significa que el próximo paso es la derrota definitiva de la República Islámica de Irán, lo que sucede cuando se suma al Estado Hebreo la superpotencia extraordinaria de EEUU liderada por Donald Trump, lo que implica que se aproxima el final del régimen de los Ayatolas surgido de la Revolución Islámica de 1979.

EEUU, con Donald Trump a la cabeza, ya ha anunciado que va a multiplicar las sanciones financieras y comerciales a Irán, como lo hizo entre 2017 y 2021, profundizando su quiebra económica y su aislamiento internacional.

Lo que exige Trump es el desmantelamiento completo de su sistema nuclear y la destrucción de su arsenal misilístico; y toda esta situación de derrota del régimen islámico es la consecuencia directa de haber perdido a manos de la superioridad estratégica de Israel todo intento de hegemonía en Medio Oriente, mientras sus fuerzas de avanzada en la región –Hezbollah en el Líbano, y Hamás en la Franja de Gaza– han sido destruidos y desarticulados por las Fuerzas de Defensa del Estado Hebreo.

Hezbollah fue la organización político-militar representativa de la comunidad chiita del Líbano, transformándose en el principal y más efectivo instrumento militar del régimen de Teherán. De esta manera Hezbollah se convirtió en el único respaldo efectivo de Bashar Al Assad en los 13 años de guerra civil en Siria, y junto con la aviación rusa enviada por Vladimir Putin le permitió a la dinastía Al Assad imponerse en la extraordinariamente destructiva contienda civil que duró más de una década. Por eso es que, ante la desaparición de Hezbollah como fuerza combatiente tras ser destruida por Israel, los rebeldes sirios en sólo 11 días y prácticamente sin combatir pudieron apoderarse de Damasco.

Ahora lo que viene a través de la acción conjunta de Israel y EEUU –que es el liderazgo de Benjamín Netanyahu y de Donald Trump– es el aliento sistemático al Pueblo Persa para que derroque el sistema de los Ayatolas, y de esa manera abra paso a un reencuentro de fondo de carácter estratégico entre una de las 2 sociedades más avanzadas de Medio Oriente, que es la iraní, con EEUU y una sociedad global absolutamente integrada por la revolución de la técnica. Irán puede ser la Persia avanzada del siglo XXI.

El colapso del régimen sirio, con la captura primero de Aleppo, luego Hama, y por último Damasco, es un ejemplo formidable de un sistema político que desaparece cuando ha perdido toda su sustancia histórica, lo que fue puesto de relieve por la superioridad estratégica fundamental lograda por Israel sobre Teherán.

Por dos veces consecutivas en el mismo mes, el Estado hebreo controló por más de 6 horas la totalidad del espacio aéreo iraní, y subrayó su pleno dominio sobre las instalaciones nucleares además de los cielos de Teherán. Las Fuerzas de Defensa Israelíes se han convertido en las más potentes, efectivas, y tecnológicamente avanzadas de Medio Oriente, y probablemente, salvo prueba en contrario, del mundo actual. Esta hegemonía irrestricta de Israel en el plano terrestre, aéreo y de inteligencia fue el preanuncio del colapso del régimen sirio y con ello la transformación de fondo experimentada por la región más estratégica del planeta.

En todas las guerras de Medio Oriente –que son seis– ha estado en juego la existencia del Estado Hebreo; y en esta particularmente, Israel demostró su extraordinaria vitalidad y capacidad de sobrevivencia. “La estrategia es un arte simple, todo ejecución”, dice Napoleón; por eso lo fundamental es siempre y en todos los casos actuar, y sólo después formular. “En la estrategia –sostiene también Napoleón– el único error letal es no actuar”, y la victoria consiste en imponerse en el frente principal, no en los secundarios o accesorios; y en la estrategia todo surge de lo particular, del aquí y ahora, intransferible y circunstancial.

De ahí que la ecuación de poder de esta guerra de Medio Oriente es simple y se integra con los siguientes elementos: Israel, en 1er lugar, que destruyó a Hezbollah como fuerza combatiente, lo que implicó la desaparición del régimen de Al Assad en su hora más crítica. Y ahora lo que viene es Irán; y ahí lo que reaparece es el dato estratégico fundamental del actual momento de la historia del mundo, que es el liderazgo de Donald Trump, lo que hace que EEUU vuelva al 1er lugar del sistema global después de los 4 años de vacío de poder experimentado en Washington con Joe Biden en la Casa Blanca.

La otra gran figura históricamente decisiva de este momento de Medio Oriente es inequívocamente el primer ministro Benjamín Netanyahu, que en medio de las malignidades y las pequeñeces que abundan en la política israelí es un actor crucial de este momento de la historia del Pueblo hebreo. Las cosas tienen un sentido, sobre todo en las situaciones de crisis; y nada –salvo las pequeñas minucias– son obra del arbitrio y la casualidad.

EEUU busca un acuerdo con China a través de la dupla Trump/Elon Musk

La compañía Tesla, propiedad de Elon Musk, es la principal fabricante de vehículos eléctricos e híbridos de EEUU, y de todo tipo de actividad en el campo de la Inteligencia artificial, y está valuada en U$S 1 billón. De ese total, más de 40% proviene de su planta completamente automatizada situada en Shanghai, y que es más relevante que las 2 fábricas de Tesla en EEUU, instaladas en California y Texas, respectivamente.

La planta de Tesla de Shanghai es la 1era empresa extranjera 100% norteamericana que se establece en la República Popular, lo que significa que es totalmente ajena al tradicional régimen de “joint ventures” por el cual las compañías foráneas compartían la propiedad con una firma china en una proporción 50% a 50%.

Tesla/Shanghai se construyó con un crédito de U$S 1.400 millones otorgado hace 5 años por un consorcio de los 5 principales bancos chinos, todos ellos de propiedad estatal. Ese crédito fue devuelto en su totalidad en los 1eros 3 años. Esto es lo que ha convertido a Elon Musk en el 2do productor y exportador de automóviles eléctricos de la República Popular, con ingresos que ascendieron a U$S 53.000 millones en 2023.

Musk aspira a multiplicar por cinco la valuación de Tesla en los próximos cinco años y llevarla a U$S 5 billones y ahora ha fijado su prioridad en la fabricación y venta de automóviles autónomos sustentados completamente en Inteligencia artificial.

Tesla compite en China con las principales compañías de la República Popular, ante todo BYD (que es la número 1), así como Baidú, Xiaomi, y Huawei. Conviene agregar, para advertir lo que significa el proceso de globalización del capitalismo, que el mayor inversor extranjero en BYD es Warren Buffet, el mayor inversor de EEUU y del mundo, con 30% del total de las acciones.

Musk ha señalado repetidamente que “China es una sola, y Taiwán una parte integral de ella”, por lo que su recuperación por la República Popular debe ocurrir necesariamente. La visión de Musk sobre China siempre ha sido extremadamente admirativa, y ha considerado verdaderamente “milagroso” a su fenomenal crecimiento económico, una visión ampliamente compartida por las “high tech” norteamericanas, y ante todo por Tim Cook, titular de Apple y heredero de Steve Jobs.

La última vez que Musk estuvo en China fue en abril de este año cuando se entrevistó dos veces con el primer ministro Li Qiang, y también con el presidente Xi Jinping, que ha manifestado repetidas veces su estima personal por el gran innovador norteamericano. En septiembre del año pasado, Xi Jinping participó de la cumbre de la APEC en San Francisco donde se entrevistó con Joe Biden; y luego los altos empresarios norteamericanos prácticamente sin excepción, y en 1er lugar la totalidad del mundo “high tech”, le organizaron una recepción, en la que fue recibido con una “ovación” según “Financial Times”.

Ciertamente el alto empresariado estadounidense, y en especial el de Silicon Valley, no parece manifestar una actitud antagónica con la República Popular; y a la cabeza de ese empresariado se encuentra hoy Musk, que a su vez es la mano derecha de Trump, que asume el poder en la Casa Blanca el 20 de enero del próximo año.

Lo que está en marcha en EEUU con Donald Trump es un acuerdo político, estratégico y de seguridad con China, centrado en el dominio de las tecnologías de avanzada de la 4ta Revolución Industrial, y en especial de la Inteligencia artificial, en donde EEUU y China son la número 1 y la número 2.

Hay que agregar que, a partir del 20 de enero, EEUU deja atrás definitivamente la situación de extraordinario debilitamiento geopolítico experimentado en los últimos 4 años de gobierno de Joe Biden, que llegó incluso a un vacío de poder en Washington. Ahora, con Trump a la cabeza, EEUU vuelve a ocupar el primer lugar y de esa manera abre paso a un acuerdo estratégico, productivo, y de seguridad con la República Popular China.

Scott Bessent, el secretario del Tesoro designado por Trump, se propone alcanzar 3 objetivos fundamentales en una perspectiva 3/3/3:

  • Recortar el déficit fiscal de 6% del producto a 3% en 2028.
  • Elevar el crecimiento económico a 3% anual a partir de 2025.
  • Alentar a la industria petrolera a producir un adicional de 3 millones de barriles de crudo por día (o el equivalente en materia de energía) a partir del próximo año.

En este esfuerzo monumental el papel de Musk es absolutamente crucial, porque para recortar en 3 puntos el déficit fiscal se requiere disminuir más de 80% de la burocracia estatal para el 4 de julio de 2026, tarea que Trump le ha asignado a Musk con la creación del “Departamento de Eficiencia Gubernamental” (DOGE).

Lo previsible ahora es que el acuerdo estratégico entre EEUU y China, que ya Donald Trump realizó exitosamente en su 1er mandato, tenga lugar anticipadamente; y en ese momento, que cambia la historia del mundo por el nuevo vínculo entre las dos superpotencias, el papel de Elon Musk será nuevamente crucial, lo que se debe, sin duda, a que su lenguaje es el de la época, que es el de la instantaneidad y de la constante innovación, sustentada en la tecnología esencial de la Inteligencia artificial.

Trump se lanza contra el dominio de las grandes plataformas digitales

Donald Trump nombró a Brendan Carr, un acérrimo crítico de las grandes plataformas digitales (Amazon, Apple, Microsoft, Facebook, entre otras), que dominan el mundo de la alta tecnología estadounidense, para encabezar la Comisión Federal de Comunicaciones (“Federal Communications Commission” /FCC), que es la agencia central del Estado norteamericano en su relación con el mundo “high tech”.

Trump señaló que Brendan Carr es “…un guerrero de la libre expresión que va a terminar con el asalto regulatorio existente en EEUU, y que impide la tarea de los innovadores y creadores de puestos de trabajo especialmente calificados”.

Esto es una alusión directa a la exclusión que experimentó el propio Trump de todas las plataformas digitales, y en 1er lugar Twitter (actualmente X), lo que ocurrió hasta que Elon Musk la adquirió en 2023 en U$S 44.000 millones; y lo primero que hizo fue restablecer la plena capacidad de expresión en las redes digitales del nuevo mandatario norteamericano.

Brendan Carr tendrá como tarea central regular los servicios de Internet, y de radio y televisión de EEUU, desregulando al mismo tiempo todo el proceso de creación y despliegue de las “Start-ups” “high tech”, con especial énfasis en las pequeñas y medianas compañías de Inteligencia artificial, que es la tecnología fundamental de la 4ta Revolución Industrial, y en la que EEUU encabeza el sistema global.

La FCC, en suma, es el dispositivo decisivo que tiene Donald Trump para transformar en sus raíces el sistema de plataformas digitales, que en los últimos 20 años han ejercido una virtual hegemonía en este segmento crucial de la estructura de poder norteamericana, al punto de colocarse por encima de las instituciones de la democracia constitucional, fundadas en el voto del pueblo soberano.

Tras ser designado titular de la FCC a partir del 20 de enero de 2025, Brendan Carr advirtió sin ningún eufemismo que “Facebook, Apple, Microsoft, y Google constituían un gran cartel de la censura que ha silenciado a muchos estadounidenses impidiéndoles ejercer la 1era Enmienda que protege el derecho a la libertad de palabra”.

La designación de Carr implica un respaldo pleno a la política y la figura de Elon Musk convertido en el campeón de la 1era Enmienda en EEUU y en el mundo. Musk sostiene la necesidad de desatar un proceso de competencia generalizada, lo que implica la eliminación de todo tipo de subsidios, ante todo en los protagonistas de la economía “high tech”.

Dicho de otra manera, lo que está ocurriendo en EEUU en este momento es que se están fijando las reglas del capitalismo absolutamente integrado del siglo XXI. Después del rotundo triunfo electoral de Trump el 5 de noviembre ahora comienza a desplegarse la verdadera lucha por el poder en Washington.

Al estilo norteamericano, todo esto está a la vista y nada está oculto; y la pugna central a partir del 20 de enero es entre el presidente más popular de la historia norteamericana contemporánea y que ha realizado la más asombrosa acumulación de poder versus la alta burocracia del Estado y las grandes plataformas digitales; y esto va a tener lugar mientras el resto del sistema global asiste como espectador directamente interesado a esta gran contienda en la historia del mundo.

La dupla Trump/Musk sabe que la ventaja esencial de EEUU en la puja por la alta tecnología consiste en el dominio de la fase inicial de creación constante de innovaciones, que es el espacio donde surgen incesantemente los grandes genios de la creación y la innovación como Steve Jobs, Bill Gates, Mark Zuckerberg, y ahora –arquetípicamente– Elon Musk. Esta es una vertiente donde la civilización norteamericana, fundada en una cultura de frontera, se muestra absolutamente inagotable, y sin duda lo es.

Lo que está en juego en EEUU hoy es la posibilidad cada vez más concreta de que la dupla Trump/Musk fusione a la 1era economía del mundo con una verdadera explosión de Inteligencia artificial, y por esa vía transforme irreversiblemente la actual estructura de poder mundial. El núcleo de esta fenomenal batalla que se aproxima es lo que señala el “Manifiesto de los Tecno-Optimistas”, suscripto por las principales figuras de Silicon Valley, que “…la alta tecnología estadounidense vive y muere en el destino de las ‘Start-ups’ de la Inteligencia artificial”.

Este es el punto cero del poder norteamericano en el siglo XXI; y el instrumento fundamental que tiene de penetración y de ofensiva es a través de un proceso de desregulación generalizada, que es sinónimo de desburocratización; y para eso hay que exacerbar la competencia hasta terminar con la visión rentística y anti-innovadora de los múltiples reductos burocráticos, por definición grises y repetitivos.

El triunfo de Trump, en suma, implica que EEUU recupera su extraordinario poder político como expresión de la primera superpotencia global, y deja atrás definitivamente la honda anomalía que experimentó en los cuatro años de Joe Biden. Como consecuencia de esto, Trump se ha convertido en el principal adversario del “status quo” en todas partes del mundo al mismo tiempo. Lo que está en juego en EEUU hoy es el destino del mundo en el siglo XXI.

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