Por Luis Alejandro Rizzi.-

La Argentina podría ser descripta como la historia de un fracaso imposible y parecería que el colapso se produjo el día en que Javier Milei, con sólo un 30% de votos en la primera elección, ganó el balotaje de noviembre del año pasado, con el 56%.

No sé si tiene sentido discurrir si en ese “balotaje” perdió Sergio Massa, más que ganar Milei.

Es cierto, muchos votamos contra “Massa”, me incluyo, pero muchos otros votaron más que por Milei, por la necesaria disrupción.

“Así no se podía seguir”, pensamos muchos.

En tono gramsciano, votamos para que definitivamente muera lo viejo, que Milei, le puso un título, muy cautivante, “la casta”, como para Raúl Alfonsín fue el preámbulo de la Constitución.

El punto de interrogación era y sigue siendo si lo nuevo o diferente que está naciendo podrá crecer.

Es difícil pensar que, si hubiera ganado otro postulante a la presidencia, podía haber hecho algo diferente a lo de Milei. El “shock” era fatal; lo imponía la realidad. Si se prefiere la verdad, la Argentina estaba quebrada, por donde se la mirara.

Al cumplir los 40 años de “institucionalidad republicana democrática”, los resultados eran desesperantes.

Pienso que una mayoría teníamos plena conciencia de que la cosa era así y que se venían, más que tiempos difíciles -para mi todos lo son-, tiempos complejos por lo que había que resolver y lo que había que evitar.

Milei, que lógicamente no es un ser perfecto, hizo mucho más de lo que se podía pensar para sanear especialmente la economía y mejorar el orden social.

“No hay plata” fue su eslogan y ello se reflejó en casi todas sus decisiones, algunas bien tomadas, pero con diversos niveles de calidad instrumental.

Era obvio que los argentinos vivimos muchos años en una burbuja, la que se financiaba con crédito y emisión, con lo que se distorsionó la lógica relación de precios que debe haber en todo sistema político económico regular o normal.

Los subsidios a la energía y el transporte, fueron un subsidio social que configuró un nivel de “clase media”, no sólo muy muy frágil sino además ficticio, que se quebró en cuanto los precios comenzaron a realinearse, con relación a sus costos de producción.

Con Milei ocurrió algo lógico: el salario perdió poder adquisitivo en la misma medida en que la economía enfrentaba su triste realidad; si bien el país tiene notable fuente de recursos, los argentinos fuimos y somos pobres. Es suficiente con ver las estadísticas de ingresos que publica el INDEC.

No diría que retrocedimos en nuestro nivel de vida; más bien nos ubicamos en la realidad de nuestras posibilidades.

Con esto quiero decir que el valor real del salario que se perdió es irrecuperable.

Se recuperará cuando haya inversión de capital.

En este punto falló el gobierno. No ha sabido explicar, y menos persuadir, sobre la necesidad de más que del sacrificio, la de asumir nuestra realidad económico-social.

El gobierno no debe “batallar” ni imponer, no debe actuar desde un supuesto “YO” del gobierno, sino desde un “nosotros”. Debe partir desde el concepto de que se trata de una tarea, en términos orteguianos de todos (y todas…).

El gobierno -y en esto dirijo mi crítica- es “violento”. Practica “placenteramente” la agonalidad, es imprudente y carece del sentido de la caridad que son virtudes de las personas y de la buena gente.

Su triángulo de hierro es nefasto y sustituye el concepto genuino de “autoridad” por el de “sumisión incondicional”.

El gobierno tampoco es inmaculado ni tiene perfil ético, para tirar la primera piedra, esto se lo debieran advertir “las fuerzas del cielo”.

En definitiva, los argentinos somos un poco así, y vuelvo a rescatar algo de Ortega, más de una vez hacemos culto a “la parada” y al eufemismo, no vamos a las cosas.

Milei tuvo aciertos pero muchas falencias de sensibilidad. Su comportamiento es claramente neurótico y lesivo.

Su adhesión por más del 50% se puede explicar por el “síndrome de Estocolmo”, más que por convicción.

El riesgo es que esta “oportunidad” quede sólo en eso, lo que sería otra nostalgia vista desde el futuro.

Este portal ve las cosas desde el 2050 en adelante, con la claridad que da la perspectiva del tiempo.

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